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"Los pequeños errores, las lecciones aprendidas en los momentos más simples, son los que construyen el puente entre lo desconocido y lo familiar, entre la incomodidad y la pertenencia."

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Habían pasado dos semanas desde la llegada de Isabella, ella siempre trataba de ser de ayuda en lo que podía aunque no siempre resultaba bien.

Isabella estaba parada frente a la lavadora en el pequeño cuarto de servicio, mirando las instrucciones impresas en la máquina como si estuvieran en un idioma extranjero. Frente a ella había dos canastas con ropa: una llena de prendas de colores vivos y otra con tonos oscuros, principalmente negros.

-Ok, esto no puede ser tan difícil -murmuró para sí misma, recogiendo algunas prendas de colores y colocándolas en el tambor. Luego agarró una camisa negra y estaba a punto de lanzarla junto con las demás cuando una mano apareció de repente frente a ella, deteniéndola en seco.

-¡Espera, espera, espera! -exclamó Robby, tomando la camisa de su mano.

Isabella se giró para verlo con las cejas fruncidas.

-¿Qué?

Robby suspiró, sosteniendo la camisa negra como si fuera un objeto frágil.

-Estabas a punto de mezclar colores con negros. ¿Tienes idea de lo que puede pasar?

Ella lo miró confundida, como si él acabara de decir algo absurdo.

-Es ropa. Se lava, ¿no?

Él soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

-No exactamente. -Dejó la camisa en la canasta de los oscuros y señaló la pila de ropa de colores. -Si lavas todo junto, algunas telas tienden a soltar su color. Y adivina qué... -Se inclinó ligeramente hacia ella con una expresión burlona. -Acabas con una catástrofe de ropa desteñida.

Isabella parpadeó un par de veces antes de mirar las canastas nuevamente, dándose cuenta de su error.

-Oh... bueno, eso sería un problema.

-Sí, un gran problema. -Robby cruzó los brazos, inclinándose contra el marco de la puerta. -Así que, para evitarlo, siempre separas los colores de los negros y los blancos. Lo básico.

Ella suspiró, rascándose la nuca con un poco de vergüenza.

-Ok, ok, capté el mensaje. Perdón. No tengo mucha práctica con esto... nunca tuve que hacerlo antes.

Robby levantó una ceja, mirándola con curiosidad.

-¿En serio? ¿Nunca has lavado tu propia ropa?

Isabella se encogió de hombros, desviando la mirada.

-Digamos que siempre hubo alguien más que lo hacía.

Él sonrió, sacudiendo la cabeza levemente.

-Bueno no te preocupes. -Se acercó a las canastas y comenzó a separar las prendas rápidamente. -Te enseñaré cómo hacerlo correctamente.

-¿De verdad? -preguntó Isabella, sorprendiéndose por la oferta.

-Claro. -Robby la miró de reojo con una sonrisa burlona. -No voy a dejar que arruines tu ropa.

Ella se rió, relajándose un poco más mientras él le explicaba cómo separar las prendas y cuál era el ciclo adecuado para cada carga. Aunque el proceso parecía algo trivial, Isabella se dio cuenta de que, en el fondo, estaba agradecida. Pequeños momentos como ese la ayudaban a sentirse menos perdida en un mundo que seguía siendo nuevo para ella.

Era más tarde esa tarde cuando el timbre del apartamento resonó, rompiendo el silencio mientras Isabella estaba organizando algunas cosas en su habitación. Robby se apresuró a abrir la puerta, dejando entrar a dos chicos con rostros familiares pero con energías completamente diferentes.

-¡Ey, hermano! -saludó Cruz, dándole un choque de manos y un abrazo rápido a Robby.

-¿Qué hay, hombre? -añadió Trey, entrando detrás con una gran sonrisa.

Isabella salió de su cuarto al oír las voces, intentando parecer calmada y amable, aunque su nerviosismo era evidente. Se detuvo cerca de la entrada, saludando tímidamente.

-Hola...

Cruz y Trey se giraron hacia ella, evaluándola con curiosidad, aunque sin malas intenciones.

-Oh, así que esta es Isabella -dijo Cruz con un tono más amigable que burlón, dándole una inclinación de cabeza.

Robby frunció el ceño ligeramente, dando un paso hacia Isabella, como si estuviera listo para protegerla si fuera necesario.

-Chicos, compórtense -advirtió, aunque no con dureza. Luego se volvió hacia Isabella. -Son Cruz y Trey. Son... bueno, son más como molestias que amigos, pero aquí estamos.

-¡Qué exagerado! -protestó Trey con una risa, acercándose ligeramente. -Encantado de conocerte, Isabella.

Ella forzó una pequeña sonrisa, sintiendo que la situación era más incómoda de lo que esperaba.

-Igualmente -murmuró, sin saber qué más decir.

Robby la observó de reojo, notando lo tensa que estaba, y decidió intervenir.

-Vamos, chicos, denle un respiro. Apenas lleva aquí unos días.

-Nah, todo bien. Sólo estamos siendo amigables -respondió Cruz, levantando las manos en señal de inocencia mientras tomaba asiento en el sofá.

Isabella dio un paso hacia la cocina, buscando algo que hacer para mantenerse ocupada, pero no pudo evitar escuchar fragmentos de la conversación entre los tres.

-Así que... ¿cuál es la historia? -susurró Trey, aunque su voz no era lo suficientemente baja. -¿Ella es...?

-Déjalo, Trey. No es de tu incumbencia -respondió Robby rápidamente, su tono firme pero calmado.

Isabella se tensó al escuchar eso, insegura de cómo sentirse respecto a la conversación. Quería parecer agradecida y amable, pero no podía ignorar el aire de incomodidad que impregnaba el ambiente.

Decidiendo que no podía quedarse en silencio, se acercó con nerviosismo, llevando un vaso de agua hacia el área donde estaban sentados.

-¿Quieren algo de tomar? -ofreció con una sonrisa tentativa.

Trey y Cruz la miraron, sorprendidos por el gesto, pero Cruz fue el primero en responder con una sonrisa abierta.

-No, pero gracias, Isabella. No todos los días encontramos a alguien tan educado en casa de este tipo -dijo, señalando a Robby con el pulgar.

Robby rodó los ojos, pero no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa.

-Muy gracioso.

-Oye, gracias de todos modos -añadió Trey, levantando una mano para aceptar el vaso de agua que ella sostenía.

Isabella se sentó al borde de una silla cercana, mirando cómo la conversación continuaba entre ellos. Aunque intentaba seguirles el ritmo, se sentía como una extraña en un mundo completamente nuevo.

Mientras la tarde avanzaba, notó que Robby hacía pequeños esfuerzos por incluirla, preguntándole cosas triviales o compartiendo pequeñas anécdotas sobre Cruz y Trey. Aunque la incomodidad nunca se desvaneció del todo, al menos logró sentir que Robby estaba haciendo su mejor intento para suavizar las cosas.

Al final de la visita, cuando los amigos se despidieron y salieron por la puerta, Isabella dejó escapar un largo suspiro de alivio.

-Bueno, eso fue... interesante -dijo, mirando a Robby con una expresión mezcla de cansancio y diversión.

Robby rió suavemente, pasando una mano por su cabello.

-Lo siento. Pueden ser mucho a veces, pero sus intenciones son buenas.

Ella asintió, encontrando consuelo en su sinceridad. Aunque la situación había sido extraña, estaba agradecida de tener a alguien como Robby a su lado en momentos como este.

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