5. Doble agradecimiento
MINHO.
¿Que si me molestaba Han? La pregunta hasta ofendia. ¿Qué necesidad tenía de irse a montar en un caballo sin tener la más mínima idea de como hacerlo? Solo podía pensar que Han tenía intenciones suicidas. Él me recordaba tanto a Yongbok. Lo odiaba, odiaba ese sentimiento de familiaridad, habían muchas diferencias físicas entre ambos, pero sus personalidades eran un poco parecidas, sobre todo en lo imprudentes, en el querer demostrar que pueden hacer cualquier cosa como si fueran unos jodidos súper héroes. Y sí, quizás era eso lo que me tenía de mal humor, tal vez no, ni siquiera sabía por qué me sentía así, es como si quisiera regañarlo y decirle que debe ser mas cuidadoso. ¡Que no quería regresarlo a su país es un estúpido ataúd! Pero ni siquiera podia decirle nada. ¿Cómo lo hacía? Ni siquiera sabía cómo había llegado a mi habitación o por qué estaba dando vueltas, estaba muy inquieto, no me gustaba que Han estuviera aquí y quería que se fuera.
Así que finalmente salí de mi habitación a buscarlo, le diría que se fuera y también hablaría con mis padres, sí, era lo mejor. Bajé las escaleras de dos en dos con la seriedad en mi rostro, lo busqué primero en la sala donde lo había dejado pero no estaba, tampoco estaba en la cocina ni en el jardín, no sabía donde podía estar pero sólo me faltaba revisar en un lugar en específico. Fue cuando caminé atravesado el jardín. Me encontré con las mesas y sillas de playa, con sombrillas coloridas y la piscina.
Han estaba sentado en el borde, las converses negras reposaban a un lado, tenía los pies hundidos en el agua de la piscina hasta un poco más arriba de los tobillos. Me acerqué más a paso lento, él se giró para mirarme, tenía una expresión triste y adolorida en el rostro, eso me hizo sentir un poco mal. La hinchazón en su mejilla derecha dónde la avispa había alcanzado en clavar su aguijón ya se veía mejor, pero no del todo. Han agachó la mirada y siguió moviendo los pies dentro del agua, no fue hasta que estuve más cerca que le hablé:
---Vete a casa---ordené, así sin más, sin saber si él podía entenderlo.
Han alzó la cabeza formando una "o" con los labios, sus ojos almendrados abiertos de par en par. Movió la boca atónito para formar una oración pero no lo consiguió, inmediatamente su rostro pasó de triste a ofendido, sus mejillas redondas se encendieron en un rojo intenso y por el arrebato de mis palabras Han se puso de pie con un poco de dificultad. Parecía que se estaba preparando para darme un gran sermón, el sermón de mi vida, gritarme hasta del mal que me iba a morir, maldecirme y condenarme al infierno eterno, pero eso nunca sucedió.
Porque cuando Han dió un paso hacía adelante furioso para arremeter contra mi cuerpo sus pies chuecos se resbalaron en el suelo de cerámica y se fue hacia atrás, yo di un paso hacia adelante para agarrar su brazo y evitar que cayera, pero no planté bien los pies en el suelo mojado. Todo pasó demasiado rápido y Han me había arrastrado con él.
Caímos a la piscina.
Mi cuerpo se hundió en el agua con un peso muerto y blandengue, yo no sabía nadar y por eso evitaba las piscinas a toda costa, podía bañarme en ellas sí, pero siempre que supiera que no eran demasiado ondas.
Intenté salir a la superficie moviéndome como una anguila, yo seguía sin poder respirar y era desesperante, el agua entró por mi nariz y me quemó la garganta, sé que fueron solo unos segundos pero para mí pareció una eternidad, hasta que finalmente, aire.
Podía respirar otra vez, podía sentir el vapor del viento en mi cara, podía sentir también unos brazos al rededor de mi cuerpo y abrí los ojos de golpe.
Lo primero que vi fue la cara enrojecida de Han cerca de la mía, su cabello rubio estaba completamente mojado, goteaba y se le escurria por la frente. Respiraba por la boca cansado por el esfuerzo y sus ojos alarmados me observaron de hito a hito.
---¿Estás bien?---inquirió casi sin aire.
Asentí en respuesta, entonces Han me soltó y yo me agarré rápidamente del borde aún sin sentirme seguro del todo. Busqué salir de la piscina, me apoyé con los brazos y manos, hasta que finalmente pude sentarme en el borde, estaba a salvo. Me llevé la mano al pecho y moderé mi respiración. Han se sentó junto a mí saliendo de la piscina también, lo miré unos segundos, él se peinó el cabello mojado con los dedos para apartarlo de su rostro, se lo echó completamente hacia atrás y luego me miró también.
Lo siguiente que hizo fue raro, porque se cagó de la risa, con los ojos cerrados y la boca abierta, una risa escándalosa y horrenda, era tan fea que me molestó, pero aún así pude soltar unas risas bajas yo también, contagiado por la euforia de lo sucedido.
Así que nos reímos cómo dos locos, quizás nos reímos porque cada quién tenía un motivo distinto para llorar y la risa era lo único que podíamos exteriorizar, o quizás lo hacíamos porque estabamos nerviosos, porque solo cada uno sabía lo que empezaba a provocar en el otro, no lo entendí hasta un tiempo después, sea como fuera, ahí estaba yo, con él chico que había ido echar de la casa de mis abuelos, riéndome, como si fuéramos amigos, como si fueramos cercanos.
---Gracias---reconcí, aún con las secuelas de la reciente carcajada.
Han asintió, aceptando mi gratitud, luego se hizo un silencio desagradable donde ambos nos quedamos mirando al vacío, sin saber muy bien qué hacer. Lo siguiente que ví fue a Han poniendose de pie con un poco más de cuidado, tomó sus zapatos y se alejó a paso robotico para no caer, dando por terminado el momento incomodisimo.
Yo hice lo mismo y juro por el todo poderoso Son Heungmin, que evité ver a Han mientras caminaba, pero el agua le había adherido la camisa al cuerpo, y mierda, tenía una cintura impresionantemente pequeña, incluso pestañeé para comprobar si era real y sí, lo era, al igual que su enorme trasero redondo. Negué con la cabeza, porque no debía pensar en esas cosas. Caminé detrás de él pero ambos tomamos caminos diferentes, el subió las escaleras y yo fui a buscar a mi abuela.
~°🪷•~
Por la noche ayudé a mi abuela con la cena, ella le había preguntado a Han si quería comer y él había dicho que no. Me di cuenta ese día que no había cenado desde que estaba en la casa, nunca cenaba, pero sí sabía que desayunaba y almorzaba cuando yo no estaba cerca, por supuesto todo eso me lo chismoseó mi abuela.
Durante la cena no había querido pensar en lo que había pasado en la piscina, con Han y conmigo, riéndonos, pero me fue imposible no hacerlo. La sensación agradable que me embargó en ese efímero momento yo la conocía, una sensación que sólo había experimentado estando con Yongbok, una sensación rara y aturdidora para mí, con la cual no quería lidiar ni tenía ánimos para hacerlo, lo dejaría estar y lo olvidaría. Era lo mejor.
Tiempo después subí las escaleras para irme a dormir o a hacer lo que sea. Mi habitación quedaba al frente de la de Han y la luz de adentro se reflejaba en el suelo, supe que no estaba dormido, de seguro estaba mirando el techo y cuestionandose toda su existencia.
Me encerré y me senté en la cama. Me dediqué a estudiar un poco de Inglés, a veces a medias podía entender lo que Han me decía pero era incapaz de responderle, tenía una aplicación en el celular que había descargado para ayudarme un poco, sabía que sería de mucha utilidad traducir algunas palabras u oraciones.
Unas pocas horas después el silencio en la casa se sintió pesado. Mis abuelos se habían quedado en la sala viendo televisión, Han no hacía ningún ruido, quizás estaría muerto, y yo seguía estudiando con dos libros de ejercicios y un diccionario en las manos, el cuál casi dejé caer del susto cuando desde el otro lado del pasillo algo impactó contra lo que creía yo que era la pared.
El impacto provino de la habitación de Han así que solté todo y corrí hasta allá, no me preocupé en recoger el celular que había caído al suelo cuando me levanté de golpe.
Entré sin tocar y me lo encontré de pie junto a la cama, asustado y asqueado al mismo tiempo, cada una de sus manos sostenía un zapato y a juzgar por el montón de pares esparcidos en el suelo había estado haciendo eso desde hace varios segundo. ¿Su objetivo?
Una araña.
Estaba en la pared frente a la cama, tiesa en su lugar. Deduje que Han tenía mala puntería también porque la araña seguía ahí, y la distancia que había entre ellos era bastante grande, a ese paso jamás la iba a matar. ¿Por qué no se acercaba? Que tonto era.
Miré a Han con los brazos en jarras y el ceño fruncido, era solo una simple araña y ni siquiera era tan grande.
Así que con la poca paciencia que poseía le ofrecí una mano indicándole que me diera el zapato, él con sus ojos almendrados llenos de temor me lo entregó y se alejó más, se quedó en la esquina más apartada de la habitación mirándome con súplica. A lo que yo exhalé y caminé hasta la pared. Entonces le propiné un golpe a la araña que cayó al suelo muerta y con sus patas peludas engarrotadas.
Luego en los cajones del armario busqué un frasco de insecticida que mi abuela solía guardar en las habitaciones para esos casos en especial, le rocié un poco al cadáver y dejé el frasco arriba del escritorio.
Han seguía en la misma posición, no se había movido, pero el alma pareció regresar a su cuerpo, sus hombros cayeron y su respiración se apaciguó. Se estaba estrujando las manos sin despegar la vista de la araña en el suelo, como si después de todo aún se sintiera en peligro, a pesar de eso volvió a caminar para sentarse en la cama, en silencio, sin dejar de mirar a la araña.
Me senté en la esquina de la cama sin dejar de mirarlo, la acción lo alarmó más, parecía un perrito asustado. ¿Debía irme? ¿Estaba así por la araña?
Decidí ponerme de pie y buscar algo para sacar a la araña de la habitación, rápidamente fui al baño y agarré lo que necesitaba, con el cepillo empujé a la araña y con el recogedor la llevé hasta el inodoro, para echarla por el drenaje.
Cuando salí del baño Han ya estaba acostado, envuelto como una salchicha en las sábanas y me miraba fijamente. Por fin pude entender lo que me decía, sin palabras, sin gestos, sin movimientos de manos, solo me bastó con verlo a los ojos, un brillo de tranquilidad y gratitud se asomaba en ellos.
---Gracias---admitió finalmente en un susurro.
Entonces comprendí que el chico abusivo solo existía en su alter ego, aquel que según mi madre me contó que humillaba a sus compañeros de clases no existía en ese instante. Lo que yo realmente estaba viendo era la otra cara de la moneda: Debilidad, inseguridad y miedo.
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