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Capítulo 5: Una mirada al mundo real

Un pequeño coliseo, cuya arena mide poco más de 15 metros de diámetro, es el escenario de lo peor que la humanidad tiene para ofrecer. En las gradas que rodean a la arena, personas gritan de emoción y excitación, mientras al centro, dos hombres abusan sexualmente de una joven mujer, revelando al público sus peores fantasías al no vacilar al momento de lastimarla. Una lengua recorre de forma cerda el cuello de la fémina bajando entre jadeos casi animales hasta sus senos, mismos que el varón muerde con fuerza, sin importarle -o tal vez incluso disfrutando- como la sangre que brota empapa sus labios. 

Por su parte, el segundo hombre arremete sin piedad contra la intimidad de la mujer, la cual, ya sin fuerzas, solo puede sollozar, rezando por que aquello termine lo antes posible. 

Por otro lado, a pocos metros de donde tan vil acto se lleva a cabo, dos hombres yacen de rodillas sobre la tierra, encadenados por los brazos a enormes palos de madera, obligados a ver como aquello ocurre mientras ellos mismos son torturados, azotados por los puños inclementes y por bats de beisbol recubiertos con alambre de púas. 

Y todo aquello, tanta humillación, sadismo y perversión, tan solo por el símbolo que uno de esos hombres, porta sobre su capa.

—Por favor... basta... por favor... se los suplico— rogaba débilmente quien portaba aquella capa, un hombre en sus cincuentas, padre del hombre atado a su costado y de la mujer sometida frente a él. 

—Alto— ordeno una voz poderosa, ante la cual los perpetradores se apartaron de sus víctimas. Aquel hombre de apariencia madura, ya con algunas arrugas y canas al costado de la cabeza pero de un físico impresionante, camino con firmeza hasta llegar donde el padre de la familia, a quien tomo del cuello y alzo bruscamente para llevarlo a su nivel, lastimando sus muñecas en el acto —Esto no tiene por qué ser así, puedo detener todo esto, hacer que atiendan a tus hijos, el varón es un luchador, tiene potencial para ser parte del grupo— explicaba con alarmante calma —Solo debes responderme, ¿dónde está el orfanato?—

—Ya se los.... dije... no lo sé— maldecía el día en que decidió buscar aquel maldito lugar. El líder de aquella banda chasqueo los labios con decepción, agachando la cabeza y suspirando con cansancio, antes de apretar el agarre sobre el cuello de su víctima. 

—No me mientas, sé que la guadaña negra lo encontró— afirmo.

—Un pequeño grupo... de 20 hombres... pero solo uno regreso, estaba demasiado... aterrado... para decir donde estaba, solo dijo... dijo... dijo que...— tuvo que toser algo de sangre antes de continuar hablando —Algo los ataco... los masacro... un... un... un demonio— tras decir esa última palabra, fue jalando hacía adelante, quedando cara a cara con su agresor. En su posición, vio como fuego emergía desde los ojos de su contrario, expandiéndose por su rostro, consumiendo su piel y su carne hasta que solo quedo un cráneo en llamas. 

—El único demonio en estas tierras: Soy yo— sentencio. 

A través del desierto, un auto todo terreno avanzaba, levantando polvo y arena a su paso. Con una pintura ya descolorida por el paso de los años, el vehículo era en su mayoría de color rojo, con el capo de color azul y dos franjas al frente que iban desde el parachoques hasta el parabrisas, simulando algún tipo de red o telaraña. 

Al frente del auto, de conductor y copiloto, iban dos adultos realmente poco entusiasmados por el viaje que estaban haciendo, demostrando en sus rostros neutralidad o un leve atisbo de preocupación. Por el contrario, los cuatro jóvenes que iban en la parte trasera malamente podían contener la emoción de finalmente salir al mundo real. 

No paso mucho para que a la distancia las casas y algún que otro edificio comenzaran a aparecer, momento que fue aprovechado por el copiloto para dar una última explicación.

—Escuchar historias no se compara con verdadera experiencia, en teoría quizá sepan mucho de cómo es el mundo pero en la práctica no saben nada. Este es el mundo real, ninguno se separa del grupo hasta que estemos de regreso en casa ¿Entendieron?— dijo con autoridad el pelirrojo. 

—Si señor— respondieron al unisonó los más jóvenes. 

—En un mundo peligroso solo la gente peligrosa sobrevive, no confíen en nadie, no prueben nada de lo que les ofrezcan y sobre todo no le hablen a nadie sobre el orfanato ¿Quedo claro?— continuo esta vez el piloto del vehículo, quién al contrario de su compañero, se notaba más sereno. 

—Si señor— se escuchó nuevamente desde atrás el coro. 

—Bien, bien, bien...— decía Cage, tratando de tranquilizarse momentos después ya habiendo bajado del coche, con los chicos adelantados algunos metros para observar cómo era todo.

—Estarán bien Luke, saben cuidarse solos y estamos aquí por cualquier cosa— lo calmaba Matt, apenas bajando el auto. 

—Si, por supuesto— atino a decir, dando un largo suspiro para terminar de tranquilizarse —Bueno hagamos esto— dijo, comenzando su caminar para alcanzar a los más jóvenes. Quien alguna vez respondió al nombre de Daredevil estaba por seguirlo, cuando algo lo detuvo en seco. Afino su radar, buscando aquello que había captado su atención, inclinando levemente su cabeza de lado a lado en repetidas ocasiones hasta finalmente voltear medio cuerpo hacía atrás, buscando "ver" aquello que había notado. Cage no tardo en notar que su amigo se había quedado atrás, girando para verlo allí, parado "mirando" a la nada. Con un atisbo de preocupación creciendo desde el fondo de su estómago pregunto —¿Pasa algo?—

—¿Eh?— aquella pregunta pareció regresarlo a la realidad —No solo, creí oír algo— contesto, sospechando lo que había sido pero considerando que no era necesario advertir al resto, al menos no aún. 

Pese a que el comportamiento de Matt había alertado un poco a Luke este decidió confiar en las palabras de su amigo y continuar. Ambos adultos permanecieron detrás de los jóvenes, alertas y listos para hacer lo necesario por protegerlos. Las personas alrededor estaban demasiado metidas en sus asuntos, ninguna prestaba atención al extraño grupo, pero los chicos sí que estaban atentos, mirando todo alrededor y ciertamente no estaban teniendo una muy buena impresión: Construcciones sucias y semiderruidas en muchos casos, personas en harapos y de aspecto demacrado caminando torpemente o tiradas en las banquetas, algunas peleas por aquí y por allá. 

Cruzaron el nada alentador escenario hasta llegar a una gran estructura sin ventanas y con una única puerta, custodiada por un guardia solitario. Este al verlos llegar solo dio un suspiro cansado, se levantó de su silla y alzo un pequeño emisor de luz purpura, la cual paso sobre los cuerpos de nuestros personajes como si de un detector de metales en un aeropuerto se tratase. Luego de examinar a todos, dio la bienvenida con un desanimado "Bienvenidos" antes de sentarse nuevamente.

—¿Que fue todo eso?— pregunto Francis en el umbral de la entrada.

—Luz ultravioleta, para asegurarse de que no entre ningún vampiro— explico Luke Cage, adelantadose a los chicos para ser el quién abriera la puerta. 

Nada más entrar, gritos de emoción, acompañados de rugidos guturales, fueron escuchados, pues prácticamente al frente de la entrada, se ubicaba un pequeño coliseo, en el cual dos jóvenes dinosaurios eran obligados a pelear para la diversión de los presentes. 

No muy lejos del mini coliseo, se encontraban amontonadas una gran cantidad de jaulas, con criaturas tan o más exóticas que aquellas obligadas a pelear pasos atrás. Como mera exhibición, un hombre de lentes oscuros portaba un guante de cetrería en su mano izquierda, más no era un halcón lo que reposaba en su mano, sino algo mucho más primitivo. 

Y junto a aquellas jaulas, grandes hornos y parillas se alzaban, donde se cocinaban aquellas criaturas a petición de los compradores. Un rugido llamo la atención del grupo, pudiendo notar como una jaula de gran tamaño se sacudía, a la par que un hombre retrocedía con la mano posada sobre su antebrazo derecho, con sangre escurriendo entre sus dedos.

—¡Maldito animal de porquería!— grito el hombre, dando una patada de puro rencor al contenedor —No sé porque te conservo, nunca eres capaz de ganar más de dos peleas seguidas, ¡Me cuestas mucho dinero!— buscando desquitarse, como si el animal pudiera entender sus intereses y actuara en contra estos, el hombre tomo un bastón eléctrico y lo deslizo entre las barras de la jaula, dándole un chispazo a la criatura —¡Si pierdes esta noche mañana mismo estarás en esa parilla!— grito, dando una última patada a la jaula. 

Azari no pudo evitar que una mueca de disgusto se formara en su rostro al ver a aquel animal enjaulado: un tigre dientes de sable totalmente negro, con un colmillo roto, cubierto de cicatrices y que mantenía la pata derecha en alto, dado que apoyarla le causaba dolor. 

Aquel "mercado", por llamarlo de alguna forma, estaba repleto de toda clase de puestos, con artículos extravagantes y peligrosos en la mayoría de los casos, toda clase de criaturas y entretenimiento bizarro. 

—¡Esto es un robo! Estas cosas están por todo el desierto, ¿Qué me impide ir a capturar uno por mi cuenta?— preguntaba con gran molestia un hombre en uno de tantos puestos. 

—Encontrarlos no es el problema amigo, el problema es atraparlos y vivir para poder venderlos— respondió el encapuchado que atendía aquel puesto, quitándose la capucha para relevar la falta de su ojo derecho y la ausencia casi total de labios del lado derecho de su rostro, además de una horrenda cicatriz en su cuello. 

Enormes máquinas de guerra, dejadas atrás al creerlas arruinadas y malamente reparadas se vendían como la última novedad en aquella tierra de nadie.

Un poco más alejado, un cuarto oscuro era intermitentemente iluminado por luces color amarillo. No era mucho lo que se podía ver desde el exterior, pero afinando la vista podías encontrar a una mujer mayor recostada sobre una camilla, con lentes polarizados cubriendo sus ojos y las manos de un hombre en traje extravagante colocadas en sus sienes. Lo que aquel sujeto hacía era liberar descargas eléctricas controladas para revivir recuerdos y sentimientos, los que el cliente pidiera; por los gestos de placer de la mujer y la expresión disgustada de aquel hombre tras de ella, podía intuirse que estaba reviviendo. 

Los jóvenes, curiosos, se habían acercado para observar aquella habitación, pero desde la oscuridad, bloqueando aquella extraña escena y cualquier otra cosa que pudiera estar pasando dentro, emergieron tres más de esos sujetos en trajes llamativos, cada uno "sosteniendo" un relámpago entre sus manos. 

Tras aquella experiencia, el grupo siguió con su camino hasta llegar a una gran arena, un coliseo en toda regla cubierto por una gran reja de metal para evitar que los combatientes escapen; llegando justo a tiempo para el gran espectáculo. 

—¡Se cierran las apuestas damas y caballeros, el espectáculo va a comenzar!— se escuchaba por las bocinas alrededor de todo el lugar —¡Del lado derecho, pesando casi ocho toneladas y con una sed de sangre insaciable, venido directamente de las tierras irradiadas, el retador: ATLAS!...— los gritos comenzaron cuando una gran puerta se abrió, dando paso a la arena a la bestia gamma de nombre griego.

—¡Y por la izquierda, pesando más de 10 toneladas, nuestro campeón invicto: RAGNAROK!— antes de que la puerta terminara de abrirse, esta fue derribada por la embestida del más feroz carnívoro que alguna vez camino sobre la tierra.

Ambos monstruos se rugieron nada más verse, caminando alrededor de la arena de forma amenazante, midiéndose el uno al otro, sin nunca apartar la vista de su contrincante. No paso mucho para que el irradiado gamma se golpeara el pecho cual gorila, rugiendo antes de cargar contra el reptil. El T-rex hizo lo propio, recibiendo a su rival con la mandíbula, clavándole los colmillos en el hombro y triturando sus huesos con su gran poder. 

El mutante grito de dolor, golpeando con su brazo bueno el cuello y la cabeza de su enemigo, en un afán de soltarse. No fue hasta que de un puñetazo logro clavar una de sus púas en el ojo del dinosaurio, que este se sacudió para por fin soltarlo, llevándose entre los dientes un gran trozo de carne. Ambas bestias rugieron nuevamente antes de reanudar la pelea. 

Aquel espectáculo logro capturar por completo la atención de los más jóvenes, permitiendo a los mayores una palabras en privado. 

—Nos siguen— dijo el alguna vez llamado Power Man.

—Desde que entramos al pueblo— afirmo Murdock.

—¿Son quienes creo?— pregunto el de mayor estatura. 

—Si— respondió Matt —Quédate con ellos, no tardare—

—Ten cuidado hermano— pidió Luke a lo que, con una sonrisa confiada, Matt asintió. 

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A las afueras de aquel pequeño pueblo, en uno de los pocos lugares con árboles y vegetación de aquel yermo, el antiguo Daredevil espera paciente, con sus sentidos en alerta. 

—El tiempo te ha tratado bien Matthew— se escuchó una voz femenina, proveniente de la maleza. El ex vigilante logro sentir como además de aquella mujer, personas armadas con espadas y con gran control sobre sus propias respiraciones y pulsos llegaban al lugar. Pero lejos de esperar una confrontación, Murdock simplemente se dio la vuelta para encarar a su contraria. 

—No tan bien como te ha tratado a ti...—

—... Elektra—

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