• CAPÍTULO 19 •
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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
«No es bueno mentirse a sí mismo»
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Spencer y George estaban pasando casi todo el tiempo juntos y es más, habían comenzado a pasar su tiempo juntos como si fuesen una pareja.
Después de aquella noche en donde bailaron en el bar, ambos se habían acercado en demasía, ninguno podía negar los sentimientos que comenzaban a surgir entre ellos. Habían pasado nuevamente la noche juntos y la barrera que en ocasiones se colocaba debido a la vergüenza o a la incertidumbre, había desaparecido por completo luego de que ambos hubieran vuelto a yacer.
Ambos se daban cuenta de lo mucho que les importaba el contrario y la cantidad de tiempo que invertían pesando el uno en el otro en los diversos momentos del día. Honestamente, Spencer había caído completamente bajo el hechizo de los encantos de George Weasley; no pudo hacer nada al respecto, pero la sonrisa del pelirrojo era un arma letal y aguda. Cuando George sonreía conseguía que la bruja se sintiera flotando en un limbo, pues se sentía agradada y a la vez tremendamente ridícula.
No sentía estar enamorada de él.
Aún.
Pero él no lo estaba haciendo fácil.
Su mirada cálida y la forma en la que sus ojos se achinaban cuando la sonrisa se asomaba en sus labios era una de sus cualidades físicas más adorables. Sin mencionar que era atractivo por naturaleza, tenía unas facciones masculinas sin que llegaran a ser muy duras, tenía aquel aire jovial que a ella le atrapaba por completo.
Por su parte, George creía que la pelirroja era completamente encantadora. Había algo en su forma de tratarlo que lo cautivaba y lograba que olvidara las tristezas más recientes que habían pinchado de forma dolorosa su vida. Era como una especie de arcoiris después de muchas noches de tormenta.
—Buenos días —mencionó el mago en medio de un susurro, dejando una taza de café humeante al lado del mostrador de la tienda —, creo que llegaste demasiado temprano a trabajar ¿no lo crees?
Spencer ya se hallaba surtiendo mercadería de la tienda. Pronto abrirían y faltaba mercancía de varios productos connotados, era fin de semana y por lo general durante esos días, el callejón Diagon se llenaba aún más de personas, por lo que no podían darse el lujo de no tener caramelo de la fiebre o polvo peruano de oscuridad instantánea, pues estaban entre los tops de ventas.
—Pues eres un emprendedor, deberías preocuparte por tu negocio o tus clientes se irán a otra tienda de dulces —replicó enarcando las cejas con audacia —, una cosa es que tengas renombre y otra muy diferente es que te creas insuperable —declaró en forma sabionda.
—Suenas como la novia de Ron—se rió—, no tenía idea de que fueses una sabelotodo que ahora me instruiría en economía y estrategias de venta — comentó muy cercano a su oído, en un tono seductoramente coqueto.
—No caeré en tu trampa, estoy trabajando. Tengo mucho que hacer, así que te pido que no me distraigas.
—Pues soy tu jefe, podría pedirte que dejases de hacer lo que haces si quiero.
—Creo que a eso se le conoce como abuso de poder, aquí y en la China —respondió ella sin apartar la vista de sus labores.
—Oh bueno— George se acercó a ella aún más —, entonces ya que estás sacando esa clase de conclusiones, yo también podría decir cómo se le llama a dormir con el jefe —siseó nuevamente, con toda la intención de seducirla.
—¡Hey! —la sonrisa coqueta y nerviosa de Spencer se transformó en una mueca cómica y algo avergonzada, habían personas entrando en la tienda y ella no quería que fuesen a malinterpretar las cosas que el pelirrojo estaba diciendo —. No soy una arribista, créeme que si lo fuera no dormiría con un empresario que tiene un rubro en las bromas, probablemente lo haría con un banquero de Gringotts o que se yo, con el ministro de Magia— murmuró para picarlo.
—Vaya, eres toda una estratega. Ahora entiendo que es cierto aquel mito de los hombres negros ¿no es así? —enarcó las cejas para molestarla —, creo que sabes de sobra que si fuese por eso no podría competir, tú lo sabes.
—¡Basta, Weasley! ¡No te pases! —gritó aventándole una caja de golosinas
—¿Por qué te enojas? ¿No hablábamos de Kingsley?
—Ja, ja, ja —replicó en tono sarcástico. No podía enojarse, ella había comenzado con esas bromas que sabía se iban a salir de control. Frunció el entrecejo y le ignoró por unos instantes, aquella francesa tenía carácter—, tonto.
George tomó el mentón de la chica entre sus manos y lo acercó a sus labios, depositando un leve beso sobre los de ella. Una sonrisa pícara curvó su semblante, como si con ello dijera que había ganado la batalla en esa discusión.
—¿Qué tratas de hacer?
—Pues intento besarte, mucho más profundamente si es posible. Podrías dejar de mirarme con ese rostro de enfado y darme un beso ¿quieres?
—¿Qué gano yo a cambio?
—Pues mis besos ¿no son un premio suficiente, mujer?
—Canalla—susurró sobre sus labios, depositando otro beso suave sobre los de George, queriendo alejarse rauda, pero el pelirrojo era más rápido e impidió que ella se moviera.
La levantó, sentándola en el mostrador, abrazándola por la cintura, dedicándole una mirada sensual. Sus labios se unieron y comenzaron a besarse con intensidad, disfrutando del contacto de la boca del contrario, Spencer apoyó su mano en la nuca de George, con la intención de hacerlo más cercano a su cuerpo, olvidándose por completo de que se encontraban en la tienda. No estaban dando un espectáculo apasionado ni mucho menos, sólo estaban dejando de lado al mundo y todo eso que les rodeaba.
No se percataron cuando las campanillas de la tienda tintinearon, dando a conocer la llegada de Ron o de un cliente. Ellos continuaron entre besos y risitas hasta que el sonido de alguien aclarándose la garganta consiguió que se despegaran y miraran a la persona en cuestión.
—Perdón no quise interrumpir, nada más estaba buscando a una amiga— mencionó la voz de la mujer recién llegada— y veo que ya la encontré...
—¡Florence!—chilló la aludida, dejando de lado todo rastro de pudor que pudo haber llegado a sentir—, no pensé que estarías aquí tan pronto, creí que me escribirías o que querrías que fuera por ti a la estación de trenes o a esos extraños aeropuertos de los que tanto me has contado.
Ambas mujeres se abrazaron, en el último tiempo antes de que Spencer se fuera a Inglaterra, ambas se habían vuelto muy cercanas, durante su último año en la escuela habían tenido que hacer muchas investigaciones juntas, por lo que habían compartido mucho más que la simpleza de pergaminos y evaluaciones. Se habían llegado a conocer en profundidad, tanto como para que Florence le pidiera a Spencer visitar a Félix en el cementerio en Londres.
—Me alegro mucho de que te encuentres aquí—susurró en su oído.
—Spencer, al fin nos volvemos a ver—respondió ella, con una sonrisa algo incómoda, alejándose del cuerpo de su amiga—.Perdón, no quise interrumpirte—dijo riendo, haciéndole un gesto alusivo con la mirada.
—Ven, quiero que conozcas a...
—George Weasley, lo conozco—saludó la francesa—¿Qué tal van las cosas por aquí?
George se acercó con cautela a la joven, la recordaba obviamente; sólo que no pensaba en volver a verla; cuando Spencer le contó sobre el encargo que esta le había hecho, jamás creyó que ellas eran tan amigas como para que ella fuera a encontrarla. Habían muchas cosas que George había mantenido en silencio, sin exponerlo y guardado solamente para él, aquí con Florence presente, sabía que tendría que dar ciertas explicaciones o tal vez aventurarse en la tarea de hacer mención a episodios que no quería volver a hablar en su vida.
—Un gusto, Florence ¿Qué te trae a Londres?
—Dejando un encargo, perfumes de la tienda familiar—comentó—, además de aprovechar de ver a viejos amigos— susurró.
—¿Ustedes eran amigos?
Florence se apresuró a contestar, había algo en la postura del pelirrojo que denotaba apremio e inquietud, por lo que presumió que la relación que mantenía con su amiga no era lo suficientemente profunda como para contarle detalles del tiempo en que las francesas convivieron en Hogwarts.
—No precisamente, nada más teníamos ciertos amigos en común— respondió la francesa observando a George asentir con algo de incomodidad.
—¿Vienes por muchos días ?—quiso saber George para intentar sonar amable—¿tienes donde quedarte?
—Oh sí, tengo una habitación en el Caldero Chorreante, muy cómoda y cálida. No estaré durante muchos días, pero lo suficiente como para alcanzar a realizar todos los pendientes que tengo en mente.
—Eres bienvenida acá en Sortilegios Weasley si es que requieres de cualquier cosa—mencionó—, sin embargo ahora si me disculpan, tengo que ir a atender algunos clientes que esperan por nuestro servicio.
El mago dejó a ambas brujas en privado, donde pudieron platicar de diversos temas de manera rápida y pasada por el aire, Florence sabía que Spencer se encontraba trabajando y no quería interrumpirla en medio de sus labores.
—¿A qué hora sales de tu turno? De verdad no quiero crear problemas entre una trabajadora y su jefe— señaló enarcando una ceja—, pero necesito que nos pongamos al día sobre muchas cosas, debemos platicar ciertos temas. Además, muero por un buen café, si conoces algún sitio donde sirvan comida francesa sería espectacular— siseó algo delicada.
—Sí conozco un sitio ¿qué harás el día de hoy?
—Pues dejaré mis encargos y visitaré a Félix en el panteón—farfulló—luego de eso, quizás de un paseo por la zona.
—¿Nos encontramos en el callejón Diagon a las seis?
—Nos vemos querida—Se despidieron con besos a cada lado de las mejillas hasta su próximo encuentro.
Cuando ambas brujas volvieron a encontrarse , Spencer encontró un sitio para cenar donde se respetaban los requerimientos parisinos de Florence, si bien ella no era una engreída, tenía muy buen gusto culinario, por lo que no estaba dispuesta a mal-viajar su paladar con simples hot-dogs o panes con carne y queso.
—No recordaba que fueses una delicada—terció Spencer en tono burlón—, siempre creí que eras la más sensata de nuestro salón.
—No creas que voy a comer esa basura inglesa—mencionó—, en ocasiones no debemos bajar nuestro estatus, no negaré que para algunas ocasiones son deliciosos, pero no para un reencuentro contigo mi querida amiga.
Las brujas aguardaron a que les tomaran el pedido y llegaran con sus platillos a la mesa para poder degustar su comida, estaban muy felices de volver a encontrarse y poder contarse las cosas que llevaban tiempo para decirse.
—¿Pudiste ver a Félix?
—Te agradezco que hayas hecho mis encargos antes de que pudiera venir a Inglaterra, no es el mejor panorama el ir a dejarle flores al novio muerto de tu amiga, por lo que siempre te estaré eternamente agradecida.
—No fue nada, eres mi amiga y para eso estamos—sonrió mordiendo su croissant con dulce de leche— ¿cómo te has sentido sobre eso? ¿crees que te encuentras mejor?
Habían sido años difíciles para Florence, eso no había que mencionarlo, primero había sido torturada y presenció la muerte de su novio, precisamente por culpa de ella, o eso era lo que le habían hecho creer. Huir a la casa de seguridad de la orden del Fénix, donde muchos aurores le habían hecho cientos de preguntas que no podía responder, después se enteró del fallecimiento de una de sus mejores amigas. Volver a Francia tampoco había sido fácil, el trauma, los recuerdos, sus padres tratándola como si fuese a romperse, había llegado a colapsar en un instante.
—Estoy yendo a terapia, incluso unos meses internada, eso ya lo sabes, me ibas a ver. Ese tiempo me ayudó a sanar de manera en que no podría haberlo hecho sola. No te he contado, pero estoy viviendo sola, renté un apartamento, siento que suene desagradecido, pero la constante preocupación de mis padres me consumía, no me dejaban sanar.
—¿Cómo se lo tomaron? ¿El que te fueras de casa?
—Al principio no muy bien, pero luego lo comprendieron, además que mi terapeuta me apoyó en la decisión. Ellos saben que ahora estoy mejor, que me costará superar mis vivencias traumáticas, pero que voy paso a paso.
—Estoy feliz por ti y que te encuentres mejor.
Florence asintió y bebió café, ya era mucho de hablar de ella, quería que su amiga le contara acerca de su cercanía con el pelirrojo.
—Veo que tú ya te encuentras completamente asentada en Londres— farfulló con curiosidad.
Spencer se sonrojó por un momento. No sabía como iniciar una conversación al respecto.
—Ha sido todo tan rápido, tenemos una cercanía, una compatibilidad que me llega a poner de los nervios. Me asusta lo que estoy sintiendo por él, siento que nos hemos conocido hace mucho, que tenemos mucho en común.
—¿Te trata bien?
—Sí, la verdad es que es de aquellos que te hacen reír, casi imposible decirles que no, ya sabes.
Florence frunció los labios y Spencer captó el gesto. Su amiga era directa e incisiva, sabía de sobra que diría algo al respecto, sólo que en esa ocasión se encontraba preparada.
—Dí lo que tengas que decir, pero por favor no te pongas puritana como mi tía.
—Sólo quiero que seas feliz, quizás no me corresponde decirlo, pero creo que es mi deber como amiga hacerlo si es que él aún no te lo ha contado. Más bien dicho, quiero hacerte una pregunta.
—Anda, dime sin rodeos— instó la pelirroja.
—¿George se encuentra sentimentalmente disponible?
—¿Te refieres a lo de Fred? Ha sido muy difícil para él, pero creo que conmigo ha conseguido abrirse y pues, hemos ido progresando en nuestra confianza.
—No, me refiero en el ámbito de las relaciones amorosas, Spencer. George te ha hablado de algo al respecto.
—Solamente que hace mucho tiempo tuvo una relación y que no era para él.
Florence puso los ojos en blanco. George jamás le había causado buena espina en relación a sus sentimientos, en como procesaba sus emociones.
—¿Acaso George te acompañó cuando fuiste a hacer mi encargo al cementerio?
—¡Merlín sí que fue una experiencia! ¡Conocí a Viktor Krum! ¿Puedes creerlo? Casi me infarto allí mismo de no ser porque él iba a visitar aquella sepultura— mencionó como una niña pequeña emocionada.
—Spencer, siento si parezco aguafiestas, porfavor no vayas a creer que hago esto porque quiero romper tu burbuja de felicidad, pero tengo que...
—¿De qué hablas?
—George no ha sido completamente honesto contigo, hay algo que te ha estado ocultando, siento si transgredo los límites, pero eres mi amiga.
—Florence, ya sabes, sin rodeos.
—George mantuvo una relación con la hermana de mi novio, tuvo una relación con Perséfone, él estaba enamorado de ella, incluso cuando la guerra estalló, le ofreció huir juntos para que ella no fuese entregada como mortífaga al señor oscuro— mencionó con tono sombrío—, no obstante ella se negó y las cosas entre ellos no funcionaron, ella si le quería, pero habían diferencias demasiado grandes entre ellos, no eran el uno para el otro.
Spencer escuchaba con atención, sintiendo que pronto se sentiría aturdida.
>> Perséfone después escogió a Viktor, ellos se amaban, siempre lo hicieron. El rechazo afectó a George en demasía, sobretodo cuando se enteró que ellos se casaron, luego del funeral de Perséfone, George visitaba su sepultura muy seguido, lo vimos varias veces allí, iba en secreto para que sus hermanos no se enteraran, nunca nadie supo de ellos, salvo Félix, Fleur y yo. George sufrió mucho su muerte, o asumo aquello, entonces que vaya contigo a dejarle flores a su ex sin hacer mención de ello, considero que es mentirte y lo que es peor, mentirse a sí mismo.
De pronto la burbuja rosada en la que Spencer había estado flotando se reventó.
No sabía cómo tomarse aquella información sin querer lanzarle un Crucio a George.
—Lo lamento, siento si es que no sabías nada, pero eres mi amiga...
—No hace falta que digas más, no me gusta ser la ignorante de la historia.
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