
/XI/
Eleven: Level Up And New Friendship.
La madre de Stella había llegado a la escuela, justo cuando ya nos íbamos. Tell, Daniel, la mamá de mi mejor amiga y yo partimos rumbo a nuestras respectivas casas, aunque todos debíamos ir por el mismo camino.
Dan, todo un caballero, se ofreció a llevar mi mochila y la de Stella. Tell le dió la mochila, sin embargo, yo no lo hice. Dentro tenía mi celular y odiaba tenerlo lejos de mí, así que seguí con mi mochila al hombro.
El camino hasta mi casa —y la de Daniel— fue bastante silencioso. Al llegar a la casa de él, le devolvió la mochila a Stella. El chico entró a su casa y yo estaba a punto de entrar a la mía.
—Ay, como me gusta él para ti, Stella. —Escuché que dijo la madre.
Tell puso una mueca de desagrado.
Es que ese ya es mío.
¡¿Pero, qué estoy diciendo?!
Acéptalo, Ileana, después de verlo tantas veces jugando fútbol, te ha gustado.
Me niego a aceptarlo.
Pasaron varios meses. Llegó mi cumpleaños número quince. Estaba emocionada.
Mi hermana me tomó muchas fotos. Me vestí de rojo y dejé mi cabello suelto. También pinté mis labios. Había mucha gente en la noche, que era cuando la verdadera fiesta comenzaba.
En casa había visita, un viejo amigo de mi padre y su madre. Mi tía —hermana de mi papá— estaba allí. Tiempo después apareció la sobrina de la mamá del viejo amigo, con su chófer. Más tarde llega Daniel. Luego aparece la madre de él.
Tu querida suegra.
Me tomé fotos con todos, frente a la mesa repleta de comida. Como era obvio, tuve que tomarme fotos con mi vecino. Mi queridísima tía favorita —nótese el sarcasmo— sugirió que él y yo nos tomáramos de las manos, mirándonos a los ojos.
La imagen apareció en mi mente. Se veía muy... Romántico. Demasiado cursi. Para nada mi estilo. Decidí ignorarla, era lo mejor.
Definitivamente lo era.
Mi papá comenzó a bromear con Daniel en cuanto vió que él se empezó a acercar a mí. Se colocó entre nosotros y empezó con sus monerías graciosas para apartar a Dan de mi lado, haciendo que yo soltara risas y más risas.
Pasó un rato. Mi papá me llamó porque el chófer estaba hablando sobre mí. Estuve allí un rato. Recuerdo perfectamente cuando dijo que Daniel siempre estaría a mi sombra y creo que esa fue mi parte favorita de la noche.
Ahora estoy sentada en una butaca con mi vecino sentado delante de mí. Crucé las piernas y de una manera muy sensual manejo mi copa de refresco. Pestañeo con lentitud y miro a Daniel. Una parte de mí quiere que diga algo o que me mire, no lo sé.
—Te ves linda hoy, Hámster —murmuró el chico.
¡ACTÚA NATURAL! ¡ACTÚA NATURAL!
Un grito de emoción resonó en mi mente. Mis plegarias habían sido escuchadas. Y fue mejor de lo que esperaba.
—Gracias, León. —Le sonreí—. Pero, eso ya lo sé.
Él me dedicó una sonrisa también, divertido. ¿Alguien le ha dicho lo lindo que se ve cuando lo hace?
∆∆∆
El primer año de secundaria terminó más rápido de lo que esperaba. Ahora pertenezco al aula B-1 con la misma gente, excepto por los que se fueron y por los que llegaron nuevos al aula.
Ahora estamos en los diez minutos del receso. Stella está en una especie de reunión de otakus. Unos vecinos de Saúl se unieron a la escuela y ahora son de los grupos A, mientras que nosotros pasamos al siguiente grado y por eso somos el grupo B-1.
Tell habla con Melody, ella es una chica un poco pasada de peso y bajita. En el grupo también está Christofer, no muy alto, bronceado y flaco, con voz de gay. Además está Sabrina, la mejor amiga de Melody, esta es un poco más clara que Saúl y alta.
Alberto también está con ellos, hablando sobre... Bueno, anime y cosas de otakus en general. Ni me molesto en intentar entender algo.
Es que todo es muy enredado a mi parecer.
Lo es, mucho.
Me aparto un poco del grupito. Observo a mi alrededor el interesante panorama. Afuera hay mucho césped y la mayoría de los estudiantes están aquí. Es el primer día de clases en la secundaria para muchos. Para mí, ya es una aburrida rutina.
—Hola. —Me llega una voz femenina, noto algo de timidez.
Me volteé hacia ella.
Lleva el cabello corto y extra rizo cayendo en picada hasta sus hombros. Es de piel bronceada. Tiene cejas finas. Sus ojos son marrones. Nariz un poco chata y labios algo gruesos. Tiene buenas curvas.
—Hola. —Le devuelvo el saludo, sin un tono amable.
Me doy cuenta de que ella es una de las nuevas que llegó hoy al aula.
—Emm... —Ella no parecía saber qué decir—. Soy Karla, estoy en tu grupo.
—Lo había notado —dije, sin pinta de amable, como si no me importara.
—Y... ¿Cómo te llamas? —preguntó.
—Ileana —contesté sin muchas ganas.
Saúl apareció en ese momento y se presentó. Ella hizo lo mismo, sonriendo. Los demás seguían hablando sin prestarnos atención.
La campanada que anunciaba el fin del receso resonó por toda la escuela. Dejé a Tell atrás y me quedé hablando con Karla y Saúl.
Este último estaba al lado izquierdo de la chica y yo al lado derecho. Nos dirigimos al aula. Ella se sentó en la segunda fila, en la primera mesa.
El tiempo pasó y entre Karla y yo se creó una bella amistad. Al principio no me caía muy bien. Pensaba que me estaba robando a Stella.
Claramente no era así.
Pero, eso era lo que yo sentía. La odié por un tiempo. Todo porque a Karla también le gustaba el yaoi y pues sólo hablaba con Stella sobre eso. Entonces me excluían de la conversación.
Sentía que no importaba.
Ahora somos el clásico grupito de tres, aunque me sentía sola. Como un estúpido fantasma. Las tenía a ellas, lo mejor que me ha pasado en la vida, sin embargo, no podía evitar sentirme sola. No sé si se han sentido así.
Es horrible.
Había dejado de llorar por la muerte de mi abuela. Pero, con esto de sentirme sola volví a llorar todas las noches. Puede que tenga depresión. No sé mucho sobre eso. Me sentía triste, apagada.
Y nadie se daba cuenta de eso.
Actualmente es de noche. Estoy en mi cama, bajo las sábanas. Las lágrimas ruedan por mis mejillas. El dolor emocional me consume. Me seco las lágrimas que van bajando. Odio esto. Odio llorar.
Eres una estúpida.
Más lágrimas siguen cayendo. Mi mente me hace recrear recuerdos de momentos que pasé con mi abuela muerta. Mis pensamientos me llevan al día en que ella murió, a todas las historias que he oído de ese día tan horrible.
¿De verdad creíste que son tus amigas?
Mi mente me sigue atacando. No hago ruido.
Llega un punto en el que las lágrimas dejan de caer y se secan. No lloro más. Estoy en silencio, acompañada por la oscuridad de la habitación y mi hermana dormida en la cama al frente de la mía.
Mi punto ahora es neutro. Mi alma continúa llorando. No hay lágrimas, sólo una profunda tristeza que me está consumiendo poco a poco.
Lentamente.
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