Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

PRÓLOGO.

Jeff

Martes por la noche.

Una brisa fría y lluviosa soplaba por las calles de Rosefield, el apacible —hasta antes de aquella tragedia—, pueblo en el que estaba.

Mis brazos estaban cruzados sobre mi pecho mientras veía como algunas gotas de lluvia se deslizaban por el oscuro vidrio de mi oficina, con un vaso de whiskey en mi mano derecha.

Diversas opiniones daban vueltas en mi cerebro, amenazando con apoderarse de la poca cordura que me quedaba tras un par de meses de búsqueda. Los pensamientos iban y venían como un boomerang en mi cabeza.

Por un lado debía sentir alivio.

Finalmente teníamos en la sala de interrogatorios al psicópata que arrebató la paz de los ciudadanos de Rosefield durante tres meses —en especial a los miembros de cierta familia poderosa—. Pero en ocasiones una pequeña voz en mi cabeza no me dejaba celebrar mis victorias.

¿Qué ocurría si nos habíamos equivocado?

Por alguna razón presentía que aún no teníamos al responsable de tan atroces crímenes bajo nuestra supervisión.

¿Habíamos llegado al fin de ese caso?

¿Atrapamos a la persona correcta?

¿Una vez más se estaban burlando de nosotros?

Porque por más que me costara admitirlo no sería la primera vez que nos equivocábamos, pues nos había envuelto de manera tan perfecta en su juego retorcido que nos convirtió en simples peones en su tablero de ajedrez.

Supo cómo manejarnos a su antojo durante un tiempo, por más que me costara aceptarlo.

Me odiaba a mí mismo por permitírselo, nunca nadie se había burlado tanto de mí, y sinceramente no me gustaba.

Daba vueltas alrededor de mi oficina gracias a la ansiedad, sosteniendo mi vaso de cristal entre mis manos.

El candelabro que colgaba del techo estaba apagado y lo único que aportaba un poco de luz era la lámpara de escritorio que tenía encendida, la cual iluminaba los expedientes abiertos que estaba leyendo un rato antes de comenzar a beber.

Después de dar vueltas en círculos por el lugar decidí sentarme para recostarme en mi escritorio a descansar: hice espacio apartando los expedientes del caso, puse el vaso —que aún contenía whiskey—, a mi derecha, crucé los brazos, puse mi cabeza sobre ellos y cerré los ojos.

Mi descanso duró un par de segundos ya que fui interrumpido.

— ¿Jeff? —llamó una voz ronca al otro lado de la puerta, la cual reconocí al instante.

Se trataba de mi amigo y compañero en esta investigación.

Su nombre no es relevante aún.

El novato —como solía llamarle—, era un poco torpe, cosa que al principio me dificultó trabajar con él ya que no tenía experiencia en investigaciones policiales —por eso su apodo—.

Aunque en ocasiones le molestase que le llamara así.

Debido a mi cansancio guardé silencio e ignoré los golpes que el novato le daba a mi puerta con esperanza de que se marchara, pero era imposible intentar descansar debido a su insistencia.

— ¿Jeff? ¡Vamos! Sé que estás ahí, abre la puerta, ¡Traje café y donas! —exclamó, tratando de convencerme.

Logró persuadirme.

Él era atento y sabía perfectamente que nunca me negaba a un café, y menos a unas donas.

Eran mi mayor adicción.

Suspiré profundamente, me levanté de la silla y caminé hacia la puerta para abrirla y dejarle pasar.

—Estamos a oscuras —dijo.

Encendí la luz y cerré la puerta una vez que él estuvo dentro.

—Aquí tienes —colocó las donas en el escritorio y se sentó en el sillón de cuero.

—Gracias —dije mientras abría la caja azul que contenía las donas.

Alcé las cejas al ver que eran cubiertas de chocolate.

— ¡No hay problema! —Exclamó con amabilidad—. Últimamente estás bajo mucho estrés. Tienes que quitarte cargas que no tienes, pero no las liberes de esta manera —añadió, mientras agarraba el vaso que aún contenía un poco del whiskey del cual bebía minutos antes.

—Un trago de vez en cuando no significa que tenga problemas con la bebida.

—Recuerda que aún no puedes beber, estamos esperando a que la señorita Altamira reaccione para poder interrogarla —aconsejó con voz autoritaria.

—Cálmate un poco, yo sé perfectamente lo que hago —aclaré—. Además, estoy sobrio —añadí, bebiendo un sorbo de mi café.

Mi compañero se dispuso a hablar de cosas a las cuales no presté atención, pues fijé mi vista en la pizarra de sospechosos que tenía unos metros a la derecha de la puerta, viendo que finalmente había una fotografía concreta en el lugar del culpable.

— ¿Qué tienes? —Inquirió el novato, sacándome de mis pensamientos—. Te noto muy distraído, ¿Necesitas algo?

Si había algo que caracterizaba al novato era su atención y dedicación al trabajo, lo cual compensaba —en ocasiones—, su torpeza.

—Noticias, eso es lo único que quiero y realmente necesito —suspiré profundamente, poniendo en evidencia mi clara frustración.

—Debemos ser pacientes —dijo, tratando de calmarme un poco—. No olvides que ha pasado por mucho, no deber ser fácil para ella asimilar todo esto —añadió, mientras hojeaba el expediente de «V».

Si, así se llamaba el caso.

—Tampoco fue fácil para nosotros, te recuerdo que gracias a V perdimos a varios de nuestros compañeros, todo por este «juego macabro» que se traía.

—Aún no lo entiendo, ¿Cómo una persona puede estar tan inestable mentalmente y al mismo tiempo pensar que al asesinar tanta gente le está proporcionando un bien a alguien? —cuestionó él.

—Su inestabilidad mental fue lo que impulsó esos deseos violentos, al mismo tiempo que creía que le estaba haciendo justicia a alguien —respondí, para luego darle un mordisco a mí dona.

—Sé que era una persona que había pasado por mucho, pero pensar en que esta matanza resolvería algo —se detuvo, quedando pensativo un par de segundos. Finalmente tragó grueso y continuó—. De verdad estaba mal de la cabeza.

— ¡Jefe! —gritó mi secretaria entrando a la oficina.

— ¿Por qué tanto alboroto? —Pregunté, frunciendo el ceño—. ¿Qué te dije acerca de tocar antes de entrar?

— ¡Sí sí sí! —Dijo mientras salía de la habitación para tocar la puerta repetidas veces—. ¡Jefe!, ¿Puedo pasar?

Cubrí mi rostro con mi mano derecha y di un ligero suspiro.

¡DIOS! Carol no me jodía más la paciencia porque no practicaba.

—Pasa, Carol —ordené, retirando la mano que tenía en mi rostro.

—Ya toqué la puerta ¿Feliz? —dijo Carol, haciendo un gesto de sorpresa.

—Habla de una vez, ¿A qué se deben los gritos? —Pregunté, cruzándome de brazos—. Porque debe ser algo demasiado grande para que estés como perro por su casa.

—Es sólo que imaginé que querrías saber que la señorita Altamira salió del limbo —Carol tambaleó un poco su cabeza, con la boca abierta y moviendo los ojos en todas direcciones, haciendo burla del «trance» en el que se encontraba la señorita Altamira—. En el que estaba.

Mordí mi labio inferior, conteniendo las ganas de reírme.

Carol no solo era una chica muy atractiva, también era increíblemente elocuente.

Su piel era pálida, suave y delicada; su cabello color castaño claro hacían juego con sus hermosos ojos color miel, acompañado con un cuerpo de gimnasio increíble.

Los tres salimos de mi oficina y nos dirigimos a la sala de interrogatorios, siendo el novato y yo quienes entramos a aquella habitación con iluminación tenue; Carol se quedó en la habitación contigua para vernos a través del espejo de un sólo reflejo que unía ambos cuartos.

Un silencio inquietante reinaba en aquél sombrío lugar.

La señorita Altamira estaba recostada encima de la mesa y parecía no percibir nuestra presencia aún, por lo que me vi obligado a ser el primero en hablar.

—Señorita Altami... —fue lo que alcancé a decir antes de ser interrumpido.

— ¿Alguna vez se han preguntado si todo lo que un día creyeron es cierto? —preguntó Verónica levantando su vista hacia nosotros—. O mejor aún ¿Sí toda su vida es completamente real?

— ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, cruzando mis brazos.

— ¿Saben algo? Toda mi vida ha sido una completa mentira —dijo, dando una pausa—. He vivido una completa farsa desde que nací. Todo esto que ha pasado últimamente, los secuestros, asesinatos... —contabilizó, quedando en silencio un par de segundos—. Todo esto por mí, para que al final me sintiera tan vacía como lo hago ahora —agregó, mientras se le escapaban algunas lágrimas.

— ¿Qué te dijo? —preguntó el novato en un intento por sacarle información.

—No quiero hablar de eso ahora mismo, sólo digamos que últimamente he aprendido más de mí.

— ¿Cómo así? Debes explicarte mejor —dije, ya que el intento de mi compañero no funcionó.

—Sinceramente no quiero hablar con ninguno de los dos, pero supongo que no tengo alternativa, ¿O sí? —cuestionó Verónica acomodándose el cabello.

—Supones bien —aclaré.

—Aún estoy armando el rompecabezas que me dijo, y lastimosamente todo resultó ser cierto.

— ¿Cómo fue que te secuestraron? —curiosee, porque ciertamente no hubo testigos de lo que pasó.

—Bueno, como ustedes ya deberían de saber, los que estábamos siendo afectados por el asesino recibíamos mensajes anónimos —explicó Verónica.

—Sí, nosotros estamos al tanto de eso —dijo el novato.

—Recibí un mensaje de ese número privado del que nos estaban acosando, quería verme —explicó Verónica—. Fijó un punto de encuentro y me dio instrucciones.

— ¿Y ese punto de encuentro es...? —pregunté, apoyándome de la mesa.

—Un lugar a las afueras de la ciudad, un terreno que yo ya había conocido —respondió Verónica—. Solía ir con mis padres a acampar ahí... Es uno de los pocos recuerdos que me quedan —una lágrima se escapó de su ojo, deslizándose por su mejilla.

— ¿Por qué tomaste la decisión de ir sola a ese lugar? —preguntó mi compañero.

—Soy asquerosamente rica, pero no soy tonta —aclaró Verónica—. Llevé un arma, pero como saben no me funcionó; escuché pasos a mis espaldas y una rama romperse. Ya tenía el arma en la mano, estaba lista para matar en ese momento, era mi vida o la del asesino —una lágrima se deslizaba por su mejilla—. Pero antes de que pudiera voltearme me taparon el rostro con una pequeña toalla, y-yo intenté liberarme pero me inyectaron algo y caí desmayada al suelo —agregó con voz quebrada.

Verónica apretó sus labios e inclinó un poco su rostro a la izquierda, secándose la lágrima que le corría por la mejilla con un pañuelo.

— ¿Y luego? —preguntó mi compañero.

— ¿Cómo que "y luego"? Idiota —espetó Verónica—. Desperté con los ojos vendados y amarrada a una silla.

—Y para ti, ¿Qué es lo peor de todo esto? —preguntó el novato.

—Lo peor es que en vez de interrogar al asesino están aquí preguntándome estupideces a mí —dijo Verónica antes de quebrarse en llanto—. Como si yo fuera la culpable y habría deseado ser secuestrada y que mi familia pasara por todo este mal rato, y que desgraciadamente la única que sobrevivió a todo eso soy yo.

— ¿Qué te dijo? —preguntó mi compañero.

—Espero que algún día pueda ganarme la vida siendo chismosa como tú —dijo Verónica, soltando un fuerte golpe a la mesa—. Deja de ser tan metido, me sentiría más cómoda hablando sólo con Collins.

— ¿Por qué tantas contradicciones? —cuestionó el novato frunciendo el ceño— Hace un rato no querías hablar con ninguno, ahora sólo quieres hablar con él.

—Ambos me asfixian —admitió Verónica, rompiendo nuevamente en llanto—. No me dejan ordenar mis ideas. Además, tengo un mar de pensamientos, estoy lidiando con un montón de cosas y ustedes no ayudan ni un poco —tomó una bocanada de aire y continuó—. Pienso en cómo afectó mi vida de la manera más horribles y retorcida, a través de extorsiones, acosos, tortura y asesinatos, afectando a muchas personas, pero teniendo a mi familia como foco de atención.

—Te comprendo —dije, tratando de tranquilizarla.

Verónica estaba triste, alterada y en shock, dejando de lado a la fría, calculadora, sarcástica, malcriada y defensiva persona a la que estábamos acostumbrados a interrogar.

Ella nunca antes se había quebrado en un interrogatorio.

— ¡No! —Gritó Verónica secándose el rostro con sus manos—. No intentes de ponerte en mi lugar porque no sabe por todo lo que estoy atravesando ¿Ok? No intenten hacerme sentir mejor porque no lo lograrán; yo di por muerta a esa persona y ahora me sale con todo esto —espetó molesta, quedando en silencio durante un par de segundos—. "Todo lo hice por tu bien", habría preferido morir a presenciar tantas muertes, nunca me voy a tragar todo esto —respiró hondo y continuó—. Es horrible ser la única sobreviviente de V.

—Pero... —murmuró mi compañero.

— ¡Pero nada! —Interrumpió Verónica, levantándose de la silla y golpeando la mesa—. Soy la única que desgraciadamente sobrevivió a esta tortura.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó el novato, mientras sentaba a Verónica nuevamente.

— ¡¿Cómo crees que me voy a sentir?! —Gritó ella enojada, sentándose nuevamente en la silla y masajeando sus sienes—. Sí todos aquí son igual de imbéciles que tú ya entiendo como V logró su objetivo.

—Deberías calmarte —sugirió mi compañero—. Tanto estrés hará que envejezcas rápido.

—Y tú deberías irte, llevo rato echándote de aquí —dijo Verónica.

—Después de todo por lo que pasaste realmente me sorprende que sigas igual de terca y malcriada como siempre —dijo el novato cruzando sus brazos.

—Así soy y seré siempre, ya deberías de estar acostumbrado —dijo Verónica.

—Sólo me acostumbro a lo importante —dijo el novato para provocarla.

Aunque él a veces era torpe, sabía exactamente cómo encender la mecha.

—Te recuerdo que soy figura pública. Debo aparentar estar bien después de todo esto, lo que pasa es que tú eres un simple asistente que depende de un sueldo miserable para vivir —dijo Verónica—. Ya me imagino los encabezados de todos los medios de comunicación «Verónica Altamira, la sobreviviente», y aunque muchos lo tomarán como un logro, para mi será una maldición.

—Te recuerdo que si no fuera por este asistente que gana un sueldo miserable para poder vivir tú estuvieras muerta en este preciso momento —dijo mi compañero.

— ¡Ya basta! —grité, dándole fin a la absurda pelea que tenían—. Entiendo la inmadurez de Verónica, ¿Pero tú novato? Sinceramente me decepcionas.

— ¿En serio vas a hablar de madurez? —Cuestionó Verónica—. Inmadurez es tenerme de frente por tanto tiempo y no hablarme de algo que a V no le costó para nada decírmelo.

Tomé una bocanada de aire y masajeé mis sienes, ignorando por completo lo que Verónica acababa de decir.

— ¿Por qué hace un momento estabas triste y confundida y ahora estás tan fría y dura como el hielo? Después de todo pareciera que nada te afecta —dije, frunciendo el ceño.

—Te recuerdo que llevo horas tratando de entender todo lo que me pasó, intentando hacerme sentir mejor yo misma porque sus intentos son absurdos, por lo menos ahora V está tras las rejas y no libre por ahí, con una bola de inútiles siguiéndole el rastro.

—Te recuerdo que gracias a esta «bola de inútiles» estás con vida, y que perdimos a un compañero en tu rescate —dijo el novato.

— ¿A qué llamas rescate? —Preguntó Verónica—. Se entregó porque le aburrió seguir jugando con ustedes, ¿Por qué no lo atraparon unos muertos atrás? Así al menos no habría sido la única sobreviviente de mi familia.

— ¿Por qué no dejas de repetir que eres la única sobreviviente de tu familia? —Preguntó mi compañero—. ¿No te has enterado aún?

— ¿Por qué lo dices? —Preguntó Verónica, frunciendo el ceño como muestra de su confusión—. ¿Quién más sobrevivió?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro