VIII
Baile bajo la luna
Llegan al lugar en dónde se encuentra la dueña del barco. Un lugar muy amplio y con lindos jardines, y en medio de todo eso la mansión.
—Nunca había visto una casa tan grande —confiesa Luffy.
—Impresionante, ¿no? Kaya me invitó abiertamente a venir cuando yo quisiera —comenta Ussop.
—Tu amiga tiene un lindo nombre —halaga Daiyu.
—Gracias, tú también lo tienes.
—¿Y todo esto es solo para una persona? —pregunta Kai.
—La verdad es que vive con su mayordomo y un par de empleados.
—El dinero muestra cómo son las personas en realidad —comenta Nami—. A la mayoría solo les importa ellos mismos y lo suyo.
—Suena a alguien que conozco —suelta Zoro.
—Por favor naranjita, no juzgues a un libro por su portada —opina el pelinegro mayor.
—Tiene razón Kaito, no todas las personas que tengan dinero pueden ser malas —apoya Daiyu.
—Si, como sea. Con pocos empleados, no me tengo que estar cuidando —confiesa la pelinaranja.
—¿Por qué? —cuestiona Zoro—. ¿Vas a robar el lugar a ciegas?
—Con un ojo cerrado al menos —admite.
—¡Nami! ¡Te escuché! Y ni lo pienses —amenaza la pelinegra y la alcanza.
Su hermano se acerca a Zoro. —Toda una fiera mi hermana, ¿verdad? ¿Cómo es que la soportaste todo este tiempo?
—Me parece interesante su forma de actuar y de pensar. Además de que pelea muy bien.
Llegan a la entrada de la parte trasera y Ussop es recibido de una forma no muy grata por uno de los empleados, lanzando un cuchillo que queda en medio de los pies del moreno.
—¿Qué carajo haces aquí Ussop?
—Kaya me está esperando.
—¿Otra mentira? —se acerca a él y lo toma de las mangas de su camisa—. Sabes que no eres bienvenido aquí.
—No tenía idea de eso. Hoy vine a darle a Kaya un regalo muy especial —dice con cierto miedo.
Antes de que la situación pase a mayores, la voz de un chica se hace presente, todos miran a dónde la joven estaba. Quién venía acompañada de su mayordomo.
Lo lobos de Daiyu gruñeron levemente, acción que alertó a la pelinegra y de ahí, a Zoro, al ver su reacción.
—¡Kaya! —se acerca a ella—. Feliz cumpleaños.
—No lo olvidaste.
—Claro que no.
Interrumpe el mayordomo. —Ya habíamos discutido sobre esto. No debes venir sin avisar.
—Claro que no, Klahadore. ¿Viniste a contarme otra historia? Adoro oír todas tus aventuras —dice la chica rubia.
—Tengo algo todavía mejor que eso, traje a mi tripulación —los señala.
—¿Está hablando de nosotros? —cuestiona un Luffy confundido.
—Dale la oportunidad sombrerito, que no ves que se quiere dar el lujo de conquistar a la joven —comenta Daiyu mientras le susurra.
—Tiene razón la cachorra —apoya Kaito.
—Es un gusto conocerlos. Deben quedarse para cenar —pide Kaya.
—Señorita Kaya —habla Daiyu—. Le agradecemos su invitación, pero, ¿no interrumpimos alguna actividad o algo por el estilo? Sé que nuestra visita es muy repentina.
—Vaya, si que sabe manejar este tipo de situaciones —halaga Nami.
—Ella es buena manejando cualquier tipo de situación —comenta Luffy.
—Es un poco apresurado —comenta Klahadore—. Temo que la cocina no preparó nada para más invitados.
—Por favor Klahadore —suplica Kaya—. Es mi cumpleaños.
—Si me permite señorita Kaya —interrumpe la pelinegra.
—Por favor, llámenme solo Kaya —le dedica una sonrisa.
—Si me permites a mi hermano y a mi ayudar a preparar algo, estaríamos encantados de ayudar.
—¿En serio?
—Así es, mi hermana y yo conocemos una variedad de platillos —admite Kai.
Mira al mayordomo y quiso o no, aceptó la propuesta. Les asignaron una habitación mientras esperaban la hora de la comida.
Kaito y Daiyu estaban en la cocina pidiendo y haciendo los platillos.
—¿Tanto estrés tenías? —cuestiona su hermano.
—La verdad sí. Pero aparte, tenía ganas de preparar más comida de lo normal —comenta.
—Ahora ya veo porque no se ha quemado el barco en el que iban —Daiyu se ríe por el comentario.
—¿Tan poca fe le tienes a la tripulación? —ahora Kaito se ríe por el comentario de su hermana.
—Probablemente.
—Aparte, no se quemó el bote porque no tenía cocina, así qué... Nadie cocinaba. Y lo poco que cociné fue cuando hicimos una parada en un pueblito.
—Sí, sí, lo que digas. ¿Y qué opinas?
—¿De?
—Del espadachín.
—¿Hablas de Zoro? —mira a Kai y éste asiente—. Pues es bueno peleando, y admito que tiene algunas técnicas como las de mamá.
—¿Pero no te parece guapo?
—No lo niego. Pero no ésta discusión Kai, ya habíamos hablado de eso —sigue preparando la comida.
—Vamos Dai. No solo es coquetear y después dejarlo pasar. Entiendo que aún te da miedo con lo que pasó, pero habrá alguien que en verdad te ame.
—Kaito, yo sé en qué momento abriré mi corazón de nuevo. Pero sé que no va a ser hoy —lo mira para después seguir con su labor.
—A veces eres todo un caso —bufa.
En la mirada de la pelinegra se podía ver qué había una pizca de tristeza y dolor. Su hermano sabía la historia detrás de ese dolor, y ha hecho todo lo posible por arreglar lo que otros destrozaron en el corazón de su hermana.
Una vez terminada la comida, ambos fueron a la habitación de la ropa en dónde estaba el duo. Al entrar, escucharon la pregunta de su hermano menor.
—Algo formal mi querido Luffy —comenta Kaito.
—Lo que te dé la gana —dice Nami—. ¿Cuándo volverás a tener la oportunidad de usar algo tan bonito como esto?
Ella sale con un vestido oscuro.
—Trata de destacar mujer, usa algo más... Llamativo y sexy —sugiere Daiyu.
La pelinegra se acerca y busca una vestimenta para la pelinaranja.
—Tranquila, ella te encontrará una vestimenta perfecta es buena en eso —halaga Kaito.
Va pasando cierto peliverde por la habitación.
—¡Oye, Zoro! ¿Tú qué vas a usar? —pregunta Luffy.
Zoro entra a la habitación y se pone a observar la variedad de atuendos que hay en el lugar.
—La ocasión amerita negro.
—Mmmm, muy aburrido, pero tentador —opina Daiyu.
—¿A ustedes no les pareció familiar el mayordomo?
—Bueno, probablemente, pero Koa y Yara se pusieron a la defensiva. No recuerdo en dónde lo vi —recuerda Daiyu.
—Creo que estuvo en la última cena de ricos a la que fui —dice Nami.
—Vaya.
—Estoy seguro que lo he visto.
Daiyu se acerca a Nami y le entrega una vestido de color rojo con detalles florales mientras que a Zoro le avienta una camisa color café.
—Para que no parezcas que vas a un velorio con puro color negro —le dice la pelinegra.
—Excelente.
—Ten, es de tu talla espadachín —Kaito le entrega un traje negro.
—Y a ti, linda, el rojo te va a resaltar, créeme —le guiña un ojo—. En cuanto a Luffy, tú si usa algo negro. Varía de color muchacho.
Una vez en la cena, estaban cuatro de los cinco integrantes y Ussop. Los hermanos se fueron a duchar y luego a cambiarse.
Daiyu no sabía que usar, optaba por ponerse un traje como el de Zoro.
Hasta que su hermano le entrega un vestido rojo con detalles dorados.
—Se parece a los vestidos que mamá describía que utilizaba —dice sorprendida.
—¿Por qué crees que te lo muestro? —sonríe—. Pontelo, y destaca esa belleza que tienes —le guiña el ojo.
Luffy y Ussop estaban hablando de las hazañas del segundo. Mientras probaban los aperitivos que iban ofreciendo.
Zoro estaba en las bebidas y toma una copa de licor.
—¡Oye, Zoro! —llama Luffy—. ¡Tienes que probar esto!
—Tengo todo lo que necesito aquí —toma la bebida.
Una vez pasaron al comedor, los hermanos estaban apunto de bajar.
—Yo creo que mejor debería cambiarme de look —comenta Daiyu.
—No, te ves preciosa así mi cachorra, o mejor dicho, su alteza —su hermana se ríe por el apodo.
—Bien, vamos, de seguro ya empezaron a comer y nosotros llegando tarde —pasa su mano por el brazo de hermano y bajan juntos.
Al llegar, antes de entrar, escuchan a Luffy hablar y al parecer estaba convenciendo a Kaya que les diera el astillero. Ambos pelinegros sonríen, pero esa sonrisa se desvanece al escuchar como Klahadore se disgusta. Así que decidieron interrumpir.
—Lamentamos la tardanza, esto de encontrar las habitaciones que nos asignaron fue un reto —sonríe cortésmente Daiyu.
Zoro quedó embelesado al ver a la pelinegra con ese vestido y el peinado que traía. Definitivamente el rojo era su color y ese peinado resaltaba sus rasgos faciales. Pero no solo él, pues también cierta pelinaranja no dejaba de mirar al hermano de Daiyu.
—No se preocupen —comenta Kaya—. Por favor siéntense. Luces muy hermosa, y tu hermano muy apuesto —comenta.
—Gracias, el vestido es muy hermoso, me recordó a los que usaba nuestra madre —Daiyu ve a su hermano.
—Se ve que ese vestido fue hecho especialmente para ti —Kaya sonríe y le pide que se acerque—. Y el chico de las espadas dice lo mismo con su mirada —le susurra.
Daiyu mira de reojo a dónde está Zoro, y efectivamente, él no podía apartar su vista de ella. Ambas chicas se rieron levemente. Pero la rubia empieza a toser, cosa que molestó al mayordomo, al punto de correrlos. Pero no pudo, ya que la chica abogó por ellos. De mala gana aceptó.
—Como desee señorita Kaya, pero se irán a primera hora de la mañana —la lleva a su habitación.
—Veo que llegamos en mal momento —comenta Daiyu.
—Eso salió muy bien —suelta Luffy—. ¿No lo creen?
—No se puede contigo Luff —suspira la pelinegra.
Despues de degustar la comida que prepararon los hermanos, salieron del comedor y cada uno se fue a su habitación asignada. La pelinegra aún se encontraba con el vestido, pues le gustó como se le veía. Puso a funcionar el tocadiscos que estaba en su habitación y empezó a bailar.
El espadachín se acerca a la habitación debido a la música, ve la puerta entreabierta y puede observar como la pelinegra está bailando.
Al momento de girar, ella queda mirando a la puerta y ve que tiene un espectador.
—Perdón, pasé por aquí al escuchar la música. Ya me retiro.
Antes de que diera un paso, Daiyu se acerca a él y lo toma de la mano, para luego quedar en el centro de la habitación. Ella toma la mano derecha de Zoro y lo lleva a su cintura, y la mano izquierda levemente alzada y a la par de la de ella.
Para que al último Daiyu ponga su mano izquierda en el hombro del peliverde.
—Sigue mis pasos —le dedica una sonrisa.
La música sigue sonando con una nueva melodía y empiezan a moverse de un lado a otro. Al espadachín se le complicaba ya que no era su fuerte, y nunca lo había intentado. Pero la pelinegra lo guiaba con los pasos y le indicaba como hacerlo.
Al cabo de unos minutos de práctica, ambos ya estaban a la par con el ritmo. El momento y el lugar era perfecto, pues la luna estaba en su máximo esplendor e iluminaba la habitación en dónde estaban.
Sentían el calor uno del otro, provocando que el corazón de ambos latiera apresuradamente.
Estaban tan sumergidos en su mundo, que no se percataron que cuatro personas los miraban, para luego irse de ahí sin hacer ruido.
Una vez terminada la música, ambos se separan.
—No bailas nada mal.
—Tuve una buena maestra —ambos se ríen.
—Es mejor ir a dormir, mañana nos debemos marchar.
—Que descanses —se retira.
La pelinegra cae en la cama, pues los nervios le ganaron y sus piernas temblaban levemente.
—No, no, no —se da leves golpes en la frente—. No te enamores Daiyu, no abras de nuevo tu corazón —suspira.
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