vi. feelings
‧₊˚「 CAPÍTULO SEIS 」˚₊‧
• segundo acto •
🫀 sentimientos 🗡️
❛ si te alejas, te rogaría de
rodillas que te quedes
no me culpes, el amor me
volvió loco. si no es así, no
lo estás haciendo bien ❜
don't blame me ━ taylor swift
Quedaba muy poco tiempo, y este no estaba siendo tan considerado.
La respiración de Rhaena se aceleraba aún más en cada paso que daba. Sentía que su corazón pronto podría explotar. Había oído a Rhaenyra, se irían. Dejarían una vez más la Fortaleza Roja, y era muy improbable que regresarán. Si bien Alyssa amaba a Daeron, no era seguro que ella decidiera dejar todo por él, a la familia que amaba.
Su mente no podía dejar de pensar, imaginar todos los posibles escenarios. No se sentía segura, solo esperaba no haber tomado el camino incorrecto. Recordó su niñez, a dónde se escabuía cuando las clases de historia se volvían aburridas; la habitación de Aemond Targaryen.
Al estar cerca, no pudo sentirse más nerviosa. Realmente tenía el corazón en la mano, palpitando con tanta intensidad que pronto podría caer. Ella ya lo había pensado con claridad, amaba al príncipe, aunque eso hiciera que se odiara a sí misma.
Pese a eso, seguía teniendo esa necesidad de regresar por donde había venido, ir con sus padres, sus hermanas, su familia. Pedir el consejo de su abuela, quiso que alguien le pidiera detenerse.
Pero, el tiempo no dejaba un momento para arrepentimientos.
Aemond había salido de su alcoba con todas las intenciones de ir por Rhaena, repitiendo en su mente lo que Daemon le había dicho sobre lo que realmente significaba el amor, y que él nunca podría dárselo a su hija. Él estaba decidido a demostrar lo contrario, él amaba a Rhaena, así que iba por ella. No fue necesario ir tan lejos, la había encontrado a unos pasos de distancia.
—¿Rhaena? —quiso confirmar al verla de espaldas.
La pelinegra de ojos oscuros entonces sintió cómo el mundo se detuvo debajo de sus pies. Su respiración se cortó y no supo cómo reaccionar.
—¿Rhaena, qué haces aquí? —insistió, acercándose más a ella.
La Velaryon dio vuelta, evitando que continuará acercándose. No supo de dónde, pero obtuvo fortaleza. Su corazón inquieto tomó el control aún cuando su mente intentó luchar.
—Me lastimas y nunca podrás remediarlo —inició, dejando ver las lágrimas que cuidaban sus tristes ojos—. Eres perjudicial para mí, todo este tiempo has atormentado mis sueños, actuado en contra de mi cordura. Juntos, sé que solo nos destruiremos —articuló, añadiéndole a cada palabra un toque melancólico, al borde del llanto—. Pero... deseo que me convenzas —confesó, sorprendiendo al príncipe, que había quedado transtornado con su confesión. Su corazón se había oprimido—. Queda muy poco tiempo, Aemond. Convénceme... de volver a amarte, de volver a reclamar tu corazón. Haz que olvide todo y solo quiera estar a tu lado, que no importe nada más.
Y al terminar, todas sus palabras se unieron para romper el corazón de Aemond Targaryen con tanta fuerza que lograron reducir a escombros varios pedazos. Sus ojos llenos de lágrimas le hicieron recordar el pasado, el momento exacto en el que cometió su peor error.
Sintió todo el miedo que la invadía, y no pudo hacer más que tratar de reducirlo. Acercó su brazo a ella con mucha precaución, yendo con calma, fue desde su mano hasta su antebrazo, y Rhaena hizo lo mismo involuntariamente.
Ella ya había dado el mayor paso, había ignorado todas las exigencias de su cabeza, le había cedido el control a su torturado corazón, todo quedaba en manos del príncipe.
Él podía rechazar todos sus sentimientos y alejarla, permitir que regresará con su familia y lo olvidará de una vez por todas. Pero, aquel deseo de ser egoísta persistía. Desde que la había conocido, ese sentimiento de adoración se había presentado. La amaba y la quería, lo admitía.
Así que lo pidió, dándole finalmente tregua a su corazón.
—Quédate a mi lado, cuida de mi corazón y yo cuidaré del tuyo. Rhaena, puedo rogarte de rodillas si es lo que necesitas. Te amo y quiero que estés conmigo por la eternidad.
La Velaryon volvió a quedarse sin respiración. Su seguridad al hablar reavivaba su alma. Ella no expresó palabra por unos segundos, queriendo repetir en su memoria una y otra vez lo que le decía, para confirmar que era real.
Pero Aemond tomó eso como su indecisión, y cumplió lo que dijo. Flexionó su rodilla derecha y se arrodilló ante ella. Tomó su mano y la besó.
Eso fue, impresionante, letal para su poca noción de la realidad.
Rhaena lo atrajo hacia ella, poniéndolo de pie para poder tomarlo por el cuello y acercar su rostro. A centímetros, no pudo evitar sonreír, sintiendo escurridizas lágrimas deslizarse por sus mejillas.
Finalmente unieron sus almas en un beso. Todo lo que habían estado guardando en el paso de los años pudo ser libre, y se deleitó con lo que veía. No se lo hubieran creído hace unos meses.
Estaban juntos.
Rhaena paseaba sus dedos por el cabello plateado del príncipe, mientras él presionaba la cintura de la castaña lo suficiente para mantenerla cerca. Besaban sus labios con necesidad, con deseo, pero también con amor. Era lo esencial para que ambos pudieran estar disfrutándolo.
Se sentían plenamente libres sin importarles aún su alrededor. Creían en ese instante que podrían con todo, el contacto del otro era un gran reconfortante. Alegraba sus corazones y fortalecía sus mentes.
—¿Cómo nos enamoramos? —le preguntó Alysanne a sus esposos.
Ellos empacaban para el día siguiente bajo la tenue luz de algunas velas. Ya lo habían hablado, y estaban de acuerdo en que regresarían a Dragonstone hasta que Alyssa estuviera segura de su decisión. Pero la princesa de la vida se había mostrado muy insegura ante la idea de irse.
—El tiempo hizo lo suyo —respondió Daemon su interrogante, notando que algo inquietaba a su hermosa Alysanne—, porque siempre hemos estado destinados.
—El corazón es muy necio —añadió Rhaenyra, acariciando su vientre—. A pesar de querer rechazar cualquier sentimiento, él insiste en persistir.
—Logra su cometido —concluyó la Velaryon, viéndolos acercarse a la sección de la cama. Ella había decidido sentarse un instante—. Nos unió y ahora no hay manera de que nos separemos.
Daemon fue el primero en llegar, tomando asiento a su lado izquierdo. Tomó su mano, y detalló los anillos de matrimonio en sus dedos.
—Somos una familia —recordó Rhaenyra, sentándose con cuidado en su lado vacío.
Alysanne acarició el rostro de su Nyra antes de fijarse en su vientre, en el próximo niño que tendrían.
Rhaenyra había terminado de traer dicha a su hogar, era felicidad para Daemon y Alysa. Todo lo que les daba, ellos jamás podrían pagárselo.
Se amaban demasiado.
Rhaenyra y Alysanne amaban a Daemon tal y como era, cada risa o cada bajón. Sabían controlar su carácter y calmar al feroz dragón que tenía en su interior con todo el amor que guardaban.
—¿Me aman? —preguntó la Velaryon de repente—. ¿En realidad...?
Y la pregunta fue absurda para ellos. Alysanne era una de las personas más importantes en sus vidas. Era la luz en una sombría caverna, era las mareas que cubrían las orillas, era el fuego que encendía sus corazones. Lo era todo.
No recibió una respuesta, solo caricias, besos y miradas que le hicieron saber una vez más cuál era la realidad.
Alysanne probó los labios de sus amantes hasta que su quisquilloso corazón pudo estar satisfecho.
Volvió a sentirse tranquila con el cuidado de quienes darían la vida por ella, y viceversa.
—Los amo.
Ni bien llegó la mañana, el reino despertó. Se oyeron pláticas a fuera de las alcobas y muchos ya estuvieron listos para otro día.
El matrimonio Targaryen-Velaryon estuvo preparado para partir. Rhaenyra había ido a confirmar que sus hijos tuvieran todo listo, mientras que Daemon había decidido visitar una última vez a su hermano.
Alysanne se quedó sola en su antiguo dormitorio unos segundos, recordando. Vio por el balcón todo el ajetreo de la Fortaleza Roja, pero ello no arruinó su paz, solo le recordó el adorado pasado.
Su soledad se vio interrumpida poco después. Rhaena entró a su habitación con Aemma detrás, pidiéndole casi a gritos que recapacitará. También estaba Alyssa con ellas.
—¿Pero qué es lo que ocurre? —preguntó su madre confundida. Las tres estaban muy extrañas, alteradas, nerviosas—. ¿A qué viene tanto griterío?
Las jóvenes terminaron de entrar y cerraron las puertas. Alysanne ya se había acercado a ellas. Las mellizas empezaron a hablar al unísono, y eso complicó aún más las cosas.
—Alyssa —llamó su madre, haciéndolas callar—. Dime qué es lo que ocurre.
La de cabello plateado miró a sus hermanas mayores antes de fijarse en su madre. Tendría que ser quien le contará lo que ocurría, lo que comúnmente hacía con facilidad.
Pero esa vez le resultaba más difícil, implicaba muchas más cosas.
—Rhaena ha tomado una decisión... —inició, bajando la mirada—. Ella no irá a Dragonstone.
—¿Qué? —preguntó sin comprender. Sabía que Alyssa no mentía, pero lo que decía no tenía sentido para la reina de los dragones.
—Mamá, voy a quedarme en la Fortaleza Roja... —manifestó Rhaena, llamando la atención de su progenitora—. Con Aemond.
Y eso se sintió como un puñal en el corazón. Una de las mayores inquietudes de Alysanne se cumplía. No había sido Alyssa, si no Rhaena, siempre tuvo que ser ella.
—Quiero a Aemond, madre. Quiero unirme a él en matrimonio.
Y la Velaryon de inmediato regresó al pasado. Recordó a su hija diciéndole ello con poco más de 10 años. Había crecido tanto, pero al parecer sus deseos no habían cambiado.
—Ya no eres tan pequeña como en ese entonces... —susurró, decidiendo sentarse en uno de los muebles, el más cercano—. ¿Rhaena, estás segura? Puedes estar confundiendo lo que sientes.
—Mamá, siempre lo he querido —expresó, acercándose a ella. Se arrodilló para estar a su altura, y tomó sus manos—. Amo a Aemond, y él me ama.
Alysanne y Rhaena compartieron una mirada. La mayor se sentía más afectada por la noticia de lo que podía esperar.
—No puede ser posible, madre —dijo Aemma—. Ella no pertenece aquí. No puede quedarse con los Verdes, con Aemond, él no va a poder cuidarla.
—Tú no sabes nada, Aemma —aseguró su melliza, enfadada de que se inmiscuyera en el tema—. Tú estás bien con Jacaerys, y nadie te dice nada. No molestes a los demás.
—Rhaena —llamó su madre con advertencia. No quería peleas—. Lo que me dices es, sorprendente —retomó, sin saber cuáles palabras serían adecuadas—. Mi niña excepcional... —susurró, acariciando sus mejillas—. No sé si deba apoyarte. Quizás estaría empujándote a la fosa más profunda sin saberlo. Puedes salir lastimada.
—Mamá, yo estoy segura —manifestó, sintiendo lágrimas en sus ojos por ver a su madre tan vulnerable. Ella entendió que para la poderosa Alysanne, su familia era su mayor debilidad—. Estaré bien.
Antes de que la Velaryon pudiera darle una respuesta, Daemon ingresó con la intención de apresurar a su esposa, pues ya estaban empezando a preparar al navío para partir.
Pero al llegar, se encontró con aquella escena y el mal presentimiento lo inundó.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó, mirando a cada una de sus hijas—. ¿Alysanne, estás bien? —se fijó en ella al verla llorar.
—Papá, he tomado una decisión —indicó Rhaena al ponerse de pie.
Pero cuando creyeron que las cosas no podrían ponerse peores, lo hicieron. Alyssa, quien desde hace un rato había estado buscando fuerza para expresar sus deseos, finalmente alzó la voz.
—Yo también tengo algo que decir.
Sus padres y hermanas la miraron confundidos. Alysanne volvió a temer, y con más intensidad.
—Ya se lo expresé a mamá, pero creo que lo consideró un momento de incoherencia —mencionó, observando a la mayor—. Quiero quedarme aquí, quiero cuidar del rey y ser su compañía hasta que sus días y pesar acaben. Él no merece morir solo, rodeado de buitres esperando por su cadáver.
Daemon se sintió demasiado conmocionado. Por una parte, se sentía agradecido y orgulloso de tener una hija como Alyssa, pero por otro, lamentaba la simple idea de que se alejará. Aún así, sabía que la apoyaría, porque amaba a su hermano, y creía lo mismo que su hija.
El rey no merecía morir en soledad.
Alysanne, por su lado, aunque la hubiera apoyado hace unos minutos, ahora se sentía paranoica. Perdería a una hija más, y eso era lo que menos quería.
—¿No es por Daeron? —preguntó, queriendo que fuera sincera, creyendo que esa era la verdad.
—No —respondió de inmediato, pero sin esperarlo, sonó insegura—. Mamá, mi propósito es cuidar del rey. No es por Daeron.
—Pero él estará aquí, y tú te quedarás con él. Es tu propósito, ¿no? Dilo, se sincera —la atacó, poniéndose de pie bruscamente—. ¡¿Quieres traicionar a tu familia como Rhaena?!
Esa faceta casi maníaca de Alysanne asustaba a sus hijas, y preocupaba a Daemon. Él solo la había visto de tal modo en los Peldaños de Piedra, y ese había sido uno de sus peores momentos.
—Mamá, calma —pidió Aemma, tomando el lugar de su melliza y quedando a lado de su madre—. Tranquila, podemos solucionar esto.
—Solo tú eres leal —dijo, tomando su rostro—. Mi primogénita nada más.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Daemon una vez más, entendiendo que la situación era más grave de lo que parecía.
—Quiero quedarme aquí con Aemond, papá —mencionó Rhaena, bajando la cabeza al no poder mirarlo. Sabía que lo decepcionaba—. Espero casarme con él.
—¿Y tu compromiso con Lucerys? ¿Y... tu odio hacia él? —preguntó su padre, negándose totalmente a la posibilidad—. No puedes unirte al bando de los Verdes. Debemos alejarnos lo más posible de ellos.
—¿Y Alyssa? —preguntó, sintiendo que era la única atacada—. Alyssa también quiere quedarse aquí, ella también podría casarse con uno de ellos. ¿Por qué solo soy yo la mala?
—Alyssa se queda a cuidar de su tío —mencionó—. Pero sabemos bien que ella pensaría más tiempo el quedarse sabiendo lo que significa.
Rhaena sintió eso como una puñalada en el corazón. ¿Acaso era realmente tan mala, tan desleal?
—Hija, casarte con Aemond es una locura —calificó el príncipe, tomando sus manos. Él amaba a su hija como a las demás, y siempre iba a querer protegerla—. Puedes regresar ya a Rocadragón, estar con nosotros, tu familia. ¿Realmente quieres perder todo eso por él?
Y ese fue el momento en el que debería tomar la decisión final. No habría marcha atrás. Podría acabar con todo o continuarlo manteniendo la cabeza en alto.
—Si ese es el precio por estar a su lado... lo pagaré —respondió—. Aunque mi corazón se rompa, aunque el desprecio de mi amada familia me hiera.
Entonces Alysanne sintió una fuerte dosis de cordura combinada con memorias del ayer. Se recordó a si misma dejando la Fortaleza Roja, Driftmark, por Daemon, se recordó tomando decisiones duras para poder estar con Rhaenyra. Todo lo que había hecho para poder ser feliz.
Alysanne Velaryon comprendió, aunque eso le doliera. La idea mataba un pedazo de su alma, pero sabía que no iba a poder cambiarlo.
—Quédate... —articuló la heredera del mar en un murmullo, sorprendiendo a quienes estaban a su alrededor. Había cambiado de parecer muy de repente—, si es lo que realmente quieres, Rhaena.
Ella se acercó a su hija, y todos quedaron expectantes por su siguiente movimiento.
—Los sentimientos son una debilidad —expresó, tomando entre sus dedos algunos de sus mechones castaños—. Pero tenemos que volverlos una fortaleza... Somos una familia, poderosa y unida.
—Mamá...
—He intentando siempre protegernos —mencionó, recordando cómo siempre había querido tener más para cuidar de sus seres queridos—. Y siempre lo haré, aún cuando decidan apartarse de nuestro lado.
—Lo siento...
—Te amo, Rhaena —expresó, rodeándola en un cálido abrazo. Le daba a paz a su hija, y a ella misma—, y siempre te apoyaré. Como lo hice cuando eras mi niña tan pequeña y excepcional, y como lo haré hasta el final de mis días.
Rhaena se rompió en los brazos de su madre, las lágrimas nublaron su visión y su corazón navegó en mares de tristeza, corriendo el peligro de naufragar.
—Estaré con ustedes en cada paso que den —añadió, mirando a sus otras hijas—. Aunque eso signifique tener que dejarlas ir.
Alyssa fue la primera en mostrar su lado sentimental y vulnerable, yendo a abrazar a su madre. A ella la siguió Aemma.
—Pero siempre intentaré aplazar ese momento, ¿bien? —añadió mientras besaba sus cabezas—. Siempre serán mis pequeñas niñas, mis descendientes, mis herederas.
Daemon y Alysanne las habían formado como guerreras fuertes y temibles que supieran envainar magníficamente una espada, a amantes de dragones que pudieran cubrir sus espaldas. Y jamás les habían evitado amar, siempre les inculcaron la bondad, la gratitud y la lealtad.
Y era quizás una debilidad, pero algo diferente no era lo correcto para ellos.
—Mamá —llamó Alysanne, evitando que subiera a su dragón.
Ella había pedido un momento para poder despedirse de su amada progenitora, la heroína de sus historias, su protectora.
—¿Qué ocurre? —preguntó Rhaenys Targaryen sin apartarse de Meleys. Ella no había asistido a la cena de su hermano, y tampoco había hablado con su hija luego de lo ocurrido con Vaemond.
—Noto que estás, enojada por lo que pasó —inició, jugando con sus manos nerviosamente. Era su madre, la autoridad que ella respetaba.
—Era tu tío, tu familia, Alysanne —recordó, y en la mirada que le daba se notaba su decepción.
—Él no era mi familia —contradijo, manteniéndose firme—. Trató de robar mi derecho, me subestimó toda mi vida. Fue un final que él buscó.
—Sé quién es mi hija —expresó, acercándose a ella una última vez—. Sé que tu vida ha sido un lucha sin fin para demostrar tus capacidades, y eso está bien. Pero nunca has sido ambiciosa, o vil, ni todo aquello que trae de la mano. No empieces desde ahora —pidió, acariciando su mejilla—. Como te lo he dicho antes, puedes vivir mucho mejor sin ese deseo. Tu padre es un claro ejemplo de lo mal que puede salir, condenó a su hijo a una vida de infelicidad solo por intentar llegar al trono.
—Lo sé... ―respondió, cubriendo la mano de su madre. Sus palabras resonarían por su mente un tiempo, quisiera o no.
Alysanne, sin saberlo, había sido en muchas ocasiones aquello que su madre siempre temía. Pero no era desmedida, ella solo lo hacía por su familia.
—Rhaena nuevamente quiere a Aemond —contó, queriendo que la ayudará.
—Nunca dejó de hacerlo —mencionó, siendo quien más podía opinar al haber compartido los últimos seis años con ella.
—¿Mamá, y si él no es para ella? ¿Si lo mejor es alejar a los hijos de Alicent de mi familia?
—¿Qué más ocurrió...? —preguntó, entendiendo que la situación abarcaba muchas más complicaciones.
—Daeron pidió la mano de Alyssa.
Rhaenys se mostró genuinamente sorprendida. Los hijos del rey realmente tenían una debilidad con las Targaryen.
—¿Confías en ellos?
—Para nada.
—¿Es por ellos? ¿O por el miedo que tienes a alejarte y que les pase algo?
—Por todo, definitivamente por todo —respondió, haciendo que su madre la abrazará—. Mamá, son mis niñas. No puedo dejar que las hieran.
Y entonces ambas notaron cómo había pasado el tiempo. Ahora Alysanne tenía una familia, como Rhaenys tanto se lo había pedido a los Siete. Pero su relación madre e hija no había cambiado para nada.
—Estarán bien. Son mujeres tan fuertes, valientes y poderosas como tú.
Oh, Alysanne rogaba que fuera así.
Su madre tuvo que irse poco después, montó a Meleys y acompañó a su navío hasta Driftmark, llevando el cuerpo de Vaemond Velaryon.
Su hija supo que algunos más tendrían que irse.
Rhaenyra, Daemon, los jóvenes príncipes y Aemma regresarían a Rocadragón. Mientras Alysanne y sus últimas dos hijas se quedarían, ella no podía dejarlas tan pronto, necesitaba asegurarse de que estarían bien en la Fortaleza Roja, un lugar que había dejado de ser territorio de su familia.
Algunos de los dragones de los Targaryen-Velaryon también se quedarían en King's Landing; Rhagar, el fiel dragón de Alysanne, Caníbal, que no planeaba moverse sin su jinete, Ala de Plata, la dragona de Rhaena, y Alba, montura de Alyssa.
Pronto, fue momento de que se despidieran. Estaban todos en el puerto, con excepción de Rhaena, quien no era capaz de aparecer.
—Aly, todo estará bien —aseguró su amada Rhaenyra, tomando sus manos para transmitirle fuerza.
—¿Y si no lo está? ¿Y si ocurre algo malo en Dragonstone mientras no estoy?
Rhaenyra tomó su rostro y besó su mejilla, calmó su ansiedad con ese simple acto. Sus lágrimas chocaron y de la mano se acompañaron hasta el suelo.
—Estaremos bien —aseguró al apartarse, sonriéndole—. ¿Acaso ya no soy valiente, o capaz, para ti, Aly? —preguntó con aire juguetón.
La Velaryon sonrió con tristeza, entendiendo que intentaba animarla.
—Eres de las mujeres más valientes que conozco, Nyra —respondió, tomando su rostro para besarla—. Cuídense, ¿si? Por favor.
Rhaenyra asintió antes de que se unieran en un necesitado abrazo. Ambas tenían miedo aunque no lo expresarán abiertamente. Pero sus corazones lo sentían, lo sabían, intentaban apoyar al otro sin importar cómo estuviera cada uno.
Se susurraron varias veces un "te amo", y cada uno quedó grabado en sus mentes.
Alysanne terminó de despedirse de su familia, de su amado príncipe y la única de sus hijas que retornaría a Rocadragón.
Aemma se sentía sumamente mal por tener que dejar a sus hermanas, pero sabía que no podría ayudar ahí. Su madre y sus hermanas menores se acompañarían, rogaba que estuvieran bien, pues las amaba.
Cuando el navío Velaryon partió, Aemma miró al horizonte, esperando recordar a sus hermanas cada que una ola se alzará. Las lágrimas caían por sus mejillas incontrolablemente, y junto a su padre, lo lamentaban.
Retornando a la Fortaleza Roja en carroza, Alysanne y Alyssa se reconfortaban, mientras Rhaena, llegando recién al puerto, veía cómo su familia se iba.
Rompió en llanto ahí mismo, sin importarle quiénes la observarán. Su corazón quedó roto, pues sabía que había tomado una decisión sin marcha atrás. Temía equivocarse.
Entonces oyó la voz de Aemond detrás de ella, llamándola. Volteó y pudo observarlo de pie frente a ella, con una expresión preocupada.
No necesitaron de palabras, Rhaena fue hacia él y se resguardó en sus brazos. Aemond la abrazó con fuerza y con todo el amor que pudo. Besó su cabello mientras veía las olas del mar. Él les pidió con fervor que calmarán el dolor de quien tanto amaba. Sus intenciones fueron sinceras, y el mar no pudo negarse.
¡la heredera del mar ha hablado, tus votos y comentarios ha ordenado! 🌊
preparando el caos -pose-
mientras escribía futuros capítulos, noté que debía cambiar algunos detalles antiguos para que la historia funcione ahora, así que, si notan algo extraño, soy yo editando todo a lo loco.
los tqm, gracias por continuar
apoyando. <3
J E M I I S A 🦋
04 / 12/ 2022
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