xiii. love
⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO TRECE
⚔️ amor 🪙
❛ el amor revela y desvela, por amor se vive y se muere ❜
Un matrimonio se había realizado en la desgracia, en un instante que pronosticaba incertidumbre y oscuridad.
Existía una grieta en la casa de los dragones, no había sido el mejor indicio de prosperidad, pero las cosas no habían podido ser diferentes.
Fue algo que nadie olvidaría por los próximos cien años; una boda bañada en sangre.
Rhaenyra Targaryen, futura reina, y Laenor Velaryon, su futuro rey consorte, se volvieron esposos pese a todo. Dieron el viaje que llegaría luego de su boda a insistencias de sus padres. No creían que pudiera distraerlos, pero por lo menos los alejaría de todos los murmullos en la corte.
Por otro lado, Daemon Targaryen y Alysanne Velaryon habían partido a Rocadragón con el favor de la princesa, dueña legítima del lugar. Ahí, decidieron hacer muy diferentes las cosas a como habían resultado en la Fortaleza Roja.
Laenor le había pedido que no deteniera sus planes por él, que ella merecía su felicidad. Sus palabras habían hecho que se diera la decisión final, ambos guerreros se casarían, pero en un ceremonia más significativa que abundante. Solo estarían presentes sus allegados.
Alysanne amaba la compañía de Daemon, podía ser tan intensa, como igual de pacífica. Por ello, la heredera del mar quería que su boda fuera sinónimo de una inigualable estabilidad, que el fuego Targaryen fuera sosegado por un momento y las mareas bajas de los Velaryon tomarán el control.
Aly lo necesitaba, ya que, además, hace muy poco se había enterado de algo que la había dejado desconcertada en un inicio, pero la hacía sentir muy especial en todos los sentidos. La llenaba de vida y esperanza.
—¿Estás segura? —había preguntado Daemon, queriendo evitar hacerse ilusiones con la idea. Pronto podría volverse loco de felicidad—. ¿No hay ningún error?
—No lo creo.
—¿Tú en serio...? —dejó la pregunta en el aire, sintiendo cómo la emoción, el entusiasmo y la fortuna recorría cada centímetro de su cuerpo—. ¿Realmente nosotros...?
—Seremos padres, Daemon —lo confirmó, sonriendo muy nerviosa por su reacción. Ella solo quería que ambos estuvieran bien, que todo su alrededor lo estuviera.
Él se quedó perplejo por un instante, pero poco después la abrazó muy entusiasmado, separándola del suelo para darle una vuelta mientras reía. El príncipe se sentía el hombre más afortunado de los malditos Siete Reinos.
—Seremos increíbles padres —le aseguró al dejarla en el suelo, tomando sus mejillas con suavidad antes de empezar a dejar besos por todo su rostro; sus labios, frente y hasta nariz—. Cuidaré de ti en cada instante, de ti y de nuestro pequeño heredero —juró, tocando con cuidado el vientre aún plano de Alysanne.
—¿Ya decidiste que será un hombre? —preguntó con una sonrisa, viéndolo concentrado en su tarea.
Daemon lo pensó un segundo antes de entrecerrar los ojos. —No, en realidad creo que es una pequeña niña.
—Oh, eso crees —dijo enternecida.
—Estoy seguro —respondió antes de volver a besarla, tomándola por la cintura—. Me haces afortunado, mi hermosa Alysanne. Pueden dudar de todo, menos del amor que tengo. Eres el hogar que siempre he necesitado.
—Y siempre tendrás, dragón —aseguró, abrazándolo por el cuello—. Desde antes, y por siempre, somos uno.
Ambos se dieron un dulce beso más. Apoyaron sus frentes y no pudieron hacer más que sonreír. Se sentían demasiado afortunados.
Cuando su venturoso día estuvo cerca, la familia Velaryon llegó a Rocadragón, con excepción de Laenor, quien continuaba en su viaje, y Vaemond Velaryon, quien Alysanne no había querido ver bajo ningún motivo.
—Bienvenidos, familia —los había recibido la ojiazul, siendo que ella había pedido su presencia antes que todos para poder compartir un poco más—. Me alegra mucho poder verlos aquí.
—Queremos solo tu dicha —dijo su madre, acercándose a abrazarla y dejar un beso en su frente.
Lord Corlys hizo lo mismo con una sonrisa, dejando las preocupaciones que tenía en la mente al ver a su hija tan radiante.
Luego fue Laena, quien ya tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Te vas a casar.
—Así es —respondió Alysa con una sonrisa, dejando que las ganas de llorar la inundarán también.
Si ambas ya estaban así con aquella noticia, cuando la dueña de Rhagar les hiciera saber la buena nueva, estarían mucho más sensibles. Ella planeaba hacerlo poco después de la boda.
Los días pasaron con calma, y al llegar la fecha, hubieron varios amigos cercanos de las diferentes Casas del reino, como sir Harwin de la casa Strong. También estuvo un representante de la casa Targaryen que ninguno de los novios esperó.
En el banquete previo a su matrimonio, Alysanne se acercó a su invitada.
—Esperamos al rey Viserys, pero qué grata sorpresa verla, reina Alicent —le dijo, ofreciéndole una copa de vino que rechazó.
—Él se encuentra un poco indispuesto, pero no quiso que su hermano careciera del apoyo de su Casa —respondió, recordando que ella se había propuesto al querer alejarse un poco de la corte.
—¿Apariencias?
—Afecto, a pesar de todo —aclaró la reina, poco contenta con la idea.
—El rey Viserys tiene un buen corazón, es por eso que su reinado ha sido tan pacífico hasta el momento.
Alicent asintió antes de tomar una uva, para hacer algo durante el silencio.
—Pudo traer a alguno de sus hijos, no he tenido oportunidad de conocerlos hasta el momento.
—Son niños aún, muy inquietos. Habrían arruinado tu momento.
—Bueno, espero acostumbrarme a ellos pronto —dijo, pensando en su embarazo—. No creo estar libre de ellos en un futuro.
—Oh, ellos siempre llegan sin esperarlo —comentó Hightower, recordando a su primer hijo—. Pero no te queda más que amarlos.
—Ha de ser cansado —opinó—. Cuidar de niños, siendo la reina.
—Bueno, ese es de los principales deberes.
—Qué interesante sería que el hombre fuera quién se encargará de todo ese trabajo —dijo, casi cometiendo un error al querer darle un trago a la copa de vino.
Alicent pasó por desapercibido aquel detalle, y solo asintió, estando de acuerdo con lo que decía. Ella, por un instante, recordó que no tenía nada en contra de Alysanne, quizás un poco de resentimiento que había arrastrado desde el pasado por la posición de la Velaryon, quizás por la posibilidad que ella había tenido de ser libre. Nada de lo que Alysanne tuviera directamente la culpa.
—Sabes que cualquier día puedes visitar King's Landing, siempre serás bien recibida.
—Gracias, su majestad, será como siempre un placer. Espero se de la oportunidad de otra plática cómo esta.
—Es una posibilidad.
Alysanne asintió con la cabeza antes de irse. Al darle la espalda, sonrió victoriosa. Había eliminado otro posible enemigo.
Ella ya estaba planeando forjar su propio poder en compañía de Daemon, conseguir tropas, reclamar más dragones, hacer que todos en los Siete Reinos supieran acerca de ellos.
Continuaron con el festín y la danza en la Sala Principal de Rocadragón. Alysanne disfrutó mucho cada momento, bailando con su aún prometido hasta cansarse, riendo con sus invitados y llorando con su familia de alegría. Estaba resplandeciente, al igual que Daemon, quien socializaba con sus invitados para no descontentar a su amada, aunque, igual manera, se sentía muy a gusto. Era un momento perfecto.
—Sir Harwin —saludó Alysanne en un punto de la noche, yendo hacia él—. ¿Disfrutas de la celebración?
—Se puede sentir la alegría, mi Lady — respondió, mirando a la gente danzar con grandes sonrisas—. La de sus invitados, y la tuya. Te ves brillante.
Alysanne sonrió, agradeciéndole. Ella le tenía mucha consideración a Harwin Strong, agradecía todos los años que la había cuidado cuando ella aún no había tenido la capacidad.
—¿Cómo te va en la Corte?
—Bien —respondió con una ligera sonrisa—. La princesa me propuso ser su guardia cuando volviera del viaje.
—Eso es estupendo —opinó, tomando su hombro en apoyo—. Si es así, debo pedirte que no me olvides.
—Siempre tendré presente a una mujer tan valiosa como tú —prometió, sonriéndole de vuelta.
De repente, llegó Daemon, tomando el mango de la espada que traía consigo por si su boda tomaba rumbos indeseados.
—Qué placer, sir Harwin.
—Príncipe Daemon —le dijo el hombre, notando cómo estaba un poco tenso—. Felicitaciones por su compromiso, es muy afortunado de tener a Alysanne a su lado.
—Lo sé —se limitó a responder, rodeando la cintura de la Velaryon con su brazo. Ella mantenía su sonrisa, muy feliz como para empezar a preocuparse por cosas banales.
—Yo soy igual de afortunada por tenerlo —expresó, calmando la incomodidad de su esposo con un beso en la mejilla.
Se despidieron de sir Harwin y continuaron con la celebración. Faltaba muy poco para que el momento de los votos llegará.
Entonces Daemon y Alysanne dieron un último baile. Fue como un combate ensayado, pero lleno de amor y cuidado. Cuando sus palmas se unían, encajaban perfecto. Sus dedos rozaban con dulzura y sus labios le sonreían al contrario en cada instante. Sus corazones estallaban de gusto y sus mentes se unían en uno sola. Habían encontrado la felicidad en el otro, y estaban maravillados de poder expresarlo ante todo el reino y unirse finamente en matrimonio.
Ahora podrían amarse sin límites, intensa y dulcemente. De todas las maneras, todos los días.
Cuando llegó el momento, pudo haber más silencio, pero el ambiente seguía sintiéndose muy bien.
—El amor de los Siete es sagrado y eterno. Es la fuente de la vida y el amor. Estamos aquí, esta noche en agradecimiento y alabanza, para unir en dos almas en una. Padre, madre, guerrero, herrero, doncella, anciana, extraño, escuchen sus votos.
Ambos dieron un paso hacia el otro.
—Yo soy tuyo y tú eres mía, sin importar lo que venga —fue Daemon el que inició, besando su frente.
—Yo soy tuya y tú eres mío, sin importar lo que venga —continuó Alysanne, besando su mejilla.
Sus miradas conectaron como el primer momento, ahora con un amor mucho más profundo y un anhelo perpetuo.
—Aquí, en presencia de dioses y hombres, yo declaro a Daemon de la casa Targaryen, y a Alysanne de la casa Velaryon, marido y mujer. Un cuerpo, un corazón, un alma, ahora y para siempre.
Las manos de Alysa se posaron en el cabello de Daemon, mientras él la tomó por el cuello suavemente. Se acercaron y unieron sus labios en un beso de promesa, de unión y amor por toda la eternidad, uno sempiterno y siempre verdadero.
Los presentes, sin excepción, aplaudieron y brindaron por su felicidad.
Ambos vieron a sus invitados, agradeciéndoles con sus gestos. Daemon la tomó desprevenida, logrando cargarla entre sus brazos sin oír quejas. Volvieron a unir sus labios mientras él anunciaba su protección por la guerrera que adoraba.
Los aplausos y el ruido no se calmaron por un tiempo, intensificando la algarabía del momento.
Fue la familia Velaryon la primera en acercarse a los recién casados, viendo a su descendiente regresar al suelo y volver a besar a su ya esposo.
—Mi hija —llamó Lord Corlys, haciendo que ambos los vieran llegar—, te deseo mucha felicidad. A ambos —les expresó, recibiendo su gratitud.
—Tienes que cuidar de mi hermana —no pudo evitar ordenar Laena, tomando las manos de Alysanne—. Ella es muy preciada como para que la lastimen.
—Es uno de nuestros mayores tesoros —añadió la princesa Rhaenys, mirando a su hija mientras lágrimas de regocijo se paseaban por sus mejillas.
—Mamá... —susurró Aly antes de acercarse a abrazarla—. Gracias, gracias por todo.
—Te amo, Alysanne —dijo, acogiendo a su hija entre sus brazos como siempre, como lo hizo en su nacimiento, y como lo haría hasta ya el último segundo.
—Laenor y yo tenemos esto para ti —dijo Laena cuando su madre y hermana se separaron, pero quedaron tomadas del brazo—. Sabes que él estaría igual o aún más emocionado que todos nosotros. Te amamos, ¿si?
Alysanne recibió el pequeño cofre de las manos de su hermana menor. Detalló su diseño con los dedos, eran olas, había un navío y también dragones. Estaba su esencia ahí. Cuando lo abrió, se encontró con una hermosa daga. El mango tenía colores azules y dorados. Era acero valyrio.
—¿Cómo...?
—Nunca está mal visitar las cuevas —respondió Laena con una sonrisa—. Te amamos, Anne.
—Y yo los amo a ustedes —respondió, abrazando a su hermanita.
—También tomó una decisión que pidió, te comuniquemos —añadió su padre antes de tomar el hombro de su hija—. Decidió dejarte el derecho que le concedí.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó, mirando a su familia, a Daemon incluido.
—Eres una vez más mi heredera, Alysanne. A mi muerte, mis títulos y los mares pasarán a ti. Sé que eres digna de ello, y que mantendrás nuestro nombre en lo alto.
Alysanne le sonrió, agradeciéndole sus palabras. Quiso que Laenor estuviera ahí, para abrazarlo con fuerza. Lo que hacía era admirable, quizás recriminado por algunos, pero un gesto que su hermana atesoraría siempre.
El jubileo pudo haber llegado a su fin para los invitados, pero seguía con intensidad para los recién casados. Por las mañanas y las noches, cuando el sol se fuera o se pusiera, ellos se mantenían juntos, consumando la llama de su matrimonio en la menor oportunidad.
A su vez, vivían mil aventuras. Se aproximaban a los lugares mas cercanos para recorrer los pueblos y crear mas alianzas, experimentar cosas nuevas.
En una oportunidad, Alysanne decidió lo que haría con su amado.
—Montedragón, parte posterior de la isla. Lo hacen llamar Caníbal.
—Por algo ha de ser —opinó Daemon, quien se apoyaba en su espada mientras veía a su esposa explicarle la situación.
—Bueno, siente una debilidad por, dragones muertos.
—Se oye genial.
—No seas irónico —pidió, acercándose a él. Acarició sus brazos y pecho para relajarlo—. Daemon, yo quiero reclamarlo.
—Ya lo hiciste con Ala de Plata —comentó, calmado—. Y con más jinetes, a los cuales les robaste el dragón.
—Adoro y cuido de Ala de Plata casi tanto como a Rhagar. Y con respecto a esos hombres, ellos no eran de descendencia Valyria, lo mas probable es que hubieran tenido suerte al encontrarlos en las cavernas y domarlos. Pero ese no es el punto —quiso aclarar, haciendo que Daemon ladeara la cabeza—. A ningún dragón le he obligado acompañarme, cariño.
—Es cierto que los dragones tienen cierta debilidad por ti —admitió, incluyéndose en aquel grupo—. Pero no creo que ahora sea el momento indicado. Tu embarazo ya está mucho mas desarrollado —le recordó, aproximándola mas a él luego de tomarla por la cintura—. Te pondríamos en peligro.
—No he me vuelto débil en esta condición, Daemon. Sigo teniendo las mismas capacidades. Iré por Caníbal, y si gustas acompañarme, serás muy bien recibido. Adiós, amor.
El príncipe se mantuvo en silencio por varios segundos, viéndola dejar la habitación. Antes de que saliera, habló:
—Sube a Caraxes, iremos.
Alysanne sonrió, sintiéndose victoriosa. No lo dijo, pero atesoró como siempre que Daemon no la dejará sola en sus incursiones.
—Oh no, prefiero ir en Rhagar.
Ella salió del lugar, y Daemon dejó caer su cabeza hacia atrás con una sonrisa de oreja a oreja. Él nunca podría explicar lo mucho que amaba a esa mujer, cada cualidad, cada defecto, cada una de sus características.
Ambos tenían la fortuna de haberse encontrado, pues eran perfectos el uno para el otro.
¡voten y comenten por los recién casados! 🎉
JEMIISA ©
12/11/2022
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro