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xiv. offspring

⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO CATORCE
⚔️   descendencia  🪙

la prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él


Cuando llegó el día en el que la unión de Alysanne Velaryon y Daemon Targaryen continuó fortaleciéndose, todos en Rocadragón pudieron sentir el dolor de la heredera del mar. Sus dragones rugieron y las olas impactaron aún mas fuerte contra la orilla.

Ella llevaba un buen rato en labor de parto, siendo acompañada inicialmente por su hermana, quien la había cuidado y limpiado cada gota de sudor. Pero cuando todo se volvió más complicado, Alysanne pidió por la presencia de Daemon.

—¡No puedo! —gritó, apretando la mano de su esposo con más fuerza—. ¡No! No...

—Alysanne, mírame —pidió, tomando su rostro cuando no obtuvo resultados—. Tú eres capaz de esto, ya lo has hecho antes. Puedes hacerlo ahora, eres muy fuerte.

La ojiazul se retorcía en la cama de dolor, era la peor sensación que pudo estar experimentando. Cualquier daño que pudo haberse provocado en batalla no se comparaba nada a lo que vivía.

Daemon besaba su frente y susurraba palabras reconfortantes, sintiéndose muy preocupado por la situación. Él no soportaba ver a su amada Alysa sufriendo, llorando de tal manera que podía entristecer al mas inhumano, gritando hasta desgarrar su garganta. 

El primer y segundo parto que había tenido con las mellizas, hace poco más de un año, no se comparaba ni un poco al dolor por el que Alysanne pasaba en ese instante. Era mil veces peor.

—No permitas que me pase lo mismo que Aemma —pidió ella en un pequeño momento de consciencia, rompiendo el corazón de su amado—. Por favor.

—Jamás podría perderte, Alysanne. Nunca dejaré que te aparten de mi lado —prometió, besando su frente.

Cuando llegó otra fuerte contracción, la partera decidió que debían iniciar una vez más.

Daemon tuvo que hacerse a un lado, quedando en una esquina con Laena, quien miraba aterrorizada a su hermana. Ella esperaba que jamás le pasará algo parecido, sabía que no sería tan fuerte. 

—Siga respirando —ordenaron, haciendo que Alysanne intentara regular su respiración, preparándose—. Y puje.

La de cabellos plateados soltó un grito entre dientes, sintiendo que la situación era más que ella.

—Otra vez. ¡Puje!

Y así lo hizo Alysanne aunque sintiera que desgarraran su interior. Dio un último esfuerzo, reunió toda la fuerza posible y entre gritos de desfogue pronto pudo ver un maravilloso resultado.

Un llanto resonó por todo el lugar, una nueva vida llegó al mundo.

—Es una niña, mi lady.

Alysanne soltó un largo suspiro, sintiéndose aliviada. Estiró sus brazos, pidiendo por su hija, la cual pronto pudo estar refugiada en su pecho.

—Eres muy hermosa —le susurró, detallando sus rasgos faciales. Soltó lágrimas de felicidad mientras la bebé calmó su llanto al sentir la protección de su madre—. Oh, de seguro serás toda una preciosidad.

—¿Está sana? —preguntó Laena, siendo la primera en aproximarse a su hermana y nueva sobrina.

—Lo está —respondió la partera.

Daemon aún se quedó contemplando desde lejos, viendo a Alysanne sonreírle a su hija, quien se mecía en los brazos de su mamá muy calmada.

Él se acercó poco a poco, haciendo que Laena diera un paso al costado.

—¿Quieres cargar a tu hija? —preguntó Alysa, notando la maravilla en los ojos de Daemon. Él no pudo decir nada, y solo asintió lentamente.

Cuando la tuvo entre sus brazos, no pudo expresar el gran amor que sintió. Tuvo mucho miedo de lastimarla, pero no pudo soltarla, mucho menos cuando abrió los ojos y en sus labios se formó una sonrisa.

—¿Cómo vamos a llamarla? —preguntó el príncipe muy lento, con voz baja para no aturdir a la pequeña.

—Alyssa —respondió su esposa, viéndolo sentarse a lado de ella—. Sé lo mucho que amabas a tu madre, y además, se relaciona con mi nombre.

—Es magnífico —comentó, sonriéndole a dos de las mujeres más importantes en su vida—. Es muy encantadora, ¿no lo crees?

—Lo es —respondió Alysanne, quien los miraba con mucha dulzura. Daemon se había puesto de aquella manera con sus primeras hijas, pero ahora parecía mucho más hechizado por su pequeña descendiente.

—¡Su huevo eclosionó! —hizo saber Laena, quien había sido recientemente informada.

—Crecerá junto a ella —proclamó Alysanne dichosa, mirando a su hija—. Cuidarán sus espaldas y volarán por todos los Siete Reinos. Serán ambas tan especiales como feroces.

Daemon le entregó la pequeña a Alysanne antes de besar su frente y decirle una vez más lo mucho que la amaba.

Ambos ya podían celebrar que su linaje continuaba. 

Los días pasaron, y las tres niñas del príncipe y su princesa crecieron.

Alysanne las llevaba a pasear en dragón cada que podía, junto a Daemon. Las niñas reían, mientras la pequeña bebé se mantenía muy tranquila.

La familia Targaryen Velaryon pasaba por su mejor momento.

Poco después, decidieron dejar una temporada Rocadragón para ir a Marcaderiva, donde Lord Corlys y la princesa Rhaenys habían preparado una celebración. Llevaron a tres dragones; Rhagar, Caraxes y Ala de Plata, siendo que habían montado solo a los primeros dos. Los demás dragones, incluido Caníbal, quien la Velaryon al final domó como lo había querido, se habían quedado en Rocadragón bajo el cuidado de Lady Laena, quien aseguró poder con ello.

Poco después de su estadía en Driftmark, Daemon y Alysanne decidieron que las tres niñas fueran presentadas en la corte para recibir la bendición del rey Viserys, y también para poder ver a la princesa Rhaenyra y Laenor, quienes ya tenían un niño y estaban a la espera del siguiente.

—No deberías montar a dragón con ellas —dijo Lord Corlys al enterarse de cómo querían partir—. Puedes ir en un barco, es mucho más seguro, Alysanne.

—Daemon y yo nos haremos cargo —le expresó, viéndolo cargar con sus brazos a su primera hija—. Padre, estaremos perfectamente bien. Ya lo hemos hecho al venir aquí, podemos hacerlo una vez más.

—No comprendo cómo puedes preferir a los dragones —dijo—, teniendo todo el mar a tu disposición.

—Padre, te pido no lo compares. Iremos en dragón a la Fortaleza Roja, y pronto te enviaremos una carta para confirmar que estamos bien.

—Oh, le ruego a los Siete que sea así.

—No seas exagerado —habló Rhaenysz entrando al salón en el que estaban con su segunda nieta en brazos—. Ella puede cuidarse perfectamente. Además, estas pequeñas quieren aventura, ¿cierto?

Recibieron una corta risa de las menores, asegurando lo que la princesa decía.

—Oh, por supuesto —respondió, quedando a lado de su esposo—. Estarán bien, Corlys. Saben cuidarse.

Alysanne agradeció su apoyo.

Ese mismo día, poco después, Daemon y ella partieron en sus dragones. Ambos habían amarrado a sus niñas al pecho y volaban en el lomo de Rhagar y Caraxes, siendo seguidos por Ala de Plata, quien daba vueltas en el cielo muy contenta. La dragona era dócil y amigable, lo que le hacía creer a quien la había reclamado; Alysanne, que podría ser un buen dragón para una de las mellizas, quien aún esperaba la eclosión de su huevo destinado.

Fue un viaje ameno hacia la Fortaleza Roja, poco cansado. Llegaron por la noche, siendo recibidos con cordialidad. Dejaron que los dragones ingresaran a los túneles de la Fortaleza Roja a descansar, y ellos ingresaron a la corte.

El primero en recibirlos, pues desde que lo oyó, los había buscado emocionado, fue Laenor.

—¡Mi hermana! —gritó con entusiasmo, deteniéndose frente a ellos un poco agitado por haber corrido—. ¡Y mis hermosas sobrinas...! —añadió al ver en sus brazos a las bebés—. Y Daemon —concluyó al notar su serio rostro.

Laenor dio una señal para que algunas sirvientas se encargaran de las pequeñas, dejándoles un respiro. Alysanne accedió, entregando a sus mellizas luego de darles un dulce beso en la frente.

—Espera, ¿a dónde se las llevarán? —preguntó Daemon, quien se rehusaba a dejar a su pequeña Alyssa, la cual sostenía entre sus brazos.

—Donde está mi hijo Jacaerys. A él y al príncipe Daeron, el tercer hijo de su hermano, los cuida una buena institutriz.

La Velaryon hizo que el Targaryen tomará la decisión final de dejar por un momento a su bebé.

—Estará bien —le aseguró mientras besaba su mejilla. Se tomaron de las manos mientras veían a las niñas alejarse.

—Vengan, Rhaenyra quiere verlos —informó, metiéndose entre ambos. Los abrazó por los hombros y empezó a guiarlos.

Ambos se sintieron ansiosos por ver a Rhaenyra, como era costumbre, pero lo disimularon ante sir Laenor. Platicaron todo el camino hacia la princesa, poniéndose al día.

Al llegar, Alysanne vio Harwin resguardar la puerta. Él la saludó con una sonrisa antes de abrirles la puerta.

Cuando pudieron pasar, se encontraron a una inquieta Rhaenyra esperándolos frente a algunos muebles.

Daemon la miró de pies a cabeza, queriendo asegurarse de que estuviera bien. Alysanne, por su parte, la miró a los ojos, conectándose con ella. Sintieron sus corazones querer salirse de sus pechos para unirse y poder huir juntos.

Pero no era posible, y lo sabían.

La princesa se apresuró a abrazar a ambos.

—Ha pasado tiempo —dijo en Alto Valyrio, separándose—, las cartas no son nada ahora que puedo verlos frente a mí. Los he extrañado.

Te hemos extrañado también, pequeña Nyra —respondió Alysa, utilizando la misma lengua. Ella acarició el cabello de Rhaenyra con una sonrisa.

Al parecer, aún no mueres de aburrimiento —habló Daemon, fijando su mirada en la de Rhaenyra, la cual seguía conservando su chispa traviesa. 

La princesa ladeó la cabeza antes de sonreírle. —Mantengo una buena salud.

—Bien, me estoy sintiendo un poco excluido —dijo Laenor, quien tenía las manos en su espalda y se balanceaba un poco de lado a lado para matar el tiempo.

—Mi hermanito —llamó Alysanne, regresando al lenguaje común. Se aproximó a él, cerca a la puerta—. ¿Sabes que te he extrañado mucho? Daemon no puede hacerme renegar tanto como tú.

El mencionado dio una reverencia con la cabeza mientras sonreía, él se sentía orgulloso de cómo había ejercido su labor.

—Bueno, eso podría acabarse. Pueden quedarse aquí —propuso Laenor, tomando las manos de su hermana—. El rey pronto le dará su bendición a las niñas, podrían vivir en la corte, a nuestro lado.

Lady Alysanne se quedó en silencio mientras compartía una mirada con su esposo. Entonces, miró a los futuros reyes, viendo en sus ojos la ilusión. Debía analizar esa idea antes de poder siquiera considerarla.

—Por el momento, queremos independizarnos de la corona —intervino Daemon, yendo a salvar a su dama—. Pero lo pensaremos, Laenor.

Rhaenyra los vio, tomados de la cintura. Debía admitir que se veían muy bien juntos. Ella jamás creyó que podrían estar juntos en algún punto, pero ahora que los veía, no podía sentir más que deseo por estar entre ellos.

Lo reprimió.

Los cuatro se pusieron a conversar un poco mientras se sentaban cómodamente y tomaban un poco de vino.

—Aemma es, es muy tranquila, una hermosa y considerada niña —contó Alysanne, quitándole a Rhaenyra una copa de las manos. Se preocupaba por su estado.

—Fue muy grato cuando me pediste usar el nombre de mi madre —dijo Rhaenyra, tomando por unos segundos la mano de la Velaryon—. Ella se habría sentido muy honrada.

Días antes de que Alysanne entrará en labor de parto, platicó con Daemon el nombre, indecisos entre Rhaena y Aemma. Por ello, cuando nació una segunda niña luego de la primera, vieron la solución a su problema.

—¿Y Jacaerys? —preguntó Daemon, intrigado por aquel niño. Él había oído que sus rasgos eran muy diferentes a los de la casa Targaryen—. ¿Tiene los ojos tan imponentes como los de su madre? —preguntó, queriendo insinuar algo que Alysanne recriminó con la mirada.

—Es un hermoso niño —respondió la princesa, manteniendo su confianza—, fuerte y cariñoso.

—¿Cómo te va con este embarazo? —preguntó Alysa. El vientre de Rhaenyra ya estaba un poco alzado.

—Se siente un poco menos agotador —respondió, acariciando su abdomen.

—Dos hijos, Laenor —mencionó, dirigiéndose a su hermano—. Papá ha de estar sintiéndose muy orgulloso.

Alysanne, aún cuando sabía sobre la orientación sexual de su hermano, y lo improbable que era que él hubiera engendrado herederos, tenía la pequeña esperanza de que fuera así.

—Eso espero —dijo Laenor luego de aclarar su garganta.

Continuaron platicando. Se mencionaron temas serios, pero también hubo risas. En un punto de la reunión, se habló de lo alarmada que estaba la Corte por que Alysanne hubiera reclamado tantos dragones, y tuviera bajo su mando tantos navíos y tropas. Ella solo rio, burlándose del miedo que le tenían aquellos vejestorios a una mujer empoderada.

—Deberían ir a descansar un poco —opinó la princesa luego de un buen rato—. Mañana el rey ha preparado una pequeña reunión para sus hijas.

—¿En serio? —cuestionó Daemon con desconfianza.

—Así es —respondió Laenor, quien también expresaba sorpresa por la noticia—. Desde que mandaron en una carta sus deseos por venir, la misma reina propuso la idea de realizar un banquete.

Alysanne también quedó extrañada, pero no tanto como los demás. Su plática con la reina había funcionado mejor de lo esperado.

—Puedes quedarte en tu habitación antigua —le dijo Rhaenyra—. La mandé a limpiar, ha quedado igual que antes.

—Oh, muchas gracias, Nyra.

La princesa asintió en respuesta.

—Tío, se te ha preparado un dormitorio en...

—Dormiré con Alysanne —la interrumpió Daemon, intentando no ser tan brusco—. Y no espero comentarios al respecto.

Nadie cuestionó sus decisiones. Se despidieron y los recién llegados salieron de la habitación.

El Targaryen quería ir a ver a sus hijas si esa noche no dormiría con ellas.

—No sientes que, quizás, ¿has creado dependencia en Alyssa? —preguntó con los brazos cruzados, viéndolo abrazar a la pequeña bebé—. No estuviste de esta manera ni con las mellizas... Ni conmigo.

Daemon alzó la mirada hacia su esposa, encontrándose con sus labios fruncidos y su mirada en otro lado. Él sonrió, pareciéndole muy tiernos sus celos.

Dejó a Alyssa en la cuna que le habían asignado, cerca a las de sus hermanas. En aquella habitación también estaban los príncipes, por lo que debían ser cuidadosos.

—¿No te estoy demostrando el amor que mereces? —preguntó, acercándose a ella.

—No sé, dímelo tú.

—¿Cómo no estoy cuidando de mi hermosa Alysanne? —susurró, tomando su mejilla. La Velaryon se acogió en su contacto—. Debes perdonar mi grave error.

—¿Así de fácil? —preguntó en un murmullo, abriendo sus azules ojos para mirarlo retadoramente—. Creo que puede hacerlo mejor, dragón.

Él sonrió de lado antes de cargarla entre sus brazos. La sacó de la habitación, dejando el ojo cuadrado a quienes los veían por los pasillos.

Conocía bien el camino hacia la habitación de la heredera de Driftmark, por lo que fue muy tranquilo y confiado mientras le robaba algunos besos.

—¿Voy mejorando? —preguntó cuando les abrieron las puertas y él los hizo pasar. Ayudó a cerrar con su espalda mientras Alysanne lo tomaba por el rostro para poder probar de sus labios.

—Lo haces muy bien.

Daemon sonrió ladinamente contra los labios de Alysanne, quien no tardó en sonreírle de vuelta.

Tendrían un placentero regreso a la Fortaleza Roja.

Muy temprano, cuando los rayos del sol recién podían colarse por el balcón, Alysanne despertó, viendo a su lado cómo Daemon dormitaba plácidamente.

Ella jugó con sus mechones plateados unos instantes, admirando la belleza de su esposo. Podría parecer una obsesionada, pero no le importaba en lo más mínimo. Tenía a Daemon, y quería recordarlo cada que pudiera.

Alysanne lo amaba como a nadie, de una manera especial y diferente que a sus demás seres queridos. Era él quien, pese a todo, jamás se había apartado de su lado, se había mantenido firme y leal.

Era todo lo que ella había imaginado alguna vez, lo que quería cada que hablaba con la pequeña Rhaenyra de un posible compañero de vida.

Quizás podría anhelar demasiado a Rhaenyra, con mucha intensidad, y era capaz de cuidarla tanto como a Daemon si se le diera la oportunidad, pero él había sido el primero en su corazón, y eso jamás cambiaría.

Tenía una familia con él, y estaba cumpliendo aquel deseo de estar dispuesta a todo por él, con él.

Cuando despertó, la primera imagen que vio, fue la de Alysanne con una ligera sonrisa de enamorada. Él también alzó las comisuras de sus labios en una atontada sonrisa, verla la hacía feliz.

—¿Cómo amaneciste? —preguntó con suavidad para no aturdirlo, continuando con las caricias en su cabello.

—Si puedo verte a mi lado, siempre amaneceré bien —respondió aún adormecido.

—¿Cuándo te volviste un romántico?

Daemon dejó caer nuevamente su cabeza contra la almohada mientras sonreía. —Desde que te conocí.

—Oh, vamos... —dijo, sintiéndose ya muy halagada ni bien comenzaba el día. Ella creyó que Daemon nuevamente dormía luego de unos segundos, por lo que susurró: —Soy afortunada desde que te conocí.

El príncipe soltó una risita, haciéndole saber que no estaba tan dormido. Alysanne murió lentamente de la vergüenza, ella no era la más sentimental en la relación como para decir eso.

—Ya, ponte de pie —le ordenó para distraer la atención fuera de su ternura—. Debemos ir por las niñas, hoy debemos estar listos para todo.

—Mis niñas... —repitió, y, como si eso hubiera sido un baldazo de agua fría, se levantó de inmediato—. Voy por ellas.

—Vamos —lo corrigió, viéndolo dejar la cama muy torpemente. Él aún seguía medio dormido—. Y calma, ellas no se irán.

—Las he dejado mucho tiempo.

—Una noche.

—Nunca han estado tan lejos.

—Daemon, esa vez nos escabullimos al bar del pueblo.

—Esa vez no cuenta.

—Oye, cálmate —pidió, tomando sus hombros desnudos para que dejara de ir de un lado a otro en búsqueda de su equipaje. Él estaba con tan solo un pantalón, y mal abrochado—. Pareces un demente —comentó un poco burlona, sacándole una mala mirada. Ella le acarició el pecho para calmar sus ánimos—. No creo que quieras salir de esta manera. El equipaje está a lado de la puerta, ahí está tu ropa, ¿si?

Daemon asintió, besó su frente fugazmente y fue hacia donde le indicó. Alysanne negó con la cabeza, nunca podría hacer que Daemon dejará su inquietud si se trataba de las niñas, pero aún así, amaba ese detalle de él.

Ambos se alistaron, usando la Velaryon un vestido dorado muy precioso que había mandado a confeccionar en las ciudades libres, lugares que ella planeaba visitar en un futuro junto a su familia y dragones.

Fueron por Aemma, Rhaena y Alyssa.

Cuando llegaron, Daemon ingresó rápido. Alysanne se tomó su tiempo y le agradeció al guardia que les abría las puertas. Cuando pasó, se encontró con un Daemon parado no muy lejos, viendo a la reina Alicent con su menor hijo en brazos.

—Majestad —saludó la ojiazul, viendo cómo su esposo no le daba más atención e iba a ver a sus hijas, quienes descansaban en silencio, o eso hasta que Alyssa vio a su padre.

—Lady Alysanne —correspondió la reina, viendo la imagen del Targaryen cargar a la más pequeña de sus hijas, quien reía al estar en sus brazos—. Qué grato verlos aquí.

—Lo mismo decimos, majestad —respondió, dedicándole una forzada, pero bien disimulada, sonrisa. Ella se acercó, esperando ver al pequeño—. Un príncipe muy hermoso —halagó, jugando con su pequeña mano.

—He podido ver a sus hijas, tienen la característica belleza Targaryen —devolvió la adulación—. También la pequeña —añadió cuando Alysanne ladeó la cabeza—, ella resalta aún más.

La Velaryon fue por su hija Rhaena, a quien se referían. Ella, en comparación de sus hermanas, tenía los rasgos de la madre de su abuela, grandes ojos oscuros y cabello negro. Había sido toda una sorpresa, y un poco preocupante para los padres, pues existía la posibilidad de que sus orígenes fueran cuestionados por no parecerse a ninguno de ellos.

—Oh, ¿en serio lo cree? —la puso a prueba, acercando su pequeña a la reina.

—Por supuesto —respondió, sintiendo un fuerte sentimiento de aceptación por la niña que cargaba. Le hacía sentir bien que alguien cerca tuviera características parecidas a las suyas, así no se sentía tan sola entre el cabello plateado y los ojos azules.

Daemon se mantuvo al margen de la conversación. A él, Alicent no le caía para nada bien, y esperaba que con sus descendientes sucediera igual.

—El rey los verá por la tarde en el Salón del Trono. Hemos preparado un pequeño banquete en el Patio Real luego de eso —les comentó, sonriendo. Ella quería mostrar su buena voluntad.

Ni Alysanne quería enemigos, ni la reina la quería de enemigo, no conociendo todo lo que estaba logrando con su determinación.

Más dragones de los que podrían imaginarse quemarían la Fortaleza Roja hasta las cenizas si la Velaryon así lo deseaba.

Ella, al igual que toda su descendencia, podrían tener una fuerte relación con el mar, pero su fascinación por ver que todo ardiera era, mucho, mucho mayor.

¡voten y comenten! 👑

mmm, alysanne poderosa. 🧎

sé que puede ser un capítulo -libro- más dedicado a daemon, pero pronto llegará el momento de la pequeña nyra. promesa.





























































































































































JEMIISA ©
13/11/2022

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