XXVI. ¿Eres amnésico?
Matthew
— ¡Vaya mansión en la que vives Matthew! —Exclamó Chad.
Unos lentes de sol estaban posados en su cabello rubio oscuro mientras veía el interior de la villa como si de una exposición de arte se tratase.
—De hecho es una villa —corregí—. Y era de mi abuelo, quien por cierto nos condenó a vivir tres meses bajo este techo.
— ¿Crees que vivir en este palacio es una condena? —cuestionó James, mientras admiraba el lugar y nos seguía el paso.
Era la primera vez que los invitaba a la villa.
—No te dejes engañar por los acabados finos, dentro de estos muros sólo hay un verdadero infierno —dije, volviéndome hacia ellos.
— ¡Muévanse de mi camino! —espetó Patrick, apartándome con su brazo derecho.
— ¡¿Y a ti qué coño te pasa?! —exclamé, cosa que fue inútil.
Él no sólo ignoró mi comentario, también salió por la puerta principal y la azotó al salir.
— ¿Y ese imbécil qué? —preguntó James.
—Es el ex de mi prima —respondí—. Ni idea de que hace aquí.
— ¿Has visto a los chicos? —preguntó Verónica, entrando en la sala de estar.
—Creo que están arriba —divagué—. ¿Qué onda con Patrick?
Chad aclaró su garganta y me dio una palmada en la espalda, posicionándose a mi derecha—. ¿No piensas presentarnos?
—Ah, ellos son James y Chad, amigos del instituto —dije, presentándolos.
Chad se devoró a Verónica con la mirada—. Mi nombre es Chad — dijo, tomando la mano derecha de mi prima y depositando un beso en el dorso de ella.
—Y yo estoy fuera de tu alcance —dijo ella, quitándole su mano a Chad y limpiándose con su pantalón—. Como sea, estaré con los chicos y ellos que te cuenten —sentenció, saliendo de la sala de estar.
— ¡Vaya! —Exclamó Chad, seguido de un silbido—. ¿Cómo puedes vivir con un bombón como ese y no hacer nada al respecto?
—Es mi prima — espeté, mirándolo con desagrado—. Y ni creas que te ayudaré con ella.
—Eso no es de homies —protestó él.
—Ya la escuchaste Chad —dijo James—. Verónica Altamira está fuera del alcance de todos, y el único que tuvo la oportunidad con ella la dejó por un chico.
— ¿Tú crees que yo voy a dejar a semejante escultura por un chico? —cuestionó Chad.
—Verónica es más difícil de lo que parece, ni siquiera con nosotros que vivimos con ella se lleva bien —expliqué.
—Como sea, ¿Podemos ir a la piscina? —pidió Chad cuando pasábamos frente a las puertas de cristal a través de las que podíamos apreciar el amplio patio de la villa.
—Adelántense ustedes, yo iré a cambiarme —indiqué, subiendo por las escaleras que se cernían a mi derecha.
Caminé por el pasillo hasta la habitación de las chicas, donde todos estaban reunidos en su interior; y al abrir la puerta todas las miradas estaban puestas en mí.
—Justo a tiempo —dijo Louis, mientras encendía un cigarrillo junto a la ventana.
— ¿Para qué? —cuestioné, cerrando la puerta a mis espaldas y adentrándome en la habitación.
—Para mi historia Baby Matt —dijo Verónica—. Así que siéntate.
—Deja de alargar el asunto y termina de hablar —pidió Courtney, colocando su celular sobre su regazo.
—Eres muy impaciente, y eso fue lo que te jugó en contra para echarnos de cabeza con V —recalcó Verónica, por lo que Courtney bufó y blanqueó sus ojos—. Volviendo a lo que les quería contar, esta mañana chantajeé a Patrick con el vídeo que V me envió y como era de esperarse accedió de inmediato, por eso vino hace rato. Estábamos hablando con Evan hasta hace un rato y nos vamos a enfrentar contra los Ray ante una corte.
— ¿Nos vamos a enfrentar? —Cuestionó Courtney—. ¿Te olvidas de que somos un montón de menores de edad?
—Habla por ustedes dos y Matthew —dijo Joey—. Ya nosotros cumplimos dieciocho hace un mes.
—Como sea —dijo Courtney—. Creo que debemos de hablar con nuestros padres para que ellos se unan con Evan y Patrick e introduzcan la demanda contra los Ray.
—Mientras tú ibas ya yo regresé dos veces, querida —dijo Verónica con ironía, por lo que Courtney frunció el ceño—. Ya eso está arreglado: Evan hablará con mis tíos tan pronto redacte la denuncia, ya queda en manos de ellos si se hace la demanda o no.
—Entonces es un hecho, nos vamos en contra de los Ray —afirmé, por lo que Verónica asintió en respuesta
—No puedo esperar a que los Ray tengan lo que merecen, nadie juega con el dinero de los Altamira —sentenció Verónica.
***
Ese jueves en la mañana nos encontrábamos en el comedor del instituto, y lo que se sentía como una eternidad eran apenas diecisiete largos días desde que estábamos en Rosefield —y tan solo quince desde el pre-testamento, por los que aún nos quedaban setenta y cinco días de convivencia—.
Setenta y cinco días más en ese maldito pueblo que destruyó mi vida de a poco.
— ¿Ven el rostro de Patrick? —Preguntó Courtney, dándole un sorbo a su jugo—. Luce aterrado.
— ¿Y las miradas llenas de odio a Verónica? —Cuestionó Sabrina—. Pareciera que quiere asesinarla.
—La verdadera pregunta es ¿Quién no quiere hacerlo? —bromeó Joey, bebiendo un sorbo de vodka directo de su petaca y guardándola en su blazer.
— ¿Quieres un poco? —me ofreció al notar que estaba viendo como la escondía.
Negué con la cabeza en respuesta.
—Al menos cumplió su palabra de hablar con Patrick y convencerlo de arremeter contra sus padres —añadí refiriéndome a Verónica, mordiendo mi sándwich.
—Si me amenazaran con difundir un vídeo sexual como el de Patrick hasta me meto a sirvienta, querido —dijo Courtney, dándole otro sorbo a su jugo.
—Lo que sea, al menos tendremos algo de dinero cuando todo esto acabe —agregó Sabrina.
— ¿Que te asegura que a) V nos dejará en paz cuando transcurran los tres meses, y b) Nos dejaran una buena cantidad de dinero? —cuestioné.
—Sencillo, a) V apareció con el asunto del abuelo y espero que desaparezca de la misma forma, que en estos 3 meses lo atrapemos o se canse de jugar con nosotros; y b) Es lo que espero, después de tanto sufrimiento una buena recompensa monetaria.
—No seas tan ambiciosa Sabrina, no vaya a ser que termines igual que tu padre —murmuró Courtney.
— ¿Disculpa? —espetó Sabrina, frunciendo el ceño.
— ¿Qué cosa? —preguntó Courtney.
— ¿Qué dijiste? —inquirió Sabrina.
—Nada —dijo Courtney, negando con la cabeza.
—Te escuché claro, perra —espetó Sabrina, lanzando la servilleta sobre la mesa con enfado.
—Entonces ¿Para qué coño preguntas? —dijo Courtney, poniéndose al nivel de Sabrina.
Joey y yo nos miramos con expresiones llenas de asombro, incrédulos por lo que estaba ocurriendo.
—Porque quería ver si tenías los ovarios para repetirlo —soltó Sabrina.
—No le temo a Verónica, ¿Crees que voy a temerte a ti? —dijo Courtney, mirándola de arriba a abajo de forma despectiva.
— ¿Por qué no lo repetiste entonces? —cuestionó Sabrina.
—Para que no huyeras llorando como siempre —escupió Courtney.
—Al menos todos saben cómo me siento y no lloro sola como una perra hipócrita —dijo Sabrina, levantándose en su sitio.
— ¿Todos saben cómo te sientes? —Cuestionó Courtney imitando la acción de Sabrina, quien asintió en respuesta—. ¡Claro, todos saben de tus arcadas! —gritó llamando la atención de los presentes en el comedor mientras fingía náuseas, por lo que Sabrina la abofeteó.
— ¡Hey! —exclamó Joey, levantándose y jalando a Sabrina por la cintura.
Imité la acción de Joey con Courtney—. ¡Basta!
Las personas de las otras mesas guardaron silencio, dirigiendo sus vistas a la nuestra.
— ¡Eres una hipócrita! —gritó Courtney.
— ¿Hipócrita yo? —Cuestionó Sabrina—. Yo no fui la que negó haberme escogido a mí misma por sobre las demás cuando realmente lo hice.
—Es cierto —concordé con Sabrina.
— ¡Suéltame! —espetó Courtney, intentando zafarse de me agarre—. ¡Yo no tengo la culpa de que tu vida sea tan patética que tuviste que inventarte otra!
Sabrina se soltó del agarre de Joey y abofeteó a Courtney—. ¡Hablo Miss hipocrecía! —gritó, por lo que Courtney intentaba zafarse de mi agarre.
— ¡Suéltame! —murmuró de forma amenazante en mi oído.
— ¡Ya! —Gritó Joey—. Parecemos un circo, ¿Pueden arreglar sus problemas hablando sentadas antes de que venga el director o algo así?
Ambas asintieron lentamente y nos sentamos de nuevo, pero esta vez yo estaba al lado de Courtney y Joey junto a Sabrina.
— ¿Por qué te enfadas? —pregunté, dándole un sorbo a mi jugo.
— ¿No ves que me está llamando hipócrita?
— ¿Cuál es el problema? —cuestioné—. Todos lo somos, ¿O no? —Los chicos me miraron con incredulidad—. No me miren así, porque sé que si nos tocara elegir entre nosotros o alguien más somos tan egoístas que no lo pensamos dos veces, ¿No es así Courtney?
— ¡Yo no envié nada! —Recalcó ella, acomodando su cabello azabache—. Ya se los he dicho un millón de veces.
—Una cosa es decirlo y otra sentirlo —dijo Sabrina—. Y tú no sientes remordimiento alguno por lo que nos hiciste a Verónica y a mí.
— ¿Que no lo siento? —Dijo Courtney, quitándose bruscamente el guante izquierdo y lo arrojó al pecho de Sabrina y levantó su palma para enseñarnos su herida—. Estoy pagando cada segundo de algo que no hice, ¡Pude haber muerto!
—Pero desgraciadamente estás aquí —dijeron Sabrina y Joey al unísono.
Sabrina le devolvió el guante a Courtney—. ¿Tú estás de acuerdo con ellos? —asentí en respuesta, por lo que ella se colocó el guante y se levantó—. Todos ustedes váyanse a la mierda —gruñó mirándonos con desdén, agarrando sus cosas y saliendo del comedor con lágrimas en el rostro.
***
Courtney
El reloj marcó las siete de la noche, por lo que nos encontrábamos en la mesa del comedor mientras servían la cena. El lugar estaba más callado que de costumbre, pues nuestros padres no interactuaban entre sí y —debido a la discusión de esa mañana en el West Coast—, pasé la tarde en la biblioteca de la villa, aislándome de los chicos y centrándome en hacer mi tarea, pues con todo lo que últimamente estaba ocurriendo con V se me habían acumulado un poco.
También aproveché de hacer FaceTime con mi padre, quien estaba haciendo las compras de la casa en su tiempo libre del trabajo.
— ¿Qué te dijo papá? —preguntó Louis, rompiendo el silencio que reinaba en el lugar.
—Preguntó cómo la estábamos pasando, y dejó saludos para todos.
Martha entró en el lugar con guantes de cocina en sus manos, puesto que estaba sujetando una bandeja que contenía lasaña recién horneada, y al colocarla en la mesa salió nuevamente y volvió con una bandeja de panes de ajo.
— ¡Todo luce espléndido Martha! —Exclamó la tía Oriana—. Definitivamente no sé qué haríamos sin ti.
—Cocinar hermana, nada más simple como eso —respondió mi madre.
—Gracias por los halagos —dijo Martha, juntando sus manos detrás de su espalda—. Enseguida les traigo el vino y la ensalada.
— ¿También hiciste ensalada? —cuestionó Verónica, mientras agarraba unas rodajas de pan.
—César señorita, su favorita —añadió Martha, abandonando el comedor.
Mi madre se levantó en su puesto y le fue pasando los platos a la tía Oriana, quien se encargó de servir trozos de lasaña en cada uno.
— ¡Gracias! —exclamó Verónica cuando le entregaron su plato.
Martha volvió a entrar al comedor y le entregó la botella de vino al tío Xavier, quien se encargó de servirlo en las 10 copas que estaban sobre la mesa a la derecha de cada uno de nosotros, mientras ella servía la ensalada en los platos.
—Definitivamente hoy te esmeraste —felicitó el tío Xavier, por lo que Martha se sonrojó un poco.
—Me pareció bien hacer una cena italiana, y estoy feliz de que haya sido de su agrado —repuso Martha—. Con permiso, los dejo para que cenen con tranquilidad. ¡Que tengan buen provecho!
— ¡Igual! —exclamamos todos al unísono.
—Todo luce realmente delicioso —admití, mirando la comida que estaba servida en mi plato.
Todos comenzamos a comer, por lo que de vez en cuando sonaba el rozar de los cubiertos de plata con la vajilla fina de porcelana, música clásica sonando de fondo.
— ¿Qué tal el instituto? —preguntó mi madre.
—Ha estado... Interesante de hecho —admití, mientras cortaba un trozo de lasaña—. Había una muy loca chica que se inventó una vida de película y alguien se enteró de que mentía, por lo que lo divulgó por todo el instituto. Fue todo un escándalo.
— ¡Vaya! —Exclamó la tía Oriana, dándole una mirada sutil a Sabrina—. Pobre chica.
— ¿Por qué pobre tía? Es una mentirosa y tuvo lo que merecía —dije, mirando de reojo a Sabrina.
—Yo escuché que fue la mejor amiga quien lo divulgó —añadió Sabrina.
—Si así son los amigos, ¿Para qué enemigos? —escupió Joey.
Louis me miró con una cara de "¿Qué está pasando?" pero se quedó en silencio.
—Así es hermanito, el mundo está lleno de hipócritas —concordó Sabrina, haciendo énfasis en la última palabra y mirándome, mientras llevaba un bocado de lasaña a su boca.
—Toda historia tiene dos versiones, y lo que yo escuché fue que culparon a la mejor amiga porque era la única que lo sabía, pero que en realidad no fue ella la culpable —me defendí, dándole un sorbo a mi vino.
Verónica nos miraba confundida—. ¿Están hablando de...?
— ¡Sí! —dijimos Matthew, Sabrina, Joey y yo al unísono.
—Así que por eso ellas estaban peleando en el comedor hoy... —murmuró Verónica mirándonos a Sabrina y a mí, llevando un bocado de ensalada a su boca—. Incluso una de ellas salió llorando del comedor.
Tensé la mandíbula con un pedazo de lasaña aún en mi boca, por lo que terminé de masticar y tragué—. Me parecía que la chica en serio estaba sufriendo, porque según tengo entendido ella no tuvo nada que ver con lo que le ocurrió a su mejor amiga... Simplemente la están señalando por algo que realmente no hizo.
Por la expresión que hizo Louis entendí de que él finalmente cayó en cuenta de lo que estábamos hablando, por lo que deduje que los chicos le habrían contado un poco acerca de ello.
—Según lo que sé es que ella sí tuvo la culpa —concordó Louis con los chicos.
Le di una mirada confundida a Louis, pues realmente no podía creer lo que él me estaba haciendo.
Me sentía realmente traicionada
Un nudo se formó en mi garganta y una lágrima se deslizó por mi mejilla derecha, por lo que me puse cabizbaja y me limpié con el dorso de mi mano antes de que alguien lo notase.
— ¿Cómo sabes de un acontecimiento estudiantil si tú no asistes a esa preparatoria? —cuestionó el tío Xavier, tomando un sorbo de su copa de vino.
—No me gusta estar encerrado todo el día en estos muros tío, a veces salgo a dar unas vueltas por Rosefield y he conocido a un par de personas —explicó Louis—. Y por lo que me dicen los chicos, y por la historia que me contó un muchacho que conocí sobre un problema de su hermana creo que son los mismos, después de todo ambas historias son en el West Coast.
—Debes tener una mala fuente —insistí por milésima vez—. Porque hasta donde sé la chica no es la culpable.
— ¿Qué mejor fuente que el hermano que sabe lo manipuladora, mentirosa e hipócrita que puede ser su hermana menor? —dijo con malicia sin despegarme la vista, haciendo énfasis en cada uno de los adjetivos.
Cada palabra escupida por su boca usadas para describirme pegaban como una puñalada por la espalda.
¿Quién usaba esos adjetivos para referirse a su hermana menor?
Tensé cada músculo de mi rostro, con la esperanza de que ninguna lágrima pusiera en evidencia como me sentía en ese preciso momento, porque realmente me sentía horrible.
—Yo me pondré del lado de la mejor amiga —sentencié—. De seguro ella no tiene nada que ver en que los secretos de su amiga hayan sido revelados porque eran unidas, y realmente no creo que cualquiera de las dos haya traicionado la amistad y la confianza de la otra.
—Apuesto que eso mismo pensó la del secreto —dijo Sabrina—. Por esperar mucho de las personas es que nos llevamos decepciones.
—Concuerdo contigo —dijo Matthew—. Muchas veces uno espera recibir lo mismo que da, y nos terminan dando una gran puñalada por la espalda.
—Sí que estamos rencorosos hoy, ¿No? —bromeé tomando un sorbo de vino, tratando cambiar la incómoda conversación que estábamos teniendo—. Y hablando de rencor, ¿No hay avances con respecto a lo del abuelo?
—Lo único que la policía nos dice es que están buscando una conexión con el asesinato del chico que asistía a su instituto y con el incidente que ocurrió en el cumpleaños del novio de Verónica —explicó el tío Xavier, llevando una rodaja de pan a su boca.
—Ex novio —corrigió Verónica—. Terminamos ese mismo día.
Mi madre se ahogó un poco con su vino, por lo que Louis le dio palmadas en la espalda—. ¿Por qué terminaron? —inquirió mi madre, cuando recobró un poco de aire.
—Me fue infiel con un chico —murmuró Verónica, bebiendo toda su copa de vino de un solo trago.
— ¡Vaya! —murmuró la tía Oriana, abriendo sus ojos con asombro.
—No con cualquier chico, con su mejor amigo —corregí, esbozando una sonrisa de suficiencia.
¿No se siente bien estar del lado juzgado Veroniquita?
— ¡Wow! Yo no... —Balbuceó mi madre—. No sé qué decir al respecto.
—Un novio menos una amiga más —repuso Verónica—. Sería una sorpresa, pero ya que estamos se las arruinaré.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó el tío Xavier.
—Patrick me dio los documentos originales del acuerdo entre sus padres y el abuelo, ayer en la tarde hablamos con Evan y él se va a encargar de redactar la denuncia y cuando la tenga hecha hablará con ustedes que son los adultos responsables de esta villa —explicó Verónica.
— ¿Por qué no nos dijiste cuando él te dio los documentos? —cuestionó mi madre.
—Porque no sería una sorpresa si lo sabían —justificó Verónica—. Así que... Sorpresa.
—Al menos vamos a recuperar la empresa de nuestro padre —dijo la tía Oriana.
—De nada —dijo Verónica, levantándose de la mesa—. Permiso, ya terminé —sentenció, saliendo del comedor hacia el salón de las escaleras.
Lleve un bocado de lasaña a mi boca y comenzó a sonar el tono de llamada en mi celular, por lo que comenzó a hacer ruido y a vibrar en mi bolsillo pero no le tomé importancia, hasta que finalmente colgaron.
El tono de llamada volvió a inundar de ruido el comedor, por lo que lo saqué de mi bolsillo y tragué grueso al leer la pantalla.
Llamada entrante
Blocked ID
—Teléfonos durante la cena —reprendió mi madre.
—Es importante —dije, llevando un último bocado de lasaña a mi boca—. Terminé, permiso.
Salí de manera rápida del comedor y me dirigí hacia la biblioteca del abuelo, donde me encerré; deslicé la opción de contestar llamada y puse el celular en mi oreja.
— ¿A-Aló? —balbuceé.
—Hola Courtney —dijo una horrible voz distorsionada al otro lado de la línea.
Di un profundo suspiro—. ¿Qui-quién eres? —pregunté.
—Tú sabes perfectamente quien soy —afirmó la voz.
Reí sarcásticamente—. ¿Por qué no muestras tu maldito rostro?
—Porque ya lo conocen —dijo, dando una breve pausa—. Ni siquiera un ciego lo está tanto como ustedes.
— ¿Qué quieres? —inquirí con indiferencia.
— ¿Por qué tanta frialdad?
—Intentaste matarme, ¿O es que aparte de psicópata eres amnésica, amnésico o lo que sea que eres? —Recalqué, viéndome en un espejo que estaba en el lugar—. Y por tu culpa tengo que usar unos malditos guantes para que no se den cuenta de la cortada que me hiciste.
—Sólo te estaba probando —justificó V.
— ¿Qué clase de juego enfermo te traes? —Cuestioné, llevando mi mano izquierda a mi cadera—. ¿Qué querías probar? ¿Qué si habrías tenido menos suerte ahora mismo sabríamos quién eres y estarías en la maldita cárcel?
La voz soltó una pequeña risa—. No exactamente.
— ¿Entonces qué querías probar? —inquirí, con la esperanza de que me dijera algo en concreto.
—Que eres demasiado buena para ellos —admitió—. Para esos malditos mimados mal agradecidos.
— ¿Qué estás tratando de decir? —cuestioné, sentándome en un sillón de cuero.
— ¿No estás cansada de jugar para el equipo perdedor? —Cuestionó la distorsionada voz—. Tratas de estar de su lado, demuestras lealtad y todos te dan la espalda.
—Claro que no —dije, negando con la cabeza.
— ¿No? —cuestionó—. ¿No fuiste tú la que salió llorando del comedor del West Coast hoy?
—Yo... —balbuceé.
— ¿No eras tú a la que atacaron mientras cenaban? —cuestionó.
Abrí los ojos como platos asombrada.
—Déjate de rodeos —dije—. Ve al maldito grano de una vez, que para intentar matarme no lo pensaste dos veces.
—Lamento eso, como dije antes, sólo te estaba poniendo a prueba —recalcó—. La verdad es que tú y yo somos más parecidos de lo que parece.
— ¿Cómo te atreves a compararnos? Yo no soy una maldita asesina psicópata.
—No lo eres, pero sé perfectamente que odias perder tanto como yo, y por ende te gusta ganar tanto como a mí.
— ¿Qué estás queriendo decir?
—Ambos sabemos que sí enviaste ese mensaje.
La verdad es que después de la presentación en la fiesta de Patrick si me pasé un poco de tragos, por lo que es posible que sí enviara ese mensaje y no lo recuerde, por lo que no me molesté en negarlo.
— ¿Esa también fue una prueba supongo? —pregunté—. Porque si es así, asumo que la pasé.
—Estás en lo correcto —afirmó—. ¿Quieres unirte a mí? Con todo lo que sé de ustedes y la información que tú me podrías proporcionar desde adentro ellos pagaran todo lo mal que te has sentido.
Cerré fuerte los ojos y relamí mis labios, incrédula por lo que estaba a punto de decir—. Está bien, pero con una condición.
—Soy todo oído.
—Quiero verte —sentencié—. Quiero saber quién eres, con quien me estoy metiendo.
Silencio.
No se escuchó nada en un par de segundos—. Está bien —accedió—. Te enviaré una dirección y nos vemos cuando yo te diga ahí.
—Perfecto, pero hasta entonces no te ayudaré con nada —aclaré—. Al menos no hasta que sepa quién eres.
—Es un trato —sentenció.
FIN DE LA LLAMADA.
***
GLOSARIO.
Homies: Hermanos.
Miss: Señorita.
FaceTime: Es una aplicación de telefonía con video para iPhone, iPad, Mac y iPod touch.
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