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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
«La vieja costumbre de mentirse»
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—¿Puedo ir contigo? —se apresuró a preguntar George, sin saber porque lo hacía realmente.
Los cementerios lo hacían vulnerable y le hacían querer hablar sobre vivencias de las que quería alejarse constantemente.
Sin embargo la información entregada por la francesa le había caído como un balde agua fría y necesitaba averiguar de forma ansiosa qué era lo que sabía de las personas quienes tendría como encargo visitar en aquel lúgubre lugar.
—No creí que quisieras pasar un día conmigo en el cementerio.
—Bueno, tampoco es como que fuésemos a estar todo el día, sólo será un momento ¿no es así? Además —siseó —, no se me hace correcto que te vayas sin que al menos te ofrezca un café —sonrió de forma convincente.
—Debo ir a casa o mi tía va a echarme a la calle, debo decirle que salí a trotar o a caminar el aire matutino —farfulló—, si descubre que no pasé la noche aquí, ella me dará un sermón.
—Bueno, si te echa a la calle no habría problema, tengo una habitación libre en el piso. Podrías mudarte aquí.
La expresión del rostro de Spencer se abrió, todas sus facciones se extendieron al oír las palabras de George, claramente lo había dicho como una broma, solamente es que él solía ser demasiado convincente.
Por su parte, el pelirrojo sintió la incomodidad tras decir aquello y cerró los ojos mientras emitió una leve risita, cayó en la cuenta de que ese era un ofrecimiento demasiado comprometedor.
—Lo siento, no quise hacer que pareciera indecente.
Spencer también se sonrió, incómoda y abrumada. Ninguno había hablado sobre lo sucedido la noche anterior, estaban esperando el instante adecuado para hacerlo. No querían hacerse una imagen del contrario que no correspondiera.
—Creo que debería ir a casa, si gustas paso por ti en una hora.
—De acuerdo.
La pelirroja salió de la casa de George, una vez que pasó por Sortilegios Weasley, sacó su varita para realizar una transformación y cambiar su ropa. Sabía que no tenía porque dar explicaciones puesto que era mayor, no obstante no quería tener problemas con su tía.
Al llegar al edificio donde yacía la tienda de ropa, se realizó una coleta alta y entró en la tienda haciendo uso de toda su personalidad. Su tía ya se encontraba atendiendo y claramente no pasaría desapercibida.
—¿Y tú? ¿No puedo creer que hayas madrugado? Es algo que no haces desde que estás aquí— expresó con expresión de duda en su rostro.
—Pues sí, quise salir a trotar un rato. Siento que estaba muy sedentaria y pues quiero mantener la línea, ya sabes, como demasiadas porquerías en las tardes de trabajo.
Su tía la observó de pies a cabeza y por un segundo Spencer pensó en que ella sabía toda la verdad y la descubriría. Madame Marklin sin duda era una mujer conservadora.
—¿No tienes que trabajar hoy?
—No, no en verdad. Pero iré al cementerio, debo hacer un encargo para una amiga.
La bruja frunció el ceño y negó con la cabeza, sin embargo no podía seguir conversando con ella debido a que tenía que continuar atendiendo a sus clientas, Spencer aprovechó para escabullirse de su farsa, subió rápidamente los escalones hasta su habitación y entró al cuarto de baño para darse una ducha rápida.
El momento de relajación la hizo pensar en George y en los sucesos vividos con él en la noche anterior, ella no estaba acostumbrada a sobre pensar ninguna de las cosas que hacía o sobre sus decisiones.
Pero ahora tenía una duda crucial en la mente.
¿George realmente le gustaba o había sido un desahogo caprichoso?
¿Ella le gustaba a él o sólo había aprovechado una borrachera para satisfacer sus instintos?
Tampoco es que estuviera mal, ella no buscaba nada serio en lo que a una relación implicaba. Sólo que en muchas ocasiones los hombres malinterpretaban las cosas –eso era lo que había pasado con Germain– y no estaba dispuesta a repetir aquello.
Al salir se colocó ropa limpia y cepilló el cabello, alisándolo con un hechizo simple, se aplicó crema en el rostro y un poco de máscara de pestañas para no verse tan pálida, no le gustaba.
Su tía no se percató en el instante en que volvió a salir. Caminó a Sortilegios Weasley y le hizo un gesto con la mano a George en cuanto lo divisó; este la siguió y comenzó a caminar junto a ella.
Ambos se sonrieron, iban a dirigirse a la estación de Kings Cross. El cementerio estaba ubicado a unas estaciones del centro del Londres mágico.
—¿Dejaste la tienda cerrada?
—No, se ha quedado Ron. Le gusta quedarse en el negocio, no le importa quedarse solo, además los lunes nunca hay tanta gente, sabes que nuestro fuerte son los fines de semana.
Spencer sintió una presión en el pecho cuando estuvo frente a él. Observaba que George se sentía nervioso, no obstante no sabía porqué.
—¿Todo está bien? ¿Luces inquieto?—murmuró la pelirroja.
George no quería hablar sobre lo que sus pensamientos estaban gritando pues no venía al caso; estar cerca de Spencer le hacía sentirse un poco inquieto, ya que no sabía hacia dónde iría su comportamiento. El viaje en tren fue grato y muy breve, la distancia no estaba muy alejada y parecía como que ninguno de los dos se atrevía a dar el paso para hablar de lo sucedido.
Caminaron por la avenida principal, la brisa estaba corriendo de forma agradable y el sol emanaba cierta calidez.
—¿Quieres un café?—preguntó George —, según yo no has comido desde anoche.
—Tienes razón, quiero un capuchino.
— ¿Con o sin vainilla?
—Sin vainilla, me gusta el clásico.
Entraron en una cafetería para pedir las bebidas, Spencer se acomodó en la barra y esperó golpeando la madera con los dedos, inquieta.
—Listo—George llegó a la barra y le entregó el café humeante a la bruja, sin dejar de observar sus intensos y alegres ojos verdes, nada más que ahora había un matiz de duda en ellos.
El mago sabía que debía hablar.
—Oye, necesito que hablemos sobre lo de anoche...—musitó con los ojos fijos en ella, dándole un sorbo a su café.
—Eso creo...—mencionó sin saber cómo continuar.
—Spencer eres increíble, no quiero que creas que soy un maldito casanova. Pero todo sucedió de forma natural, no estaba buscándolo, de hecho hace mucho tiempo que no salía con nadie— explicó algo ansioso—. Tú me gustas, me la paso bien contigo, creo que eres una chica increíble y siento que me gustaría mucho seguir conociéndote y pues saliendo, si quieres...
A él le gustaba Spencer, no sabía exactamente los motivos por los que se sentía atraído, pero llegaba a la conclusión de que lo más seguro era que después de mucho tiempo se sentía alegre, o al menos más feliz que de costumbre. Sólo que había perdido la práctica, finalmente sentía que estaba con el corazón roto en bastantes sentidos.
—¿Sientes que acaso no debió pasar?
—¡No!— siseó con una sonrisa—, es sólo que no soy de esa clase de chicas...No quiero que se malinterprete.
—¿Qué clase de chicas? No entiendo a lo que te refieres.
—Sí que lo sabes, que intentes ser un caballero es muy considerado— declaró e hizo una pausa —Muchos hombres y personas en general mencionan que las mujeres son zorras al involucrarse sexualmente con un chico con el que prácticamente no se conocen. Sabes que es así, sé que los hombres murmuran con otros hombres y las reputaciones de las chicas se arruinan.
George asintió a modo de entendimiento. Comprendía las aprehensiones de Spencer; sabía que ella era diferente, bastante alocada y sin miedo al qué dirán. Quizás ella necesitaba de su palabra para sentirse tranquila y algo resguardada.
—Spencer, no pienso nada malo sobre ti, es más, no tengo ningún inconveniente con una mujer que vive su vida sexual de forma plena, no es algo que juzgo, ya no estamos en la edad media— sonrió—. A mí me gustó mucho lo sucedido, la visión que tengo sobre ti no cambiará sólo por el hecho de que hayamos o no tenido sexo. Sólo necesito asegurarme de que no te arrepientes, porque yo no hago— declaró— o disfruté mucho y desearía no haber estado ebrio, eso fue un error de mi parte.
—También estaba ebria— confirmó entre risas—, no me arrepiento de lo sucedido. Sólo que no sé mucho sobre tu vida y no quería pensar que interferí de una u otra manera negativa debido a ese encuentro. No me gusta ser atrevida ni cruzar límites que las personas no quieren, eso sí que me hace sentir mal.
—¿Entonces crees que podamos?— George dejó la frase sin completar pensando en las mejores palabras —¿conocernos mejor y tener una cita real?
—¿Estás seguro de eso? ¿Podría ser una loca de patio?
—Creo que yo no soy la personas más cuerda del mundo y tampoco soy la mejor compañía en ocasiones, pero estoy dispuesto a descubrir el misterio que esconde Spencer Marklin— terció con una sonrisita coqueta.
—Sabes, soy bastante aburrida. No hay ningún misterio detrás de mi existencia. Quizás por eso no logro conectar realmente con las personas, soy muy simple, no hay ninguna extravagancia en mi interior, mírame.
George se tomó unos segundos para observarla detenidamente.
Si antes no se había percatado de sus bellos rasgos y facciones.
Pues ahora lo hacía.
—Lo hago.
—No bromees— murmuró dándole el último trago a su café —, ¿deberíamos caminar no crees?
El mago asintió y luego de desechar los vasos se metió las manos en la chaqueta de mezclilla que usaba y sus pasos los condujeron hasta el cementerio. George sintió cómo el estómago se le encogió a medida que fueron acercándose a la entrada.
El ritmo de trabajo le estaba impidiendo ir más seguido a ver a Fred, no obstante sabía que esa no era una excusa como para no ir.
—¿Es muy aprovechado de mi parte si te pido que pasemos por la sepultura de Fred?
Spencer se quedó sin palabras. No tenía inconveniente alguno, solamente que George jamás había verbalizado de manera tan íntegra el que Fred falleciera, parecía ser uno de sus temas tabús, si bien había mencionado en algunas instancias alusiones al tema, no lo hablaba con total libertad. Aunque también podía ser que simplemente no confiaba en ella como para abrirse a un sentimiento tan profundo como lo era ese.
—Claro que sí —afirmó la pelirroja frunciendo los labios, cuando veía a las personas sufrir se le hacía un nudo en el estómago, pues no sabía cuál era la forma correcta de consolarlas —¿quieres que vayamos primero a verle a él?
—Si no te molesta, prometo que sólo será un minuto, no voy a perjudicar tu encomienda.
—No te preocupes, te acompaño.
George no hablaba de la muerte de Fred, cuando lo hacía no podía hacerlo sin llorar y él detestaba que las personas lo vieran triste. Ellos habían creado una tienda de bromas, su intención era hacer reír a las personas, no que estuvieran sumidas en la tristeza, él no podía salir de ellas.
La sepultura de Fred se apreciaba arreglada y con un verdor muy reluciente, se notaba que estaba mantenida y que le visitaban muy seguido. Las flores que descansaban sobre la lápida estaban todavía frescas y no existían rastros de abandono.
Hubieron unos instantes de silencio hasta que George fue quien lo cortó.
—No puedo creer que ya haya pasado tanto tiempo desde que lo perdí —farfulló con un hilo de voz. Spencer no sabía si le hablaba a ella o lo hacía más para sí mismo —, no hay día en que no piense en él, créeme ha sido lo más duro que me ha tocado vivir.
—Lo lamento mucho, George. Siento mucho la pérdida de tu hermano —contestó con un nudo en la garganta que se había formado al verlo sumamente afectado. Con cautela pasó su brazo alrededor del contrario y tomó su mano para otorgarle contención.
George tuvo la confianza para sonreír y apoyar su cabeza con la de ella.
—Falleció en una explosión en el castillo. Quedó bajo muchos escombros y lo único que siempre pienso, lo único que siempre pido es que no haya sido doloroso, que haya sido rápido y que no tuviera que sufrir —Sus lágrimas cayeron de manera inmediata al pensar en Fred tendido en la acera del castillo aquel fatídico día.
—No, no sufrió. No sé si crees en la vida después de la muerte, no sé si eres muy religioso. Sin embargo yo creo que las almas puras y bondadosas van a un sitio donde ya no deben vivir las penurias qué sufrimos los que estamos aún en la tierra—comentó observando las palabras escritas en el granito de la lápida —Fred era una buena persona, debe estar haciendo bromas donde sea que ahora se encuentre.
—Quisiera verlo, añoro verlo siempre. Todas las noches antes de dormir le pido a Dios que me permita soñar con él.
—Entonces aférrate a ello, si lo haces entonces existirá la esperanza de que volverán a verse.
Tras una conversación profunda e intensa sobre Fred Weasley, George se limpió el rostro y con la mano de Spencer entrelazada en la de él, avanzaron entre las sepulturas del campo santo. Hablar sobre Fred liberaba su corazón, le alegraba saber que podía hacerlo con Spencer sin sentir la presión que solían poner sobre sus hombros otras personas –solían decir que ya había pasado demasiado tiempo y que debía avanzar– Spencer era increíble en ese y en muchos otros sentidos.
—Creo que hemos llegado a dónde debías, Spencer —mencionó George parándose en seco una vez llegados a una bóveda de mármol con terminaciones brillantes y elegantes.
La bruja leyó la inscripción de la sepultura y sacó la varita del bolsillo interior de su chaqueta. Con eso conjuró un hechizo de aparición y algunas flores blancas y rosadas adornaron el sitio donde Félix Rosier yacía.
—¿Lo conociste? —le preguntó sin observar al pelirrojo.
Honestamente, Spencer no sabía prácticamente nada de las personas a quienes había ido a visitar al cementerio. Su amiga solamente le había pedido ir a dejar flores para rendir respetos a sus seres queridos. No obstante ella tampoco preguntó mucho porque notaba que para su amiga era doloroso hablar, asumía que él debía de haber sido algún novio o amigo muy querido, al igual que a la chica en cuestión.
Spencer notó que George no dejaba de observar la lápida junto a la de Félix, igual de reluciente y hermosa.
—Sí, no éramos cercanos ni nada. Pero era muy joven cuando murió —Fueron las escuetas palabras que declaró.
—¿Perséfone Krum Rosier? —la pelirroja frunció un poco el ceño—¿será la persona que estoy buscando?
George no pudo evitar sentir irritación por estar allí.
No porque Spencer pareciera no tener idea de lo que hacía.
Tampoco porque no había preguntado absolutamente nada a Florence.
Se sentía abrumado con el hecho de estar allí y recordarla a ella.
Definitivamente era toda una odisea no pensar en todos los recuerdos que secretamente guardaba para con la bruja qué allí yacía a tres metros bajo tierra.
Sentía que la odiaba, sentía que odiaba qué estuviera muerta y no haber podido decirle más.
—Sí, es ella.
—¿Por qué no existen las guerras? Sólo dejan su estela gris a medida que van tocando a las personas. Sólo arrebatan, sólo quitan y causan dolor.
Sin pensarlo George levantó la varita y convocó un ramo de flores blancas para ponerlo en uno de los jarrones de mármol que estaban dispuestos en las esquinas de la bóveda.
—¿Conocías a Perséfone, George?
La pregunta quedó suspendida en el aire.
No sabía cómo contestar.
Una cosa era hablar de Fred.
Otra cosa era hablar sobre ella.
Ella era un secreto para él y por eso dolía tanto.
—Éramos compañeros.
Spencer percibió el tono incómodo de su respuesta pero decidió que lo dejaría pasar pues podrían ser ideas de su mente.
—¿Acaso era casada? ¿Tan joven? Lo digo por los apellidos en su inscripción...
—Sí, lo era.
Estuvieron unos minutos allí sin saber muy bien qué hacer o muy bien que decir. Cuando decidieron que era momento de irse, se toparon con una persona de sopetón tras ellos, estaba observándoles sin emitir palabra, calmado, pero a la espera de que abandonaran el lugar.
Spencer inmediatamente relacionó los apellidos en la sepultura e intentó hacer uso de toda su cordura y razón para no ser una groupie.
Viktor Krum estaba allí y ella siempre había suspirado por el búlgaro jugador de Quidditch que volaba igual que un águila. Ella era su admiradora y no tenía idea de que fuera algo de la chica en cuestión.
No obstante se percató de la tensión en el cuerpo de George y de la sombría mirada que ambos magos se dedicaron.
—Weasley—El búlgaro fue el primero en romper el silencio, arrastrando las palabras.
—Krum —correspondió él, de la misma manera fría y cortante —¿De visita en Inglaterra?
El aludido no contestó y le dedicó una sonrisa educada a Spencer.
—Hola, si me disculpan. Quiero pasar.
—Hola, claro. Adelante.
Spencer se percató del enorme ramo de rosas que llevaba el mago y entendió a la perfección que quería estar solo en el sitio. Tiró de George, quién aún estaba viéndole de forma airada.
—Permiso, si nos disculpas— dijo George sin poder disimular el tono gélido —, que disfrutes tu instancia en Londres.
—Gracias, sólo estoy de paso. Te agradezco la visita a mi esposa —mencionó y Spencer pudo percibir claramente una pizca de veneno en sus palabras.
Ellos se conocían y por alguna razón no se llevaban bien.
George apresuró sus pasos y no volvió a mirar atrás, la bruja le hizo marcha y no emitió palabra por unos segundos hasta que estuvieran lo suficientemente lejos de allí.
—¿Cuándo pensabas decirme que conoces a Viktor Krum?— preguntó sintiendo que hierventilaba de alguna forma.
—Por favor no vayas a decirme que eres de su fanáticada.
—Pues lamente mucho su retiro de las canchas, honestamente.
Supo que no podía decir que fue su amor platónico durante muchos años. El de ella y el de Beauxbatons entero.
George mantuvo silencio.
—¿Sucede algo? ¿Acaso hay rencillas entre ustedes?
—No— contestó después de unos segundos —, no compartí con él, sólo le ubico porque estuvo en Hogwarts y se inmiscuyó en algunos asuntos de la Orden del Fénix durante el tiempo de la guerra.
—¿Era miembro de la Orden del Fénix?
—No, sólo necesitaba buscar algo o a alguien, no lo recuerdo —mintió.
Spencer notó que eso era una mentira, qué había algo más en la historia.
Pero no preguntaría más, era demasiado por un día.
Y George se odió, creía había dejado atrás la vieja costumbre de mentirse.
Pero no.
Solía mentir cuando alguien preguntaba por algo que implicara tan sólo pensar en Perséfone Rosier.
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