CAPÍTULO 22
NICOLE
Todos sabíamos que Drogo se quedaría por tiempo indefinido en su habitación, por lo que Nicolae optó en darle una tregua de paz para que calmase a sus demonios.
Yo estaba parcialmente de acuerdo con él, pero mi lado justo luchaba contra la lógica, intentando arrastrarme hacia su dormitorio para hacerlo bajar a patadas. Suspiré varias veces con la frustración por las nubes y un sentimiento extraño por la charla que había presenciado al otro lado de la puerta. Si Drogo renunció a mi hermana, no sabía cómo ella iba a encajarlo cuando lo supiera.
Tampoco se hallaba en un estado adecuado para gestionar tales cosas, así que opté por pensar y depositar un poco de confianza en el raciocinio de esa cabeza loca.
—Ese rubio nos matará a todos—Dije en mis pensamientos. Y no era exagerado, pues no solo nos había invadido la preocupación a unos niveles demasiado altos como para soportarlo, sino que, además, salimos a buscar su paradero. Nos debía mucho y una charla no iba a matarle, menos si era con su familia y amigos íntimos.
—No vas a molestarle, Nicole. Hay que dejar que se sosiegue para que nos cuente un poco más. Estoy seguro que hay más de lo que me ha dicho.
—Él nos quiere hacer estúpidos, pero estoy completamente segura que esconde algo. Algo bien gordo e inconfesable que lo atormenta por las noches. Acepto dejarle por unas horas, pero por la mañana, más le vale confesar lo que demonios esconda.
Nicolae parecía satisfecho por gestionar mi ira y temperamento. Eso, lejos de hacerme sonreír, me ofendió de sobremanera, pues daba a entender que nunca creería que yo sería capaz de cambiar o madurar.
Comencé a marcharme del salón, pero él me retuvo tomándome por la muñeca. Una leve risa escapó de su boca, lo que me hizo girarme violentamente y ver su rostro burlón.
—Sé que eres capaz de eso y mucho más. Simplemente comparaba el dicho que siempre se dice de las bestias salvajes: que todas se pueden domar.
—Tienes suerte de que te quiera, sino estarías bajo tierra criando malvas.
De un tirón, me liberé de sus manos y continué con mi camino. Iba a ver cómo estaba la situación con el resto de la casa. Ahora que Drogo había vuelto, debíamos de investigar la desaparición tanto de Sebastián como de Beth. Y no solo eso, sino también verificar que lo que ella me contó acerca de las hembras de su clan, era cierto o solo una artimaña para alejarlo de alguna mujer que le rondara.
Cuando llegué al piso superior, eché la vista en dirección al dormitorio del fondo: el correspondiente al de Drogo y, como esperaba, la puerta aún se encontraba cerrada. Por lo que tenía entendido, Madeline estuvo un rato con mi hermana para calmarla con respecto a la llegada de Drogo y su actitud de mierda. Lorie, tal y como llevaba ya varias horas, seguía en un estado más bien catatónico, sumamente callada y lejana a cualquier conversación. Se había quedado en su dormitorio con la excusa de que necesitaba dormir, pero yo no era estúpida y sabía que algo pasaba.
Ahora Peter y Maddy se habían marchado para alimentarse, pues el desgaste de energía había sido enorme. Mi turno estaba próximo, por lo que tenía un poco de tiempo para ponerme un poco más cómoda, asearme y hablar con mi hermana. Primero que todo, fui en su busca pues temía que se encontrase demasiado tensa o preocupada, pero por debajo de su puerta no hallaba ninguna luz que me indicara que se encontraba despierta.
Golpeé suavemente su puerta, colocando la cabeza sobre la misma en busca de algún ruido, pero todo se encontraba en un total silencio. Quizás todas sus emociones y preocupaciones habían hecho mella y tuvo que rendirse al sueño.
Por lo menos, entre las sábanas dejaría de pensar.
Con una cosa menos que hacer en la lista, me dispuse a caminar en dirección a mi dormitorio para cambiarme de ropa. Sonreí ligeramente al acordarme de los primeros días que pasé en la mansión y en las tonterías que llegué a hacer tan solo para fastidiar a Nicolae. Y no es que me gustara provocarle ahora, sino que la ventaja de la que partía es que sabía cómo acababan todas y cada una de nuestras peleas.
Oh sí, las reconciliaciones eran lo mejor.
En aquella silenciosa estancia, cerré con pestillo y puse música suave para no molestar al resto. La Nicole de hace dos años, hubiera no solo puesto a todo volumen el aparato, sino que, además, hubiera bailado por toda la mansión en tacones. Mi parte salvaje estaba dentro de mí, pero no formaba parte de mi piel ni de mi bandera. Mi lema había cambiado parcialmente, para dar lugar a otro mucho mejor.
"Todo por mi familia, todo por los míos. El dolor es compartido y dividido"
Era curioso como Catherine y yo pasamos de estar solas en el mundo a formar parte de algo a lo que podía considerarse como familia o al menos, una asociación amistosa. Fuera como fuese, aunque en un principio odiaba pertenecer al mismo mundo que muchos de mis aliados, el destino había jugado bien las cartas para cerrarme la boca.
Justo cuando me había quitado la ropa y tomado lo que iba a ponerme después de ducharme, el inconfundible timbre historiado de la mansión, resonó y retumbó por todo el lugar. Pensé en que quizás Peter y Madeline se habían olvidado de las llaves de casa antes de marcharse, por lo que me coloqué una bata y me dispuse a abrirles con una mueca de fastidio.
Pero el rostro que apareció en el umbral de la puerta no era de ninguno de ellos. era alguien a quien conocí en el pasado y al cual, por desgracia, no había causado buena impresión. De hecho, me devolvió una falsa sonrisa recubierta de incomodidad: ella me recordaba bien, pero esa no era la cuestión.
¿Qué hacía en mitad de la noche y en la casa de un lugar cubierto de vampiros? Era prácticamente un suicidio por lo que sus razones no las comprendía bien. Su bastón era tal y como lo recordaba, tan tosco como ella y con ciertos lugares desgastados por el uso. Su forma recordaba a un tronco de árbol cuyas ramas se entretejían en un intrincado diseño. Coronado con ello, una esfera de cristal de color ámbar, era el soporte de aquella mano arrugada que no temblaba ni un ápice.
La serenidad y seguridad de aquella señora, era legendaria y envidiable.
—¿Vas a tenerme en la puerta como un pasmarote o vas a decirme que pase con un poco más de amabilidad con la que me estás mirando? —Me preguntó con molestia. Sacudí la cabeza para intentar pensar con claridad y preguntarle la evidente pregunta antes de hacerla pasar.
Si algo había aprendido, es que nunca podía dejarme llevar por las apariencias.
—No puedo dejarte pasar si no sé cuál es la razón por la que has venido de visita.
Con un sonoro golpe, usó el bastón para provocar un estruendo golpeándolo contra el suelo. El sonido era incluso mayor de lo que esperaba, cuyo eco resonó hasta en las profundidades del bosque. Esa mujer me ponía los pelos en punta: había algo en su naturaleza que me hacía incomodar.
Ni siquiera se disculpó, con otro golpe, mandó una ola de energía tal que me sacudió de pies a cabeza, mandándome al interior de la mansión de forma violenta, golpeándome contra una de las butacas del hall. Desde el suelo, la miré sorprendida cerrar la puerta con tanta tranquilidad y quitarse la chaqueta.
—¿Pero qué demon...
—¡No blasfemes, niña! ¿Acaso no te enseñaron a tener modales de pequeña?
Aun con la boca abierta, no podía contestarle por el impacto más bien de su actitud que de la violencia con la que ella había entrado a la mansión. Con un gesto, se quitó los zapatos y la túnica voló por los aires hasta posarse en el colgador donde se encontraban varias de nuestras chaquetas. Una leve sonrisa apareció en sus labios cuando me tendió la mano para ayudarme a levantar. En otras circunstancias en las que mi mente no hubiera estado tan cortocircuitada, hubiera negado su ayuda, pero la acepté sin más.
Con una fuerza descomunal, me hizo levantar, no sin antes poner de manifiesto lo que ella quería.
—Tráeme a todos los Bartholy a mi presencia. Tengo cosas que contar que de seguro les interesarán. Y probablemente, a ti también.
Con esa premisa, no me hizo falta saber más. Con lo que había visto, sabía perfectamente que, si no lo hacía yo misma, aquella bruja era capaz de hacer volar por los aires la mansión ladrillo a ladrillo hasta dar con los hermanos.
Y más tormentas ya no eran aceptables bajo este techo.
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