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34. Que empiece San Francisco.

que tal ese fin de semana? espero que estén bien y cuidandose mucho!!!!

(la canción como saben, siempre recomendada por ustedes porque de verdad, le pega mucho a quinn. me encanto!!!)

Esto es incómodo.

Realmente, a este magnífico punto de mi vida, ya debería haberme acostumbrado a los momentos incómodos. Tuve que verle la cara a Tyler Aiken por meses después de cortarle porque lo engañé con Scott Van Lexer, y esos meses fueron incómodos. Tuve que volver a vivir a Portland por un tiempo, lugar donde todo el mundo me odia y eso fue incómodo. Por Dios, tuve que ir a confesarle a Jess Wenworth que me besé con su prometido. Eso fue otro nivel de incómodo.

Dicen que la práctica hace al maestro, pero no siento que sea así.

¿La razón de esta oportunidad?

Hannah, la novia de Nate.

Apenas me dirigió dos miradas desde que llegamos al aeropuerto de San Francisco. Rick y yo estuvimos esperando a Nate y a Hannah por un tiempo. Acordaron sus vuelos para que los cuatro nos encontremos con tan solo media hora de diferencia. Mejor. Diez minutos más y voy a explotar. No soporto la indiferencia de Hannah. Quiero que me grite, que me odie, que me diga algo.

Estoy acostumbrada a las confrontaciones. A ponerme los pantalones de niña grande y enfrentar las cosas hablando. Excepto si es sobre Emily Murph. Con ella preferiría que mis puños hagan el trabajo.

—Hay un auto esperándonos afuera —nos dice Nate mientras caminamos hacia una de las salidas.

No lo veo hace meses. No desde el viaje a Los Ángeles. Sigue igual que siempre. Mismo cabello oscuro corto y desordenado, grandes ojos marrones y facciones del rostro tan simétricas y duras que podrían cortar diamantes. No hizo ningún comentario sobre mi nueva relación con su novia, pero sé que lo hará en algún momento. Ella y yo solíamos llevarnos de maravilla. Era la primera vez que una novia de mis hermanos me agradaba. Compartimos muchas cosas y puedo decir que se volvió hasta mi amiga.

Y luego, como tengo el talento innato de arruinar todo lo que toco, cometí el error de besar a Seth. Aunque si somos justos, él me besó. Pero como sea, el lobo siempre será el malo si solo quieren escuchar a Caperucita. Hannah es bastante sensible con el tema de las infidelidades, y no la culpo. Nate se mandó todo un numerito en ese departamento.

No voy a disculparme por herir sus expectativas sobre mi. Mi psicóloga siempre me dice que lo mejor que puedo es aceptar mis errores y volverlos parte de mi. No intentar encerrarlos en un baúl con llave. ¿Honestamente? Siento que está juntando material sobre mi vida para llevarlo a una productora de Netflix.

Además, ahora que lo pienso bien, no me arrepiento de haber besado a Seth. Fue un buen beso y para siendo muy sincera, una parte de mi siempre se preguntó qué sería besarlo desde el momento en el que lo vi en el umbral del baño, con las gotas de agua cayendo por todo el cuerpo.

Ya saben como dicen: Es mejor quedarse con la culpa que con las ganas.

Luego de enterarme de que no había arruinado ninguna relación y que Jess es una chica con bastantes problemas en la cabeza, la culpa disminuyó.

De todas maneras, Seth era un medio para otro fin. Otro intento fallido de sacarme de la cabeza a Liam imbécil Hamilton.

Hannah no está de acuerdo con el tipo de persona de mierda que soy. Y lo respeto. Yo tampoco me querría cerca. Solía enojarme cuando las personas reaccionaban así sobre mis actitudes: Harry, mi ex mejor amigo, Scarlett, Aggie Monroe en un momento... La lista es vergonzosamente larga. 

Ya no me enoja.

La novia de mi hermano es libre de odiarme. Que se ponga en la fila que le hace competencia a la fila de un Walmart en antes del Black Friday. No me molesta. Estoy intentando cambiar y creo que estoy aprendiendo. Puedo contar con una mano las personas cuyas opiniones sobre mi sí me importan: papá, Key, Reese, Fury, a veces Zack y, cómo no, Liam.

—Cambia esa cara —me codea Rick con una sonrisa cuando nos subimos a la camioneta. Tiene tres filas. Hannah se sienta en la última junto a Nate. Rick y yo estamos adelante.

Resoplo.

¿Por qué siquiera está aquí? ¿Nate la arrastra a todos lados siempre?

Asiento.

Antes estaba muy segura de que si algo llegara a pasar, Nate siempre elegiría mi lado. Mis hermanos mayores son capaces de mover cielo y tierra si tan solo se los pido. Fueron más padres durante toda mi vida que mis verdaderos padres, y eso es decir mucho. ¿Ahora? No estoy tan segura de que Nate elija mi lado.

No quiero polarizar esto y hacerlo elegir. Es tonto y egoísta, pero se siente como si ya estuviese del lado de su novia.

Por lo menos sé que pase lo que pase, Rick nunca me pondría por debajo de otra chica.

Apoyo mi cabeza en su hombro. Trato de ver a mi hermano una vez por semana y hablamos seguido por teléfono. Rick no pisa la casa de los Gallagher a menos que sea estrictamente necesario. Detesta a Zack y apenas intercambió diez palabras con Matthew. Siempre le digo que debería darles una chance. Zack es mucho más soportable y Matthew es un tipo bastante relajado y ama con locura a mamá.

—¿Hablaste con papá? —me pregunta Rick.

La camioneta arranca. Tenemos media hora hasta la casa de papá en Pacific Heights.

—Sí —respondo recordando la conversación por teléfono que tuvimos hace dos días, cuando estaba poniéndolo al tanto sobre nuestros detalles del vuelo y me soltó las noticias—. Al menos esta vez me lo dijo y no me enteré por ti —me río.

Lauren, su ahora esposa, está viviendo en la casa hace ya un buen tiempo. No la conozco muy bien, solo la vi unas cuantas veces. No sé si me cae bien, o si me cae mal. Mientras no haga sufrir a papá el infierno por el que Natalie lo hizo pasar, todo me suena bien.

—Ricky, ¿estás saliendo con alguien? —le pregunto por quinta vez en el día.

Suspira pesado.

—Te lo respondí cientos de veces. No, no estoy saliendo con nadie.

—Pff. ¿Y no piensas en una relación? —le pregunto—. Estás soltero, tienes trabajo estable que paga bien y un departamento para ti solo.

Mi hermano se ríe entre dientes. Me mira antes de responderme:

—¿De verdad quieres saber cómo uso esas ventajas a mi favor? —arquea sus cejas burlón.

Dios.

—No, no, no —respondo rápidamente—. No quiero.

—Mejor —contesta. Desvía su vista a la ventanilla. San Francisco es una linda ciudad, pero no es mi tipo de ciudad—. Es lindo que te preocupes, pero realmente no tienes que hacerlo. Tal como lo dices. Estoy soltero, tengo un trabajo y un departamento. ¿Por qué querría asentar la cabeza tan rápido? Puedo manejar bastante bien mis relaciones con mujeres, Quinnie.

—Suficiente —alzo mi voz y arrugo mi nariz con disgusto. Tengo imágenes en mi cabeza de mi hermano que definitivamente no quería tener.

Rick se ríe de mí.

***

Al ser las seis de la tarde cuando llegamos, papá y Lauren ya volvieron de sus trabajos y nos están esperando en el porche. Soy la primera en saltar de la camioneta apenas nos detenemos. Subo los tres escalones hacia la puerta casi corriendo como una niña pequeña. Papá traza una amplia sonrisa con sus labios y extiende sus brazos para atraparme.

Luce feliz. Muy distinto a lo que conocía en Portland, justo antes de que todo se fuese al demonio.

Su cabello oscuro y el hecho de que apenas tenga arrugas visibles hace que apenas se note que está en sus cincuenta y dos años. Los gemelos son la viva imagen de él. Heredaron los pómulos marcados, el cabello negro azabache y la misma sonrisa.

Yo por otro lado, soy la obra de arte de mamá. Aunque mis ojos los saqué de él.

—Te extrañé tanto, Quinnie —murmura estrechándome con más fuerzas.

Cierro mis ojos y me dejo aferrarme un poco al familiar aroma que tanto había extrañado en Miami. El abrazo dura mucho. Lo sé porque puedo sentir a mis hermanos y a Hannah esperando a mis espaldas y sé que Lauren nos sonríe con ternura.

Desde esa vez que estuve en el hospital, papá vive con el constante miedo de que algo me pase. Bastante justo, a decir verdad. Se preocupa mucho por mi salud. No me visita en Miami porque trabaja mucho, pero siempre estamos intercambiando mensajes y llamadas.

Cuando finalmente rompemos el abrazo, me dedica una última sonrisa genuina antes de ir con los gemelos.

—Hola, Lauren —saludo volcando mi atención a ella. Tiene su cabello castaño claro atado en una coleta desordenada, ya que acaba de volver del trabajo. Se nota que se cuida la piel muy bien, porque a pesar de tener cuarenta y tantos, luce de porcelana. Me gustan sus ojos verdes que ahora me sonríen alegres.

La abrazo. Lauren me visitó junto a papá cuando me desperté en el hospital. Es una mujer agradable y muy alegre. Todo lo contrario a mamá. Entiendo perfectamente qué le vio mi papá. Palmea mi espalda con delicadeza. Es como si un aura de calidez se transportara con ella a todos lados.

Entramos a la casa y noto que muchas cosas han cambiado. Han redecorado todo. Paredes, la mayoría de los muebles y los adornos. 

—El lugar luce muy bien —comenta Hannah entrando mientras sostiene la mano de Nate.

—Gracias, Hannah —responde Lauren con un poco de orgullo en su voz.

Papá nos indica que tenemos las mismas habitaciones que siempre. Me demoro a propósito, subiendo al final. Arrastro mis pies por las escaleras mientras subo la valija con las cosas que llene para pasar la semana en San Francisco.

Abro la puerta de la habitación. Entro sintiendo el olor a lavanda que está por toda la casa, sin excepciones. Lauren sí que empezó a dejar su marca en este lugar y me gusta. La casa es grande y antes de ella, lucía muy vacía y solitaria. Ahora se siente mucho más diferente. Tiene esa calidez que hace una casa un hogar.

Dejo mis cosas al lado de la cama y suspiro.  La última vez que estuve aquí fue con Liam. Estoy parada en el mismo lugar donde discutimos sobre mi constante pérdida de peso y él prometió ayudarme. Lo cumplió.

El gusto agridulce de la situación se instala en mi corazón. Ya no estamos juntos, pero tenemos buenos recuerdos en esta ciudad y en esta habitación. De los mejores, de hecho.

La habitación no tiene ningún toque personal. Siempre que la desocupo, me hago cargo de dejarla vacía y llevarme todo. Es solo una cama grande con un edredón blanco, no hay estantes en las paredes. Solo portaretratos con algunas fotos de paisajes desconocidos.

Una gran alfombra color crema cubre gran parte del suelo de parquet y hay un escritorio vacío en la esquina. Frunzo el ceño al recordarlo. Estoy bastante segura de que me dejé un libro en uno de los cajones.

Lo abro, esperando encontrar "Rebeca" de Daphne du Maurier. Lo compré en una librería en el centro junto a Liam. No sabía sobre el libro, puesto a que el único clásico que me gusta es "Cumbres Borrascosas" pero Liam insistió que iba a gustarme. En intercambio, hice que se compre "Harry Potter y la piedra filosofal" porque nunca los había leído.

Sonrío ante el recuerdo pero mi sonrisa rápidamente se borra cuando abro el cajón, encontrando otro libro. ¿Qué es esto? Alzo el libro y leo la portada: "Asesinato en el Orient Express" de Agatha Christie.

Abro el libro con el presentimiento de que voy a encontrar algo. Y estoy con lo correcto. En la primera pagina, hay una nota rosada atrapada entre los pliegues de las hojas. Está escrita a mano con una caligrafía muy bonita, del tipo que me gustaría tener.

"Quinn, espero que no te moleste pero siempre quise leer Rebeca. Te dejo en intercambio, uno de mis libros favoritos. Si no has leído a Agatha Christie, te estás perdiendo mucho!

Espero que podamos conocernos pronto.

-Caroline. (tu nueva hermanastra)"

A continuación, pone su usuario de Instagram por si quiero contactarla.

Me quedo observando la nota por mínimo, un minuto. Debería estar enojada, porque se llevó el libro que de alguna manera, me conectaba con Liam. Sin embargo, siento curiosidad y asombro.

Sonrío.  Mi nueva hermanastra le gusta leer y es amable. 

Siempre supe que Lauren tiene mellizos. Lo cual, es una coincidencia muy grande ya que papá tiene gemelos. No es la gran cosa, ¿pero cuales son las chances de tener a dos pares de gemelos/mellizos en la misma familia y de diferentes madres?

Sé que sus nombres son Caroline y Ashton, y son un poco más grandes que yo pero no tanto como Rick y Nate. Deben tener veinte. Caroline estudia en Dartmouth y aparentemente es una especie de genio que consiguió casi una beca completa. Ashton, por otro lado, estudia más cerca de San Francisco, en la Universidad de Santa Bárbara.

Nunca los vi porque a pesar de venir a visitar seguido, nunca nos cruzamos. Papá y Lauren no celebraron una boda. Simplemente un día fueron al registro civil sin avisar y se casaron. Tuvieron una luna de miel en Fiji, pero en ningún momento una fiesta o aunque sea una cena.

Me siento sobre la cama con la nota y el libro en mis manos, asimilando que pasé de tener dos hermanos a cinco en un periodo muy corto de tiempo. Me tiro de espaldas, mirando al techo. Caroline estuvo durmiendo en este cuarto.

Tengo una hermanastra y recién lo recuerdo. Para variar, es bueno tener a otra mujer en la familia. Podríamos ser amigas. Alto, no. Tacho esa idea. Puedo conocerla. Dios sabe que seguro arruinaré esa amistad en dos días.

Vuelvo a mirar el papel y decido buscarla en Instagram. Es verano. ¿Dónde se supone que está ahora? ¿En San Francisco? ¿En su vieja casa? ¿O sigue en Nuevo Hampshire? ¿Tal vez con su padre en donde sea que él viva?

Aprieto el primer perfil que me aparece. Caroline Hawthrone. Lo tiene público. Empiezo a deslizarme por sus publicaciones. Es como su madre, solo que una versión veinticinco años más joven. Noto que tiene el cabello castaño claro, entre la fina línea de ser rubio y ojos verdes como dos faroles. La mayoría de sus publicaciones son fotos de ella, con una sonrisa de oreja a oreja que parece genuina y fondos lindos. Hay un chico que es recurrente en sus fotos. Es su novio. Hace dos meses subió una publicación de "felices dos años, bebé". El chico es alto, tiene la piel morena y un rostro bonito.

Caroline parece tener muchos amigos y hasta ahora, la vida perfecta. Bueno. Tampoco lo creo mucho. Todos tienen la vida perfecta en Instagram. A lo que voy es que luce feliz. En una publicación vieja, subió una foto con Ashton, su mellizo. Es fácil reconocerlo. Mismos ojos esmeraldas, cabello rubio y una sonrisa familiar. Aprieto su perfil. ¿Qué mejor que pasar mi tarde stalkeando a mis hermanitos?

Alzo mis cejas cuando entro al perfil de Ashton Hawthrone. Es el típico chico de California. Piel bronceada, cabello claro, sonrisa burlona y ojos juguetones. Noto que es el mellizo popular. Tiene muchos seguidores y muchas fotos de él en la playa, surfeando y en fiestas con amigos. Juega al futbol americano en la universidad, lo cual no me sorprende. Y no tiene novia. De nuevo, ninguna sorpresa.

Vuelvo al perfil de Caroline y luego de empezar a seguirla, le envío un mensaje agradeciendo por el libro. Aunque mis intenciones son buenas, también quiero saber cual es el paradero de mi libro. Tiene un cierto valor sentimental por más que volver a sostenerlo en mis manos sea el equivalente a un rasguño al corazón. En fin. Está comprobado que mi corazón ya soportó bombas atómicas. Un rasguño más no hará nada.

Luego de enviar el mensaje, tiro mi celular a un lado y vuelvo a mirar el techo. No sé cuánto tiempo pasa, pero al cabo de un rato, mi celular suena e inmediatamente giro mi cuerpo para esperando haber recibido la respuesta de Caroline.

No es Caroline.

Es un mensaje de Miller.

Miller: ¿Ya llegaste?

Contesto al instante.

Yo: Sí.

Además de estar emocionada por volver a ver a papá, también lo estoy por volver a ver a Miller. Sin dudas, una de las personas más divertidas que conocí. Es el tipo de chico con el que sabes que tienes prometido un buen tiempo. No importa que donde estemos.

Miller: ¿Estás cansada?

Yo: No

Miller: Perfecto. Envíame tu dirección. Te paso a buscar a las diez. En punto.

Entrecierro mis ojos con desconfianza.

Yo: ¿Qué tienes en mente?

Se demora unos segundos en responder.

Miller: Dress code: Discoteca.

Yo: No tengo veintiuno.

Miller: Cierto. A veces se me olvida que a Gallagher y a Heyward les gustan menores que siguen en la secundaria.

Me río.

Miller: Tengo ese problema resuelto. Por lo menos dime que tienes dieciocho.

Yo: Los tengo.

Miller: Bien. A las diez. Dirección, recuerda.

¿Tengo ganas de salir a una discoteca llena de gente y sudar como un monstruo porque es verano? No. ¿Tengo ganas de salir con Miller? Sí.

Le paso mi dirección.

Por lo menos ya tengo planes para esta noche. No es como si pudiese decirle a Hannah que veamos una película mientras hablamos sobre lo guapo que es Timothée Chalamet. Y no es porque el actor de "Call me by your name" es feo, sino porque Hannah sigue sin hablarme.

***

Una hora después, estamos cenando. Ayudé a Lauren a cocinar lasaña, ya que aparentemente, ella tiene una receta "secreta". Hannah y Nate estuvieron todo ese tiempo en otro costado de la cocina, preparando una ensalada. Se murmuraban cosas y se reían como tontos.

Hablando con Lauren, logré sacarle información sobre Caroline. La última vez que estuvo aquí fue hace un mes y actualmente está en Nuevo Hampshire viviendo con su novio. Ashton sigue perdido en alguna ciudad cerca de Los Ángeles sin planes de volver a San Francisco en un futuro cercano. Noté la desesperación en su voz cuando hablaba de Ashton o, como ahora le llamo en mi cabeza: Mister hermano problemático.

Una vez que estamos en la mesa, la conversación es fluida. Primero, elogiamos a Lauren por la lasagna, porque de verdad, es de las mejores que probé en mi vida y eso que probé la lasaña de Lily.

Luego, papá nos hace preguntas. Rick le cuenta sobre su nuevo trabajo de oficina, Nate lo pone al tanto con la pasantía que está haciendo por el verano. Sé que a Hannah le falta un año más de universidad y que durante el tiempo que no está estudiando, está trabajando de barista en un café cerca de la universidad.

—¿Emocionada por la universidad, Quinnie? —me pregunta Lauren.

Se ganó mi respeto y cariño. Puede decirme Quinnie.

—Sí —respondo estando convencida. Después de mi conversación con Jason, empecé a ver las cosas un poco diferentes y a pintar el panorama con más colores. Además, tendré a Key conmigo. Nada puede salir mal.

—Es un paso importante, espero que lo tomes con responsabilidad y sepas disfrutarlo —agrega papá con una mirada cariñosa.

Rick mira al techo para evitar reírse.

Nate tiene el nervio de reírse.

—Solo apúntate a todas las fiestas que sean prometedoras y haz muchos amigos —dice Nate entre risas.

Papá pone sus ojos en blanco.

—Y nada de chicos —resalta Rick.

—Nada de chicos, te prometo —respondo. Desde la punta de la mesa, papá me envía una mirada curiosa. No sabe que Liam y yo terminamos. Por lo menos, no lo sabe por mi. Siempre que pregunta por él en el teléfono, le digo que está bien. Quizás alguno de los gemelos le dijo. Aunque a juzgar por cómo me está mirando, no sabe. Miro hacia otro lado. Papá adora a Liam.

La conversación sigue fluyendo entre bromas por parte de Rick y Nate que juro que se sincronizaron para decir una sarta interminable de estupideces. No digo nada al respecto porque Lauren se ríe de todo y papá está con una sonrisa durante toda la cena. Hannah se mantiene inusualmente callada.

Terminamos de comer y todos ayudamos para levantar los platos sucios. Lauren saca el postre de bienvenida que compró hoy. Es una tarta de chocolate. Y nadie se le niega al chocolate. Nos sentamos a comer y cuando estoy a la mitad de mi porción, Nate aclara su garganta, llamando la atención de todos.

—Tengo algo que decirles —dice finalmente cuando la mesa está en completo silencio. Miro a Rick pero él simplemente echa su espalda hacia atrás, como si ya supiera qué esta por decir. Frunzo el ceño. Por favor que sea que se vendrá a vivir a Miami.

—Te escucho, hijo —habla papá mirándolo muy atento. Nate primero me mira a mi y luego a Lauren y a papá.

—Hannah y yo tenemos algo que decirles —corrige. Busca la mano de su novia por debajo de la mesa.

Observo a Lauren. Está sonriendo, ya en la sospecha de lo que puede ser. Frunzo el ceño sin entender porque hay un aire en el que todos ya lo saben y actualmente yo no lo estoy respirando.

—Vamos a casarnos —anuncia Nate. Eleva su mano entrelazada con la de Hannah para dejarnos ver un lindo anillo con un pequeño diamante en su dedo.

¿Qué?

—¡Felicidades! —exclama Lauren al instante. Es la primera en pararse y se apura a abrazar a Nate y a Hannah. No se calla con lo precioso que es el anillo mientras sostiene la delicada mano de mi cuñada en las suyas.

Papá le sigue, con una sonrisa de orgullo en el rostro. Primero abraza a Nate. Muy fuerte. Creo que hasta esta lagrimeando. Después abraza a Hannah como si fuera otra hija más.

Rick me golpea con su pierna, como pidiéndome que haga algo. Parpadeo varias veces aún estando atónita.

Esto hubieran sido buenas noticias cuando su prometida y yo éramos amigas.

Finalmente, Nate me mira y toda la mesa cae en silencio. Como si yo fuese el juez a punto de dar el veredicto final.

Mi hermano va a casarse. Mi Nate va a casarse.

Va a casarse con la chica que conoció hace años en la universidad. Con la que vive, con la chica que ama y comparada a Alison Aiken, la ex de Rick, es un algodón de azúcar flotando en una nube de con arcoiris de fondo.

Pantalones de niña grande, ¿recuerdas, Quinn?

Esbozo una pequeña sonrisa y corro a abrazar a Nate. Noto sus ojos aliviarse.

—¿Tan rápido? —murmuro solo para que él pueda oírme.

Suspira.

—Es la indicada, Quinnie —responde en voz baja.

Me alejo de él y asiento. Confío en esto. Solo no quiero que salga lastimado. Apenas tiene veintitrés años. ¿Y ya está planeando una boda? 

Nate continúa su conversación con papá y Lauren sobre cómo, cuándo, dónde. Mientras que yo doy dos pasos hacia Hannah. Luce angelical con su vestido veraniego floreado, sandalias y mejillas sonrosadas. Si algún día llegan a tener bebés, serán muy lindos. Me imagino a una niña con el cabello oscuro de Nate, los ojos azules y las delicadas facciones de Hannah.

—Mi hermano tiene mucha suerte de tenerte, Hannah —le digo. Si esta chica va a quedarse para siempre y hasta que la muerte los separe, quiero llevarme bien con ella. Respiro hondo—. Sé que no soy la mejor persona del mundo. Y que tienes razones justas para odiarme, pero si me dejas, quiero recompensarlo.

No me deja decir nada más. Se abalanza a mi y me atrapa con sus brazos como si estuviese por caerme. Recibo el abrazo con sorpresa.

—No te odio, Quinn. Y vamos a recuperar nuestra relación. Lo sé. Porque quiero que seas una de mis damas de honor.

¿Qué dijo?

Alzo mis cejas y la miro a la cara, buscando un índice de que sea una broma. Ser dama de honor es algo gigante. No lo encuentro. La chica está super seria.

—¿De verdad?

—De verdad —asiente y vuelvo a abrazarla.

Supongo que las cosas no me están saliendo tan mal después de todo.





nota:

este capítulo fue tierno, verdad? necesitábamos buenas vibras en esta novela.

proximo capítulo? su querido Miller. Y algo más que tal vez no les guste.

espero que lo hayan disfrutado!

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lots of love,

cande.

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