VII. el Vídeo | Parte II.
Matthew
Desde que llegué a Rosefield habían ocurrido un par de cosas desconcertantes: desde el suicidio-asesinato-o-lo-que-sea-que-ocurrió con el abuelo hasta los mensajes de amenaza que estaba recibiendo en conjunto con mis primos, pero...
¿Lo más jodidamente extraño hasta ese miércoles?
En definitiva el vídeo que estábamos a punto de ver.
—Hijos, nietos, familia. Bienvenidos todos —dijo mi abuelo en el vídeo.
Verlo nuevamente gesticulando, expresarse y escuchar su voz al hablar hizo que un escalofrío recorriera toda mi espalda: literalmente lo estábamos viendo después de muerto.
—Sé que todos esperaban mi muerte para saber cuánto de una fortuna por la que trabajé arduamente les tocó. Es por eso que el día de hoy están aquí esperando a que les lea el testamento. Pero déjenme decirles que no será tan fácil como creían. Para conocer el contenido del testamento con mi última voluntad he establecido tres condiciones.
—Es increíble que siga jodiendo después de muerto —murmuró Courtney a mi lado blanqueando los ojos, por lo que Louis le dio un ligero codazo.
—La primera —continuó el vídeo—. Es que deben terminar una pintura familiar que ya había iniciado. Al terminar este vídeo Evan les dará el número del artista para que se comuniquen con él.
—Con razón nunca nos entregó el lienzo —dijo Verónica, levantando sus cejas y cruzándose de brazos.
—La segunda condición —continuó hablando mi abuelo—. Es que para saber el contenido de este papel deberán convivir juntos como familia durante noventa días en la villa.
— ¡¿Qué?! —Gritó Verónica—. ¡Alberto definitivamente enloqueciste!
— ¡Hello! —Espetó Courtney—. Se quería volar la cabeza delante de nosotros y no le salió, ¿Aún dudabas de su estabilidad mental?
—Sólo así podrán cobrar su parte de la dichosa fortuna por la que han venido. Quien se vaya antes del lapso cumplido será desheredado.
—Yo no puedo quedarme aquí por mucho —añadió la tía Aurora—. Constantemente viajo por mi trabajo.
—No es tanto por el trabajo —añadió la tía Oriana—. Sabrina y Joey tienen que terminar el instituto.
—Y la tercera y última condición —continuó mi abuelo en el vídeo—. Es que a pesar de que morí y Verónica cumple su mayoría de edad dentro de mes y medio, exactamente cuarenta y cinco días. Quiero que continúes con los planes de la fiesta. Ya todo lo dejé planeado, sólo falta que des el visto bueno y apruebes el proyecto para ponerlo en marcha. Al terminar esta grabación, Evan te llevará con los planeadores. Espero que estos noventas días sirvan para que se unan, sanen las heridas del pasado y aprendan a convivir como familia. Quiero que vean esto como una segunda oportunidad para recuperar el tiempo perdido: reconéctense, convivan juntos y aprendan el uno del otro que para eso los crie, no para que se alejaran entre sí.
— ¿Estás seguro que esto no lo grabó ebrio Evan? — cuestionó Verónica.
Evan pausó el vídeo—. Tu abuelo me buscó el día de la fiesta temprano antes de venir a almorzar, y él mismo me pidió que grabáramos esto —explicó—. Yo... Yo no me imaginaba que él tenía en sus planes quitarse la vida. Estoy tan sorprendido como ustedes.
— ¿Cuándo dijo lo de quitarse él mismo la vida no te dio algo? —Preguntó Sabrina—. No lo sé... ¡Una gran pista!
—Que les confirme Verónica, Don Alberto siempre bromeaba con quitarse la vida —dijo Evan—. Ni en un millón de años me imaginé que sí lo haría. Además, yo sólo encendí la cámara y salí de la habitación, al igual que ustedes estoy viendo esto hoy por primera vez.
—Evan tiene razón, el abuelo siempre bromeaba con eso por lo mal que estaba de salud —explicó Verónica—. Decía que si no lo mataba el corazón él mismo se mataría.
—Papá podía tener un humor muy negro —dijo mi padre.
Evan volvió a reproducir el vídeo
—No soy un monstruo, quiero aclarar —dijo mi abuelo en la grabación—. Son libres de pasar una noche en la cabaña de la familia de vez en cuando, pero sólo si lo hacen como tal. Pueden hacerlo mis nietos solos o acompañados de mis hijos. Y si tienen alguna actividad escolar o laboral de igual manera pueden pasar esa noche afuera, pero una vez por semana. Aplica para ambos casos.
— ¡Genial! —exclamó Verónica sarcásticamente—. No tengo escapatoria de ustedes.
—Esta es una grabación que hice en pleno dominio de mis facultades. Y les recuerdo, todos y cada uno de los hijos que tuve, que deberán vivir sólo con sus hijos en la villa, por noventa días consecutivos, incluyendo a Maddison con su hija Anna, y a Erick, para finalmente leerles mi última voluntad, la cual se leerá sí y sólo sí cumplen los noventas días de convivencia. No se preocupen por sus trabajos, hijos, y por el estudio de mis nietos: ya los mandé a transferir al West Coast, el colegio donde asiste Verónica, para que terminen su período escolar aquí. Y con respecto a sus trabajos, hablé con sus jefes y harán todo en línea. Para hacer todo ese proceso hizo falta una inyección de dinero, pero no lo veo como un gasto, sino como una inversión. Invertí en que compartieran tiempo juntos y aprendan a vivir como la familia que son. Los amo y son el tesoro más preciado que siempre tuve, lástima que no supe valorarlos en vida. Nos vemos en noventa días
—Bueno, esto fue lo que Don Alberto dejó estipulado para que se pueda ver el otro vídeo —explicó Evan—. Como acaban de escuchar, tienen que contactar con este pintor— le entregó una tarjeta informativa a mi padre—. Deben permanecer noventa días conviviendo bajo el mismo techo en esta villa, y se debe llevar a cabo la fiesta de cumpleaños de Verónica.
— ¿Terminamos? —preguntó Joey.
—De hecho no —aclaró Evan—. Me llamaron antes de entrar a enseñarles esto de la policía.
— ¿Qué le dijeron? —inquirió mi padre.
—Me dijeron que en media hora el cuerpo estaría en el cementerio —respondió Evan—. Como el detective Campbell sabía que hoy haríamos la lectura del testamento...
—Del preámbulo del testamento —interrumpió Louis.
—Exacto —continúo Evan—. Quedó en avisarme a mí para que yo les avisara a ustedes.
—Pues, ya deberíamos de irnos —dijo Maddison, levantándose de la silla.
—Puedes irte en mi auto —se ofreció mi padre—. Conmigo y mis hermanas.
— ¿Y yo? —pregunté.
—Pues, aún queda un puesto en el auto hijo —respondió mi padre—. Puedes venirte conmigo o irte con tus primos y Erick.
—Me voy con los chicos —dije, levantándome de la silla.
Todos subimos a la puerta principal de la villa. Erick se quedó de pie junto a la puerta del copiloto de la Range Rover Sport 2019 negra, donde se subió Louis, yo me detuve en la puerta junto a Verónica que se despedía de su novio.
— ¿No puedes venir? —preguntó, mientras abrazaba a Patrick y con el dedo índice derecho contorneaba el cuello de la camisa de él.
—Mis padres estuvieron llamando, quieren que los ayude con unas cosas —se excusó Patrick.
— ¿Puedes venir a las cinco? —dijo Verónica.
—Haré un esfuerzo por estar aquí —dijo Patrick.
—Está bien amor —dijo, dándole un beso de despedida.
Mi padre subió a su BMW X3 Protection blanco con mi tía Aurora de copiloto, mientras que Maddison y mi tía Oriana se subieron en el asiento de atrás. Finalmente nos montamos Courtney, Joey, Sabrina y yo en los asientos traseros de la Range Rover Sport 2019, mientras que Verónica se subió en el Audi del abuelo con el sobrino de Erick de chófer.
Emprendimos el viaje al cementerio para darle un último adiós en familia —sin la presencia de reporteros—, al abuelo.
—Es increíble —dijo Verónica—. Nunca pensé enterrarte dos veces, papá.
—Es tu abuelo, Verónica —corregí.
— ¡Es mi padre! —espetó—. Se quedó cuando mis padres murieron, cuidó de mí cuando estaba enferma, me educó de la mejor manera posible, me protegió de todo lo malo y siempre se mantuvo ahí.
—Si a la actitud de la fiesta llamas educación —murmuró Courtney con chocancia.
Verónica blanqueó los ojos ante ese comentario—. ¿Qué me dices de ti? Ambos padres vivos y ni así tienes una buena educación de casa.
— ¡Basta! —exclamó Louis.
—Verónica, sé que sólo conoces una versión de la historia, pero lamento que nos fuéramos repentinamente hace trece años —dijo mi padre.
—Nada es lo que parece, sobrina —añadió la tía Oriana.
—Pero si nos fuimos de este pueblo, créeme que no fue por voluntad propia —concluyó la tía Aurora.
—Anyway —dijo Verónica—. De igual manera se fueron.
— ¿Podemos guardar un minuto de silencio? —Sugirió Sabrina—. Por favor, por la memoria del abuelo.
—Claro, extráñenlo después de muerto —murmuró Verónica.
— ¡Ay ya! —Dijo Courtney—. Sí, nos fuimos hace trece años. Sí, nunca llamamos. Sí, nunca te vinimos a visitar, deja de ser una maldita mimada y ¡Sú-pe-ra-lo!, ¿Puedes cerrar la puta boca de una vez? No todo se trata de ti, cariño.
— ¡Courtney! —Reprendió la tía Aurora—. ¡El vocabulario!
—Disculpa mamá —dijo Courtney—. Era para ver si así entendía.
—Tranquila Aurora —dijo Verónica—. Ella no tiene la culpa, es sólo el reflejo de su disfuncional hogar.
—Escúchame niña... —murmuró la tía Aurora
— ¡Suficiente! —gritó mi padre, interrumpiendo—. ¡¿Pueden respetar dónde estamos?! ¡Estamos en un maldito cementerio enterrando a mi padre! ¡Lo único que pido es un maldito minuto de silencio de mierda para que puedan bajar el ataúd!
Todos asentimos cabizbajos y guardamos el minuto más largo e incómodo de silencio en el que jamás había participado: Las lágrimas corrían por el rostro de Verónica y Maddison
Yo aún tenía "sentimientos encontrados", pues realmente no sabía cómo sentirme con todo eso.: sentía tristeza por lo mal que estaba mi padre, porque sabía que todo eso le afectó enormemente por rencoroso, porque nunca llamó al abuelo en fechas importantes por lo que pasó aquella noche trece años atrás.
Cuando los padres de Verónica murieron —por lo que tenía entendido y Verónica se encargaba de recordarnos cada vez que tenía oportunidad—, luego del entierro todos abandonamos no sólo la Villa Familiar, también Rosefield y las vidas de mi abuelo y de mi prima. Pero...
¿Por qué?
Siempre tuve esa curiosidad de por qué nunca volvimos a Rosefield y muy pocas veces lo mencionábamos en la mesa. Era como si mi padre había enterrado ese pueblo, y con ello a sus familiares, sus recuerdos y su vida ahí: nunca llamamos en cumpleaños, navidades, año nuevo, no enviábamos cartas o correos electrónicos.
Definitivamente cortamos relación con Rosefield y sus interiores.
Aunque no podía decirlo en voz alta porque tal vez mis primos se molestarían y no soportaba tanto a Verónica por cómo nos había tratado aquellos días, a veces pensaba y sentía que Verónica tenía algo de razón al tenernos cierto odio.
Seamos sinceros: si mis padres se murieran y repentinamente mis familiares se alejaran, no me hablaran tan siquiera, viviera durante ese tiempo con mi adinerado abuelo y trece años después vinieran mis familiares "de visita" por una fiesta, a sabiendas del estado de salud del abuelo definitivamente creería que es por el dinero.
Estuvo mal de nuestra parte abandonarla en ese momento tan traumático en su vida como lo es perder a tus padres a tan corta edad —aunque la edad no evita el horrible sentimiento que debe ser perderlos—. Debe ser horrible que todos te abandonen después de que tus padres mueran.
O peor aún: perder a tus padres por culpa de una mala decisión.
No me imaginaba sin mis padres porque eran el pilar de mi vida: mi mamá siempre me había dicho que siguiera mis instintos, me inspiraba e impulsaba a seguir mis sueños como ella lo hizo, ya que era abogada y tenía su propio bufete, centrándose en la lucha por el derecho de las mujeres, ayudando a aquellas que son víctimas de violencia doméstica, acoso, abuso, infidelidades y maltrato sexual.
En fin, ayudaba a muchísimas mujeres a salir adelante; mientras que mi padre era gerente de Passion's Flavor, un restaurante conocido con un montón de sucursales a nivel nacional.
Ambos me habían enseñado a que si quería algo debía ganármelo, por eso siempre había tratado de ser el mejor de la clase, ganando viajes, permisos para fiestas —a las cuales casi no asistía de todos modos—, teléfonos de última generación y un sinfín de privilegios.
—Papá, hoy quiero pedirte perdón por haberme alejado de ti como lo hice —dijo la tía Oriana, sacándome de mis pensamientos—. Por no haberte llamado o mensajeado, por haber roto comunicación contigo durante trece años —lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
—No debí, digo... —dijo la tía Aurora con voz quebrada, corrigiéndose—. No debimos irnos, abandonarte así: no debimos negarte el ver crecer a tus nietos, tener la oportunidad de mal criarlos y de compartir con ellos en fechas importantes.
—No sabes lo arrepentidos que estamos padre —dijo mi padre llorando—. No hay nada que yo anhele más en este momento que pasar tiempo de calidad a tu lado, y recuperar todo el que perdimos.
—Aunque tal vez ustedes me vean como una arrastrada —añadió Maddison, con voz quebrada—. Yo si amaba a Alberto, él me enseñó tantas cosas: a quererme, respetarme, valorarme, a crecer como persona. Realmente lo amaba.
—Discúlpanos por no ser los hijos que querías que fuéramos —dijo mi tía Oriana—. Disculpa por decepcionarte padre...
—No lo decepcionaron —interrumpió Verónica llorando—. A pesar de que estuvieron ausentes durante trece largos años en nuestras vidas, debo admitir que el abuelo siempre estuvo al pendiente de ustedes, siempre me comentaba durante las cenas lo orgulloso que estaba de todo lo que ustedes habían logrado. A pesar de lo que nos hicieron, que nos hayan borrado de sus vidas de esa manera tan abrupta y repentina, realmente siempre estuve celosa de que él encontró la forma de perdonarlos... Yo nunca pude hacerlo, y tampoco creo poder.
—Verónica, yo... —dijo mi tía Oriana
—No tiene que decir nada, con permiso —dijo Verónica, para luego alejarse caminando de nosotros.
Louis intentó detenerla pero ella se negó.
—Puedes bajarlo —ordenó mi padre al sepulturero.
Este último fue bajando el ataúd de mi abuelo de a poco, mientras que mis primos, mis tías, mi padre, Maddison y yo arrojábamos flores sobre el ataúd. Erick susurró en el oído de Ethan y este se alejó de nosotros. Era inevitable pensar en lo frágil que podía ser la vida.
¿Cuán mal tenía que estar alguien para querer acabar con su vida?
Y la peor parte de todo era dejarnos hechos un desastre: con sus condiciones, sus secretos y el misterio de que quién le disparó podía ser la misma persona que estaba detrás de esos malditos mensajes.
***
Verónica
— ¿Puedo ayudarte con algo? —preguntó Ethan, posicionándose tras de mí.
— ¿Puedes dejarme sola? —pedí con un hilo de voz.
Aún estaba llorando un poco.
—Puedo hacer todo por ti menos eso, así que por favor no me lo pidas.
—Definitivamente si es de familia —dije, caminando entre las lápidas mientras las leía.
—Sí, soy entrometido —admitió—. Pero si algo sé bien es que cuando una persona pide estar sola realmente no es lo que quiere.
Su teléfono vibró, por lo que él lo sacó de su bolsillo derecho.
—Debemos volver, ya nos vamos —me informó.
—De aquí nos vamos cuando yo lo diga —aclaré.
— ¡Vaya! —espetó—. Que tétrica eres, queriendo quedarte en un cementerio.
—Quiero visitar la tumba de mis padres.
— ¿No se supone que deberían de estar junto a la de tu abuelo? —curioseó.
—Creo que sí, volvamos.
Cuando volvimos a donde estábamos antes con el ataúd del abuelo, nos dimos cuenta de que ya todos se habían ido: aún estaba la tierra fresca junto a la lápida del abuelo, y a unas 5 lápidas hacia abajo pude detallar un ramo de girasoles con rosas y tulipanes junto a una tumba, por lo que me acerqué, acompañada de Ethan.
—Venecia Altamira —leyó Ethan— ¿Es tu...?
—Madre —interrumpí.
—Tienes un buen gusto para las flores.
—Corrección, tengo buen gusto para todo, pero... Este arreglo no lo traje yo.
—Están recientes —señaló Ethan.
— ¿Quién las habrá traído? Yo vengo mensualmente pero no he venido este mes.
—A lo mejor vino tu abuelo, antes de...
—No... —Interrumpí, llevando mi dedo índice a sus labios—. Lo digas. Además, es imposible, él nunca venía sólo.
—Tal vez fue uno de tus tíos.
—No lo creo, esas flores se ven muy recientes y ayer pasamos todo el día en la comisaría.
— ¿Algún viejo amigo?
—No sé, nunca antes me encontré con flores de alguien más en la tumba de mi madre.
—Probablemente fue un fantasma —bromeó.
—Un fantasma... —murmuré.
Y fue así como recordé el mensaje que me llegó esa mañana, cuando estaba en las escaleras del instituto, por lo que saqué el teléfono de mi bolso Chanel negro y volví a leerlo.
De: Blocked ID
¡Cuidado!
A veces involucrar sentimientos puede jugar en tu contra.
Si no me crees, pregúntale a la tumba de tu madre👻.
XOXO
—V.
Levanté con mi mano derecha el arreglo de flores y leí que eran de Flowers Art, con las manos un tanto temblorosas abrí la etiqueta y la leí.
La próxima visita al cementerio puede ser la de tus amigos a tu tumba. ¿Quién sabe?
XOXO
—V.
— ¡Ho-ly-shit! —murmuré
Un escalofrío recorrió mi espalda. Tragué en seco mientras leía la etiqueta una y otra vez detenidamente.
— ¿Es de alguien en especial? —preguntó Ethan, tocando mi hombro.
Di un pequeño brinco—. Es un nombre que no conozco —dije con voz temblorosa—. Vayámonos, ya no quiero estar aquí.
Arranqué la etiqueta y la metí en mi bolso, devolviendo el arreglo a su lugar; mi celular vibró, provocando que de los nervios casi lo dejara caer. Era un WhatsApp de Patrick
No podré ir amor, mis padres tienen una cena hoy y me necesitan. Lo siento
***
Desde que los oportunistas muertos de hambre llegaron todo fue un muy confuso desastre: mi abuelo se disparó, pero no se suicidó porque su disparo no fue el que lo mató, sino el disparo de alguien más.
Cuanta sincronización, ¿No?
En adición a eso las descontroladas discusiones que tuve con él ese día, en el desayuno, en la cena y la que tuvimos... Bueno eso no importa. Enterramos dos veces al abuelo.
¡Dos veces!
Muy heavy la verdad.
Mi noviazgo con Patrick se había enfriado, lo más cercano a una relación que habíamos hecho en aquellos días habían sido los besos en el instituto y el pequeño momento romántico —antes de volverse incómodo, claro—, mientras veíamos Mean Girls. Además de eso...
¿Pueden creer que mi abuelo me condenó noventa días en esa maldita villa —jamás creí que iba a maldecir yo misma la villa—, con personas que no soportaba?
Podía tolerar vivir con mis primos —no mucho—, pero podía ignorarlos.
¡Pero Anna! ¡¿Cómo era posible que iba a estar encerrada noventa días con mi enemiga en mi propia casa?!
Era obvio que no me iría —no por el dinero—, sino porque estábamos en MI casa y si Anna tenía algo de decencia no aceptaría quedarse en la villa.
—Verónica, aterriza —dijo Courtney, chasqueándome los dedos en la cara—. Te necesitamos aquí, no en Saturno.
Pestañeé un par de veces y me eché hacia atrás.
—Estaba pensando —me excusé.
—Espero que estuvieras pensando en quién carajos es V —dijo Courtney—. Y si no era en eso, espero que estuvieras pensando comprar oxigenantes cerebrales, tanto tinte te quemó las neuronas.
—De hecho estaba pensando en comprarte vitaminas —dije con ironía—. Se te ve tanto el hueso que no necesitas una máquina de rayos x.
—A ver, brujónica —dijo Courtney, inventándome otro apodo—. Créeme cuando te digo que nada anhelo más que seguirte humillando, pero right now necesitamos averiguar quién mató al abuelo.
— ¡Dejen de pelear! —exclamó Matthew.
— ¿Dónde dijiste que encontraste esto? —preguntó Joey.
—En la tumba de mi madre, junto con un arreglo floral.
—Esto es una clara amenaza —dijo Sabrina.
—Antes no me tomaba a V en serio, pero con esto... Si me puso los pelos de punta —admití.
— ¿Por qué simplemente no vamos con la policía? —Sugirió Courtney—. Que ellos se encarguen de averiguar quién está enviando los mensajes. Después de todo es su trabajo, ¿O no?
—Además, si creemos que V y el asesino del abuelo son la misma persona, dejemos esto a la policía, después de todo estaríamos tras la misma persona, ¿O no? —agregó Matthew.
—Después hablamos de eso —dijo Louis—. Verónica, necesitamos que hables con Maddison.
— ¡Maddison era la secretaria! —espeté—. Dudo mucho que sepa algo sobre los que trabajaron aquí esa noche.
Ya me tenían un poco harta con el tema.
—Nada pierdes con preguntar —dijo Matthew—. Es más, ella debe morir por estar bien contigo, después de todo eres la que vivía con el abuelo.
—Voy a hablar con ella, pero si no tiene la bendita lista no me vuelvan a mandar como tributo.
Sí como en los juegos del hambre.
Me retiré de la sala y me dirigí hacia el comedor junto a la piscina, donde estaban mis tíos hablando con Maddison, y con lo poco que había visto de ellos en esos días supuse que le estaban exprimiendo toda la información que pudieran sobre su pasado. Aclaré mi garganta para captar la atención de todos, cosa que logré inmediatamente.
— ¿Maddison? —Ella alzó la mirada—. ¿Puedes regalarme un minuto?
— ¡Claro! —Accedió de inmediato—. Permiso —dijo, levantándose de la silla.
La examiné rápidamente con la mirada: tenía un ridículo sombrero Fedora negro, con un vestido negro largo y ridículamente ajustado, con unas convencionales zapatillas kitten negras.
¿Qué rayos le vio el abuelo?
La encaminé hasta un sillón columpio que estaba rodeado por arbustos de pino y nos sentamos.
—Cuéntame —dijo— ¿En qué puedo ayudarte?
—De hecho, quería hacer las paces contigo —dije cabizbaja—. Quería disculparme por lo que dije durante la cena la noche que el abuelo... Bueno, ya sabes que pasó.
—Tranquila —dijo, sobando mi hombro derecho—. No tienes que...
—No, si tengo —interrumpí—. Mi comportamiento no fue el adecuado; realmente estaba celosa porque mi abuelo no compartió conmigo su relación y siempre pensé que compartíamos todo. Si te propuso matrimonio es porque vio algo especial en ti, no ha habido otra mujer después de mi abuela. Prometo ver lo que mi abuelo vio en ti. ¿Borrón y cuenta nueva? Quiero comenzar de nuevo.
—Está bien —extendió su mano y las estrechamos.
—Bienvenida a la familia Maddison.
—Por favor, llámame Maddie.
—Está bien, Maddie.
—Debo volver, estaba hablando sobre la empresa con tus tíos —dijo, levantándose del sillón.
—Maddie, con respecto a lo de la fiesta —dije, sosteniendo su muñeca—. Quería saber si podrías hacerme un favor... ¿Sabes qué? Mejor no.
—No, tranquila, puedes pedirme lo que sea —insistió.
—Bueno, sé que eras la secretaria de mi abuelo...
—Asistente —corrigió—. Pero no importa, continúa.
—Bueno, quería preguntarte —dije, dando un preámbulo a mis intenciones—. ¿De casualidad no tienes una lista de los empleados de la fiesta?
— ¡Claro! —dijo—. Yo planeé la fiesta con tu abuelo, lo único que no planeamos juntos fue el que me haya propuesto matrimonio.
— ¿Estás segura? —pregunté.
— ¡No tengo ningún problema! —afirmó—. Es más, creo que tengo las copias de los currículums en el apartamento. Hoy lo primero que empacaré será eso y mañana a primera hora te los entrego.
— ¡Gracias! —le sonreí.
—Pero... ¿Para qué necesitas eso? —curioseó.
—Estoy de cupido —dije, pensando en que inventarle—. Mi amiga Emma conectó con uno de los meseros, y para que a ella le guste alguien es imposible.
—Que noble de tu parte conseguirle el amor a tu amiga.
— ¡Gracias! Suelo hacerlo por las personas que quiero.
—Bueno, como te dije, me tengo que retirar, permiso.
—Hablamos luego Maddie.
¡Esa perra cayó en mi juego!
¿Quién pensaría que las clases de actuación a las que asistía no me servirían de nada?
Me devolví a la sala con los chicos para darles la noticia, encontrándome con que no estaban ahí; fui al piso superior y entré en la habitación de las chicas, donde estaban ellos reunidos.
— ¿Qué lograste hacer? —preguntó Louis, exhalando el humo de su cigarro por la ventana.
—Fue más fácil de lo que pensé —alardeé—. Le pedí "disculpas" —hice comillas con las manos—. Por mi reacción la otra noche, le di la bienvenida a esta villa convertida en infierno y luego se lo pedí.
— ¿Te dará una lista con los nombres? —preguntó Sabrina.
—Mejor, una copia de todos los currículums.
— ¡Un trago por eso! —exclamó Joey, bebiendo un sorbo de su petaca.
—Increíble —dijo Matthew al mismo tiempo.
—Increíble es que se haya tragado mis disculpas, yo nunca me disculpo.
—Pues deberías —dijo Courtney—. Porque por tu culpa tenemos a un imbécil tras nosotros.
— ¿Por mi culpa? —pregunté confundida—. ¿Por qué el que V nos mande mensajes es mi culpa?
— ¿En serio vas a preguntar eso? —Dijo Courtney, blanqueando sus ojos—. A ver, estupirónica, tú eres la que vive aquí y nadie nos conoce, ¿Por qué tendríamos a alguien detrás de nosotros?
—No vayan a pelear ahora —dijo Sabrina—. Concentrémonos en averiguar quién está haciendo esto.
—Este es el plan: si mañana a primera hora Maddison te da las copias me las entregas a mí y yo investigaré mientras ustedes van a clase, y todos vamos en la tarde a la policía con los teléfonos y la nota que te dejaron en el arreglo floral —añadió Louis, refiriéndose a mí.
—Anyway, ya me cansé de ustedes, ¿En serio mañana irán al instituto?
—Sí, cuando hablabas con Maddison llegó un paquete con nuestros uniformes —explicó Joey.
—Hasta luego, babosos —dije, girándome hacia la puerta.
Blanqueé mis ojos y salí de la habitación, dirigiéndome a la cocina por un vaso de agua, donde me encontré a Evan hablando con Erick.
—Verónica —llamó Evan—. ¿Quieres ir de una vez a lo de la fiesta?
—No tengo ánimos —dije, negando con la cabeza—. Voy a subir a mi habitación, hagamos eso mañana. ¿Te parece?
—Claro, no hay ningún problema —accedió
—Bien, mañana pasas por mí al instituto y luego me dejas aquí
—Perfecto, así será.
—Permiso —dije, saliendo de la cocina para dirigirme a mi habitación.
Al entrar en mi habitación, cerré la puerta detrás de mí, asombrada por lo que estaba viendo sobre mi cama.
— ¡Ho-ly-shit! —murmuré.
***
GLOSARIO.
Right now: Ahora mismo
Anyway: De todas formas.
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