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XXVII. tic-tac V

Sabrina

El viernes por la mañana Courtney y yo tuvimos otra pequeña discusión mientras tomábamos café antes de irnos al West Coast, por lo que ella se sentó de copiloto esa vez dado a que los chicos también estaban de mi lado.

Lo peor del caso fue que a primera hora teníamos otra práctica de animadoras, por lo que íbamos vestidas para la ocasión; cuando llegamos al West Coast y nos bajamos del auto Courtney se adelantó y abrió la puerta principal, cerrándola al entrar dejándonos fuera.

—Vaya madurez, te mereces un aplauso —espeté, mirando a los chicos y asintiendo con la cabeza para luego aplaudir los tres una sola vez—. Pero solo un aplauso, tal vez la próxima sea una cachetada.

Courtney —quien nos miraba a través del cristal de la puerta—, blanqueó sus ojos ante nuestra acción y siguió su camino.

—Quítense perdedores, que la puerta no es automática —dijo Verónica, apartándonos de su camino y abriéndola.

Caminé hasta mi casillero y guardé mis cosas en él, teniendo en mano únicamente mi botella de agua.

—Recuerda anotar todo —ordené a Joey.

Joey me hizo un saludo militar—. Como usted diga Sargenta.

Matthew blanqueó los ojos y negó con la cabeza, liberando una ligera risa.

Golpeé el hombro de Joey—. No seas imbécil y haz lo que te digo, tengo práctica con las animadoras.

—Está bien jefa —accedió, desapareciendo junto a Matthew por el pasillo.

Coloqué nuevamente la botella de agua en el casillero mientras miraba mi apariencia en el espejo, atándome el cabello en una coleta de caballo alta. Agarré nuevamente la botella de agua, guardé mi celular en el bolsillo junto con mis auriculares y emprendí mi viaje al gimnasio.

Entré en el lugar colocándome mis audífonos para escuchar un poco de música ya que —como dije antes—, aún estábamos peleadas.

Comenzamos a estirarnos mientras esperábamos por Verónica, Emma y Rachel para que nos dieran instrucciones; Courtney y yo estábamos a una buena distancia una de la otra, pues ni siquiera nos hablamos anoche después de la cena o esa mañana durante el café.

Presioné mi pierna derecha contra mi pecho durante diez segundos para luego hacer lo mismo con mi pierna izquierda; hice círculos al sentido de las agujas del reloj con ambos pies al igual que con mi cuello. Me quité uno de los audífonos ya que las chicas habían entrado al gimnasio, pero quería seguir escuchando música por lo que me dejé el izquierdo puesto. Las tres aplaudieron un par de veces para llamar nuestra atención.

—Muy bien perdedoras, ¿Todas pueden ir a la iniciación mañana? —preguntó Verónica llevando sus manos a sus caderas.

Todas en el gimnasio asentimos en respuesta.

—Me parece bien —dijo Rachel, jugando con su cabello.

—Tenemos un anuncio muy importante —informó Emma.

—Así es —dijo Verónica. Se veía graciosa con la nariz vendada aún—. El martes que viene Los caballeros negros del West Coast tendrán un partido de fútbol sala intercolegial contra Los avispones de Berkley, por lo que tendremos presentación oficial con los nuevos miembros del equipo que pasen la novatada el día de mañana.

Una chica levantó la mano—. ¿Qué hay si mis padres no me dejaron ir mañana? —cuestionó.

Emma rio sarcásticamente—. Es curioso que preguntes, porque hace un segundo preguntamos si a todas la dejaron y nos dijiste que sí.

— ¿Qué quieres decir con eso? —cuestionó la pelirroja, cruzándose de brazos.

—Si no estás ahí mañana estás fuera —sentenció Verónica con voz autoritaria—. El día de hoy vamos a practicar la presentación del martes, porque a pesar de que tal vez no todas queden seleccionadas como miembros oficiales del equipo deben aprendérsela.

Rachel me hizo una seña de que me quitara los audífonos y así lo hice, poniendo mis pertenencias junto a las de las demás chicas. Las indicaciones habían comenzado y la verdad era una rutina un tanto complicada pero que sin duda con mucha práctica y sincronía en los pasos sabía luciría perfecta.

Brincos.

Giros.

Pompones agitados.

Brazos de izquierda a derecha.

Piruetas.

Pirámides.

Movimientos atrevidos.

Aplausos.

Mis respetos a las encargadas de hacer la rutina —y a mí por intentar seguirles el paso sin caerme en el intento—. O eso estaba intentando hasta que...

— ¡No ves por dónde vas! —exclamó Courtney.

Habíamos chocado después de unos giros y caímos estúpidamente al suelo.

—Lo mismo te digo yo a ti —gruñí—. Quien sabe y no lo hiciste a propósito, como todos tus actos.

—No sé qué es más patético, si tus insultos o tu vida —escupió Courntey, mirándome de arriba a abajo de forma despectiva.

Algunos ¡Ooooooh! llenaron el gimnasio, las miradas puestas en Courtney y en mí.

—No sé qué es más patético, tu cabello o tus guantes —dije en respuesta.

Courtney me abofeteó fuerte con su mano izquierda en mi mejilla derecha, por lo que le devolví el golpe de la misma forma, y antes de que comenzáramos una pelea grande Verónica se paró entre ambas.

—Dejen sus patéticas peleas para después si quieren ser animadoras —advirtió ella—. Así que dejen de comportarse como perras ardidas y sigan la rutina, ¿Entendido? —Courtney y yo nos miramos de reojo, pero ninguna dijo nada—. ¡¿Entendido?!

Ambas asentimos en respuesta.

—Ahora pídanse disculpas —ordenó Emma.

Una pequeña risa se escapó de los labios de Courtney, por lo que Emma nos miró seria y cruzó los brazos sobre su pecho.

— ¿Es en serio? —cuestionó Courtney con fastidio.

Emma sólo se limitó a asentir; respiré hondo y miré a Courtney.

—Perdón —murmuré en un tono casi inaudible.

—No te escuchamos —dijo Rachel—. Más alto, que para insultarla no susurraste.

Lamí mi labio inferior—. Disculpa —dije, extendiendo mi brazo derecha hacia adelante.

Courtney miró a Emma blanqueó sus ojos—. Discúlpame tú —dijo ella, extendiendo su brazo para estrechar nuestras manos.

—Que no se repita —dijo Verónica—. Más que animadoras somos hermanas.

—Habló la reina de las hipócritas —murmuró Courtney en un tono muy bajo.

Blanquee mis ojos y volvimos a la posición inicial.

Sí que sería una larga práctica de animadoras.

***

— ¿Van a ordenar algo? —inquirió el mesero.

Esa tarde decidí darme un break de todo lo que estaba ocurriendo, por lo que fui con Louis y Joey a un recomendado y muy reconocido bar que queda en el centro del pueblo llamada Hidden Woods, pues su decoración es hecha en madera, lo que le daba un aspecto campestre, rústico y acogedor.

—Quiero una cerveza —pedí.

Y si se preguntan de dónde saqué el dinero, Louis fue el quien nos invitó a bebernos unos tragos. También invitó a Verónica, pero esta no accedió.

—Que sean 3 —pidió Louis.

El joven chico anotó nuestro pedido en su pequeño talonario y se dispuso a buscarlo, volviendo en apenas unos instantes con portavasos, 3 vasos a forma de jarra cervecera de vidrio y 3 cervezas, sirviéndolas en los vasos y retirándose.

Estábamos en una de esas mesas con sillones que están junto a las paredes de los bares.

Le di un buen sorbo a mi vaso—. Realmente necesitaba esto —dije, recostándome un poco y mirando el techo—. Este lugar muy bonito.

—Está chévere —concordó Joey, mientras admiraba el lugar.

—Vi que allá atrás tienen una mesa de billar, ¿Juegan? —preguntó Louis.

—Eso no se cuestiona —dijo Joey, levantándose de la silla, seguido por Louis.

— ¿Vienes? —preguntó este último.

Negué con la cabeza en respuesta—. Yo los veo desde aquí —dije, sacando mi celular.

— ¿Estás segura? —Cuestionó Louis, a lo que asentí en respuesta—. Está bien —dijo, girando sobre sus talones y alejándose con mi hermano.

A pesar de ser horario de oficina —dos de la tarde del viernes—, el lugar no estaba tan vacío. Le di otro sorbo a mi vaso de cerveza y me dispuse a revisar Instagram en mi celular, subiendo algunos instastories y jugando con los filtros mientras me tomaba fotos, pues el sitio estaba realmente lindo.

Luego de un par de tragos y varias selfies, el mesero me trajo otra cerveza.

—Yo no he pedido nada —cuestioné, mirando el vaso con incredulidad—. Ni siquiera me he terminado esta.

—Solo le queda un sorbo —dijo el mesero—. Además, esta se la han enviado.

— ¿Fueron los chicos? —inquirí, bebiendo de un trago lo que me quedaba en mi vaso.

El mesero negó con la cabeza—. Lo mandó el chico que está allá en la barra —dijo, indicándome con su dedo índice hacia atrás de mí.

Miré por encima de mi hombro y pude detallar a un apuesto chico sentado en la barra mirando en mi dirección, y al cruzar nuestras miradas él levantó su vaso en señal de brindis; me sonrojé como una estúpida y me encogí un poco de hombros, negando repetidas veces la cabeza mirando al mesero.

Le devolví el vaso—. Dígale que gracias, pero que no hace falta.

— ¿Está segura?

Asentí con la cabeza en respuesta y él se alejó con ambos vasos —el vacío y el que me había traído—, cosa que fue en vano. Un par de segundos después el vaso lleno estaba nuevamente en mi portavasos, puesto ahí por unas masculinas manos.

—George —dijo el chico, sentándose al otro lado de la mesa y estirando su brazo derecho hacia mí, por lo que lo vi incrédula durante unos segundos—. Tranquila, no voy a drogarte y raptarte.

Lo miré de arriba a abajo y tragué fuerte, pero finalmente estiré mi brazo derecho y estrechamos nuestras manos—. Sabrina.

—Entonces Sabrina, ¿Qué haces aquí sola? —inquirió él, dándole un sorbo a su cerveza.

—No estoy sola, estoy con mi hermano y mi primo —dije con frialdad, poniendo mi celular en mi regazo.

—Creí que uno de ellos era tu novio, por eso espere a que se fueran de la mesa para venir hasta aquí.

Vi el vaso de cristal por un par de segundos y le di un gran sorbo—. ¿Esto te funciona?

— ¿Qué cosa?

—Enviarle bebidas a desconocidas.

—A veces sí, pero no lo hago siempre y tampoco con cualquiera.

—Cuanta honestidad y que directo eres —dije, aplaudiendo sarcásticamente—. ¿No tienes miedo de encontrarte con una loca que sea no lo sé...? ¿Una ladrona, psicópata o algo así?— añadí, dándole otro sorbo a mi cerveza.

—A veces sí —admitió él, dándole un sorbo a su vaso e inclinándose sobre sus codos—. ¿Qué te asegura a ti que ese vaso no tiene alguna droga para llevarte conmigo?

Miré el vaso y a él de manera rápida—. ¿Estás bromeando? —inquirí, esperando un sí como respuesta.

El negó con la cabeza por lo que me alarmé, pero luego esbozó una sonrisa juguetona—. Es obvio que estoy bromeando, es más —dijo, agarrando mi vaso y bebiendo un sorbo de él—. Si eso estuviera adulterado, ¿Crees que bebería de él?

Negué con la cabeza—. Entonces, ¿Eres o te haces el payaso?

—Un poco de ambas.

— ¿Qué edad tienes?— inquirí.

—Tengo veintitrés —respondió, dando un sorbo a su vaso y relamiendo sus carnosos labios—. ¿Y tú?

—Veintiuno —mentí.

— ¿Eres nueva en el pueblo? —preguntó él.

— ¿Se nota mucho? —Cuestioné, dándole un sorbo a mi vaso—. Sólo llevo un par de semanas aquí.

—Yo llevo un par de días apenas, este pueblo es tan extraño —admitió él—. Vine porque me dijeron que era tranquilo, pero desde que llegué escuché de unos recientes asesinatos.

Tensé la mandíbula y respiré hondo.

¿En serio no podíamos estar unos minutos sin V en nuestras vidas?

Fuimos a ese lugar para olvidarnos un poco de todo lo que habíamos vivido aquellos días y aún sin recibir un mensaje de nuestro misterioso enemigo V alguien más lo menciono. Vaya mierda de vida la que estábamos viviendo, las desgracias nos perseguían... Literalmente.

— ¿Podemos hablar de otra cosa? No lo sé... ¿De películas tal vez? —sugerí

—Está bien.

El tiempo fue transcurriendo y George continuó invitándome cervezas, pues los chico iban a hacerlo pero el recién conocido se ofreció a que pagar las mías. Él me contó un montón de cosas acerca de su vida mientras yo estaba perdida en su mirada: sus ojos color miel, el movimiento armónico de sus labios mientras relataba las historias y la atmósfera increíble en la que estábamos.

Para el final de esa tarde —cuando ya nos teníamos que ir—, había ganado un nuevo contacto en mi agenda telefónica, un nuevo amigo.

¿Y quién sabe?

Tal vez algo más. Después de todo, George Gonzáles mostró mucho interés en mí.

Y para ser sincera, él tampoco estaba tan mal.

***

Verónica

Maquillé mi rostro con precaución, pues no quería lastimarme la nariz que aún tenía vendada y peiné mi cabello. El ajustado vestido negro que tenía puesto me quedaba a la perfección, combinando con mis Jimmy Choo de 15 centímetros negros escarchados y mi pequeño bolso de mano Gucci. Gargantilla y pendientes de perlas adornaban mi cuello y orejas, con mi cabello sujeto en un moño arriba de mi cabeza.

Vi la hora en mi celular.

Eran las siete y media de la noche.

Bajé las escaleras y me dirigí a la puerta principal de la villa y al abrirla Ethan estaba recostado en el Audi del abuelo vestido de traje como siempre.

Ethan me abrió la puerta de copiloto—. ¿A dónde me llevas? —pregunté por milésima vez, deteniéndome junto a la puerta.

—Te dije que sería una sorpresa —recalcó Ethan—. Ahora date la vuelta —ordenó, por lo que hice caso.

Vendó mis ojos con una tela roja, me ayudó a subirme en el auto y cerró la puerta del copiloto, para poco segundos después abordar el auto y emprender nuestro viaje. Para ponerlos en contexto porque creo que lo pasé por alto.

¿Olvidé mencionarles que finalmente se atrevió a pedirme una cita?

Y adivinen quién no se negó.

Over again de One Direction sonando de en el reproductor del auto mientras Ethan manejaba rumbo a nuestra primera cita, ambos vestidos de gala para la ocasión.

¿Estaba nerviosa?

La pregunta estaba demás, después de todo era mi primera cita con el chico que me llamó la atención desde que lo vi.

— ¿Me vas a secuestrar y por eso pones una canción cursi? —bromeé.

— ¿Cómo me descubriste? Pensé que la canción te distraería de mis intenciones de matarte y dejarte tirada en una alcantarilla.

— ¿A dónde me llevas? —insistí.

— ¡Dios! —exclamó Ethan. Podría jurar que quitó ambas manos del volante y las unió en oración—. ¿Por qué te empeñas tanto en arruinar la sorpresa?

—Principalmente porque no me agradan las sorpresas Ethan —aclaré—. No me gusta no saber qué pasará porque no preparo mi reacción.

—Ese es el chiste de las sorpresas —dijo Ethan—. El que tu reacción sea totalmente auténtica y no fingida.

— ¿Qué tiene eso de divertido?

—La sinceridad —respondió él—. ¿No crees que sea importante ser honestos?

Ser auténticos, honestos y sinceros...

Ser... ¿Perfectos?

Eso que últimamente mis primos y yo no estábamos siendo gracias a V, quien nos obligaba a hacer cosas que no queríamos, actuando como otras personas en lugar de nosotros mismos.

¿Desde cuándo nuestra vida se vio envuelta en una red de mentiras?

Mis primos tenían trece años fuera de mi vida y todo —exceptuando el hecho de que Alberto abusó de mí—, marchaba bien. Y les tomó 18 días poner mi vida patas arriba.

Realmente odiaba eso.

Siempre estuve acostumbrada a tener el control total de mi vida y por su culpa lo había perdido completamente.

—Sí es importante —repuse, saliendo de mis pensamientos—. Pero si supiera a donde vamos tendrías una auténtica y perfecta expresión de sorpresa.

—Nadie es perfecto —dijo Ethan—. Eso es lo que nos hace complejos e interesantes.

—Soy todo menos interesante Ethan —aclaré—. Soy un maldito desastre tras otro.

—No lo... —murmuró él.

—No te atrevas a negarlo —interrumpí—. ¡Por Dios! Mira como luzco: tengo la nariz vendada, mi abuelo se quería suicidar hace un par de semanas pero alguien lo asesinó, luego encontré muerto a un chico de mi clase y los mensajes...

¡MIERDA!

¿Qué acababa de hacer?

— ¿Mensajes? —cuestionó él—. ¿Qué mensajes?

—Mi...Mis seguidores —balbuceé sagaz, mis ojos vendados aún—. Tengo los DM en Instagram full de mensajes preguntándome que si estoy bien, pues no he subido ningún vídeo desde hace un par de semanas... Ni siquiera sé si quiero seguir.

—Primero: luces perfecta.

—Es chistoso porque justo acabas de decir que nadie es perfecto.

Él se mofó ante mi comentario—. Ese no es el punto. Segundo: no eres un desastre Verónica, eres de admirar.

— ¿De admirar? —cuestioné—. Soy egoísta y estoy consciente de ello Ethan, no hace falta que me halagues con mentiras. Tú mismo lo dijiste, la sinceridad es importante.

—Estoy siendo sincero —aclaró—. Sabes lo que quieres y cuando lo quieres, y estás pendiente de que la gente que te importa esté bien.

— ¿No has escuchado mis discusiones con los chicos verdad? —cuestioné, frunciendo el ceño bajo la venda.

—Son jóvenes Verónica, es normal que tengan diferencias —dijo él—. Además, ellos te abandonaron durante trece años justo después de perder a tus padres y es normal que te cueste relacionarte con ellos nuevamente. Sólo date un tiempo.

—Aún quedan setenta y tres días para seguir jugando a la casita de muñecas, reconciliarme con ellos y ser la familia feliz y unida que Alberto quería —dije con tono sarcástico.

—Como te dije, date un tiempo —repitió Ethan—. Tal vez sí terminen unidos, siendo una familia.

La única forma de que termináramos unidos era si V nos encerraba para siempre en un sótano un metro bajo tierra y no tuviéramos más opción.

—Lo que sea —espeté—. Y si tu idea de salir a cenar es para hablar acerca de mis familiares mejor volvamos a la villa.

—No seas tan dramática, si estamos hablando de ellos es porque tú los mencionaste primero.

Tiré un golpe a mi izquierda impactándolo en alguna parte de su cuerpo, ciertamente tenía razón y odiaba cuando alguien además de mi lo hacía.

—Además, ya llegamos —anunció, apagando el motor—. Así que estás más cerca de quitarte las vendas —agregó, bajándose del auto.

Un par de segundos después Ethan me abrió la puerta y me ayudó a bajarme del auto, cerrando la puerta a mis espaldas; agarró mi mano derecha, entrelazó mis dedos con los suyos y caminamos unos pocos pasos hacia adelante.

—Cuatro escalones bajos —informó él, ayudándome a subirlos con mucha precaución.

Ethan abrió una puerta y unas campanillas sonaron al entrar, la música y voces resonaron por todo el lugar, al igual que un peculiar olor a barbacoa invadió mis fosas nasales; Ethan siguió encaminándome por el lugar hasta que finalmente me ayudó a sentarme, quitándome la venda.

Miré a mí alrededor, desde el techo hasta las mesas, el piso, las ventanas: todo tenía un aspecto muy industrial y la atmósfera era increíble. Noté que las miradas estaban puestas en nosotros, pues éramos los únicos en todo el lugar que vestían de forma tan elegante. No tardé en sentirme como una completa estúpida. Ethan se sentó frente a mí me miró expectante.

—Y... ¿Qué opinas?

—Es... —balbuceé, mirando a mí alrededor—. Lindo... Muy pintoresco.

—Escucha, sé que tal vez no es lo que frecuentas... O no estás acostumbrada a este tipo de sitios, pero prometo que aquí tienen la mejor Cheeseburguer que jamás has probado en tu vida.

—Ethan... —murmuré—. Es perfecto, me agrada... No tienes que excusarte. Su estilo es muy industrial y tiene carácter.

—Debí decirte que no era tan formal al menos —dijo él, con tono de disculpa.

—Tú también estás de traje —dije en tono burlón.

—Pero al menos yo estoy en horas de trabajo —se excusó, esbozando una sonrisa burlona y tomando el menú.

Imité su acción y me dispuse a leer el menú, notando en primera instancia que el lugar se llamaba Burger Flash, teniendo como logo al superhéroe con una bandeja de hamburguesas, y aunque ese era su fuerte y principal plato con diferentes presentaciones también vendían pizzas, parrillas y todo tipo de comida rápida.

Un chico como de mi edad no tardó en aparecer en nuestro panorama, cuya apariencia me era conocida.

—Bienvenidos a Burger Flash, donde nos encargamos de que su pedido sea despachado a la velocidad de la luz —canturreó el chico, sin despegar la vista a algo que estaba anotando en su pequeño talonario—. Mi nombre es Gavin y esta noche seré su mesero.

¿De dónde conocía ese rostro?

Leí la placa sobre su uniforme.

G. QUINTINO

Su rostro y apellido me sonaban muy familiar, pero por alguna razón no podía recordar de dónde se me hacía conocido.

—Yo quiero una cheeseburger doble y una Coca-Cola —pidió Ethan.

El chico se dispuso a anotar el pedido de Ethan en su talonario.

—Y para la chica —dijo, levantando la mirada hacia mí—. Santa mier... —murmuró en un tono casi inaudible.

Mis sospechas de que nos conocíamos de otro sitio fueron comprobadas al ver su expresión de nerviosismo ante mi presencia; achiné un poco mis ojos mientras lo detallaba en un intento vago por recordar algo acerca de ese chico.

—Voy a confiar en ti Ethan —dije, entregándole el menú al chico—. Quiero exactamente lo mismo que el pidió, ¿Viene con papas a la francesa? —Él asintió en respuesta—. Perfecto.

El mesero vaciló un poco antes de retirarse hasta que finalmente lo hizo, llevándose nuestras órdenes anotadas en su talonario.

¿De dónde conocía a ese chico y por qué actuaba de esa manera?

— ¿Quieres ligar con alguien más en nuestra primera cita? —bromeó Ethan.

Negué con la cabeza, volviendo a la realidad—. Solo estoy nerviosa... Es mi primera cita en plan romántico en años.

— ¿El patán de tu ex novio no te sacaba a citas?

—Hmm... —Murmuré, frunciendo los labios—. Claro que sí, me refiero a la primera con alguien que no sea él en años.

—Ya, entiendo —dijo él—. Entonces... ¿Quién es Verónica Altamira?

Reí un poco pensando que era una broma, hasta que vi el semblante de seriedad en el rostro de Ethan.

— ¿No es broma? —Cuestioné frunciendo el ceño, a lo que Ethan contestó negando con la cabeza—. ¿Quién es Verónica Altamira? —repetí su pregunta.

Cuatro simples palabras bastaron para confundirme.

¿Quién era yo realmente?

Una pregunta a la que ya debería de tener una respuesta. Si me hubieran preguntado un par de semanas antes de ese día habría dicho que era la chica más popular y codiciada del West Coast, con un brillante y asegurado futuro que seguramente triunfaría en la industria.

Pero, ¿Esa era yo realmente?

V me había hecho hacer cosas de las cuales no estaba realmente orgullosa y que sé que tal vez si no fuera por su presión no lo hubiera hecho.

¿Chantajear a Patrick para ponerlo en contra de sus padres?

Realmente había caído muy bajo con mis recientes acciones: tratando mal a las personas que me importaban y alejando a las que querían otra oportunidad conmigo por orgullosa, por no dejar trece años de mi vida atrás.

Así que, ¿Quién era Verónica Altamira?

Siempre creí tener el control sobre mi vida, relaciones y decisiones pero V solo me mostró lo equivocada que estaba; después de todo mi relación con Patrick eran negocios entre sus padres y mi abuelo, al igual que él era quien decidía qué haríamos y cuando lo haríamos.

V solo me mostró que nunca tendría el control de mi vida.

—Es triste pero... —murmuré, saliendo de mis pensamientos—. Ni siquiera yo sé quién soy.

Una pequeña lágrima se deslizaba por mi mejilla, la cual sequé rápidamente con el dorso de mi mano.

— ¿Sí sabes que quieres estudiar en la universidad? —Inquirió él, por lo que asentí en respuesta—. Es normal sentirse perdido, pero lo importante es que seas tú misma, y que seas feliz.

—Soy un completo desastre Ethan, y no estoy orgullosa de como soy —dije cabizbaja.

—Eres mi perfecto desastre —dijo él, agarrando mi mano derecha y depositando un beso en el dorso de ella—. Y yo si estoy orgulloso de ti.

Me sonrojé como una estúpida.

Estuvimos hablando durante un rato hasta que finalmente el mesero que nos estaba atendiendo volvió con nuestro pedido en una bandeja, y aunque insistí en pagar por lo menos la mitad de la cuenta él se negó.

—Voy al baño —dijo Ethan después de comer mientras el mesero recogía nuestra mesa—. Ya vuelvo —añadió, desapareciendo entre la multitud.

—Yo te conozco —murmuré, mirando fijamente la placa del chico.

—No lo creo —dijo él, mientras ponía una bandeja sobre la otra.

—Quintino... —leí su apellido un par de veces, y luego todo vino a mi mente de forma rápida—. ¡Claro! Con razón te pusiste nervioso. Tú me hiciste esto —dije, señalando a mi nariz.

—Yo... No lo hice intencionalmente —dijo él.

—Lo sé —dije, recordando el mensaje que V escribió en el espejo del baño—. Solo tengo curiosidad, ¿Por qué lo hiciste?

—Fue u-un ac-accidente —balbuceó él.

—Ambos sabemos que te pagaron, solo quiero saber quién lo hizo —dije.

—No puedo decirte —dijo él.

— ¿Sabías que puedes estar protegiendo a un asesino? —cuestioné, buscando dinero en mi bolso de mano.

—Por eso mismo —dijo él—. Me tienen bajo amenaza y realmente tengo miedo. No he ido con la policía porque dijo que algo peor me pasaría.

Saqué doscientos dólares de mi bolso—. Toma tu propina y habla.

Gavin miró los billetes con incredulidad durante un par de segundos, hasta que finalmente los agarró—. Está bien —accedió finalmente—. Pero no aquí.

— ¿Cuándo me dirás entonces? —inquirí, viendo a Ethan en la lejanía caminando hacia mí.

—Escuché un rumor de que darás una fiesta mañana por la noche en la cabaña de tu familia —dijo él, por lo que asentí—. Nos vemos allá y te cuento todo, pero tienes que darme dinero para salir de este maldito pueblo.

—Está bien —accedí, levantándome de la silla y caminando hacia Ethan.

— ¿De qué hablaban? —preguntó él.

—Solo le estaba agradeciendo por el servicio —dije, dándole unas palmadas en la espalda—. ¿Ya pagaste?

Ethan se limitó a asentir, entrelazando nuestras manos y saliendo del lugar.

Tic tac V, tu juego se va a terminar.

***

Gavin

Después de una larga jornada laboral finalmente me dirigía a pie a mi casa. Unos compañeros de trabajo me invitaron a una fiesta que habría por ahí, pero realmente no tenía ánimos.

Las calles de Rosefield estaban más solas que de costumbre; era un viernes a las doce de la noche y era cuando más debería de haber gente en sus calles, jóvenes dirigiéndose a bares, discotecas o alguna fiesta. Pero no era así, la calle estaba desolada literalmente y lo único que hacía ruido era el mecer de las ramas de los árboles por las frías corrientes de aire.

Encendí un cigarrillo y di una calada de él. Mi celular sonó en el bolsillo por lo que lo saqué y leí su pantalla.

LLAMADA ENTRANTE
Blocked ID

Extrañado, contesté la llamada.

— ¿Aló? —Dije, sin recibir nada más que agitadas respiraciones del otro lado de la línea—. Puedo escuchar tu respiración —agregué, dándole otra calada a mi cigarrillo.

¿Crees que puedes jugar conmigo? —dijo una voz distorsionada al otro lado de la línea.

—Yo..yo —balbuceé—. Yo te lo juro que no le diré nada.

Me aseguraré de que así sea —sentenció la voz.

FIN DE LA LLAMADA

Guardé mi celular y escuché algo tras de mí, pero al voltear no había nada; apresuré el paso un par de calles hasta que me tocó cambiar de calzada, y cuando lo estaba haciendo un auto salió de la nada.

Volé un par de segundos luego de ser arrollado, hasta caer de espaldas sobre el duro asfalto. Un pitido ensordecedor resonaba en mis oídos. El auto se frenó luego de arrollarme y el conductor dio marcha atrás, aplastándome con los cuatro cauchos.

—A... a... ayuda... —murmuré, sintiendo el metálico sabor de la sangre saliendo de mi boca.

Giré sobre mi espalda, poniendo mi pecho contra el asfalto; con mi respiración cortada y todo mi cuerpo adolorido comencé —como pude—, a arrastrarme, hasta que escuché la puerta del auto abrir y unos pasos cada vez más cerca.

Alcé la mirada como pude—. No... Por favor... —balbuceé, rogando por mi vida.

Una persona vestida completamente de negro y con una horrible máscara de cabra estaba de pie junto a mí con un martillo en su mano, y un solo y fuerte golpe de él en mi cráneo bastó para que mi alma abandonara mi cuerpo.

¿Así se sentía estar muerto?

***

GLOSARIO.

Break: Descanso.

Selfies: Es un autorretrato realizado con una cámara fotográfica, generalmente una cámara digital o un teléfono móvil. Se trata de una práctica muy asociada a las redes sociales, ya que es común subir este tipo de autorretratos a dichas plataformas.

One direction: Es una boy band británico-irlandesa formada en 2010 en Londres, con motivo del programa The X Factor.

DM: Función incluida en la aplicación de Instagram, nos permite enviar mensajes privados a otros usuarios de la red. Estos mensajes directos o DM de Instagram se han convertido en una importante fuente de comunicación con nuestros contactos, pero también con otras personas.

Cheeseburguer: Es una hamburguesa que contiene en su interior unas rodajas de queso procesado ligeramente fundido.

***

NOTA DE AUTOR.

¡A C T U A L I Z A C I Ó N!

Con todo el dolor de mi corazón quiero decirles que todo lo bueno llega a su final, y lastimosamente The Liars está llegando al suyo.

Estoy tan triste como ustedes y estos han sido unos días muy emocionales, por lo que me he tardado un poco subiendo las actualizaciones.

No quiero extenderme porque el capítulo se les hará largo, así que cuídense, gracias por su apoyo y recuerden que los amo mucho.

¡Capítulos finales!

¿Ya tienes tus sospechas de quién podría estar detrás de la máscara de V?

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