Capítulo 13
**Es posible que para entender completamente este capítulo se haya tenido que leer primero la historia "Todo lo que nunca quise". Ya que habrán detalles que para entenderse mejor necesitarán el contexto pasado :)
Alexander Campbell.
Grace tuvo que volver a Baltimore apenas un par de semanas después de su llegada, y aunque me hubiese gustado que permaneciera por mucho tiempo más, no fue posible.
Sin embargo, los tres meses restantes pasaron con demasiada rapidez, había tomado varios vuelos a Baltimore solo para estar con ellas en sus citas médicas, en especial en aquella donde nos enteraríamos del sexo de nuestro bebé.
Fue el viaje más apresurado de mi vida, tuve que hacer un vuelo de escala de poco menos de veinticuatro horas para conseguir llegar a tiempo, apenas pasé la noche en casa antes de tener que viajar el aeropuerto y tomar un vuelo para poder alcanzar a los chicos en el siguiente concierto.
Fue una locura, pero valió por completo la pena. Porque pude estar ahí en el momento exacto en el que Gracie y yo nos enteramos que seríamos padres de una hermosa niña.
Ahora, la gira había acabado. Estaba en casa, y creo que nunca me sentí tan ansiosa por vela como ahora. No quise que fuera al aeropuerto, la ola de periodistas y fanáticas sería enorme, no quería exponerla a algún golpe o ataque de fans, ya habíamos vivido algo como eso.
Así que tuve que resistir cerca de una hora más de viaje, para llegar a casa. El auto de Jane está estacionado en la puerta, así que deduzco que Paul también estará aquí.
—¡Gracie, he vuelto! —dejo las maletas a un costado, recorriendo el lugar con la vista, cuando estoy por ir a las escaleras, escucho su voz. —Por Dios santo.
Su vientre de casi ocho meses es lo primero que capta mi atención, luego, lo increíblemente bella que luce de ese modo. Corro hacia donde se encuentra, envolviéndola en mis brazos y disfrutando plenamente de la sensación que me provoca.
—¡Te extrañé tanto! —murmura abrazándose a mi cuerpo.
—Un mes más sin verte e iba a volverme loco —aseguro—. Por Dios, luces tan bella.
No me resisto, planto mis labios sobre los de ella en un gesto ansioso, en un intento de apagar la necesidad que tengo de sentirla cerca. Se abraza a mi cuerpo, profundizando el contacto hasta que necesito respirar, y me aparto.
—¿Cómo estás? ¿Cómo está nuestra pequeña?
Me inclino hacia su vientre, dejo un suave beso antes de colocar una de mis manos en el sitio.
—Hola amor, soy papi —el movimiento que se genera debajo de mi toque me hace elevar la vista —¿Sentiste eso? Claro que lo sentiste —corrijo —¿se ha movido?
—Parece que no fui la única que te extrañó —confiesa con una sonrisa—. Nos alegra que estés en casa.
Me enderezo, con una sonrisa en los labios mientras la atraigo hacia mí.
—Igual a mí me alegra volver —afirmo—. Me hace inmensamente feliz estar aquí de nuevo.
Nuestros labios se encuentran por segunda vez, sonrío, incapaz de romper el contacto porque la he extrañado muchísimo, la he echado tanto de menos, que no quiero alejarme, pero inevitablemente tengo que hacerlo.
—Jane y Paul están en el jardín —informa con una leve sonrisa—. Esperan por nosotros.
—No los hagamos esperar más entonces —afirmo entrelazando nuestros dedos. Grace sonríe de nuevo, me inclino para dejar un suave beso en su frente y luego la sigo a través de la casa para conseguir llegar hasta el jardín en donde los demás esperan por nosotros.
(...)
Luego de la gira, Colton y Daniel decidieron que era buena idea darnos algo de descanso, además, con los últimos meses de embarazo de Grace, deseaba pasar tanto tiempo en casa como me fuera posible.
Agradecía que no tuviésemos conciertos, y que ellos fueran tan considerados con los horarios que debía cumplir en la disquera.
Los chicos nos habían saturado de regalos de toda clase, desde pequeños osos de peluche hasta prendas carísimas que estaba seguro que nuestra hija solo podría usar una vez.
Marian también me había llamado, sin embargo, no tomé sus llamadas. Ni respondí los cientos de mensajes que me dejó. No pude hacer nada con respecto a los innumerables paquetes que envío hasta nuestra casa, ropa, accesorios, juguetes. Grace decía que debíamos conservarlos por educación, de no ser por ella, los hubiese regresado a la paquetería.
—Me pone ansiosa saber que estoy en el noveno mes —Grace confiesa en un suspiro mientras se acomoda sobre la cama—. Si pudiera mudarme al hospital, lo haría.
Rio.
—No seas tan paranoica, Gracie —murmuro —estamos cerca del hospital, no pasará nada.
—Steph me llamó hoy —informa —quería saber que preferíamos un Lamborghini rosa o un Mazda dorado.
—¿Planea regalarnos un auto? —cuestiono con incredulidad.
Ella suelta una carcajada.
—No, tonto, para Harriet. Cuando nazca. Quiere lucirse con el regalo y dice que quiere obsequiarle un auto de batería, ya sabes, de esos que puedes manejar con controles y meter al bebé adentro.
Harriet es el nombre escogido para nuestra pequeña, luego de una larga lista de nombres descartados y miles de posibilidades, ambos coincidimos en que el nombre era hermoso, perfecto para nuestra hija.
Me acomodo a su lado, dejo descansar mi cabeza sobre su hombro mientras una de mis manos viaja hasta su vientre. Lo acaricio, no puedo evitar que una sonrisa se coloque en mis labios mientras imparto suaves masajes, esperando por algún movimiento.
—Creo que prefiero el Lamborghini entonces —murmuro.
—Mis padres llegarán este fin de semana —informa—. Les he dicho que pueden quedarse en la habitación de invitados.
—Perfecto, estaré más seguro si tienes a tu madre contigo. Aunque le he pedido a Colton que me mantenga fuera de cualquier actividad que los chicos realicen, quiero estar contigo.
Ella ladea la cabeza, observándome con adoración.
—Has sido increíblemente estupendo en estos meses —confiesa —has tomado vuelos larguísimos solo para las consultas.
—Es mi deber como tu prometido y como padre —sentencio —no me tienes que agradecer absolutamente nada.
—Creo que si tengo porque...—se detiene, una mueca de dibuja en sus labios antes de relajarse.
—¿Qué fue eso? ¿Una contracción?
Asiente levemente.
—Sí, aunque no fue demasiado larga. —murmura cerrando los ojos por una brevedad de tiempo —la doctora dijo que debemos ir al hospital cuando...
Vuelve a detenerse, suelta un quejido mientras coloca las manos sobre el vientre.
—Gracie ¿están siendo seguidas?
—Las tuve toda la mañana —confiesa.
—¿Toda la mañana? ¿Y por qué no me has dicho nada? —cuestiono con indignación. Me incorporo de la cama. —Debemos ir al hospital, ahora.
—No, está bien —pronuncia ella sacudiendo las manos—. Aún no es tiempo.
—Grace Baker, acabas de decirme que querías mudarte al hospital. Y has tenido las contracciones toda la mañana, definitivamente debemos ir al hospital.
Cuando me mira, lo noto, el temor en su mirada.
—Gracie...
—¿Qué tal si algo sale mal? —cuestiona—. ¿Qué tal si algo se complica, Alex?
Me coloco a su lado, tomando una de sus manos entre las mías.
—Mi amor, nada va a salir mal, estarás bien, nuestra hija va a estar bien. —susurro—. Pero debemos ir al hospital ahora, porque si algo ocurre, estaré demasiado ansioso como para conseguir conducir de manera segura.
Ella está por hablar, pero un nuevo dolor la invade, es más largo, porque aprieta con fuerza mi mano por largos segundos antes de que consiga recomponerse.
—Sí, creo que definitivamente debemos ir al hospital —concede.
(...)
Megan, Jane y todos los chicos estaban en la sala de espera del hospital, hace aproximadamente dos horas que Grace entró en labor de parto, dos horas en las que había tenido que aguantar pacientemente ser llamado de todas las formas posibles.
He perdido la cuenta de cuantas veces Grace ha dicho que me detesta por hacerle esto, maldiciendo el momento en el que olvidó la pastilla y en el cual el anticonceptivo falló, y las innumerables veces en las que repitió que no volvería a acostarse conmigo.
Parecía decirlo tan enserio que, de no encontrarse en semejante estado de sufrimiento, sin duda lo hubiese tomado muy en serio. Tan enserio como para suplicarle que se retractara.
La doctora repita las instrucciones, diciéndole cuando debe pujar y asegurándose de que todo marcha como debe ir, joder, ¿Cómo iba a ir bien si llevábamos casi tres horas del mismo modo?
Pierdo la noción del tiempo, simplemente permanezco a lado de Grace intentando serle de apoyo, en algún momento deja de maldecirme para aceptar la ayuda y escuchar lo que tengo por decir.
—Vamos, Gracie, tu puedes —susurro cuando ella se deja caer contra la almohada. Ahoga un sollozo mientras niega —mi amor, un poco más.
—Grace, necesito que pujes otra vez, ya casi está, linda —pide la doctora— tu hija quiere nacer, vamos, Grace, necesito que me ayudes.
—No puedo —el susurro débil que brota de su cuerpo me estruja el corazón —ya no puedo.
—Claro que puedes amor, una vez más —dejo un beso sobre su frente, apretando su mano en un intento de darle confort—. Una vez más.
Un grito adolorido brota de ella mientras se inclina hacia adelante, el agarre en mi mano se vuelve mucho más fuerte y muerdo el interior de mi mejilla para no quejarme, hace lo mismo un par de veces más antes de que por fin suceda.
El llanto se escucha, resonando por las paredes, haciéndome sentir una maldita explosión de sentimientos maravillosos en el pecho. El rostro de Grace se inunda con alivio mientras me mira.
—Lo hiciste, cariño —susurro limpiando su frente —lo hiciste.
—Felicidades —ambos miramos a la doctora —han sido padres de una hermosa y saludable niña.
Se acerca con el bulto en brazos, y tan pronto me la entrega, comprendo cuanto la amo, me doy cuenta de la intensidad con la que mi corazón parece latir por esta pequeña bebé.
—Por dios, es tan pequeña —mi voz brota en un susurro emocionado, mi visión se nubla y tengo que dejar de mirarla para conseguir recomponerme, me giro, observando a Grace quien extiende los brazos para tomar a nuestra hija.
Se la entrego, y viéndola ahí, con nuestra hija en brazos, sé que esto es mucho más de lo que una vez soñé, me doy cuenta la intensidad con las que la amo, comprendo la idea de que soy papá, me he convertido en papá de una hermosísima niña.
—Se parece tanto a ti —susurra Grace —mira lo hermosa que es.
Me coloco a su lado. Rodeando su espalda para conseguir apegarme a ella.
—Nuestra pequeña —susurro. —Dios, Gracie, te amo tanto.
Ella me mira, hay un nuevo brillo en sus ojos.
—Nuestra pequeña —repite ella con emoción—. Yo igual te amo tanto, Alex.
Y aquí sé, que no necesito nada más que a ellas para sentirme tan feliz, tan pleno y tan satisfecho con mi vida, como lo estoy ahora.
Aquí comprendo, que no necesito ni necesitaré nada más para sentirme inmensamente feliz.
(...)
Hace media hora que hemos salido del quirófano, media hora en la que han traído a Harriet a los cuneros y no he podido separarme de ella. La observo a través del cristal, duerme con serenidad, ajena a todo lo que pasa a nuestro alrededor.
—Tú estabas igual de pequeño cuando llegaste a casa —mi cuerpo entero se tensa cuando reconozco la voz a mi costado.
No miro de inmediato, tomo una inhalación antes de mirar a la mujer que se ha colocado a mi lado, Marian Campbell está aquí, mirando a mi hija con algo parecido a ternura.
—¿Qué haces aquí? —inquiero.
—Megan me informó, quise venir a ver si necesitabas algo —confiesa.
—Estamos bien—. Dejo de mirarla para regresar la atención a mi hija.
Ninguno de los dos habla, una enfermera ingresa, revisa a los bebés antes de reparar en nuestra presencia. Cuando sale, se acerca.
—¿Es padre? —inquiere.
Asiento.
—Esa de ahí es mi bebé —informo señalando a Harriet. La enfermera sonríe.
—Puede pasar y tomarla, si desea.
No lo dudo, ingreso a la habitación caminando hasta la cuna de mi pequeña, me inclino con ligereza para conseguir tomarla en brazos. La sensación que me invade cuando la tengo contra mi pecho es maravillosa, es tan increíble que deseo no dejar de sentir esto nunca.
He olvidado la presencia de Marian, así que cuando toca mi hombro, pidiéndome cargar a Harriet, mi cuerpo entero se tensa.
—Es mi hija —murmuro como si ella no lo supiera —es lo más valioso que tengo ahora, Marian.
—Lo sé, cielo —susurra con suavidad—. Puedo entender ese sentimiento, él querer protegerla de todos, de todo. El creerte un superhéroe que puede cuidarla para siempre—. No hay rastro de maldad en su tono de voz, tampoco de sarcasmo—. Yo sentí exactamente lo mismo cuando tu padre te trajo a casa.
Miro a Harriet, ella duerme entre mis brazos, lo pequeño de su cuerpo crea en mi un instinto de protección mucho mayor al que he sentido con Grace, o con Megan, un instinto de evitar todo cuanto pudiera hacerle daño.
Doy un paso hacia adelante, Marian sonríe en cuanto se la entrego. La dulzura que la embarga cuando la tiene en ellos es algo que no había visto antes en ella. Sonríe, mientras habla con tono dulce y acaricia con suavidad la mejilla de mi hija.
—Dios mío, es tu retrato —confiesa con una sonrisa.
No respondo, pasan algunos minutos antes de que la enfermera ingrese de nuevo.
—La madre pide verla —informa con amabilidad, así que Marian me la entrega de nuevo. Yo a su vez se la entrego a la enfermera, no voy detrás de ella porque Marian toma mi mano, impidiendo que lo haga.
—He intentado llamarte, y te he enviado mensajes —susurra cuando llegamos al pasillo.
—Lo sé. No me sentía listo para hablar contigo. —confieso.
—¿Y ahora lo estás?
Pareciera que la llegada de Harriet me ha dotado de una valentía que desconocía.
—Puede ser.
Ella sonríe.
—Ya te he dicho que lo lamento, por todo —susurra con suavidad—. Te lo he dicho más de una vez, en ninguna de ellas he mentido.
—Lo que pasó no es algo que pueda solucionarse con un simple "lo siento". Estuviste a punto de acabar con mi vida, Marian.
Ella cierra los ojos, un gesto de dolor la invade.
—Lo sé, estuve ahí, cuando aún no despertabas —masculla. Me aparto, mirándola con incredulidad—. Cuando estabas inconsciente, y tu hermana me echó, no me fui. Conseguí hablar con tu médico, no me enorgullezco de la manera en la que conseguí que me dejaran entrar, pero lo hice. Verte de esa manera, tan frágil, me destrozó, Alex. Me hizo pedazos el corazón y comprendí todo lo que había hecho, me di cuenta de cuánto daño había causado. Me sentí como un monstro, pensar que tal vez no despertarías fue una completa tortura. No me lo hubiese perdonado jamás.
Su voz se rompe.
—Verte sobre esa cama, me hizo arrepentirme como nunca antes de todo lo que hice, de todo lo que dije. Fue como verte el primer día que llegaste a mi vida, tan frágil, tan indefenso, el instinto de protección volvió, más fuerte que nunca.
Está llorando ahora, y yo tengo que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no romperme, no quería darle ese poder de nuevo. No quería que me viera frágil otra vez.
—Te amo, y te he amado desde la primera noche que cuidé de ti, solo que estaba demasiado herida como para admitirlo. Eres mi hijo, lo fuiste y lo serás siempre, aunque ante tus ojos, yo ya no sea tu madre.
El dolor es palpable en su voz, ella parece interpretar mi largo silencio como una respuesta, cierra los ojos, el gesto mortificado consigue ablandarme. Me da la espalda, se aleja un par de metros antes de que sea capaz de reaccionar y pronunciar su nombre.
—Harriet va a necesitar de una abuela —pronuncio con la voz tan estable como puedo —a alguien que le de pasteles de chocolate cuando no estemos. Y a alguien que le enseñe de moda y elegancia.
Ella solloza, regresando hacia mí.
—Creo que aún estamos a tiempo de solucionarlo ¿no lo crees? —inquiero. —Aún podemos conseguirlo, mamá.
Me abraza de una forma en la que jamás había sentido, me envuelve en sus brazos y por primera vez, lo siento como un abrazo de una madre, por primera vez en mucho tiempo esa calidez llega a mí, tal vez siempre estuvo, solo que ninguno se daba cuenta. Había demasiado dolor y rencor como para dejarnos experimentar esta sensación.
—No dejé de considerarte mi madre —susurro contra su cuerpo—. Puede que haya dicho lo contrario, pero no has dejado de serlo.
—Te recompensaré toda la vida si hace falta —promete colocando las manos a los costados de mi rostro —cielo, te recompensaré todo si me lo permites.
La abrazo, claro que iba a permitirlo. Ahora todo está bien, no hay piezas faltantes en el rompecabezas, no hay rencores adheridos, no hay nada más que felicidad.
Y esta es la forma en la que esperé sentirme, esta es la manera en la que quiero vivir hasta mis últimos días.
_____________________________________________________________________________
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro