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Capítulo 2: Orfanato.

Un silencio abrumador era todo el ambiente, en contraste a las risas y gritos alegres de hacía poco. Dentro de una gran habitación, más de dos docenas de literas estaban alineadas en dos filas, repletas de infantes y jóvenes. Los más pequeños ya estaban dormidos, acostumbrados a la situación, quizá algo peligroso rondaba en el exterior, algo totalmente capaz de cegar sus vidas en segundos, pero para ellos, la posibilidad de que algo les pasara no existía, pues confiaban plena y totalmente en que la pareja a cargo lograría hacer frente a lo que fuera. 

Y si de alguna forma estos fallaban, aún contaban con la protección de a quién ellos llamaban: El abuelo. 

El hombre mayor llevaba una camisa roja con dos D mayúsculas en el pecho, parcialmente cubiertas por una gran bata. Durante noches así, el hombre de blanca cabellera y lentes rojos pasaba las primeras dos horas rondando la habitación, calmando a los pequeños y atendiendo sus necesidades, pues aun sabiendo perfectamente que no había nada dentro de las instalaciones, quería poder defenderlos a todos si se daba la necesidad y tenerlos dispersos dificultaba la terea. Tras las primeras horas, caminaba hasta la puerta de la habitación, tomando asiento en una silla para continuar con su vigilancia sentado. 

Los niños eran una cosa, confiaban en las palabras de los adultos, pero los más crecidos, no podían evitar la duda. Y esta noche no era la excepción. 

—Ya deberían haber regresado— comento la joven que hacía poco intento convencer a sus padres de que la dejaran acompañarlos, sin mucho éxito. Ella estaba recostada en el colchón inferior de una de las literas.

—Debimos ir con ellos— dijo en respuesta un chico, que estaba también acostado en el colchón superior de la litera continua a la chica.

-Tienen suficientes problemas como para tener que preocuparse porque algo les pase- respondió otro chico, quien si parecía intentar dormir, pero la charla de sus compañeros lo había despertado. 

—Pero, ¿y si algo les pasa?— pregunto con un nudo en la garganta la chica, de nombre Dani. 

—Han hecho esto cientos de veces, nada les va a pasar—

Una garras de color negro desgarran sin piedad la piel, salpicando sangre en distintas direcciones. La mujer grita de dolor al retroceder, sosteniendo su abdomen, el zarpazo fue rápido y sorpresivo, para su suerte, las garras del alienígena no habían llegado demasiado profundo, pero el corte estaba sangrando en gran cantidad. El monstruo rugió de emoción, corriendo en busca de volver a atacar, pero siendo derribado con una patada al mentón. 

Usando una pistola de bajo calibre, la aguerrida fémina buscaba ralentizar al segundo simbionte, mientras retrocedía. Pero aquello no funciono, pues no logro alejarse lo suficiente antes de que el cargador se vaciara y la bestia se le arrojara encima, derribándola con su peso. Estando sobre ella, le rugió al rostro, cometiendo el error de no atacar al instante, pues un cabezazo le desprendió varios dientes y le fracturo el cráneo. Al concentrarse en regenerar el fatal daño, aflojo el agarre, permitiendo a su presa levantarse y tomar su cuchillo, para de un rápido movimiento...

Ser arrojada en contra de una casa, cortesía del zarpazo del otro simbionte. 

A unos metros de ahí, un gran hombre afroamericano, calvo y musculoso enfrentaba a un simbionte mucho más grande que los otros. Ambos intercambiaban golpes poderosos, pero tomándolo desprevenido, el alienígena genero un tentáculo para sujetar su brazo y evitar que acertara su puñetazo, pudiendo entonces, embestirlo para atravesar con el por delante varias casas, para finalmente arrojarlo bruscamente contra el suelo. 

Durante el enfrentamiento, los involucrados se habían desplazado entre las grutas, llegando a un poblado abandonado entre estas mismas, con casas mal construidas con piedra o madera y cadáveres a la vista sobre el suelo. 

Cuando el hombre aterrizo, la fuerza fue tal que genero un pequeño temblor y levanto una gran nube de polvo. Muchos animales emergieron de esta, corriendo despavoridos por sus vidas. Ratas, conejos, coyotes, correcaminos y una pequeña criatura parecida a estos, bípeda, de no más de un metro de largo, emplumado como un ave, pero con cola larga, una mandíbula alargada repleta de pequeños dientes filosos y garras al final de manos y piernas, con un par que resaltaban en sus patas, pues a diferencia del resto no tocaban el suelo y tenían la forma de una hoz. 

El simbionte salto dentro del polvo, ya teniendo ubicado a su objetivo. Ansioso de sangre, arrojo una mordida pero para su sorpresa, sus colmillos se rompieron al impactar la piel del sujeto. Con una sonrisa en su rostro, el varón atrapo del cuello al simbionte, alzándolo un poco en el aire antes de azotarlo contra el suelo y, aún teniéndolo del cuello, golpearlo en el rostro. 

Un poco aturdida, la mujer se levanto entre los escombros de la pequeña construcción, notando varias cosas: tenía astillas y vidrios rotos clavados en la espalda, una herida grande en su hombro derecho producto del mismo zarpazo que la arrojo dentro de la casa y había varias botellas, algunas rotas y otras intactas, al su alrededor y el olor que desprendían era muy reconocible, alcohol, eso le dio una idea. 

Los dos simbiontes contra los que se enfrentaba se acercaban lentamente, babeando en exceso. Pronto ella apareció por el agujero que su mismo cuerpo había hecho, sujetando en la mano derecha una de las botellas con un trozo de tela arrancado de su camiseta como tapa y en la izquierda un encendedor, el cual uso. Ese poco fuego fue suficiente para alertar a las bestias, una se mantuvo estática, analizando, mientras la otra decidió atacar rápido para evitar la amenaza, pero ese era el plan de su "presa" la cual le arrojo la botella con la tela encendida, que al romperse sobre su cuerpo, lo prendió en llamas. El simbionte se retorció y rugió agónicamente, tratando inútilmente de extinguir el fuego mientras su compañero solo observaba impotente. 

Nada tonta, la mujer uso el resto de las botellas para crear más bombas molotov las que arrojo hacía el segundo simbionte mientras el primero aún se retorcía. Pero este ya sabía lo que eran y le fue fácil esquivar o desviar los ataques y cuando ella comprendió que no tenía caso seguir intentando, dejo las botellas en el suelo y salió de la construcción para enfrentarlo. 

—¿Qué haces?— pregunto una chica de 17 años, de nombre Alejandra, viendo como desde la litera encima de ella, un chico bajaba despacio. 

—Iré a ayudar— exclamo confiado, agachándose en el suelo para buscar algo. 

—No puedes, es muy peligroso— le dijo en susurros.

—Estaré bien, seré un apoyo a distancia— afirmo quitando una de las tablas del suelo, tomando de debajo de esta un carcaj con flechas y un arco de color verde. 

—Francis, Francis— trato de alcanzarlo, pero este se alejo de su cama —Azari, ¡¿no vas a decirle nada?!— pregunto buscando apoyo. 

—Nah, ni siquiera podrá pasar al abuelo—  

—Por favor, ya conozco su rutina, vigila por dos horas, luego sigue despierto otra media hora y se queda dormido en su silla, míralo— explico, apuntando al mayor con uno de sus dedos, este tenía la cabeza algo inclinada al frente y roncaba de forma casi imperceptible.

—Francis— llamo Dani —Ten cuidado—

—Siempre— respondió el rubio. 

Silenciosamente, comenzó a caminar en dirección a la puerta, controlando su respiración y calculando sus pisadas, evitando hacer el menor ruido posible. Pero pese a verse calmado y confiado, la verdad es que estaba nervioso, temía cometer un error y ser descubierto antes de lograr demostrar su valía. 

Para cuando llego a donde el abuelo, gotas de sudor frío bajaban por su frente y su mano temblaba. Por un momento pensó en regresar y fingir que nada había pasado, no, no podía regresar, debía mostrar que era capaz de defender a todos, así que con la mano temblorosa sujeto el pomo de la puerta, girando de este para lentamente abrirla. Todo iba bien, hasta que las bisagras rechinaron levemente. 

Tan rápido como un parpadeo, la puerta se cerro de golpe, despertando a muchos de los presentes. Sobre la puerta, estaba la mano del anciano, haciendo presión contra ella para mantenerla cerrada. 

El joven arquero retrocedió un paso mientras que con una calma aterradora, y sin apartar la mano de la madera, el adulto se ponía de pie. Cualquier padre, o abuelo en este caso, miraría con enojo o desaprobación al chico, pero este hombre mantenía la mirada fija al frente.

—¿Qué haces levantado a esta hora Francis?— pregunto con severidad, sin escuchar una respuesta —Conoces la reglas— regaño. 

—Y-y-yo s-solo iba por u-un poco de agua, algunos de los niños tienen s-sed— respondió entre trabas. 

—¿Para eso necesitas arco y flecha?— pregunto con una ceja levantada. 

—Y-yo solo...—

—Entrégalos—  le ordeno, extendiendo la mano. El chico no se esforzó en objetar, simplemente agacho la mirada y entrego sus instrumentos. Tras segundos de silencio, levanto la mirada, logrando ver como el mayor hacía un gesto con la cabeza, indicando que volviera a su cama, cosa que hizo. Después de eso abrió la puerta y giro su cuerpo para salir, pero antes de hacerlo, hizo una pregunta al aire —¿Quienes quieren agua?— tres niños levantaron la mano y sin voltear, el hombre solo asintió, saliendo de la habitación y cerrando la puerta desde afuera. 

Derrotado y humillado, Francis regreso en silencio hasta su cama. Sus amigos querían decir algo, pero pensaron que era muy pronto.

Los dedos de aquel simbionte salieron volando tras de que el filo del cuchillo los separara de la mano. La mujer fue rápida y ataco nuevamente, esta vez pateando la rodilla derecha del simbionte, haciendo que la articulación se rompiera y el hueso quedara expuesto al aire hacía el costado. Y para terminar, un potente gancho a la mandíbula lanzo hacía atrás al simbionte, el cual choco contra el muro de piedra a sus espaldas. 

Por otro lado, el simbionte mayor se había liberado y seguía combatiendo al hombre. Con sus dientes ya regenerados y reforzados intento morder nuevamente, pero no le fue mejor que la última vez.

El varón no estaba dispuesto a darle tregua a su rival, no cuando este podía regenerarse tan velozmente, así que comenzó a trotar en la dirección hacía la que lo había arrojado, pisando por accidente el rifle de su amada. Lo recogió y en cuanto ubico a su compañera...

—¡Jessica!— le arrojo el arma. La nombrada corrió hacía el simbionte, derrapando sobre la tierra para atrapar su arma, quedando justo debajo de la criatura. Desde esa posición le voló la cabeza de un solo tiro. 

—Regenera eso hijo de puta— menciono con desprecio. 

—Eso fue increíble querida— grito desde la distancia el varón. Ella le respondió con una sonrisa sincera, que se volvió una mueca de enfado al segundo siguiente.

—¡Atrás de ti Luke!— advirtió Jessica, disparando al simbionte que ya corría para embestir a su pareja. La bala atraveso el hombro de la criatura, pero en su actual frenesí, esto no la detuvo, chocando contra Luke, que a duras penas logro frenarlo. El simbionte expandió su ser para alejar al varón, tomando después la cabeza del mismo desde un costado para azotarla con furia en contra del suelo, luego lo tomo de la pierna para poder elevarlo y azotarlo con fuerza, así varias veces, hasta que una bomba molotov golpeo su pecho y le prendió fuego. 

El monstruo chillo de dolor, arrojando a Luke en la dirección de la que vino aquel proyectil, fallando por poco en golpear a Jessica. El fuego se extendió por su pecho, pero al ser más resistente, logro apagarlo, para posteriormente rugir.

—Creo que lo hiciste enojar— menciono con una cansada sonrisa en su rostro. 

—Acabemos con esto de una vez— pidió Jessica, cargando su arma. Dos disparos fueron hechos, uno perforo el pecho y el otro destrozo parte del aquel monstruoso cráneo, heridas graves que tomarían segundos para regenerar, segundos que serían bien aprovechados. Cage corrió y acertó un puñetazo a la cara del simbionte, tirándole varios dientes y sacudiendo al ser de otro planeta. El simbionte alargo su brazo y garras para dar un gran zarpazo, que si bien no perforo la piel de su atacante, lo hizo retroceder. 

En ese momento, Jessica le dio una patada voladora, usando su rostro de plataforma para impulsarse nuevamente en el aire y ya allí, dispararle una vez más en la espalda. Después de aquello, Luke embistió a la bestia con su hombro, corriendo con esta frente a sí hasta impactar ambos contra un gran muro de piedra, siendo el simbionte quién se llevo casi todo el daño. Al tenerlo contra la pared, el varón lanzo poderosos puñetazos a distintas partes de su cuerpo, generando daño más rápido de lo que el extraterrestre era capaz de regenerarse. 

Como una medida desesperada, el simbionte lanzo múltiples extensiones de si mismo, las que se adhirieron a distintas zonas de la pared, para así jalar de ellas y derribar el muro sobre ambos. 

Cuando la pared se vino abajo, Jones se cubrió el rostro con los brazos para evitar el polvo y los escombros que pudieran ir en su dirección. Cuando paso, se acerco lentamente, atenta a cualquier movimiento por debajo de las rocas. Por algunos instantes el silencio reino en aquel lugar, cosa que logro ponerla nerviosa, un pequeño temblor apareció en su mano izquierda y algo de frio sudor corría por su frente. 

De pronto, un par de rocas se movieron abruptamente, provocando que ella apuntara en esa dirección. La rocas comenzaron a levantarse, algo quería salir desde abajo de ellas, pero no estaba segura de quién era. Un gruñido la hizo disparar, pero una queja la hizo percatarse de su error. 

—¡Maldición!—

—¡¿Luke?! ¿Estas bien?— 

—Si, si, estoy bien, pero ven rápido, ayúdame con este imbécil— pidió, levantándose lo suficiente como para que las rocas por fin cayeran y revelaran su presencia, pero también el como tenía sujeto al simbionte del cuello, forcejeando para escapar. Cuando su pareja se acerco, lo obligo a darse la vuelta para poder encajar las manos en su pecho, tan profundo que sus dedos de aferraron a las costillas del sujeto. Y entonces, Jessica salto sobre la espalda del simbionte, sujetando la mandíbula superior de este y usando todas sus fuerzas para jalar hacía atrás. 

Fue así, que con gran esfuerzo, la pareja logro separar al simbionte de su anfitrión. 

—¡No! ¡Devuélvanlo! ¡Es una parte de mi!— grito desesperado el hombre una vez libre, ignorando que sin su compañero espacial, no podía curar su pecho. Luke arrojo con desprecio al hombre hacía un costado y se dirigió hacía Jessica. 

—Dame esa cosa, ya sabes que hacer— dijo recibiendo al simbionte en sus manos, sosteniéndolo para que su pareja pudiera sacar su encendedor. 

—¡No! ¡¡No se atrevan!!— intento amenazar el hombre, pero al levantarse, empezó a expulsar sangre por la boca, cayendo de espaldas. 

Cage arrojo aquella masa  alienígena al suelo y Jones le dejo caer el encendedor encima. El monstruo ardió como un charco de aceite viviente, retorciéndose y rugiendo de dolor, tratando de alcanzar de nuevo a su huésped para tener una oportunidad, pero una patada le arrebato la esperanza. Marido y mujer observaron en silencio hasta que el simbionte no fue más que cenizas sobre el suelo. 

—Los matare— susurro el sujeto, con lágrimas en los ojos —¡¿Me oyeron?! Los hare pagar por lo que hicieron, voy a encontrar ese maldito orfanato que tienen y matare a cada uno de esos niños frente a sus ojos, ¡los hare sufrir como nadie los...— un disparo y hubo silencio. 

El grifo es cerrado suavemente y un vaso lleno de agua es depositado en una mesa cercana. El abuelo toma otro vaso y lo acerca para llenarlo también, mientras piensa en lo sucedido. 

—Si la puerta no hubiese rechinado, no me habría despertado— con la mano libre se subió los lentes para tallarse los ojos —Francis hubiera salido, pudo haber muerto y hubiese sido mi culpa— el agua comenzó a desbordarse, pero el hombre seguía metido en sus pensamientos —Era todo lo que se interponía entre los niños y el exterior y me quede dormido ¿Cómo pude quedarme dormido?— de pronto, una mano extraña se poso sobre su hombro.

El hombre reacciono violentamente, rompiendo el vaso que tenía en la cara del recién llegado, barriendo sus piernas para derribarlo y saltando sobre su pecho para presionarle el cuello con su bastón, aplicando una fuerza que habría matado a un humano normal. 

—Matt, hermano, soy yo— hablo Luke desde el suelo, tratando de calmar a su amigo. Matt no lo escucho bien y ejerció más presión con su bastón. 

—Matt, somos nosotros— el mayor se alarmo al notar que había alguien más, pero Jessica hablo antes de que la atacara —Respira y escucha, somos nosotros— pidió y Matt así lo hizo, percatándose de su error y liberando a un apresado Luke Cage. 


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