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Único

Boten, un país donde reinaba la violencia, donde los ciudados vivían con miedo todos los días y no, no hablamos por ladrones o asesinos, ellos temían que un día su rey se volviera loco y asesinara a todos. Su actual rey no siempre fue así, cuando era un joven príncipe fue feliz sin embargo al perder a su familia y amigos enloqueció, entre comillas, mejor dicho se sumió en una oscuridad de la cual no importo cuanto se esforzara, fue incapaz de salir ó al menos así fue hasta que llegó su reina, su sol, su luz entera y del país.  

Su reina era un miembro de la familia real del reino de Tenjiku, un doncel hermoso con cabellos ébano y ojos océano. Su personalidad era la misma que la de un sol, sacando así al rey de su oscuridad, pero que ahora tuviera una razón para vivir no lo hacia menos peligroso, al contrario no importaba que hicieras, siempre que provocaras que la reina sufriera desearías morir porque te esperaba un destino peor que la muerte. 

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Mikey por fin había terminado el fastidioso papeleo, todos dicen que son de geniales los reyes por el simple hecho de ser capaces de gobernar un reino, pero nadie nunca te cuenta sobre las infiernales montañas de papeleo, todo lo que queria ahora era llegar a la habitacion de su amada reina y abrazarlo, que le revolviera el cabello como siempre lo hacía y besar sus labios.

Ó al menos eso quería. 

Cuando entró por la puerta se encontró a su amada reina tratando de esconder torpemente que había estado llorando, sus ojos aún estaban hinchados al igual que su nariz, pequeñas lágrimas asomaban de sus ojos. 

— ¿Quién hizo esto? — Preguntó lo mas calmado que pudo para no asustar a su amado. — Mitchy ¿Quién se atrevió a hacerte llorar? 

— ¿De que hablas? ¿No entiendo de que la estas hablando? — Su mirada se poso en su esposo — ¿Cómo estuvo tu día? 

— Mitchy eso no importa, dime ¿Quién se atrevio a provocar que lloraras? Y no aceptare que me tomes a tonto. — Sin dudarlo Manjirō abrazo a Takemichi. 

— Es estúpido. 

— Nada que tenga que ver contigo es estúpido. 

Takemichi se separo y lo vio directamente a esos hermosos ojos ónix.

— Recuerdas la candidata a concubina que trajo el duque Urabe, ella me dijo que solo soy un capricho tuyo, que en cuanto te aburras de mí me dejaras de lado ó peor me obligarias a regresar a Tenjiku, me dijo que en cuanto pruebes el sabor de una mujer me olvidaras. — Pequeñas lágrimas amenazaban con caer de los ojos océano.

— Amor mío yo nunca dejare de amarte, ni permitere que alguien mas entre a nuestras vidas, nunca en mi vida aceptaría una concubina. — Mikey abrazo a su reina para despues darle un suave besó en los labios. — Sanzu. — Llamó. 

Haruchiyo que se encontraba fuera de la puerta acato las ordenes rápidamente. 

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La mujer se encontraba encadena a la pared, no podía moverse en absoluto, su antes sedoso cabello negro ahora estaba maltratado, su antes suave piel ahora se veía amarillenta .

— Ves Mitchy nunca dejare existír a cualquier que te haga daño. — Susurró en los oídos de su amado. 

— Mikey yo… — Volteo a ver a esposo — ¿Podrías dejarme un momento a solas con ella? 

— ¿Estaras bien? — Cuestión el de cabellos platinados. 

— Sí. 

— Sanzu. 

Ambos procedieron a irse mientras Takemichi se quedaba en aquella celda sumisa en el silencio. La mujer levanto su rostro, sus ojos mostraban un claro odio.

— ¡Todo esto es tu culpa! — Gritó furiosa. 

— Tienes razón lo es.  

La mujer no esperaba esa respuesta, sabía que Hanagaki era débil, su personalidad suave y bondadosa lo hacian una persona patética, alguien que era indignó de ser reina.

Una pequeña sonrisa adornó los labios de Takemichi, sonrisa que poco a poco fue creciendo. 

— ¿De verdad pensabas qué podrías ir tras mi hombre? — Río. 

— T-tú — El miedo por fin se apodero de la mujer — ¡Eres una zorra! 

— Si soy una zorra por seducir a Mikey ó por no permitir que una cualquiera venga a quitarme lo que es mío, pues si, soy una zorra. — Los ojos océano estaban exaltados. 

— ¡Mientes! ¡Todos piensan que estas llenó de bondad pero eres un monstruo! — Ahora si su voz sonaba aterrada. 

— Querida crecí durante la época más violenta de Tenjiku, soy primo y casi un hermano menor para el actual rey Izana que es conocido por no tener piedad, soy hermano menor del los sanguinarios y crueles generales Haitani ¿De verdad eres tan estúpida para creer que dejare que una cualquiera como tú me quite a mi Manjirō? — Una sonrisa floreció en su rostro, una sonrisa que pocos habían visto.

Al crecer Izana y los Haitani le habían enseñado que un sol es brillante y es cálido, pero si te acercas lo suficiente sigue siendo una bola de fuego.

Pocos sabían como uno de los príncipes de Tenjiku se había enamorado perdida y locamente del rey de Boten cuando esté fue a firmar el tratado de paz, como el príncipe lo sedujo y se casó con él cuando el rey ya era incapaz de poner su vista en alguien que no fuera su reina. 

— T-tú. — Las palabras no salían, la mujer de verdad temía por su vida. 

— ¿Terminaste Mitchy?

Mikey entró como si nada, ignorando por completo la cara de terror de la mujer. 

— Amor te ves tan sexi cuando sonríes así. — El rey sin dudarlo se acerco a su reina y paso sus manos por la cintura de esté, amaba cuando su Takemichi mostraba ese lado sádico y loco. — Sanzu tú continúa mi reina y yo tenemos cosas que hacer. 

— Si mi rey.

— Hazla sufrir, ¿cómo se atreve a decir que no eres mío? — Reclamó indignado hacía Mikey mientras se aferraba a él, si había algo que Takemichi adoraba era actuar mimado con su esposo. 

— Si mi reina. 

Ambos se fueron ignorando los gritos de ayuda la mujer, pobre, no debió meterse con ese par de locos. 

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— ¿Te divertiste? — Preguntó en la recamara Manjirō.

— Pensé que te gustaba el juego de héroe salva a la belleza de ser deshoranda. — Takemichi tomo el rostro de su esposo y lo besó. — Si no te gusta la próxima vez solo la mataré. 

— Me encanta. — Aceptando dándole mayor intensidad al beso. — Amo cuando pareces ser frágil para después mostrarles a todos tú fuerza, eso me enamoro de ti. — La reina se sonrojo, no solo por el beso, aveces su esposo era tan romántico.

— Manjirō te amo.
 
— Takemichi te amo.

Muchas veces solo decían eso, era su forma de mantener seguros a su pareja que la amaban, no había razon alguna para decirlo, solo querían decirlo y así lo hacían.

 — Manjirō rápido, quiero tener al rey entre mis piernas. — Susurró la reina, mientras el rey se emocionaba. 

— Lo que mi reina deseé. — Sin mas Manjirō se posicionó entre las piernas de su amado, sus manos daban pequeños toques que producían que Takemichi diera pequeños suspiros.  

¿Quién sabe? Tal vez Boten tuviera un heredero pronto, solo imploremos que este más cuerdo que sus padres.  

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Porque adoró la versión Boten de ambos.

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