12. ¿Feliz? Cumpleaños
JISUNG.
Bienvenidos dulces 18, pensé con sarcasmo en ese momento, era la primera vez que mi cumpleaños no me me emocionaba nadita. Estaba fuera de casa, sin mis amigos, sin mis padres, sin poder ir a algún restaurante caro, sin poder hacer una fiesta donde quedara tan borracho que no pudiera ni estar en pie. Tenia la leve sospecha de que mis padres planearon esto meticulosamente, sabían que mi cumpleaños era importate para mí y celebrarlo a lo grande siempre era necesario. Pero aquí estaba, en la Hacienda Lee, en el campo, lejos de mis amigos y muy lejos de hacer una fiesta. No me sentía molesto solo estaba triste, porque efectivamente me sentía muy castigado.
La gran casa Lee estaba en silencio cuando bajé las escaleras. Ni siquiera me molesté en peinarme o hacerme skincare, bajé con unas ropas anchas y para nada bonitas a pesar de que era mi cumpleaños. Me estrujé los ojos con pereza y para ser una persona que se arreglaba demasiado hoy no estaba animado, ni siquiera me preocupé por mi aspecto. Iría a desayunar y luego me tumbaria en mi cama a ahogar mis penas con canciones de Lana del Rey y alguna botella de whisky que encontrara por ahí mal parada. Ese era el plan de cumpleaños.
Planes que por supuesto no pude poner en marcha, porque cuando estuve cerca de entrar en la cocina el olor a comida Japonesa me hizo rugir el estómago, más luego un par de voces exclamaron con alegría:
---¡Feliz cumpleaños, Jisung!
Para mi sorpresa cuando miré en dirección a la sala comedor -que estaba precisamente de paso a la cocina-me encontré con los abuelos Lee y un resplandeciente Minho, todos de pie, esperando que entrara a recibir mis regalos y felicitaciones, encima de la mesa larga para comer yacía un enorme arreglo con mis flores favoritas y un pastel azul con blanco, además de varias cajas de regalos.
Y Minho se veía tan guapo, con su camisa ancha metida dentro de sus jeans rotos con cinturón y sus botas negras de combate.
---Gracias---sonreí, aunque con desánimo.
Nadie pareció notarlo, y eso fue mejor para mí, traté de disimular mi tristeza en ese momento. En la mesa había abundante comida, incluso de la que más me gustaba que era la Japonesa. Los señores Lee me dieron abrazos para felicitarme y Minho también lo hizo.
Sus brazos me rodearon el torso y sentí como su nariz puntiaguda me acarició la piel del cuello. Me estremecí, aunque no fue algo notorio y cerré los ojos embriagado por el olor delicioso de Minho, su ropa olía a Lavanda pero su cuerpo olía más masculino, más varonil, la fragancia de su perfume era exquisita. Dejamos el abrazo tratando de disimular lo que la cercanía de cada uno provocaba en ambos.
Fue un desayuno alegre a pesar de mi estado de ánimo, entre conversación en coreano y en Inglés, casi siempre hablábamos solo la señora Lee y yo, Minho opinaba de vez en cuando al igual que su abuelo, en ocasiones hasta lograba olvidarme de mi pesar y cuando finalizamos la comida, los cuatro cantamos una versión desafinada de Happy Birthday y yo pude soplar la vela, al mismo tiempo que las luces en las lámparas colgadas en el techo pestañaron tres veces como si quisieran apagarse, pero eso nunca sucedió, todos miramos la lámpara con rareza pero al final nadie le dió mucha importancia. La señora Lee repartió trozos de pastel y comimos en silencio el postre.
Minho quién estaba sentado junto a mí, pasó su mano por debajo de la mesa y luego la sentí encima de la mía. Entrelazamos nuestros dedos con disimulo y la respiración se me atascó en la garganta, su mano se sentía grande y cálida al tacto, a diferencia de la mía, pequeña temblorosa y fría. Por el rabillo del ojo observé su sonrisa lobuna y pícara. Algo dentro de mí se encendió y no fue precisamente una luz.
Me erguí en el asiento nerviosamente y cuando intenté soltarme del agarre firme de Minho, él no me lo permitió. Así que estuvimos así, hasta que todos terminamos de comer pastel y nos levantamos de la mesa, los señores Lee se disculparnos conmigo porque tenían algo que hacer en el pueblo y no podían quedarse otro poco. La señora Lee me dió un beso en la mejilla y me entregó un regalo.
Los abuelos abandonaron la Hacienda y yo me ocupé de recoger las cajas que estaban encima de la mesa con mis labios apretados en una fina línea, como si eso fuera a evitar que el nudo que se me hacia en la garganta saliera en un fuerte sollozo. Cuando apilé dos de las cajas encima de mis brazos para llevarlas a mi habitación Minho se atravesó en mi camino y me las quitó de las manos en un ágil movimiento, las dejó encima de la mesa otra vez y me miró con los brazos en jarras, con sus cejas juntas algo molesto.
---¿Qué pasa?---inquirió algo ofendido, tal vez.
Negué con la cabeza, le regalé una sonrisa forzada y pestañeé para apartar el picor de mis ojos, no valía la pena llorar cuando ellos se habían esforzado tanto, no quería herir los sentimientos de Minho y hacer un drama por mi horrible cumpleaños, semanas atrás lo habría hecho sin importarme él ni nadie, ahora era imposible.
---Nada---le aseguré haciendo ademán de volver por las cajas.
---Jisung...
Mi nombre salió seco, duro y exigente. Fue como oír un: "Jisung será mejor que me digas qué te pasa ahora mismo" ¿Pero como se lo explicaba? Quizás debía decirle: Estoy triste porque no quería pasar mi cumpleaños aquí. Pero no, eso sería demasiado cruel, porque se habían tomado la molestia en hacer todo eso para mí, y estaba bien, me sentí bien, pero no era lo mismo.
No era lo que yo quería.
---Estoy bien---le puse una de mis manos en el hombro, soriendole---Tranquilo.
Con esas palabras la dura expresión de Minho se suavizó en una de completa dulzura, con una de sus manos me apretó la muñeca y me empujó hacía adelante con exigencia para matar la distancia entre nosotros. Temblé cuando su mano libre me acarició la mejilla con delicadeza, cerré mis ojos y suspiré por el contacto, porque no sabía lo mucho que lo necesitaba.
---Eres... bonito, Jisung---murmuró con ternura, a pesar de que yo parecía en ese momento un moco pegado a la pared.
Abrí mis ojos y me encontré con los de Minho que brillaban como dos faroles, pero que a la vez eran oscuros, misteriosos y espesos como las aguas del río Támesis. Él me recorrió con aquella mirada intensa todo mi rostro, tal vez buscando alguna respuesta en mi expresión, algo que lo ayudara a entender como me sentía. Pero justo cuando moví mis labios para responderle, mis palabras se quedaron atrapadas en un beso.
Una vigorosa ráfaga de calor me envolvió repentinamente, mis piernas se debilitaron y mi cuerpo buscó estabilidad apoyándose de la mesa. La boca de Minho se abría contra la mía desenfrenada y ansiosa, sus manos apretaron mi rostro como temiendo que yo me alejara, mis manos se aguantaron al borde de la mesa, nuestras respiraciones eran una mezcla de suspiros y agite. La lengua de mi Minho invadió mi boca y los roces solo me llevaron a la más exquisita locura, perdí la compostura un poco y me atreví a pasar mis manos por su abdomen y pecho, podía tocar y sentir que estaban bien trabajados, quizás era un atleta popular en su instituto y eso no me agradó tanto, porque de seguro tenía a muchas personas encima de él, aunque en ese momento era yo quién lo tenía. ¿Pero realmente lo tenía? Sentí entonces como una de sus manos buscaba mi cintura y la otra se movía hasta mi nuca, él hizo una succión lenta en mi labio inferior y yo mordí sin nada de delicadeza su labio superior, haciéndolo gruñir un poco, parecía todo un animal y yo estaba listo para ser su comida.
En un acto desesperado, Minho me empujó más contra la mesa y escuchamos casi al mismo tiempo como un objeto se estrellaba contra el suelo pulido. El sonido del vidrio haciéndose añicos nos exaltó y nos separamos, buscando con la mirada lo que habíamos roto. En el suelo se había derramado el jugo que contenía el vaso y los trozos de vidrio yacían esparcidos por todos lados.
Minho chasqueó la lengua y se rascó la cabeza, en un gracioso gesto de hastío y resignación. Me limpié el labio inferior con el pulgar disimuladamente, conteniendo la sonrisa maliciosa que quería escaparse de mí. ¡Minho besaba demasiado bien! Por más autocontrol que poseyera en esos casos, él lograba que yo realmente perdiera la cordura. ¡Cualquiera pudo habernos visto! Lo que menos quería era que él tuviera problemas con su familia por mi culpa, y sino quería que eso pasara debíamos ser más cuidadosos y menos hormonales. Finalmente Minho me miró y sus comisuras se curvaron con mofa, como siempre lo hacía cuando yo me ponía nervioso. ¿Es que cómo no? ¡Si me ponía los nervios de punta! Minho buscó algo en la mesa y luego me entregó una cajita roja con cinta plateada. ¿Era su regalo? ¡Dios mío! ¡Lee Minho me había comprado un regalo! Mis dedos temblorosos abrieron la pequeña caja. Lo que encontré dentro era una pulsera que contaba con varias piedras negras plomizas, algo rústicas y una piedra brillante rosada, era un rosa muy pálido y agradable al ojo crítico. Sonreí con un tonto. Me encantaban las pulseras, y esa es particular me había fascinado, era bonita, y era completamente mi tipo.
Inmediatamente me la puse y me lancé a los brazos de Minho quién me recibió con una risa ronca y baja, me abrazó de vuelta apretando mi cintura y besando una de mis mejillas sonoramente.
---Gracias---exclamé con entusiasmo.
---¿Te gusta?---preguntó con inseguridad.
Asentí con la cabeza varias veces y él sonrió satisfecho, me agarró la mano y me arrastró fuera de la sala comedor.
Minho me hizo recorrer un sendero repleto de flores. Nos alejamos de la Hacienda lo suficientemente como para saber que aquellos caminos no eran parte del terreno Lee. Hacía mucho calor y la brisa llegaba a nosotros como un espeso vapor, el sudor perlaba la frente de Minho haciéndolo ver más atractivo de lo que ya era, mientras me sostenía con firmeza de la mano y yo caminaba en silencio junto a él.
Después de lo que me pareció una eternidad, llegamos a un lago. El agua estaba calmada y clara, casi cristalina, junto a nosotros había un enorme árbol y de una de sus ramas colgaba un largo columpio de mandera, del otro lado si caminabas un poco más podías encontrarte con enormes rocas donde podías sentarte a mirar correr el agua, todo nuestro alrededor se percibía tranquilo y para nada ruidoso, solo el sonidos de los pájaros cantando y la brisa vaporosa batiendo la copa de los árboles. Frente a nosotros se extendía un muelle viejo y de dudosa resistencia por el mal estado de sus tablas, incluso le faltaban algunas, pero aún así Minho me llevó hasta él, me soltó de la mano y empezó a desvestirse.
Khe.
¿Quería que meterse al agua? Lo miré quitarse las botas, los calcetines, el cinturón y la camisa, se quedó solo con sus jeans rotos, colocó todo de manera desordenada en suelo de mandera del muelle y me miró esperando que yo hiciera lo mismo.
---No, no, no---negué con mis manos, y en estado de alarma, hablé en coreano sin pensarlo.
La decepción se plantó en su rostro y pareció entristecerse por mi negativa. ¿Pero como pretendía que me desvestira delante de él? No podía, no podía, simplemente no. Y odiaba hacerlo sentir mal pero más odiaba la idea de quitarme mi ropa. Yo me esforzaba, juro que lo hacía, iba al gimnasio y cuidaba mi alimentación, pero nunca era suficiente, nunca me sentía conforme. Me asustaba que Minho me viera así, porque estando en la Hacienda fue mucho lo que me descuidé alimentándome, a veces dejaba de cenar en las noches por miedo a engordar. No, no podía.
---¿Por qué?---demandó saber, cruzando sus brazos.
---No puedo---le expliqué, suplicandole con la mirada, evitando mirar su pecho y abdomen desnudos.
---¿Por qué?---repitió alzando una ceja inquisitivo.
Suspiré con fuerza y mis hombros cayeron más que mis ánimos, en todo momento mantuve mi vista lejos de su cuerpo, porque el condenado estaba realmente bueno y yo no quería ser tan obvio al mirarlo, en su lugar miré las botas en suelo como si fueran la cosa más interesante del mundo.
Minho pareció entender mi incomodidad, porque ante mi silencio solo resopló resignado y me indicó que me sentara en la orilla del muelle, así que me quité los converses y los calcetines para remojar mis pies, afortunadamente tenía unos pescadores, me senté y hundi mis piernas. Mientras tanto Minho se metió al agua con un salto, el agua salpicando por todos lados, pensé que podía ahogarse pero su cuerpo se dejó ver unos segundos después completamente mojado, el agua le llegaba por los hombros y supe que no era demasiado ondo para él. Visualicé como Minho se apartaba el cabello de la frente. ¡Por las pataletas de Donatella! Minho se veía guapísimo, las gotas de agua le escurrian por el rostro perfilado, el sol dándole una apariencia casi irreal. Se me hizo agua la boca.
---Jisung---canturreó, soriendome---Ven.
Negué con la cabeza otra vez. Entonces Minho se acercó, apoyó sus brazos empapados en mis muslos y me puso carita triste, la más dramática y adorable que jamás haya visto.
---¿Por favor?---insistió, con sus ojos brillantes y suplicantes.
Bueno, podía meterme al agua con la ropa. ¿Qué más daba? Pero, quizás todo esto era un plan malévolo de Minho para verme sin ropa, aunque tampoco creía eso.
---Okay---suspiré, aceptando finalmente su petición.
Minho me agarró de la cintura impulsandome hacia adelante, ambos entrando en el agua, yo entre sus brazos. El agua estaba buena, ni muy fría ni muy caliente, incluso deseé que estuviera más fría porque hacía mucho calor, caminé sintiendo las piedras resbaladizas en la planta de mis pies y luego me hundí por completo para aliviarme del calor en mi cuero cabelludo. Cuando salí del agua, limpié mi rostro con las manos y me acomodé el cabello hacia atrás, todo eso mientras la mirada depredadora de Minho me escaneaba sin vergüenza alguna. La camisa blanca que tenía se volvió un desastres flotante, quise bajarla para así tapar mi cuerpo pero me frustré intentadolo.
---Quitala---murmuró Minho acercándose a mi peligrosamente y tomando el borde con sus manos ágiles.
---No---le impedí agarrándole las muñecas. El alzó las cejas sorprendido pero luego se apartó.
No estaba seguro de hacerlo, pero sabía que Minho sugirió aquello para que yo pudiera estar más cómodo, siendo honesto tener la camisa inflada a mi alrededor era frustrante y no me permitía nadar a gusto. Entonces con todo el valor del mundo y dudando hasta de mi existencia, me quité la camisa.
No funcionó por supuesto, cuando me sentí expuesto agarré la camisa en una mano, haciendo un intento estúpido de taparme con los brazos y retrocedí. Apenado.
---No, Jisung...
Minho acortó la distancia que yo mismo había creado en un simple paso lleno de determinación, buscó mis brazos por dejabo del agua y me hizo apartarlos de mi cuerpo.
Lo miré sin entender nada, pensando que se había molestado porque sostenía mis muñecas con algo de dureza. Pero el semblante de Minho era relajado y lleno de adoración. ¿Eso era por mi?
---Eres muy... bonito---continúo, haciendo que nuestras manos ahora entrelazadas quedaran a cada lado de nuestros cuerpos juntos---Me gustas.
Me quedé sin habla, sin respiración, sin pensamientos coherentes, sin dudas, sin preocupaciones, sin miedos.
¿Él dijo que yo le gusta? ¿Yo realmente le gustaba? ¡En serio le gustaba! La confesión no me emocionó, me mató. Un volcán de emociones hizo erupción dentro de mí y terminó por destruir todos los muros que durante meses me habían costado mantener. Era real, nuestra extraña química y nuestra irremediablemente atracción, todo eso era muy real.
¿Pero cuanto tiempo duraría?...
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