• CAPÍTULO 9 •
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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
Lobo herido.
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—Pues tenemos que hacer un brindis —declaró uno de los muchachos, de inmediato los demás le hicieron coro en cuanto este levantó su copa —, nuestro amigo ha vuelto y aceptó salir de su mundo de ermitaño para venir a beber con nosotros.
Viktor sonrió de medio lado al escuchar las palabras de Alexandr Poliakov uno de sus compañeros. La mayoría de los estudiantes de maestría iban a beber un trago en la taberna de Otto, no existían restricciones a la hora de ir y volver del pueblo, ellos ya eran mayores y no necesitaban de un tutor que cuidara o estuviera protegiéndoles.
Viktor levantó su vaso y el ardor del whisky de fuego inundó su garganta con una sensación abrasadora. Una cosa era que haya ido a beber y otra cosa muy distinta era que estuviera sintiendo placer en compartir con decenas de personas que no hallaban manera de preguntar sobre su vida personal. Sus ojos se perdieron unos segundos en el contenido del vaso, el licor era rojizo, un rojo fuego.
Un rojo fuego que le traía recuerdos inmediatos.
—Es bueno que volvieras— murmuró Vasily sentándose junto a él, golpeando amistosamente sus vasos —, ¿iremos a ver el campeonato de Pietro la semana entrante?
Pietro se había convertido en un esgrimista, el deporte siempre le llevaba a diversos países, estaba teniendo una carrera exitosa y con ambición, ahora se llevaría a cabo una competencia deportiva en Dinamarca y quienes eran sus amigos querían ir a apoyarle.
—Esa nenaza no dejaría de sacarme en cara que no le fui a ver estando tan cerca— respondió Viktor —. Así que sí, al menos voy a ir para saludarle. Ha pasado tiempo desde la última vez que le ví.
Se quedaron sentados en la barra observando a los hombres charlar y reírse de las tonterías clásicas que los noruegos y locales inventaban. Teniendo en consideración el frío que hacía, el trago era una opción para entrar en calor y también para caer en las típicas competencias masculinas.
Luego de un breve recorrido por el local, los ojos oscuros de Viktor se toparon con los curiosos ojos de Jade Abramsen, quien le miraba con una particular intención desde algunas mesas más allá mientras compartía con sus amigas. Vasily notó la mirada en que la bruja escaneó al búlgaro y sonrió, palmeando la espalda de este.
—Creo que esta noche no dormirás solo, mi amigo —señaló cuando la chica se levantó y con decisión avanzó en dirección a la barra —, no lo desaproveches, Krum. Es muy sensual.
Y sí, aquella aseveración no podía negarse. Jade Abramsen tenía una piel sedosa, con tonos morenos como un atardecer, labios finos y suaves, un cabello que caía en cascada por su cuerpo grácil y unos ojos bellos que irradiaban una chispa de calidez.
A ojos de muchos podía ser una de las mujeres más hermosas.
—Pues que alegría que hayas decidido venir —señaló sentándose en el taburete que Vasily había dejado hace segundos. Acomodó su cabello y con un pestañeo inconsciente quiso ser lo más adorable que la vida le concediera —, todos extrañaban tu compañía, bueno la extrañabamos.
—¿Quieres beber algo? —le ofreció llamando al cantinero.
—Sí, una cerveza negra.
—Una cerveza negra y otro whisky, porfavor —pidió por encima de la música que resonaba en el ambiente —. Agradezco que me hayan invitado, sé que últimamente no soy la persona más divertida del mundo, les doy gracias que quieran mantener activa mi vida social que me esmero en hacer desaparecer.
Ella emitió una carcajada, realmente parecía estar disfrutando de la compañía del mago, aunque este no hablara más que frases cordiales y le regalara sonrisas tensas. Jade era una mujer determinada y en ese instante su meta era lograr que el mago cediera aquellos muros que se había esmerado en construir a su alrededor y le diera una oportunidad.
Se dedicaron a beber y a intercambiar ideas sobre las tonterías que hacían sus compañeros, hasta que ella reparó en el reloj de cadena que tenía guardado en uno de sus bolsillos.
—Hey, ese objeto es muy bello. Es muy varonil. Definitivamente tiene todo tu estilo.
El mago lo tomó entre sus manos con delicadeza, acariciándolo de forma sutil.
—¿Puedo verlo?— preguntó ella con intención. Sabía que por lo general ese tipo de relojes podían servir como camafeos, esos objetos antiguos que guardaban fotografías en su interior, ella quería indagar si esa joya tenía una fotografía —, me parece fascinante, tengo gusto por esas cosas ya sabes, mis padres son joyeros y desde pequeña me gustan este tipo de tesoros.
Él la observó dubitativo, por un momento quiso decirle que no. Que era algo personal, no obstante Jade había sido amistosa y preocupada aunque a este eso no le importara en lo más mínimo. Tragó saliva y después desprendió el broche que unía la pieza metálica a su abrigo, dándoselo con recelo.
Jade por su parte lo tomó con cuidado, no quería hacer nada estúpido –como dejarlo caer sin querer–, de ser así el búlgaro jamás volvería a dirigirle la palabra. Trató de no ser tan evidente como para abrirlo de inmediato, por lo que decidió examinarlo con cuidado y con la misma sutileza con la que él se lo entregó. Luego de eso sus dedos fueron hacia el broche que abría la pieza y se obligó a mirar primero la cara que guardaba las manecillas, sin duda que era una joya deliciosa, exquisita y si tenía que hacer una apuesta, diría que era carísima.
Y en ese momento lo confirmó.
Viktor tenía una foto de ella en la contracara del reloj.
Tuvo que mirar y guardar todos los detalles en su retina, pues se lo devolvió con una sonrisa.
Sus pensamientos se dispararon al ver la foto de ella. Cuando recién supieron la noticia de los sucesos vividos en Londres, habían muchos apartados con cientos de casos por periódico, debía asumir que ella había comprado un ejemplar del profeta únicamente para conocerla, para saber quién era la mujer misteriosa de la que Viktor se había enamorado perdidamente, la foto del periódico era en blanco y negro y muy pequeña, hablaba de ella como si se tratara de una mujer malvada, una de las seguidoras aserrimas del señor tenebroso en ese tiempo.
No había sabido cómo describirla en ese entonces.
Pero ahora volvía a verla y la piel pálida resplandecía ante la fotografía, su cabello centelleaba rayos de fuego y sus ojos la miraban como si supiera todos sus secretos, con una mirada felina, letal.
De víbora. Y aún así se balanceaba a la perfección con lo finas y sutiles de sus facciones, con aquella apariencia frágil y encantadora.
No podía decir que no era hermosa, se mentiría a sí misma y lamentablemente tenía una esencia oscura con la que no podía competir ni aunque intentase. Pues era un recuerdo, uno de aquellos que se incrustan en lo profundo.
No se quedaría pensando en eso.
—¿Quieres caminar? La verdad no quiero volver sola al castillo a esta hora, sé que es muy segura pero me da mucho miedo que vayan a aparecer criaturas en los alrededores.
—Claro, te acompañaré —respondió sacando dinero de su bolsillo y dejándolo en la barra, pagando ambas cuentas.
Viktor era un caballero, jamás dejaría que una mujer volviera sola en medio de la noche. Ninguna, sin excepción. Salieron del bar, él ignorando las miradas que sus compañeros le echaban por ir junto a Jade.
El frío del exterior les caló de inmediato. Caminaron con paso tranquilo, no llevaban prisa.
Ella fue la primera en cortar el silencio.
—Ella era muy hermosa, Viktor.
Este sintió como si le abrieran una herida.
La herida que cuando empieza en cicatrizar vuelves a abrir para darte cuenta de que bajo las capas de piel nueva queda algo de lo que fue. Que Jade hablara en pasado le hizo sentir molesto, pero solamente eran sus manías, la bruja no estaba cometiendo ningún error.
Se limitó a asentir y oír las palabras que ella tuviese que decirle.
—Ahora puedo entender porqué te enamoraste de ella de forma tan inmediata. De esa manera tan inminente. No tuviste ojos para nadie nunca más después que volviste del torneo de los tres magos.
En ese instante percibió un poco de reproche en su voz, como si de cierta forma le culpara por haberse prendado de la bruja.
—Habían muchas cosas de Pérsefone que hicieron que la amara. No tan sólo su belleza, en ella había algo único.
Ahí se percató el porqué evitaba hablar sobre ella.
Tenía que hacerlo en pasado.
Y eso le causaba demasiada frustración. Aceptar que tenía que hablar de ella, de alguien que no estaba era lo que conseguía que su rabia quisiera estallar.
—Sin duda tenía el cabello pelirrojo más magnífico que antes hubiera visto, pero su manera de ser, su manera de actuar. Siempre era impredecible, siempre era espontánea, jamás se sabía que diría, que haría, era auténtica aunque con eso ganara mil enemigos —siseó —. Era una de esas personas que saben que no necesitan más que a ellas mismas, tenía la fortuna de ser inolvidable, aún la tiene.
Cuando Jade le oyó hablar así sintió como si algo estuviese rompiéndose dentro de ella. Estaba enamorada, estaba flechada de un hombre que probablemente nunca pudiera quererla como ella a él. Jade sentía que Viktor era el amor de su vida, que ahora tenía la oportunidad que no tuvo antes.
Pero al oírle hablar de ese modo el corazón se le encogía.
Se quedó de pie y tomó sus manos con suavidad. Notó que rápidamente él se incomodaba ante su tacto repentino y sin previo aviso.
—Viktor, sé que todo lo que haz vivido en los últimos años ha sido muy duro, demasiado duro quizás —replicó observando sus orbes oscuros y sus cejas marcadas —, no puedo imaginarlo, pues espero no vivirlo.
—Jade... —él sabía lo que ella haría sabía lo que diría. Pero la aludida puso uno de sus dedos índices sobre sus labios.
—Déjame terminar de hablar porfavor—le suplicó —, Viktor yo siempre te quise, siempre estuviste en mi mente, en mi corazón. Desde que me defendiste de Dahl cuando el muy imbécil decía que las niñas no tenían derecho de asistir a Durmstrang —se rió al rememorar su niñez —. No pretendo que digas cosas que sé muy bien no sientes, pero yo te quiero, sigo queriéndote, aguardando el momento en que pueda tener valor y pedirte una oportunidad.
De pronto se estremeció y ahogó un grito. Viktor se volvió y sacó rápidamente su varita, alerta.
—Perdona, pero me dan un miedo terrible, pensarás que soy una exagerada.
—Tranquila, sólo es un lobo. Si nos quedamos quietos, pasará de largo. Solamente es un lobo solitario.
Viktor observó al animal, tenía un aspecto triste, nada feroz, no tenía la energía que estaba seguro tuvo hacía algunos años, no estaba con su manada; sólo podía significar una cosa.
Se quedó pensando, esa sería una muy buena explicación.
—¿Por qué andará solo? Todavía no se ve muy mayor como para que vaya a morir —declaró la chica.
—Pasa que los lobos son animales monógamos, tienen una pareja de por vida— señaló observándolo con tristeza—; cuando su pareja muere ya ni vuelven a estar con nadie más, se mantienen un tiempo en la manada para darle protección y no dejarles a la deriva. Pero después se aleja, se aleja del resto de los suyos para poder vivir su duelo, para poder sentir su dolor y llevar una vida más solitaria, pues su corazón no resiste el contacto con otros de su especie. Caza solo, vive solo, deambula por los bosques y los caminos, yendo de un lado a otro, hasta envejecer y después morir.
Jade intuyó el real significado de las palabras del mago, tomándose un segundo más para pensar y que su boca no la traicionara diciendo algo estúpido. No quería que él pensara que era una persona tonta y superficial, pero Jade y él eran sumamente distintos en ese minuto, mientras ella quería vivir una vida de cuentos, él estaba preocupado en que su existencia no se desmoronara a pedazos. Ella nunca había sufrido de una pérdida tan importante como para poder entender lo que Viktor sentía realmente en ese período de su vida.
—Jade —mencionó quedándose frente a ella, Viktor quería tener todo el tacto que le fuera posible—, ahora soy como ese lobo, actualmente mis sentimientos están en el fondo de un abismo y no sé si es que en algún instante volverán a aflorar. Lo siento, pero no puedo corresponder a tus sentimientos y no quiero que te hagas falsas ilusiones, no me puedo permitir eso, no quiero que seas infeliz esperando algo que no va a suceder— le habló con el tono de voz más dulce que su alma rota le permitió.
—Lo sé Viktor y no pretendo que me ames o inclusive que me quieras, sólo quiero que tengas claro que mi corazón está listo para ti, para cuando el tuyo se encuentre listo para volver a querer— señaló poniéndose de puntillas para dejar un beso en su mejilla—. No puedo imaginar lo que sientes ahora, o tal vez lo hago y no puedo dimensionarlo, pero puedo ser tu apoyo y tu amiga, para cuando necesites hablar o para cuando quieras un hombro para poder confortarte.
—Hace frío, sigamos caminando— acotó Viktor luego de unos segundos en silencio.
No le era posible darle su corazón a alguien más. Estaba seguro de que no sería capaz de hacerlo.
Jamás le había gustado hacer sentir mal a las personas que eran gentiles con él, por eso la conversación con Jade le estaba provocando tanta incomodidad, dentro de sí mismo sabía que nunca podría responder de la forma que ella esperaba, ella había confesado los profundos sentimientos que tenía por él y evidentemente él no podía sentir lo mismo.
No sabía que frase decir para que esa conversación no terminara en una discusión o con una persona herida debido a su pobreza emocional momentánea.
—Claro— respondió ella con algo de desilusión, per no se rendiría, se había puesto como meta ser aquella persona que devolviera a Viktor su antigua forma de ser, el brillo en los ojos y la sonrisa a sus labios.
Jade solía ser muy perseverante y en esta ocasión más que en ninguna otra, no habría excepción.
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