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x. impact

⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO DIEZ
⚔️ impacto 🪙

poder significa, invariablemente, responsabilidad y peligro

Los rayos del sol lastimaban los ojos de Alysanne, evitándole abrirlos. Le dolía la cabeza como nunca antes en toda su vida, pero el dolor por lo menos no la dejaba pensar.

Al abrir un poco los ojos por el ruido que había, se encontró con la silueta de una mujer, la cual preparaba una bebida.

—¿Soy tu prisionero?

De donde vino la pregunta hizo a Alysanne preocupar, ello miró a su lado derecho, encontrándose con Daemon. Verlo la hizo sentir tranquila, sabía que por lo menos estaba con alguien que conocía.

—¿Así como yo fui tuya alguna vez? —respondió la mujer antes de aproximarse a ambos con dos vasos en las manos-. Yo soy tu protectora, afortunadamente para ti.

Alysanne luchó por intentar descifrar quién era, pero se le hizo más fácil cuando se arrodilló a lado de Daemon.

—Esto les ayudará —dijo, ofreciéndoles las copas.

Mientras el Targaryen botó el contenido, Alysanne no tuvo la fuerza para siquiera tomar el vaso.

—No necesito la protección de una golfa ordinaria —dijo Daemon, menospreciándola.

La mujer se alejó de él, yendo al lado de Alysanne mientras le aclaraba que no era tan ordinaria.

—Una golfa no tan ordinaria, entonces —se corrigió Daemon, viendo a su antigua amante ayudar a la Velaryon.

Lady Mysaria le daba el contenido del vaso a la ojiazul con mucho cuidado.

—Gracias —susurró, detallando mejor sus rasgos físicos ahora que la veía tan de cerca. Alysanne ya había recordado que aquella mujer era la que Daemon iba a tomar como segunda esposa.

—Aprendí que vender mi cuerpo no me llevaría lejos en la vida —le explicó la de cabellos oscuros a su antiguo amante.

—Tú nunca has sido ociosa.

—Las duras lecciones no se aceptan, se sufren —dio una lección mientras se alejaba y un niño le entregaba varias monedas.

Aquella frase los hizo reaccionar. El dolor en sus cabezas aumentó, pero ahora por un solo motivo. Recordaron la noche anterior, a Rhaenyra y sus errores.

—Pueden pagar por la habitación al salir.

Alysanne ya no pudo cerrar una vez más los ojos, aún cuando quiso descansar y olvidar. Supo que debía despertar y tomar cartas en el asunto, afrontar lo que había ocurrido.

—Daemon... —llamó, volteando su cabeza hacia él—. Daemon, todo eso...

—Eso realmente pasó.

Alysanne pensó en cómo podrían verse perjudicados no solo ellos, sino la princesa, si la gente de enterará. Pensó en todas las consecuencias, martirizándose. Pero fue cuando se dio cuenta del origen del verdadero problema, que despertó brutalmente.

Ella se puso de pie sin importarle lo débil o adormecida que pudiera estar. Se levantó y Daemon confundido le pidió que volviera a sentarse.

—¡Es todo, culpa tuya! —recriminó, luchando con todas sus fuerzas para mantenerse de pie—. ¡Tú nos llevaste con engaños a aquel lugar! ¡Tú hiciste que mancharamos la reputación de Rhaenyra!

—¡¿Y acaso ella no lo disfrutó?! —se defendió, aún sin ponerse de pie, solo observando desde la cama cómo perdía los estribos—. ¡Alysanne, Rhaenyra no es ninguna ingenua!

—¡Pero es joven! ¡Y la futura reina de todo este circo! ¡¿Te parece correcto lo que hiciste?!

—No lo hice solo...

—Yo jamás esperé esto, no me lo dijiste, no me consultaste y solo... Llenaste mi mente de pura basura.

—Hice que Rhaenyra conociera la vida.

—La dejaste sola —le respondió—. Y yo hice lo mismo. Ninguno pudo ser suficientemente maduro y la abandonamos.

—Esa parte lo lamento, no lo había planeado, jamás quise lastimar a Rhaenyra —aseguró, sintiéndose listo para levantarse.

Alysanne lo vio en cada movimiento, cómo se incorporó y acercó a ella sin importarle cruzar sobre las telas en el suelo que se habían usado de cama.

—Me haré cargo de lo que pasó, ¿bien? —dijo, deteniéndose a centímetros de ella, actuando lento para no continuar alterando a la Velaryon—. Cuidaremos de Rhaenyra.

Alysanne miró hacia la ventana que había y permitía el paso de luz, y pensó en el castillo, en cómo se podrían estar desarrollando las cosas ahí.

—¿Y qué le dirás al rey?

—Supongo que la verdad.

—No pasó... Aquello.

Daemon se quedó en silencio, aún mirándola. Sus manos se dirigieron cuidadosamente a los brazos cruzados de Alysanne, y empezaron a dejar pequeñas caricias.

—¿Qué es lo que querías, Daemon? —preguntó, velando por la sinceridad—. Ayer creí que era por otro motivo, pero me has demostrado que podría ser por otros miles.

—¿A qué te refieres?

—Tú quieres a Rhaenyra, pero la manera en la que lo haces marca la diferencia —explicó, dejándolo creer que con sus caricias estaba domándola—. ¿Quieres a mi pequeña Nyra? ¿O quieres a la reina?

Daemon entendió, y una sonrisa de lado no pudo evitar pintarse en su rostro.

—No has superado aquel deseo, ¿cierto? Por eso has regresado, solo quieres gobernar. Lo único que a lo que puedes serle leal es a tu codicia.

Alysanne se sintió una estúpida. Daemon no había cambiado, solo la estaba usando. Su mente podía concluir únicamente eso, destruyendo a su corazón.

—Te equivocas en una parte —le dijo, tomando su mejilla. Alysanne quiso apartarse, pero solo miró hacia otro lado—. Mi bella Alysanne, yo quiero que gobiernes a mi lado, que ambos estemos junto a Rhaenyra y veamos por sus decisiones.

Y ese fue un retroceso fatal a lo que ella ya se imaginaba. Dudaba creerle, por lo que no bajaba sus defensas.

—Yo te he prometido mi amor, Alysanne, y te he expresado mis deseos por casarme contigo, por estar solo contigo. Pero ve el panorama, podemos estar juntos, y además podrás acompañar a la pequeña Nyra que juraste cuidar por siempre.

—Me estás llenando la cabeza de basura —dijo, entendiendo que él solo buscaba alguna manera de salvarse el pellejo—. Ahora que saben tus intenciones, solo buscas la manera de cuidar tu espalda. Lo que dices son solo incoherencias.

—Alysanne, solo debes pensarlo.

—No. Tú solo quieres el trono, y harías lo que sea por obtenerlo. No sé por qué me sorprende, soy una idiota.

Alysanne quitó las manos de Daemon sobre su rostro con intenciones de salir del lugar. Dio varios pasos hacia las escaleras que conducían a la salida.

Pero el Targaryen la tomó del brazo y la jaló hacia él, haciéndola aterrizar en su pecho. La abrazó sin darle oportunidad de escapar.

—El poder te vuelve un demente, porque te hace querer más, y más —comentó—. Pero, Alysanne, es igual a lo que me haces sentir —concluyó, dándole un beso en la cabeza para confirmar lo que decía—. Te amo, y si no es esto lo que quieres, yo tampoco.

—No es cierto —desacreditó, intentando una vez más que la soltará—. No te creo, Daemon. Déjame.

—Te dije que haría todo por ti, y así es. Me importa una mierda el trono si no estarás junto a mí.

—Basta. Es mentira.

—No lo es, y te lo demostraré ante quien sea necesario, porque, Alysanne, mis sentimientos hacia ti son lo único real que tengo.

La Velaryon y el Targaryen habían regresado a la Fortaleza Roja para aclarar lo sucedido.

Ni bien llegaron, guardias los interceptaron, tomando a Daemon por los brazos y a Alysanne por las manos detrás de la espalda.

—El rey exige una audiencia —informó el superior.

—No somos criminales —dijo la Velaryon, sintiéndose insultada por la manera en la que los trataban.

—Quítenme las putas manos de encima —ordenó Daemon, fastidiado.

Minutos después, ambos terminaron en el Salón del Trono. Los de la Guardia Real botaron a Daemon al suelo, mientras que a Alysanne solo la dejaron. De los dos, ella era la más consciente.

—De pie —le dijo la Velaryon, intentando ayudarlo a que se levantará.

—Creo que necesito sentarme —confesó, haciendo que Alysanne se arrodillará a su lado.

—Agravaron tu poca estabilidad —murmuró, poniendo en orden su rebelde cabello, el cual había cortado luego de la guerra.

Entonces, oyeron los pasos del rey, y luego, su voz enfadada.

—Mi hija... —inició.

—Majestad —llamó Alysanne, viéndolo acercarse con una mirada despectiva hacia ellos—, hemos venido a...

—¿Negarlo?

—Siempre se necesita entender el cargo antes de intentar desacreditarlo —dijo Daemon, y Alysanne lo miró con desaprobación por provocar más al rey.

—Tú la deshonraste —respondió antes de patearlo, haciéndole soltar un quejido.

La Velaryon miró preocupada a Daemon. No sabía si sentirse asustada o enojada por lo que pasaba.

—Alysanne, aléjate —ordenó el rey—. Aún no es mi deseo hablar contigo.

Alysanne quiso argumentar en contra, pero no sirvió de nada.

—Vete o llamaré a guardias que te escolten.

Daemon asintió, indicándole que estaba bien que se fuera.

Alysanne salió de la sala del trono por la puerta principal, esperando ahí lo que fuera a venir.

Pensó en lo mucho mejor que había sido que su padre no estuviera ahí. Quiso a su madre, su consejo, pero entendió que la habría decepcionado enormemente. Si lo ocurrido salía de la Fortaleza Roja, y llegaba a Driftmark, su vida ardería, o fácilmente acabaría cuando la lanzarán al mar como comida de peces. Se imaginó los peores escenarios, y se enojó con si misma por haber caído en las provocaciones, por no poder odiar a Daemon como debía.

Alysanne, muy en el fondo, ocultaba un sentimiento que terminaría por hundirla, una revelación que haría las cosas mucho más complicadas. Ella desde entonces solo se encargaría de enterrar lo que sentía por Rhaenyra hasta que solo quedará un borroso recuerdo. Supo que sería difícil, ya que ella aún quería permanecer a su lado, se lo había prometido y lucharía por que fuera así.

El hermano del rey salió del Salón del Trono minutos después, vio a la Velaryon ir de un lado a otro muy cerca y de inmediato fue hacia ella.

La encontró alterada, pero supo calmarla con un beso para después abrazarla fuertemente. Ambos podrían no haberse reconciliado, pero seguían queriéndose hasta la muerte.

—Haré lo necesario, mi querida —prometió, queriendo poder conservar el aroma de Alysanne en su cuerpo, poder recordarla aunque se fuera—. Y podremos estar juntos.

—¿A qué te refieres?

—Solo aguarda —pidió, tomándola por el mentón antes de dejar un beso en su frente.

Daemon luego de ello, se fue, dejándola desconcertada. Alysanne quiso ir detrás de él, pero un guardia recordándole la reunión con el rey la retuvo.

—Su majestad la espera.

La Velaryon lo miró, aún estando muy conmovida como para poder entender lo que estaba por venir. Asintió y fue hacia el Salón del Trono, pisando con cuidado al creer que en cualquier momento podría caer.

—Alysanne —llamó el rey, quién estaba sentado en su trono.

Ella subió la cabeza, decidiendo centrarse en la situación. Estaba dispuesta a afrontar las consecuencias.

—Estuviste ahí —inició el monarca—. Has visto mejor que nadie lo que ocurrió, y debes decírmelo. Daemon asegura que no ocurrió con Rhaenyra lo que se cree.

—Así es, su majestad —confirmó Alysanne la suposición—. No se hizo con Rhaenyra lo que puede dañar su reputación a totalidad.

—La mancillaron —dijo, entendiendo que intentaba rebajar la gravedad de lo ocurrido—. Tú lo hiciste también. De Daemon puedo esperarlo, él no tiene límites, pero de ti, me sorprende y decepciona demasiado.

—Lo siento más de lo que puede imaginarse, majestad —dijo, luchando por mantenerle la mirada—. No supe actuar como era debido, se perjudicó a Rhaenyra. Yo lo lamento —expresó, bajando finalmente la cabeza mientras las lágrimas descendían por sus mejillas.

Rhaenyra era su punto débil.

—Tus lamentos no sirven para nada —dijo el rey, poniéndose de pie—. La relación que mantienen nuestras Casas es de suma importancia para mí, y solo por ello, dejaré que te vayas y esto quede olvidado.

Alysanne lo consideró piadoso, pero no pudo aceptar.

—Majestad... Yo, yo no puedo irme.

—¿Te atreves...?

—Le he prometido a Aemma que cuidaría de Rhaenyra, que me mantendría a su lado. Ya he fallado una vez, no puedo hacerlo dos veces.

—¡Tú no cuidaste de mi hija! —recordó, olvidando la poca paciencia que le quedaba y acercándose a ella—. ¡Permitiste que su reputación quedará arruinada! ¡La arruinaste!

—Deme el castigo necesario —pidió, mostrándose decidida—, pero no me alejé de Rhaenyra.

—Ese es el castigo que mereces —respondió entre dientes.

—No me alejaré de Nyra una vez más —demandó.

—Tú no eres quien decide.

Alysanne tuvo que tomar las riendas de la situación de una manera que no había querido.

—¿Está seguro, majestad...? Rhaenyra es ya una mujer, y puedo estar segura de que me tiene mucha más consideración que a usted. Yo le puedo ofrecer mucho, la libertad que está implorando. ¿Cree que se negaría?

—¿Me estás...?

—Solo le estoy haciendo ver la realidad —interrumpió, alzando aún más la cabeza cuando estuvieron frente a frente—. Majestad, quiero a Rhaenyra, y no me iré, no si eso significa dejarla sola.

El rey quedó totalmente atónito. Realmente la sumisa Alysanne que en un pasado había conocido, ya no existía. Ella había tomado su consejo, y ahora se tenía confianza, lo que la llenaba de poder.

—¿No te has enamorado u obsesionado con ella? ¿O si? —preguntó, sintiendo un profundo rechazo por la idea.

Aquella cuestión había tomado a la Velaryon por sorpresa, nadie se lo había preguntando hasta ese punto, ni ella.

—No aporta nada a la situación confirmarlo o negarlo —fue lo que respondió—. Solo debe quedar claro que mi deseo es proteger a Nyra, y que haré lo necesario para quedarme a su lado.

—¿Protegerla? —repitió, riéndose al segundo—. ¿Aún no entiendes que no puedes protegerla, que no sabes cómo hacerlo?

Eso fue como una puñalada en el pecho para Alysanne, pero no lo demostró.

—Puedes quedarte, puedes ver cómo ella se casa y forma una familia, cómo cumple con su deber. Espero que, por lo menos, sepas incentivarla a ello.

Alysanne pensó en aquello, repudió la simple imagen de Rhaenyra con alguien más. Pero aún así, tuvo que asentir con la cabeza.

Ella aceptaba quedarse a lado de Rhaenyra, de la manera que tuviera que ser, pero con su Nyra hasta el final.

¡voten y comenten!

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JEMIISA ©
07/11/2022

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