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45. Se celebra de blanco.

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¡Hola! Antes de empezar el final, quiero aclararles algo: Son tres capítulos, bastantes largos cada uno. Tomen asiento porque es un viajecito interesante y largo. Si quieren, pueden buscar la playlist de la trilogía en Spotify "Trilogía Rompecorazones" de isnotcandy.

Espero que les guste el final. Ya saben que para más información pueden seguirme en Instagram: candelahc_ y en Twitter: candelahc_


Love,

Cande

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Dos años y seis meses meses después.


Paseo mi mirada por los brillos incrustados en el vestido, ubicados sutilmente solo en la parte de arriba. No son tan grandes ni groseros, sino que del tamaño perfecto para pasar desapercibidos. El escote en "V" se estira hasta la mitad del estómago, sin enseñar demasiado pero con la cantidad perfecta de piel descubierta. Casi como si todo hubiera sido pensado meticulosamente. El vestido cae suelto hasta el suelo, en varias capas, una de ellas casi trasluciendo.

El vestido de novia perfecto.

Dejo escapar un suspiro soñador mientras observo el reflejo del espejo.

—¿Quieres un balde para la baba, Meyer? —inquiere Key a mi lado.

Pongo mis ojos en blanco y salgo de mi pequeño trance mental. Volteo a mirarlo con los ojos entrecerrados. Ni siquiera se molesta en verme, está muy ocupado arreglando la corbata de su traje. Corbata que yo elegí.

—Muy gracioso —bufo—. Estaba solo mirándolo una vez más.

Marine gira sobre sus talones y se ríe.

—Es perfecto —suelta con una voz soñadora mientras alisa su vestido con las manos—. Gracias por recomendarme a la diseñadora, Quinnie. Juliette volvió mi sueño realidad.

Sonrío.

Juliette es la mejor.

—Bueno, solo te casas una vez —apunto elevando mi copa de champagne hacia arriba en modo de brindis y luego le doy un trago, siendo cuidadosa de no derramar nada sobre mi vestido de dama de honor.

El segundo vestido de dama de honor que uso en mi vida. El primero fue hace dos años para la boda de mi hermano Nate y Hannah. Ahora, el segundo, para la boda de Zack y Marine.

Tocan la puerta y una de las otras damas de honor entra, avisándonos que el fotógrafo quiere que salgamos. Ayudo a Marine a alzar su vestido para que no se ensucie con el suelo y salimos de la habitación.

Estamos en un hotel cerca de la playa, a tan solo media hora de la ciudad. Marine estuvo buscando como loca un lugar que encajara con la fantasía que tiene en la cabeza. Por suerte, el lugar fue lo primero que encontró. ¿El vestido, la decoración, el catering, la música, y todo el resto? Dios, estuvo casi seis meses planeando la boda perfecta.

Victoria, la organizadora, casi pierde la cabeza intentando complacerla. Es la mejor organizadora que tiene Miami, así que si ella casi explota, cualquier otro principiante lo hubiera hecho en tan solo dos días.

Una vez que estamos en la playa, dejo caer el vestido. La boda no es en la playa, sino que en un salón dentro del hotel. Con ventanales con vista a la playa. Marine quería que la boda no sea con un estilo playero, pero no quería dejarla afuera. ¿Ven? Complicado.

Las otras seis damas de honor y yo, esperamos a un costado mientras a Marine le hacen cientos y cientos de fotos individuales. Tiene contrato dos equipos de fotógrafos para que cada uno fotografíe y filme una versión diferente de la boda y de la fiesta. Nunca se me hubiera ocurrido eso.

Finalmente nos dicen que nos acerquemos y las fotos continúan. Sonrío en todas y hago caso a las indicaciones del fotógrafo. Para cuando terminamos, me duelen las mejillas de tanto sonreír.

Victoria ya está en la entrada del hotel, indicándonos que entremos porque en quince minutos, empezarán a llegar los invitados.

Key camina a mi lado mientras atravieso el lobby del hotel.

—Tengo que ir a ver a Zack —digo mirando sobre mi hombro. Marine está hablando con otra dama de honor, no va a extrañarme.

Asiente.

—Y yo tengo que esperar a Reese en la puerta, está por llegar —dice. Por poco lo olvidaba. Reese consiguió hacerse un tiempo antes de que empiece la temporada de fútbol para volar a Miami. Viene directo del aeropuerto hacia aquí.

—Perfecto. Los veo en la recepción —digo y me inclino a besar su mejilla, sabiendo perfectamente que no le gusta que haga eso. Key gruñe y yo me río—. ¡Tienes labial en el rostro!

Mentira. Mi labial es matte y no se quita por nada, es imposible. Sin embargo, Key se lo cree y empieza a refregar su mejilla con fuerzas, consiguiendo que me ría más alto.

Con cuidado de no pisar mi vestido azul marino, voy directo a uno de los elevadores y presiono el piso en el que se está quedando Zack.

Verdaderamente cumplieron el "no verse un día antes de la boda". Zack se está quedando en el hotel desde ayer mientras que Marine se quedó en el departamento que tienen en la ciudad.

Cuando las puertas se abren, camino por el pasillo hasta encontrar el número de la habitación. Toco dos veces.

Zack me abre la puerta inmediatamente. Tan rápido que unos mechones de pelo se mueven de lugar por el repentino viento.

—Pensé que eras Jason —suelta con el ceño fruncido.

—Perdona si te estoy decepcionando —bufo y lo empujo para poder pasar a la habitación. Escaneo rápidamente el desastre del lugar antes de fijarme en su traje de tres piezas.

—¿Y? ¿Me veo bien? —inquiere. Alza sus brazos y da una vuelta entera para que pueda verlo bien.

Sonrío.

—Sí te ves bien, tonto —respondo. Hago que se detenga con mis manos en sus hombros y ajusto el moño de su traje que estaba un poco de costado—. ¿Nervioso?

—Muy. Demasiado. Muy nervioso —responde y mira hacia el techo para exhalar aire. Doy un paso hacia atrás un poco asombrada. No muchas veces tengo la chance de ver a Zack así: hecho un manojo de nervios, intranquilo y sin tener todo bajo control. Creo que la última vez que lo vi así fue en Navidad cuando tuvo que ponerse en una rodilla frente a toda nuestra familia y la de Marine para pedirle que se case con él.

—Va a estar todo bien. Tan solo piensa en que al fin estás por casarte con la chica de tus sueños. No veo por qué estar nervioso, deberías estar aliviado —repongo.

Baja la cabeza y entrecierra sus ojos azules.

—Intenta casarte, Quinn, y verás si tienes nervios o no.

Me río.

—Por suerte falta mucho para eso.

—Pero algún día va a suceder —responde en una mirada acusadora. Por poco sonrío cómplice. Sacude sus manos y hombros como si estuviera por entrar a un ring de boxeo—. ¿Y si me dice que no? Estuve viendo videos de tipos que los abandonan en el altar.

Suelto una carcajada.

—Entonces voy a tener mi celular listo en caso de que eso pase.

Zack me mira mal.

—No estás ayudando.

—Dios, Zack. Tranquilízate. Nadie va a dejarte en el altar. Te dirá que sí —empiezo en un intento por calmar sus nervios—. Si Marine no tuviera en su cabeza la boda perfecta desde que tiene seis años, se hubiera casado contigo apenas le preguntaste. Ahora, respira hondo. Este es solo su sueño volviéndose realidad.

Por primera vez en milenios, Zack me obedece. Conoce a Marine. Sabe que la boda perfecta se encuentra entre su lista de "Cosas que hacer y vivir antes de morir". Y sí, la lista existe. La vi.

Respira hondo y exhala.

—¿Dónde mierda están Jason y Miller? —inquiere frustrado.

Me alzo de hombros. No los veo desde que llegué al hotel para que me maquillen.

Y como si la plegaria de Zack hubiese sido escuchada, la puerta de la habitación se abre.

Identifico el cabello rubio de Miller al instante. Entra con una sonrisa, en su traje idéntico al de Jason que viene por detrás de él.  Ambos, junto a Nate y Rick que seguramente están abajo, son los padrinos.

—Al fin —suspira Zack.

—¿Ya me extrañabas, Gallagher? —inquiere Miller poniendo un puchero.

Jason palmea la espalda de su mejor amigo antes de acercarse a mi. Rodea mi cintura con un brazo y me atrae a su cuerpo hasta que estoy sonriendo como tonta.

—Te extrañé —murmura contra mis labios antes de besarme.

—¡Aca no, por favor! —exclama Zack estresado causando que Jason y yo nos riamos.

No pudimos vernos mucho durante estos días. Fue algo imposible entre las respectivas despedidas de solteros, las cenas de ensayo y la situación caótica de la boda.

—Qué amargado, Zachary —bufa Miller poniendo una mano en su hombro—. Que tengas miedo a que te dejen tirado en el altar no significa que el resto de nosotros también tiene que tener miedo.

Zack lo empuja y lo obliga a callarse, pero todos nos estamos riendo porque ver a Zack así es toda una diversión.

Jason me suelta, pero no por completo cuando entrelaza sus dedos con los míos.

—Nos cruzamos a Victoria abajo, quiere que vayamos a la recepción —anuncia Jason. Zack bufa y se deja caer en uno de los sofás.

Miller lo mira demasiado divertido con la situación.

—Por eso, nunca voy a casarme —silba con las manos en los bolsillos de su traje. ¿Y para qué querría? Básicamente está casado con su trabajo en la firma de abogados. Me sorprendió que encuentre un lugar en su agenda para viajar desde San Francisco.

Y hasta lo que sé, no tiene novia. Ni una mujer estable en su vida que no sea su madre, sus amigas, y tal vez yo.

Nos despedimos de Zack que tiene que bajar después y salimos de la habitación. Siguiendo las órdenes de Victoria, bajamos porque los invitados están empezando a llegar. En el salón donde se está llevando a cabo la recepción reconozco a mamá, Matthew, la madre de Zack, mis hermanos y toda la familia de Marine.

Uno de los primos de Marine, que tal vez tenga catorce años, reconoce a Jason a primera vista. Sus ojos se agrandan brillosos y se acerca a nosotros a la velocidad de una bala. Acostumbrada a lo que se viene, despido a Jason un beso en la mejilla mientras hago mi camino hacia mamá. Jason intenta apretar mi mano para que me quede, pero de todas maneras me alejo riéndome.

Giro la cabeza un poco para ver como charla animadamente con el chico y luego se sacan una foto.

A veces me cuesta entender que estoy saliendo con un jugador de la NFL. Y todo lo que ello conlleva. Partidos, fans que lo reconocen por todos lados, muchos viajes, algunas lesiones en el camino, mujeres queriendo lanzarse a toda costa, entrenamientos largos, entre muchas más cuestiones que no pensé soportar nunca. Y creo que aún me cuesta.

Jason y yo somos oficialmente pareja hace solo cuatro meses. Durante los dos últimos años, estuve sola. Y Jason cumplió su promesa de ser solo amigos. Incluso estuvo en una relación con una chica durante un tiempo hasta que terminaron, y tiempo después, me sentí lista para tener algo serio con él y nos reencontramos. El tiempo fue perfecto.

Un rato después, llega Reese y no puedo evitar correr en tacones y saltar para que me atrape en un abrazo. No nos vemos hace tres meses. No desde que estuve de visita en California por uno de los juegos de Jason.

—¡Te extrañe, Rixi! —exclamo.

—Yo también rubiecita, pero juro que me vas a dejar sin aire —masculla y lo suelto, regresando al suelo.

Reese no cambió mucho. Ahora tiene el cabello más corto, y el tiempo le hizo bien. Las facciones de su rostro muestran lo que creció y sus músculos también.

Jason se acerca para saludar a Reese y a Key.

Mis mejores amigos le sonríen y son educados, pero esas sonrisas no llegan a sus ojos. No les fascina la idea que esté con Jason. No dicen nada porque me cansé de escuchar sus quejas, y les pedí que no hagan comentarios sobre mi relación.

Jason besa mi mejilla rápidamente y me dice que me dará tiempo para ponerme al día con Reese mientras se va con Miller. Nunca se lo dije, pero Jason sabe que no tiene a mis mejores amigos en el bolsillo. Asiento. Cuando se va, Reese suelta un resoplido.

—Nunca voy a acostumbrarme a eso.

Pongo mis ojos en blanco.

—Eso es porque no vives en la ciudad, pero si lo hicieras, te acostumbrarías —repongo y alzo una ceja.

A su lado, Key niega con la cabeza.

—No, no te acostumbras. Y yo vivo en la ciudad.


***








La boda me tiene lagrimeando desde que empieza, pero no quiero arruinar el maquillaje así que hago mi mejor esfuerzo al ahuyentar las lágrimas de felicidad mientras observo como Zack y Marine, dos de mis personas favoritas en este mundo, se casan.

La fiesta es igual de perfecta, tal como Marine la imaginaba. Juro que nunca la vi sonreír tanto como hoy.

Jason me hace bailar una canción lenta con él. Rápidamente reconozco "Stay with me" de Sam Smith y mis labios se curvan en una sonrisa al recordar que es la canción que bailamos en mi fiesta de graduación.

—Te quiero, Quinn —murmura antes de besarme. Sus labios saben a menta y a whiskey, seguramente lo que estuvo bebiendo. Me va a tomar un poco más de tiempo acostumbrarme a sus labios... Acostumbrarme a estar con alguien en general. Y es por eso que por más que intente, no puedo decirle que lo quiero de vuelta.

Jason me calló con el beso porque sabe que nunca sé qué responderle cuando me dice eso. Terminamos de bailar la canción y uno de sus ex compañeros de fraternidad ya está agitando su brazo en el aire, diciéndole que se acerque al grupo. Sus labios modulan "broma a Gallagher".  Arqueo una ceja. Esto va a ponerse interesante.

Vuelve a mirarme y yo asiento, indicando que vaya a divertirse con sus amigos, ya tuve mi baile lento de la noche y a decir verdad, necesito un poco de aire.

Cuando estoy sola, paso una mano por mi vestido antes de dirigirme hacia el patio que está decorado con pequeñas luces y muchas plantas. Hay varias personas, pero reconozco a pocas.

Consigo una banca vacía y me siento sobre ella, exhalando aire. Por suerte, Marine hizo diseñar estos vestidos con bolsillos. Saco mi celular y observo que todavía falta mucho para que termine la fiesta.

Estoy cansada. El fin de semana fue caótico y acabo de salir de una semana intensa de exámenes en las que dormí muy poco. Solo quiero acostarme y cerrar mis ojos.

Abro Instagram para entretenerme un rato. Hace unos minutos subí una foto con Marine y Zack, cuando encontré un momento libre. Estoy en el medio, Zack me abraza de un lado y Marine del otro. Ambos lucen felices. Y yo también.  Sonrío al verla de nuevo. Voy a imprimirla.

Volviendo a la página principal, la primera foto que aparece es de Tyler Aiken. Está con su novia, Margot. Mi respiración se entrecorta un poco al ver que también está Liam. No veo muchas fotos recientes de él porque no es muy activo en sus redes sociales. En estos dos años y medio quizás conseguí un máximo de cinco fotos de él. Y al lado de Liam, una chica que desconozco y no tiene etiqueta en la foto.

Los cuatro están abrazados. Y no puedo evitar preguntarme, ¿quién es esta chica?

Es delgada, con un cuerpo con curvas y alto. Su cabello tiene ondas y es castaño, cae como una cascada sobre sus hombros. Tiene ojos azules. Es... Es muy linda. ¿Será su novia?

Me quedo mirando la foto por un buen rato. La última vez que hablé con Liam fue esa vez que se despidió. Desde ese momento, nunca volvimos a vernos. Sé por las ocasionales llamadas a Aggie que él y Olive están bien. Pero no sé nada más.

Alguien se deja caer a mi lado. Me sobresalto y rápidamente bloqueo la pantalla de mi celular.

—Tranquila, soy yo —se ríe la voz de Rick, mi hermano.

—Imbécil —mascullo aún con el corazón en la garganta—. Me asustaste.

Llevo mi mirada a mi hermano. Los años le hicieron bien. Incluso ahora tiene una novia a la que todavía no conocemos, pero según él, me va a "caer bien". Espero que sí. Aunque sigo teniendo miedo de que conozca a alguien increíble, se casen y me deje en el olvido. Como paso con Nate, aunque nadie quiera admitirlo.

—¿Haces eso seguido? —inquiere.

Frunzo el ceño sin entender.

—¿Hacer qué?

—Mirar sus fotos —contesta como si fuera obvio.

Trago saliva y miro hacia otro lado.

—No —respondo sabiendo que es mitad verdad, mitad mentira—. Me apareció como primera publicación.

Mi hermano arquea sus cejas con curiosidad.

—Puedes decirme la verdad, no voy a juzgarte.

—Te estoy diciendo la verdad —le aseguro—. Solo chequeo a veces porque quiero saber como está.

Rick asiente.

—¿Y cómo está?

Entrecierro mis ojos en su dirección causando que se ría.

—Bien. Supongo. Está con sus amigos, su familia y creo que tiene una nueva novia —contesto y me alzo de hombros.

Rick suspira y asiente.

—¿Lo extrañas?

Aprieto mis labios y niego con la cabeza.

Rick lo entiende.


***





Dos meses después.


Salto los últimos dos escalones, con cuidado de no tirar mis libros. Empiezo a correr para alcanzar a Lucy.

—¡Vamos a llegar tarde! —exclama girando a verme.

No vamos a llegar tarde. Ya estamos llegando tarde. No se lo digo, porque Lucy tiene una obsesión con el horario y si se entera que ya son las 11:15, va a estallar. Me sigue pareciendo extraño que no haya chequeado su reloj en los últimos quince minutos.

Tenemos clases en el otro lado del campus. Y aún nos quedan quince minutos para conseguir atravesarlo.

—Lucy, detente. No entremos —consigo decir entre respiración y respiración.

Entrecierra sus ojos, echando su cabello rubio ceniza hacia atrás porque empezó a pegarse en su rostro.

Probablemente no le guste esta idea.

Lucy y yo somos polos opuestos. Nos conocimos en la semana de orientación de primer año, y ahora, casi tres años después, seguimos siendo amigas. Y puedo darle mucho crédito porque gracias a ella y su constante presión, logré aprobar clases que creía imposibles y conseguí estar en tercer año.  Tomamos las mismas clases y pasamos mucho, mucho tiempo juntas.

—Pero... —titubea.

—Es finanzas. ¡Y la última clase del año! No la necesitamos. Ni siquiera sé por qué la tomamos en primer lugar —espeto arqueando una ceja.

—Porque es necesario saber ese tipo de cosas —vuelve a repetirme lo mismo que dice desde principio de año. Respira profundo. Noto en sus grandes ojos grises que la idea de saltearnos una clase tediosa de dos horas comienza a serle más y más tentadora. Simplemente espero. La conozco lo suficiente para saber que no voy a convencerla, sino que eventualmente, ella se convencerá a sí misma.

Bufa.

—Está bien. Podríamos ir a desayunar.

Sonrío triunfante y vuelvo a guardar mis libros en mi bolso.

—Ah, Lucy, Lucy. ¿Así de fácil te dejas llevar? —inquiero bromeando mientras empezamos a caminar hacia una de nuestras cafeterías favoritas. Ella pone sus ojos en blancos, pero continúa caminando.

Esa misma tarde, estoy como siempre en el refugio. Saludo a una de las dueñas con la mano antes de dirigirme al baño para ponerme mi camiseta del refugio. Aprendí a las malas a no usar ropa que quiera mucho mientras estoy constantemente con perros y gatos.

Termino de atarme una coleta en el cabello y encuentro en el patio a dos de los nuevos voluntarios junto a Ashley y Trey, dos voluntarios que tienen incluso más años que yo.

—Hola, Pascal —murmuro reconociendo al perro que se acerca hacia mi.

Es difícil tener favoritos habiendo tantos y tan pasajeros, pero Pascal es mi favorito. Nunca reemplazará a Fury, claro, pero es lo más cerca que hay.

Me pongo de cuclillas para recibirlo.

—¿Pascal? ¿Le pusiste Pascal? —inquiere Trey.

—Como el de Enredados —resalto con una sonrisa. Le puse así porque es de color marrón y el tono es muy parecido al mismo tono de madera que rodea el patio del refugio, entonces a veces es imposible identificarlo.

Pascal llegó hace un mes. Lo encontraron abandonado en un callejón. Cuando lo trajimos, averiguamos que tiene linfoma. Es exactamente la misma situación en la que estuvo Fury cuando lo rescaté. Tal vez es por eso que conseguí conectar tanto con Pascal.

La diferencia es que Fury tenía apenas meses. Pascal es viejo y está ciego de un ojo.

Ashley entrecierra sus ojos. Con el tiempo, aprendimos a llevarnos bien. No le cayó muy bien cuando hace unos meses, Jason me pasó a buscar y me besó en frente de ella. Pero está superandolo.

—¿Por qué a Quinn se le ocurren los mejores nombres? —bufa Trey.

La última vez que Trey jugó a poner nombres, un gato terminó llamándose Tres, otro Michifuz y luego un perro que le puso Pikachu. Después de eso, le prohibieron poner nombres.

Me río.


***


Horas después, estoy terminando mi turno y conduciendo hacia casa. Pongo música en el camino y me entretengo cantando a todo pulmón. Es la rutina de todos los días.

Estaciono mi auto en la entrada y bajo todas mis cosas. Entro a casa y Fury se abalanza a mí como todos los días. Y como siempre, me olfatea por un buen rato porque acabo de venir del refugio y huelo a otros perros.

—Tranquilo, te prometo que eres el único —le digo antes de dejar un beso en su cabeza. Key y yo lo bañamos ayer, entonces tiene muy buen olor.

Me sigue hacia mi habitación casi corriendo. No hay nadie en casa. Lily se fue temprano, Matthew está viajando, mamá en la oficina, y Zack y Marine están en París. Y aunque estén en Miami, Zack se mudó de la casa hace más de un año.

Trato de pasar el mayor tiempo posible con Lucy, Key y Jason pero tampoco quiero dejar a Fury tanto tiempo solo. Así que muchos días tengo esta casa enorme para mi sola.

Antes de entrar al baño para ducharme, reviso mis mensajes. Ignoro por ahora todas las fotos que me mandó Marine en Saint-Tropez, las veré después. Tengo uno de Jason. Me muerdo el labio al leerlo.

Jason: ¿Lo pensaste?

No lo abro. Bloqueo mi celular y lo dejo sobre la mesa. Sacudo mi cabeza. Puedo pensar en eso después... Aunque eso es lo que me vengo repitiendo hace tres semanas. Jason es paciente pero hasta cierto punto.

Me quito la ropa y entro a la ducha. Cierro mis ojos mientras las gotas de agua caliente me golpean la espalda. Tengo que darle una respuesta a Jason y rápido. ¿Lo peor? Es que creo que ya tengo una respuesta pero no va a gustarle.

Hace tres semanas, Jason me preguntó qué me parecía la idea de vivir juntos. Al principio, me sonó como una locura pero cuanto más lo hablamos, más sentido empezó a tener. Jason tiene una casa que está a quince minutos del campus y a veinte del refugio. Es grande porque su sueldo en los Dolphins se lo permite. Entonces, Fury podría venir conmigo. Sabe que somos un paquete y que no me mudo más cerca del campus para que pueda tener su espacio. Además, Jason ama a Fury.

Después está el hecho de que con nuestras agendas, encontrar tiempo para vernos es difícil. Vivir juntos solucionaría ese problema. No es como si Jason y yo fuéramos completos desconocidos. Fuimos amigos por mucho tiempo antes de empezar a salir, convivir juntos no es una idea loca y nueva. Hace un mes pasé una semana en su casa porque Matthew y mamá estaban de viaje y no quería quedarme sola, lo que me lleva al último punto. Desde que Zack se mudó, esta casa se siente demasiado grande y solitaria. Detesto estar sola.

Todo suena perfecto.

Excepto un detalle.

¿Verdaderamente quiero vivir con Jason?

Siento que esto es un paso gigante y va a acelerar nuestra relación. Estamos saliendo hace solo seis meses por una razón. No quiero ir tan rápido. No estoy lista para eso. Y tampoco estoy lista para que vuelvan a romperme el corazón. Tengo miedo que convivir con Jason nos traiga problemas, y estoy tan feliz y contenta con mi vida que tengo miedo hasta del más mínimo detalle que pueda arruinar esta burbuja de felicidad que conseguí armar con tanto esfuerzo.

Key me dijo que no lo haga. Que vivir juntos es demasiado. Reese opina lo mismo. Marine dice que es una idea genial y que está muy feliz por nosotros. Zack entiende que quizás sea necesario para que no me sienta tan sola en casa. Lucy no tiene opinión sobre Jason pero me dijo que le suena buena idea que esté más cerca del campus para vernos más seguido.

Suspiro y cierro la llave del agua.

Después de salir de la ducha y vestirme, le envío un mensaje a Jason. Hago lo que hago siempre que intenta preguntarme sobre el tema: Lo evito.

Yo: ¿Vas a venir?

Dos minutos después, justo cuando estoy peinándome, llega la respuesta.

Jason: Estoy saliendo del gimnasio. En una hora estoy allí. ¿Hamburguesas?

Yo: ;)


Paso la siguiente hora revisando notas de clases.Tengo exámenes finales toda esta semana.

El tiempo pasa volando, y cuando menos me lo espero, Jason está tocando la puerta de mi habitación.

—¡Pasa! —exclamo sin quitar mi atención de mis cuadernos.

Reese estaba equivocado. Invertí en tequila tanto como invertí en cuadernos. Me está yendo mejor de lo que esperaba.

Jason entra a mi habitación. Tiene el cabello húmedo, como si acabara de salir de la ducha. Pantalones deportivos y una sudadera de los Dolphins que luce como un modelo nuevo. Modelo que todavía no tengo. Y tengo todo el merchandising de los Dolphins. Uh, ya estoy sintiendo una sudadera nueva.

Sostiene una bolsa de comida. Huelo las hamburguesas desde mi escritorio.

Salto de mi lugar y corro a abrazarlo. Jason me atrapa con un brazo, justo cuando rodeo mis piernas en su cintura. Ventajas de salir con un jugador de fútbol: La facilidad con la que me carga.

Acorto la distancia para besarlo.

—Hola —consigo decir cuando me separo.

Me sonríe.

—Hola. ¿Tienes hambre?

Noto las dobles intenciones en su tono de voz y me rio, negando con la cabeza.

—Sí —contesto antes de volver a besarlo.

Cuando consigo bajarme, tomo su mano y hago que me siga hacia la cocina para comer las hamburguesas. Fury nos sigue, embobado con el olor.

Una vez que estamos sentados, Jason me entrega mi orden de siempre.

—¿Qué tal la práctica de hoy? —inquiero mientras jugueteo con mi vaso.

La hamburguesa de Jason es vegetariana, como siempre. Son buenas, pero no mis favoritas.

—Cansadora —suspira. No hace falta que lo diga para que me dé cuenta. Sus ojeras me lo dicen—. ¿Cómo te fue en tus clases?

Una sonrisa se me escapa.

—¿Las clases a las que no fui? Supongo que bien —me alzo de hombros al mismo tiempo que Jason arquea una ceja—. No voy a necesitar finanzas. Puedo perder la última clase del año.

Jason me mira por unos instantes divertido y sacude ligeramente su cabeza. Pasamos unos momentos de silencio, en los que busco en mi cabeza algún tema de conversación para que no vuelva a preguntarme sobre la mudanza.

—Queens, sobre lo que hablamos hace unas semanas... —empieza. No me sorprende para nada. Me demoré mucho en hablar. De todas maneras, no puedo evitar ahogarme un poco con mi bebida y toser.

Consigo respirar con normalidad después de unos segundos.

—¿Qué cosa?

Perfecto, Quinn. Super sútil.

—No quiero que te sientas presionada —empieza rápidamente. Seguro está viendo mi cara de horror que intenté tanto no poner—. Pero... Llevas evitando el tema por semanas. Necesito una respuesta.

Trago saliva.

—Sigo pensándolo —respondo.

Jason arquea una ceja.

—¿Sigues pensándolo? —inquiere incrédulo—. Sí o no, Queens.

Humedezco mis labios.

—No es una decisión fácil de tomar —espeto.

Asiente.

—Lo sé. Por eso te di tiempo para que lo pensaras, pero ya casi pasó un mes.

—Tres semanas —le corrijo. E inmediatamente me siento estúpida por haber corregido ese detalle. Aclaro mi garganta—. Necesito... Un poco más de tiempo.

Me mira por unos segundos. Intento descifrar su mirada, pero es inutil.

—La respuesta es no, ¿verdad? —interroga.

—Nunca dije eso —respondo con seriedad.

—Pero es lo que estás pensando. No quieres mudarte.

Atrapada con las manos en la masa.

Tomo una profunda respiración.

—No —contesto por fin, después de tres semanas de juguetear en mi cabeza con el tema.

—¿Por qué?

Hay demasiados "por qué". Ninguno que pueda apuntar ahora mismo, en frente suyo. ¿La verdad? Estaba esperando que este mes que pasó desde que me preguntó, mis sentimientos por él se aclararan. No me gusta dudar. Detesto tener que dudar antes de mudarme con Jason. Debería ser una decisión que me emocione, que quiera decir "sí" al primer instante.

—No estoy lista —es mi respuesta. Me quedo viendo sus ojos. Está intentando ocultarlo, pero me doy cuenta de la decepción en ellos. No me gusta que se sienta así. Tomo una profunda respiración y elaboro más mi respuesta—. Estamos saliendo hace solo seis meses. Me parece... Apresurado.

—Nos conocemos hace años. Fuimos amigos por mucho tiempo, no es como si fuéramos desconocidos —apunta lo mismo que pensé yo cuando me invitó a mudarme a su casa.

Aprieto mis labios.

—Jason, hay una razón por la que fuimos amigos por tanto tiempo —contesto, sintiendo el peso en mis palabras meticulosamente elegidas para no herirlo. Lo último que quiero es hacerlo sentir mal—. Tal vez más adelante.

Me mira calmado. Me hace pensar que va a dejar el tema estar, que no va a presionar más.

—Queens, apenas pasamos tiempo juntos. Noches como esta solo tenemos dos días a la semana. No te veo durante todo el día. Y los mensajes de texto no son suficientes.

Por mi idea pasa un pensamiento que si lo suelto, va a causar una discusión. Jason y yo casi no discutimos. Excepto por situaciones como esta. Quiero decirle que si ambos queremos, podemos encontrar el jodido tiempo para vernos. Sin embargo, no lo hago.

—Dos noches. Te quedas a dormir esas noches, y hay veces que voy a dormir a tu casa —consigo decir.

Aunque ambos estamos tan cansados que apenas nos acostamos, nos dormimos.

—¿Y cuál es la diferencia que vivas conmigo?

Mucha.

Un abismo entero.

—Jason, por favor... Estoy muy cansada, no.. No discutamos sobre esto.

En otras palabras:

Dije que no. Quédate con el jodido no.

Resopla, pero asiente. Suficiente para mi.

—Está bien.

No vuelve a tocar el tema de la mudanza. Le hablo sobre el refugio, para aligerar la tensión mientras terminamos de cenar. Después de recoger todo, estiro mi mano para que Jason la tome.

—¿A qué hora tienes que levantarte mañana? —le pregunto, porque no estoy segura. Creo que mañana temprano tiene una cita con el doctor sobre una lesión que se hizo el año pasado en su hombro. Ya está curada, pero por las dudas, sigue chequeando de vez en cuando.

—Siete —responde.

—Entonces vamos a dormir —digo empezando a tironear de él.

Jason es más rápido y más fuerte. Tira de mi hasta que quedo atrapada entre su pecho y sus brazos. Apoya su mentón sobre mi cabeza.

—No puedo quedarme hoy —murmura.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué?

Se demora en responder. Y ya me dice todo.

—Mi hermano llega mañana y prometí buscarlo del aeropuerto —responde finalmente.

Había olvidado que Caleb, uno de los hermanos mayores de Jason, vendrá a pasar unos días en la ciudad con su esposa y su hija. Mierda. Pensé que eso era la semana que viene.

—¿Y la cita con el doctor?

—Oh. Eso fue hace dos días —responde.

Mierda. Definitivamente debería empezar a anotar cosas en mi celular para no olvidarlas.

—¿Hace dos días? ¿Cómo te fue?

Suspira.

—No muy bien.

Ahora me siento como la peor novia del mundo. Jason estuvo tan asustado el año pasado con su primera lesión desde que empezó en los Dolphins. Su hombro estuvo mal por un tiempo y tuvo que perderse varios partidos. Por suerte, la temporada terminó un tiempo después.

Estuvo yendo a fisioterapia casi todos los días.

Recuerdo haber estado hablando con él, el terror pasando momentáneamente por sus ojos, aterrado con la idea de que su carrera termine tan rápido.

—¿Por qué no me dijiste nada? —inquiero. Retrocedo, librándome de sus brazos para poder verle el rostro.

—Estabas ocupada, no encontré el momento —responde. Luego sacude su cabeza—. No es nada grave. Mi doctor solo está preocupado. Si algo más llega a pasarle a mi hombro, esta vez podría ser permanente.

Entrelazo mis manos con las suyas, en una muestra de apoyo.

—Vas a estar bien —le aseguro antes de volver a abrazarlo. Apoyo mi mejilla sobre su pecho—. Sé que vas a estar bien.

Jason se inclina y deja un beso en mi cabeza.

—Espero que tengas razón... Pero debo irme.

Asiento y me alejo de él.

—¿Puedes...intentar hacerte un tiempo libre para almorzar conmigo y Caleb? —me pregunta en un tono inseguro, sabiendo que probablemente voy a decirle que no.

—Voy a intentar —le prometo.

Jason asiente. No dice nada más. Me besa una vez más antes de voltearse e irse de la casa. La puerta se cierra y dejo escapar un suspiro frustrado.


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Nota:

a seguir leyendo:)

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