The Kangaskhan Court
Gente, esta franquicia de a poco se está convirtiendo en recurrente para mí, y después de un largo silencio, vuelvo con esta pequeña historia.
Existía en cierto sector de Pokécity un club nocturno de renombre. Conocido como The Kangaskhan Court, en él se reunían todos aquellos Pokémon que tenían algo de estatus en la sociedad o, simplemente, un buen aspecto, para atiborrarse de Bayas, Pociones y Leches Mu-mu en cuanto caía el sol. Por desgracia, también era el refugio de lo peor y más siniestro de la zona: Pokémon agresivos y violentos que abusaban de su poder e imponían su ley, sin importarles las opiniones ajenas.
Gracias a aquellos seres, se impuso una arbitraria regla en el club: se prohibía el ingreso a los Blitzle y los Zebstrika.
El motivo no estaba claro, aunque, a decir verdad, jamás alguno de esos Pokémon había puesto una pezuña en The Kangaskhan Court. De todas formas, nadie pareció molestarse por el veto, incluso algunos lo celebraron. La excepción, obviamente, la constituían los afectados de forma directa, quienes no ocultaron su sentir.
Fue aquella situación la que motivó a un Zebstrika a convertirse en un pionero a ojos de los suyos.
Empecinado en colarse en el club, se preparó durante días, maquillándose completamente para asemejarse a un Rapidash. Incluso se colocó una peluca de color llameante en la cabeza y la cola y un cuerno falso en la frente. Con el disfraz y demás artículos listos, se dirigió a su destino, en donde fue recibido por una foto tachada de un Zebstrika y un Tauros que ejercía como guardia de seguridad.
—Identificación.
—Tenga.
Era un documento tan falso como su aspecto, pero, a la vez, muy realista: la foto en él era la del perfecto caballo de fuego.
—Puede pasar. Disfrute su estancia.
Para desconocimiento de los demás clientes, Zebstrika se había convertido en el primero de su especie en entrar a The Kangaskhan Court. Aun así, se mantuvo tranquilo: no quería arruinar el ambiente del local, con el toque de trompeta de un Donphan y los sonidos de la batería, el contrabajo y el piano de un trío de Cinderace como música de fondo. En medio de su anonimato, el Pokémon eléctrico aprovechó de mirar lo que le rodeaba: algunos parroquianos comían, otros bebían, otros charlaban y otros bailaban al son del cuarteto en el escenario. Básicamente, todo lo que se esperaba de un lugar así.
Zebstrika se dejó llevar y sacó sus mejores pasos de danza, mezclándose efectivamente con los demás. Sin embargo, aun así destacó para alguien en una mesa algo alejada, en donde un grupo de Pokémon caninos jugaba al póker.
«Qué guapo».
Resultó que uno de los tahúres era un Mabosstiff conocido por ser el jefe de una mafia local, y, como buen mafioso, era despiadado con sus enemigos, deleitándose con su sufrimiento. Sus acompañantes eran sus secuaces, un Houndoom y un Granbull tan brutales como él, y su novia, una Furfrou con corte corazón. Fue esta última quien, no tan enfocada en las cartas como el resto, se fijó en Zebstrika mientras bailaba.
«Voy a acercarme».
La chica se levantó discretamente y caminó a la pista de baile, en donde el falso Rapidash seguía en lo suyo. Se colocó frente a él y le dijo en tono coqueto:
—Hola.
—... ¡Ah! Hola.
—No te había visto antes por aquí.
—Es que es mi primera vez.
—¿Sabes? Bailas muy bien. ¿Quieres que te acompañe?
—Eh..., claro.
Zebstrika y Furfrou se movieron por toda la pista, sin preocuparse de nada. En la mente del Pokémon eléctrico, todo le estaba saliendo de maravilla: se había colado en un espacio prohibido sin que nadie se diera cuenta de su camuflaje y ahora bailaba con una atractiva chica. No obstante, los esbirros de Mabosstiff se percataron de que la novia de su líder ya no se encontraba con ellos y le avisaron del hecho.
—¡Jefe, mire allá! ¡En la pista de baile!
—¿Cómo dices?... ¡¿Qué?! ¡¿Quién es ese imbécil que baila con mi novia?!
—Un Rapidash, ¿no?
—¡Ya sé que es un Rapidash, estúpido! ¡¿Pero acaso no sabe que nadie puede bailar con Furfrou excepto yo?!
—... ¿Y eso?... ¿Qué tiene en la cola?
Entre el rabo de fuego falso, se asomó un poco del de verdad, uno de color blanco, con forma de rayo y un mechón en la punta que parecía el impacto de este.
—... Ese no es un Rapidash... Vayan por él ahora.
Los secuaces se levantaron de sus asientos y avanzaron con paso firme adonde estaban Zebstrika y Furfrou. De inmediato sujetaron al primero y le quitaron la peluca y el cuerno falso, revelando el peinado típico de los de su especie.
La música se detuvo al instante, siendo reemplazada por los gritos.
—¡Un Zebstrika!
—¡Invasor!
—¡Elimínenlo!
Furfrou quedó espantada. Jamás pensó que estaría bailando con un Pokémon ilegal, y peor aún, que le estaría haciendo ojitos. The Kangaroo Court se había convertido en un caos, el cual solo cesó cuando llegó la policía de Pokécity a llevarse a Zebstrika, considerado desde ese momento por el público como el peor criminal en la historia de la ciudad.
(...)
Zebstrika se vio frente al estrado de una jueza Kangaskhan, usando un traje tan rayado como él mismo. Un jurado conformado por doce Diggersby sería el que determinaría su destino.
Al mismo tiempo, mientras el juicio estaba a punto de iniciar, la noticia era transmitida a toda Pokécity, con manifestantes en las calles exigiendo el peor castigo para Zebstrika. La única que parecía lamentar la situación era Furfrou, que lloraba a escondidas de Mabosstiff en pleno tribunal.
El Pokémon eléctrico se defendió lo mejor posible por cuenta propia; que no tuviese abogado defensor le dio motivos válidos para sospechar de una posible sentencia desfavorable. Explicó sus motivaciones para colarse en el club y por qué el juicio era injusto desde el inicio. Sus palabras quedaron registradas en la máquina de escribir de la Copperajah que ejercía de secretaria, pero cayeron en oídos sordos tanto de la jueza como del jurado. Solamente Furfrou le prestó la debida atención.
Minutos después, llegó el veredicto unánime: culpable de todos los cargos. El castigo: la pena de muerte.
Los vítores y las albórbolas en la sala no se hicieron esperar. Furfrou fue la única que no celebró, lamentándose por el triste destino de Zebstrika, quien protestó todo lo que pudo mientras se lo llevaban arrastrando de regreso a su celda. Por supuesto, el fallo se convirtió en la comidilla de la prensa con el transcurrir de las horas, con varios Pokémon asegurando que la justicia había hecho su trabajo y que el castigo era el adecuado.
—Lástima que no podamos ver cuando Pyroar se lo coma —se quejó un Swanna cuando lo entrevistaron—. Por lo menos transmitirán en vivo cuando lo maten.
La fecha de ejecución quedó fijada para el día siguiente, lo que fue un mazazo para Furfrou, quien se arrepentía de haberse acercado a Zebstrika ese día.
(...)
En una camilla metálica con abrazaderas, el condenado se preparaba para su final. Dos Grumpig serían los verdugos, preparando tanto unos cuchillos de carnicero como sus perlas psíquicas para dar el golpe de gracia.
Filmando todo estaban varias cámaras de televisión, con miles de Pokémon al otro lado de la pantalla, entre ellos Furfrou, la cual lloraba sola en el salón de su casa. Mabosstiff no se encontraba con ella: había ido a un bar para ver la ejecución junto a sus secuaces.
Regresando con Zebstrika, vio cómo los Grumpig se acercaban amenazantes con los cuchillos en sus manos y sonrisas macabras en sus caras. Al verlos levantar los brazos, cerró los ojos y apretó los dientes. Fue entonces que sintió algo saliendo de su cuerpo, algo poderoso y cálido que emergió de una sola vez, como un géiser.
(...)
Pokécity, hasta entonces una ciudad en relativo orden, se había convertido en la antítesis de ello. Se oían voces de protesta en las calles y se exigía la caída de la autoridad. El motivo: la ejecución de Zebstrika, mejor dicho, la ejecución frustrada de Zebstrika.
El susodicho se encontraba mirando su antiguo hogar desde un cerro cercano. El odio y la frustración se apreciaban en sus ojos.
Lo ocurrido en la sala de ejecución no tenía precedentes. Cuando los Grumpig estaban a centímetros de encajarle los cuchillos en la carne, el Pokémon eléctrico, quien hasta ese momento se había abstenido de usar sus movimientos, empleó su Poder oculto para golpear tanto a los verdugos como a las cámaras de televisión. Coincidentemente era de tipo oscuridad, superefectivo contra el tipo psíquico.
Aprovechando el desconcierto y la destrucción, Zebstrika escapó de su cautiverio y de la ciudad. Aquel no era su lugar, nunca lo había sido, por mucho que le doliera.
«Pokécity es un infierno para los de mi especie. Lo peor es que no existen motivos claros. Sin embargo..., que no piensen que se han librado de mí. Cuando sea más fuerte, volveré para cambiar las cosas, les guste o no».
Le dio un último vistazo a la ciudad antes de marcharse, con una meta clara en mente.
Mientras tanto, siendo un secreto para todos los demás, Furfrou sentía genuina alegría.
https://youtu.be/CJinWua98NA
Los que llevan un tiempo leyéndome saben que me gusta mucho usar canciones como base para crear historias. En este caso, me inspiré más en un videoclip, el de «Kangaroo Court», de Capital Cities. Para los que no conocen el término, significa un tribunal que ignora todo lo concerniente a la justicia regular, muchas veces estando arreglado de antemano. Si han visto el video, recordarán cómo termina, cosa que aquí cambia.
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