xiii. the beginning of the end ²
‧₊˚「 CAPÍTULO TRECE 」˚₊‧
• segundo acto •
🫀 el inicio del fin ² 🗡️
❛ ellos me dijeron que el final se
acerca, tenemos que escapar de
aquí. recuerda que todo estará
bien, nos podemos encontrar
otra vez en algún lugar lejos. ❜
sign of the times ━ harry styles
En el puente de Rocadragón, los príncipes Jacaerys y Lucerys se encontraban con su admirada madre. La reina les informaba un par de detalles más, esperando por sus acompañantes y la Reina de los Dragones.
Pronto, observaron a lo lejos cómo Alysanne llegaba abrazando a sus hijas mientras sonreían y platicaban sobre algún tema sin importancia.
Cuando estuvieron a unos cuantos pasos, Aemma y Alyssa se colocaron a lado de sus primos con una sonrisa, mientras Alysanne se posicionó a lado de Rhaenyra, saludándola fugazmente con un beso en la frente.
La reina fue quien inició lo que había decidido junto a Alysanne:
—Se dice que los Targaryen estamos más cerca de los dioses que de los hombres, el trono de hierro tal vez nos acerca más. Pero si vamos a servir a los Siete Reinos, debemos responder a sus dioses.
—Irán a esta misión como mensajeros, no como guerreros. Por lo tanto, no caerán en ninguna provocación y no participarán en peleas —informó Alysanne, haciendo que los jóvenes se mirarán entre sí, mostrando diferentes reacciones—. Se lo jurarán a su reina ahora, bajo la mirada de los Siete.
Con una señal a Ser Erryk, él se acercó sosteniendo el texto sagrado; La estrella de siete puntas. Alyssa y Luke fueron los primeros en colocar sus manos sobre el libro.
—Lo juramos —prometieron al unísono, recibiendo la gratitud de sus progenitoras.
Entonces, Alysanne y Rhaenyra pasaron sus serias miradas hacia Aemma y Jacaerys. Ellos, inseguros, tuvieron que imitar a sus hermanos menores. Creían que envainar la espada sería algo que en un punto necesitarían.
—Gracias —expresó Alysanne hacia el guardia real, y este se alejó—. Y gracias a ustedes, mis obedientes dragones —añadió hacia sus hijos con una pequeña sonrisa, haciendo que le regalarán una igual.
—Cregan Stark es más cercano a la edad que tienen —comentó Rhaenyra, dirigiéndose primero a Jace y Aemma—. Espero que, como adultos, encuentren intereses en común —expresó, entregándoles un fajo de pergaminos que buscaba darle más credibilidad a su visita.
—Sí, su alteza —respondieron al mismo tiempo. Aemma recibió el envío, guardándolo en el maletín de cuero que traía.
Cuando estuvo concluido el tema de los mayores, la reina y su amada observaron a sus hijos menores. Luke se veía asustado y Alyssa nerviosa, tratando de proyectarse tranquila sin éxito. En ese instante, deseaba tener la confianza y determinación de sus hermanas.
—Storm's End está a poca distancia de aquí —comentó Alysanne, acariciando el cabello de su hija mágicamente, pues logró que se calmará poco a poco—. Ambos tienen sangre Baratheon por la abuela Rhaenys —añadió, pasando sus caricias a Lucerys cuando él la observó con ojitos tristes. Ese niño no paraba de provocarle ternura y despertar aún más su instinto maternal.
—Es Rhaena quien muestra sus características —mencionó Alyssa—. Sería más fácil si fuera ella, sabría cómo manejarlo.
Alysanne quedó un poco afligida por lo que decía. Pensó en su hija y en lo positivo que sería si estuviera a lado de ellos en ese momento. Era verdad lo que le decía a su padre, ella buscaría recuperar a su pequeña sin importar cómo, si debía bajarla de la torre más alta o sacarla de los pozos más profundos, lo haría.
—Que no muestren a totalidad las características Baratheon, no significa que sean menos sangre de ellos —aseguró Rhaenyra, ayudando a su esposa. Ella esperaba que los niños cedieran, en especial Alyssa, lo que hizo luego de observar a su triste madre —. Bien, deben saber que Lord Borros es un hombre eternamente orgulloso. Se sentirá honrado de recibir a un príncipe del reino, a la Princesa de la Vida en Westeros, y a sus dragones.
—Más si uno de ellos llega con la propuesta de matrimonio —añadió Alysanne, observando al joven Luke. Él ya había sido informado por su madre, y aunque hubiera preferido mil veces a su gran amiga Rhaena como esposa, no se opondría si era por el bien de la causa de su madre—. Gracias, mi dulce niño —expresó, acariciando su mejilla unos segundos.
Para Alysanne, Luke era como un hijo, uno de sus dragones, el pequeño e inocente que tan solo quería jugar constantemente con los demás, disfrutando de la paz. Era muy dócil, tierno.
—Espero que reciban una calurosa bienvenida —comentó Rhaenyra, sonriéndole a ambos niños. Ella le entregó a su hijo, tomando sus manos con mucho cuidado y cariño, la carta.
—Recuérdale a ese quisquilloso lord quiénes lo visitaron cuando murió su esposa —se dirigió Alysanne a su hija, tomando su delicada mano. Sentía algo extraño en el pecho—, a dónde ha venido a acabar los galones de vino.
—Sí, madre —respondió con una sonrisa.
La Reina de los Dragones besó la frente de su pequeña y vivaz dragona antes de que ella se acercará más a darle un abrazo. Ambas se brindaron la paz que les hacía falta. Alysanne besó su cabeza una última vez, adorándola. Era su pequeña princesa, su vida.
Aemma observaba melancólica, temía que ocurriera algo malo y esos momentos no volvieran a suceder. El cielo era incierto, y ella lo sabía.
—¿Todo listo? —preguntó Rhaenyra luego de despedirse de su propio hijo.
—Sí, madre —expresó Luke antes de corregirse inmediato—, su alteza.
Alyssa agradeció no haber hablado primero, pues hubiera cometido el mismo error llamando a la reina por su nombre. Todos habían pasado tanto tiempo juntos, y el lazo de confianza y amor que mantenían era especial.
—Vayan, entonces.
Los más jóvenes asintieron ante las mayores, obligándose a sentirse listos.
Cuando estuvieron yéndose, una de los cuatro descendientes se giró hacia su madre. Algo en su interior la impulsó a regresar corriendo hacia ella, escondiéndose en sus brazos.
—Lo lograremos, mamá —prometió Alyssa, dejando que el amor de Alysanne la envolviera, haciendo que se sintiera protegida—. Se solucionará todo esto, lo haremos. Te lo juro.
La heredera del mar solo pudo abrazarla, sintiendo que algo se rompía en su interior. El miedo la estaba acabando.
Su encantadora Alyssa, la amaba demasiado, había sufrido tanto trayéndola al mundo, aún lo recordaba, tenía presente lo mucho que había valido la pena. Su última hija la había llenado de dicha en cada instante de su existencia, con una sola de sus sonrisas ya había iluminado sus días.
No tenían mucho tiempo, ambas debieron despedirse, asegurando que pronto regresarían, a salvo.
Aemma y Jace fueron tomados de la mano, mirándose de rato en rato para sonreírse y hacer que se sintieran bien. Alyssa tomó el brazo de Luke mientras hablaban sobre alguna cosa que distrajera sus mentes.
Cuando ya estuvieron lejos, Alyssa Targaryen y Lucerys Velaryon voltearon a mirar una última vez a sus madres, llegando a dejar un brillo en los ojos azules de su progenitoras al sonreír.
Luego de ello, desaparecieron de la vista.
Alysanne avanzó frente a Rhaenyra, acariciando su rostro con delicadeza por varios segundos en silencio. Es preciosa, pensó al perderse en su belleza, como siempre.
—Supongo que también debo irme, mi pequeña Nyra...
—¿Es totalmente necesario, Aly?
—Prometí acompañar a mi madre a la Garganta para bloquear el paso —le recordó, tomando sus manos en esa ocasión—. Esto va a beneficiarnos.
—Aún así no quiero que te vayas...
Alysanne dio un paso más hacia ella, acortando la distancia. Rhaenyra extendió sus brazos para rodear el cuello de Alysanne, mientras la Velaryon tomó su cintura.
—Tengo mucho miedo de que les pase algo. Jace y Aemma quieren demostrar sus capacidades, pero no sé si todos ellos estén listos.
—Son nuestros niños, Nyra, comparten la sangre del dragón, su sangre es espesa y no se diluye con facilidad —mencionó, uniendo su frente con la de ella—. Ellos aún no van a una guerra, sabrán bien cómo actuar. Nosotros les hemos enseñado.
Rhaenyra encontró verdad en cada una de sus palabras, por lo que sonrió. El contacto de Alysanne la calmaba, saber que estaba cerca lo hacía.
—Te amo, Alysanne —murmuró antes de atrapar sus labios en un suave beso, uno lleno de memorias que rebosaba de amor.
La heredera del mar llevó sus manos hacia el rostro de su reina, guiando sus movimientos, profundizando el beso y aumentando sus sensaciones. Se amaban, y eso no era necesario decirlo con palabras, sus corazones lo hacían por sí solos.
Rhaenyra no quiso dejarla ir, tomó su mano hasta que sus dedos resbalaron y sus cuerpos se vieron obligados a alejarse.
Eso sí, sus corazones, tan necios y tan fuertes, no pudieron dejarse ir, aferrándose al otro con vigor. Alysanne dejó que su corazón se quedará con el de Rhaenyra, esperando volver pronto por ellos.
La Reina de los Dragones fue por uno de sus míticos compañeros; Caníbal, pues Rhagar estaba un poco distraído cortejando a la especial Syrax como normalmente hacía junto a Caraxes. Los tres, como sus jinetes, se habían vuelto inseparables.
Pronto, en el cielo de Rocadragón se pudo observar a seis dragones alzando vuelo sobre el extenso mar.
Vermax y Meraxes danzaban en el cielo, siendo dirigidos por sus enamorados jinetes.
Alba y Arrax iban a la par, extendiendo sus alas sin mucha prisa. Ambos amaban navegar por las nubes y compartir con Alyssa y Luke.
Meleys y Caníbal domaban con experiencia el cielo. Rhaenys cuestionaba un poco la decisión de su hija con respecto al dragón que traía, pues los gustos que este presentaba eran inusuales. Alysanne solo defendió a su inocente criatura a capa y espada.
Al final, cada pareja de dragones tomaron caminos diferentes.
Luke y Alyssa, tal y como fueron advertidos, tuvieron un viaje corto hacia Storm's End, siendo atrapados en una tormenta y vientos fuertes.
—Ya llegamos —tranquilizó Alyssa cuando Lucerys estuvo un poco desconforme con sus habilidades de jinete a causa del viento—. Sonríe —fastidió ante su tierno enojo, logrando robarle una sonrisa.
Los dos jóvenes aterrizaron con Arrax y Alba frente al castillo, siendo esperados por un destacamento de guardias de Baratheon.
Luke fue el primero en descender, notando la paranoia nueva en Alyssa. Él se acercó, tratando de ayudarla a bajar. Tomó su mano y luego ella su brazo, así se acercaron al interior del lugar.
A mitad de camino, oyeron un rugido que les recordó viejas memorias. Era la Reina de todos los Dragones; Vhagar, para el horror de Luke y Alyssa.
No pudieron detenerse y dar vuelta atrás, tuvieron que continuar con valentía, y eso hicieron uniendo sus brazos.
—Soy el príncipe Lucerys Velaryon —informó el castaño cuando llegaron a los guardias, alzando su voz y aumentando su autoridad—. Traigo un mensaje para lord Borros, de la reina.
Al oír el aviso, los guardias dieron vuelta hacia la fortaleza y los guiaron al interior, resguardándolos hasta que observaron al lord sentado en su trono de piedra y se acercaron aún más por su cuenta.
—Príncipe Lucerys Velaryon, hijo de la princesa Rhaenyra Targaryen —empezaron a anunciar mientras los jóvenes observaban a su alrededor, notando quiénes estaban en el lugar—. Lady Alyssa Targaryen, hija del príncipe Daemon Targaryen y su esposa Alysanne Velaryon.
Pero la dama que mencionaban había quedado, atónita. Todo a su alrededor se había detenido, las voces sonaban como eco. Lo estaba viendo, no soñaba, no podía estar equivocándose, él estaba ahí junto a su hermano mayor.
Daeron Targaryen estaba a metros de ella. Su eterno compañero estaba tan cerca que le dolía, pues sus corazones se sentían demasiado alejados. Lo detalló con la mirada, lamentando su aspecto cansado. Daeron, el príncipe que había robado sus suspiros, por supuesto también observaba a su princesa de la vida, la admiraba. Era una dicha luego de tantos infortunios.
Una involuntaria sonrisa se había pintado en sus rostros, era tan pequeña que podía pasar fácilmente desaparecibida, pero no lo suficiente como para que ellos no la notarán.
Ambos tuvieron que regresar a la realidad cuando Luke habló:
—Lord Borros, le hemos traído un mensaje de mi madre, la reina.
—Pero esta mañana recibí a dos enviados del rey —comentó lord Borros, observando con atención a los recién llegados—. ¿Cuál es? ¿Rey o reina? La casa del dragón parece no saber quién la gobierna —dijo con un tono burlesco antes de reír.
—Tal y como su Casa en momentos de tormenta —opinó Alyssa, saltando a defender la familia que por tanto tiempo su tío cuidó. Trataba de no pensar más en Daeron—. Lord Borros, siempre debemos ser empáticos, nunca podemos intuir un mal momento.
—Toda la razón, princesa de la vida —expresó, sintiendo curiosidad por la joven que había conocido de pequeña. Era muy parecida a su madre—. Dime, ¿cuál es el mensaje que me traen?
Lucerys alzó el papiro y uno de los guardias lo tomó y llevó hacia lord Borros, quien al ser analfabeta llamó a su maestre para que se lo leyera.
Lucerys y Alyssa volvieron a fijarse en los Targaryen. Luke sintiéndose acechado por la depredadora mirada de Aemond, lo que hizo que cubriera el mango de su espada, preparado. Alyssa, por su lado, estaba muy perdida en los ojos de Daeron, tanto como le ocurría a él. La última vez que se habían visto las cosas no habían quedado claras, él solo había desaparecido, y aunque Alyssa había pensando y sufrido mucho por ello, en ese instante solo quería acercarse a él, abrazarlo y besarlo.
El beso que se habían dado de seguro fue hechizante, pues no dejaban de pensar en él, queriendo que se repitiera una y otra vez hasta que el fin llegará.
Cuando se terminó de leer e informar sobre el contenido de la carta, Lord Borros se mostró, interesado.
—Recordarme el juramento de mi padre, y proponer, tanto como el príncipe Aegon, una oferta —compartió con los presentes en el salón, causando algo de confusión en los menores. ¿Los verdes tenían la misma proposición?—. Mis espadas y abanderados por un pacto de matrimonio —lo confirmó—. Si hago lo que la princesa Rhaenyra pide, ¿con cuál de mis hijas te casarás... niño?
—Es decisión suya, lord Borros —respondió Alyssa, necesitando respuestas. Si los verdes habían propuesto un matrimonio, ¿a quién habían sacrificado? ¿Aemond había olvidado su compromiso con Rhaena?—. Pero coménteme por favor, ¿con quién de los, dudosos príncipes, planea casar a una de sus bellas hijas? —interrogó, haciendo que Lord Borros dirija su mirada hacia los Verdes—. No creo que el mayor de ellos esté libre de compromisos y...
—El menor lo está —interrumpió, llamando su completa atención. Daeron quiso detenerlo, pero fue imposible—. Se ha comprometido al príncipe Daeron con mi hija Floris.
—¿Él está... disponible para el matrimonio? —repitió Alyssa con incredulidad, sintiendo cómo su corazón se fracturaba poco a poco, oyéndolo agonizar—. Daeron...
Necesitaba su respuesta, sería lo que decidiría el destino de sus corazones. Los ojos de Alyssa estaban cristalizados, mientras los de Daeron reflejaban su alma destruida. Él amaba demasiado a Alyssa, era la razón de sus sonrisas, su más anhelado sueño, el mejor recuerdo que tenía.
Daeron ya sabía del plan que Aemond tenía junto a Rhaena para huir, y los apoyaba a pesar del deber familiar que tenían y los destruían. Aún así, en ese preciso instante no podía confesar.
—Estoy disponible...
Y pareció el final de ambos, se rompió algo que difícilmente podría quedar igual.
Lucerys observó a Alyssa con mucho pena, odiando que lastimarán a sus seres queridos. Él deseaba que se fueran ya, poder consolarla y que estuvieran a salvo en casa.
—Ninguno ha venido con las manos vacías, me alegra —retomó Lord Borros, aunque algunos ya no pudieron concentrarse—. Pero podrían incrementar sus posibilidades, quizás más, propuestas.
Muchos pudieron notar la mirada maliciosa de Lord Baratheon sobre lady Alyssa, quien se encontraba absorta de la realidad. Lucerys se colocó delante a ella, tratando de protegerla de la perversión del lord.
—Si no tienen nada más, todos pueden irse —presionó.
Aemond observó a Daeron, quien ya no atendía lo que ocurría a su alrededor. No tuvo de su ayuda, y eso fue demasiado difícil. Había prometido cumplir con esa última misión para asegurar, por lo menos, una alianza más para su familia. Pero, también tenía un juramento de amor con Rhaena, así que decidió lo que era mejor, al menos para ellos, y se quedó en silencio.
—Vayan a casa, muchachos —ordenó Lord Borros, haciendo que varios se sintieran decepcionados de no llevar buenos resultados—, y díganle a sus "reyes" que el señor de Storm's End no es un perro al que pueden llamar para enfrentarlo a sus enemigos.
—Le llevaré su respuesta a la reina, milord —informó Lucerys, moviendo a Alyssa con disimulo. Era hora de que se fueran, a mucho pesar sin resultados.
—Recuerde... —dijo la hija menor de Alysanne, deteniendo su partida—, quiénes lo han recibido con las puertas abiertas cada que lo ha necesitado, con quiénes ha recurrido para salvar de la crisis a su pueblo —empezó a refrescar su memoria, manteniéndose firme aún cuando en su interior clamaba por la autodestrucción—. La lealtad es, eterna, y no un estúpida palabra que puedes usar sin consecuencias —concluyó, observando directamente a Daeron.
—Tampoco puede olvidar el deber que tiene con el reino, con su familia —habló el hijo menor del rey, dirigiéndose a ella y no al lord—, ¿en qué lado estará mejor? O más bien, ¿en qué lado está obligado a quedarse?
—Nadie me obliga a nada.
—Entonces no caiga en lo que tratan de someterlo —intercedió Aemond, tomando las riendas de la situación—. Sea libre de elegir sin pensar en el innecesario pasado. Este no lo beneficiará en el presente.
Lucerys y Alyssa ya no tenían nada más que decir, ellos ya habían hecho lo posible, así que buscaron irse. Necesitaban irse.
Pero los dioses eran crueles, y el destino tan incierto como los cielos y mares.
Aemond Targaryen los detuvo. Él lo había pensado, era una oportunidad que no podría desaprovechar, el universo se la habían obsequiado. Su interior clamaba por que le dieran un fin a aquella situación del pasado, la que fuera.
—Espere, mi lord Strong.
Alyssa regresó enfadada, junto a Luke que se sintió ofendido. La Targaryen se desfogaría de alguna manera.
—¿Una vez más tú? ¿No estás cansado de arruinarlo todo? Ya conseguiste lo que siempre anhelaste. Un dragón, una esposa lo suficientemente cegada de amor, ¿por qué no solo te detienes? ¿Acaso no te han dado órdenes claras antes de enviarte aquí?
—Solo quiero una cosa, querida cuñada —respondió sin evitar provocarlos un poco—. Quiero que le demos fin a ese problema del pasado. Quiero... unas disculpas, que rueguen por mi perdón.
Alyssa soltó una corta y burlona risa. Aemond había perdido la mente, así lo creía, pero él realmente solo necesitaba eso. Podría ser mucho más, pero por Rhaena se limitaba.
—¿Una disculpa? ¿Por qué lo haríamos?
—Por lo que tus primos me hicieron, por el ojo que perdí —respondió, dando un par de pasos hacia ellos, haciéndolos retroceder—. Nunca se disculparon.
—Tú heriste a Rhaena —recordó Lucerys, teniendo difusos recuerdos del pasado—. Debíamos defenderla.
—¿Ni siquiera creen tener la culpa? —preguntó Aemond antes de sonreír con malicia—. No debería entonces darles la oportunidad.
—Es un tema del pasado, Aemond, solo déjalo ir —pidió Alyssa, evitando mirar a Daeron—. Nos iremos, ya no tendremos que tocar este tema una vez más.
Pero la mente del príncipe se había nublado, él no deseaba llegar lejos, solo quería un poco de justicia.
—Alto ahí —ordenó cuando mostraron intenciones de irse—. Pedía un simple perdón. Lo hacía por Rhaena, pero...
—No menciones a mi hermana —amenazó la princesa de la vida con furia.
—Lamentamos que la hayas perdido —comentó Daeron, tratando de colocarse frente a su hermano—. Como lamentamos muchas otras cosas, pero si pudiéramos hablar...
—Ya es muy tarde para eso.
Y aquella oración hizo que algo estallará dentro de Aemond. Se había acabado, ciertamente ya era muy tarde, debía realmente actuar por la justicia de su madre, por su propia justicia.
—¿De verdad creyó, lord Strong, que podía volar por el reino tratando de robar el trono de mi hermano sin costo alguno? —le preguntó a Luke, empujando a su hermano hacía un lado.
Daeron temía que Aemond hiciera algo malo. Tenían un plan, Rhaena esperaba por él.
—¿El trono de tu hermano? —repitió Alyssa—. A tu familia se le da bien adueñarse de lo ajeno, ¿no es así? —añadió la pequeña dragona, colocándose frente a Luke al verlo aún más cerca. Entendía que él estaba en mayor peligro.
—No pelearemos contigo —expresó Luke, manteniendo presente la juramento a su madre—. Vinimos aquí como mensajes, no como guerreros.
—Una pelea sería un reto vacuo —consideró Aemond, añadiendo calma a su voz, nada acorde con lo que pronto pediría.
El Targaryen se quitó el parche de cuero sobre su ojo izquierdo, mostrando la piedra azul que traía en reemplazo. Su hermano apartó la mirada, mientras Alyssa y Luke lo observaron asombrados.
—Ahora quiero que pierdas un ojo, como pago por el mío. Con uno basta.
Aemond sacó una espada antes de lanzarla al suelo, cerca a su prima y sobrino. Alyssa sintió la garganta seca, Aemond tenía todas las intenciones de ejecutar la venganza que su madre había incitado desde que eran niños.
—No te dejaré ciego. Solo tengo la intención de que quedemos a mano.
—No pasará —defendió Alyssa, pateando la espada hacia otro lado—. Puedes empezar a considerar olvidar el asunto, regresar por donde viniste con la traidora de mi hermana.
Aemond se esforzó por ignorarla, no era contra ella. Se fijó en Lucerys, quien negó en voz alta su orden.
—Entonces eres un cobarde además de traidor.
—Exclamó el usurpador —continuó Alyssa, queriendo que la furia de Aemond hacia Luke se disipara, sin importar si se dirigiera ahora a ella.
—Aquí no —advirtió Lord Borros, tratando de evitar alguna pelea. Había observado el espectáculo muy atento, pero debía terminar.
—¡Dame tu ojo!—gritó Aemond a pesar, ya furioso. Se acercó a recoger la espada que había lanzado—, ¡o yo lo tomaré, bastardo!
Lucerys y Alyssa envainaron sus espadas como reflejo. Al final, Aemma le había dado a su pequeña hermana el regalo de su padre; una espada de acero valyrio. La mayor quería que estuviera segura.
—¡En mi salón no! —exclamó el señor de Storm's End, poniéndose de pie—. Los niños vinieron como mensajeros, no se derramará sangre bajo mi techo —avisó autoritario, deteniendo a los príncipes—. Lleven al príncipe Lucerys y a lady Alyssa con sus dragones. Ahora —ordenó, haciendo que ambos guardarán sus espadas.
Luke dio media vuelta, y Lyssa, luego de observar una última vez a Daeron, tuvo que hacer lo mismo. En una mirada dejaron sus ilusiones, sus sueños juntos, pero no el amor que sentían por el otro, se les fue imposible.
Alyssa y Luke se fueron transtornados, procesando lo que ocurría.
Al estar cerca a la salida, ambos empezaron a correr, yendo por sus dragones. Recién ahí, pudieron ver también, a lo lejos, al dragón de Daeron.
Arrax y Alba se acercaron a sus jinetes, sintiendo el miedo que estaba atormentándolos. Se inclinaban para que pudieran subirse, pero ellos se habían quedado observando el clima, las tormentas y nubes grises, la ausencia de Vhagar, y pronto la de Tessarion.
Luke habló con Arrax, y Alyssa con Alba.
—¡Concéntrate, mi bella dragona! —le pidió en Alto Valyrio, conociendo las palabras claves. Acariciaba sus escamas moradas—. ¡Presta atención, mantén la calma! ¡Vamos a cuidarnos como siempre!
Luke le decía cosas parecidas a su compañero dragón en el mismo lenguaje, pidiéndole que estuviera calmado, que escuchará y obedeciera.
Los dos no tardaron más, y subieron a las monturas de sus dragones.
—¡Vuela, Alba!
—¡Vuela, Arrax!
Los dragones acataron, moviendo con fuerza sus alas para alejar a sus queridos jinetes del peligro, tratando de ir sobre las nubes. Intentaron también mantener la vista enfocada a pesar de la lluvia y los rayos.
Unos metros lejos, los niños y dragones creyeron que ya había terminado, que pronto volverían a lado de sus padres con noticias.
Pero Lucerys presentía algo malo, observaba hacia atrás con temor. Y Alyssa lo notaba.
—¡Mantén la calma, Luke! —pidió, gritando debido al fuerte ruido que causaban las lluvias y tormentas—. ¡Concéntrate, pronto llegaremos! ¡Estaremos bien, hermano!
Pero fue muy inocente creer ello. Sin esperarlo, sus pequeños dragones se vieron acechados por la más grande de todos ellos; Vhagar, la dragona que le había pertenecido a la tía Laena, pero ahora estaba en manos resentidas.
Detrás de ellos, Vhagar alzaba vuelo para luego aparecer al frente, asustándolos. Por suerte, pudieron esquivarla y trataron de descender con más velocidad.
Aunque Aemond solo tratará de asustarlos, disfrutando regresarles cada momento en el que se habían reído de él, Vhagar iba en serio y trataba de atrapar entre sus colmillos a los jóvenes jinetes y sus diminutos dragones en comparación a ella.
—¡Huye, bastardo! —gritó el príncipe, dirigiéndose a su sobrino. Él solo necesitaba que él lo pagará.
Alyssa observó hacia atrás, hallando muy cerca a Vhagar.
—¡Más rápido, Alba! —ordenó asustada.
—¡Vete, Alyssa! ¡Esto no es contra ti! —pidió, queriendo evitar que se viera afectada.
Ambos, hijos de habilidosos jinetes, continuaron tratando de huir juntos, aproximándose más al mar, esquivando las rocas que habían. Ingresaron por un espacio reducido, perdiendo a Vhagar un instante. Alyssa le rogaba al mar, de donde tenía orígenes, que los ayudará, a los cielos, que eran gobernados por su sangre, que estuvieran a su favor.
Arrax y Alba lograron despistarlos al ser más pequeños, tenían la posibilidad de huir.
—¡Tienes una deuda! —recordó Aemond—. ¡Niño!
Las posibilidades de que los hallará se habían reducido, pues las nubes impedían su visión. Pero ahora fueron los dragones quienes cometieron un error terminal.
Arrax y Alba se acercaron a Vhagar sin importar la insistencia de sus jinetes para que se fueran, escupiéndole fuego a la dragona.
—¡No, Alba, detente! —había pedido Alyssa muchas veces, pero su compañera estaba muy ocupada tratando de defenderla.
—¡No, Arrax, sírveme! —gritó Luke también.
Los dragones se alejaron, yendo hacia arriba para deshacerse de las nubes y la lluvia, de la dragona. Aún así, el daño ya estaba hecho; Vhagar estaba enfurecida.
Todos perdían el control de sus dragones.
Aemond recién podía ver con claridad lo que estaba haciendo, y aunque a gritos le pedía a Vhagar que se detuviera, ya era demasiado tarde. Le había fallado a su amada Rhaena una vez más, no importaba cuanto lo intentará.
Arrax y Alba habían logrado sobrevolar el caos, observando el celeste y pacífico cielo. Los corazones de Alyssa y Lucerys latían como locos, tenían demasiado miedo, pues aún no creían que fuera tiempo de morir, sentían que les faltaban muchas cosas por vivir.
—Está todo bien —aseguró Alyssa cuando sus dragones fueron más lento. Trató de sonreírle, y Luke hizo lo mismo.
Pero nada estuvo bien como tanto anhelaron. Vhagar apareció, empujando fuertemente a Alba con su cabeza. Alyssa trató de sostenerse, pero no tuvo la suficiente fuerza en los brazos y cayó al vacío.
Mientras las nubes veían a la princesa de la vida caer, lamentando no poder amortiguar su caída, ella también lograba observaba cómo Vhagar se devoraba de un solo bocado a su adorada dragona, a Arrax y a su dulce hermano.
Los había destruido. Alyssa gritó sintiendo cómo las lágrimas escapaban de sus ojos mientras trataba de aferrarse al cielo.
No había solución, caería y el mar cuidaría de su cuerpo como haría con el de Lucerys, el niño protegido del hogar. Agradecía que al menos no estaría sola, ambos afrontarían la muerte de la mano.
Mientras aceptaba su fin como un misericordioso consuelo, recordó en cada instante los momentos junto a las personas que quería, los más recientes y los más antiguos.
Recordó con fervor a su madre, su despedida. Lamentaba no cumplir con su promesa. Quiso en ese instante, más que en cualquier otro, que la abrazará y acariciara su cabello para que pudiera dormir. También mantuvo presente a su padre, tan valiente y cuidadoso con ella. Daemon la amaba, era su pequeña princesa, con tan solo verla sentía que podrían solucionar cualquier problema.
Sus hermanas mayores, las quería tanto que llegaba a odiar con todo el alma que estuvieran lejos. Tan diferentes pero igual de perfectas, eran lo que ella siempre necesitaba. Hubiera querido que tuvieran un último buen momento.
Alyssa Targaryen lamentaba demasiado no poder haber ayudado a su familia como lo merecía, no haber cuidado de Luke lo suficiente como para mantenerlo con vida. Esperaba que la perdonarán.
Y el último pensamiento que tuvo fue él; Daeron Targaryen, cada momento a su lado, el último baile que habían tenido, el único beso que habían logrado compartir. El amor que se tenían sería inmortal, ni siquiera el fin lo terminaría.
Imaginar que estaba a su lado mientras los dioses le arrebatan la oportunidad de vivir, crecer y envejecer, hacía que no sintiera miedo.
Estaría bien.
"Las amo demasiado como para permitirme perderlas", había dicho su madre con el corazón en la mano, sin saber que pronto perdería a una de sus hijas. Todos perdían, y era tan solo el inicio.
Existirían muchas más danzas de dragones como aquella, más muertes y más gritos, más personas que rogarían por sobrevivir, tanto como Lucerys Velaryon y Alyssa Targaryen lo hicieron hasta el último suspiro.
El mar recibió sus vidas, les abrió las puertas de su hogar.
¡la reina de los dragones y su amada familia han hablado, tus votos y comentarios han ordenado! ⚔️
y hoy se terminó este fic, o por lo menos hasta la próxima temporada. 🥂
realmente me encantó trabajar en esto, es una de las historias que más me gustó escribir. gracias por apoyarla. ♡♡
ya tengo unos cuantos planes e ideas para el futuro, pero no profundizaré más. disfrutemos de la intriga y el tiktok que realicé sobre el final del capítulo. 😼
si gustan del algún extra, podrían comentarme sus sugerencias. siempre aprecio que lean, voten y comenten, le dan vida a las letras.
¡hasta pronto! ✨
J E M I I S A 🦋
27 / 12 / 2022
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