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IX. El caballero negro.

Verónica

Finalmente era viernes, lo que suponía el fin de una semana infernal que parecía eterna e increíble.

Pero no en el buen sentido.

Primero mis familiares de visita, luego la fiesta donde asesinaron a mi abuelo y apareció V, que pese a que acordamos hablar de eso con la policía aún no lo habíamos hecho; sin mencionar la discusión que tuve aquel miércoles con Patrick —que fue el mismo día que me enteré de la condena de tres meses que nos había dejado Alberto—, pero lo que aliviaba un poco las cosas era que Louis habló con los meseros el día anterior, mientras los chicos y yo estábamos en el West Coast.

Por mi parte estaba un poco tranquila: no había recibido mensajes de V desde el entierro del abuelo, pero lo que me inquietaba era que Adam iba a contarnos la noche anterior algo que tal vez sería importante sobre el asesinato de Don Alberto, pero en lugar de eso nos dejó plantados en el estacionamiento del instituto.

Esperaba que no tuviera en mente contar aquél asunto...

Al menos ya le había pagado para que mantuviera su boca cerrada.

— ¿Estás bien? —preguntó Ethan, frunciendo el ceño.

Íbamos de camino al instituto en el Audi del abuelo. No esperaban que me fuera con mis primos, ¿O sí? Lo único que me unía a ellos en esos momentos era V, y así quería mantener las cosas.

— ¿Y eso a ti qué? —respondí a la defensiva.

— ¿Sigues molesta por lo de la piscina? —preguntó, deteniendo el auto en un semáforo en rojo y mirándome de reojo, expectante.

El silencio fue mi mejor respuesta.

Ethan respiró hondo conteniendo el aire por unos pocos segundos, luego lo soltó y continuó manejando—. A juzgar por tu vestimenta creí que me animarías, no que me ibas a ignorar —dijo con tono sarcástico y burlón, haciendo referencia a que llevaba puesto el uniforme de las animadoras.

Miré por la ventana, intentando ocultar lo ruborizada que estaba—. Esa es mi forma de animarte.

— ¿Animarme a qué?

—A que mantengas tu boca cerrada. Si te estoy ignorando no me hables.

—No me estás ignorando —añadió, esbozando una sonrisa juguetona.

Blanqueé mis ojos—. ¿Qué sabes tú de lo que estoy haciendo?

—Hazte esa pregunta a ti, porque ignorarme te sale tan mal que caes antes mis provocaciones —concluyó, seguido de una sonrisa. Frenó el auto enfrente del West Coast.

—Sé perfectamente lo que hago, es parte de mi juego —sentencié.

Me incliné hacia él: nuestros rostros estaban tan cerca en ese momento que pude notar el cambio en su respiración, coloqué mi dedo índice sobre su pierna y comencé a dibujar círculos imaginarios sobre ella.; luego, moví mi mano hasta su torso, recorriéndolo despacio. Tomé su mentón entre mis dedos y mordí mi labio inferior; Ethan cerró los ojos inclinándose de a poco hacia mí, y cuando estaba a punto de besarme me incliné hacia atrás.

Le di dos fuertes palmadas en su mejilla derecha—. ¡Vamos equipo! —exclamé, agarrando mi bolso y bajándome del auto.

Se sentía tan bien tenerlo controlado.

Vi como el auto se alejaba del estacionamiento del instituto antes de encaminarme hacia los interiores del West Coast.

— ¡Verónica! —llamó una voz femenina mientras subía los escalones hasta la entrada principal.

Me detuve en seco, volteando a ver de quién se trataba.

— ¿Cómo estás? —preguntó Rachel con cierto nerviosismo, una vez que estuvo a mi lado.

Nos saludamos con un beso en la mejilla y continuamos subiendo los escalones.

—Con altas y bajas —admití, evaluando rápidamente los sucesos de aquellos días. Ella abrió las puertas principales para ambas—. ¿Qué hay de ti? Pareciera que viste a un fantasma.

—Tranquila, no vi nada indebido —dijo, dándome un ligero golpe con su codo derecho y guiñándome el ojo.

¿Había visto como coqueteaba con Ethan en el auto?

— ¿A qué te refieres? —pregunté, encaminándome hacia mi casillero.

—Nada —negó, jugando con unos mechones de su cabello castaño mientras veía a nuestros alrededores.

—Entonces, ¿Por qué tan nerviosa?

Rachel frunció sus labios mientras quedaba pensativa durante un par de segundos, como si buscara las palabras exactas para decírmelas; luego comenzó a morderse la uña del pulgar derecho y se recostó en el casillero contiguo, a la par que yo guardaba mis pertenencias en el mío. Después de todo tenía entrenamiento de animadoras a primera hora.

— ¿Recuerdas a las cinco aspirantes seleccionadas del reclutamiento del lunes? —Preguntó, a lo que respondí asintiendo con la cabeza—. Dos de ellas se retiraron.

¡Ho-ly-shit! —murmuré.

Liberé un profundo suspiro al cerrar de golpe mi casillero sin tan siquiera confirmar que el listón que sujetaba mi cola de caballo estuviera derecho en la puerta del mismo.

—Pero ya tengo a dos nuevas candidatas —informó.

— ¡Genial! Que nos esperen en el gimnasio y hacemos la prueba.

—De hecho ya todas estamos allá, sólo estábamos esperando por ti.

— ¿Ya estaba abierto el gimnasio? —pregunté confundida,

Siempre teníamos que buscar al conserje para que nos abriera: habitualmente lo mantenían cerrado porque muchos chicos se escabullían en él, le decían el gimnasio del amor —creo que no hace falta explicar por qué—.

Rachel asintió en respuesta—. Al parecer ya se acostumbraron a que los viernes a primera hora sea nuestra práctica.

—Vamos entonces.

—Ya les hice una prueba previa, y creo que están a la altura del equipo. Sólo falta que tú lo apruebes.

—Me parece bien, pero... —murmuré dudosa—. Si sólo esperaban por mí, ¿Por qué no tomaron la decisión Emma y tú? Después de todo son cabecillas junto conmigo.

—Porque a mí me agradan, pero Emma cree que no te gustará la idea.

— ¿Por qué no habría de gustarme?

—Me imagino que tú dirás cuando las conozcas.

Al llegar al gimnasio, todas las chicas me saludaron de manera animada, y Rachel señaló hacia las gradas, indicándome donde estaban las dos aspirantes.

— ¡Ho-ly-shit! —murmuré, subiendo los escalones.

Ya sabía por qué Emma estaba tan preocupada.

— ¿Qué creen que están haciendo?

—Integrándonos, primita —dijo Courtney—. Yo era capitana en mi antiguo instituto, y quería ver si tu grupito de fracasadas está a mi altura.

— ¿Y tú qué? —pregunté a Sabrina.

—Sólo quería hacer algo diferente, ya sabes... Un nuevo comienzo en una nueva escuela.

—Pues busquen su nuevo comienzo lejos de aquí —giré sobre mis talones y bajé un escalón.

—No creo que te convenga, primita —dijo Courtney, haciendo que volteara nuevamente hacia ellas.

— ¿A qué te refieres? —pregunté, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

—Bueno, según dicen las malas lenguas, estás pasando de Queen Bee a ser la chica con más hate de aquí —explicó Courtney.

— ¿Y?

—Ya todos saben que somos familia —puntualizó Sabrina.

—Y si se enteran que le negaste la entrada a tu grupito de cheerlosers a tus queridas primitas créeme que quedarás como la más odiada —añadió Courtney.

—Bueno, eso sí es posible que te odien más —concordó Sabrina.

Le dieron justo en el clavo: mi ego.

—Está bien, inútiles —accedí sin otra alternativa—. No me queda de otra, así que vengan conmigo.

Bajamos desde las gradas hasta la cancha del gimnasio, el aire estaba enfriando más de lo normal y las chicas estaban estirando para comenzar la práctica. Emma, Rachel y yo estábamos usando el uniforme de las animadoras, el cual constaba de una franela manga larga color turquesa con franjas blancas y negras, la palabra cheer en el frente y una corona dorada bordada en la espalda; una falda —probablemente más corta que mi vida—, color turquesa con franjas blancas y negras, tenis blancos, un listón en el cabello a juego con el uniforme.

Soplé el silbato para llamar la atención de las presentes.

—Bueno, para acabar con la dictadura, como ya ustedes conocieron a estas chicas y las vieron bailar, ¿Quién está a favor de que entren en el equipo?

Todas —a excepción de Emma—, levantaron las manos.

—Bueno, bienvenidas —dije con fastidio, blanqueando los ojos—. Póngase al fondo y sigan nuestros pasos.

Me incliné para encender la música y colocar Bang Bang de Ariana Grande: un ligero mal olor penetró mis fosas nasales, pero no le di importancia. Noté que al otro extremo del gimnasio —justo al lado de la salida de emergencia—, había alguien sentado con un disfraz que no logre detallar debido a la distancia.

— ¿Y él? —pregunté a las chicas.

—No lo sé —dijo Emma—. No me había fijado de que había alguien más aquí.

— ¡Tú, el de disfraz raro! —gritó Rachel.

— ¡¿Te importa?! —Grité, refiriéndome a mí y las chicas—. ¡Vamos a ensayar y queremos privacidad!

Tal parecía que la persona que estaba sentada en el piso junto a la salida de emergencia estaba durmiendo, pues no respondió a nuestros gritos.

— ¡Está bien, pervertido! —grité—. ¡Tú allá y nosotras acá!

Dejando ese punto claro, encendí la música e hice una seña a las chicas para comenzar a practicar, pues habíamos perdido tiempo con el raro junto a la salida de emergencia y decidiendo si meterían a mis queridas primitas — ¡Puaj! No podía decirlo ni en broma—, en el equipo.

***

Por más que me costara aceptarlo Sabrina y Courtney se acoplaron rápido al equipo, e hicieron la coreografía mejor de lo que esperaba. No tendría que preocuparme tanto por ellas al menos.

— ¿Cuándo haremos la fiesta de pijamas de bienvenida? —preguntó Emma. Todas estábamos sentadas en círculo hidratándonos y tomándonos un descanso.

—Bueno, podría ser mañana en mi casa, o en la cabaña familiar —sugerí—. Yo les aviso.

— ¡Perfecto! —exclamó Rachel.

— ¿Qué hace ese tipo ahí todavía? —cuestionó Sabrina, señalando al disfraz junto a la salida de emergencia.

Lo miré por encima de mi hombro, dado a que me encontraba de espaldas hacia él.

— ¡Llamaremos a la seguridad del campus! —gritó Rachel.

—Ya estoy harta —dijo Emma—. Comienza a incomodarme.

—Igual y es uno de los del equipo jugándonos una broma —sugerí.

— ¿Y si nos acercamos? —Sugirió Courtney—. Ha estado toda la práctica en la misma posición... Sólo digo.

—Me da miedo —confesó Sabrina.

— ¡A ver! —Dije, levantándome de mi puesto—. Con esa actitud de perdedoras no entrarán en el West Coast Cheer ni de broma, así es como hacemos las cosas aquí. Nada nos asusta, ¿Verdad Rachel?

—Sí —afirmó ella, parándose a mi izquierda—. Vamos Em.

—Caminen, voy justo detrás de ustedes.

Una vez que le dimos la espalda a las nuevas nos miramos las caras, las tres estábamos igual de aterradas.

¿Qué pasaría si era un ladrón?

¿O si nos atacaba?

Nos fuimos acercando a la persona con cautela: noté que estaba vestido de la mascota del instituto, Los Caballeros Negros de West Coast.

—Hey, idiota —dije.

Emma le dio una leve patada y la persona cayó como un costal de papas al suelo—. ¿Qué es ese olor?

Las tres nos tapamos las narices, pues realmente olía desagradable.

—Mira esa mancha en la pared —señaló Rachel con su mano libre.

—Tierra llamando a persona —dije, dándole una leve patada sin conseguir respuesta.

—Esto no me está gustando —admitió Rachel—. ¿Qué haremos Verónica?

—De seguro es algún drogadicto que no se ha bañado en días —dije, tratando de fingir tranquilidad—. Quítale la máscara.

— ¿Y por qué yo? —se opuso Rachel.

—Si no lo harás tú... —murmuré—. Entonces que lo haga Emma.

— ¿Dónde quedó el discurso de "valentía" que nos acabas de dar? —Espetó Emma, haciendo comillas con sus dedos—. Demuéstranos lo valiente que eres.

— ¿Eres policía o qué? —bromeé—. ¿Ahora todo lo que diga será usado en mi contra?

—Verónica quítale la máscara —espetó Rachel.

— ¡Son unas cobardes! —exclamé.

Tragué saliva, tan fuerte que lo hice audible: me agaché junto al cuerpo acostado de la persona y por un momento perdí el equilibrio, haciendo que me sujetara de su torso.

¡Puaj!

Estaba húmedo; sacudí mi mano con delicadeza, le quité la máscara y me caí hacia atrás, sobre mis nalgas.

Rachel, Emma y yo no hicimos más que sólo una cosa: Gritar.

Las chicas corrieron hacia donde estábamos y gritaron junto a nosotras.

Era Adam.

No tenía sus ojos, se los habían arrancado como si fuese un muñeco.

Su cuello estaba degollado y lleno de sangre —al igual que su cara y su cuerpo—, por lo que revisé mis manos: la que posé sobre su torso y con la que le quité la máscara: ambas llenas de sangre. Tenía sus lentes puestos, con la cinta adhesiva aún en ellos debido a que se los rompí el otro día.

Dios, desearía no haber visto la escena tan horrible que acababa de presenciar.

Me levanté en shock con mis manos ensangrentadas lejos de mi uniforme; nuestros gritos llamaron la atención de algunos profesores que tenían clases cerca del gimnasio, por lo que se acercaron y ordenaron a las demás salir del lugar. En menos de diez minutos el instituto estaba lleno de policías y el gimnasio rodeado con cintas amarillas, por lo que dieron una orden de evacuación de la escuela.

Nos tenían a todos en la cafetería: los policías hablaron primero con el personal del instituto, los docentes, coordinadores, los de seguridad y luego hablaron con nosotras —las que encontramos el cuerpo—, primero conmigo que tenía las manos llenas de la sangre de Adam aún.

—Señorita Altamira —saludó el detective Campbell—. Un gusto verla otra vez, lástima que sea de nuevo en estas circunstancias, quisiera hacerle un par de preguntas.

—Al grano detective —dije, con un hilo de voz.

— ¿Podría explicarme por qué tiene sus manos manchadas de sangre?

—Y-Yo lo hice —balbuceé—. Di-digo, y-yo no lo ma-maté, so-sólo le quité la má-máscara.

— ¿Puede decirme cómo lo encontraron?

Le conté a Campbell todo como había ocurrido: el hecho de que estaba ahí desde que iniciamos la práctica y el cómo decidirnos acercarnos a él, encontrándonos con que era Adam y que estaba... Muerto. Luego de eso él hizo algunas otras preguntas de rutina que hacía la policía, a las cuales respondí con la mayor sinceridad.

—Bueno señorita Altamira, eso es todo por ahora. Si la necesito luego, ¿Puedo contar con su colaboración?

—Totalmente detective.

—Bueno, tengo que hablar con sus compañeras —informó, despidiéndose—. Hasta luego.

—Hasta luego —me despedí.

Courtney y Sabrina se me acercaron tan pronto el detective Campbell se puso a hablar con Emma.

— ¿Estás bien? —preguntaron al mismo tiempo.

—Eso creo.

—Debes lavarte las manos —sugirió Sabrina.

— ¿Me acompañan al baño? No quiero ir sola —les pedí, caminando hacia el pasillo.

—Vamos —dijo Courtney, siguiéndome junto con Sabrina.

—Chicas, ¿Están bien? —preguntó Matthew, a quien nos topamos junto con Joey en el pasillo.

—Sí —asintió Sabrina.

— ¿Y a ti te vino el periodo o qué? —cuestionó Joey en tono burlón.

—No es mi sangre, imbécil.

— ¿Qué ha pasado? —inquirió Matthew.

—Nos encontramos a Adam —aclaré—. Bueno, a lo que quedaba de él.

Joey giró el pomo de la puerta del baño por mí y la empujó hacia adentro; pasé al baño siendo seguida por las chicas, Sabrina abrió la llave y comencé a lavar mis manos.

—No crees que esto tenga que ver con V —interrogó Courtney, frunciendo el ceño—. ¿O sí?

—Ni lo menciones —dijo Sabrina—. Se me pone la piel de gallina de sólo pensarlo.

Salimos del baño, los chicos estaban esperándonos afuera.

— ¿Cuándo hablaremos con la policía con respecto a esto? —preguntó Courtney.

— ¿Con respecto a qué? —preguntó Joey.

—Acerca de V y sus mensajitos llenos de amor —aclaró Courtney sarcásticamente.

—Quedamos en que iríamos ayer —recordó Sabrina—. Pero estuvimos ocupados pensando en qué nos diría Adam.

—Si la policía sabe que anoche nos veríamos con él, ¿No seríamos nosotros los principales sospechosos? —cuestionó Matthew

—Si V está detrás de esto créeme que hará que luzca de esa manera —agregó Courtney

—Sólo tenemos que averiguar por qué lo hizo —dije—. Me refiero, ¿Por qué Adam? Si los mensajes van dirigidos a nosotros, ¿Por qué involucrar a una persona inocente?

V posiblemente acabó con la vida del abuelo —recalcó Sabrina—. Si esto es uno más de sus juegos, tenemos que estar alerta.

— ¿Alerta por qué? —preguntó Joey.

—Debemos mantenernos a salvo, no podemos ser la próxima víctima —concluyó Sabrina.

Nos detuvimos en la entrada de la cafetería, donde los policías aún interrogaban a los estudiantes que estaban presentes —o no—, en el gimnasio. Preguntaban lo básico: si conocían a Adam y —de ser así—, si lo habían notado extraño los últimos días.

Escuchamos un rumor de que quien fuera declarando podría irse a su casa, por lo que Sabrina, Joey, Matthew y Courtney fueron a hablar con los policías para finalmente irnos a la villa. Yo — por mi parte—, me quedé de pie en el umbral de la puerta de la cafetería, saqué mi celular y le envié un mensaje a Ethan para que fuera a recogerme.

Me sumergí en mis pensamientos, pues no podía evitar sentir cierta responsabilidad y culpabilidad por lo que le sucedió a Adam.

¿Y si era como los chicos decían y V estaba detrás de eso?

Adam era tan aplicado en sus estudios y el único error que cometió fue haberse tropezado conmigo en un mal día, como lo fue cuando me derramó el café encima: había sido un accidente y no lo debí tratar de esa manera.

Una mano tocó mi hombro derecho, provocando que —de la impresión—, diera un ligero salto sin moverme de dónde estaba parada, sacándome de mis pensamientos

— ¿Estás bien? —interrogó Patrick, tomándome de los hombros.

Sinceramente no habíamos cruzado palabras desde la discusión que habíamos tenido ese miércoles en la piscina, por lo que no dudé en abrazarlo fuerte

—Tranquila, ya pasó —dijo, acariciando la parte de atrás de mi cabeza

—Fue horrible —murmuré en un hilo de voz—. Jamás imaginé que vería a una persona asesinada de esa manera... Al menos no en persona.

—Emma me contó que tú fuiste la que le quitaste la máscara. No imagino lo desagradable que fue esa escena.

—Nadie merece morir así —una lágrima se deslizaba por mi mejilla.

—No llores amor —pidió, secándome con el dorso de su mano derecha—. Que lo hayan matado no ha sido tu culpa.

—Yo lo sé, y quiero convencerme de eso —dije con voz quebrada—. Pero realmente no estoy segura —añadí, en un tono de voz inaudible.

— ¿Qué has dicho? —preguntó Patrick, frunciendo el ceño.

—Que no merecía morir, no así... No de esa manera.

— ¿Quién le habrá hecho eso? —Preguntó Patrick—. Vamos: era Adam. Apenas y se notaba en este instituto. Creo que sólo lo conocíamos quienes estudiábamos con él. Era muy callado y no se metía con nadie... O eso parecía.

—Tal vez tenía una doble vida —bromeé, tratando de cambiar el tema—. Tal vez nos odiaba a todos por no integrarlo y planeaba matarnos a todos, alguien se dio cuenta y lo detuvo.

—Creo que hizo más que detenerlo se aseguró de que no pudiera hacerlo.

—Patrick, sobre la otra noche... —murmuré, tratando de tener una conversación seria sobre lo sucedido.

—No hace falta —me interrumpió—. Mal interpreté las cosas con tu chofer, y de cierta forma tienes razón, no debí insistirte con el sexo cuando acabas de perder a tu abuelo. Sé que he estado muy distraído, pero prometo trabajar en eso y dedicarte más tiempo.

—No quiero que volvamos a pelear —dije con tono suplicante—. Al menos no así, no me gusta que estemos mal.

—Tengo que hacer unos asuntos —me informó—. Más tarde te llamo para ver cómo estás.

—Está bien —asentí con la cabeza—. Cuídate mucho amor.

Patrick se despidió con un beso en la mejilla y desapareció por el pasillo del instituto.

—Escuché que no llegó anoche a su casa —informó Sabrina, posicionándose a mi izquierda.

—Su madre no lo veía desde las siete y media más o menos —añadió Courtney, parándose a mi derecha.

Ambas ya habían terminado de hablar con la policía.

—Pobre de sus padres —dije con tristeza, viendo como estaban al final del pasillo recibiendo la noticia—. Yo perdí a los míos, pero no imagino qué es perder a un hijo, y menos de esta manera tan horrible.

—Parece sacado de una película —murmuró Sabrina.

—Escuché que la policía aún no consigue sus ojos —añadió Courtney

—Verónica... —dijo una voz masculina a mis espaldas, por lo que volteé a ver de quien se trataba—. ¿Estás lista?

Era Ethan, quien traía un paraguas en su mano

—Sí —asentí con la cabeza—. Sólo falta que digan que nos podemos ir.

—Ya podemos —dijeron Joey y Matthew, integrándose en la conversación.

—Vamos entonces, pero tomen precauciones —advirtió Ethan—. Hay un montón de reporteros allá afuera.

Y así fue como salimos de la cafetería hasta la puerta principal del instituto, la cual estaba custodiada por varios oficiales —quienes impedían que los reporteros irrumpieran en sus interiores—.

Miré por última vez al pasillo del gimnasio, encontrándome con que el padre de Adam estaba saliendo de él llorando para darle la noticia a su esposa, quien al escucharla cayó sobre sus rodillas y comenzó a llorar y gritar de forma desesperada.

Nos encaminamos a la puerta principal y los oficiales nos abrieron, por lo que salimos a las escaleras. Ethan —por su parte—, abrió el paraguas y me lo entregó, posicionándose delante de mí. Me coloqué mis gafas de sol Gucci.

— ¡Señorita Altamira! —gritaron un montón de reporteros, quiénes se me iban encima.

Ethan los apartaba. Miré hacia atrás observando que a mis primos no les prestaron atención, por lo que se desplazaron con tranquilidad.

— ¡¿Puede darnos algunas declaraciones de lo que está pasando?!

— ¡¿Es verdad que tenía una mala relación con el estudiante asesinado?! —gritó un reportero.

— ¡¿Cree usted que el asesinato de Don Altamira y el de Adam Larson estén vinculados?! —preguntó una reportera.

— ¡La señorita Altamira no tiene nada que decir! —gritó Ethan.

Mi celular vibró, por lo que lo desbloquee.

NUEVO MENSAJE
BLOCKED ID

Leí la pantalla mientras Ethan me abría la puerta del auto, fue entonces cuando volteé a ver a la camioneta donde estaban los chicos a punto de montarse. Me dieron una mirada cómplice, por lo que supe que —al igual que a mí—, les había llegado un mensaje. Entré al auto y Ethan cerró la puerta; mientras daba la vuelta al puesto del piloto leí el mensaje.

De: Blocked ID
El cuatro ojos vio demasiado, por eso le quité un par.
XOXO
V.

Tragué fuerte y la piel se me erizó: un escalofrío recorrió mi espina dorsal, mi respiración comenzó a dificultarse, se me hizo un vuelco en el pecho y una lágrima se escapó por el rabillo del ojo. Tal cual sospechábamos —desgraciadamente—, V si había matado a Adam y tal vez también a mi abuelo. Pero...

¿Adam sabía la identidad de V? ¿Eso era lo que nos diría la noche anterior?

No podía sentir nada más que culpa.

— ¿Estás bien? —cuestionó Ethan, manejando con el ceño fruncido.

Asentí con la cabeza—. Sólo estaba... Pensando

— ¿En qué? Claro, si quieres hablarlo.

—Lo que le ocurrió a Adam, debe ser horrible morir así.

—No lo imagino —dijo, en tono compasivo—. ¿Irás a su funeral?

—Sí. De hecho... —murmuré, buscando en mi galería la fotografía del arreglo floral que estaba en la tumba de mi madre—. Quería pasar por Flowers Art para encargar un arreglo.

—Si quieres vamos de una vez, no está muy lejos de aquí.

—Está bien.

Por nuestra culpa un inocente murió, y si acudíamos a la policía no sabía qué sería capaz de hacernos a nosotros. Lo único que se me ocurrió en ese momento para tener al menos una pista de quién podría estar detrás de eso era ir a la tienda de las flores que estaban en la tumba de mi madre.

***

¿Estás segura de que estás bien? —insistió Patrick, al otro lado de la línea.

—Sí amor, estoy segura —asentí con la cabeza, lo que fue estúpido dado a que no podía verme.

Estoy más tranquilo entonces.

— ¿Irás mañana conmigo al entierro de Adam? —interrogué, llevando mi dedo índice a mi labio inferior.

No puedo, saldré con mis padres de Rosefield.

— ¿No puedes quedarte?

No, vamos a un tonto día de campo con el tío Earl y sus fastidiosos hijos.

—Está bien —resoplé un mechón de mi cabello.

—De hecho, debo irme, tengo que hacer maletas.

—Está bien, te amo.

Yo igual amor.

Colgué.

Me senté en el borde de mi cama y encendí el televisor colocando el canal de noticias local, pues no había oído más nada con respecto al asunto de Adam y quería saber si ya tenían algún sospechoso. Alguien tocó mi puerta.

— ¡Pase!

El pomo de la puerta giró, provocando que esta se abriera—. Martha te manda esto —dijo Louis, quien estaba acompañado por los chicos.

— ¿Qué es? —pregunté, sujetando la caja que Louis me acaba de entregar.

—No lo sé —respondió—. Dijo que te lo han dejado los de la correspondencia por la tarde.

Miré la caja extrañada y la coloqué a mi derecha—. ¡Súbele! —Ordenó Sabrina—. Están hablando de Adam.

Las calles de Rosefield se tiñen nuevamente de rojo, pues esta vez un aplicado estudiante del West Coast High School ha sido brutalmente asesinado la pasada noche, siendo este el escenario donde fue encontrado; cuando digo brutalmente es en todo el sentido de la palabra, pues sus ojos fueron removidos y su garganta fue cortada. Un trágico final para lo que prometía ser un gran profesional a futuro. Van 2 asesinatos en tan sólo una semana, ¿Estarán de alguna manera conectados? ¿Nos enfrentamos a un asesino en serie? ¿Las calles de Rosefield ya no son seguras? Apenas la policía nos dé más detalles no dudaremos en informarles, soy Mallory Jones para Rosefield News.

Apagué el televisor.

—Bueno, al menos sabemos quién lo hizo —dijo Joey.

—No —dijo Sabrina—. Sabemos quién pero no su identidad.

— ¿Escuchaste lo que acabas de decir? —Preguntó Courtney, frunciendo el ceño—. Parece algo que diría yo.

—Ustedes me entendieron —dijo Sabrina, blanqueando sus ojos divertida.

— ¿Fuiste a la cosa de flores? —preguntó Joey, dirigiéndose a mí.

—Florería, niño —corregí—. Y sí fui.

— ¿Te dijeron quién compró las flores? —inquirió Louis.

—Sí, pero me costó cien dólares esa información además de un ramo de tulipanes que pedí para el entierro de Adam.

— ¿Quién compró el arreglo que estaba en la tumba de la tía Venecia? —inquirió Matthew.

—Dijeron que la compra estaba a mi nombre —respondí—. Pero yo no fui... Ni las mandé a comprar.

— ¿No te describieron a la persona? —preguntó Joey.

—No le vio el rostro, pero por la descripción que me dio es la misma persona que vimos en el primer funeral del abuelo, cuando llegaron los policías. Es una chica.

Todos guardamos silencio durante unos instantes.

— ¿No dijeron de quién era el paquete? —pregunté, mirando la caja que Louis me dio.

—Al parecer no tiene remitente, sólo destinatario —informó él.

— ¿Qué será? —pregunté dudosa.

Destapé la caja de cartón, y al ver lo que tenía adentro grité dejándola caer al suelo, provocando que su contenido saliera de su interior. Los chicos al verlo también inundaron la habitación a gritos.

***

GLOSARIO.

Queen bee: reina abeja.

Hate: odio

Gucci: es una firma italiana de productos de lujo con sede en Florencia, Italia. Se dedica al diseño y fabricación de artículos de moda tales como ropa, zapatos, joyas, bolsos, relojes y perfumes. Se destacan sus artículos de cuero.

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