3. Como si hubiese algo que la comida no pueda solucionar.
Fury hace sonidos extraños desde mi cama hace ya media hora.
Al principio, pensé que podría ser algo grave, pero luego me di cuenta que no, cuando apenas le acaricié las orejas y me di cuenta de que en realidad, Fury quiere que me acurruque junto a él y le dé todos los mimos que no le doy hace dos meses.
Así que intento ignorarlo mientras termino de maquillarme. Quedé con Liam a las ocho y el plan es que él me pase a buscar, así que lo espero. La verdad es que no sé que esperar esta noche. Duele, pero la realidad es que me ha tomado dos segundos saber que Liam está diferente y con justificación, nadie sale intacto luego de pasar por una situación tan dura y dolorosa como lo que está viviendo ahora.
Mi celular suena y sé que es Liam, porque soy tengo un tono personalizado para él. Y ahora que lo pienso, suena tonto y demasiado meloso. Su mensaje me dice que está llegando. Así que me apuro en ponerme perfume y en buscar mi bolso. Fury saca su lengua cuando paso a su lado, pensando que estoy por ir directo a él. Me veo tentada a llevarlo, incluso me detengo a pensarlo unos momentos.
Finalmente lo descarto, necesito un momento a solas con Liam, sin distracciones. Beso su cabeza y una vez que ya tengo todo, dejo la puerta de mi habitación abierta para que pueda entrar cuando me extrañe y dormir en mi cama.
Bajo las escaleras sin encontrarme a nadie, la casa esta vacía.
Apenas atravieso el porche, veo un Audi detenerse justo a mi frente. Cuando la puerta se abre y Liam sale del auto, me sorprendo. El auto es nuevo.
—¿Te gusta? —pregunta Liam acercando se a mi en sus jeans y camiseta blanca.
—Sí —respondo admirando la manera en la que reluce el Audi negro.
—Conozco bien tus gustos entonces. Es tuyo —suelta de repente.
¿Qué dijo?
Frunzo el ceño y vuelvo mi atención a él. Espero paciente a que vuelva a hablar, tal vez escuché mal.
—El auto es tuyo —repite como si le estuviese hablando a un infante.
—No, no lo es —espeto colocando mis brazos en jarra.
Ladea su cabeza y humedece sus labios . Tentador, pero tengo que mantenerme firme.
—¿Recuerdas que tu madre te habló sobre comprarte un auto? Bueno, la ayudé a elegirlo y me ofrecí a traerlo.
Generalmente, me olvido de las cosas con facilidad pero creo que mi justificación de que eso paso hace más de tres meses es bastante justa.
—Así que... Es mio —hablo más como si fuese una pregunta que una afirmación. Le echo otro vistazo, ahora con ojos diferentes.
Liam asiente.
—Alto, ¿dijiste que ayudaste a Natalie? —me cruzo de brazos y alzo mis cejas—. ¿Desde cuando se hablan?
—Uhm, no lo sé, desde que estuviste en coma por dos meses y la crucé cientos de veces en el hospital —divaga sarcásticamente con las manos en sus bolsillos.
Tiene un buen punto, así que no digo nada.
Acorto el metro de distancia que me separa de Liam y entrelazo mis manos detrás de su cuello.
—Gracias —murmuro mirándolo a los ojos. Intento pasar de alto sus ojeras, pero no puedo. Me concentro en sus pecas y por último, en la preciosa curva de sus labios cuando sonríe...—. Momento, ¿qué es eso?
Me alejo un poco para tener una mejor vista de sus labios. Hay un pequeño aro metálico en el costado de ellos. Abro mi boca sorprendida, quiero decir algo pero las palabras no salen.
—Demoraste en darte cuenta —dice con una sonrisa.
—Perdón si estuve distraida con las noticias de mi auto nuevo —respondo y lo golpeo en el hombro—. ¿Cuando te lo hiciste?
—Ayer por la tarde, después de verte en el hospital. ¿Te gusta?
Lo primero que pienso es: Nunca besé a nadie con una perforación en la boca.
—Sí, me gusta.
—Y... ¿te gustaría besarme para saber cómo se siente? —interroga deslizando sus dedos hacia mi cintura. Sutilmente, vuelve su agarre más firme y me atrae más hacia él. Mi cuerpo choca con el suyo y siento mis piernas temblar.
Llevo un dedo hacía sus labios y los recorro con mi pulgar hasta llegar al pequeño aro. Puedo sentir como Liam se tensa. Mi corazón se siente como si acabara de empezar una carrera de autos.
Finalmente, decido caer en la tentación y corto la distancia. Cierro mis ojos, presiono a Liam más contra mi. Lo primero que noto, es el metal que se siente frio contra mis labios. Y que es distinto, diferente. Al principio intento tener cuidado, pero Liam insiste en profundizar el beso, entonces me olvido del cuidado.
Todos los besos de Liam son de otro mundo, porque sabe perfectamente qué hacer y como moverse, pero esto se siente diferente. Es años luz mejor.
Cuando finalmente rompemos el beso, me doy cuenta de sus labios humedos, rojizos e hinchados.
—¿Estás seguro de que puedes besar? Digo, te hicieron la perforación ayer.
—Eso es lo menos romántico que me has dicho y eso que no eres romantica.
Me inclino lo suficiente para dejar un pequeño y corto beso en la punta de su nariz. ¿Y dice que no soy romantica?
—¿Quieres probar el auto o quieres que te lleve a tu habitación? Completamente tú decisión —murmura hipnotizado en mis labios.
Largo una carcajada. Mi corazón está a punto de estallar de alegría. Por poco me resulta irreal todo lo bien y feliz que puede hacerte sentir una persona.
—Ambas opciones son tentadoras, pero me quedo con el auto —respondo siendo cien por cien sensata. Me despego de los brazos de Liam y camino por poco dando brincos hacia mi nuevo Audi. El motor ya está encendido cuando estoy dentro, sentada en los asientos de cuero negro del asiento del conductor. Pongo mis manos sobre el volante y cierro mis ojos. Aspiro, llenandome los pulmones de aire y percibo el notorio olor a nuevo.
Liam se sube en el asiento de mi lado.
—Tienes licencia, ¿verdad? —inquiere mientras se coloca el cinturón de seguridad.
Volteo mi cabeza. Le envío una mirada incrédula.
—Por supuesto que sí —resoplo—. No tengas miedo, Hamilton. Soy una increíble conductora.
Él asiente no muy convencido.
Le quito el freno y piso el acelerador. No mido la fuerza y salimos disparados hacia adelante. Freno lo suficientemente rápido para no estrellarnos contra un arbusto.
—¡Quinn! —suelta Liam sin aire.
—Lo siento, lo siento. Estoy acostumbrandome. Coma por dos meses, ¿recuerdas?
Creo que a partir de ahora usaré el coma para justificarme por todo. Es perfecto.
—Lo recuerdo, no te preocupes —masculla recuperando su compostura—. No quiero morir hoy.
—Está todo en orden —le digo chequeando la pantalla mientras doy marcha atrás.
Una vez que salgo de la casa, conducir se siente mejor. El auto es como una jodida nube, se siente fantástico. Mucho mejor que el Mercedes de mamá.
—¿A dónde vamos?
—Primero tenemos que pasar por unas hamburguesas —me dice Liam—. Así que pasemos por McDonald's.
—Perfecto, muero de hambre —murmuro y continuo conduciendo. No me cuesta nada familiarizarme con la caja de cambios ni con el tablero, es bastante intutivo.
Pronto, salgo de la exaltación del auto nuevo y me doy cuenta de que estamos sumergidos en silencio. Y con Liam, nunca estamos en silencio.
—Puedes decirmelo, ¿sabes? —inquiero rompiendo la tranquilidad—. No hace falta que pretendas que todo está bien conmigo.
Liam me mira por unos instantes y resopla ligeramente, pronto se transforma en una sonrisa triste.
—No pretendo que todo está bien, Gatita. Simplemente intento no arruinar nuestra noche. No estoy fingiendo, tú me pones imbécil y ya lo sabes.
—Entiendo —respondo intentando esconder la sonrisa que me trae el "tú me pones imbécil"—. Solo quiero que sepas que estoy siempre por si quieres hablar o incluso llorar.
—Uhm, te tendré en cuenta —balbucea burlón.
Niego con la cabeza y cambiamos de tema de conversación. Como vivo lejos de la zona urbana de la ciudad, nos toma un rato llegar. El trafico es pesado como siempre, los turistas siguen siendo lo mismo. Una jodida plaga. Cada tanto Liam se frustra porque no aceleré lo suficiente para entrar en un hueco y dejar el embotellamiento, yo solo me río porque luce tierno cuando se comporta así.
Es así como entre gruñidos y quejas, llegamos a la fila del AutoMac. No sé cual es el plan que tiene Liam en mente, pero por ahora me conformo con hamburguesas y papas. Es la cita perfecta, siendo honesta.
—¿Cuántos combos te pido? —le pregunto cuando solo falta un auto para que ordenemos.
—Chistosa. Solo dos —responde.
Me toca ordenar y por defecto, siempre me pongo un poco nerviosa porque no memorizo bien lo que Liam me pidió. Cinco largos minutos después, la persona detrás del comunicador dice que entendió nuestra orden y continuamos.
—¿Es enserio, Meyer? Te tardaste una eternidad intentando explicar que quieres pepinillos, pero no tantos —bufa Liam a mi lado. Esto no conducir está volviendolo loco.
—Quejoso, te voy a dejar en el estacionamiento.
Un par de minutos después, he pagado y una mujer nos entrega nuestras bolsas color cartón. Le agradezco y le lanzo las bolsas a Liam. ¿Sorpresa? Gruñe. La empleada del McDonald's nos sonríe y yo avanzo.
—Ahora, la parte más importante —empieza Liam cuando estamos de nuevo sobre la avenida. Empieza a llevarse patatas fritas a la boca como si yo fuese tonta y no lo viera. Lo paso por alto, si esto es amor, ¿qué es?—. ¿Conoces el edificio de la empresa de Malcolm?
—No, ¿debería? ¿qué tienes en mente?
—No puedo creer que no te haya llevado a la terraza del edificio aún. La vista es de otro mundo, ya verás. Arranca Rayo McQueen, se enfría mi comida.
Ahora es todo un comediante.
Conduzco por la ciudad bajo las indicaciones de la boca llena de Liam. Entre más gruñidos y farfullos (esta vez de mi parte), me dice que gire y me meta en el estacionamiento subsuelo de un gigantesco edificio color negro que se alza como una verdadera torre, camuflandose entre los otros grandes rascacielos de la ciudad.
Sin embargo, justo en la entrada hay una valla que nos impide el paso. A través del vidrio de la ventanilla, hago contacto visual con el guardia de la caseta. La bajo.
—Sammy, soy yo Liam —avisa inclinandose hacia mi para poder verlo mejor.
Sammy no luce muy agradable. Asiente desganado y presiona un botón para subir la valla.
Entro y Liam me indica hasta un jodido lugar para estacionar. Según él es porque así se me hará menos complicado salir. Decido no discutir y darle con el gusto de estacionar donde él quiera.
Nos dirigimos hacia el primer elevador que encontramos con las bolsas de comida. Este lugar luce demasiado serio como para que nosotros caminemos con hamburguesas de McDonald's. Liam presiona el último botón del ascensor, que es la azotea. Son veinticinco pisos. No es poco, en definitiva.
La irritable música de elevador nos deleita los oídos. Apoyo mi espalda contra una de las cuatro paredes mientras esperamos. Cuando las puertas se abren, me doy cuenta de que nos encontramos en una especie de piso en mantenimiento. No hay muchas luces encendidas, y hay varios botes de pinturas y cajas.
—Liam, tú te ganas el premio al más romántico.
—No lo has visto todo —me dice y señala con su cabeza una escalera en la esquina que lleva a una puerta cerrada—. Detrás de ti.
Subo las escaleras metálicas con cuidado de no resbalar y tirar nuestras bebidas. Empujo la puerta, que es mucho más pesada de lo que luce. Dejo pasar a Liam y la cierro. Le doy una rápida mirada a mi alrededor y por poco, mi mandíbula toca el suelo.
La noche está cayendo, por lo que el cielo tiene un color anaranjado que nunca aprecio al menos que me digan que lo haga. Miami puede ser una ciudad ruidosa y grande, pero desde la altura, luce hermosa. Es un mar de edificios que parece no terminar nunca.
—¿Ahora sí? —pregunta Liam a mis espaldas.
—Ahora sí —respondo con una sonrisa.
Liam me llama para que lo siga, y mientras camino por el suelo de cemento, me doy cuenta de que este lugar no esta diseñado para que personas pasen el rato aquí arriba.
Nos sentamos en el suelo a una distancia prudente del borde y sacamos las hamburguesas.
—No sabes cuanto necesitaba esto —suelta Liam luego de un momento en el que mi vista se perdió en el paisaje urbano.
—¿Una hamburguesa fría? —inquiero burlona.
—No, estar contigo —responde tomándome un poco por sorpresa. Lo miro a los ojos—. Estuviste tanto tiempo en coma que pensé que no despertarías nunca más. Y no puedo pasar por algo así, no de nuevo.
—No tendrás que hacerlo. Estoy aquí. En las buenas y en las malas. Siempre.
Liam me sonríe y es cuando entiendo lo importante que soy en su vida. Ni siquiera en misero intento de sonar egocéntrica. Lo entiendo en silencio, mientras lo miro directo a esos ojos que me llamaron la atención desde el primer día.
Él y yo pasamos por demasiado, vivimos tantas cosas juntos que es complicado enumerar, así como es difícil señalar el momento exacto en el que me enamoré de él, o incluso cuando supe que es el único chico que me hace sentir de una manera tan íntima y personal. Quizás haya sido el hecho de que nuestra relación nunca tuvo el camino fácil, que recorrimos cielo e infierno, que vivimos cosas que no cualquier persona de nuestra edad les toca vivir. No sé que fue exactamente.
Sí sé que ahora, mientras observo esos ojos que no son completamente felices, me doy cuenta de que pase lo que pase, tengo que estar para él. La situación de Olive ha cambiado por completo las reglas del juego, lo está destruyendo mental y físicamente. No quiero que esto le arruine la vida. Él estuvo para mi cuando pasé por mis problemas con la comida, e incluso antes, sin darse cuenta me ayudó a superar a Zack y a sobrellevar mi relación con Natalie. Por más que no se compare con el infierno por el que está pasando ahora, tengo que estar junto a él e intentar que no se pierda a si mismo en el camino de su hermana.
Liam está destruido. Y creo que yo puedo ayudar a que vuelva a armarse.
Entonces, cuando terminamos de cenar y me extiende sus brazos para que me abraza para ver el espectáculo que es la ciudad de noche con todas sus luces, me hago una promesa a mi misma: pase lo que pase, tengo que estar a su lado.
Ahora, ¿podré cumplirla?
N/A:
nos vemos el próximo lunes
redes sociales para que nunca se cansen de mi:
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