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XV. los faVores se pagan.

Joey.

Jueves por la mañana.

La noche anterior nos encargamos del espectáculo —o más bien, el ridículo—, que harían las chicas como distracción en la fiesta de cumpleaños de Patrick para la cual faltaban dos días. Estaba a punto de presentar mi segundo examen en el West Coast, esa vez era de ciencias y era en parejas.

— ¿Estás preparada? —pregunté a Emma, con quien sorprendentemente hice equipo esa vez.

Emma sacó su calculadora, lápiz, borrador, sacapuntas, bolígrafo, resaltador... ¡Vaya! Había hecho equipo con la morra de los plumones.

Tan mal no iba a salir.

Ella asintió repetidas veces—. Anoche me desvelé practicando un montón.

—Está bien —dije, mirándola durante un par de segundos—. ¿Por qué hiciste equipo con tus amigos?

—Tampoco es como que me fascine la idea de estar contigo —admitió—. Jayden está "enfermo", y Verónica se metió con Michael... Todo por llegar tarde.

—Está de suerte, te toco alguien con encanto y carisma, y no con un freak —dije con tono arrogante.

Emma blanqueó sus ojos en respuesta—. Wait a minute —dijo—. Si estudiaste, ¿Verdad?

— ¿Tengo cara de que lo hice?

— ¡Ho-ly-shit! —murmuró Emma—. Eres un imbécil, ¿Por qué antes me dijiste que sí habías estudiado?

— ¿Te habrías metido conmigo si mi respuesta hubiera sido no?

—Buen punto —resopló.

—Escucha, tal vez no soy listo, pero puedo darte apoyo moral.

— ¡Genial! —dijo sarcásticamente—. Estoy haciendo equipo en un examen que vale un montón de nota con Pinky.

—Mírale el lado positivo, sin mí no seríamos Pinky y Cerebro.

Emma esbozó una pequeña sonrisa, y al darse cuenta de lo que hizo la deshizo rápidamente, como si quisiera mantener su postura de seriedad ante mí.

—Antes de comenzar déjenme recordarles que estamos en un examen, y fui tan flexible que lo hice en parejas. No lo transformen en un compartir de todo el salón o la nota quedará anulada para todos —explicó, colocando las hojas por el revés en los escritorios de cada pareja—. El examen está fácil.

—Para usted —murmuré.

—Mitchell —Sabrina y yo subimos rápidamente nuestras miradas—. Joey Mitchell— aclaró el profesor—. ¿Tiene algo que compartir con la clase?

Quedé mudo por unos segundos. Emma me pisó por debajo del escritorio, haciendo que volviera a la realidad.

Uhm... —llevé mi dedo índice hasta mi barbilla, como si estuviese pensando en algo—. No, solo quería desearles suerte a todos.

—Si si, ya te vimos —dijo un chico con tono burlón, a lo que todos soltaron risas.

Vi al chico unas filas más adelante y le saqué el dedo del medio.

— ¡Silencio! —Ordenó el profesor, a lo que todos inmediatamente hicimos caso—. Hablen sólo con su pareja, a los que vea fraternizando con otros equipos les anulo el examen —añadió, entregando la última hoja—. Ahora sí, volteen la hoja y buena suerte, tienen 60 minutos para entregar a partir de ahora.

— ¿Es necesario que ambas letras estén en el examen? —preguntó una chica.

—Si escribe el que tenga la letra más legible es mejor —aclaró el profesor—. Pongan el nombre junto a la pregunta que cada uno hizo, ¿Alguna otra duda? Aprovechen ahora, porque en lo que me siente en el escritorio me da Alzheimer.

A pesar de esto último, nadie preguntó nada más, por lo que el profesor se dejó caer en su silla de escritorio y se dispuso a leer un libro que a la distancia no logré distinguir su nombre. Entre Emma y yo los primeros minutos fueron silenciosos, y si no hacía nada del examen lo menos que podía hacer era sacarle conversación.

— ¿Ya sabes qué harás? —pregunté, rompiendo el silencio que había entre ambos.

— ¿Qué haré de qué? —preguntó, sin despegar la vista y el lápiz de la hoja.

—Ya sabes, cuando salgas del West Coast.

Ella quedó en silencio durante un par de segundos, finalmente soltó un bufido y continuó—. ¿A quién quiero engañar? La verdad no sé lo que haré.

— ¿Tú, la chica que hace unos segundos iba a matarme porque no estudié no saber qué hacer con su vida después del instituto? —Emma asintió—. Es increíble.

— ¿Qué tiene de malo? Aún me quedan tres meses para decidir lo que estudiaré.

— ¿No tienes un plan?

—Lo tenía, iría a la misma universidad que Verónica y reinaríamos allá como lo hacemos aquí, pero al parecer tiene nuevos planes con Patrick ahora.

— ¿A qué te refieres con eso?

—Ahora quiere mudarse con Patrick al salir del instituto, irán a la misma universidad, hasta creo que estudiarán lo mismo... Hasta hace una semana éramos tan unidas y de la nada todo es Patrick. Están más juntos que nunca.

—Eso no durará mucho —murmuré sin pensar.

— ¿A qué te refieres? —cuestionó ella.

Mierda.

¿Qué había hecho?

Debía pensar en algo rápido si no quería que me guindaran de los testículos.

—Digo, es un amor de instituto, en algún momento tienen que separarse, ¿No?

—Sí, pero también está de por medio el acuerdo de los Altamira con los Ray.

— ¿Tú sabes de eso?

Obviously, soy la mejor amiga de Verónica.

—Sí, pero no creo que dure para siempre ese acuerdo.

—Ay cariño, es por eso que tú eres Pinky y yo Cerebro.

Reí un poco ante su comentario—. ¿Ahora te burlas de mí?

—Ya toda la clase lo hizo, soy de la que menos debes preocuparte.

Posé mi mano sobre el dorso de su mano libre—. Ya, pero tu burla es la única que me importa —dije, con tono pícaro.

Emma se ruborizó y quitó su mano de ahí—. El hecho de que estemos haciendo este examen juntos no nos hace amigos.

— ¿Por qué pones una barrera entre nosotros? Tal vez tengamos más en común de lo que crees.

—Lo único cercano en tener en común es a Verónica, y créeme que ustedes no le agradan.

— ¿Quién sabe? La convivencia en la villa nos ha cambiado.

— ¿Puedes hacer silencio? Si no vas a hacer nada al menos ten la decencia de no distraerme.

—Como usted mande, my lady —dije, agarrándole su mano y dándole un beso en ella, a lo que Emma blanqueó sus ojos y bufó.

***

— ¿Cómo les fue en el examen? —preguntó Matthew, bebiendo un sorbo de su jugo.

—A mí me fue bien —dijo Sabrina—. Lo que se me olvidaba lo sabía Destiny, hicimos buen equipo.

— ¿Cómo...? —Cuestionó Matthew—. ¿No hicieron equipos juntos?

— ¿Crees que si el capitán del Titanic sabría que se hundiría haría el viaje de igual forma? —Preguntó Sabrina, a lo que Matthew negó en respuesta—. Exacto.

—A mí también me fue bien, y la mejor parte fue que no hice nada —alardeé.

Sabrina blanqueó sus ojos—. Sabes que no te vamos a durar toda la vida, ¿Verdad?

Sabrina y Matthew comenzaron a hablar de cualquier cosa a la que no presté atención, por lo que desvié mi vista en busca de Emma, —quien estaba sentada a la derecha de Verónica—, y luego de varios segundos viéndola finalmente capté su atención.

Agarré la manzana que estaba en mi bandeja, la limpié un poco y le di una mordida lenta sin despegar los ojos de Emma, quien agarró su bebida y jugó un poco con su lengua y la pajilla. Sonreí pícaramente y le guiñé el ojo mientras masticaba. Emma posó su pierna izquierda sobre la derecha y llevó su cabello hacia su hombro derecho, enseñándome un poco su cuello y su muslo.

Courtney apareció en mi campo de visión con una versión mejorada de la chica que nos presentó el día anterior, y al ver el cambio drástico —pero necesario—, me ahogué con mi manzana.

— ¿Qué te pasa? —preguntó Courtney, dándome palmadas en la espalda.

— ¡Dios mío! —exclamó Sabrina nerviosa

— ¡Yo sé que hacer! —dijo Maggie.

Matthew sólo reía.

Maggie se posicionó tras de mí y me dio un fuerte golpe en mi espalda, seguido de un par de golpes más; cuando por fin logré escupir el pedazo de manzana que se me había atorado, noté que las miradas de las otras mesas estaban puestas en mí. La mayoría de los presentes en el comedor estaban riéndose y otros me miraban con preocupación. Y con respecto a Emma, sólo se estaba riendo junto a Verónica.

— ¿Estás bien?— interrogó Maggie preocupada, entregándome una botella de agua.

—E-eso creo —balbuceé—. Gracias.

— ¿Qué opinan de la nueva Maggie? —Preguntó Courtney, tomándola por los hombros y sentándola a mi lado—. Salimos ayer por la tarde de compras y la asesoré un poco.

—Me gustan los broches que tiene en el cabello —elogió Sabrina.

—Tienes buen gusto Court —concordó Matthew.

—Les presento a la nueva y mejor versión de sí misma de Maggie —dijo Courtney, presentándola como si se tratara de una súper estrella.

Miré de pies a cabeza a Maggie y la verdad no estaba nada mal, pues la "perdedora" —por así decirlo—, que se sentó el día anterior con nosotros había desaparecido completamente: llevaba puesto dos broches de perlas en su rubio cabello, su falda estaba por encima de las rodillas mostrando sus pantorrillas y parcialmente sus muslos; sus labios estaban pintados con un color rojo intenso, su rubio cabello perfectamente arreglado.

Debía reconocer que Courtney se las arregló para transformarla en menos de 24 horas.

—Ya vuelvo —anunció Maggie, levantándose del banco—. Debo buscar algo.

—Está bien —dijo Courtney—. Ya sabes dónde encontrarnos.

Maggie agarró su bolso Chanel y no tardó en desaparecer de nuestro campo de visión.

—Entonces, ¿Qué tal me quedó mi proyecto? —preguntó Courtney.

— ¿Proyecto? —pregunté confundido.

—Cambié a Maggie para joderle la vida a Verónica.

— ¿Por qué quieres hacer algo así? —cuestionó Matthew, con expresión confundida.

Courtney se sujetó el mentón con su mano derecha, simulando que estaba pensando—. Para divertirme, duhhh... Si estaré encerrada tres meses en una casa y un instituto en el que no quiero, siendo acosada además por un imbécil al menos tengo que divertirme, ¿No?

—Tienes razón —concordó Sabrina—. Y vamos, ¿Quién no la quiere enloquecer un poco como ella lo ha hecho estos días con nosotros? Un poco de su propio infierno no está mal.

—Ya ella vivió su propio infierno —añadió Matthew—. ¿O se te olvidó el asunto?

—Ni lo menciones —dije—. Nadie debe pasar por eso, no imagino cómo pudo vivir con ello todo este tiempo.

—No se pongan deprimentes —refunfuñó Courtney—. Ya no podemos hacer nada al respecto. Además, ella misma nos pidió que no habláramos más de eso y es precisamente lo que voy a hacer.

— ¿Aquél no es Louis? —preguntó Mathew, señalando hacia la entrada de la cafetería.

—Sí, y está con... ¿Maggie? —cuestionó Sabrina.

—Eso creo, pero... —dijo Courtney—. ¿Qué puede querer Louis con Maggie?

—Mejor aún, ¿De dónde se conocen? —pregunté.

Louis no paraba de ver a los lados, parecían que estaban hablando de algo importante, luego le dio la mano y caminaron en dirección a nuestra mesa; Louis venía hacia nosotros sumergido en su teléfono.

—Chicos, les presento a Louis —dijo Maggie.

Fue entonces cuando Louis despegó su vista del teléfono.

—Mucho gusto, completo extraño —bromeó Courtney.

—Mucho gusto, desconocidos —dijo Louis en tono burlón.

— ¿Se conocen o algo? —preguntó Maggie, haciendo notoria su clara confusión.

—Es el estúpido de mi hermano —aclaró Courtney.

—Ohh, entiendo —dijo Maggie, asintiendo repetidas veces—. ¿Quieres algo Louis?

— ¿Puedes conseguirme un poco de agua?

— ¡Claro! Ya vuelvo.

Maggie desapareció nuevamente de nuestro campo de visión, y apenas lo hizo Courtney golpeó a Louis por la parte de atrás de su cabeza

— ¡Eres un pendejo! ¿No ves que es una menor de edad? Además, la próxima vez busca tú mismo el agua si tienes sed. Vas a destruir lo mucho que trabajé en cambiar a esa chica.

Louis sobo el área que Courtney le golpeó—. No es lo que piensas, ¿Recuerdan los currículos que Maddison le entregó a Verónica?

—Ajá.

—Maggie estaba entre los que trabajaron esa noche en la fiesta —anunció Louis.

—¡Holyshit! —espetó Courtney—. No te creo.

—Tanto que odias a Verónica y ya se te pegaron sus frases —dije, con tono burlón.

Courtney blanqueó sus ojos ante mi comentario—. ¿No quieres ahogarte con otro pedazo de manzana? —dijo, arrojándome la suya a mi pecho.

— ¡Auch!

— ¿Van a escucharme o no? —dijo Louis.

—No le prestes atención a Court y Joey, solo continúa —ordenó Sabrina.

—Al parecer se fue temprano porque se reportó enferma —explicó Louis.

— ¿Eso fue después de que asesinaran al abuelo?— preguntó Matthew.

—Eso es lo que no sé, y es lo que quiero averiguar.

—Es menor para ti, pero para mí esta perfecta. Y el expediente no está nada mal —dije, mirando a Maggie a la lejanía.

—Ese expediente lo abro yo primero —desafió Louis.

— ¿Quieres apostar? —insistí.

—Mil dólares —sugirió Louis—. El que se acueste con ella primero, gana.

Sentí que Sabrina me pateó por debajo de la mesa, y al mirar hacia ella negó con la cabeza de manera disimulada—. ¿No te parece que mil dólares es una exageración? —dije.

— ¿Y esa actitud de derrotado? No hemos cerrado la apuesta y ya sientes que perdiste.

Miré nuevamente a la mesa donde estaba sentada Verónica con sus amigos, fijándome en como Emma se tomaba fotografías con ellos luciendo su gran y resplandeciente sonrisa.

—Mejor no. Mis intereses tienen un mejor objetivo —sentencié, sin apartar la vista de Emma.

***

Sabrina

Luego de un examen en pareja para el cual me sentía preparada —y a la vez Destiny me facilitó las cosas—, tenía esperanzas de que mi vida escolar no se fuera a la mierda como lo estaba haciendo mi vida personal.

¿Por qué?

Estaba el asunto de V, de que estaríamos encerrados tres meses en esa villa, noventa días bajo el mismo techo que Verónica y —lo peor de todo—, transcurriríamos ese tiempo en Rosefield bajo el acecho y las reglas de V.

¿Por qué no se lo dijimos a la policía y nos libramos de una vez por todas de eso?

Para nadie era un secreto lo que pasó con el pobre Adam, tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado en un mal momento, y si V se desquitó de esa forma tan horrible con él...

¿Cómo podría reaccionar en contra de nosotros?

Realmente no quería ni imaginarme que nos podría hacer a nosotros... O a nuestros padres.

Mierda, nuestros padres.

¿Cómo no lo habíamos pensado antes?

¿Y si todo el odio no es en contra de nosotros como tal, sino en contra de nuestros padres?

Todo realmente tendría sentido, porque...

¿Qué podía tener V en contra de nosotros realmente?

En contra de Verónica sería completamente comprensible: en esos once días que llevábamos en Rosefield —de los cuales habían corrido ocho de los noventa días estipulados por el abuelo para finalmente poder leer el testamento—, Verónica había dejado muy en claro su actitud de reinita siendo una completa perra con las demás personas, por lo que no sería raro que tuviera una que otra persona que la odiara a muerte, a tal punto de destruir de a poco su mundo.

En lo que llevábamos en Rosefield, V había acabado con 2 vidas y una relación, todo eso en cinco días. A pesar de todo, esa semana había estado un poco tranquila, pues se limitó únicamente a mandarnos mensajes y no a matar gente.

¿Quién podía estar haciéndonos eso?

—Sabrina —llamó Courtney chasqueando sus dedos en mi cara, trayéndome de vuelta a la realidad—. ¿Cómo que me queda eso?

Estábamos en una lujosa tienda de ropa del Rosefield Mall —el centro comercial local—, en búsqueda de algo apropiado para la fiesta que los Ray harían ese sábado en su casa por la mayoría de edad de lo peor que pudieron haber hecho: Patrick.

—Te queda bien, pero... —dije, frunciendo mis labios y llevando mi dedo índice al mentón.

—Pero... ¿Qué? —preguntó Courtney impaciente.

— ¿No te parece que está muy corto?

Ella blanqueó sus ojos ante mi comentario— ¿No te parece que eres muy santurrona?

Me agarró de la muñeca y me jaló del brazo, obligándome a pararme; me posicionó frente al espejo y me tomó de los hombros

Sabri, el hecho de que te pongas un vestido corto no te hace una zorra.

—Y el que los use largos no me hace una santurrona.

— ¡Shhhhhh! —chistó—. Ahora están hablando los mayores.

—Pero yo soy mayor que tú —cuestioné, frunciendo el ceño y esbozando una sonrisa.

— ¡Shhhhhhh! —chistó nuevamente—. El punto es que tienes que salir de tu zona de confort, ¿Alguna vez has tenido un novio, un ligue o algún admirador? —Negué con la cabeza en respuesta, Courtney abrió su boca con asombro—. Es imposible, mírate, de seguro tenías a muchos babeando por ti en tu antiguo instituto.

—Lo dudo, a nadie le gustan las gordas Court.

— ¿Gorda en dónde? —Dijo Courtney—. Basically estás esquelética y mírate, eres muy linda.

—Yo, no...

— ¡Shhhhhh! —interrumpió Courtney, volteándome hacia ella—. Sabri, eres una niña increíble, inteligente, muy carismática, ¿Por qué tienes tan poco amor propio?

—No es eso —diferí, ladeando la cabeza y esquivando su mirada, evitando a toda costa contacto visual—. Yo solo...

—Tú nada —interrumpió Courtney—. Quiero que dejes atrás todo lo que odias de ti y que dejes de ser esa tímida, porque te apuesto a que más de uno debe de estar babeando por ti aquí en Rosefield, así que... —guardó silencio unos segundos y volvió a hablar—. Espérame aquí un momento.

Courtney desapareció unos instantes del vestidor, y volvió con un gancho de madera que colgaba un vestido en una tonalidad muy oscura de azul, con brillantes en la parte del torso y una falda asimétrica.

—Pruébate esto.

Ya con el vestido puesto, me examiné a mí misma antes de salir a mostrárselo a Courtney: lo primero que detallé fue que era un poco corto al frente, dejando expuestas mis piernas y parte de mis muslos, además de que dejaba al descubierto mis hombros, por lo que no me terminaba de convencer.

No podía negar que se ajustó de forma perfecta a mi silueta. Miré la etiqueta y solté un bufido al ver el precio.

¡¿Cómo un pedazo de tela podía costar dos mil dólares?!

Finalmente me armé de valor y salí a mostrárselo a Courtney, quien me miró con un asombro impresionante

—A mí no me gusta —dije.

— ¿Estás jugando? ¡Pareces una reina!

— ¿Tú crees? —cuestioné con tono dudoso, con intención de que no insistiera con algo que no podía pagar—. Igual y puedo usar algo de mi armario.

—No Sabrina, esto es lo que comprarás.

—No quiero quedarme con lo primero que vea, ¿Podemos seguir a otras tiendas?

—Sabri, esta es la tercera que recorremos y "nada te gusta". Deberías de comprarlo, en serio te queda precioso.

—Hagamos algo, vamos a otra tienda y si "nada me gusta" volvemos aquí y compramos este.

Courtney quedó pensativa por unos instantes mientras me examinaba con la mirada de arriba abajo, frunció sus labios y llevó su dedo índice a su mejilla derecha. Finalmente, blanqueó sus ojos y bufó.

—Está bien —accedió—. Pero más vale que te guste algo de otra tienda, si no quieres que te ahorque.

Volví al vestidor a buscar mis cosas, encontrándome con que no estaban, por lo que con asombro salí nuevamente del vestidor, e indignada —debido a que estaba descalza—, me dirigí a caja para reportar que mis cosas habían sido robadas. Al informarlo a la cajera ella se mostró confundida.

—También pudieron haber tomado por equivocación mis cosas —sugerí—. Estaba en el vestidor número tres.

— ¡Ah! —Exclamó la cajera—. ¡Es usted! ¿Quiere llevarlo puesto o en una bolsa? —preguntó, entregándome mis pertenencias.

— ¿Disculpe?

—El vestido —señaló la cajera.

—No, yo no lo llevaré...

— ¿Por qué no? Si ya está pagado.

— ¿A qué se refiere? —Pregunté, sujetando mis pertenencias contra mi abdomen—. Yo no he pagado nada.

—Al parecer tiene alguien que se importa mucho por usted. Alguien más lo ha pagado.

—Debe ser un error —insistí.

— ¿Es usted Sabrina Altamira? —preguntó, leyendo una nota. Asentí lentamente con la cabeza—. Han dejado esto para usted, junto con el pago.

— ¿Quién ha pagado por esto? —pregunté, agarrando la nota.

—Está en contra de nuestras políticas dar información con respecto a nuestros clientes.

— ¿No hay alguna forma de que usted pueda decirme cómo era? —insistí—. Debo agradecerle por esto a alguien.

—Lo siento, me temo que no.

Sin ánimos de protestar me dirigí nuevamente hacia el vestidor y cerré la puerta a mis espaldas una vez estuve dentro, colocando mis cosas sobre el taburete de madera de dos plazas que estaba junto al espejo a la par que me sentaba sobre él para leer la nota.

Para: Sabrina Altamira.
Ya tienes con que ir a la fiesta de Patrick.
Pero recuerda, favor con favor se paga.
¡Nos vemos pronto, blue whale!
XOXO
V.

Mi estómago dio un vuelco.

Mierda.

V sabía de mi situación económica, pero peor aún...

¿Por qué V me ayudaría?

De lo único que estaba segura es que nada bueno saldría de eso. Me cambié lo más rápido posible y salí de la tienda, esperando a Courtney en unas bancas que estaban frente a esta. Mordí mis uñas con ansiedad mientras miraba a mis alrededores.

¿Podría estar V observándome?

¿Cómo podía aceptar algo que venía de parte de V?

Me levanté de la banca y me dirigí nuevamente a la tienda, encontrándome con que Courtney ya venía de salida.

— ¿Y esa bolsa? —interrogó, señalando al "obsequio" de V.

Cerré fuerte los ojos y respire hondo—. Lo consideré y me decidí, compré el vestido.

— ¡Qué bien! —Exclamó Courtney, seguido de un abrazo—. Me alegra que te hayas decidido finalmente, ¡Te dije que te quedaba increíble!

— ¿Podemos ir a comer algo? —sugerí—. De repente me dio hambre.

—Pero si acabamos de almorzar hace un rato —cuestionó Courtney, por lo que le di una mirada llena de enfado—. Bueeeeno... Creo que vi un McDonald 's por aquí.

Cuando me daban ataques de ansiedad no solía controlarme, era como si la nueva Sabrina le diera el control a blue whale.

Cuando llegamos al McDonald's ordené todo doble: dos hamburguesas, dos raciones grandes de papas, una bebida extra grande y 2 McFlurrys. Courtney se comió su McFlurry al mismo tiempo que me miraba un poco asqueada por la manera tan desesperante en la que estaba comiendo.

— ¿Estás bien? —Interrogó, llevando una cucharada de helado a su boca; asentí en respuesta mientras le daba otro mordisco a mi segunda hamburguesa—. Pareciera que no has comido en años. Tienes un poco de salsa aquí —dijo, tocándose la parte baja de su mejilla derecha—. A mi derecha, no a la tuya —indicó, entregándome el espejo que llevaba en su cartera.

Y fue cuando vi mi reflejo que me di cuenta de lo que estaba haciendo. Dejé caer el espejo al suelo y todo se puso borroso de repente.

—Lo-lo lamento —balbuceé, levantándome y caminando al baño.

¿Alguna vez se han sentido tan mal con ustedes mismos que no saben qué hacer?

¿Sienten que no son lo suficientemente buenos para algo o para alguien por su aspecto, su apariencia física o intelecto?

Siempre tuve la certeza de que si adelgazaba me sentiría bien conmigo misma. Crecí comiendo dulces y comida basura, siempre fui muy glotona. Recuerdo que veía esas niñas delgadas en la televisión, revistas, mi colegio. Como caminaban seguras de sí. Apenas era quinto grado y ya se metían conmigo por mi peso. Antes de quinto grado comía por gusto, pero de a poco comencé a tragarme mis problemas.

Siempre que me sentía mal comía un dulce, por pequeño que fuera.

Luego llegó el bachillerato, todas mis compañeras con sus diminutas cinturas y una fila de chicos detrás de ellas, mientras que a mí nadie me notaba; incluso Joey pasaba de mí en ocasiones, actuando como si fuéramos completos desconocidos —cosa que por mi peso no parecíamos hermanos—.

No fue hasta el segundo año de bachillerato cuando unas chicas me invitaron a una fiesta de pijamas. Estaba tan feliz e ilusionada, no tenía amigas por lo que accedí de inmediato, y cuando finalmente llegué era una impresionante fiesta, y sólo llevaba puesta mi pijama de Hello Kitty.

Me sentí tan fuera de lugar pero la chica fue tan amable conmigo: me prestó ropa de su madre ya que la de ella no me quedaba y me dio un vaso con una bebida, quería encajar por lo que bebí de él.

A partir de ahí la vista se me nubló por completo, lo único que recuerdo es que al llegar el lunes a clase todos me miraban raro, el profesor encendió el proyector que se suponía tendría algo sobre la segunda guerra mundial y cuando se encendió era un vídeo de esa fiesta, en la que estaba tan ebria que me orine encima.

Me sentí tan indignada.

Creí que si adelgazaba todo sería mejor, por lo que ese verano comencé a hacerlo... Pero sólo logré odiarme más a mí misma por lo que estaba haciendo.

Entré al baño y me miré en el espejo, la Sabrina de hacía unos 30 kilos o más estaba de regreso; las lágrimas comenzaron a correr por mi mejilla cuando me metí en uno de los cubículos del baño, cerré la puerta a mis espaldas y comencé a llorar desconsoladamente.

Finalmente, arrodillada frente al retrete lo hice: introduje mi dedo índice en mi boca, toqué mi reflejo nauseoso con él y vomité. Lo hice una y otra vez hasta que finalmente conseguí las fuerzas para pararme.

Presioné el botón y salí del cubículo, dirigiéndome al lavabo para limpiar mis manos y mi rostro. Finalmente era yo de nuevo: la delgada, perfecta y esbelta Sabrina que todos querían, y que tan difícil fue conseguir.

Aunque yo no estuviera feliz con eso.

***

GLOSARIO.

Freak: loco/a

Wait a minute: espera un minuto.

Pinky y cerebro: son dos personajes de ficción de la serie de televisión animada Animaniacs. Posteriormente tuvieron su propia serie de televisión llamada Pinky y Cerebro, la cual fue producida por Steven Spielberg y Warner Bros. Animation.

Alzheimer: enfermedad progresiva que afecta a la memoria y otras importantes funciones mentales.

Obviously: obviamente.

My lady: mi señora.

Titanic: fue un transatlántico británico, el mayor barco de pasajeros del mundo al finalizar su construcción, que se hundió durante la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 1912 durante su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York.

Basically: básicamente.

McDonald's: es una franquicia de restaurantes de comida rápida estadounidense con sede en Chicago, Illinois.​ Sus principales productos son las hamburguesas, las patatas fritas, los menús para el desayuno y los refrescos.

Blue whale: Ballena azul.

McFlurry: es una marca de helado de diversos sabores, producido y distribuido por la cadena internacional de restaurantes de comida rápida McDonald's.

Hello Kitty: es una marca y personaje ficticio producido por la compañía japonesa Sanrio y que ha sido durante mucho tiempo la más popular de esta compañía. Fue diseñada por Yuko Shimizu y el primer producto, se lanzó en Japón en 1974 y en los Estados Unidos en 1976.​​ 

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