•CAPÍTULO 1•
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THE ICE QUEEN ²
COMO HIELO Y FUEGO
Cualquier mención o recuerdo de ella.
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«...—Necesito saber donde está—susurró entrecerrando los ojos—, por eso me voy, Igor—replicó el joven de cabello negro y profundos ojos oscuros—. Necesito saber si está bien, si es que con vida aún.
El aludido lo escudriñó con una mirada reprobatoria, no despegaba sus ojos negros ojerosos de la cara del mago; el mortífago sintió como si las palabras que salieron de los labios del búlgaro fueran una real estupidez, para Igor Karkarov el hecho de que Viktor volviera a Londres era su camino a la autodestrucción.
—Es lo menos inteligente que te he oído decir, Viktor— replicó después de unos minutos. Tenía la voz gruesa e intimidante— ¿Qué es lo que harías en Londres? ¿Estarías dispuesto a involucrarte en una guerra que no te pertenece? —espetó con incredulidad—. A nosotros no nos debe interesar por lo que pasen los británicos, no es nuestro problema; no tenemos que involucrarnos.
—Pues tú también estás involucrado—declaró observando la marca tenebrosa en el brazo izquierdo del hombre. Marca que ahora también poseía ella.
—Por Merlín, hablas como un niño malcriado...
—¡No lo entiendes!—exclamó irritado por tener que excusar sus decisiones. Ya era un adulto, o eso era lo que se repetía—. Debo ir. No estaré tranquilo hasta que pueda ver a Perséfone y saber que se encuentra bien— siseó decidido mientras guardaba algunas cosas en un bolso de piel.— Luego de enterarme sobre la muerte de su hermano puedo percibir que está en peligro, lo sé.
Karkarov le observó con desagrado, obviamente no entendía los sentimientos que expresaba el joven. No había conocido a alguien por quien sentirse de esa manera. Igor no había sentido por nadie aquellas emociones, nunca había sentido como si algo de ti no estaba bien si no te cerciorabas del bienestar de quienes te importan.Quizás en algún instante de su juventud creyó haber percibido atisbos de ilusión, no obstante le importaban más otras cosas como escalar en el mundo mágico.
—¿Y qué harás allá, unirte a la patética Orden del Fénix?— preguntó con sarcasmo—Ella es una mortífaga, Viktor. No corre peligro alguno, tienes que visualizar más allá cuáles son tus opciones—dijo tratando de hacerlo entrar en razón —Si me voy a ir de aquí es porque quiero escapar de ellos, no ir a enfrentarlos. Además aquí lo tienes todo para partir con tu carrera de historiador ¿Qué más necesitas?
Desde la muerte de Barty Crouch y la ida a Azkaban de su hijo tras haber huido de la prisión mágica; Igor estaba cuidando su espalda. Esta nueva venida del señor tenebroso estaba siendo distinta a la anterior. Él estaba sediento de poder, sangre y venganza y estaba buscando reunir a todos quienes en algún momento pasado fueron sus seguidores. Hasta ahora le habían buscado para volver a integrarse a sus filas, algo que no quería hacer, de hacerlo volvería a prisión.
—No lo entenderías...—siseó Viktor esbozando una sonrisa cínica.
El hombre negó con la cabeza. Claramente no entendía cuáles eran las motivaciones de su estudiante. Para Igor Karkarov, Viktor Krum era el estudiante más prometedor que había pisado el instituto en muchos años, se graduó con honores y estaba cursando las maestrías correspondientes para estar en el nivel de excelencia más alto dentro del mundo mágico.
— No puedo creer la forma en la que esa chica lavó tu cerebro, eres un gran mago Viktor— mencionó enojado, intentando hacerle cambiar de parecer— .Las mujeres lo único que consiguen para nosotros es nublarnos el juicio, puedo asegurar que antes de conocerle pensabas de manera racional, no te dejabas llevar por emociones tan reemplazables como el amor.
Viktor no le miró en ningún momento, el hombre quien era su mentor podría llegar a tener razón pero en ese momento él no tenía intenciones de hacer caso a sus ideas.
—Lo que pasa es que nunca me conociste en verdad...
El búlgaro siempre pensó en todo lo que quería de la vida, eran ellos quienes siempre pensaron que era un ser frívolo, superficial y adorador de las cosas mundanas.
—Viktor, escúchame—manifestó poniendo un brazo sobre su hombro—. Créeme , si vuelves a Londres lo único que obtendrás es sufrimiento y eso te va a sumergir en tinieblas de las que no podrás salir; ella está metida hasta el cuello, hasta se casó con uno de ellos pues sabe bien qué hacer para mantenerse con vida, no necesitas ir a rescatarla como si fuera una princesa; pues Rosier no tiene nada de eso. Sabe moverse en ese mundo, toda su familia siempre se ha movido en el círculo del lado tenebroso, está en sus venas, desde generaciones los Rosier han estado vinculados a personajes que no son de fiar, partiendo con Grindelwald hace casi un siglo.
Sabía que allí podría sonsacar alguna molestia, aquel era su punto débil. Sólo que la debilidad de Viktor había cambiado al momento de alejarse de la pelirroja que dejó en Inglaterra.
—Yo...
—No tienes que mentirme— farfulló el hombre entornando los ojos, viéndolo fijo—, sé perfectamente que ella te rompió hasta el espíritu; lo veo en tus ojos— murmuró con toda la intención de incomodarlo—, lo veo en tu semblante, lo oigo en tu forma de hablar. Ella te dominó y es lo que jamás tenemos que permitir, jamás dejes que una mujer te convierta en esto, menos con amor —expresó duramente—.Ella te vuelve débil y estos no son tiempos para demostrar ser vulnerable, tus pensamientos están allá en vez de donde tienes los pies puestos, la desesperación te puede y eso me causa desazón —farfulló— Perséfone es el claro ejemplo de un arma mortal, de un arma que va a terminar por destruirte; soy viejo y veo a leguas, veo perfectamente que la amas y tu corazón se siente dolorido a muerte porque se fue con Avery, hazme caso y olvídate de la chica Rosier.
Quiso poner el dedo en la herida y escocerla y lo logró. Viktor tragó saliva y no hizo más que mirarlo antes de esfumarse de la habitación...>>
*
Sofía, Bulgaria; 2001.
Claramente Viktor no había hecho caso a lo que su mentor, Igor Karkarov, le había aconsejado. Él había ido en búsqueda de ella y la había encontrado pensando en que podría rodearla con sus brazos y protegerla de la vida y las acciones que las circunstancias la orillaron a cometer.
La halló para volver a perderla. De la manera más dolorosa que pudo haberse imaginado jamás.
Abrió los ojos con pesadez. No tenía ganas de despertar, sin embargo sabía que el día había llegado; no podía continuar posponiendo su partida.
Durante muchos meses había postergado lo que tenía planeado para sí mismo. Le parecía agónico pensar en que realmente las cosas no cambiarían y tendría que enfrentarse a la vida sin nada de lo que había planeado tiempo atrás.
Le parecía agónico enfrentarse a la vida sin ella.
Le parecía agónico enfrentarse a la vida sin Perséfone.
Dolía, dolía cada día desde que abría los ojos hasta que volvía a cerrarlos al dejar caer su peso sobre el colchón de su fría habitación. No obstante debía asumir que no volvería a ver su cabello color fuego, ni las pecas que decoraban de manera abstracta su rostro, ni las largas pestañas que enmarcaban sus ambarinos ojos audaces.
Aunque lo peor era que no podía hacer nada más que hallar resignación, pese a que se había negado durante mucho tiempo a buscarla.
Tragó saliva y suspiró dándose ánimos de salir de la cama. Sentía movimiento en la planta baja de la casa, debía de ser Pietro -su mejor amigo-. Sacó sus piernas de entre los cobertores y se colocó una sudadera, sus pies descalzos sintieron el suelo frío mientras abría las cortinas de la habitación, permitiendo que entraran los rayos del sol. Afuera había un amanecer con arreboles lilas y rosas, algo que ahora le causaba náuseas observar detenidamente.
Sintió la voz de Pietro hablar con la elfina doméstica y supo que ya era tiempo de salir al mundo real, no podía seguir escondido en ese sitio que había sido seguro hasta ahora para su estabilidad emocional.
¿Qué hubiera sido de Viktor sin Pietro?
Pues probablemente seguiría en la etapa en donde se embriagaba con el fin de olvidar su existencia o partes de los recuerdos traumáticos que en ocasiones volvían a atacarlo por las noches, bebía tratando de anestesiar su estado de ánimo. El mago había estado allí para él durante todo este tiempo al igual que su esposa Daphne, quien les había apoyado al igual, sin embargo Pietro fue quien aguantó sus cambios de humor, su ira descontrolada y sus lloriqueos repentinos, sin motivo y el cualquier lugar.
Entró al cuarto de baño, decidido a tomar una ducha, a medida que fue quitándose las prendas, sus dedos tocaron una cadena de plata que siempre iba allí colgada en su cuello. Sus manos percibieron el metal y se entrelazaron en la textura y en el objeto que colgaba de ella, un anillo.
«Ti si kost ot kostite mi i sŭrtseto na sŭrtseto mi »
Jamás se lo había quitado; no desde que se habían casado, porque Viktor lo veía así, seguían unidos a pesar de que no estuviera. Porque eran «huesos de sus huesos y corazón de sus corazones» . Observó durante unos segundos la inscripción que yacía en la parte interna de la circunferencia, lo apretó y luego de quitárselo entró en la ducha. No quería tardar, había que salir temprano a la estación de trenes.
El agua consiguió relajarlo un poco, desde hace mucho que venía viviendo en un estado de inercia. Hasta que decidió que era hora de poner calma nuevamente, o al menos intentarlo para darle algo de paz a su rumiante existencia y modo de vida que había llevado a cabo en los últimos tres años.
Cuando apareció en la sala, pudo observar a Pietro comiendo ante una mesa repleta de bollería y dulces.
—Al fin bajaste, dormilón —le molestó su amigo— Si sigues así tendrás que quedarte debajo del tren —sonrió —¿Cómo dormiste?
—Hubiera deseado seguir durmiendo la verdad, me siento cansado.
—Llevas durmiendo como quince horas— rebatió—Es imposible que sigas teniendo sueño, a menos que seas un anciano.
Viktor cambió el tema, pues detestaba que Pietro comenzara a tratarlo como si fuera un niño al que se le debía regañar por los malos hábitos.
—¿Entonces crees que puedes venirte acá, al menos por unas semanas? No quiero que mi madre venga a revolver mis cosas aquí, dice que estoy viviendo prácticamente en un pantano.
—Pues no miente, esta casa en ocasiones está asquerosa.
—En fin, espero que Daphne pueda disfrutar aquí.
—Bueno, le ayudará salir de casa.
—Eres un esposo terrible, vienes a Bulgaria y la dejas en Inglaterra sola—menciono—.No me extrañaría que en este tiempo se busque a otro— escupió el búlgaro sin intenciones de ser agradable.
—Bien, si Daphne llegase a cambiarme por otro hombre—indicó—, tendrás que recibirme aquí pues porque he venido para estar contigo y acompañarte en tus lloriqueos.
Viktor apartó la mirada y suspiró para luego beber el café que se estaba preparando. Hace tiempo que evitaba hablar del tema, observar los ojos de las personas, mirar su propio reflejo en el espejo; aquellas eran algunas de las maneras en las que podía evitar que supieran lo que pensaba realmente.
—¿Cuándo estarás en Suecia?
—Creo que aproximadamente en tres días, no tardaré mucho— acotó de manera impersonal—, los trenes muggles viajan bastante rápido.
—¿Verás a Jade?— preguntó Pietro y la mirada de Viktor se oscureció. Tampoco era alguien de quien le apetecía hablar.
—No estoy seguro todavía, tal vez.
—Creo que sería bueno, ella en cierta forma contribuye a que te rías en ocasiones— declaró el mago—, tienes que darle un poco de crédito por el esfuerzo.
¿De verdad tanto había cambiado? ¿Enserio no reía?
Viktor nunca fue una persona muy risueña, era más bien serio y no de muchos amigos; pues bastantes sólo se acercaban a él debido a su fama. Sin embargo, antes sus ojos destellaban una chispa que mostraba que quería comerse al mundo.
Ahora no. No le importaba en lo más mínimo lo que sucediera a su alrededor.
—Probablemente viaje con Ludovica unos kilómetros, va a encontrarse con Olivia en Frankfurt. Tenía que resolver algunas cosas antes de partir, pero lo más seguro es que llegue a la estación antes del mediodía—comentó—, con respecto a tu interés en saber si es que me reuniré o no con Jade, debes saber que me interesa terminar las maestrías, lo he pospuesto demasiado. Por ende dudo que vaya a tener tiempo como para salidas sociales.
Pietro decidió que no diría nada más al respecto. Lo que menos quería era tener un enfrentamiento con su amigo como los que ya habían tenido tiempo atrás. El aludido solía incitarlo a que saliera, que se tratara de divertir y que sobretodo; intentara conocer a alguien más. No para que llenara el vacío que Perséfone dejó en él, pues sabía que eso no sería posible; no obstante Viktor necesitaba volver a sonreír y no de la forma cortés con la que solía disimular para el resto del mundo.
Viktor había rechazado todas y cada una de las mujeres que habían ido tras él después de la batalla de Hogwarts. Él y Pietro habían viajado por Europa del este en los últimos años y conocieron distintos lugares donde este último intentaba convencerlo de que se divirtiera con alguien más, aún sabiendo que el tema terminaría en una eterna discusión. Posterior a eso Viktor se asentó en Bulgaria, en la granja de su abuelo, con el fin de alejar a su madre que se había convertido en un dolor de cabeza.
—Me alegro, no estarás solo en el viaje.
—Pietro, no voy a saltar a las vías del tren, tampoco voy a aventarme cuando este se encuentre en movimiento. Creo que ya es tiempo que vuelvas con tu esposa.
Su amigo sabía que eso tenía un significado doble. Ya se estaba hartando de su compañía intermitente y necesitaba de la soledad a la que el búlgaro se volvió adicto. Al parecer ahora lo único que lo contenía era vivir entre las sombras que le recordaban la caótica y sombría presencia de la pelirroja.
—Eso espero. ¿Vas a ir la final?
El mago había decidido dedicarse a la esgrima medieval, era un deportista de alto rendimiento y solía representar a Rumania que era su país natal en los torneos que organizaba la confederación internacional de magia. En los últimos meses se llevó a cabo una competencia en Liverpool y en un mes se llevaría a cabo la final a la que llegó tras dejar atrás a sus contrincantes. Todo este tiempo lo dedicó para entrenar y también para acompañar a su amigo. A todas luces, Pietro Nicolych era una excelente persona.
—Por supuesto—respondió el joven búlgaro—. Allí estaré, debes escribirme con tiempo, sabes que cuando entro en investigaciones debo programarme.
—Oh, verdad. Se me olvida que aquellos polvorientos pergaminos van a desaparecer debido a la cantidad de años que llevan encima.
Viktor le sonrió con una mueca real después de mucho tiempo. Pietro se acercó a él, extendiendo sus brazos para darle apoyo. En ese abrazo no existieron las palabras, ambos sabían todo lo que querían decirse, todo lo que su amistad podía demostrar.
Pietro deseaba que su amigo fuera feliz, lo merecía después de todo lo que había tenido que pasar.
Viktor quería apaciguar el dolor, porque no quería olvidar. No podía.
*
La estación de trenes, Sofía Central, estaba medio llena, medio vacía. Los muggles solían disfrutar más de los viajes en avión para poder vanagloriarse de los lujos de comprar un pasaje en esas máquinas que surcaban los cielos.
Viktor avanzó entre la gente con su maleta, buscando el andén por el que abordaría, le esperaba un viaje relativamente largo. Donde tendría que hospedarse en varios hostales antes de llegar a Suecia, la primera parada sería Hungría y después República Checa.
Se sentó con el pasaje en la mano esperando ver aparecer entre las personas que caminaban a la chica que estaba esperando. Por más que Pietro insistió, él no le permitió el ir a dejarlo a la estación, este tenía que viajar a Londres y no podía permitir que siguiera posponiéndolo.
Sacó un libro para ponerse a hojearlo hasta que anunciaran el expreso que iba en dirección a su destino. Se dispuso a la idea de que esta sería una desconexión, quería intentarlo al menos.
—Vaya que sí eres aburrido...
Una voz feminina muy conocida para él se percibió delante de su cuerpo y al mirar hacia arriba notó a una joven alta, de rostro afilado, sus ojos verdes eran enmarcados por las pestañas espesas y maquilladas, sus rasgos eran coronados por cabello corto azabache y chasquilla recta.
—¡Haz venido, Ludo!
—No creas que te dejaría solo, grandulón— contestó antes de saltar a los brazos de Viktor.
Viktor correspondió al gesto y se alegró de tener a su amiga, a su compañera de aventuras y confidente junto a él. Ludovica Sputnik y Viktor Krum se habían hecho cercanos en las clases de pociones que compartían en el Instituto Durmstrang y desde allí se hicieron inseparables.
—¿Qué tal estás?—le preguntó Viktor. Habían muchas cosas que quería preguntarle. Sin embargo sentía como si su capacidad de socializar se hubiera evaporado en los últimos años.
—Bien, contenta de empezar una nueva aventura contigo, ya verás lo bien que lo pasaremos juntos en este viaje.
—¿Cómo está Olivia?
La chica se quedó en silencio unos momentos.
—De hecho voy a Frankfurt a ver qué es lo que sucede...
Olivia era la novia de Ludovica. No obstante él no quiso preguntar más, pues ya tendrían mucho tiempo en el tren y en las paradas que hicieran hasta que los dos se separaran.
Ambos sintieron las voces de los hombres que llamaban a abordar al expreso en dirección a Hungría.
—Dime, ¿por qué en un tren muggle?— le interrogó Ludovica con su insiciva mirada.
Viktor pensó por un momento y sus ojos se perdieron repentinamente. Se quedó clavado observando a una figura femenina que iba apresurada por el otro lado del andén. No había notado su rostro, pero tenía el cabello largo y pelirrojo.
Un cabello como el de ella...
Ludovica se quedó mirando hacia donde él y no comprendió nada.
—Viktor...
Él volvió a observarla y cuando volvió a mirar el lugar a donde su mirada se había dirigido, la joven ya había desaparecido.
Debía dejar de hacerse daño con aquellas ilusiones, el que ella estuviera caminando por ese lugar era imposible por dos cosas.
Ella no viajaría en tren con todos los muggles.
Ella ya no estaba aquí.
Y tenía que aceptarlo aunque le costara demasiado asumirlo.
—Los trenes me ayudan a pensar, me ayudar a estar tranquilo— respondió.
Esta vez Ludovica asintió y le dió un beso en la mejilla, mientras sobaba su espalda con cariño. Era su turno de no preguntar nada, ya habría tiempo para hacerlo.
Ambos magos abordaron el tren sentándose uno frente a otro.
Ese sería un nuevo inicio, o eso era lo que él esperaba conseguir. Sólo que desconocía si sus pensamientos le permitirían lograrlo o si su corazón no saldría magullado.
Sabía que tenía que dejar ir, pero se aferraba a cualquier mención o recuerdo de ella.
No quería dejar ir todavía a Pérsefone.
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¿Cómo se encuentran? Espero que hayan disfrutado del primer capítulo de Como hielo y fuego ✨
Quiero decirles que a medida avance la historia irán apareciendo personajes y mostrándose hechos que tienen que ver con cada uno de ellos. 🖤
No pasen por alto los detalles y espero que le den el valor a cada uno de los nuevos personajes, aunque no sean los principales. 💫
Les agradezco desde ya el apoyo y espero que me dejen sus impresiones en los comentarios 💕
Esto está recién comenzando y estoy feliz de estar escribiendo nuevamente The Ice Queen.
Muchas gracias desde ya ❤️
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