Quien haya caminado ese día por aquella zona de los Alpes, pudo ver probablemente una inmensa nube de humo que se alzaba hasta el cielo. Ennegreciendo parte del paisaje.

Las cenizas de lo que había sido el cuerpo de la mujer conocida como el Cuervo, la Dama sin Sombra, portadora de la Bestia de ambos Mundos, danzaban en el viento de la mañana, esparciéndose por las montañas.

Junto a la hoguera, Charlie Cluster, testigo de sus últimos días, se había arrancado la máscara de un tirón y las lágrimas le surcaban el rostro.

Que no se comunique a nadie mi muerte,
o que nadie llore por mí,
y que no me entierren en tierra sagrada,
que nadie pueda ver mi cuerpo muerto,
y que no se depositen flores en mi tumba
Que ni un solo hombre me recuerde
Esta es mi voluntad...

(Thomas Hardy)