46. Un último secreto.
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***
Tengo dos noticias.
¿Las malas noticias? No pude arreglar mi horario para almorzar con Jason y su hermano.
¿Las noticias que no son malas pero tampoco muy buenas? Natalie es la que impide mi almuerzo.
Llegó de Portland esta mañana, y quiere pasar tiempo conmigo. Ni siquiera sabía que llegaba hoy, pero su mensaje de texto que me envió mientras salía de una de mis clases era claro. Quiere verme. Y aparentemente, no puede esperar.
Me parece justo. No la veo hace dos semanas, ya estaba empezando a preguntarme cuándo iba a volver. Lo que me parece raro es que mamá nunca "demanda" verme. Sabe que estoy la mayor parte del día ocupada, mucho más en un día de semana.
Eso me lleva a la siguiente conclusión: Seguro se enteró por Zack mi idea de mudarme con Jason y quiere hablarme de eso. ¿Por qué Zack no puede mantener la boca cerrada?
Conduzco de nuevo a casa. Siento que puedo hacer este camino con los ojos cerrados, aunque por el bien de todos, no voy a intentarlo. Pongo música en el camino para distraerme, y en cuarenta minutos, estoy rodeando la fuente de la entrada y estacionando.
No me molesto en bajar mis cosas, son todos libros de la universidad que necesito para más tarde.
Salgo del auto, notando el Mercedes de mamá a unos cuantos metros.
Cuando estoy en casa, voy directo hacia la oficina que mamá armó hace unos cuantos años para poder trabajar desde aquí. Aún falta una hora para el almuerzo, y me pidió que la encuentre allí, como siempre.
Toco la puerta dos veces antes de abrir.
Mamá está sentada detrás de su escritorio. Lo primero que veo es su taza de té humeante a un costado. Tiene un montón de documentos explayados frente a sus narices, aunque su computadora está cerrada.
Sus gafas de lectura descansan en el puente de su nariz. Tiene puesto una blusa roja, y su cabello rubio planchado a la perfección. Sus ojos marrones suben para encontrarme y sonríe un poco.
Le devuelvo la sonrisa. Cierro la puerta detrás de mí y me acerco a abrazarla. Ella se levanta de su silla y me recibe con brazos abiertos.
Mi relación con Natalie mejoró notoriamente durante los últimos años. Y honestamente, no puedo estar más feliz. Todo lo que quise toda mi vida fue este tipo de afecto de su parte, y al fin conseguirlo —sin importar que sea después de haber cumplido los 18—, se siente como estar en una nube.
Su perfume costoso me inunda la nariz, pero es familiar, y es por eso que me gusta.
—¿Qué tal tu viaje?
—Siéntate, Quinnie —me pide cuando nos separamos. Ignoro el hecho que ignoró mi pregunta. Quizás no escuchó bien.
Me dejo caer sobre la silla en frente a su escritorio de madera mientras ella regresa a su lugar.
—¿Y Matthew?
—Golf —responde simplemente. Asiento.
Mamá empieza a acomodar los papeles que tiene enfrente. Ni siquiera me fijo, seguro son algo relacionado con algún caso que está trabajando. Me fijo en ella. Luce extraña. Entrecierro mis ojos por unos instantes, intentando apuntar qué es. Su cabello sigue siendo del mismo tono rubio de toda la vida; el mismo que el mio. Sus gafas son las mismas de siempre, su maquillaje también.
Por instinto, mis manos buscan el dije de la cadenita que mamá me regaló el día que se casó con Matthew. Papá se la había regalado a ella años y años atrás, entonces me lo dio a mi. Desde ese entonces, no me la saco nunca. Excepto cuando estoy por surfear, porque tengo miedo a perderla.
—¿Está todo bien? —le pregunto al notar que su taza de té está llena. Y que no la ha tocado.
Mete todos los papeles en uno de sus cajones y lo cierra. Eleva la cabeza para encontrar mi mirada. Asiente.
—Solo... Estoy cansada —contesta.
—¿Pudiste dormir desde que llegaste? —inquiero.
Giro mi cabeza, observando la ventana que da al patio por la cual entra luz natural. Creo que alcanzo a ver a Fury correteando por detrás de la piscina.
—No —resopla en un tono abatido.
Vuelvo mi atención a ella.
—¿Era un viaje de negocios? —inquiero, sabiendo que Matthew viaja muy seguido y hay veces que mamá lo acompaña.
—Algo así —contesta.
Inmediatamente noto que su pulgar empieza a juguetear con el único anillo que tiene, el que le dio Matthew el día que se casaron. Tiene un diamante sutil, no muy llamativo pero estoy segura de que vale miles y miles de dólares.
Hay algo que no está bien. Tal vez sea mi imaginación, pero hay algo que no está bien.
—Eh, ¿quieres... ir a almorzar? —le pregunto para intentar aligerar la extraña tensión que estoy percibiendo.
Finalmente, los ojos de mamá se concentran en los míos. No logro entender qué están queriendo decir.
—Hay algo sobre lo que tenemos que hablar.
Respiro hondo, sabiendo lo que se viene.
—Si es sobre Jason...—empiezo, intentando buscar las palabras más suave que tenga para decirle que rechacé su oferta de irme a vivir con él.
Aún así, tengo que recompensar nuestro percance de ayer. Jason tiene la tarde libre y yo cambié mi turno del refugio esta tarde libre para ir a visitarlo.
—No, no es sobre Jason —interrumpe con el ceño fruncido—. ¿Pasa algo con Jason?
¿Zack no le dijo?
Estoy sorprendida. Mi hermano mayor tiene una boca gigante cuando se trata de mi.
—No, no pasa nada —contesto. Aclaro mi garganta y vuelvo a acomodarme en mi asiento. Si esto no es sobre Jason, ¿qué es?
Mamá asiente, sin prestarle más importancia.
Extraño. Normalmente, nunca se quedaría con esa respuesta. Querría saber más sobre Jason y lo que sea que esté pasando.
—¿Mamá? —inquiero en un hilo de voz—. ¿Hay algo que... quieras decirme?
Resopla pesado.
Ahora es cuando noto el pobre trabajo de su maquillaje para cubrir sus ojeras. Mamá nunca tiene ojeras, cumple sus horarios de sueño (o sueño de belleza como le gusta llamarle) para evitar ojeras que luego van a transformarse en arrugas.
Y por alguna razón, sus ojos lucen no solo cansados, sino tristes.
Después de lo que me parece una eternidad de silencio, asiente.
—Tengo algo que decirte.
***
Tres días después.
NARRA KEY MICHAELS.
Le devuelvo una mirada incrédula a Max mientras intenta convencerme de nuevo.
—Deja de ser tan... Molesto —bufo haciendo un gesto con mi mano para que se aleje. No tiene sentido. Max es la persona más insistente que conozco.
—Tú deja de ser tan estúpido —responde mi hermano mayor—. Es su cumpleaños, no puedes no estar allí.
Arqueo una ceja.
Max está intentando convencerme hace quince minutos de que compré un pasaje a California para sorprender a Reese por su cumpleaños que es dentro de dos semanas. ¿Lo que no sabe? Es que Reese volverá a Miami para pasar su cumpleaños con su familia y conmigo.
Disfruto de ver a mi hermano estresarse.
—Tengo exámenes —miento.
—Ya los tuviste —espeta cruzándose de brazos y apoyándose en el marco de la puerta de mi habitación. Debí haberle puesto seguro para que no me moleste—. ¿Están peleados?
—No —respondo esta vez con honestidad.
Reese y yo tuvimos nuestros altos y bajos, y varios momentos en los que tuvimos que separarnos durante los últimos casi tres años. Y aun así, logramos seguir juntos. No me imagino un futuro sin Reese en mi vida.
—¿Entonces?
—Entonces sal de mi habitación y deja encargarme a mi de mi novio —respondo sin siquiera mirarlo y le lanzo una de las almohadas de mi cama. Max la esquiva rápidamente.
—Mister Amargura —bufa antes de irse. Arqueo una ceja al escucharlo. Veo que se encariño con el nombre que Quinn me da cada vez que intento detenerla de hacer algo estúpido.
Sacudo mi cabeza y vuelvo a concentrarme en mi ensayo para una de mis asignaturas. Ya está terminado. Solo le estoy dando unos toques finales para entregarlo mañana.
Quince minutos después, mi celular comienza a sonar. Seguro es Jason Heyward. Lleva llamándome hace dos días.
Sin embargo, aún así volteo la cabeza para mirar la pantalla. Frunzo el ceño cuando veo que es un número desconocido y no lo reconozco.
Si será...
Es Jason llamándome desde otro número, con la esperanza de que atienda. Qué inteligente.
Suspiro, dejando de lado mi ensayo y deslizo para atender.
—Jason, llevo ignorando tus llamadas por una buena razón —digo apenas llevo el celular a la altura de mi oreja.
—¿Key? —responde una voz que logra que mi cuerpo se congele por una milésima de segundo.
Me quedo en silencio, repasando la voz en mi cabeza. Intentando asegurarme de que no me estoy volviendo loco.
Es...
Parpadeo unas cuantas veces para asegurarme de que estoy en el mundo real.
¿Cuáles son las jodidas chances de que Liam Hamilton me esté llamando?
—¿Liam? —inquiero, sintiendo que definitivamente me estoy volviendo loco. No sé nada sobre este tipo hace, tal vez, tres años. Sé que ni siquiera Max sigue en contacto con él.
¿Y ahora me está llamando?
¿A mi?
—Sí, soy yo —responde. Su voz más grave de lo que la recordaba—. ¿Podemos hablar?
Vaya, vaya, vaya. Lo que arrastró el gato.
—¿No estamos hablando? —inquiero, recargando mi espalda en el asiento mientras jugueteo con el lápiz con el que estaba tomando notas—. ¿A qué le debo el honor de esta llamada?
—Quiero... No, tengo que hablar con Quinn —responde. Mis cejas se arquean.
Hace dos días que todos quieren hablar con Quinn.
—¿Y por qué no la llamas? La última vez que me fijé, mi nombre no es Quinn —contesto, sabiendo exactamente por qué Quinn no responde. La verdad es que quiero jugar un poco con Liam Hamilton, que se borró de la faz de la tierra hace casi tres años, dejando a mi mejor amiga con un corazón roto.
Que no quiera a Jason no significa que quiera a Liam.
—No me atiende —responde. El ligero acento británico haciéndose notar más—. ¿Sabes como puedo contactarla?
Sí.
Quinn tiene su celular apagado hace dos días, pero sé cómo comunicarme con ella.
—¿Para qué? —le pregunto. No soy tan amenazador como Reese, pero voy a proteger a Quinn a toda costa.
Liam se demora en responder.
—Key, tengo que hablar con ella.
Resoplo.
—No somos más amigos —le miento, para saber hasta donde mierda quiere llevar esto. Sigo enterrando el lápiz en mi pierna para chequear que esto no sea un sueño o una alucinación.
—Siguen siendo amigos —repone al corregirme. Esbozo una sonrisa triunfante—. Veo las fotos en Instagram.
Justo en el clavo.
—Huh, ¿stalkeando a tu ex en Instagram?
—Key —suelta como advertencia.
—Ella ya no revisa tu perfil —miento. Esta conversación es mentira tras mentira de mi parte—. Pero yo sigo a Tyler. ¿Y sabes que vi? Una foto contigo y otra chica. No sé cuales son tus intenciones, pero si quieres volver y jugar con la cabeza de Quinn, podemos ir terminando esta llamada.
No sigo a Tyler Aiken en Instagram.
Quinn me mostró la foto hace semanas.
—¿Qué chica? —inquiere. Se queda en silencio unos minutos. Lo dejo ser un poco más patético—. ¿Esa chica? Es prima de Margot, la novia de Tyler. Ni siquiera sé el nombre. Por favor, Key, necesito hablar con ella.
Tengo a Liam Hamilton suplicando en el teléfono.
Esto se está poniendo interesante.
¿Habrá alguna forma de conseguir la grabación de esto? Reese va a reírse durante cinco días seguidos.
—¿Y sobre qué necesitas hablarle?
—Es... Algo entre Quinn y yo.
Quinn y yo somos como una sola persona. De todas maneras me voy a terminar enterando.
Bufo.
—¿Y me dejas con la intriga?
Voy a agregar esto a mi lista de actividades favoritas, junto molestar a Max y llevar a Fury al parque: Jugar con Liam Hamilton.
—Key, hablo en serio —presiona.
Me quedo en silencio. Chasqueo mi lengua.
—Por más que pueda hacer que te comuniques con ella, ahora no puede —contesto. Esta vez, digo la verdad.
—¿Por qué?
Dios, que insistente.
Pero así decía mi abuela: Mala hierba nunca muere.
—Empiezo por lo esencial, Hamilton. Quinn tiene novio. Si tan pendiente estás de su Instagram, ya te habrás enterado —contesto. No puedo creer que estoy defendiendo al imbécil de Jason Heyward.
—Ya lo sé —contesta en un tono molesto.
Celos.
Por poco me río.
Miro hacia el techo.
Abuela, tenías toda la razón. Mala hierba nunca muere.
—¿Y? —insisto, en busca de una respuesta.
—No me importa —responde. Típico. Pongo mis ojos en blanco—. No voy a seguir repitiendo, Key. Quiero verla. Y si no me respondes, voy a encontrar otra manera.
No la va a encontrar. Aparte de Natalie, y tal vez Zack, soy la única persona que sabe dónde está Quinn.
—¿Ahora quieres verla?
Aclaro mi garganta. Esto ya no me está pintando bien.
—Verla para hablar con ella —continua, pero no me calma. Pongo mis ojos en blanco.
—Liam... Quinn ahora... No puede —contesto, deseando que se me haya ocurrido algo mejor que eso.
—¿Qué estás diciendo?
Cierro mis ojos con fuerzas, recordando todo lo que Quinn me dijo hace dos días.
—No puede. No puede permitirse que tú entres a su vida de nuevo a desordenarlo todo. No ahora.
¿Qué muy mal decir "vuelve a intentar el año que viene"?
—¿Qué pasó? —interroga preocupado.
¿Que no paso?
—No importa qué pasó. Lo único que tiene que importarte es que Quinn no puede hablar contigo —respondo. O con nadie, para el caso. Y por eso el pesado de Jason Heyward no deja de llamarme.
—¿Ni con su novio? —inquiere y me agarra desprevenido—. Escuché como empezó nuestra llamada, Michaels.
Mier-da.
—¿Dónde está? —me pregunta, sin rodeos en su tono de voz.
Cierro mis ojos y pienso bien antes de abrir la boca de nuevo.
—Liam... Quinn no puede permitirse que le hagas daño. No de nuevo —respondo en un resoplido frustrado—. Si vas a volver... Haz que valga la pena.
Se queda en silencio. Lo tomo como un sí.
—¿Dónde está?
Jugueteo de nuevo con el lápiz. Por favor, Quinn, no me mates por esto. Reese va a enojarse si me encuentra muerto.
—San Francisco —contesto finalmente—. ¿Y, Liam? —digo antes de que pueda cortar.
—¿Qué?
—Ten cuidado. La vida de Quinn acaba de irse a la mierda —respondo.
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nota:
parte 2/3
a seguir leyendo:)
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