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xi. ascension

‧₊˚「 CAPÍTULO ONCE 」˚₊‧
• segundo acto •
🫀  ascensión  🗡️

❛ creo que ambos sabemos la
forma en que termina esta
historia. entonces solo por
un minuto, quiero cambiar
de opinión, porque esto no
se siente bien para mí. ❜
happierbastille & marshmello

A la mañana siguiente, en Montedragón, se llevó a cabo un pequeño funeral para Visenya Targaryen.

No había más que la familia y unos cuantos allegados.

Daemon, Rhaenyra y Alysanne observaban cómo su hija se consumía en el fuego. Ninguno soltaba alguna palabra, ni en ese momento ni antes. No sabían qué expresar para reconfortar al otro, pues ni siquiera lograban calmar su propio sufrimiento.

Entonces, mientras todos hacían silencio, respetando el momento de dolor, apareció quién le daría una nueva dirección a las cosas. 

Un miembro de la guardia real, que portaba su capa blanca y yelmo de plata, apareció. Dos de los guardias reales que estaban en Rocadragón, evitaron que continuará caminando al apuntarlo con sus espadas.

—Vengo en paz, hermanos —aseguró antes de sacarse el casco y revelarse como ser Erryk Carryk. Alysanne, que se había estado acercando al hombre junto a Daemon, ordenó que bajarán las espadas—. Mi señora, he venido a hacer un juramento —proclamó cuando le permitieron aproximarse más.

La Velaryon asintió con la cabeza, sintiendo la presencia de su esposo detrás de ella. Ser Erryk se arrodilló frente a Alysanne antes de sacar del bolso que traía, la corona del rey Viserys Targaryen. Ella buscó a sus esposos con la mirada, encontrando a un trastornado Daemon y una inexpresiva Rhaenyra tratando de reaccionar. 

Ser Erryk se dirigió a la princesa mientras le entregaba la corona del rey a la Velaryon:

—Juro proteger a la reina con todas mis fuerzas, derramar mi sangre por ella. No me casaré con ninguna mujer, no seré dueño de tierras y no tendré hijos. Guardaré sus secretos y obedeceré sus órdenes.

Alysanne tomó con cuidado la corona de Viserys, admirándola un segundo hasta que Daemon se la pidió con una mirada. Él recordó demasiado gracias a aquel objeto, y lo tuvo entre sus dedos con cariño.

—Reina de los Dragones —llamó ser Erryk, dirigiéndose a alguien diferente en esa ocasión. Sacó de su morral una daga, la que le pertenecía solo a la Velaryon—. Prometo permanecer a su lado con fidelidad y defender con mi vida el nombre y honor de su familia hasta el último de mis días.

Alysanne había quedado realmente sorprendida, agradecida. Lo que hacía el Cargyll demostraba una gran lealtad, y eso era algo que jamás olvidarían.

Detalló la daga que le habían regalado sus hermanos en su matrimonio. Luego, se fijó en su Daemon. Ambos se comprendieron con una sola mirada.

Alysanne guardó la daga en la tela de su vestido, a la altura de la cadera, y se aproximó a él. Juntos, fueron hacia Rhaenyra.

La princesa quedó expectante a sus movimientos, sin poder moverse o hablar. El príncipe colocó la corona sobre su cabeza antes de que ambos se hincaran frente a ella.

—Nuestra reina —dijeron al unísono, demostrándole su apoyo y respeto al agachar la cabeza.

La legítima heredera al trono de hierro observó cómo poco a poco, todos y cada uno de los presentes se arodillaban frente a ella, reconociendo solo su autoridad. Comprendió que era su derecho, su deber.

Sufrían, de eso no había duda. Pero debían entender que la guerra se aproximaba, y lamentarse no aportaría en nada. La sangre del dragón que corría por sus venas, poderosa y caótica, tendría que salir a relucir.

—La Reina de Todo Poniente; Rhaenyra Targaryen, la primera de su nombre, la Reina de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señora de los Siete Reinos, Protectora del Reino y Escudo de Su Pueblo.

Alysanne había coronado y anunciado la llegada de su amada a la Cámara de la Mesa Pintada, donde la esperaban sus señores para planificar los próximos movimientos. Todos dieron una reverencia al verla llegar.

—Su alteza —expresó Daemon.

La reina Rhaenyra se aproximó a la mesa, pero cuando sus guardias quisieron seguirla, ella volteó a mirarlos para que se detuvieran, lo que hicieron de inmediato.

—Vino, mi reina —ofreció Aemma, sirviendo como copero, tal y como había hecho la misma Rhaenyra, o su madre Alysanne, en el pasado. Ahora habían cambiado, crecido y evolucionado.

—Gracias, Aemma —expresó la Targaryen, tomando la copa—. Vamos —indicó, dando una señal con la cabeza para la siguiera y se incluyeran juntas al grupo reducido alrededor de la mesa. Al iniciar el recorrido, también llamó a Alyssa.

Rhaenyra se sentía nerviosa. Había imaginado varias veces el momento en el que la corona se posará en su cabeza, pero aún así no sabía cómo actuar, temía fallar.

Alysanne le agradeció a sus hijas mantenerse a lado de la reina, sabía que así su Nyra no se sentiría tan sola y asustada.

Daemon y Alysanne estaban a un extremo de la mesa, observando al frente de ellos a las mujeres más importantes en sus vidas. A los costados, habían varios lores, los miembros de la guardia real y también los príncipes Jacaerys y Lucerys.

—¿Un informe, mi reina? —preguntó la Velaryon al verla indecisa, intimidada por todas las miradas que recibía.

—Sí, ¿cuál es la situación? —actuó, agradeciéndole con una mirada. Empezaba a sentir que el peso en su espalda se reducía, tenía un verdadero apoyo.

—Tenemos 30 caballeros, 100 arqueros y 300 hombres armados —respondió Daemon, quien en cambio, al haber liderado tantas tropas, tenía experiencia y confianza—. Dragonstone es fácil de defender, pero nuestro ejército deja mucho que desear. Envié un mensaje a mis hombres en la Guardia de la Ciudad. Tengo algo de apoyo allí, pero no sé cuántas personas son.

—Si no se actúa con cautela, todos ellos podrían amanecer colgando de una soga en medio del pueblo —opinó Alysanne, recordando a Lord Caswell—. No debemos confiar en un apoyo dentro de King's Landing.

Y en ese grupo, ella debía incluir con mucha pena a su hija Rhaena.

El maestre Gerardys indicó que se tenía el apoyo de Celtigar y Staunton, Massey, Darklyn y Bar Emmon, haciendo que Jacaerys tomará varias piezas y las posicionará en la mesa, que era un mapa de los Siete Reinos. Algunas piezas indicaban aliados, mientras que otras no.

—Mi madre era una Arryn —recordó Rhaenyra, señalando un punto en el mapa—. El Vale no le dará la espalda a su pariente.

—Riverrun siempre fue un amigo cercano de su padre, majestad —mencionó el maestre—. Con el consentimiento del príncipe Daemon, ya he enviado cuervos a lord Grover.

Rhaenyra y Alysanne observaron a su esposo con incredulidad. Había hecho exactamente lo contrario a lo que la reina había querido con anterioridad.

—Lord Grover es voluble y fácilmente persuadido —comentó Rhaenyra, retomando la autoridad en su voz—. Habrá que convencerlo de nuestra fortaleza, y de que lo apoyaremos si hubiera una guerra.

—Voy a hablar con él yo mismo —informó Daemon, haciendo que ambas volvieran a mirarlo.

—¿Tú qué...? —susurró Alysanne mientras los Lores continuaron hablando.

Sobre Winterfell, se mencionó que un Stark no olvidaba su juramento, por lo que la casa Stark y el norte los seguiría.

—Hay que recordarle a lord Borros Baratheon las promesas de su padre —recordó Rhaenyra, y se colocaron más piezas sobre la mesa—. ¿Qué noticias hay de Driftmark? —le preguntó a su Aly.

—Mandé una carta a mi madre, ella viene en su dragón mientras se asegura de que mi padre también llegue a salvo.

—Para apoyar a su reina —proclamó Daemon, y se dirigieron las miradas hacia él un instante. Él no dejó de fingir sonreír.

—Es lo que se desea —apoyó Alysanne a pesar de encontrarse poco contenta con su esposo por sus decisiones precipitadas—. La flota Velaryon está bajo el control de mi padre, pero sé que comprende la verdadera lealtad.

—Rezaremos por mantener tu apoyo y tener el de tus padres. No hay puerto en el Mar Estrecho que se ose enfrentar a la tropa Velaryon —expresó Rhaenyra, haciendo que le sonriera un poco—, así como oramos todas las noches por la salud de la Serpiente Marina.

—Gracias, su majestad —respondió, manteniendo presente la esperanza de que su padre pronto estuviera totalmente recuperado.

—Y nuestros enemigos —se pidió un reporte.

—No tenemos amigos entre los Lannister —recordó Daemon—. Tyland ha servido mucho tiempo a la mano como para darle la espalda. Y Otto Hightower necesita la flota de los Lannister.

—Sin los Lannister, es difícil hallar aliados al oeste de Golden Tooth —asumió Rhaenyra, pero Daemon negó.

—Riverlands es esencial, majestad —manifestó el príncipe bajando la mirada.

Pudo haberse creado un aura tenso acompañado de un incómodo silencio, pero Lord Celtigar interrumpió: —Disculpe mi franqueza, su alteza, pero hablar de hombres es irrelevante. Su causa posee un poder que no se ha visto en el mundo desde los días de la antigua Valyria.

Alysanne comprendió a lo que se refería, y todos pudieron oírlo cuando lo mencionó fuerte y alto; dragones.

—Los Verdes tienen dragones —mencionó Rhaenyra, y fue ahí que la Velaryon temió por las criaturas. No quería que se convirtieran en máquinas de guerra.

—Tienen tres dragones adulto, hasta donde sé —interrumpió Daemon—. Nosotros tenemos a Syrax, Caraxes y espero a Meleys. Tus hijos tienen a Vermax, Arrax y Tyraxes. Mis hijas a Meraxes y Alba —prosiguió, lamentando no poder incluir con seguridad a Ala de Plata y Rhaena—. Alysanne tiene a Rhagar, Caníbal, Furia Nocturna, Furia Luminosa y Bruma, que decidió mantenerse con la hermana de su difunto jinete.

—Daemon, ninguno de nuestros dragones participó en la guerra —le recordó Alysanne.

—Hay otros dragones sin dueño, salvajes, todos los cuales anidan aquí —mencionó su esposo, haciendo que la Velaryon recordará la misión que había tenido hace unos años; conquistar a todos los dragones. Pero no para tales propósitos sangrientos—. Vermithor vive en Dragonmont. Sheepstealer y Grey Ghost también son posibilidades.

—¿Y quién va a montarlos? —preguntó Rhaenyra, quien no paraba de notar la preocupación en el rostro de Alysanne.

—Dragonstone tiene dieciseis contra cuatro —recalcó Daemon lo importante—. Alysanne y yo también tenemos 20 huevos incubando en MonteDragón.

La Velaryon avistó a lo lejos a un hombre con noticias. Con un movimiento de cabeza le indicó a ser Erryk ir a atenderlo.

—Necesitamos un lugar donde congregarnos —aseguró Daemon, tomando una ficha y moviéndose en el tablero—, un punto con el tamaño suficiente para albergar una gran fuerza —posicionó su pieza en uno de los espacios. Alysanne apoyó sus manos en la mesa, sin importar el calor que estaba emitía al funcionar a base de fuego—. Aquí, en Harrenhal. Limitamos al oeste, rodeamos King's Landing con dragones y empalamos la cabeza de los Verdes antes del puto cambio de luna.

Alysanne lo observó, comprendiendo que trataba de tomar el control, y lo peor, Rhaenyra no descifraba cómo detenerlo.

—Mis señoras —llamó ser Erryk, llegando con noticias—, un barco ha sido visto en el horizonte, con la bandera de un dragón verde de tres cabezas.

Se supo bien de quiénes se trataba. Daemon fue el primero en reaccionar.

—Alerten a las torres y busquen en el cielo —ordenó, regresando a donde antes había estado, a lado de Alysanne, por su espada Hermana Oscura.

Antes de que el Targaryen pudiera irse, Alysanne tomó su hombro. El volteó hacia ella con frustración.

—¿Qué es lo que planeas?

Daemon murmuró, acercando su rostro al de ella: —Si se trata de Otto Hightower, acabar con él de una vez por todas. Si se trata de nuestra hija, no dejarla ir.

El príncipe continuó con su camino, pasando a lado de su esposa con poca delicadeza y chocando su hombro. Había sido como una puñalada para Alysanne, pues entendía a lo que se refería, pues le recordaba cómo había fallado al proteger a una de sus herederas.

La Velaryon decidió que iría detrás de él, pero antes se dirigió a Rhaenyra, haciendo que las personas le abrieran el paso. Al estar frente a ella, tomó sus manos y las levantó a la altura de sus corazones.

—Debes recordar quién es la reina, Rhaenyra, quién tiene el poder. No solo por los dragones, por lo que eres —le dijo solo a ella, susurrante.

Tomó su rostro y besó su frente, notando un detalle más, el que no pudo evitar expresar para aligerar el ambiente:

—Jamas creí que una corona me complicaría besarte.

Y eso inevitablemente le sacó a la Reina Negra una sonrisa.

—Quédense aquí —ordenó a sus hijas como última acción, pero ellas no parecieron de acuerdo—, no se muevan —añadió con mayor seriedad. Ambas tuvieron que asentir.

Alysanne se llevó a ser Erryk consigo.

Rocadragón continuó preparándose para la llegada de un inevitable enemigo. Permitió el uso de sus muelles y la apertura de sus puertas. Dejó que Otto Hightower y su ejército ingresarán.

En el puente que conducía al castillo de Rocadragón, Alysanne, Rhagar un poco más atrás, Daemon, los tres caballeros de la Guardia Real y un destacamento de la guarnición de Rocadragón, interceptaron al grupo de negociación de los Verdes.

Nunca era placentero ver a un Hightower, pero esa vez en especial, era mucho peor.

—Vine en nombre de la reina viuda Alicent, la madre del rey Aegon, segundo de su nombre, señor y protector de los siete reinos —anunció Otto sin recibir respuesta alguna. Daemon y Alysanne solo lo observaban, cubriendo con una mano el espacio en donde se hallaban sus armas—. Se me ha pedido que entregue dos mensajes, el primero de ellos solo a la princesa Rhaenyra. 

—Reina Rhaenyra —corrigió Alysanne, observando al hombre despectiva—. Aún continua manipulando a su hija lo suficiente como para que no lo hayan matado, por lo que veo. Eso podría solucionarse muy rápido.

—¿Dónde está la princesa? —insistió, ignorando sus amenazas, lo que la divertía.

De inmediato, se oyó el rugido de Syrax saliendo detrás del castillo. Junto a Rhaenyra, sobrevolaron el puente, haciendo que todos le dieran una mirada al cielo. Daemon y Alysanne la observaron con una sonrisa de completo orgullo.

Syrax aterrizó detras del grupo recién llegado, pasando sobre sus cabezas demasiado cerca. El dragón continuó rugiendo un par de veces más antes de que su jinete descendiera de él.

Pasó entre los Verdes mostrando la corona de su padre, su poder, para situarse entre sus esposos.

—Princesa Rhaenyra —saludó Hightower, exasperando a Alysanne.

—Soy la reina Rhaenyra ahora —corrigió la Targaryen, siendo acompañada por el rugido de Rhagar. Su voz era la voz del dragón—. Y todos ustedes son traidores del reino.

—El rey Aegon Targaryen, segundo de su nombre —nombró Otto apesar, haciendo que Alysanne ladeara la cabeza, pensando en su atrevimiento—, con su sabiduría y búsqueda de la paz, ofrece términos.

—¿Términos? —repitió en un susurro, reprimiendo su furia ante ello.

—Reconozcan a Aegon como rey y juren obediencia ante el trono de hierro. A cambio, su alteza reconocerá su posesión de Rocadragón. Será heredada a su legítimo hijo Jacaerys y dirigido junto a su futura esposa Aemma Targaryen, cuando usted muera.

Pero eso sonaba absurdo para los tres, no era nada suficiente. Trataban de amenazarlos, hacer que sintieran que no tenían nada.

—Lady Alysanne será confirmada como sucesora legítima de Driftmark, y Rhaena luego de ella. Todas las tierras y posesiones de la casa Velaryon serán suyas.

—¿Incluye en estos estúpidos términos lo que ya está pactado? ¿Se atreve a enfrentarnos de esta forma? Soy de la casa Velaryon, su inmaculada sangre corre por mis venas, ¿y se atreve a tratar de negármelo?

Rhaenyra y Daemon supieron que la paciencia de su esposa era frágil, pero tampoco estaban en la capacidad de lograr controlarla.

—Sus hijos con el príncipe Daemon también tendrán puestos de gran honor —prosiguió la mano del rey, observando a Rhaenyra—. Aegon el Joven como el escudero del rey y Viserys como su copero.

Y eso fue, insultante. Esos no eran términos que siquiera podrían considerar, no Alysanne y menos Daemon.

—Y finalmente, el rey en su infinita gracia, perdonará a cualquier caballero o lord que haya conspirado contra su ascenso.

—Prefiero que mis hijos sean comida para dragones antes de dejar que carguen escudos y copas para ese puto y ebrio usurpador de la corona —expresó el príncipe Daemon con odio, exponiendo su posición.

Otto Hightower mencionó los símbolos de legitimidad que tenía Aegon, reiterando que utilizaba todo lo que había sido de Aegon El Conquistador.

—Y aún así su mayor logro ha sido sobrevivir —respondió Alysanne, dando un paso hacia Otto—, llenando de desgracia la vida de sus padres, dañando a su propia hermana y fallando al cuidar de su hermano. Él no es un rey.

—Tu hija al bajar la cabeza ante él demostró lo contrario.

Daemon trató de envainar su espada y cortar la lengua de Otto Hightower por lo que decía, pero su esposa la detuvo con una señal de su mano. Alysanne sentía un nudo en su garganta al imaginar lo que decía.

—Mi hija jamás, reconocería a un maldito violador que va dejando bastardos a su paso, un promotor de asesinatos que incita a niños inocentes a luchar entre sí, a un "hombre" que ni siquiera logra aceptarse a sí mismo porque sabe que es una mierda.

Alysanne había enumerado cada uno de los delitos, que ni siquiera eran una pequeña parte. Ser Erryk se lo había contado, pues él conocía bien a Aegon.

Rhaenyra quiso darle fin a la situación, pues entendía cómo los dañaba, recordando el juramento de lealtad que le habían hecho, pero Hightower le aseguró que viejas promesas no le darían el trono de hierro, que la sucesión había cambiado desde la existencia de Aegon. Mencionó también tratos con los Stark, los Tully y los Baratheon.

Rhaenyra se aproximó a él furiosa, esquivando la protección de la Velaryon. Al llegar con Otto, arrancó la insignia de su cargo calificándolo como un maldito traidor que, tanto como Aegon no era rey, él no era la Mano.

El acercamiento de la reina encendió las alertas, pero Hightower aparentó no querer alterarla más y solo le entregó una página arrancada de Diez mil barcos, un libro que Rhaenyra y Alicent habían leído cuando eran niñas en el bosque de dioses de la Fortaleza Roja, hace demasiados años. Él trataba de instar a Rhaenyra de aceptar los términos por el bien de la paz.

Pero Daemon y Alysanne no estuvieron nada contentos con el intento de Otto de manipular a su esposa, logrando que soltará una lágrima. Ambos desenvainaron sus armas, Alysanne optando por una espada y no la daga que había recuperado. Todos imitaron sus acciones.

—Ser Erryk, tráigame a Lord Hightower para tener el placer nosotros mismos.

Habían sido demasiadas provocaciones, era suficiente. Rhagar rugió, transmitiendo la furia en el interior de su jinete. Syrax también se descontroló, rugiendo detrás de los Verdes.

—¡No! —negó Rhaenyra, reaccionando. Miró a sus esposos, haciendo que se rindieran con frustración—. King's Landing tendrá mi respuesta mañana —concluyó aquel tema con intenciones de regresar al castillo.

Alysanne y Daemon estuvieron listos para hacer lo mismo. Pero Otto Hightower les recordó que tenía otro mensaje.

—Lady Rhaena Velaryon, la Excepcional, prometida del príncipe Aemond Targaryen, pide que no inicien una guerra —anunció, haciendo que ambos regresarán hacia él. Era peligroso, estaban furiosos—, que no dañen más a la Casa del Dragón, si no es por ella, por su tío, el difunto rey Viserys, por sus adoradas hermanas.

—¿Ahora tratas de manipularlos con nuestra hija? —soltó Daemon, siendo retenido de ir en contra de Otto por Alysanne, que estaba frente a él y empujaba su pecho sin mucha fuerza.

—¿Qué es lo que planeas?

—Son sus palabras. Solo les transmito sus deseos y también el dolor que siente al no poder disfrutar de su amor con la aprobación de todos.

Daemon negó con la cabeza, riendo fríamente. Empujó las manos de Alysanne y regresó al castillo. La Velaryon vio a Syrax retirarse, siendo seguida por Rhagar, supo que debía hacer lo mismo.

—Piensa en tu familia, Alysanne —aconsejó Otto en última estancia—, evita que sufran.

—Evita que te mate y desaparece ya.

Alysanne se quedó a esperar que se fueran, era su territorio. Otto Hightower aceptó, regresando por donde había venido a proclamar "acuerdos de paz".

Todos volvían a reunirse alrededor de la Mesa Pintada por la noche para discutir los términos que les ofrecían los Verdes.

Daemon reiteró su idea, el hecho de que al tener superioridad numérica sobre los dragones, tenían una ventaja. Mencionó que si bien no era fácil para un hombre matar a un dragón, los dragones podrían matarse entre sí.

Pero Rhaenyra mencionó las consecuencias de usar a los dragones, mencionando que no quería gobernar un reino de cenizas y huesos.

—¿Considera los términos de los Hightower, su alteza? —preguntó Lord Bartimus Celtigar incrédulo.

—Como reina, ¿cuál es mi verdadero deber con el reino, lord Bartimus? ¿Asegurar la paz y la unidad, o sentarme en el trono de hierro sin importar el costo?

Mostraba su posición con seguridad, pero a varios no les gustaba. Daemon la rechazaba totalmente, le hacía recordar a su hermano.

—Ese es tu padre hablando.

—Mi padre está muerto, y me eligió sucesora para defender al reino —le recordó, viendo cómo se alejaba de la Mesa—, no para llevarlo a una guerra.

—¡El enemigo ha declarado la guerra! —alzó la voz Daemon, quien se detuvo a lado de la chimenea—. ¡¿Qué harás al respecto?!

Sus hijas no lo reconocían, jamás habían conocido a su padre de tal modo. Él siempre era amoroso con ellas y sus madres.

—Dejen la habitación —ordenó Rhaenyra sin quitar su mirada de Daemon.

Antes de que sus hijas y sobrinos se fueran, Alysanne les pidió que descansaron por favor, para que pudieran recomponer sus fuerzas. Seguía tratando de mostrarles su mejor versión.

Luego de ello, nadie más que Rhaenyra, Daemon y Alysanne se quedaron en la Cámara. La reina se acercó a su consorte, aproximándose al fuego de la chimenea. Alysanne los observó desde a lado de la mesa, quedándose en el lugar donde había despedido a los jóvenes.

—¿La promesa de una guerra te excita?

—No puedes arrodillarte ante los Hightower. Se robaron tu derecho —insistió Daemon, dejando de ir de un lado a otro enojado.

—Si pudieras tomar el trono de hierro sin empalar a Otto Hightower, ¿lo harías?

—¿No estás enojada? —preguntó incrédulo e irritado, sin lograr comprender el actuar de su esposa.

—¿Debo ir a la guerra por enojo? —respondió de inmediato, aproximándose aún más.

—No, porque es tu deber como reina acabar con una rebelión.

—Sabes que mi juramento abarca más que mis ambiciones personales —le recordó, empezando a bajar la voz. Recordó la conversación con su padre antes de que la nombrará su heredera—. La Canción de Hielo y Fuego, la guerra próxima contra la oscuridad en el norte. El sueño del conquistador —prosiguió, creyendo que Daemon lo sabía bien.

Rhaenyra volteó a mirar también a Alysanne, quien se acercaba confundida por los recientes susurros. Ella solo recordaba haber oído a Rhaenyra decirle sobre una profecía que era secreta y peligrosa.

—Viserys me lo dijo al nombrarme heredera —mencionó, y eso fue más que suficiente para que Daemon cayera en cuenta de una doloso realidad.

Alysanne vio la furia en sus ojos, tal y como en el pasado cada que atacaban a un enemigo en los Peldaños de Piedra. Ella se colocó frente a Rhaenyra, llamando a su esposo y tratando de apaciguarlo. Tomó su hombro.

—Suéltame —ordenó Daemon, creyendo que no podría controlarse más. Alysanne solo lo aplazaba—. Ella debe entender que mi hermano era esclavo de sus profecías y presagios —añadió, tomando su mano y empujándola lejos de él—, lo que fuera para que su inútil reinado pareciera tener un propósito. No le pasará lo mismo.

Alysanne sintió un amargo sabor cuando vio a su esposo rechazarla, rechazar su tacto, pero aún así continuó cubriendo a Rhaenyra del dragón vengativo y demente que había emergido en Daemon.

—Los sueños no nos hicieron reyes. Los dragones sí.

Alysanne se quedó observando a su esposo, temiendo que la guerra terminará sacando lo peor de ellos. Daemon paseó su mirada entre su amada y Rhaenyra, quien presenciaba la situación asustada, sorprendida. Ella no había imaginado que situaciones así pudieran pasarles.

—Él nunca te lo dijo, ¿o sí...?

Daemon, una vez más, se dio cuenta de que Viserys nunca había confiado realmente en él. Conmocionado por lo que hacía, por lo que entendía, salió de la Cámara tomando su espada. Dejó a Rhaenyra y Alysanne solas.

Cuando él desapareció, la reina quedó desorientada y solo pudo susurrar:

—Él... ¿Qué fue eso?

—Se siente abrumado —concluyó Alysanne, sintiendo una lágrima escaparse y huir por su mejilla—. Cree que no intenté traer a Rhaena, y quizás no lo hice como debía. Perdí a nuestra hija, después perdimos a Visenya. Y ahora él siente que su hermano jamás pudo confiar en él. Su forma de expresar dolor no es la correcta, jamás lo será, pero yo... no puedo juzgarlo.

Alysanne conocía al dragón tan bien como Daemon conocía la faceta demente de su esposa. Ninguno se juzgaba aunque eso fuera dañino para ambos.

—Alysanne —llamó Rhaenyra al ver su llanto comenzar. Tomó su rostro con ambas manos antes de unir brevemente sus frentes, luego la abrazó sin tardar.

Alysanne lloró desconsoladamente en los brazos de Rhaenyra, destruyéndose en un lugar que, sabía, guardaría sus pedazos y la ayudaría a reconstruirse.

Sus vidas se iban arruinando de poco a poco. La estabilidad y felicidad de la que habían gozado por un largo tiempo se desvanecía.

Todo sufría de radicales cambios, algunos ascendían al cielo y otros al poder, pero pocos se sentía preparados para hacerle frente.

¡la reina de los dragones caídos ha hablado, tus votos y comentarios ha ordenado! 💥

me duele que los momentos bonitos se están acabando. :/



























































































































J E M I I S A 🦋
14 / 12 / 2022

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