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• CAPÍTULO 17 •

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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
Investigaciones reveladoras
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Viktor y Ludovica caminaron lentamente, disfrutando de la nieve mientras iban camino al pueblo, decidieron que sería una buena opción ir a comer fuera, por lo que decidieron que «La posada del dragón tuerto» era la mejor opción para pasar un rato agradable lejos de los cuchicheos del comedor del castillo, tenían muchas cosas de las que conversar y ponerse al día como los mejores amigos que eran.

Caminaron por el camino Gamleveien que conectaba con los distintos pasajes del pueblo, Draggen, con su cultura completamente mágica era el pueblo mayormente visitado por los estudiantes cuando salían en sus tiempos libres designados por la escuela.

—Bienvenidos, jovencitos—les saludó Katya, la regenta del lugar. La viuda cocinera llevaba ese restaurante desde que era muy joven, conociendo a su esposo en ese mismo lugar—. La mesa que les gusta se encuentra disponible- manifestó de manera amable.

—Gracias señora Kalem—contestaron al unísono entrando en el restaurant. A diferencia de muchos lugares en el pueblo, el lugar les agradaba para comer porque tenía un ambiente mucho más acogedor y familiar como para almorzar. No era uno de esos bares oscuros y húmedos por donde se colaba el frío viento del norte—. Nos serviremos el especial del día-comentó la bruja haciendo una reverencia con su cabeza.

Viktor se quitó la chaqueta una vez que hubo apartado la silla para que su amiga se sentara. Se acomodó en la silla frente a ella y la observó con detención.

—Cuéntame, ¿qué sucedió con Olivia? Asumo que fue algo decepcionante, o hubieses vuelto a Hungría de inmediato después de buscar tus documentos.

Ludovica frunció los labios con frustración, sonriendo de forma forzosa cuando la mesera hizo aparecer los cubiertos y aderezos. Suspiró, puesto que lo que menos quería era agobiar a su amigo con sus problemas.

—Cuando llegué a Budapest todo estaba bien, creo que nos mantuvimos más unidas que nunca por algunas semanas, pero después de algunos días algo cambió. Pude notar la forma en la que le incomodaba que estuviera en su apartamento, me sentía fuera de lugar; ella empezó a trabajar en una tienda de herbolaria y solía llegar muy tarde después, mucho después de sus horas—se quedó un momento en silencio cuando la mesera hizo levitar sus bebidas y platos hasta la mesa, quedándose algo boquiabierta al notar que se trataba de Viktor Krum—, creo que tienes otra admiradora- siseó molestándole—, quizás quiere que le autografíes algo...

—No trates de cambiar el tema, Ludo. ¿Qué pasó?

—Pues le consulté a las cartas.

Viktor rodó los ojos con fastidio, la adivinación y todas esas prácticas eran para él consideradas muy imprecisas, no negaba que su amiga tenía una especie de talento innato, que en ocasiones decía cosas que terminaban siendo reales, sólo que era imposible poder controlar todo lo que iba a suceder con una baraja de cartas,

—Ludo, qué demonios. ¿Por qué no le preguntaste de inmediato qué era lo que sucedía?

—Porque lo hice antes y no funcionó. Estuve muchos días preguntando si algo pasaba , si es que ella tenía una especie de resentimiento conmigo por el tiempo que estuvimos separadas.

—¿Las cartas te dijeron lo que querías saber?

—Había una tercera persona, era una persona de su trabajo. Una mujer que allí trabajaba.

—Mierda, lo lamento mucho.

—Esa noche cuando llegó, no fue capaz de negarlo, porque le pregunté desde hace cuánto tiempo hacía que mantenía esta relación—susurró enojada, dándole un mordisco a su comida—¡llevaba meses engañándome! Todo el tiempo que estuve contigo, mucho tiempo antes de terminar la escuela, ¡Mierda! Me sentí tan tonta al darle mi amor genuino a una persona que no se molestó siquiera en decirme que quería ver a otras personas, era una molestia al parecer para ella y tampoco era capaz de decirlo.

—¿Dónde te quedaste? ¿Por qué no me escribiste? Sabes que te podías quedar en mi casa, no tenías porqué volver al castillo si no querías. Pudiste haberte ido a Bulgaria y quedarte en la granja.

—Viktor, tú tenías la cabeza en otro lado, no tenía porqué molestarte con mi rompimiento y mi maldita novia infiel. Sabes que no soy ninguna damisela en apuros.

—Pero eres mi amiga, no tenías porqué pasarlo mal, pero dime ¿Qué hiciste?

—Estuve leyendo el tarot, renté un cuarto después. Tenía que irme, no podía quedarme allí. Una mujer tenía su tienda de artilugios mágicos y pues le sentaba de maravilla tener a una bruja realmente entendida en el arte de la adivinación y la lectura de las cartas.

—Lo lamento mucho —dijo Viktor finalmente —, creo que entregaste mucho en esa relación y si esa chica no es capaz de ver lo maravillamente irritante que eres, pues entonces no te merece—señaló sonriendo de medio lado.

—Siempre haces eso, siempre eres tan gentil. Siempre encuentras lo mejor de los demás, has conservado tu bondad a pesar de todo lo sucedido —murmuró la bruja agradeciendo la empatía y palabras del mago.

—No lo creas, a veces hay ocasiones en las que querría quemar a este puto mundo y que todos los malditos mortales desaparecieran —expresó bebiendo un sorbo de vino.

—¿Pasa algo? —interrogó con curiosidad.

—Sí —susurró —, siento tanta ira en algunos instantes, que cosas demasiado simples me hacen enojar, me hacen querer acabar con la humanidad.

—No estoy entendiendo —declaró la chica frunciendo el ceño.

Viktor tragó saliva y se acomodó en su asiento.

—Es estúpido. Incluso me siento ridículo por sentirme enojado por algo así —farfulló con evidente fastidio —. Cuando visité Londres, lógicamente pasé algunos días a dejarle flores a Perséfone.

Ludovica asintió sin interrumpir, agradecía que él tuviera la confianza para contarle sobre la forma en que se sentía. Era lo único que podía ofrecerle, ya que humanamente era imposible hacer más.

—Un día me topé con alguien allí. Me encontré con George Weasley y una mujer frente a su sepultura.

La bruja se quedó en silencio, como si estuviese procesando la información.

—¿Weasley? El chico que...

—Sí, ese mismo.

—¿Pasó algo? ¿Conversaron sobre alguna cosa?

—No, solamente sucedió. Yo llegué y ellos ya estaban allí.

—¿Y de casualidad estaban profanando la sepultura de tu esposa? Porque si te soy sincera no estoy entendiendo.

—Ya te dije que era algo estúpido, pero cuando lo vi quise mandarlo al demonio. No entendía qué era lo que hacía allí.

—Cuéntame, ¿Acaso si yo pongo un pie ante la loza impoluta de aquel campo santo también querrás asesinarme?

—No quería asesinarlo, sólo que no supe quién era la otra persona.

—¿Tendría algo de malo que él quisiera visitarla?

Viktor se mantuvo en silencio, dándose cuenta de lo ridículas que se escuchaban sus palabras. Sus tribulaciones jamás habían girado en torno a George Weasley, tampoco comprendía porqué en ese preciso momento su cerebro se había disparado a pensar en los posibles escenarios, en los sucesos que podrían haber pasado si ella se hubiese decidido por el inglés.

—Viktor, no puedes borrar el pasado de las personas, siempre supiste que ella tuvo sentimientos por él antes de conocerte a ti, ellos tuvieron una historia que no puede desaparecer nada más porque a ti te incomoda. Además, ella te escogió para ser tu esposa, no lo dudó ni un sólo segundo, ella te amaba Viktor, no tuve la fortuna de conocerla, pero con todo lo que me contaste, con todo lo que me dijiste, puedo percibir que ella jamás dudó de lo que sentía por ti.

—No dudo de lo que ella sentía, podía sentir su amor en todo acto que hizo por mí.

—¿Entonces cuál es el problema que él estuviera visitándola?

—Que me hace pensar en que tal vez él podría haberle dado mayor futuro ¿estaría viva de haberlo escogido a él? Si ella hubiera decidido irse junto a él ¿estaría aquí aún?

—Grandulón, no te dañes de esa forma, no te tortures así.Son probabilidades que jamás podremos descubrir, incluso llegan a ser improbables. Fuiste feliz con ella, recuerda esos momentos, la amaste mucho y la amarás siempre ¿Porqué querrías pensar en situaciones donde ella estuviese con otro?

—Que ella estuviese con otro sería menos doloroso comparándolo a que ahora esté muerta.

—Basta—dijo Ludovica zanjando el tema por completo—. Créeme que si hubiese sabido que este almuerzo iba a colocarse tan sórdido y tremendamente deprimente no hubiese venido. Eres la persona más noble y gentil que conozco, pero creo que debes dejar de auto compadecerte, y sobre todo de imaginar miserias que no sucedieron. Es importante que vuelvas a renacer, que hagas lo que te gusta y mantengas tranquilidad, hazlo por ti, eso es lo más sano.

El aludido sintió como si su madre le estuviese regañando por haber cometido algún improperio. Frunció los labios y continuó comiendo su platillo con aplomo y sin saber muy bien qué decir. Las palabras de la bruja tenían algo de razón.

—Lo siento.

—No te disculpes Viktor, solamente prométeme que vas a intentar continuar con tu vida, y lo más importante, no vas a replantearte nada, menos las cosas o las personas que te han hecho feliz, tú también eres capaz de hacer sentir bien a cualquiera, eres el merecedor de mucho amor y no quiero que vuelvas a decir aquellas tonterías. ¿Me oíste?

—Sí, mamá.

—Por favor no me compares con ese estresante y desagradable ser humano, sin ofender—dijo mordiéndose la lengua para no carcajearse. Eres la peor ofensa que me has dicho, honestamente te has vuelto más cruel.

No era ninguna novedad que la madre de Viktor era una persona que solía ser muy distinta a él. Inclusive hace mucho tiempo que no estaba con ella, que no hablaba, que no se dirigían la palabra, lo peor es que no le hacía falta, no extrañaba estar con su mamá.

—Hablando en serio ¿has visto a tu madre?

—No la invoques porfavor —siseó con tedio —Bueno, ¿haremos algo más que llenarnos como saco de harina de tanto comer?

—Espera, déjame mirar a Eryka Tindra—siseó Ludovica con su mirada felina acentuándose sobre la mujer.

—Qué vergüenza, de verdad que eres una desvergonzada.

—Mírala, si parece un ángel. Pero te aseguro que debe ser una fiera en la cama.

—¡Maldita sea! ¡Imagen mental, Ludo!

—Debes reconocer que es una delicia, tiene ese aspecto inocente, pero sabemos que podría asesinarte.

—No sé si eso me parece atractivo— susurró algo incómodo, puesto que era una de sus profesoras.

—No finjas, tu esposa tenía esas mismas características. No te vengas a hacer el caballero conmigo ¡profesora Tindra! —le saludó con un gesto coqueto.

La mujer se acercó con una sonrisa en el rostro. Antes de que la bruja le hiciera una seña, estaba buscando una mesa para acomodarse, solamente que el restaurante se encontraba bastante lleno de personas y no quedaban muchos espacios.

—¿Qué tal muchachos? —les saludó —¿Buena comida?

—Absolutamente ¿ha venido a almorzar?

—Eso pretendía, nada más que está lleno.

—Puede sentarse con nosotros— invitó Ludovica y Viktor no pudo contener una sonrisa de medio lado, puesto que conocía muy bien las intenciones de su amiga —¡Viktor no seas irrespetuoso y descortés y saca tus ridículos libros del asiento!

—No quiero molestarles.

—No es molestia —correspondió Viktor sacando los libros que cargaba —, le podemos hacer compañía.

Eryka Tindra era la maestra de artilugios y objetos malditos en el castillo. Había crecido en Islandia en la tienda de artículos de magia negra de sus padres, desde allí desarrolló una fascinación innata para crear y transformar objetos malditos y conocer sus usos.

La mujer entornó sus ojos en dirección a los libros que el joven colocó sobre el marco de la ventana junto a ellos. Los reconoció de inmediato y le dedicó una mirada asombrada al mago.

—No sabía que le interesaban ese tipo de lecturas, joven Krum.

El mago sonrió intentando no denotar ningún interés o emoción al respecto. Si alguien relacionaba sus lecturas sobre artículos mágicos y los recientes hechos ocurridos con Jade Abramsen estaría metido en un gran lío. Una cosa es que Durmstrang enseñara toda clase de artes oscuras y otra muy distinta era aplicar ese tipo de hechicería en una persona sin que estuviese preparada para evadirla.

—La verdad este era uno de los libros de mi esposa, lo leo porque era de sus favoritos y suelo cargarlo conmigo.

—Pues tenía muy buen gusto—replicó la bruja —. Aunque si de libros malditos se trata, en Durmstrang hay un ejemplar que me atrevo a decir no existe en ningún otro lugar en el planeta.

—Veo que tiene un basto conocimiento en el tema, siempre fue una de mis maestras favoritas —comentó Ludovica con una evidente fascinación.

—¿Y cuál es el libro? — preguntó Viktor con desinterés.

Piedras negras—farfulló—, ni siquiera tiene un autor porque se presume que es más antiguo que cualquiera de nosotros.

—¿Y porqué es un libro tan renombrado?

—Habla sobre un objeto en particular, no lo menciona, pero habla sobre como un objeto puede traer a alguien de la muerte, es muy evidente que habla sobre los horrocruxes.

Por un segundo Viktor sintió como que ella estuviese dándole una especie de pista, como si la bruja viese más allá, sentía que sabía sus intenciones y que andaba cargando un objeto maligno entre sus pertenencias.

—Vivir para siempre —farfulló la mujer para sí misma —¿Creen que eso es sano?¿Qué persona en su sano juicio quisiera vivir para siempre?

—Los amantes —interrumpió Ludovica mirándola con intención —¿quiénes más insensatos que dos personas que creen que con su amor pueden cambiar al mundo y reinar sobre sus ruinas?

La mujer analizó la expresión de Ludovica y le sonrió correspondiendo a su gesto.

—Pues creo que la locura, el amor y la muerte van de la mano, así que tienes razón.

Al anochecer, Viktor se dirigió a la biblioteca, ensimismado y con los pensamientos revueltos, envenenado con la idea de obtener alguna de las respuestas que quería tener.

En sus manos tenía una opción.

Tenía la vaga esperanza de volver a tener a Perséfone. Sólo que no tenía idea cuántas cosas cuestionables tendría que hacer durante el proceso.

Estaba dispuesto a hacerlas todas.

Y estaba completamente seguro de que no se arrepentiría ni un poco.

Incluso si aquello condenaba su alma.

Rebuscó entre sus páginas, pasándolas frenéticamente, como si estuviese desesperado por las respuestas que en secreto añoraba su corazón.

Sabía que estaba mal, sabía que no era correcto.

Pero cuando sus ojos leyeron los pergaminos, las líneas y las palabras cargadas de malicia sobre la manera en que una persona debía de volver a la vida sintió que algo se remecía en su interior.

Caminó en dirección a la habitación de Eryka, golpeó con suavidad y aguardó a que la mujer le ayudara, que le diera respuestas, sin pensar muy bien en las consecuencias de aquella conversación.

Cuando la puerta de abrió, Viktor rodó los ojos con tedio. Ludovica salió de la habitación envuelta en una bata y una sonrisa triunfal, el rostro le cambió de inmediato en el instante en que se percató del objeto que su amigo tenía en las manos.

—Mañana, cuando la adrenalina deje de correr por tu cuerpo me lo agradecerás —declaró Ludovica —. No puedo creer que pienses que ella responderá a tus dudas sobre aquello...

—¿Qué demonios haces, Ludo?

—Mete ese libro donde no piensen que quisiste asesinar a Jade —musitó con voz fuerte —, no tienes idea del lío en el que te estás metiendo. Estoy segura de que pensarás con la cabeza en unas horas.

Ludovica cerró la puerta tras ella y el mago dio media vuelta, frustrado.

Esa noche volvió a sumergirse en las terribles pesadillas que lo asediaban sin descanso.

Hasta que la vio.

Vio el rostro de Perséfone mirándole desde el asiento que estaba frente a su cama.

Le sonreía.

Luego de eso la caratula de un libro apareció en su mente, no era precisamente el que había buscando en la biblioteca, era un libro de historia de la magia.

¿Qué necesitaba hallar en él?

No te vayas, Perséfone no me dejes. —le suplicó entre balbuceos tórridos.

Ya tienes lo que necesitas amor mío. Te lo aseguro —contestó dándole aquella sonrisa de medio lado que el tanto amaba.

No la veía a menudo. No al menos en las condiciones que quería, solía tener visiones de ella entre sus brazos.

Agonizando, para después morir sin que pudiese hacer nada.

Ahora le había visto sonriente.

Y se había visto muy real.

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