
6. Azaleas milagrosas
JISUNG.
Sorprendentemente después de otra vergüenza que pasé con Minho-cosa que no es mi culpa odio a los bichos-había encontrado algo de mi agrado para hacer en la Hacienda. Bueno, no era algo que me encantara y no tenia obligación alguna pero me gustaba.
Y era la jardinería.
Descubrí que podía ser bueno ayudando a la abuela de Minho con sus plantas, y como no tenía nada más interesante que hacer aparte de mi skincare diaria, decidí aprender.
Esa día en la mañana la abuela Lee estaba plantando algunas flores. Me entró una gran curiosidad y me acerqué, la saludé con una sonrisa y ella me pidió con la mano que me acercara un poco más.
---¿Te gustan las flores?
Aunque me habló amablemente su atención seguía en la pequeña planta, tenía unos guantes y una pala excavadora especial para jardines, junto a ella habían un montón de macetas vacías con tierra negra. Supuse que su intención era pasar las flores a las macetas.
---Sí me gustan, pero cuando ya están en un ramo.
El comentario le provocó una carcajada, yo también sonreí, parecía ser abuela mía también. Y me sentía a gusto cuando estábamos juntos, bueno un poco más que con su nieto, el cuál no había visto ese día. ¿Dónde estaba?
---Bueno Jisung, si me quieres ayudar no me negaré.
Ella pasó la planta a la maceta llena hasta la mitad de tierra, luego procedió a rellenar el restante con otra pala más onda y más pequeña, sacaba la tierra de un saco blanco y la ponía con cuidado en la maceta. ¿Eso era todo? Parecía un trabajo fácil. Así que acepté.
La señora Lee me indicó dónde podía encontrar otro par de guantes y un overol para no ensuciar mucho las ropas, luego yo me coloqué todo con rapidez. Me arrodillé junto a ella, observé todo lo que hacía y la imité. ¡Y salió muy bien! Me sentía orgulloso, me di unas cuantas palmadas en el hombro felicitandome mentalmente, porque Minho no era el único que podía ayudar. ¡Ahora yo también podía!
Un rato después, cuando el silencio me aburrió decidí hacer conversación, mientras hacía mi trabajo desplantando y replantando.
---Son muy bonitas---comenté alegremente.
---Son Azaleas---me informó con una sonrisa---Sirven para atraer la buena fortuna.
---¿Y qué hará con ellas?---añadí curioso.
---Voy a llevarlas al pueblo---Agregó tranquilamente---Tengo una pequeña tienda allá.
---Quisiera comprar una de éstas para llevarla a mi casa---añadí con simpatía, esperando que ese día llegara pronto, muy pronto.
---Para ti será un regalo, cielo.
Yo le sonreír con calidez, pero por supuesto la emoción del momento duró poco porque cuando alcé la vista Minho se acercaba a nosotros con su cara de culo bien afeitada, su cabello castaño alborotado en ondas desprolijas, un camisa vieja sin mangas y unos pantalones rotos. ¿Cómo se veía tan bien con eso? Me irritaba. En serio. Yo sí que me esforzaba en verme bonito y él no solo lucía bien con esos arapos, sino que se veía extremadamente divino, salvaje pero interesante, descuidado pero atractivo. ¡¿Pero qué estoy pensando?!
---Abuela, veo que le tienes mucha fe a Han---expresó con ese tonito burlesco que tanto odiaba.
¿Qué había dicho? ¡Seguro me estaba insultando! Escuché mi apellido y eso significaba que se estaba mofando de mí. En serio detestaba mucho no poder comprender muy bien lo que decía, y más aún no poder replicarle de vuelta. Minho me miró, no había nada sospechoso en su semblante, solo aburrimiento y tal vez algo de picardia.
---Hace muy bien el trabajo, deja de ser tan duro con él.
La abuela ahora se veía molesta con Minho, quizás era por lo que él había comentado de mi. Era muy incómodo escucharlos hablar sin saber lo que decían.
Entonces la abuela se irguió con mucha agilidad para su edad y se sacudió los guantes, el overol y luego se los quitó, se lo entregó a Minho antes de decirle unas cosas y se alejó.
Nos dejó solos.
La observé con la boca bien abierta por lo que había hecho. ¡Me había abandonado con Minho! Con Minho el impaciente. Minho el mal humorado. Minho el estúpido.
A mí aún me quedaba un montón de trabajo por hacer, tenía muchas macetas vacías junto a mi. En cambio Minho no tantas. Se puso los guantes y se quedó sin overol, se arrodilló junto a mi aunque mantuvo una distancia pridente y empezó a hacer el trabajo que antes había tenido la abuela, todo en completo silencio.
Me di cuenta que lo estaba mirando fijamente cuando él levantó la cabeza inquisitivo, sus mirada pesada e indiferente recayó sobre la mía y yo aparté la vista disimuladamente.
Ambos sabíamos que si estábamos juntos algo siempre sucedía, y siempre era algo muy malo, vergonzoso, catastrófico, aunque ese día no pasó nada de eso, nos limitamos a sembrar Azaleas con un silencio de por medio, nunca incómodo y eso era lo impresionante.
Varias veces me tomé la molestia de observar como Minho se limpiaba el sudor de la frente con el dorso de la mano enguantada, dejando un rastro de tierra cada vez que repetía el gesto, en poco tiempo estuvo mugroso y aún así se veía bien el condenado. Pero a mi eso no me importaba, claro.
Rato después cuando yo ya estaba demasiado cansado, quise sentarme un poco y lo hice, solté una exhalación larga y pesada, me dolía la cadera, inconscientemente me puse una mano en la zona afectada, casi me había quedado invalido y no de la manera en la que yo quería.
Por el rabillo del ojo el reflejo de la mano de Minho me hizo mirar en su dirección, lo siguiente que hice fue soltar un mini grito ahogado y alejarme.
Minho estaba sosteniendo con sus dedos una lombriz espantosa, delgada y larga, demasiado larga. ¡Y me la estaba enseñando! ¡¿Acaso creía que era un trofeo para presumirlo conmigo?!
No era solo eso, él lo hacía solo para fastidiarme, porque siguió acercándose a mí con esa cosa horrenda. La malicia surcó cada parte de su rostro perfilado mientras yo me arrastraba hacía atrás evitandolo.
---¡Minho, ya basta!---lloriqueé---¡Déjame!
Pero Minho solo sonreía como un diablillo y acercaba más la mano a mi cara, moviendola de lado a lado de manera infantil y juguetona. Él siguió acechandome y yo no tenía ni fuerzas para ponerme de pie. Retrocedí lo más que pude hasta que una de mis manos chocó con algo, cuando me giré para verificar el objeto, me di cuenta que era un balde pequeño con agua. Sonreí vengativo y no lo pensé mucho, lo juro, solo quería que alejara esa lombriz de mí y también darle su merecido, así que rápidamente y sin titubeos cogi el balde con ambas manos y le aventé el agua en la cabeza.
Minho se levantó de golpe con los brazos extendidos a cada lado y la cabeza gacha, tenía la boca abierta por la impresión del acto abrupto y el cabello, cuello y pecho estaban completamente empapados. Yo también me puse de pie asustado por lo que me pudiera hacer. Lo bueno de eso era que él había soltado la lombriz, que se perdió por alguna lugar dentro de la tierra.
Minho me observó furioso y sorprendido al mismo tiempo, el cabello le goteaba mojando sus ojos, nariz y mejillas. Entonces se acercó a mí a paso lento, con la postura amenazadora, preparada para atacar. Me encogí en mi lugar y me cubrí el rostro con los brazos, pero Minho no me hizo nada. Pasó por mi lado ignorandome y lo vi rodear la casa por detrás de nosotros, cuando lo perdí de vista me toqué el pecho aliviado y regresé para seguir con mi tarea, antes de poder si quiera dar dos pasos lo sentí.
Un chorro frío de agua golpeó mi espalda y me hizo saltar con un grito de por medio, por encima de mi hombro vi como Minho se acercaba con la manguera de regar las plantas, apuntandome como si fuera una escopeta, lo primero que se me ocurrió fue salir corriendo para evitar que me mojara aún más pero eso jamás sucedió, porque Minho corrió detrás de mi sin dejar de apuntarme, y en solo segundos todo el overol se empapó de agua.
---¡Minho en serio te odio!---reclamé como pude, el aire me faltaba.
Minho hizo lo posible por alcanzarme me rodeó y se detuvo de frente a mí, el agua me golpeó el pecho, el rostro y mojó mi cabello. Yo corrió en dirección contraria otra vez, aunque riendome, pero enfadado al mismo tiempo, quería que parara pero a la vez no, quería que el momento se rompiera pero al mismo tiempo que no se detuviera. Era extraño porque estaba pensado todo eso mientras corría por todo el jardín evitando a Minho. De pronto cuando yo ya estaba cansado de ser perseguido como si él fuera el gato y yo el ratón, aumenté la velocidad de mi carrera y quedé de espaldas a él. Antes de que pudiera girarse agarré la manguera y se la arrebaté de la mano, entonces me fui alejando mientras yo lo mojaba y él se reía. Así como el día que estábamos en la piscina, así como si fuéramos mejores amigos, como si fueramos algo más. Entonces tiré la manguera al suelo dejándole saber que ya era suficiente.
---¿Estás loco?---le volví a reclamar entre risas.
Minho se sacudió los brazos y el cabello, tenía una sonrisa ladina y divertida. Asintió con la cabeza dándome a entender que sí estaba loco. Y yo le creía, porque había que estarlo para perseguir a alguien con una manguera.
---¡Mira lo que hiciste!---Reproché señalando el lodo que se había formado.
Negué con la cabeza ya más sereno y menos divertido por la situación, ahora todo era un desastre lodoso y volví a tomar la manguera para asegurarme de que él no iba a seguir molestando y jugando como un niño de cinco años.
Cuando caminé varios pasos para buscar la llave que cerraba el agua, mi cuerpo se balanceó hacía atrás y caí sentado de culo en el lodo. Un latigazo de dolor me atravesó la cadera y gemí.
Minho me miró primero con confusión como si no entendiera por qué me había caído tan estúpidamente, luego con sorna, sus labios mojados se abrieron y soltó un carcajada.
No me causó gracia, al contrario, todo este alboroto había sido su culpa, así que lo apunté con la manguera y el agua golpeó en medio de ambas cejas, Minho se calló y se cubrió la cara formando un escudo con los brazos, pero aún sonreía, entonces yo lo hice también, aunque solo un poco.
Luego de eso la abuela de Minho había regresado y se había quedado paralizada con el gran desastre que había encontrado, regañó a Minho y me regañó a mi también. Era la primera vez que la veía tan enojada, nos ordenó que limpiaramos y acamodaramos las Azaleas que se habían llenado de lodo y que no podíamos irnos hasta que ella diera la aprobación.
Cuando se alejó yo fulminé a Minho con la mirada y le lancé la pala pequeña que ya tenía en la mano, él la esquivó velozmente con un reflejo impresionante y curvó su boca.
---¡Todo esto es tu culpa!---empecé a reclamarle---¡Ahora tengo que hacer doble trabajo y ni siquiera me están pagando!
Minho alzó las cejas pasmado por mi arrebato, por supuesto no creía que pudiera entender todo lo que había soltado. Así que sólo se encogió de hombros como si no le importa que nos quedáramos ahí todo el día. Eso me enfureció aún más, su indiferencia.
---¡Si existiera una biblia de groserías yo ya te hubiera leído todos los salmos!
---¡Han!
Cerré el pico de golpe cuando escuché mi apellido, en su rostro no había enojo, ni nada que se le pareciera, él estaba tranquilo, serio pero tranquilo. Me lo quedé viendo con las cejas juntas por la descarga irasciba y repentina que tuve. Luego Minho se llevó un dedo índice a los labios y con eso me ordenó absoluto silencio. Apreté los puños, me giré para darle la espalda y contener la parranda de puñetazos que quería propinarle por ser tan estúpido. ¡Mira que mandarme a callar a mí! ¡¿Quién se creía que era?!...
...O tal vez, solo tal vez, la verdadera pregunta aquí era: "¿Qué es esto que estoy empezando a sentir?"
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