xvi. wishes
⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO DIECISÉIS
⚔️ deseos 🪙
❛ el fuego en el corazón manda humo a la cabeza. ❜
Alysanne y los niños irían a Pozo Dragón, la mayor quería observar el entrenamiento de ese día y acompañar a sus niños. A su menor hija, Alyssa, eso le beneficiaba, pues quería que su madre le ayudará a tener a Alba en sus hombros todo el tiempo.
Cuando llegaron a la fosa de dragones, que bien parecía un coliseo deshabitado, los niños fueron rápido agruparse con los hijos del rey. Alysanne se quedó en silencio unos metros detrás luego de saludar a Aegon y Aemond con la mano. Daeron no era tan fanático de estas prácticas, por lo que no asistía y prefería, por el momento, nutrir su inteligencia.
Fue Jacaerys el último en intentar domar a su cría de dragón. El guardián les hablaba en Alto Valyrio.
—Deja que venga —ordenó, haciendo que soltarán al dragón del príncipe
—Llame a Vermax, príncipe Jacaerys.
—¡Atención! —gritó el menor, queriendo evitar ir hacia atrás mientras la criatura más se acercaba.
Vermax se apoyó en sus patas traseras para levantarse como un humano y estar a la altura de su jinete. Poco después, le gruñó.
—¡Alto! —ordenó Jace, retrocediendo un poco. Pero, lo logró, el dragón quedó calmado.
—Bien hecho —felicitó Alysanne en Alto Valyrio, recibiendo la gratitud del príncipe. Ella se había aproximado un poco más, quedando del lado de los guardianes de dragones.
Se oyó a una oveja entrar, llamando la atención de Vermax. Jacaerys sonrió al saber qué venía con su llegada.
—¡Vermax! ¡Vermax! —llamó sin ser atendido, pues el dragón continuó queriendo ir por el recién llegado.
—¡Alto! —ordenó el guardián para que detuvieran a Vermax. Él le habló en un dialecto antiguo al príncipe, dejándolo confundido.
Alysanne decidió intervenir, y fue detrás de Jacaerys, tomándolo por los hombros.
—Debes mantener el control de tu dragón, mi joven príncipe —tradujo, dirigiendo su atención hacia el dragón. El guardián añadió más acerca de Aegon y su control sobre Sunfyre, pero lo paso por alto—. Una vez que esté unido a ti, se negará a seguir órdenes de alguien más.
—¿Puedo decirlo? —preguntó, consultando con el guardián y Alysanne. Ella asintió con una sonrisa, haciendo que Jace mirará a las niñas y príncipes con emoción.
—Concéntrate —le recordó su tía—. El dragón está ahí, el poder en tu interior, no lo tomes a la ligera.
El príncipe asintió antes de ordenar: —¡Dracarys, Vermax!
Los guardias dejaron al dragón, y él apoyado en sus alas se fue acercando al animal para quemarlo con su fuego, dejándolo desecho. Alysanne recordó la guerra en los Peldaños de Piedra, y cómo en vez de incinerar ovejas, lo hacía con hombres.
Alysanne removió el cabello de Jacaerys, felicitándolo. Sus hijas también expresaron su alegría por él.
—Mamá, vámonos —pidió Alyssa, viendo al guardián de dragones irse—. Tienes que decirle acerca de Alba.
—Pero, pequeña... —quiso denegarse, pero el brillo en sus ojos se lo impedía—. Está bien.
Y así, Alyssa y su madre fueron detrás del guardián, viendo a lo lejos cómo Aegon, el mayor de todos, guiaba a los príncipes y a Rhaena. La mayor quedó intrigada, pero la emoción de Alyssa no le permitió seguir fijándose en lo que ocurriría.
Lady Alysanne se mantuvo convenciendo al guardián un buen rato, mencionándole todas las precauciones que tomarían, el cuidado y atención que le darían al dragón. Fue difícil, pero Alyssa salió con Alba enroscada en sus hombros.
Cuando regresaron a la fosa de dragones, ya no hubo nadie. Lo más seguro es que las estuvieron esperando en la carroza, pero Alysanne notó la sombra de un niño descendiendo a los túneles del pozo, al hogar de los dragones.
—Aemond, mamá —dijo su pequeña hija de ojos de color dispar.
—Espera aquí —le ordenó, pensando en cómo no había ni siquiera un guardia cerca—. Vuelvo pronto.
Alysanne se sumió en las oscuridades de la fosa, yendo detrás del príncipe. Lo encontró no tan lejos, escondido detrás de una esquina admirando a un dragón. La preocupación fue cuando ella estuvo por tomar su hombro, y el niño se acercó más al dragón.
La criatura vio al invasor y de inmediato preparó el fuego para reducirlo a cenizas.
—¡No! —ordenó Alysanne, yendo por Aemond, que se había quedado perplejo delante del dragón—. Basta, Sueñafuego.
La criatura mantuvo el fuego en su boca, pero pronto desapareció al ver la autoridad de la Velaryon, quien mantenía a Aemond detrás de ella. Decidió calmarse, volviendo a la esquina de su mazmorra.
Entonces, Alysanne volteó hacia el príncipe y dejó que la abrazara, atemorizado.
—Tranquilo —susurró, acariciando su espalda suavemente—. Tranquilo, ella ya se fue.
—Casi muero —dijo, reteniendo las lágrimas—. Lo lamento mucho, tía Alysanne.
—Lo que importa es que estás a salvo, no te ocurrió nada —mencionó, tomando su rostro con ambas manos y mucho cuidado—. Estás bien ahora, Aemond.
El joven príncipe volvió a abrazar a Alysanne, haciendo que ella lo recibiera con mucho consuelo.
—Salgamos de aquí. Los dragones respetan su espacio.
Aemond tomó su mano y salieron de los túneles. Él le preguntó cómo lograba mantener bajo control a todos los dragones, aunque no estuvieran vinculados a ella.
—Adoro a cada uno de los dragones en Westeros, y ellos lo sienten. Los respeto, y ellos me respetan.
—Por eso te dicen, la reina de los dragones —recordó el príncipe, haciéndola sonreír.
Cuando estuvieron fuera, Alyssa fue la primera en acercarse apresurada.
—No moriste —mencionó, alegre—. Eso está mucho mejor.
El príncipe le sonrió a su prima, apreciando que se preocupara por él, aunque no lo expresará abiertamente. Todos conocían cómo Alyssa era de reservada. El hijo del rey también se fijó en el dragón alrededor de su cuello
Entonces, la mayor rodeó sus hombros, quedando entre ellos. Sabía que venía la parte difícil; hablar con la reina. Pero antes de que pudieran continuar con su camino, una acelerada Rhaena regresó la fosa. Se detuvo en la entrada, viendo a Aemond junto a su madre y hermana.
—¡No te pasó nada! —expresó mientras se acercaba corriendo. Ella aterrizó en los brazos de un desprevenido príncipe—. Cuando tardaste, creí que te había pasado algo. Aemond, yo lo... Lo lamento, no debí apoyar esa broma. Lo siento, lo siento demasiado.
Aemond, que si bien estaba enojado por lo que le habían hecho su hermano, sobrinos y la misma Rhaena, no podía mantenerse firme si era ella quien le pedía disculpas.
—No te preocupes —susurró, aceptando su abrazo.
—No volveré a apoyarlos, dejaré de oír a Aegon. Me quedaré a tu lado, ¿si?
Alysanne se había quedado un poco, confundida.
—¿De qué broma están hablando? ¿Y qué tiene que ver el príncipe Aegon en todo esto?
Al regresar a la Fortaleza Roja, Aemond recibió una reprimenda por el estado en el que llegaba, pero luego de que pudiera explicarle a su madre, fue consolado. Alysanne había estado a su lado en el proceso, lo que el apreciaba demasiado y aumentaba su amor por ella.
La reina pronto aseguró que tomaría medidas, pero la Velaryon le recordó que debía ser contra todos los niños, incluido su hijo, la cabeza del plan.
Después de ello, de haber también enviado a sus hijas con Helaena para que no estuvieran sumergidas en el problema, buscó a su Nyra.
—¿Vienes para hablar de lo que ocurrió con los niños? —preguntó la princesa al verla entrar a su dormitorio—. Ya me lo informaron. Aegon sigue usando a mis hijos como sus juguetes.
Rhaenyra y Alicent transmitían su enemistad hasta en los jóvenes príncipes.
—Les falta forjar su carácter —comentó la Velaryon—. Pero pronto lo harán, y nadie podrá utilizarlos.
—Ese niño es, malvado, inconsciente —siguió quejándose de su medio hermano—. No piensa en nadie, ni siquiera en su propia sangre.
—Pero sigue siendo el niño primogénito del rey, quién amenaza tu ascenso al trono —recordó, sentándose a lado de ella en el mueble. Tomó sus manos—. Rhaenyra, estás permitiendo que todos te rebasen, a ti y a tus hijos. Eres más que alguien sumisa, contenida. Las culpas no están permitiéndote ver tu exterior, te matan lentamente. Eres fuego, pero estás dejando que te apaguen.
—¿A qué viene todo esto? —preguntó, odiando que tocaran ese aspecto—. No es tema tuyo lo que me ocurra, Alysanne.
Pero Alysanne se preocupaba realmente por eso. En su estadía, había notado tantas cosas, cómo habían cambiado, empeorado.
—Siempre será algo que me incumba si se trata de ti —respondió, aún sin soltar sus manos—. Yo te amo, y me preocupo cada día por ti. Sé que acabas de pasar por un parto difícil, y sé que puedes sentirte temerosa por los murmullos a tu alrededor —se mostró comprensiva—. Pero eres más que esto. Eres mi Nyra, y sé que puedes hacerlo mucho mejor. Yo estoy a tu lado.
—Siempre lo dices, pero nunca es verdad —se cansó, apartando sus manos—. Terminas yéndote, como Daemon, con él. No me amas lo suficiente, Alysanne, no como dices.
La Velaryon quedó en el aire. Entendió poco a poco que las palabras de la princesa tenían más sentido del que se creía. Ella la había dejado tantas veces por sus deseos de aventura, de poder, de querer estar con Daemon y construir una familia sólida. Podría no ser incorrecto, pero para ambas se sentía mal.
Aquella necesidad de estar juntas no había desaparecido en ningún momento de su distancia. Puede que Rhaenyra haya buscado consuelo en otros brazos por el rechazo de Alysanne y Daemon, pero jamás se habían olvidado. Se querían.
—Quiero expresarte mi deseo, madre.
Rhaena había llegado de imprevisto a la habitación de Alysanne.
—¿Qué es lo que necesita mi hija? —preguntó, dándole una señal para que se sentará a su lado—. ¿Y por qué tanto apuro?
—Tengo entrenamiento, pero eso no es importa —respondió. Ella estaba muy nerviosa, su pecho bajaba y subía muy rápido—. No es un algo, es alguien.
—¿Quién podría ser?
—Aemond. Quiero a Aemond —fue directa.
Alysanne quedó boquiabierta. Pocos habían logrado ello, pero a su hija con tal noticia no se le fue tan difícil.
Rhaena recordó la plática con Helaena.
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FLASHBACK
—Si no quieres estar aquí, puedes irte. Tu madre no lo sabrá —le dijo la princesa, viéndola recostada contra el árbol corazón malhumorada.
Helaena y Alyssa buscaban insectos en la tierra. Ambas eran muy parecidas, se interesaban por la naturaleza y su belleza.
—No dejaré a mi hermana sola.
—Lo haces casi siempre —recordó, continuando su tarea con la hija menor de Daemon.
Ambas pasaron unos instantes agradable, hayando algunos insectos de interesantes formas, con muchas patas o varios ojos.
—¿Alyssa, podrías dejar de ensuciarte? —dijo Rhaena, tomando del brazo a su hermana menor—. Suelta esas cosas —ordenó, botando de sus manos cualquier animal que podía transitar—. Nos vamos.
—No la perjudiques si soy yo quien te cae mal —pidió la princesa, viendo el desánimo de Alyssa.
—Me das igual, Helaena —contradijo Rhaena, sacudiendo el vestido de la menor.
—Entonces, ¿por qué no solo nos dejas? No te molestaremos.
—Simplemente, eres rara, no te quiero cerca a mi familia —hizo saber, fastidiada. Quiso llevarse a su hermana lejos de Helaena.
—Lo excepcional desea algo que jamás podrá poseer —susurró, haciendo a Rhaena voltear.
—¿De qué crees que hablas?
—Tú buscas algo que tiene más lazos conmigo —respondió, tomando el valor de enfrentar a su prima—, a alguien que siempre será más unido a su familia que a ti.
—Nunca quisiera algo relacionado a ti —replicó, temiendo por aquello que su corazón ocultaba.
—¿Y entonces por qué quieres a mi hermano Aemond, Rhaena?
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—¿A Aemond?
—Así es —confirmó, siendo firme con su posición—. Quiero unirme a él en matrimonio.
Alysanne no supo si asustarse, enojarse, reír, o algo por el estilo. Se quedó en silencio, pensando. Luego de que su hija moviera su mano, trayéndola a la realidad, pudo hablar.
—Bueno... Inicialmente, eres muy pequeña aún. Segundo, ¿tú le has expresado estos deseos? ¿Te corresponde? Aemond no ha mostrado intenciones y no he oído nada relacionado a ambos.
—Son, cabos sueltos. Pero pronto los ataré, tan bien como los de una embarcación
—Amor, no son solo sogas. Él tiene sentimientos al igual que tú.
Rhaena no dijo nada. Pero aún se mantuvo lo más firme posible. Ella podría estar sintiendo que controlaba bien la situación, cuando en realidad su madre veía todo su cuerpo temblar.
—Deberías hablar con Aemond, aún son pequeños.
—Pero, ¿si podrías considerar la posibilidad? —no evitó preguntar, tomando las manos de su madre—. ¿Podría, estar con Aemond?
Alysanne supo que, quien le decía todo ello, era una niña inocente que solo buscaba conocer aquel sentimiento del amor.
—Oh, tu padre se moriría —comentó, siendo ahora ella quien tomaba las pequeñas manos de su hija—. Sabes que los hijos del rey no le caen especialmente bien.
—Me ayudarás a convencerlo, ¿no es así?
—Puedo ser poderosa, pero no realizo milagros —advirtió, recurriendo a un poco de humor.
—Mamá, los haces —contradijo con total seriedad—. Eres únicamente tú quien puede controlar a dragones tan feroces como papá.
Alysanne sonrió ante las palabras de su hija. Si era verdad o no, prefirió no pensarlo.
Supo que la situación de su hija tendría que ser tomada en serio, pues Rhaena no era alguien sin palabra, era persistente con lo que quería y, tal parecía, que quería a Aemond Targaryen.
Alysanne le dijo que lo pensarían, pero que, por el momento, la acompañaría al entrenamiento que el rey había decretado fuera con todos los príncipes, sin excepción.
Al llegar al campo de entrenamiento, la Velaryon vio a Aemond, Aegon, Jace y Luke practicar con las espadas, mientras Daeron se encontraba con su pequeña Alyssa en las escaleras, sentados platicando muy tranquilamente. Rhaena se unió a la práctica, mientras Alysanne subió al palco donde se encontraba el rey y su Mano.
Ella no oyó comentarios, solo fijó su mirada en Ser Criston Cole, quien entrenaba con los niños, pero solo parecía prestarle atención a los hijos de Viserys, y no a los de Rhaenyra, o la suya.
—Formarán un vínculo de por vida, ¿no están de acuerdo? —preguntó el rey emocionado, dirigiéndose a sus acompañantes.
—Eso esperamos, majestad —respondió Lord Lyonel Strong.
—Así es —apoyó Alysanne, un poco perdida en la conversación.
Continuaron observando el entrenamiento, al cual se unió sir Harwin. Poco después, el Lord comandante de la Guardia Real se propuso como un nuevo oponente para los hijos mayores del rey. Vio a Rhaena sonriéndole a Aemond en apoyo antes de llevarse a Jace a un lugar más seguro.
Ser Criston derrotó fácilmente a los príncipes, humillándolos. Pronto sir Harwin estuvo preparado para enseñar a sus pupilos, los hijos de Rhaenyra.
—Me parece que los más jóvenes necesitan más de su atención, sir Criston —opinó el Strong.
—¿Cuestiona mi método de enseñanza, sir?
—Solo sugiero que ese método se aplique a todos —respondió, yendo por el lado de los más pequeños, quienes no tenían intenciones de entrenar.
Los cuatro príncipes y lady Rhaena se pararon en fila frente al Lord Comandante. Jace reía debido a la derrota de los del rey, por lo que Aegon lo empujó, sacándole una sonrisa a Rhaena.
—Jacaerys —llamó sir Criston, tomándolo por la armadura bruscamente—. Ven, pelea con Aegon.
A Alysanne no le gustó para nada la manera en la que trató al primogénito de Rhaenyra, pero se mordió la lengua en esa oportunidad.
—Los dos hijos mayores.
El rey y su Mano empezaron a sospechar acerca de la idea de sir Criston, considerándola poco efectiva.
Aegon y Jacaerys empezaron a pelear. El de ropaje color verde venció al pequeño dragón, empujándolo contra el suelo. Pero este despertó de su ensoñación, yendo detrás del príncipe con furia. Pudo ganarle, pero Aegon le lanzó encima un objeto de entrenamiento.
—Juego sucio —no pudo evitar decir Alysanne en voz alta, llamando un poco la atención.
—Mamá tiene razón —opinó Alyssa, que por los gritos no podía concentrarse bien en lo que Daeron le contaba.
—Te apoyo, Lyssa —opinó el hijo menor del rey, estando de acuerdo con su prima.
Los maestros del combate dieron consejos a sus estudiantes. Mientras Criston Cole era duro, Harwin Strong trataba a Jace con calidez. Ambos volvieron a enviarlos a la pelea.
Los consejos del Lord Comandante fueron a un extremo, haciendo que Aegon quisiera atacar a su sobrino apesar de encontrarse en el suelo, indefenso.
Entonces, alguien inesperado irrumpió. Rhaena, con otra espada de madera, empujó a Aegon por el pecho, terminando de desconcertarlo con un fuerte golpe en el rostro. El príncipe quiso devolverle el golpe, y Aemond apareció frente a Rhaena para cubrirla del ataque.
El ataque nunca llegó, pues sir Harwin tomó por los brazos a Aegon, empujándolo hacia otro lado. Alysanne ya estaba bajando al campo de entrenamiento.
—¡Se atreve a tocarme!
—¡Aegon! —recriminó el rey ante su desfogo incontrolable de ira.
Rhaena ayudó a Jace a ponerse en pie, preguntándole si estaba bien. Entonces, Aemond los interrumpió, yendo de inmediato a abrazar a la hija de Alysanne mientras le preguntaba si ella estaba bien.
—Olvida su lugar, Strong. Es el príncipe.
—Y quiso lastimar a quienes no podían defenderse, bajo sus órdenes —le respondió, recogiendo las espadas del suelo—. ¿Es lo que enseña, Cole? ¿Crueldad por un oponente más débil?
Miró a los niños de la mujer que había jurado proteger; Rhaenyra, y la joven Rhaena que había aprendido a querer, pues era hija de alguien que él también tenía en alto estima.
—Qué inusual es su preocupación por la educación del príncipe, comandante —opinó sir Criston, teniendo intenciones escondidas—. La mayoría de los hombres solo tendrían esa devoción por un primo, un hermano, hasta la hija de una amiga... o un hijo.
Sus palabras no pudieron tomarse a la ligera. Sir Harwin no soportó más de sus insultos e insinuaciones, no contra las personas que amaba, y explotó. Fue contra el Lord Comandante de la Guardia Real, dejándolo en el suelo con los puños, golpeándolo y haciéndolo sangrar.
Para ese punto, Alysanne ya había descendido del palco. Pero en vez de que su primera acción fuera detener a Strong como los guardias ya habían hecho, ella también fue contra Criston Cole.
—¡Repítalo! —le ordenó, mientras seguía golpeando su rostro con los puños. Los anillos en sus dedos, uno de ellos heredado de su casa Velaryon, y otro el de su matrimonio con Daemon, causaron heridas en el rostro del Lord Comandante. Quiso hacer con él lo mismo que le había hecho al amado de su hermano—. ¡Vuelva a insinuarlo! ¡Hágalo!
Sir Criston no hizo más que reprimir gemidos de dolor, esperando que alguien detuviera a la desenfrenada Velaryon.
Más guardias tuvieron que llegar, apartándola y obligándola a calmarse. Vio a su hija Rhaena, observándola orgullosa a lado de Aemond, quien tenía la misma expresión. También buscó a Alyssa, encontrándola abrazada de Daeron al no soportar tanta violencia.
Supo que había perdido los estribos, recién podía oír el ruido a su alrededor. Oh, su estadía en la corte estaba empezando a pasar por más de un problema, y eso era lo que menos había deseado.
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JEMIISA ©
17/11/2022
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