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Un Reino de Leyendas

"Somos esclavos sólo si dejamos que el destino nos controle. Siempre hay una elección"

Julie Kagawa

Era una noche en los caminos a lo que era una ciudad que de veía a lo lejos, un hombre con una gran maleta caminaba a paso lento, justo cuando la gran puerta se cerró, lo que permitía ver lo que era la gran ciudadela. No sólo ello, este soltó un suspiro.

-Vaya. Ha pasado tiempo desde que estuve aquí y ha habido cambios, pero me imagino que no tantos como uno esperaría.

El hombre agradeció al guardia que vigilaba la puerta por su ayuda al ingreso a la ciudad, para luego seguir su camino hacia el centro de esta.

Caminó y caminó, notando como la vida nocturna se apoderaba del lugar.

Llegó a un punto que le pareció bueno, para dejar su enorme maleta de la cual se cayeron varias máscaras.

-Ah, que tonto de mí. – Recogió una máscara que parecía tener la forma de un corazón, para luego... girar. – Oh, no sabía que había gente viéndome. Que vergüenza.

El hombre en cuestión era delgado, así como también de un cabello corto marrón. Sus ojos parecían estar cerrados y una sonrisa marcaba su rostro.

-Jeje. Bienvenidos a los que se han atrevido a venir. Soy el Vendedor de Máscaras de Felicidad. De seguro ya me conocen y... - la imagen se empezó a ir a otro lado. - ¡Nonono! ¡No se vayan! – el hombre apareció de nuevo frente a quien le hablaba. – Sé que no vienen a verme a mí, pero alguien los debe de ayudar a meterse a esto.

El hombre sacó de su mochila varias máscaras, mostrando la que parecía ser una en forma de un muñeco de madera. Era extraña...

-Puede serlo, pero hace muchos años... la usó un guerrero para salvar un reino que nadie conoce. Tiene su historia, así como las demás. – El vendedor de Máscaras simplemente sacó otra, está vez mostrando una que parecía ser blanca y con el dibujo de un ojo. – Pero la verdad, siempre es solo una.

El Vendedor pasó a ver lo que era el enorme Castillo que estaba en medio de la gran Ciudadela. La miró con atención, antes de pasar a ver de nuevo a quien lo acompaña.

-Pero no creo que estén aquí para oír los desbarates aburridos de un Vendedor de Máscaras viejas. ¿no? – sonrió de manera misteriosa y hasta divertida. – Sé que están aquí para oír una historia. Una de las tantas que abundan en este reino. Pero creo que hay una que todos han oído una vez al menos, la del Niño que se volvió Hombre, para salvar el Reino. La de un Héroe que viajó a través del Tiempo para derrotar a un Rey Demonio. Pues... Esa es la historia que les relataré el día de hoy.

El Vendedor sacó de su maleta, lo que era como un pequeño cuaderno, mirando lo que estaba ahí, asintió y...

-Excelente, estamos a buen tiempo. Sin contratiempos, es más, estamos adelantados. – Guardó su cuaderno y... - Sería bueno que de esta manera, les dé un resumen y un contexto de la historia que oirán. ¿les parece? – el hombre asintió. – Perfecto. Me gusta ese entusiasmo. Ahora, veamos cual es el origen de todo.

Era el momento de la historia.

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En una tierra lejana, una que es bendecida por los cielos y por sus Diosas, esta tierra llamada Hyrule es una donde las leyendas son realidad, esta tierra que fue elegida por las Diosas ha sido prospera desde que la Diosa Hylia en su encarnación mortal y el Héroe Elegido por ella la fundaron después de derrotar al Heraldo de la Muerte, ser de pura maldad que su único deseo era destruir el mundo creado por las Diosas.

El Héroe Elegido pasó miles de periplos, viajó a través de un esposo bosque, las montañas, hasta por el mismo mar para poder hallar a la encarnación de Hylia, quien era su amiga de toda la vida.

Sólo con una espada que la Diosa había creado para su llegada miles de años atrás, unas ropas verdes y mucho coraje, el joven viajó por solo el deseo de ver a su amiga de nuevo. Sin saber que eso cambiaría el mundo.

Cada prueba que pasaba, no sólo lo hacía más fuerte, sabio y valiente, sino que le hacía entender que de una manera u otra, el destino del mundo estaba en sus manos. Que hallar a su amiga, era algo que pondría al mundo a salvo o en peligro.

Pero no era el único, también estaba el que era el más leal esbirro del Heraldo de la Muerte, el cual se metió varias veces en el camino del héroe, quien superó cada obstáculo. Cada prueba, lo acercaba más a su amiga.

Y cuando logró llegar a ella, cuando tuvo que hasta superar las brechas del tiempo mismo, ir al pasado para hallarla, es que recibió la que sería el arma que sería conocida como la Espada que Repele el Mal.

Con esta espada en su poder, así como también con el deseo de liberar a su amiga de la carga que ella tenía, el Héroe usó todas sus habilidades para aprender una canción, que la liberaría.

Cuando lo hizo y volvió a ella, es que logró no sólo liberarla, sino que creyó evitar el despertar del Heraldo. Pero no fue así, el esbirro del ser Maligno logró su meta, el alma de la chica, de Hylia hecha mortal, terminó por despertar al Heraldo. Quién en todo su esplendor, recuperó su espada, que era su leal esbirro.

Este miró al Héroe y se burló al pensar que solo un niño era lo que lo separaba de... su victoria. De hacerse con el mundo y el poder dorado que las Diosas habían dejado.

Sin perder el tiempo, además que tenía poco que perder, el Héroe siguió al ente Maligno a un lugar que bien uno lo puede llamar el fin del mundo, porque no había nada. Sólo nubes... era todo.

Y ahí paso la batalla que marcó la historia para siempre.

Tras una ardua lucha el Héroe ganó, salvo a su amiga, al mundo, pero el ser maligno antes de morir maldijo las almas de ambos a una lucha eterna contra la encarnación de su odio.

Quién herede el Espíritu del Héroe y las descendientes de sangre de la Hylia mortal, estaban condenados a pelear contra el odio del Heraldo, una y otra vez.

Pero no le importó... selló lo que quedó del Heraldo en su espada, logrando acabar con la amenaza. Herido y muy cansado, el muchacho volvió a casa, sólo para ver que su amiga estaba bien. Así como los amigos que lo acompañaron en su aventura.

La muchacha abrazo al Héroe, herido y cansado, pero él estaba feliz. Su objetivo lo había cumplido. Y eso bastaba para decir que las heridas, valían la pena.

Al final, la espada que Repele el Mal fue puesta en un pedestal, dado que sólo así se podría completar la labor de sellar al Heraldo para siempre.

Tras despedirse de su leal arma, el Héroe optó por quedarse con la Hylia mortal en el mundo de la superficie, para cuidar el poder Dorado que ahora estaba ahí.

La chica miró a su Héroe Elegido, le hizo una pregunta que él respondió con alegría.

El Héroe del Cielo había marcado la primera de varias Leyendas.

Muchos siglos después, la tierra de Hyrule, llamada así en honor a Hylia, era habitada por Hylianos, la raza que se decía podía oír a las Diosas, fue víctima de otra amenaza.

Un Hechicero se quiso hacer del poder Dorado. Pero al no hallarlo, embrujo a la princesa del Reino y la volvió piedra. La princesa era descendiente de la Hylia Mortal y también la nueva encarnación de ella en esos años.

Pero cuando todo parecía perdido, un joven herrero, descendiente de una línea de Guerreros que se dice han servido a la Familia Real, tomó cartas en el asunto. Siendo él la nueva Encarnación del Héroe en esa era... y su alma, como antes, le daba el impulso de salvar a Hylia y la tierra que era su hogar.

Se armó con una espada que se había forjado y con ayuda de un sombrero, que en verdad era un miembro de la raza Minish, pero hechizado, fue a una aventura que lo llevó a ver el mundo de diferentes tamaños.

Tras mucho, el muchacho reforzó la espada con objetos mágicos, logrando así crear la legendaria Espada Cuádruple. La espada que le permitía a uno separarse en cuatro.

Y tras mucho esfuerzo, el joven héroe no sólo derrotó al Hechicero del Viento, sino que salvó a la princesa y al reino, condenando al Hechicero a ser encerrado, siendo la espada el sello.

Tras salvar al reino, el joven se hizo una leyenda, el Héroe de los Minish fue su apodo y según las leyendas, pasó el resto de su vida bajo el servicio de la Familia Real, así como de la Princesa, la cual se dice, desposó años después.

Otros cientos de años pasaron, esta vez, el Hechicero volvió tras haberse debilitado el sello, donde se encargó de buscar a jóvenes hermosas, todo con el deseo de hallar la nueva encarnación de Hylia.

La halló, ella había ido al altar donde la Espada Cuádruple descansaba en su largo letargo de cientos de años. El Hechicero la secuestró, pero no esperó que el Espíritu del Héroe volviera también, está vez como un amigo cercano de la princesa.

El joven tomó la espada del pedestal y esta lo separó en cuatro. Los cuatro, fueron en busca del Hechicero y su amiga. Superando periplos, con la fuerza de cuatro no había manera de perder.

Al final, no sólo logró salvar a la princesa, sino también a mucha más gente en su aventura, volviéndose una leyenda. Acabó con el Hechicero y logró sellarlo de nuevo en el lugar donde había estado antes, usando de nuevo la espada como parte del sello. La espada Cuádruple volvió a su largo descanso tras cumplir su misión, con el joven siendo llamado el Héroe Cuádruple.

La princesa, que se hizo reina años después, dio el decreto de que debían de proteger lo que era el altar de la espada, por lo que esta se vio fortificada. Nunca más se vio al Hechicero del Viento, por ahora.

La reina al final siguió su vida, con el Héroe a su lado. Repitiendo el acto de su antecesora siglos atrás.

Y así, la historia siguió. Esas historias, que en verdad han pasado, se hicieron leyendas. Cuentos.

Unos que les puedes contar a un niño pequeño antes de dormir. Y eso era lo que terminan siendo muchas historias, cuyos actos históricos se pierden con los años. Aunque hayan pasado, son olvidadas.

Y justamente, una nueva leyenda se estaba por crear. El destino estaba en marcha...

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Era un día más en Hyrule, se veía como la ciudadela estaba avanzando en lo que sería sus construcciones para arreglar unos daños que habían pasado tras un ataque a esta, unas semanas atrás.

Pero había un problema...

-Su Majestad, debemos de regresar.

Un caballero de cabello rubio, que vestía lo que uno puede identificar como un uniforme militar que usan los soldados o similares, caminaba tras alguien en un deseo desesperado que entre en razón.

-Oh, vamos Leon. ¿Dónde está tu sentido de la aventura?

El otro joven, el que parecía el dolor de cabeza del soldado, era castaño, de ojos azules y un porque que demostraba ser de la realeza. Sus ropas eran un indicativo.

-Mi sentido de la Aventura, lo dejo de lado cuando debo de llevarlo el castillo a rastras. Son órdenes del Rey. Vamos su Majestad...

Leon vio como el príncipe rodó los ojos, no estaba siendo divertido. Pero él sabía que su amigo era así.

-No hay prisas. Es más, ya te dije que no le llames Majestad cuando no hay nadie. Somos amigos.

El soldado rodó los ojos, pero sonreía con diversión.

-Ok Daphnes. ¿Podemos regresar al castillo antes que tu padre pida mi cabeza en bandeja de plata....? – Vio al príncipe seguir su camino. - ¡Oh por favor!

Leon corrió tras su amigo, quien miraba con interés el lugar. Raras veces había estado en estas partes de la Ciudadela.

Entiende que es lo que quiere hacer, pero a la vez entiende que es algo que no pueden dejar así como así.

Estaba tratando con el futuro monarca del Reino, no lo puede dejar así. Maldita sea...

Mientras más caminaban, más Leon notaba que la ciudad aún se recupera del año del último ataque.

Él no había participado en el combate, dado que solo pasó el examen de solado el mes pasado, pero ha oído que este ataque significó para el reino y porque lo hicieron los atacantes. Leon no quería tener problemas con la familia Real, dado que le habían dejado a él a cargo de lo que era el cuidado del futuro Rey, dado que ambos eran amigos de toda la vida.

Y no, no es solo por eso que le dieron la labor de tener que velar por el principie y lo que serían sus mañas que más de una vez han sacado a más de uno de quicio. Sino que era que Leon era de los mejores, sino el mejor en su labor y tenía un enorme talento.

Era de esperarse, dado que venía de una larga línea de Caballeros que han servido a la Realeza de Hyrule desde la era en que el Hechicero del Viento atacó.

De todos modos, el muchacho solo podía tragarse las palabras y ver como el futuro Rey de Hyrule seguía explorando la Ciudadela, aunque en parte cree que su manera en la que hace esto, es por una razón.

-No deseas tener que ver a las tantas pretendientes que tus padres trajeron. ¿no? – La sonrisa de Leon se incrementó al ver a su amigo tensarse. – Era de suponerse. El Gran Daphnes, no se desea casar aún.

-No es eso. – El príncipe se giró para ver al soldado. – Solo... No deseo que sea ahora, menos con gente que mis padres me han impuesto. ¿Sabes lo odioso que es eso?

-Me lo imagino, pero al menos yo no tengo que soportar eso.

-Lo dice el que llama la atención de las chicas sin intentar. No creas que no vi como una de las pretendientes te tiraba el ojo.

-¿Qué puedo decir? Este rostro fue tallado por las Diosas... ¡Ow! – Leon se quejó por el golpe en la cabeza, maldijo no llevar el casco reglamentario en esos momentos. – Eso no era necesario...

-Mira, Señor Casanova, mi deseo es casarme con alguien de mi elección. No por imposición, no entiendo porque mis padres no ven eso.

-... Tus padres son los clásicos Reyes que se comprometieron por fines políticos. – Leon miró al principie, notando el gesto de tristeza que tenía.

-Lo sé... Por eso es que no deseo ello. Sé lo que es ver a tus padres solo juntos por mera obligación y no porque lo deseen.

Leon había oído desde niño, como su amigo siempre hablaba de que sus padres no eran como el resto. No se mostraban cariño ni nada, solo se soportaban ver a las caras y hablar de manera cordial, para así poder poner una imagen de fuerza en el reino.

Y aun ahora, era absurdo lo mucho que eso puede afectar a uno. Leon era huérfano, su padre murió cuando estaba cumpliendo su deber hace 4 años. Su madre murió al dar a luz... Lo que lo hacía, de por si, alguien quien entendía la falta de ciertas muestras de cariño. Lo sabía mejor que nadie.

Le dio a su amigo unas palmadas en la espalda para que no piense en ello, que se olvide de esos problemas.

-Tengo la certeza de que un día, hallarás a esa mujer especial mi amigo. Solo, debes de ser paciente. Llegará cuando menos te lo esperas.

-Je... Lo más probable es que empiece a llover. – Se oyó un trueno, haciendo que ambos vean el cielo y las primeras gotas de lluvia empiecen a caer sobre ellos. – Agh, genial...

-Si no fueras el príncipe, te habría decapitado por pájaro de mal agüero. ¡Vamos a buscar un refugio!

El príncipe asintió a las palabras de Leon, ambos corriendo en dirección del lugar donde saben que pueden hallar resguardo de la lluvia.

Corrieron y corrieron, cubriéndose de la mejor manera posible de la lluvia. Hasta que tras unos minutos, llegaron a su destino.

-... El Templo del Tiempo. – Daphnes miró la enorme construcción que estaba... aquí desde los inicios de la creación de Hyrule.

La edificación frente a ellos, tenía un estilo que te hace pensar que es algo gótico. Presenta una planta basilical de tres naves, siendo la central la más amplia en relación a las laterales. La estructura estaba construida principalmente sobre un sillar de piedra colocados a soga y tizón. Presenta además una cubierta da dos aguas y tres torres, siendo la central la más alta.

Un lugar de misterio, así como un lugar de constante rezo para los creyentes que les ruegan de manera constante a sus Diosas por buena fortuna y que guíen sus fortunas.

Leon era de venir aquí, solo para pasar el tiempo y de vez en cuando, despejar su mente. No era algo raro para él que sea así. Por alguna razón, este templo le daba una extraña sensación... De que sería importante para él.

-Su Majestad. – El Sacerdote se acercó a los dos, le dio al príncipe el saludo que se le da a todo miembro de la realeza, bajar la cabeza y hacer como una reverencia. – Nos honra con su presencia.

-Gracias Gaepora. – el Sacerdote era un hombre que se le puede considerar obeso, a la vez que es algo calvo, sus canas se veían en lo poco que le quedaba de pelo y en su larga barba. – Pero la lluvia nos tomó por sorpresa, así que...

-Entiendo su Majestad. Pueden tener resguardo aquí mientras la lluvia pasa. – El Sacerdote sonrió, mostrando que no había problema alguno. – Dejen que le pida a Selene que les traiga toallas secas.

-¿Quien? – Fue la pregunta de los dos.

-Selene. Es una de las Sacerdotisas del Templo, la más joven de todas. Nunca la han visto, dado que ella se hace cargo de los trabajos menores, pero es muy aplicada.

-Vaya... no sabía de eso. – Daphnes no sabía que decir. - ¿Por qué no se nos notificó? ¿Cuánto tiempo lleva haciendo esto?

-Unos dos años. Acaba de cumplir 17. Y ella es una huérfana producto de la guerra que nos ha estado azotando estos años. Ella provenía de la ciudad cercana a Kakariko.

-¿La que fue arrasada? – Leon sabía de eso, fue una de las primeras ciudades en caer y la que inició esta guerra que han estado viviendo. – Pobre muchacha.

-Es una chica muy fuerte. Pero me atrevo a decir que también ha sido bendecida por las Diosas con una gran inteligencia. – Gaerpora sonaba muy orgulloso de la chica. – Denme unos minutos.

Ambos asintieron, a la vez que...

-Sabes Leon, es una tristeza que todo esto esté pasando. Como me gustaría que todos estemos unidos para hacer frente a la situación.

-Bueno... se trata. Pero las negociaciones con los Gorons y los Zoras no han ido bien. Tu padre, el rey, no sabe cómo llevar acabo las alianzas políticas.

-Obvio. Solo desea que todas las razas le obedezcan, haciendo que olviden el sistema que los ha regido años. – Daphnes miró lo que era la Puerta del Tiempo, esa que se dice que resguarda la entrada a la Tierra Sagrada.

El joven príncipe se paró frente a esta y Leon le siguió el paso. Ambos frente al altar, que tenía 3 hendiduras. Como si algo se pueda colocar en cada espacio. Como si abriera una puerta.

-Juro que un día, haré que todas las razas de Hyrule estén unidas y en paz, para que no tengamos estas luchas internas que nos hacen débiles como reino.

Leon sonrió al oír la convicción de su amigo. Podía ser un bufón la mayor parte del tiempo. Pero sabe que Daphnes tenía material para dirigir este reino. Y era algo que ambos habían soñado de niños...

Recordó los días en que su padre, Miembro de la Guardia Real, lo llevaba al castillo. Donde pudo conocer a su amigo, donde ambos hablaron de sus sueños... Y saben que cada día, se esfuerzan para lograr llegar a ellos.

-Entonces mientras tú te haces cargo de la política, deja que yo proteja el Reino de sus amenazas. ¿Lo recuerdas?

-Por supuesto. El juramento de que ambos llevaríamos a Hyrule a una nueva era con nuestros respectivos trabajos. Sabiendo que tengo un amigo como tú luchando a mi lado, todo es posible.

Leon le sonrió a su amigo, le dio una palmada en el hombro. Estaba aquí para él y eso era algo que ambos sabían.

-Que bella amistad tienen ustedes. – Los dos se giraron para ver a... -Hola.

-Mari. – Leon miró a la chica de 15 años. - ¿Qué haces aquí?

-Entregando los pedidos de la semana. ¿Qué más? – La chica rodó los ojos. – No puedes ser tan tonto. ¿O usar tanto la espada hizo que tu cerebro se atrofie? – la chica dio una sonrisa burlona al joven soldado.

Daphnes rio al ver la cara de Leon. Mari era una hija de mercader, el mejor del Reino, por lo que tiene cierto prestigio. Sin contar que la chica era lo que uno llamaría un marimacho total, su cabello negro era corto hasta los hombros, sus ojos cafés siempre mostraban energía. Además, que se podía ver unas pocas pecas en su nariz, pero no disminuía su belleza.

El príncipe sabía que su amigo estaba interesado en ella, pero la chica siempre era... un poco burlona con él. Lo que hacía dudar que ella sienta algo por él más que la amista, sin contar que ella aun es menor de edad. Mínimo necesita 17 para casarse y ella acaba de cumplir los 15. A la vez que Leon recién cumplió los 17...

Irónico, Leon llamaba la atención de varias chicas, pero de la que en verdad llamar la atención parece ni prestarle atención.

-Nos alegra verte Mari. ¿Tu padre...?

-También es bueno verte Alteza. – La chica dio la reverencia correspondiente. – Mi padre está bien, tratando nuevos acuerdos. Ya saben como es... y haciendo que yo aprenda el trabajo de la familia.

-Si es así, se irán a la quiebra... ¡OW!

-¡Idiota!

Daphnes puso una sonrisa nerviosa al ver a esos dos. Mari parecía ser muy violenta solo con Leon, eso era lo que siempre le llamaba la atención. Antes de poder preguntar algo más, oyeron una nueva voz.

-Oh. ¿No es él el chico del que siempre hablas?

-¡SELENE!

Mari se puso toda roja, tanto que parecía que vapor le salía de la cara. Leon la miró con sorpresa y algo de esperanza, mientras que Daphnes miraba a la recién llegada. Y era obvio que estaba encantado con lo que veía.

La chica era joven, de una contextura que mostraba que todo estaba en su lugar, era como si vieras una estatua de mármol con vida. Su largo cabello rubio terminaba en rulos y podías confundir el color con el del sol, sus ojos azules zafiros, eran amables. Pero se mostraba inteligencia... sabiduría. Llevaba una túnica blanca, la que las sacerdotisas siempre portan en sus trabajos.

-Es un honor su Alteza. – La chica, Selene, dio una reverencia. – Aquí tiene, no deseará resfriarse, ¿no? – Ella le extendió la toalla que tenía en la mano. - ¿Alteza?

-¿¡Eh!? ¡Oh si, gracias por la generosidad! – el príncipe tomó la tela y se empezó a secar. – Ahm...

-Jejeje. Mari tiene la toalla para su amigo, salió con prisa al saber que estaba aquí.

-¡Eso no es...! – Todos la miraron, la chica simplemente se sonrojo más y le lanzó a Leon la toalla en la cara. - ¡TEN!

-¡Agh, no es necesaria la agresión!

Selene rio, era más que obvio para ella que su amiga, sentía algo por ese soldado, pero le daba miedo decirlo o expresarlo, por eso era algo ruda con él.

-¿Ustedes...?

-Oh, disculpe mis modales. – Selene dio otra reverencia. – Soy Selene, la Sacerdotisa más nueva por así decirlo, aunque ya estoy aquí 2 años. Mari y yo somos amigas que nos conocimos aquí. Gracias a ella, me entero de tantas cosas.

-Es parte del trabajo. – la chica asintió, demostrando que así era. Ser hija de mercader permite oír cosas interesantes y no tantas.

-Creo que también tiene que ver que es algo chismosa.

Y ahí sí todos le creen. Mari se sonrojo y miró a su amiga con rabia, pero de ahí nació otra duda.

-¿De dónde se...?

-Siempre vengo cada semana a dejar los recados y de una manera u otra, acabé siendo su amiga. Una gran decisión por si me lo permiten decir. – Mari miró a los dos varones y... - Intuyo que los dos están aquí por la lluvia y por obvias razones, su Majestad quiso hacer lo que se le vino en gana, Leon no lo pudo detener, la lluvia empezó y por esa están aquí, ¿Me equivoco?

La cara de los dos hizo que la chica de cabello corto niegue con la cabeza, mientras que la Sacerdotisa estaba riendo de manera ligera. Parece que ella los conoce demasiado bien.

Pero dejando eso de lado, lo que vino luego fue tener que esperar a que la lluvia se calme. Eso podía tardar.

Los 4 empezaron a conversar y mientras eso pasaba, Daphnes siguió mirando de modo disimulado a Selene, quien le sonreía como si nada. Se notaba que la chica era muy pura.

Leon notó eso, además, su amigo le trataba de sacar la conversación a la muchacha. Parece estar encantado con ella, y no sabe si eso es bueno o malo.

-Solo espero que no juegue con ella. – Mari apareció al lado de él, estando sería. – Selene ha pasado mucho y lo que menos necesita es volverse alguien que el futuro Rey use para divertirse antes de casarse.

-Daphnes no es así. Es la primera vez que lo veo así con una chica. Normalmente les rehúye. Claro, en todos sus casos son mujeres que sus padres le mandan para que haya un compromiso.

-Debe de ser difícil ser de la realeza. No poder ni siquiera elegir con quién casarte. Que asco... - Mari miró el altar frente a la puerta del Tiempo. – Me gusta este lugar.

-¿Por su silencio...?

-Si. Pero también porque es... No sé, misterioso.

Era verdad. Este lugar tenía un aura de misterio que ningún otro lado de la Ciudadela posee.

-De todos modos, ¿deseas que te acompañe a tu casa luego de que la lluvia termine? Daphnes parece que no se querrá ir por un rato.

Miró a su amigo y como este hablaba de una manera tan amena con Selene, ella pareciendo estar encantada con la charla.

Mari no dijo nada, pero asintió sin dejar de mirar lo que era la Puerta. Oportunidades somos estas, no se pueden desaprovechar...

---

El tiempo siguió su curso, ya era normal que León deba de escoltar a Daphnes al Templo del Tiempo, dado que este quería hablar con Selene de algunas cosas.

La chica encantada de conversar con el futuro gobernante del Reino, además que le gustaba cuando tenían sus debates en relación a varias cosas del Reino.

Aún así, nunca faltaron los que eran los que hablaban mal. Que el futuro Rey pasara tanto tiempo con una Sacerdotisa, que encima era una huérfana, no era algo que se hablara de buena manera dentro de los Nobles.

Y eso hizo que Daphnes tenga discusiones con sus padres. Más, cuando estos le decían que ya elija a una chica de cuna noble para casarse de una vez.

Eso era algo que Leon no soportaba de la realeza, el que los Reyes impongan hasta ese punto a la vida de sus hijos. Pero él, siendo ya un Caballero tras estos meses, sólo podía bajar la cabeza y arrodillarse mientras que Daphnes hablaba con su padre en medio de un pasillo del castillo.

-¡Pero padre! ¡Ella es la mujer más lista que he conocido en mi vida! ¡Si solo...!

-¡Suficiente! – El rey alzó la voz, lo que Leon solo intuyó que éste había perdido la cabeza en cuestión de paciencia. - ¡Esto no es un juego Daphnes! ¿¡Que crees que opinaría el Reino al saber que quieres desposarte con una huérfana y que no es de cuna noble!?

-¡Que al menos me acerco a ellos y no trato de obligar a los que deben de ser nuestros aliados a ser solo esclavos!

Leon oyó el golpe y no abrió los ojos o alzó la cabeza, sólo pudo apretar los dientes para saciar su fastidio.

-¡No juzgues como trato de dirigir el Reino! ¡Así ha sido por siglos y no vamos a cambiar eso! ¿Ser respetuosos con las tradiciones de las criaturas que viven en nuestra tierra? ¡Absurdo! – El Rey casi pareció escupir esas palabras. - ¡Tu madre y yo iremos a ver algunas cosas en Kakariko, así que espero que para cuando volvamos, ya hayas decidido una esposa digna de la casa Real de Hyrule!

Sin más, oyó los pasos irse a toda velocidad. Cuando ya no los oyó, Leon de puso de pie y miró a su amigo. Este tenía un lado de la cara roja por el golpe, así como el labio roto.

-Daphnes... yo...

-Tranquilo Leon. Sé que tienes tu trabajo y juramento. Así que... - El príncipe se llevó las manos a la cara... - ¿puedes ir al Templo y decirle a Selene que no iré hoy a verla? Estaré en mi habitación el resto del día.

-...Por supuesto.

El príncipe agradeció a su amigo por ello, se giró y se fue en dirección de donde estaba su habitación. Muy cabizbajo.

Leon por su lado, caminó por la Ciudadela, hasta llegar a lo que era el Templo del Tiempo. Abrió la puerta y justo ahí estaba, orando frente al altar...

-Oh, Leon. Que sorpresa verte. – Selene le saludó con una sonrisa, pero... - Mari no está...

-Vine a hablar contigo. Daphnes no vendrá hoy.

Vio la clara decepción en el rostro de la chica. Pero ella trató de que todo sea natural.

-Oh. Entiendo. ¿Por qué motivo?

-Discutió con el Rey. Él desea que Daphnes ya elija esposa, dado que estamos cada vez más cerca de su cumpleaños 18.

Y ahí sí vio que las defensas de la chica se vinieron abajo. Su cara mostró dolor y tristeza.

-En-Entiendo... Es de esperarse...

-Selene. Daphnes no desea casarse con ninguna de esas mujeres, él solo...

-Por favor Leon. No... No digas más. Siempre supe que eso debía pasar, pero yo estúpida, me di el lujo de soñar. – Selene sintió sus ojos llenarse de lágrimas. – Debí ser más firme y decirle que no venga más, así...

Leon vio como las lágrimas no se contuvieron y él sólo pudo abrazar a la mujer en señal de apoyo. Era su amiga, era lo que debía de hacer. Ella devolvió el abrazo, como dando gracias por el apoyo y lloró con más fuerza, ya que, a pesar de que lo sabía, el tener el corazón roto era igual de doloroso.

Horas después, Leon salió del Templo, Selene se fue a descansar tras haber llorado horas y haber descargado todo su dolor y malestar con él. La chica había dejado salir lo que la molestaba por primera vez y eso era algo bueno, en cierta manera. Pero...

El joven Caballero alzó la mirada, era de noche. Pensó en que a su amigo le estaban privando de su oportunidad de ser feliz, que a Selene le quitaban quizás la única alegría que tuvo tras años.

Él soltó un suspiro, ¿Esto era el designio de las Diosas? Porque era cruel en verdad.

Al final, él optó por girarse y caminar en una dirección conocida. Llegar a una casa, tocar la puerta y...

-¿Leon? – notó que Mari le abrió, ella se había dejado crecer un poco el pelo, ya le llegaba a media espalda. - ¿Pasa algo?

El Caballero pensó en muchas cosas, que solo puede mentir y hacer que está estupidez jamás pasó. Pero de inmediato, el miedo se vio suprimido por el valor de querer hacer esto, aunque esté aterrado por la respuesta de la chica.

-Si. Yo... ¿Quería preguntarte algo?

-Dime. Pero, ¿Debe de ser tan tarde para que hagas esa pregunta Leon? Estaba por...

-¿Quieres salir conmigo?

Bien esas palabras salieron de su boca, vio como Mari se quedó helada... el sonrojo en la cara de ella era digno de mucho, pero el ver como los ojos de la muchacha parecían brillar, sólo hizo que...

-Si... - Supiera que hizo lo correcto.

---

Aún así, no todo era alegría. La desgracia golpeó la Reino unos días después.

El Rey y la Reina habían muerto en una emboscada, orquestada por los enemigos del Reino en el camino que ellos tomaban a Kakariko.

Esa noticia asustó a todos, lo que llevó a que se haga una coronación de emergencia para que Daphnes sea el nuevo Rey. No hubo tiempo de estar en duelo, no hubo tiempo de nada. La batalla estaba cada vez más sangrienta. Era el momento de actuar.

Daphnes pidió que haya una asamblea con los Gorons y los Zora, era momento de dar una verdadera propuesta de unión y paz al reino.

Leon estaba seguro de que las cosas no se iban a detener. Ahora era miembro de una de las Fuerzas centrales del Ejército, sólo así podría participar en batalla.

Mari se despidió de él, pidiendo que se cuide.

El joven Caballero estaba listo, esperando en una parte amplia de la pradera de Hyrule, la llegada del ejército invasor. Puede que no sea la manera en que deseaba tener su primera gran batalla, pero...

-¿Todo bien? – Se giró y vio como Daphnes se le acercaba. Portando lo que era la armadura real, la que sólo el Rey puede usar. – Sé que puede que sea algo absurdo de decir ahora, pero agradezco que estés aquí amigo. Sin ti, habría entrado en el pánico.

-Yo lo estoy sintiendo. Es impresionante, lograste hacer el tratado con los Gorons y los Zoras.

-Jajaja. Si. ¿sabías que el Jefe de los Gorons me hizo su hermano por juramento? Dijo que tenía agallas para ser un Hyliano. El Rey Zora no le gustó la comparación al ser... bueno....

-¿Hombres peces? Lo imagino. – León sonrió divertido. – Ahora mismo, este es el todo o nada. O detenemos a esos sujetos o el Reino puede peligrar.

-Vaya regalo que mi padre nos dejó, ¿No? – Daphnes miró el horizonte. – Parece que estos son descendientes de ladrones y hechiceros de una raza que trató de atacar el Reino en el pasado.

-¿Los que se dicen muchos fueron mandados a otra Dimensión por el Espejo del Crepúsculo que se dice está en el Desierto? Y yo pensando que no crees en esas Leyendas del pasado.

-No las hago. Pero de qué hubo un grupo así, lo hubo. Y ahora sus descendientes nos atacan. Hay que defender el Reino.

-Así será...

-Por cierto, ¿Cómo van las cosas entre Mari y tú? ¿Ya...?

-Aún no. Pero le juré que volvería. Aunque ella fue muy insistente en... bueno... - Daphnes lo miró con sorpresa.

-Leon, perro afortunado. Muchos soldados se quejan de que morirán siendo vírgenes. – El Caballero rodó los ojos. - ¿No era que Mari tiene 16...?

-Dijo que no quería arrepentimientos si yo... - Leon negó con la cabeza. – Igualmente, no pienso morir aquí. Y menos a manos de esos tipos. Volveré y le pediré la mano cómo se debe. He hecho mal los pasos, pero...

-... Sabes, no es mala idea. Yo haré lo mismo. – Leon notaba la expresión de Daphnes. – Desde que esto ha pasado, no la he visto y... ahora que soy Rey, nadie me puede reclamar nada.

-El Concejo...

-Por culpa de ellos, es que estamos así. Le dieron a mi padre malos consejos. – Verdad. – Lo disolveré y crearé uno nuevo. Es lo mejor...

-... Quizás. – Leon sabía que ya no debían estar más tiempo fuera. – Hay que descansar Daphnes. Mañana... es el gran día.

-Lo sé... Roguemos a las Diosas por su bendición.

-¿Qué no creías en esas cosas? – Leon dio una sonrisa burlona.

-Jajaja. ¿Qué puedo decir? Selene me pegó una de sus mañas.

Ambos rieron, aun sabiendo que estaban a puestas de una posible muerte, no perdían ese ánimo que los hacia ser amigos, aun cuando estaban a las puertas del Infierno.

---

Al día siguiente, las cosas pasaron como se intuyeron, las praderas de Hyrule se hicieron un mar de sangre.

Muchos guerreros cayeron, pocos eran los que estaban sobreviviendo.

Leon mató a uno de los que lo quisieron atacar por la espalda, se giró y vio que Daphne estaba peleando contra el líder. Ya no quedaba casi nadie.

Si bien su amigo puede tener toda la intención de pelear, sabe que no es un guerrero como él.

Su cuerpo reaccionó y corrió para defender al Rey del ataque enemigo. Su escudo bloqueó el ataque de la espada, a la vez que... Le pedía al Rey retroceder. Que él se hacía cargo.

Daphnes asintió y como si de un juego, los demás que habían sobrevivido, se quedaron viendo como el Caballero estaba peleando contra el líder de los invasores. Era la batalla que decidiría todo.

Leon sabía que, por contextura, no ganará. Este sujeto era casi 30 Cm más alto que él, además de más corpulento. Su piel bronceada por el sol y largo cabello blanco, era algo que no veía todos los días.

El simple líder de una tribu que desciende de los que trataron de Usurpar el Poder Dorado que se dice, yace en Hyrule.

Pero al Caballero le dio igual. Se defendió con su escudo y se movió de manera cuidadosa, debe de tener cuidado. Hallar una oportunidad. Sólo uno.

Y la halló en el momento que el tipo alzó su arma con ambas manos para dar un golpe potente al escudo de León, quien sintió el escudo rajarse, se estaba por romper.

Lo dejó a un lado, para tomar su espada con ambas manos, aprovechando que el tipo dejó toda la guardia al descubierto por el ataque.

Dio una estocada perfecta en el corazón, matando en el acto al líder invasor. Quien yacía muerto ya antes de haber caído al suelo.

Leon vio el cadáver de su enemigo, estaba cansado. Pero oyó los gritos de Victoria del ejército y de los de desagracia del ejército invasor.

-¡Su líder a muerto! ¡bajen las armas!

Fue el grito de Daphnes, como pidiendo que una batalla sin sentido no debe de seguir. Y cuando el primer sonido de un arma cayendo, se le sumó otra y luego más... es que Leon soltó un suspiro. Y cayó al suelo producto del cansancio.

--

Al despertar, se vio en lo que era la Ciudadela, estaba en... ¿una habitación del Castillo?

-¿Dónde estoy...? – Fue su pregunta, se levantó y sintió el dolor en sus heridas.

Notó que tenía vendajes y demás, pero...

-¡Oh, llamen al Rey! ¡Despertó!

Fue el grito que oyó. Era una mujer en sus 30, vestía como doctora y...

-¿Cómo se siente Sir Leon?

-Yo... cansado. Espere, ¿Sir Leon?

-Ha estado en coma una semana. – el muchacho abrió los ojos con horror. ¿Una semana? – tenía varias heridas por la batalla, además de que también una flecha le había perforado el hombro. Y los músculos de los brazos desgarrados, según su majestad, peleó con alguien más grande y fuerte que usted.

-Pues... si. – la mujer bufó.

-Hay una delgada línea entre la idiotez y la valentía. Usted, parece saber cruzarla. Nadie en su sano juicio pelea con alguien así, sin un plan.

-No iba a dejar a mi amigo morir...

-Y por eso, lo suyo es más valentía que estupidez. – la mujer le sonrió. – Todo mundo sabe de su gran hazaña. Cómo salvó al Rey y derrotó al líder invasor sólo. Muchos celebran en su nombre.

Leon se apenó al oír ello. Él no era de querer ser el centro de atención de nadie o algo.

De todos modos, la puerta se abrió y pudo ver a Daphnes entrar, vistiendo las ropas de Rey. Su expresión pasó a ser de una gran alegría al ver a su amigo.

-Leon, gracias a las Diosas. Has despertado.

-No iba a quedarme en esta cama siempre. – sonrió al ver a su amigo muy feliz. - ¿Tanto te alegra saber que estoy vivo?

-Jajaja. Eso y que... - Dio paso para dejar entrar a Selene, quien caminó hacia donde estaba él y lo abrazó.

-Me alegra verte con bien, Leon.

Él devolvió el abrazo como pudo, aún le dolían los brazos. Le sonrió a la mujer y pudo ver que ella llevaba algo en el dedo... un anillo de compromiso.

-... ¡Lo hiciste! ¡y me lo perdí!

-Jajaja. No lo digas de ese modo. – Daphne puso una mano en la cintura de la mujer, quien se dejó llevar por el gesto. – sólo tome algo del libro de Mari.

-No la uses de ejemplo... Ow.

-Sir Leon, le recomiendo no moverse, sus heridas tardarán aún en sanar. – la doctora parecía reírse de su desgracia.

-Agh... mis costillas... esperen. Daphnes, ¿Por qué por en el nombre del Reino Sagrado me llaman Sir? Eso supuestamente solo lo recibe el líder de la Guardia Real.

-Pues... - El rey se mostró nervioso.

-Daphnes te hizo el nuevo Líder mientras dormías.

-... ¿¡Qué!? ¿¡Te volviste loco!? ¡Apenas ascendí a Caballero!

-Relájate. Lo hice, porque... contigo, sólo sobrevivieron diez soldados. – esa si era una horrible noticia que le hizo sentirse muy mal. – Y en estos momentos, necesitamos de tu coraje León. La Guarida Real la necesita.

El joven Caballero sentía que le estaban lanzando varias noticias de golpe. Diosas, ¿Acaso hay algo más que se deba de esperar?

-¡Leon! – Mari llegó a la habitación, parecía que estaba muy angustiada y ahora se veía feliz de que... - ¡Gracias a Farore que has despertado!

El muchacho estaba por decirle que también de alegra de verla, sólo para notar que... un minuto...

-... Mari. ¿Has subido de peso? – sabe que eso es muy ofensivo de su parte, pero...

Ella se mostró apenada, había pasado 4 meses desde que la ha visto dado que ha estado peleando en los bordes del reino, incluyendo el hecho de que ha estado una semana fuera. Y ella...

-Ahm... jejeje. No era la manera en que querías que lo supieras, pero... Serás papá.

A esas palabras, fue una fortuna que estaba aún en la cama, ya que se desmayó de la impresión.

---

El tiempo pasó, Leon no perdió el tiempo y se casó con Mari, dado que el padre de ella decía que ningún nieto suyo nacería fuera del matrimonio.

Al mismo tiempo, Daphnes y Selene no perdieron la oportunidad de casarse. La chica no siendo de cuna noble, fue coronada reina. Y ser una sacerdotisa del Templo del Tiempo le dio un buen nombre, además de que había mostrado ser muy buena en lo que eran los negocios y las finanzas del Reino.

Al mismo tiempo, ella había recibido su propia bendición. Estaba en la espera del próximo heredero al trono.

Leon y Daphnes siguieron con sus actividades, avanzando en la mejora del reino en sus respectivas labores. Pero un día...

-¿¡Cómo que ya está en trabajo de parto!? – fue el grito que todo el castillo oyó cuando un soldado le informó del estado de su esposa.

Y eso no fue lo peor...

-¡Tú me hiciste esto! – Mari dejó de lado la actitud de dama que ganó desde que se casó y maldijo a su esposo por ponerla en este estado, apretando su mano para que sienta una fracción de su dolor. Él solo se quejaba en silencio. - ¡Sáquenmelo! ¡Leon, ni creas que pasaré por esto de nuevo!

-AY... Igualmente... - León sólo esperaba que las Diosas se apiaden de él y lo salven de esta tortura.

-Ok, no falta mucho. – La misma doctora que lo atendió antes, era la encargada del parto. – Ya, está lista. Empiece a pujar.

Y cuando eso se dijo, se oyó el grito de la pareja, por diferentes razones, hasta que tras varios minutos... se oyó el llanto de un bebé.

-¡Es un varón! – Fue lo que una de las enfermeras dijo con alegría.

La pareja, tras salir del asombro, vieron a la misma enfermera traer al recién nacido en mantas. Era un niño que parecía haber heredado el cabello rubio de Leon, pero la nariz de la madre. De ojos azules como el cielo, que a su vez demostraban curiosidad por quien la sostenía.

-Hey... ¿Cómo estás? – Mari beso la cabeza del infante, pasó a ver a su esposo, quien se quedó viendo al bebé. - ¿A que no es lindo? – ella estaba encantada por el bebé en sus brazos. - ¿Cómo lo llamaremos?

Leon salió de su estado de trance al oír esa pregunta. ¿Cuál...? Pensó y pensó, hasta que...

-Link. – la mujer lo miró con duda. – Su nombre será Link. Ya que presiento que él será la conexión a algo más grande.

Y ella sentía que... era verdad.

-Link... me gusta.

---

Los meses pasaron y se podía ver cómo el pequeño Link estaba ya creciendo. No sólo ello, estaba viéndose que había heredado el amor por la pelea de espadas de la familia de Leon, dado que siempre veía con fascinación las espadas o los entrenamientos cuando su madre lo llevaba a ver a su padre durante el trabajo.

-A ver Link, mira como tú papá está haciendo su trabajo. Tal vez un día tú seas como él. – el bebé hizo unos sonidos, como respondiendo.

Mari veía a su esposo entrenar a la que era la nueva generación de soldados, todos lo respetaban al ser el mejor Caballero de la Guardia.

Y eso era algo que siempre le gustaba admirar. Su esposo se lo merecía.

-Oh, Mari. Qué alegría verte.

La mujer se giró y vio a la Reina ir hacia ella, con un bulto en brazos.

-Su Majestad...

-Sabes que no necesitas hacer eso. – la reina rodó los ojos, aún no se acostumbra a esto del formalismo de la realeza. – Veo que has venido a ver a Leon.

-Así es, dado que nos vamos en unos días a la ciudad de Kakariko para entrenar a unos soldados. Leon quiere que el reino tenga todas las defensas posibles.

Selene sabía lo recto que era su amigo. Así como Daphnes, ambos trabajando duro por lo mejor para este.

Ella miró al niño que miraba con atención los entrenamientos de la guardia y sonrió. Cosas que aún se siguen pasando en familia.

-El pequeño Link ya tiene casi un año, ¿No?

-Si, lo cumple el mes que viene. – Mari le sonrió a su amiga. - ¿Qué hay de...?

-¿Por qué no la miras tú misma?

La reina acomodó lo que ella llevaba en sus brazos, para que la mujer vea a... la niña en brazos de Selene.

Era muy linda por lo que ve y tenía el cabello rubio de Selene, ojos color azul zafiro.

La niña miró a la mujer extraña, dado que jamás la había visto, se mostraba curiosa.

-Oh, se parece mucho a ti.

-Pero parece haber heredado la curiosidad de Daphnes. Es muy curiosa con lo que no sabe. – Selene sólo le sonrió a su niña. – La llamé Zelda. Por un sueño que tuve.

-¿Un sueño?

-Si. Ni sé si fue por algo que las mismas Diosas me dijeron o imaginaciones mías. Pero sabes, es común que las hijas de la familia Real se llamen Zelda. Pero esa tradición se dejó de seguir hace años... la quise retomar.

-Pues me parece excelente. Le queda. Digna de la nueva princesa de Hyrule.

Ambas rieron un poco, a la vez que Link se quedó viendo a la niña. Zelda hizo lo mismo, alzando su mano para tratar de alcanzarlo. Él hizo lo mismo, tomando la mano de ella en un gesto que las madres vieron como tierno.

En verdad esperaban que sus hijos sean muy buenos amigos. Parece que Mari deberá de traer a Link más seguido al castillo luego de que regresen de ese viaje.

--

-Lamentamos... las malas noticias su majestad...

Daphnes no quería creerlo. Le era imposible pensar que su buen amigo...

-... ¿Lo hizo defendiendo...?

-Así es, majestad. Hasta los Sheikah le han dado tributo.

Daphnes asintió. Trataba de estar fuerte, no quebrarse ahí mismo. Pensar que... serían atacados de esa manera... si lo hubiera previsto.

-¿Qué hay de...?

-No... no hay señales de Lady Mari o del bebé... tenemos que...

-Entiendo. – detuvo al soldado. – Preparen todo para el funeral, que sea con todos los honores.

-Si, Alteza.

El soldado se retiró, dejando a Daphnes en su oficina, sólo. No pudiendo creer en la noticia...

Leon, muerto en batalla. Sabía que su amigo así se hubiera querido ir. Pero... no tan pronto.

-Aun teníamos muchas cosas que hacer, idiota.

Sólo caminó de regreso a lo que era su habitación con su esposa. La cual lo esperaba en su cama con Zelda en sus brazos, una noticia.

Ella alzó la mirada al oír a su esposo llegar y cuando él negó con la cabeza, es que la mujer dejó salir las lágrimas de dolor que estuvo conteniendo, así como Zelda empezó a llorar al sentir el como estaba su madre.

Daphnes solo pudo abrazar a su esposa e hija. Habían perdido a sus más queridos amigos...

---

En medio de un espeso bosque, se ve como una figura se arrastra hacia un árbol.

Mari había estado viajando por dos días... sus heridas ya no le dejaban moverse. Pero había tenido a Link a salvo estos días...

Lamentablemente, no siente que vaya a vivir mucho.

Recuerda el fuego, la destrucción. Todo. Todo por culpa de... él.

-Gerudo... ¿Por qué...? – fue la que la mujer, mal herida, recordaba. Todo...

Ella cayó al suelo, con el bebé en brazos, quien empezó a llorar al sentir que algo iba mal.

Mari sentía que la vida se le iba, al menos deseaba poder tener a su hijo a salvo. Rogó a las Diosas que cuiden al bebé...

Hasta que oyó una voz...

-Valiente mujer... no temas....- Mari escucho una voz, con esfuerzo levantó la mirada y vio que estaba frente a un gran árbol que parecía tener rostro. - Deja a tu hijo a mi cuidado. Yo el Gran Árbol Deku lo tendré bajo mis ojos. Tu hijo es muy importante para el destino de Hyrule. Él crecerá para proteger la paz y la justicia.

No sabe si era una alucinación, pero la voz del Árbol le dio una sensación de alivio. Ella asintió, miró al bebé una vez más, antes de cerrar los ojos y no moverse más.

El Gran Árbol vio con dolor la muerte de la mujer, era una lástima que una vida tan joven se extinga por culpa de la avaricia y la ambición de otros.

De las profundidades del bosque salió alguien. Parecía ser una niña de 10 años, sus cabellos verdes hacían juego con su ropa del mismo color y sus ojos azules brillaban con la luz de la luna.

Ella se acercó al cuerpo de la mujer y vio al pequeño bebé. Tomó a la criatura en sus brazos y al ver que este le sonreía, ella hizo lo mismo.

-Cuídalo Saria. Ese niño es un regalo de las Diosas. Su destino está ligado al futuro de estas tierras y del futuro del mundo entero.

-Así lo hare Gran Árbol Deku. ¿Y cómo se llama?

-Link. Ese es su nombre.

Ella no dijo más. Se retiró con el bebé en brazos, dado que sabe que la magia del bosque se hará cargo del cuerpo de la madre.

Y así, inicio la historia del pequeño niño del Bosque, que se hizo hombre para viajar por el Tiempo mismo.

Una historia que se volvería Leyenda, la Leyenda del Héroe del Tiempo.

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