xi. unions
⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO ONCE
⚔️ uniones 🪙
❛ todo aquel que aspira al poder ya ha vendido su alma al diablo ❜
Alysanne Velaryon se encontraba en un barco Targaryen, acompañando al rey y a la princesa en su visita a Driftmark, la cual tenía un solo propósito.
Viserys había hecho de Alysanne una sombra de él, la hacía ir a donde él fuera, acompañarlo en sus tareas. Parecía ella más su esposa que la misma reina. Pero era porque Viserys quería que su hija y ella estuvieran lejos el mayor tiempo posible.
Alysanne no había hablado con Rhaenyra como era debido acerca de la situación, pues además, por las noches ninguna podía salir de sus habitaciones por la extrema seguridad.
El rey estaba enfadado, y eso le quedaba claro a ambas.
En el barco que la llevaba hacia su hogar, Alysanne se deleitaba con el paisaje marino, siendo que de ahí venían sus orígenes. Quien no parecía disfrutarlo en absoluto era el rey, pues desde un inicio sentía los mareos.
Lord Strong, la nueva mano del Rey, atendía de él en compañía de la Velaryon.
—No creo que el viaje le esté cayendo muy bien —opinó la ojiazul, viéndolo sentarse.
—El mar nunca ha sido lo mío —respondió sin muchos ánimos.
El viaje se sintió largo y muy movido por las lluvias torrenciales que habían. Pero lograron llegar un tiempo después. Tomaron una carroza para llegar finalmente a la Fortaleza Velaryon.
En la entrada, pudieron ver a Sir Leanor entrenar con alguien más. Al percatarse de sus invitados, ambos dieron una reverencia ante la corona.
Alysanne fue la más emocionada de verlo, por lo que luego de ello fue corriendo hacia su hermano para abrazarlo. Él la alzó y dio una media vuelta mientras reían.
—Te he extrañado mucho —dijo la mayor, tomando su rostro para verlo mejor—. Te ves mucho más guapo cuando estás limpio, ¿lo sabes?
—Muy graciosa —respondió, volviendo a abrazarla.
Su momento se vio interrumpido por Lord Strong, quién preguntó: —¿Dónde está Lord Corlys? Debería estar aquí para recibir al rey.
Del castillo salió la hermana de los Velaryon en compañía de un caballero.
—Bienvenido a High Tide, majestad —se dirigió al rey, aguantando las ganas de ir corriendo a saludar a su hermana, la cual no había visto en mucho tiempo.
—¿Qué significa esto, lady Laena? —preguntó la Mano, dando unos pasos al frente—. ¿Así recibe a su rey la casa Velaryon?
—Disculpe, Lord Strong —llamó Alysanne la atención, acercándose a él con Laenor abrazado por los hombros—. Mi padre acaba de regresar de un largo y cansado viaje.
—Ha ido al Salón de los Nueve para esperar la llegada de su majestad —informó Lady Laena, dando unos pasos hacia los recién llegados.
—Acabemos con esto —pidió el rey, yendo hacia el castillo que había enfrente.
Laena Velaryon, que se quedó aún, fue de inmediato a abrazar a su hermana mayor.
—-Has crecido muchísimo —dijo Alysanne, recibiéndola entre sus brazos con mucho amor—. Te he extrañado.
—Yo más... —respondió, acogiéndose en ella.
Alysanne llamó a su hermano y entonces la descendencia Velaryon se unió en un cálido abrazo.
—Ya están en casa —murmuró Laena, agradeciendo tenerlos a su lado.
Luego de ello, Laena y Laenor saludaron a la princesa en compañía de Alysanne, para después ellas acompañar a Rhaenyra al interior del palacio entre pláticas.
Cuando llegaron al Salón de los Nueve, solo permitieron que el rey, su Mano y Alysanne ingresarán, dejando a Laena y Rhaenyra afuera
—¿Por qué no les permitió entrar? —preguntó la Velaryon con intriga.
—No era necesario —se limitó a contestar el rey.
Los tres cruzaron por el pasillo, que tenía en sus paredes cosas referentes a la casa Velaryon. Al llegar, vieron a Lord Corlys en un trono.
El Señor de las Mareas se puso de pie al verlos, y se acercó, más que nada para darle la bienvenida a su hija.
Alysanne también se aproximó, dejando que su padre la inspeccionará y confirmará que estaba en buen estado. Besó su frente y la mantuvo a su lado antes de dirigirse al rey y arrodillarse frente a él.
—Majestad.
Pero la respuesta de Viserys fue inesperada, debido a la reciente enfermedad que había contraído, tosió. Miró a Lord Strong, y luego a Alysanne, ellos sabían bien de su estado.
—Levántese, Lord Corlys —dijo luego, intentando proyectarse con buena salud.
—Sea bienvenido. ¿Le ofrezco una silla?
Antes de que el rey pudiera responder, una muy emocionada Rhaenys entró al salón. Gritó el nombre de su hija y ella de inmediato se acercó a su mamá.
Rhaenys y Alysanne se abrazaron fuertemente. Había pasado mucho tiempo desde que madre e hija no se habían visto. La princesa acarició el cabello de su retoño y sonrió muy contenta, notó como había madurado y se veía muy hermosa.
—Primo —saludó Rhaenys un momento después al rey, acercándose a él para tomar su mano—. ¿Estás bien? —le preguntó cuando expresó dolor por el contacto.
El rey tenía heridas recientes en las manos, por lo que le dolían. Alysanne tuvo que interceder cuando la situación se volvió incómoda.
—Mamá, ¿tú cómo has estado? —le preguntó, yendo por ella mientras su padre se dirigía a la nueva Mano del rey.
—Ahora que están aquí, me siento mucho mejor —dijo antes de llevarla a la mesa del banquete por algo de vino.
—A pesar de pasar mis días en la grandeza de la Fortaleza Roja, los salones de High Tide nunca dejan de impresionarme —confesó el rey, admirando lo que tenía alrededor.
—Me halaga, majestad —dijo Lord Corlys, viendo a su hija aproximarse con dos copas—. Quisiera que la reunión fuera en mejores circunstancias.
—No entiendo —admitió el rey mientras Alysanne le entregó una copa, al igual que hizo con su padre.
Esa tarea ya no la hacía sentir mal, pues ahora ella ya sabía lo que valía, y hacerlo era solo un favor.
—La esposa de Daemon, lady Rhea Royce, ha muerto.
Alysanne miró a su padre de inmediato cuando dio la noticia, quedando estupefacta. Ella no esperaba lo que había oído. Su mente buscó unir varios puntos, pero estaba muy confusa y alterada por una sola idea; su relación con Daemon.
—Un accidente de cacería. Se cayó de un caballo, se rompió el cuello y el cráneo por la caída.
¿Acaso él había estado detrás de todo? Era la respuesta más clara para quienes lo conocían, para su hermano y para la Velaryon.
—Un fin muy sorpresivo. La habilidad de Lady Rhea como jinete y cazadora era famosa.
—Los dioses son crueles —opinó Rhaenys, acercándose con dos copas de vino más, una de ellas para su hija.
Cuando Alysanne intentó tomar la copa, casi hace que caiga. Por suerte, su madre aún la sostenía. La menor se había quedado totalmente desconcertada, el mazo de posibilidades la volvían loca.
No pudo escuchar lo que decían a su alrededor por un rato, las palabras que Daemon le había dicho un momento antes de partir resonaban por su cabeza. Ella sabía que Daemon se había ido en su dragón, pero nunca había descubierto a dónde. Quizás ahora tenía la respuesta.
—Quiero proponer un matrimonio entre su hijo, sir Laenor, y mi hija, y heredera, la princesa Rhaenyra.
Luego de que la princesa Rhaenys y su hija acompañarán al rey a acostarse mientras preparaban su navío, ambas platicaron un momento en el patio, tomando asiento debajo de un antiguo árbol que había ahí, era grande y sus ramas evitaban el paso de la luz.
—Mi hija, has crecido y madurado mucho.
—Eso espero, madre —confesó, desanimada.
Ella aún se sentía muy confundida con lo que pasaba en su mente, y su madre se daba cuenta.
—¿Qué te aqueja, querida?
—Oh, ¿qué no lo hace? —respondió, dejando caer su cabeza sobre el hombro de Rhaenys.
—Cuéntame —le pidió, empezando a acariciar su cabello—. Soy tu madre, puedes decírmelo todo.
—Solo... Ahora ya no sé que es lo que quiero. Cuando ocurría la guerra, me imaginé muchos escenarios posibles de lo que ocurriría cuando obtuvieramos la victoria. Pero ahora, todo se ha vuelto incierto.
—Has perdido el rumbo, pero siempre puedes volver a hallarlo con la ayuda de tus seres queridos, tú sola si así lo deseas. Solo necesitas aclarar tus deseos, ordenar tu mente.
—En varios momentos, me obligué a asegurarme de que no necesitaba de nadie. Pero es falso.
—Cariño, no debes sentirme mal por eso. Todos podemos tener aquellos momentos en los que nos sentimos capaces de todo, pero nos damos cuenta luego de que no necesitamos enfrentar las adversidades en soledad.
—Quizás es mejor la soledad —dijo, recordando lo que había ocurrido a Rhaenyra—. Si estamos solos, no podemos dañar a nadie más que a nosotros. Es menos egoísta.
—Hija, para eso existe el amor. Si amas a alguien, y esa persona te ama, ambos pueden lastimarse, pero jamás se separarán. Es una destrucción constante, mutua, pero es como comúnmente ocurre.
Alysanne se quedó en silencio, analizando sus palabras. Entonces la memoria de Daemon cruzó su mente, su rostro, sus sonrisas y la manera en la que decía amarla.
—¿No has pensado en la posibilidad de casarte? —preguntó, aún acariciándole el cabello, eso la calmaba siempre.
—Me he enterado de que papá tenía intenciones de comprometerme —le hizo saber para que no fingiera con ella—. Una vez más quieren que se desate una guerra por ello, solo creen buscar lo mejor para la Casa, ¿no? —dijo, aún sin apartarse. No tenía intenciones de tener una pelea con su mamá.
—Alysanne, no es solo por eso —aclaró—, tu padre y yo queremos que no estés sola, que puedas formar una familia.
—No me lo consultaron, cometen los mismos errores —acusó, levantando la cabeza para poder mirar a su madre mientras decía lo siguiente: —Puedo querer casarme y formar una familia, pero jamás con alguien que me impongan ustedes.
—Queremos tu felicidad —dijo Rhaenys, tomándole las manos—. Puedes elegir a quien tu corazón quiera, Alysanne.
Ya hemos entendido a la mala que eres libre y dueña de tus decisiones.
La hija mayor del matrimonio Velaryon supo que aquella libertad que le daban ahora era porque su hermano y su posible lugar como rey consorte era más importante que ella y sus decisiones.
—Deseo casarme —le admitió Alysanne a su madre, uniendo más sus manos—, y sé con quién.
El rostro de la princesa mostró una auténtica sorpresa que luego se volvió alegría.
—Estoy feliz por ti, pequeña —dijo, acariciándole el rostro suavemente—. ¿Quién es aquel hombre?
—He compartido con él más de lo que esperaba, sé que lo conoces, y sé que no puede ser de tu mayor agrado. Pero yo lo quiero, y puedo estar segura de que él a mí.
Rhaenys sospechó el nombre, y aunque en su interior le pidió a los Siete que no fuera así, lo que su hija quisiera, ella lo iba a aceptar. Haría que todos lo hicieran.
Antes de que la embarcación de los Targaryen estuviera lista, Alysanne se escabulló para poder hablar con Rhaenyra. La encontró en el Salón de los Nueve.
—¿Qué hace la princesa aquí? —preguntó, viéndola admirar el decorado de las paredes.
—No me pude quedar con las ganas de ingresar —admitió, viendo de reojo cómo se acercaba.
Ambas quedaron hombro a hombro, mirando los tapices.
—Has crecido en un hermoso lugar —dijo Rhaenyra—. ¿Cuándo fue que llegaste a la Fortaleza Roja? Siento que estuviste ahí toda mi vida.
—Te he visto desde que éramos niñas —confirmó—. Te he visto creer y convertirte en...
Alysanne prefirió guardar sus ideas, quedándose en silencio. Pero Rhaenyra no lo quiso así.
—¿En qué, Alysa? —insistió, notando cómo su mandíbula se tensaba.
—En una mujer muy bella, Nyra —respondió, soltando poco a poco el aire que tenía guardado.
Ella se sentía aún muy nerviosa por lo que había ocurrido en el Desembarco del Rey, creía que jamás podría dejar ese sentimiento si no aclaraba las cosas.
—Gracias —murmuró la Targaryen, volviendo a mirar al frente mientras sentía sus mejillas encenderse.
—Rhaenyra... Debemos hablar —tomó la fuerza para decir, emocionando a la menor—. Acerca de lo que ocurrió esa vez.
—¿Esa vez? —se hizo la desentendida, volteando hacia ella para que quedarán frente a frente.
—No juegues —pidió, queriendo que le den la seriedad necesaria al tema—. Sabes a qué me refiero, y debes entender lo mucho que me arrepiento de mis acciones. No debió ocurrir.
—¿Lo haces realmente? —preguntó, acercando su mano al pecho de Alysanne—. Tus latidos tan acelerados me hacen creer que todo esto te pone nerviosa, quizás... Ansiosa.
—Solo quiero que dejemos esto atrás —le pidió, teniendo la idea de tomar su mano para detenerla, pero careciendo de la voluntad para hacerlo—. Que lo olvidemos.
Sus labios se habían resecado de un momento a otro, y lo que decía parecía más una súplica que una orden. Rhaenyra extrañamente adoró lo que causaba en Alysanne, ponerla de aquella manera que ninguna creyó.
La princesa tomó el control de la situación, paseando sus dedos por todo el cuerpo de Alysanne, experimentando, siempre con cuidado. Se acercó más, haciendo que invadieran el espacio personal de la otra.
La Velaryon no pudo pararla, no siendo que su corazón había tomado el mando. Ella deseaba a Rhaenyra, y era la oportunidad de poder conseguirlo.
La heredera al Trono de Hierro hizo y deshizo a su manera. No solo utilizó sus manos, también sus labios.
—Rhaenyra —llamó Alysanne en un susurro, echando la cabeza para atrás. Los suaves besos de la princesa recorriendo su cuello estaban nublando su poca cordura.
—Lo quise, Alysanne —le dijo la menor, viéndola cerrar los ojos y hundirse en el placer—, te lo dije. Lo quise y siempre querré que hubiera pasado más.
La Velaryon la tomó por el cuello, evitándole seguir hablando. La empujó contra la pared y acabó con sus suplicios. Tomó su rostro con ambas manos y guió el beso que se dieron, aumentó la intensidad, pero también fue con calma. Supo con cada nuevo movimiento sorprender gratamente a la princesa, dejándola siempre hambrienta de más.
La pequeña Nyra había querido jugar sin saber que Alysanne siempre era la ganadora.
Continuaron finalmente con aquella indecencia por la cual el rey las había castigado. No pensaron con claridad y solo se entregaron a ello.
Pero cuando Rhaenyra, con el experimentado toque de su acompañante y sus fogosos besos, pronto llegó a un punto alto de placer, la Velaryon se detuvo.
Alysanne la tomó por las mejillas, evitando que siguiera en busca de sus labios.
—Mi pequeña princesa —susurró, haciéndola sonreír—. Has ido muy lejos, ¿lo sabes?
Rhaenyra asintió, sintiendo aún cómo la pasión cegaba su mente.
—Pero no podemos, amor —continuó, utilizando el antiguo Alto Valyrio y dejando un casto beso en sus labios—. Tú te casarás con mi hermano, y yo espero casarme con Daemon —confesó, haciendo que Rhaenyra bajará del cielo en caída libre—. Mi deseo es mantenerme a lado tuyo, pero no puedo ser tu amante.
—¿No? —repitió, llevando sus manos hacia la cintura de Alysanne para intentar volver a acercarla.
—Rhaenyra —llamó con advertencia—. Me he dejado seducir por ti, demasiado he de admitir. Pero sabes bien que no puede volver a ocurrir.
La princesa rechazó la idea.
—No le haré esto a la Corona, ni a mis seres amados —continuó, apoyando su frente en la de Rhaenyra—. No seré quién te lleve al error, mi pequeña Nyra.
Rhaenyra quiso protestar, pero un beso en las comisuras de sus labios se lo evitó. Alysanne entonces se desvaneció, dejándola sola en aquel salón.
Los Targaryen habían partido a la Fortaleza Roja poco después. Alysanne los había despedido junto a su familia, expresando sus deseos de quedarse con su familia hasta que llegarán los días próximos a la boda real. Pidió que dejarán ir a Rhagar, haciéndole saber que se encontraba en Driftmark. Ella estaba segura de que su dragón regresaría.
Viserys apoyó su decisión de quedarse, diciéndole que se tomará su tiempo y disfrutará de su hogar. Para Alysanne eso había sido un claro: "Quédate ahí el mayor tiempo posible". Rhaenyra, por otro lado, la había despedido con un abrazo. El tiempo le haría bien a ambas, les permitiría pensar sin presiones.
Alysanne pasó el día con sus hermanos, queriendo distraer su mente. Pero aquella sensación insatisfecha persistió en su interior. Sabía que no podía tomar a Rhaenyra bajo ninguna circunstancia aunque lo quisiera, sabía que Daemon había tenido razón al ofrecérsela en el pasado.
Ella siempre iba a extrañar la compañía de ambos, el calor de hogar que le transmitían.
Cuando llegó la mañana, Alysanne despertó como de costumbre, pero en esa oportunidad no por el ruido afuera de su balcón, si no por el sonido de las olas al chocar contra la orilla.
Ella se dejó envolver por las sábanas mientras sonreía. Pese a todo, amaba estar en casa.
Se sentía tan tranquila, finalmente tenía el descanso que merecía luego de tantos sucesos que no le dieron tiempo para un respiro.
Oyó dos toques en la puerta, y permitió el paso, creyendo que sería su madre o hermana.
Cerró nuevamente los ojos, queriendo imaginarse frente al mar, caminando descalza por la costa. Se distrajo tanto en ello, que no sintió la presencia de alguien muy cerca.
Cuando abrió los ojos, se encontró con Daemon a los pies de su cama, admirándola con una pequeña sonrisa.
Alysanne terminó de despertarse inmediatamente, se acercó a Daemon y se lanzó a sus brazos, haciendo que él la sostuviera. Confirmó que no era un sueño.
—Mi hermosa Alysanne —llamó, dejando un beso en su hombro—, te extrañé.
Alysanne lo tomó por el rostro, precisando en su mente cada detalle del rostro de su amado. Terminó la corta distancia con un largo beso, el cual fue una explosión de sensaciones.
Daemon la ayudó a recostarse en la cama una vez más, quedando encima de ella aún sin romper el beso. Llevó sus manos por la cintura de Alysanne, acariciando su cuerpo de arriba a abajo.
—Te he extrañado —dijo la ojiazul, quien se aferraba a él por los hombros—, más de lo que pude esperar.
—Ya estoy aquí, Alysanne —le recordó antes de dirigirse a su cuello y atacarlo con húmedos besos—, y no me iré.
Se dieron la atención que necesitaban, tocando y explorando. Se quitaron la ropa y pudieron admirarse mutuamente, la belleza de sus cuerpos.
Cuando Daemon llevó sus caricias hacia el punto más íntimo de Alysanne, quien ya estaba totalmente expuesta ante sus ojos, la hizo arquearse sobre las sábanas y reprimir sus gemidos.
El príncipe era un experto en mujeres, pero ahora quería dedicarse a una sola, a Alysanne Velaryon.
—Dilo —le ordenó él, besando y succionando su piel sensible. Daemon sabía bien lo peligroso que sería que los oyeran, pero lo quería—. Deseo oírte.
Alysanne odió a Daemon por el poder que ejercía sobre ella, cómo con un susurro podía erizarle la piel y aumentar su demencia. Cuando él ejerció la presión suficiente, la de cabello plateado no pudo evitar gemir su nombre en un grito.
Ella estaba lista para recibir a Daemon en su interior, lo necesitaba.
—Hazlo —ordenó, acariciando su pecho y brazos desnudos.
Él acató su pedido, concentrándose en ello, mirando el cuerpo de su amante mientras recordaba su fortuna.
—Mírame —añadió Alysanne cuando él se introdujo en ella, haciéndola suspirar—. Mírame cuando me tomes, Daemon.
El príncipe la tomó por la cintura mientras clavaba su dura mirada en ella, haciéndola temblar aún más.
El placer aumentó mientras la embestía con fuerza, con dominio. Los gemidos invadieron la habitación, al igual que el aumento de temperatura.
Pronto los dos estuvieron en el punto más alto y nada más les importó. Daemon la besaba, haciéndole sentir de una manera más su amor.
Volvían a confirmar que se pertenecían, que Alysanne era de Daemon tanto como Daemon era de Alysanne. En aquel momento no quisieran más que seguir juntos por la eternidad.
¡voten y comenten! 🔥🔥
3/3 final del pequeño maratón, uno largo y bueno, espero. <33
ahora; un 2x1 para Alysanne. 😼
es que tenía que pasar
*gritos internos*
pronto llegará el momento de
nyra, paciencia y buen humor.
JEMIISA ©
07/11/2022
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