10. Regalo inseguro
JISUNG.
Juro que no sabía de dónde había sacado tanta fuerza de voluntad para hacer muchas cosas, como por ejemplo: Enfrentarme a la serpiente para que se alejara de Minho, llevarme casi todo su peso corporal en los hombros, mantener la calma mientras lo escucha quejarse del dolor.
Uno de los empleados de la Hacienda se había llevado a Minho cargado casi corriendo hasta una de las camionetas, lo acostó en el asiento de atrás y gritó un montón de cosas en coreano a los demás que solo veían, me apresuré en subir yo también y apoyar la cabeza de Minho en mi muslo. Él estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor pero sus ojos estaban cerrados, su rostro ahora pálido y sudoroso estaba contraído por el dolor, su pecho subía y bajaba con pesadez.
La velocidad que llevaba la camioneta nos movía de un lado a otro y nos hacia saltar por los baches en la carretera de tierra. Al ver el estado tan deplorable en el que estaba Minho el corazón se me rompió y lo único que yo podía hacer era sostener su mano con fuerza.
No hubo tiempo para pensar en el beso, en las interrogantes que todo aquello me generaba, en el futuro incierto de nuestra extraña relación.
No pensé porque no me lo permití, porque solo quería que Minho mejorara, nada más me importaba, ni siquiera las miradas raras que me lanzaba el tipo que manejaba, ni siquiera el terrible estado en el que estaba yo, todo sucio de pintura y hecho un completo manojo de nervios, y eso ya era bastante para mi.
Justo antes de llegar al hospital Minho vomitó encima de mi regazo. Eso tampoco me importó aunque me estuviera muriendo de asquito, incluso limpié sus labios con el borde de mi casima ancha y le aparté los mechones castaños de la frente sudada con mis dedos.
Fue en cuestiones de segundos después, que llegamos al hospital. El tipo que nos acompañaba corrió con Minho en los brazos y yo lo seguí con mi pantalón vomitado.
Internaron a Minho por urgencias y se lo llevaron lejos de mí, un calor inmenso me sofocó cuando me senté en las sillas metálicas para esperar. En la camioneta ni siquiera había sentido calor, solo frío, un frío terrible por todo mi cuerpo. Un mareo me atacó y el olor del vomitó me revolvió el estómago.
Corrí al baño que afortunadamente estaba en el mismo pasillo, abrí una de las compuertas y hundi mi cara en el inodoro. No vomité. Solo un montón de arcadas y saliva salió de mi boca.
Caminé sin fuerzas hasta los lavaderos y me mojé el rostro rojo, sudoroso y asustado. Enjuagué mi boca a pesar de que no vomité y me limpié el pantalón con toallas de papel y agua. Regresé a la sala, más cansado que señora con siete hijos en país tercermundista, la señora Lee me abrazó cuando me vió, no lo entendí pero seguramente estaba igual de preocupada que yo, quizás fue su manera de agradecer, pero aquello no evitó que me quedara perplejo.
La señora Lee me apretó las mejillas, a lo lejos vi como el señor Lee hablaba con el empleado que nos había traído al hospital.
---Jisung. ¿Qué fue lo que pasó?
Bueno, ¿Por dónde empezaba? ¿Antes del beso o después del beso? El beso. Ese beso en el que no me permití pensar durante veinte largos minutos de angustia. El beso. Lee Minho me había besado, él...
---Yo...---empecé a explicar con balbuceos---Nosotros... Nosotros estábamos pintando la casita y luego solo... Minho pisó su cola, ninguno de los dos la vió...
---Oh, Jisung---me abrazó otra vez-Está bien, está todo bien---me tranquilizó y me besó la mejilla manchada de pintura verde---Gracias por cuidar a Minhoney.
---¿Se pondrá bien?---pregunté de forma nerviosa estrujando mis manos.
---Claro sí, ya debe estar descansando---ella me acarició la mejilla con ternura---Debería estar recibiendo tratamiento.
Entonces la señora Lee y yo nos sentamos a esperar. Únicamente así me pude permitirme pensar en el beso. ¿Por qué me había besado? Nunca se mostró interesado en mí, nunca compartimos de esa manera, no hicimos nada más que llevarnos muy mal, hubieron momentos de risa sí, pero jamás pensé que eso podía ser algo más que solo eso, eran cosas que podían ocurrir en cualquier amistad. ¿Eramos amigos? Ni siquiera se podía decir que eramos amigos, porque nunca nos interesó, cada uno tenía una razón distinta para no quererlo, yo sólo quería regresar a mi casa y él... bueno, él siempre estaba de malas. Tal vez tenía otros problemas, más de una vez me dejó claro que yo no le agradaba, que mi presencia le molestaba, pero besarme había sido inesperado, incluso fue confuso para mí. Aunque yo no me aparté, yo lo invité a seguir---a veces odiaba lo perra que podía llegar a ser---pero yo jodidamente quería que Lee Minho me besara y no solo eso, quería más, quería mucho más, yo habría dejado que me tocara, que me explorara, que me llenara de todas las maneras posibles. ¡Solo que no podía! ¿Acaso era solo eso? ¿Él solo quería eso conmigo? Ni siquiera yo sabía que era lo que quería. Sí, Minho me atraía muchísimo, el hipnotismo irremediable que desarrollé por él me estaba pasando factura justo ahora. Justo ahora que no sabía que hacer con mis sentimientos.
Habían cosas más importantes en las que pensar, cosas más delicadas. ¿Él era gay? ¿Era bi? ¿Qué era? Además estaba el chico de la foto que había rondado por mi cabeza durante mucho tiempo, porque quería saber quién era y que significaba para Minho, porque no sabía si entre ellos existía alguna relación sin nombre, o si ellos estaban saliendo, o si solo eran amigos. Simplemente no quería ser el juguete de nadie, ni la razón de infidelidad de nadie, porque sabía lo que se sentía una traición y no podía prestarme para eso, para que Minho le hiciera daño a ese chico que ni siquiera conocía y ni siquiera me importaba, era eso, o que yo era un celoso sin remedio que se negaba a compartir a Minho con otra persona. ¿Qué estaba pensando? ¿Estaba celoso de él?...
Sea como fuera, debía dejar las cosas claras con Minho, debía explicarle que ese que lo besó no había sido yo, que fue Patricia que se apoderó de mí. Bueno, Patricia o Puticia, era lo mismo, llevaba a lo mismo: Un beso con Minho. Sin pensarlo me llevé los dedos a los labios recordando que solo unas pocas horas atrás estaban siendo mancillados salvajemente por los de Minho. Y sonreí, sonreí porque me había gustado, me había encantado, me había fascinado y me había derretido. El beso fue bueno, fue muy bueno, pero habían más cosas de por medio, cosas que yo no podía ignorar.
---¿Quieres irte a la casa?---la señora Lee me tocó el hombro---Puedo pedir que te lleven.
Negué con la cabeza, porque quería quedarme y saber como estaba él, no podía irme así nada más y dejarlo solo después de lo que pasó.
---Quiero quedarme---dije, firme pero suave.
---Jisung, dime algo...---miré a la señora Lee con una sonrisa tímida invitandola a continuar---¿Te gusta mi nieto?
Khe.
Mis ojos se salieron de sus órbitas, mi corazón casi quería salir de mi pecho, me volví a estrujar los dedos. ¿Qué debía responder? ¿Cómo sabia que no haría un problema por eso? La señora Lee esperó con calma que yo saliera de mi gay panic. Me obligué a formular una respuesta:
---No, no. Yo... nosotros...---quería decirle que solo eramos amigos pero tampoco lo eramos---No no me gusta no debe preocuparse por eso---solté rapidísimo.
Ella entornó los ojos con una sonrisa pícara y el rostro se me calentó por la intensidad de su mirada, como si ella supiera mucho más que yo.
---Está bien, no me molesta---me tranquilizó con su mano en mi hombro---Me gustaba una chica cuando era joven.
Eso me dejó boquiabierto. Siempre vi a la señora Lee como una persona agradable, pero ahora me agradaba más, saber que era una señora mayor de mente abierta, que no hacía escándalo por ver cosas que "en sus tiempos" no pasaban, y resulta que sí, sí pasaban pero la gente era lo suficientemente cobarde y moralista para no tener amor propio.
---Eres buen chico, Jisung,---prosiguió---Me gustas para mi nieto, por supuesto no tenía idea pero lo sospechaba---soltó una risa---Los vi en el jardín y cuando regresamos del pueblo, ustedes no disimulan muy bien---tomó aire como si lo siguiente le afectara---Pero mi hijo no es como yo, Jisung, y mi esposo tampoco, los abuelos maternos de Minhoney son católicos y lo es también su madre, la familia de mi nieto no cree que eso esté bien---ella me acarició la mejilla con una sonrisa que no llegó a sus ojos---Mi nieto creció con mucha basura en su cabeza, puede estar muy confundido justo ahora, pero sé que puedes ayudarlo a sanar.
---Yo...
No sabía que decir, mi mente trabajaba lento en ese momento, procesando cada palabra que me había soltado y archivandola en mi cerebro. No lo podía creer. Así que la cosa estaba así: Los padres de Minho no aceptan la homosexualidad y sus abuelos maternos son católicos, lo que deja a Minho con pensamientos incorrectos y confusos.
Vaya, sabía que la cosa estaba dura pero nunca me imaginé que estaba así de dura. Prácticamente Minho seguía en el closet y ni siquiera su abuela estaba segura de eso, o tal vez no tanto.
---¿Me está diciendo que yo le gusto a Minho?---cuestioné con incredulidad y la garganta seca.
Ella se encogió de hombros con una sonrisa cómplice.
---Creo que no le caes tan mal como dice.
Y eso fue todo, no me dijo más nada, no me dió más advertencia, me dejó ahí patidifuso y con la boca abierta, (me entraron varias mocas, de hecho) y la señora Lee se puso de pie y se integró en la conversación que estaban teniendo su esposo y el empleado que me miraba raro.
Los señores Lee y yo nos quedamos hasta la noche, incluso el abuelo de Minho me pidió que le relatara con lujo de detalles lo que había pasado y le conté todo, (omitiendo el beso fogoso que nos dimos).
Finalmente después de esperar lo que para mí fue una eternidad, le dieron información a la señora Lee sobre el estado de salud de Minho, luego ella me repitió la información.
Me explicó con mucho pesar que Minho estaba recuperándose y lo dejarían internado, que no debía preocuparme y que lo mejor sería regresar a casa. No me quedó de otra que volver, me llevaron a mi solito y los señores Lee se quedaron.
Ese noche no dormí. Por varias razones: Preocupación, ansiedad y miedo. En la Hacienda no había nadie, los ruidos del viento soplando con fuerza contra los árboles eran tenebrosos, aunque había dejado varias luces encendidas me sentía muy desprotegido, y por más que quise no pude pegar ojo.
Por la mañana después de asearme me puse bonito para visitar a Minho en el hospital, tenía unas ojeras horribles por la falta de sueño y tuve que usar unos parches, visualicé mi aspecto dos veces en el espejo y también me cambié de ropa otra dos veces más, quería causar una buena impresión, pero sobre todo comprobar por mi mismo que él estaba mejor.
Al final decidí ponerme un conjunto sencillo deportivo, que me gustaba mucho y una gorra como acompañante.
La señora Lee -quién había regresado para hacer varias cosas como armarle un bolso a Minho, darse una ducha ella, entre otros-me esperó e incluso me permitió cortar unas flores del Jardín para llevárselas a Minho. Hice un pequeño ramo de Azaleas, las mismas que habíamos acomodado hace varios días atrás en ese mismo Jardín.
Mientras regresábamos al hospital la abuela Lee parloteó mucho, quizás eran los nervios que tenía, pero me contó lo molestaba que estaba con los padres de Minho porque ambos estaban fuera del país y según no podían regresar aún, se quejó y se quejó durante todo el viaje asegurando que no era la primera vez que lo hacían. Yo solo me limité a escucharla y a asentir, porque no sabía que se sentía eso, mis padres aunque eran un poco estrictos eran buenos padres y yo los amaba mucho, siempre fueron comprensivos y muy liberales. ¡Si hasta se habían ido a celebrar aniversario en una playa nudista! No tenía idea de como era la vida cotidiana de Lee Minho y muchos menos de como era su familia. Pero con el tiempo deseé saberlo.
El hospital estaba abarrotado por ser día de semana, había muchas personas por todos lados, algunas esperando, otras angustiadas, otras pocas lloraban. La señora Lee y yo tuvimos que atravesar casi todo el vestíbulo principal para poder llegar a las habitaciones. Minho estaba en una de ellas. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, nervioso por la sensación de volver a verlo después de lo que ocurrió en la casita.
Apreté las Azaleas contra mi pecho y me obligué a respirar con tranquilidad.
La señora Lee abrió la puerta, la habitación era pequeña y deprimente, con tonos blancos y beiges en las cuatro paredes, una ventana con cortinas corridas, una cama individual con sábanas blancas y dos mesas con cajones a cada lado de la cama.
Ahí estaba él.
El corazón brinco en mi pecho emocionado cuando me regaló una sonrisa débil. Estaba medio sentado encima de la cama, apoyando la espalda de la almohada y el espaldar, con ropa de hospital y unas ojeras oscuras violáceas bajo sus ojos, pero tenía mejor semblante, el color había regresado a su rostro aunque también lucía cansado y somnoliento.
---Buenos días, cielo---la señora Lee le apretó una mejilla con ternura---Te traje un regalo.
Minho soltó una risa baja y sin fuerza, me echó una mirada que no supe descifrar y luego yo miré mis tenis como si fueran la cosa más interesante del mundo.
---Mi regalo parece estar asustado---le comentó Minho a su abuela quién luego de eso me miró sonriendo.
---Oh, Jisung. Ven.
Me acerqué con timidez evitando la mirada analítica y burlona de Minho. Las Azaleas que llevaba en los brazos las dejé encima de la pequeña mesa junto a la cama.
---Hola---murmuré aunque muy alegre de verlo bien.
---Hola, Jisung.
¿Había escuchado bien? ¡Me llamó por mi nombre! Minho me regaló una pequeña sonrisa de mofa que ignoré por completo. Su mirada se movió en dirección a las flores y aún sonriendo pronunció un débil:
---Gracias.
Sabía que por el calor en mi rostro debía estar completamente ruborizado. Así que empecé a caminar lentamente por la habitación fingiendo demencia.
---Tus padres están fuera del país---escuché que dijo la señora Lee---Yo cumplí con avisarles que estabas aquí.
---Está bien, abuela---escuché un suspiro resignado luego---No pasa nada, estoy acostumbrado.
---Iré a buscar a tu abuelo que no sé dónde se metió ahora---resopló la señora Lee---Te dejo en buenas manos.
Cuando la señora Lee cerró la puerta al salir, yo fingía leer una revista que encontré encima de una silla, por el rabillo del ojo noté que la mirada exigente de Minho me empezó a fulminar buscando mi atención.
---Jisung...---alcé la vista sin ocultar la evidente sonrisa que me causaba escucharlo decir mi nombre---Ven.
Entonces Minho alzó los brazos sonriendo, invitándome a acercarme a él, pude observar que tenía una vía intravenosa en uno de sus brazos y sus hombros decaidos.
Cuando finalmente me acerqué, sus brazos me rodearon la cintura y yo exhalé aliviado, porque habia tenido miedo de que él me tratara con indiferencia, como si no hubiera pasado nada entre nosotros.
Usé mis dedos para peinar su cabello castaño enmarañado y él apoyó su mejilla en mi abdomen plano.
---Gracias---murmuró débilmente.
Su gratitud abarcó muchas cosas para mí, como: gracias por ayudarme, gracias por las flores, gracias por estar aquí... Y el estómago se me contrajo de felicidad. Porque él estaba bien, porque estaba siendo dulce conmigo y sobre todo porque no estaba siendo indiferente.
---Está bien.
Lo siguiente que hizo me dejó pasmado, porque Minho había alzado mi camisa y había depositado un beso corto en mi abdomen. ¡Como si yo estuviera embarazado! Minho era muy raro. No pude evitar soltar una risa tonta por eso.
Nos quedamos un rato más en esa posición, Minho medio sentado encima de la cama, yo de pie junto él, acariciando su maraña enredada con delicadeza, él con su mejilla tibia apoyada de mi abdomen, abrazados, como si fueramos novios.
El celular de Minho vibró y rompió nuestra burbuja, nos apartamos y le acerqué el celular que estaba en la mesita, y aunque no era el mejor momento necesitaba salir de dudas y preguntar quien era el chico de la foto. Así que aproveché que tenía el celular en la mano y no dejé que me lo quitara, la incertidumbre surcó su rostro agotado y somnoliento. Pero no me detuve, señalé la pantalla, mi dedo tocando al rubio de la foto. Traté de sonar tranquilo y un poco indiferente:
---¿Novio?
Minho pareció quedarse en blanco, como si no entendiera a qué se debía esa pregunta, y quizás también porque era yo el que lo preguntaba. O tal vez porque no era el mejor momento para hablar de eso.
Pero Minho solo negó con la cabeza, y trató de sonreírme con una expresión taciturna y sincera.
---Mejor amigo.
No me bastó, eso no me bastó, había algo que me inquietaba de todo eso, algo que aún no estaba viendo, algo me que hacía dudar, era un mal presentimiento. Así que insistí, sin importarme que Minho fuera el ser más impaciente del planeta tierra.
---¿Te gusta?
---Jisung...
Minho suspiró y cerró los ojos, como buscando una manera de tranquilizar mis nervios y desviarse del tema al mismo tiempo.
---¿Te gusta?---insistí, casi suplicandole que me dijera la verdad.
---No.
Solté aire por la nariz y le entregué el celular. ¿Qué demonios estaba haciendo? Tenía que controlarme. Pero entonces Minho me sorprendió cuando volvió a hablar, asegurándose de leer lo que había estado escribiendo en su celular, lo dijo con un murmuró estrangulado, como si le hubiera costado mucho decir aquello:
---Él está muerto.
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