ix. loneliness
⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO NUEVE
⚔️ soledad 🪙
❛ el poder sin límites, es un frenesí que arruina su propia autoridad ❜
Ambas terminaron de ponerse al día luego de reconciliarse, regresaron al patio, vieron que la celebración ya estaba por terminar y solo había algunos conversando. Daemon estaba debajo de un gran y hermoso árbol, disfrutando del calor del sol.
Se aproximaron a él.
—Te veías tan satisfecho en Dragonstone, ¿por qué regresaste? —le preguntó Rhaenyra en Alto Valyrio—. De seguro hay más en tu regreso que solo burlarte de mi padre.
Daemon sonrió, y Alysanne, quien también había logrado comprender todo lo dicho por la princesa, miró al Targaryen, esperando su respuesta.
Había sido para ella una sorpresa que Daemon quisiera regresar al Desembarco del Rey con ella, pero no le había cuestionado motivos.
—Así que, ¿qué quieres? —insistió Rhaenyra.
—Solo la comodidad del hogar —respondió, mirando detrás de la menor a Alysanne.
Él caminó hacia el banquete, donde también habían muebles para descansar.
—No pensé que estuvieras cómodo en este hogar —expresó la heredera, siguiéndolo y llevándose también a Alysa de la mano—. Aunque supongo que te ves diferente por tus aventuras. Más maduro, tal vez.
—¿Eso crees? —preguntó Alysanne un poco burlona, ella se había quedado a lado de Daemon.
—Deja mi buena reputación —soltó él con una sonrisa antes de compartirle su copa de vino—. Por otro lado, tú misma has madurado en estos cuatro años, princesa. Te acostumbrarás a la atención.
—La atención la soporto, es lo demás lo que no quisiera —habló entre dientes, expresando su rechazo—. Mi padre parece empeñado en venderme al lord con el castillo más grande.
—Hay peores cosas por las cuales ser vendido.
—Lo que iba a decir yo —inició Alysa, notando que Daemon no ayudaba mucho—, era que quizás esas no son sus intenciones, Nyra.
El Targaryen tomó asiento, colocando sus piernas sobre la mesa del banquete muy relajado.
—El matrimonio solo es un acuerdo político —informó en Alto Valyrio—. Una vez casada puedes hacer lo que quieras.
—Tal vez lo es para los hombres —opinó Alysanne, utilizando el mismo lenguaje y sorprendiendo a Rhaenyra.
La Velaryon había aprendido mucho en su estadía en el mar.
—Para las mujeres es una sentencia de muerte —complementó la princesa, dejando su asombro para otro momento.
—Ojalá lo fuera. Me habría deshecho de mi perra de bronce hace años —soltó un comentario que Alysanne rechazó totalmente. Ella lo miró mal y Daemon alzó las manos un poco, como si hubiera sido descubierto durante un crimen. La Velaryon rodó los ojos, pero él supo que su error no había pasado a mayores.
—Tu esposa ha sido afortunada —opinó Rhaenyra, recibiendo la copa de vino que Aly le ofrecía. Ella pasaba por alto cualquier tipo de complicidad que podía notar entre ellos—. No has puesto un niño en ella.
Daemon, luego de soltar una corta risa, habló: —Dudo que un niño pueda crecer en un entorno tan hostil.
—Mi madre fue hecha para producir herederos, hasta que eso la mató —recordó Rhaenyra, empezando a expresar uno de los motivos por los cuales evitaba las uniones—. No dejaré que ese sea mi destino.
—Lo que le pasó a tu madre fue una tragedia —dijo Alysanne, tomando una de sus manos.
—Pero este es un mundo trágico. No puedes vivir con miedo —añadió el Targaryen—, o renunciarás a lo mejor de ella.
—No tengo intenciones de vivir con miedo —contradijo Rhaenyra—. Solo en soledad.
—Un futuro solitario —habló Daemon, regresando al lenguaje común.
—No creo que eso te agrade tanto —opinó Alysanne, sonriéndole de lado—. Aún te falta conocer mucho como para tomar esa decisión, mi Nyra.
Cuando la noche llegó, Daemon ya tuvo todo un plan armado, y lo compartió con Alysanne. Si bien fue difícil por los peligros que conllevaba, convencer a la descendiente del Señor de las Mareas, ella no se pudo denegar a sus peticiones por mucho tiempo.
Ambos hicieron lo debido, y solo esperaron en un balcón que llevaba al pueblo, y era totalmente iluminado por la tenue luz de la luna y las luces de la ciudad. Los dos tenían ropas muy comunes, de plebeyos, y unas capas para cubrir sus peculiares cabellos y rasgos físicos.
Ambos aprovecharon aquel tiempo a solas un segundo para aclarar algunos puntos.
—¿Tú haces esto para cambiar la idea de Rhaenyra? Acerca del matrimonio.
—Ella aún no conoce los placeres de la vida como para negarse tan pronto a ellos —respondió.
—Tú te arrepientes de tu matrimonio, ¿y aún así esperas que ella no?
—Me arrepiento de haberme casado con Rhea. Pero no me arrepentiré de ti, de las intenciones que tengo de convertirme en tu compañero por toda la eternidad, y una de las razones es lo que ya hemos vivido juntos, y el deseo de querer experimentar más, solo contigo.
—¿Eso es lo que realmente quieres? —cuestionó, recorriendo con sus manos el pecho del ojiazul mientras él la tomaba por la cintura—. ¿Casarte conmigo?
—Lo quiero, Alysanne —respondió sin dudar ni un segundo—. Lo deseo, y obtengo lo que quiero. Serás mía así como yo seré tuyo.
Alysanne dejó que el Targaryen le robara un beso, para después encargarse y ella besarlo, tomándolo por el cabello para profundizar aquel acercamiento.
Tuvieron que separarse cuando oyeron pasos y supieron que su invitada estaba cerca. Ellos aún no querían compartir con Rhaenyra lo que estaban sintiendo.
Cuando la vieron llegar, con la misma ropa común que ellos usaban y un sombrero rojo en la cabeza, y sonreír, Daemon y Alysanne hicieron lo mismo. Luego la Velaryon la tomó de la mano y la llevaron hacia el pueblo sin decirle palabra alguna.
—¿A dónde vamos? —preguntó curiosa, pero no tardó en obtener la respuesta mientras fueron acercándose aún más al Desembarco del Rey—. Tengo que comentarte algo, Alysanne —añadió al recordar la reunión del Consejo por la tarde.
—Luego, Nyra —pidió sin soltar su mano, cada vez estaban más cerca de King's Landing.
—Alysa, dicen que tu padre ha comenzado negociaciones para casarte con el hijo del señor marino de Braavos.
Daemon fue quien se detuvo, nada feliz con la noticia. Alysanne también decidió parar un segundo, queriendo procesar ello. ¿Una vez más su familia estaba planificando su futuro? ¿Sin si quiera preguntarle? ¿Acaso todo el tiempo y esfuerzo invertido en los Peldaños de Piedra no habían significado nada? ¿La seguían viendo solo como una oportunidad de riquezas y alianzas?
—Y el consejo busca su propio pacto de alianza con tu Casa, un matrimonio...
—Laenor y tú —entendió Alysanne, y aquella idea la afectó, la negó por completo—. Él no es suficiente para ti... —soltó en un murmullo no muy bien planeado.
Rhaenyra creyó equivocarse al oírla. ¿Por qué diría eso de su hermano?
Daemon despaviló su mente luego de haber decidido que evitaría el matrimonio de Alysanne a toda costa, él planeaba expresar lo más antes posible sus deseos de tomar a la Velaryon.
—Caminen —ordenó sin permitir que la noticia truncará los planes.
Alysanne aún estaba desorientada, pero la mano de Rhaenyra jalando de ella la regresó a la realidad.
Cuando estuvieron en el pueblo, los mayores supieron pasar por desaparecibidos. La Velaryon se encargó de cuidar de Rhaenyra, ayudándola a camuflarse entre toda la gente.
—A un lado, niño —le habló a la princesa un hombre ebrio que chocó con ella.
La princesa, al contrario de enojarse, los miró sonriente y dijo:
—Me llamó "niño".
La emoción en Rhaenyra los hizo sonreírle de vuelta.
Continuaron dando un paseo por el pueblo, tomando un poco de la bebida sospechosa que Daemon había traído. En el camino, hubieron muchas sorpresas para la princesa, y también proposiciones como la de predecirle su muerte.
En un punto, se encontraron con un teatro acerca del Trono de Hierro y quién lo heredaría. Rhaenyra se quedó a observarla, notando cómo todo el pueblo la rechazaba y llamaba de formas despectivas, pero a su medio hermano; Aegon, lo apoyaban por ser hombre.
—¡Qué tontería! —gritó Rhaenyra mientras la gente aplaudía.
Daemon y Alysanne estaban detrás de ella, pero fue él quien habló: —Búrlate si quieres, pero muchos plebeyos van a creer que, como varón, Aegon debería ser el heredero.
—Lo que quieran no tiene consecuencia —dijo Rhaenyra.
Cuando Daemon quiso empezar a contradecirla una vez más, yendo detrás, Alysanne lo tomó del brazo y le pidió:
—No le bajes los ánimos, ¿si?
Él accedió sin mucho reproche y ella dejó un corto beso en su mejilla. Luego ambos se apresuraron a alcanzar a la menor.
—Por una noche, quiero estar libre del peso de mi herencia —comentó Rhaenyra.
Ella se acercó a tomar el bocadillo que ofrecía un vendedor.
—Cuatro monedas. En el Desembarco del Rey pagamos por nuestros placeres.
Cuando Rhaenyra oyó eso, salió corriendo. Daemon dijo que iría detrás de ella y también corrió. Pero Alysanne, mientras, decidió quedarse a pagar sin armar tanto lío, llevándose un par de bocadillos más para el camino.
Ella entonces se apuró a encontrar a sus conocidos. Por fortuna, los halló detrás de una esquina. Vio a Rhaenyra con un guardia, y se acercó al igual que Daemon, quien había llegado un poco antes.
La capa dorada que había atrapado a la princesa, Sir Harwin Strong, la dejó ir solo con una advertencia. Él continuó con su camino, pasando de largo a Daemon, pero deteniéndose un segundo a observar a Alysanne, quien también lo miró, intentando disimular lo feliz que estaba de poder verlo una vez más luego de tanto tiempo, aunque fuera de incógnita.
Ella, cuando Strong se fue, dio pasos rápidos para alcanzar a Daemon y Rhaenyra, oyendo como ella admitía que lo había disfrutado.
—Quién sabe cuándo volveré a probar la libertad.
El Targaryen tomó el brazo de Alysanne ni bien la vio cerca, uniéndolo al suyo. Sir Harwin nunca había sido de su agrado.
Los tres fueron a varias tabernas, probando un poco de esto y del otro. Daemon entonces, decidió llevar a cabo la parte final de sus planes, parte que no había compartido con la Velaryon. Él tuvo la gran idea de llevarlas a un burdel.
—Estás demente —le dijo Alysanne cuando estuvieron en la entrada, notando a una Rhaenyra completamente embelesada con lo que veía, yendo un poco más adentro.
—Ella quería ser libre.
—¿Y esta te parece la mejor manera?
—Mi hermosa doncella, aquí todos podemos ser libres, todos podemos obtener lo que deseamos.
—Me lo estás diciendo con segundas intenciones, Daemon.
Y lo que el Targaryen le respondió no fue para nada lo que había esperado.
—¿Quieres a Rhaenyra, Alysanne? —preguntó, tomándola por la barbilla para hacerla mirar a la princesa.
—¿Qué dices?
—¿Tú deseas a Rhaenyra?
Y su pregunta la dejó en el aire. Lo que para ella era un simple "no", se volvió una complicada cuestión.
—¿Quieres a la pequeña Nyra, Alysanne? —insistió sin dejarle tiempo de que fuera consciente de sus ideas.
—No —respondió, mucho más insegura de lo que alguna vez pudo creer—. Es Rhaenyra, yo... No la deseo —se convenció, empujando la mano de Daemon—. ¿Qué es lo que tramas?
El más alto fue por Rhaenyra, quien lo acompañó con confianza. Alysanne tuvo que seguirlos a la Casa del Placer, un espacio más privado dentro del lugar donde la gente podía ser totalmente libre y leal a sus instintos, como había dicho el príncipe.
Los tres pasaron por un pasadizo en el cual habían varios compartimientos llenos de mujeres y hombres desnudos, pero complacidos con ello. Al finalizar el recorrido, llegaron a una habitación en la que hombres estaban disfrutando de la compañía de hombres, y mujeres hacían lo mismo. Todos compartían sus cuerpos y ofrecían el mismo placer.
—¿Qué es este lugar? —cuestionó Rhaenyra, asombrada por lo nuevo que estaba experimentando.
Alysanne, por su parte, también se encontraba intrigada por su alrededor. Ella jamás había tenido la necesidad de ingresar a ese tipo de lugares, así que no lo conocía, sumándole a eso el hecho de que ya estaba aturdida por lo que le había dicho Daemon. Él había implantado en ella una posibilidad que jamás había considerado.
—Es aquí donde la gente toma lo que quiere.
¿Alysanne quería a Rhaenyra?
La imagen y la situación eran muy excitantes, alteraban todos sus sentidos.
—El sexo es placer, ¿lo ves?
Y las palabras de su amante no la ayudaron, su voz ronca y lenta deslizándose por sus oídos solo provocaron más corrientes en sus cuerpos.
—Para la mujer como para el hombre. El matrimonio es deber, es cierto. Pero eso no evita que hagamos lo que queramos, con quien queramos.
Daemon se encargó de cegar a Alysanne de placer, besándola hasta dejarla deseosa de más, recorriendo con sus manos todo su cuerpo, dejándola impaciente por un contacto mayor.
Entonces, le entregó a Rhaenyra, a quien Alysanne no pudo evitar besar con deleite e intensidad, deseando saciar cualquier deseo oculto que haya podido tener, y ni siquiera entendía. La tomaba por las mejillas con ambas manos decidida. Sus labios encajaban perfecto.
Cuando la Velaryon abrió los ojos y se encontró con los de Rhaenyra cerrados, disfrutando del momento como si no sintiera ningún tipo de remordimiento, Alysanne entendió que le haría un daño irreparable.
Se apartó bruscamente, y Daemon, que aún no se daba cuenta de que su amada tomaba consciencia, reemplazó su lugar con Rhaenyra y la llevó hacia la pared, empujándola contra ella.
Alysanne quiso evitar por todos los medios que ello le provocará alguna satisfacción, pero los jadeos de Rhaenyra y el dominio de Daemon sobre ella, la empujaban lentamente al precipicio.
Se quedó en un extremo del lugar, alejándose para no poder cometer más errores. De ahí vio como la mirada traviesa de la pequeña Nyra no fue lo suficiente para atraer por mucho más tiempo al Targaryen, quien también recapacitó y la tuvo que dejar.
Rhaenyra quedó sola y casi desnuda en ese lugar desconocido. Llamó a Daemon, pero no obtuvo resultados, los buscó, encontrándose tan solo con Alysanne, quien tomaba sus manos por detrás de la espalda, evitándose la movilidad.
La princesa se colocó la ropa adecuadamente y se acercó a la mayor.
—Aly —llamó la princesa.
Lady Alysanne de inmediato quiso justificarse, sintiéndose muy arrepentida. —Rhaenyra, esto fue...
—No necesito explicaciones —la detuvo, sintiendo en su interior como aquella flama insaciable no se apagaba—. En realidad, yo... lo disfruté, Alysanne —añadió, mirando hacia otro lado avergonzada. Sus mejillas se habían tornado rojas.
Rhaenyra no quería que sus declaraciones dañarán la relación que tenía con Alysanne, de verdad rogaba que no. Nyra siempre había sentido algo por ella, pero se había convencido de que no era más que una hermandad, ya se había contentado con eso.
¿Pero entonces, por qué en ese instante los labios de Alysanne se habían sentido tan bien? ¿Por qué quería seguir probándolos hasta saciarse?
—Vete, Rhaenyra. Ve a la corte y olvida esto —demandó Alysanne, trayéndola a la realidad. Ella no podía mirarla, pues sabía que sus ojos la hechizarían y caería una vez más en el deseo. Alysa no era capaz ni de poner sus sentimientos en orden—. Hazlo por favor.
Rhaenyra comprendió que no podía hacer mucho más que eso, así que le hizo caso y salió corriendo a la Fortaleza Roja.
Alysanne, por su parte, no pudo quedarse mucho más tiempo ahí y salió de la casa de placer con apuro, acomodando sobre su cabeza la capa que había traído lo mejor posible para que no la identificarán. Supo que la mejor solución era probablemente regresar al igual que la heredera, pero no quiso, no se sintió digna.
Dejó que la luna la guiará y las luces de la ciudad fueran testigos de sus próximos errores.
¡voten y comenten! 🔥
1/3 maratónnnn. 🎉
JEMIISA ©
07/11/2022
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