CAPÍTULO 26
Hubo un tiempo en el que disfrutábamos de una relativa paz, en la que apenas éramos perseguidas. Digo relativa porque siempre hemos sido la espina que más les duelen a los humanos: el ser diferente. Lo más increíble es que son los propios seres humanos los que han asesinado a su propia especie por pensar que, al ser ciertos individuos un poco diferentes al resto, eran brujos a brujas.
La quema de brujas de Salem... qué terrible escenario donde muchas vidas inocentes se perdieron por culpa de los prejuicios. Aunque voy a ser justa; no solo ha ocurrido en los humanos, sino en otras especies de un mundo el cual conozco bien.
Me alegra pertenecer a una especie libre de todo ello, donde no importa si con quien estás es un humano o un ser mágico. No tememos el mezclarnos pues la magia misma se trata de precisamente eso. De unas combinaciones pueden surgir maravillosas creaciones que pueden ayudar a muchos y ese es nuestro lema desde siempre. El ser despreocupadas quizás fue nuestro tendón de Aquiles y quizás por ello otros se aprovecharon, pero podemos decir con el corazón en el pecho, que los brujos y brujas jamás hemos renegado de quienes hemos sido ni hemos cerrado la puerta a nadie. Siempre hemos estado dispuestos a ayudar, siempre y cuando eso no pusiera en peligro a los nuestros.
En la época de Salem, muchos y muchas de nosotros se involucraron en el tema, liberando a muchos humanos y humanas de las garras del fuego. Porque todos eran humanos, ni una sola de las víctimas fue un brujo o una bruja.
También podría admitir ahora delante de ustedes que fue una temeridad exponerse, que muchos de esos humanos quizás luego nos escupirían en la cara si supieran lo que éramos, pero si el mundo siempre ha sido negro, no íbamos a favorecer a esa oscuridad innata. Eso les inculqué a mis alumnos y mis hijos, mis dos ángeles que siempre fueron mis dos manos y mis dos pies. Me guiaron por la buena senda, incluso cuando perdí a su padre por todo esto de las batallas y rencillas inter especie. Nunca comprendimos esa necesidad de mantener las especies puras, pues eso biológicamente, es un atraso.
Pero no soy nadie para juzgar, cada cual tiene sus pensamientos.
Si os lo preguntáis, nos masacraron, y no por hacer un mal sino precisamente, por hacer siempre bien. Los brujos y brujas siempre hemos trabajado en conjunto con los licántropos, pues ellos creen en la vida tras la muerte y en las reencarnaciones. Hemos guiado las almas de muchos de ellos a su cielo para que descansaran en paz, por lo que siempre habíamos disfrutado de una buena amistad con ellos. por aquel entonces, digamos que había una cierta neutralidad entre ellos y los vampiros, pues siempre han sido dos fuerzas de la naturaleza. Y ya se sabe lo que ocurre cuando las dos mayores fuerzas de la naturaleza se encuentran: que hay tormentas.
Esa neutralidad a veces explotaba con peleas a puño limpio, en donde las brujas trabajábamos para curarles las heridas y hacer de intermediario entre ambos bandos para evitar que una simple pelea fuera algo más. Y por un tiempo fue así, hasta que algo sucedió y esa tormenta que se estaba cocinando, explotó.
Lo curioso es que algunas de las nuestras ya lo sabían, pues las que poseían el don de la clarividencia, habían visto que los problemas se aproximaban y que, en no mucho tiempo, podrían afectarnos. Cuando las visiones fueron más recurrentes, muchos de los nuestros huyeron con sus familias del territorio para así no quedar en medio de todo, pero los Osborne fuimos de las pocas familias que quedamos allí. Pensábamos que debíamos intervenir para evitar males mayores, como siempre habíamos hecho, pero entonces supimos la razón real de porqué estábamos en peligro.
Un día, una tormenta de nieve cayó y fue tan devastadora que duró dos días. En ese tiempo, Dilacus, el hijo del anterior Alpha, fue padre unos mellizos. Aquella mujer que se presentó en la aldea con el propósito de vender sus libros escritos de su puño y letra, fue la que conquistó el corazón de Dilacus. Según ella, pertenecía a otro clan de hombres lobo pero que, por una serie de problemas que sucedieron en su hogar, se vio obligada a marcharse. Al principio, el secretismo que ella guardaba unido a su extraña apariencia, hacía que el resto de los habitantes desconfiase de ella, sobretodo porque nunca se transformaba en presencia de nadie.
Pero al ser aceptada por la familia del Alpha y unirse a Dilacus, todos y cada uno de ellos comenzaron a verla con buenos ojos. Y con el nacimiento de sus hijos, se inició un período de paz y estabilidad al saber que había un heredero digno. El pueblo entero no cabía en sí de gozo y alegría, pues ambos bebés disfrutaban de la buena ventura ya que los embarazos múltiples eran algo poco visto. La fiesta se extendió por una semana entera, justo cuando las nevadas cesaron, pero entonces, Aracrony vio algo extraño en los pequeños.
La niña era normal, se notaba su fortaleza y podía verse que sería una mujer lobo por su considerable tamaño. En cambio, el niño era diferente, de un tamaño más pequeño y semejante a un bebé humano. Su piel no era tostada como la de su hermana, sino como la misma nieve que había caído durante esos dos días de parto que la mujer sufrió. Cuando daba el pecho, el pequeño le hacía sangre y éste bebía de esas heridas como si fuera su alimento. La mujer quedó pálida ante ese descubrimiento, pues varias semanas estuvo así, en silencio, permitiéndole tomar de sus heridas sangrantes hasta que vio que, a pesar de ser un bebé, poseía dos pequeños dientes sumamente afilados que apenas lograban verse. Con un horror inmenso, cayó en la cuenta que era imposible que un bebé sobreviviera tan solo a base de sangre durante dos semanas, además de que tampoco era posible el tener una morfología así.
Corrió hasta su esposo y le pidió que por favor se reuniera con ella. Era el momento de hablar de cosas no muy agradables y que marcarían el resto de sus vidas. Ella sabía que había dos posibles caminos: o la aceptaba al igual que a sus hijos o era desterrada y se los llevaría con ella, pues no era opción dejarlos allí como si nada.
Suplicó clemencia, pidiéndole a su esposo que la escuchara hasta el final de la historia, aunque deseara con todas las fuerzas de su ser huir de allí. Los ojos anaranjados de ella comenzaron a brillar incluso en la tenue luz de las velas del salón de su cabaña. La noche era fría, pues era una época de heladas frecuentes y vientos huracanados. Pero dentro de ella, hacía incluso más frío, uno tan terrible que le provocaba quemaduras en el corazón.
Su voz temblorosa comenzó a relatar su vida, mirando al pasado con la esperanza de no tener que revivirlo de nuevo.
"Una noche de nieve eterna que se extendió durante todo el día, fue ese día en el que mi madre dio a luz. En aquel entonces, mi madre no tenía a nadie en su vida, pues siempre fue una mujer soltera. Nadie supo quién fue, pero alguien la violó una noche en la que ella dormía. Ella se medicaba, pues sufría de terrores nocturnos desde niña y quizás el que hizo tal acto, lo sabía perfectamente. Nueve meses antes de que yo naciera, también cayó una gran nevada, una que se llevó la vida de varias personas que vivían en nuestro pueblo.
Quizás fue casualidad, pero creo que fue cuando mi padre embarazó a mi madre.
Yo nací bien, una niña sana, pero de pequeño tamaño. Nací con dos pequeños dientes, los cuales apenas podían verse a simple vista. En un principio no me alimentaba de leche, sino de la sangre de mi madre y ella, al ver mi naturaleza real, no dijo nada a nadie pues temía lo que a mí me fuera a pasar. Me hizo pasar por una niña lobo cuando tuvimos que mudarnos y nos topamos con un territorio de licántropos donde pasamos gran parte de nuestro tiempo.
Pero no volvimos a nuestro antiguo hogar, tomando una difícil decisión, pues mi madre deseaba averiguar qué demonios era yo y porqué había nacido así.
Los viajes duraron tanto tiempo que no puedo calcular el tiempo real en el que ambas recorrimos parte del mundo, hasta que mi madre encontró un viejo hostal cuya dueña se apiadó de nuestra alma, dejándonos quedar gratis por un tiempo a cambio de que mi madre trabajara limpiando las habitaciones, pues el dinero se nos iba rápido. Fue un tiempo de relativa paz, hasta que yo crecí lo suficiente como para querer más sangre de la que me daba mi madre. Cuando aprendí a andar, me escapaba en las noches para cazar animales y, en una de esas noches, la mujer del hostal me vio. Pero lejos de echarnos del lugar, ella me llevó adentro y me limpió la sangre de la ropa. Me acarició la cabeza con una ligera sonrisa y me dijo que no pasaba nada, que no me avergonzara de lo que yo era. Se llamaba Shurna y era una vampira como yo.
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