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viii. return

⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO OCHO
⚔️   regreso  🪙

la única cosa que respeta el poder es el poder

—¿Así que me amas? —preguntó Daemon.

Ambos estaban en las orillas del mar, ya se habían sumido en él para limpiar los rastros de la batalla.

—¿Debería confirmarlo?

—No puedes negarlo.

Alysanne sonrió, entendiendo que no podía fingir más. Vio a Daemon sentarse a su lado. Todo estaba muy solitario y el ruido solo provenía de las tiendas de campaña, en donde todos se preparaban para partir.

Ambos estaban cubiertos por las simples telas que usaban para dormir y habían tomado para cubrirse luego de sumergirse en el mar.

—Ya no sé si quiero negarlo —murmuró, fijando su mirada azulada en el perfil del príncipe, quién miraba el horizonte.

—Dilo —exigió, volteando su torso hacia ella para poder detallarla con cuidado—. Dilo, bella Alysanne —susurró sin dar más acercamiento, dejando que ella iniciará si así lo quería.

La Velaryon apretó la tela que cubría sus piernas, intentando mantenerse bajo control.

Pero nada malo podía ocurrir si se dejaba llevar una vez, ¿verdad? Si permitía que sus deseos y su inquieto corazón tomarán el poder, ¿estaría errando?

Esperaba tanto que no, porque estaba a punto de permitirlo.

—Daemon Targaryen... —inició, tomando su mano, la cual reposaba en la arena—, yo no puedo ocultar más que te amo, y deseo que te quedes solo a mi lado.

Acercó su rostro entonces, tomándose el tiempo necesario al saber que ya no iba a arrepentirse. Jugaba con la paciencia de Daemon, quien esperaba ansioso sus fríos labios, los cuales podían subir de temperatura con su roce.

—¿Tú me amas? —le preguntó a escasos centímetros—. ¿Por lo menos me quieres estando dispuesta a dar todo por ti?

—Desde siempre te he amado, Alysanne —respondió, abrazando su cintura para evitar que se fuera por algún motivo—. Desde antes, ahora y por siempre.

Ambos sabían lo que vendría, y sintieron sus corazones intentar abandonar sus cuerpos para encontrarse. No tardaron más, y fue Alysa quien dio el primer paso, juntando sus labios con los de Daemon. No pasó mucho para que el ojiazul la tomará por la cintura y la subiera encima de él, intensificando el contacto y aumentando la pasión entre ellos.

Sus besos hicieron que algo estallara dentro de sus pechos y un hormigueo recorriera sus cuerpos.

Cuando se tomaron un segundo, Alysanne lo tomó por la barbilla, haciendo que se observarán con el deseo flameando en sus ojos.

—¿Cómo logras hacerme esto? —preguntó embelesada.

—De la misma manera en la que tú me haces esto a mí —respondió en un susurro que le erizó toda la piel.

Apartó la mano de Alysanne y volvió a unir sus labios, la tomó por la cintura aún más fuerte, guiando cualquier movimiento.

Los besos fueron bajando por el cuerpo de la Velaryon, pasando por debajo de la tela sin ningún tipo de complicación. Ella empezaba a perder la consciencia de lo que podría hacer.

—¿La dejarás? —le preguntó, viéndolo dejar besos húmedos por su cuello y pecho sin darle mayor prioridad a la mujer de la que hablaba.

—Haré lo que sea por ti, Alysanne.

Daemon la regresó a la imprudencia, tomándola fuertemente antes de dejarla sobre la arena y colocarse sobre ella. Sus manos se colaron por debajo de la tela y repasaron toda su piel desnuda, sacándole muchos suspiros que le fueron imposibles de reprimir.

Daemon le sacó el camisón, deleitándose con cada parte del cuerpo se Alysanne. Era magnifica en todos los sentidos, y él amaba poder tener aquel poder sobre su cuerpo, amaba ser quien podía tocarla y cuidarla.

Cuando llegó el momento de regresar a casa, el rey solicitó que regresarán al palacio para glorificar su victoria.

Lord Corlys se negó a esa posibilidad, mientras que su hija decidió aceptar e ir en representación de su Casa junto a Daemon.

Al Salón del Trono llegaron muchos miembros de la Corte ese día, esperando por quienes habían llegado a la victoria.

Alysanne y Daemon entraron uno al lado del otro, tomando ambos el arma que le habían arrebatado al difunto Alimenta Cangrejos.

—Añádela al trono —le dijo el Targaryen al rey cuando se detuvieron cerca al Trono de Hierro bajo las atentas miradas de los presentes y las espadas de la guardia real apuntándoles.

Cuando se mostraron en paz y dejaron caer las armas, los demás hicieron lo mismo con sus espadas.

—Usas una corona, Daemon —mencionó el rey Viserys, quién estaba unos pasos adelante de su trono—. ¿Te haces llamar "rey"? ¿Y acaso la doncella a tu lado, "reina"?

—Oh, su majestad, jamás usurparía ese título —informó Alysanne, fijando su mirada en la reina Hightower, recordando la última vez que la había visto.

—Una vez que derrotamos a la Triarquía, me nombraron rey del Mar Estrecho —hizo saber, causando los murmullos de la gente.

Alysanne recordó aquel momento, al igual que los gritos declarándola la Reina de los Dragones.

—Pero sé que solo hay un verdadero rey, majestad.

Daemon se colocó de rodillas ante el rey, demostrándole su lealtad. Alysanne, por su parte, solo bajó la cabeza.

—Mi corona y los Peldaños de Piedra... Son suyos.

Viserys sonrió, apreciando y atesorando el gesto de su hermano.

—¿En dónde está Lord Corlys? —preguntó al no verlo por ningún lado.

—Zarpó a casa, a Driftmark —respondió la Velaryon.

—¿Quién cuida de los Peldaños?

—Las mareas, los cangrejos, y dos mil corsarios muertos de la Triarquía empalados en la arena como advertencia a quienes sigan.

El rey descendió de su trono, haciendo sonar su espada en cada peldaño. Al llegar a Daemon, tomó la corona que le ofrecía, se la dio a un guardia y bajo la expectativa de todos, hizo a su hermano ponerse de pie. Él tomó con una mano el brazo de su hermano, y con la otra el hombro de Alysanne, expresándoles su gratitud.

Fue Daemon quien recostó su cabeza un segundo en el hombro del rey, mientras que Alysanne los observó con una sonrisa. Las acciones de su caballero podían ser falsas, pero aún así le hacía feliz que estuviera finalmente en paz con su familia.

—El reino está en deuda con ustedes —concluyó el rey mientras la gente aplaudía—. Vengan —pidió, llevándolos hacia el patio real, donde les esperaba un banquete.

—¿Cómo ha estado, mi rey? —preguntó Alysanne en el camino—. He oído que ya tiene más familia.

—Oh, así es.

—Ha de sentirse muy complacido —comentó, pensando en el pasado—. Su linaje continúa y muy fuerte.

—Solo espero que Rhaenyra pronto pueda tomar un esposo.

—No creo que esté siendo una tarea muy fácil —opinó Daemon, conociendo a su sobrina.

—¿Ha tenido éxito?

—Oh, en lo absoluto —respondió, sintiéndose exhausto con solo pensar en ello—. Ella todavía no comprende la importancia de un compañero, aún más siendo la futura reina.

Alysanne miró de inmediato a Daemon, entendiendo que la sucesión era un tema delicado para él.

—Rogémosle a los Siete que pronto pueda encontrar al indicado. Me hace recordar a mi hermano, él aún no está comprometido, y tampoco tiene intenciones —le contó la Velaryon al rey, desviando el tema.

—¿Y tú, Alysanne? —le preguntó Viserys mientras estaban próximos a llegar al lugar del festín.

La menor compartió una mirada de complicidad con Daemon, la cual intentó ser lo más disimulada posible. Ambos no habían hablado acerca del tema, pero sabían que un matrimonio estaba en los planes de ambos.

—Bueno, esta guerra en los Peldaños de Piedra ha consumido mucha de mi atención como para pensar en ese tipo de cosas. Mi madre me ha mandado varias cartas insistiéndome en dejar la armadura y formar una familia.

—Rhaenys. Hace tanto que no puedo verla —recordó—. Es mi prima favorita, pero supongo que ha sido por las circunstancias.

—Así es, su majestad —estuvo de acuerdo Lady Alysanne.

A su llegada, la gente les aplaudió, reconociendo sus esfuerzos.

Los tres continuaron platicando amenamente, ahora con la presencia de la reina Alicent.

—No, no, no. No voy a revivir este debate —dijo el rey—. Siempre fuiste el favorito de mamá. No es un gran misterio —les contó a las dos damas, quienes sonreían ante el relato—. Nuestra madre no apreciaba las costumbres y tradiciones...

Pero cuando Alysanne vio a Rhaenyra aproximarse, el rey paso a segundo plano. No pudo oírlo más, ya que lo único que su corazón le ordenó en ese instante fue deleitarse con la princesa. No la había visto por un largo tiempo, pero la encontraba exactamente igual como la había dejado, quizás aún más preciosa y madura.

—Felicidades por su victoria —dijo Rhaenyra con una sonrisa.

Y mientras el rey la observó de mal humor, los recién llegados le agradecieron con una sonrisa.

—Tal vez el príncipe Daemon y lady Alysanne quieran visitar la galería —propuso la reina para salvarlos del incómodo silencio—. Aún no han visto los nuevos tapices que regalaron de Norvos y Gohor.

Pero el rey estalló en risas, conociendo a su hermano.

—A él no le interesan tales cosas.

—Pero yo estaría encantada de verlos —dijo Alysanne, salvando en esa oportunidad a Alicent del mal rato que le hacían pasar—. Hace mucho que no estoy en el palacio.

—Yo también quisiera verlos —comentó Rhaenyra, fijando su mirada en la Velaryon.

—Entonces no debería privarte de ello —dijo Viserys, volviendo a su seriedad.

Había un grave problema entre el rey y su heredera, se podía percibir desde lejos.

—Iremos a observarlos —habló Alysanne. Cuando estuvo alejándose, Daemon se encargó de hacer que sus dedos rozarán.

La princesa y lady Alysanne se fueron a la galería, manteniéndose en silencio por todo el trayecto.

Si bien no era la primera vez que se veían luego de que Alysanne abandonará la Fortaleza Roja, se sentía extraño.

En un lapso de tiempo situado durante la guerra que se libraba en los Peldaños de Piedra, Rhaenyra Targaryen no había podido reprimir más la necesidad de ver a Alysanne Velaryon, de hablar con ella y poder confirmar que estuviera bien.

Cuando la descendiente del mar se fue sin ninguna explicación o mensaje escrito, Rhaenyra se sumió en una severa tristeza. Todo lo que le ocurría se sentía demasiado, y no podía enfrentarlo sola.

Su viaje en dragón hacia la descendiente del mar no tuvo los mejores resultados. Rhaenyra lo recordaba bien.

. . .
FLASHBACK

—Es lo que debo hacer por mi familia. Y lo siento, princesa, pero ya no puedo decepcionarlos más.

—Regresa conmigo a la corte, seré tu familia, una que jamás te exiga nada y siempre te ofrezca su apoyo.

—No pasará, Nyra. Yo, lo lamento de verdad.

. . .

Ahora, ambas ya estaban en diferentes puntos de sus vidas, cerca pero a la vez muy distanciadas.

—¿Cómo te está yendo con la búsqueda de un pretendiente? —preguntó Alysanne, implorando que su intento por iniciar una conversación no fallará.

—Mi papá me dio la libertad de elegirlo, pero... Ninguno parece suficiente.

—Eres la princesa, ninguno jamás podría serlo —opinó—. Entiendo que no ha de ser fácil.

—Para nada lo ha sido sentirme tan oprimida —dijo, cerrando sus manos con fuerza—. Al final, fue mejor que te fueras, por lo menos eres libre, te va mucho mejor de lo que te pudo ir como reina.

—¿A qué te refieres? —indagó confundida.

—Eres dueña de tus decisiones, no debes ser prisionera en tu propio castillo como Alicent, no te hacen expulsar herederos.

Alysa sintió pena por Hightower y lo que vivía, no creía que podía merecerlo.

—Por lo menos tú has llevado la vida al límite —continuó.

—No ha sido maravilloso, Rhaenyra —dijo, recordando varios de los malos momentos—. Hubieron muertes, perdidas, momentos en los que nadie quiso continuar. Daemon salió lastimado muchas veces, y yo igual al acompañarlo buscando aquella estúpida sensación de poder.

—¿Y lo positivo?

—Bueno... Ahora soy una guerrera —respondió, recordando que tenía una daga escondida debajo del vestido, en sus mallas—. Sé cuidar de mí. También me he unido a Rhagar, él y yo somos prácticamente uno, puede sentir cuando estoy mal, y yo puedo sentir cuando está inquieto, cuando está alegre y quiere dar un paseo. Mi relación con los dragones ha evolucionado mucho. Eso sí es maravilloso.

—Oh, de seguro —respondió, entendiendo aquella conexión de un dragón y su jinete.

Volvieron a quedarse en silencio, ya estaban dentro de la galería y observaban los nuevos tapetes.

—Te extrañé —confesó Alysanne, deteniéndose—. Y sé que puedes estar enojada conmigo por dejarte, yo también me arrepiento de ello muchas veces.

—No quiero hablar de esto —dijo la Targaryen, deteniéndose unos pasos más adelantes. Ella no se dio vuelta, no quería verla.

—Sentía que era mi deber, pero veo ahora que mi deber también era acompañarte. Se lo prometí a Aemma, no debí dejarte sola de la manera en la que lo hice. Lo lamento mucho, Nyra.

Rhaenyra la miró de reojo, sintiendo que sus ojos azules se nublaban por las lágrimas.

—Estaré presente desde ahora, siempre y cuando lo necesites.

La Targaryen no pudo aguantar mucho más y acortó la distancia entre ellas con un fuerte abrazo, lo había necesitado desde hace mucho tiempo. Rhaenyra solo quería a Alysanne a su lado por todo el tiempo posible, de cualquier manera, pero junto a ella.

—Yo también te extrañé mucho, Aly —susurró, haciendo a la Velaryon sonreír—. Te quiero demasiado...

—Y yo a ti, mi pequeña Nyra, más de lo que puedes imaginarte.

¡voten y comenten para más capítulos! 💐

pronto un maratón. 🙊































































































































































































JEMIISA ©
05/11/2022

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