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[ Mini Historia ] ♕8.1

"Desde un escenario"

Hace un calor del demonio y el estar horas sentada en el vagón de vestuarios siendo maquillada y vestida como una muñeca de aparador no ayuda en nada.

Peeta me mira a través del espejo alzando una ceja. Y es que Peeta se ha encargado de ser mi guarda espaldas desde que he despertado, firme a su promesa de hacerles compañía en sus discursos en el capitolio y la semana entera que permaneceremos aquí. Me siento incómoda al saber que debo quedarme en una de las habitaciones de la mansión de Snow y fingir cada mañana en el desayuno que me encuentro encantada con su presencia. Aunque es bien sabido que no puedo permanecer en este tren toda la vida.

Cinna ha terminado de maquillarme y comienza a rizar mi cabello. Peeta parece excesivamente aburrido, pero se niega a dejar el vagón pensando que escaparé de aquí y me encerraré de nuevo en mi habitación; porque claro, no está del todo equivocado.

Mi cabello va perdiendo longitud conforme Cinna lo riza y lo llena de laca que me hace toser descontroladamente. Nunca he sido fan de este tipo de cosas aun sabiendo que en estos viajes es casi una obligación ser tratada como un maniquí. Peeta también tose y me da risa el ver cómo saca la lengua queriendo vomitar

—Es tu culpa—le digo mirándolo a través del espejo—Has sido tu quien se empeñó a estar aquí

—No podía dejarte sola—responde, con su voz pastosa al cubrírsela con su elegante saco negro—Eres tan tramposa que escaparías a la mínima oportunidad

—Bueno, en eso no te equivocas del todo

Peeta frunce el ceño, pero no se mueve de su lugar a pesar de que el ambiente se llena de olores diferentes; laca, perfume, cremas y dentífrico. Hasta este punto, Peeta parece estar verde y con unas ganas terribles de devolver lo que lleva en el estómago. Sé lo sensible que es con los olores y el estar en esta situación es como el infierno. Aun así, a Cinna le divierte verlo con la lengua salida y haciendo arcadas por lo que comienza a disparar laca al aire como si fuese un repelente para los mosquitos. Me rio con fuerza ganándome una mirada enfurecida del panadero

—Ups, mi culpa—dice Cinna, echándose una carcajada dejando el aerosol en el tocador. Sigue atendiendo mi cabello para luego colocar una banda en mi frente que me aprieta con ligereza las sienes

El maquillista me ayuda a ponerme de pie mientras aprieto con fuerza mi bata sobre mi cuerpo. Levanto una ceja encarando a Peeta que se mantiene firme a quedarse en el vagón. Cinna coge el vestido rojo del perchero acercándose a mi conforme va quitándole la funda que lo cubre. Peeta me devuelve la mirada, esperando a que diga algo

— ¿No piensas salir? Voy a cambiarme

Por un momento me recuerda a un niño pequeño pues frunce los labios, niega varias veces y se cubre los ojos con las palmas de sus manos. Reniego y Cinna se mofa del asunto pidiendo que me quite la bata sin dejar de reírse.

Me aseguro de que el panadero tenga los ojos bien cerrados antes de deshacerme de la bata y quedar desnuda de la cintura para arriba, cubriendo mis pechos con mis brazos; Cinna pasa el vestido sobre mi cabeza y lo ajusta detrás tan fuerte, que el aire se me va por un momento. Luego, la falda del vestido cae hasta la punta de mis pies descalzos mientras me quito el pantalón del pijama quedando sólo en ropa interior. Me calzo las zapatillas y agradezco el crecer al menos un par de centímetros; Cinna me coloca otra ronda de perfume y me sonríe, satisfecho por su trabajo

—Bien, creo que puedes abrir los ojos ahora

Peeta hace lo que le pido, formando una perfecta 'o' con sus labios mientras me mira de arriba abajo. Me siento algo cohibida por su mirada porque no sé si me observa porque me veo muy bien o porque luzco demasiado mal. Quiero que diga algo, lo que sea, pero Peeta parece demasiado ocupado en escanearme por completo como para formular alguna oración. Cinna carraspea la garganta y es hasta ese momento en que Peeta sale de su transe y me sonríe como un bobo

—Estás... estás m-muy bonita, Flora. Yo... vaya—Suspira, frotándose la nuca como si estuviese nervioso—Has pasado de ser el sapo a ser la princesa

Cinna le mira molesto, aunque Peeta está carcajeándose

—Sí que sabes cómo halagar a una mujer, Mellark. Deberías escribir un libro al respecto

—Estoy bromeando, pues—dice, esta vez poniéndose serio—Flora sabe que es hermosa sea como sea

—Sí, eso está mejor

Ruedo los ojos porque no hay manera de que estos dos cambien. Salgo del vagón con los chicos siguiéndome un par de pasos detrás de mí, los tres buscando llegar al comedor sintiéndonos hambrientos y con ganas de devorar una mesa completa. Cuando llegamos Katniss está ya a la mesa y el panadero no tarda nada en llegar a su lado, besarle la mejilla y susurrarle un "estás hermosa" al oído. Effie la acompaña, con un lápiz de cera en la mano y un par de hojas blancas sobre la madera de caoba. Sé que está preparando las tarjetas de agradecimiento para el presidente Snow así que me abstengo de preguntar algo. Después de nuestra conversación no hemos quedado como amigas, pero tampoco nos hemos estado agarrando de los cabellos cada que nos vemos; nos toleramos, y eso es suficiente para ambas.

Aún nos quedan un par de horas para llegar a la plaza del capitolio donde se darán los discursos y las entrevistas de los chicos, por lo que podemos comer como se debe. Cuando los Avox llegan con bandejas repletas de manjares para nosotros, me parece bastante raro que Haymitch no haya llegado todavía. Miro a los demás, pero parecen demasiado inmersos en sus propios asuntos como para hacer caso a la inasistencia de mi esposo

— ¿Saben dónde está Haymitch?

—Se ha encerrado en una de las habitaciones—Me informa Cinna con un suspiro—He intentado entrar para ayudarle a elegir su vestuario de hoy, pero me ha gritado que me largara. Lo único que espero es que salga a tiempo y arreglado para las fotos

Una mirada de Effie me hace pensar que algo va mal y que debo actuar rápido, sin embargo no sé qué hacer ni que decir. Effie sigue mirándome hasta que suspira, baja la mirada a las tarjetas e intenta seguir escribiendo. Quiero ir a la habitación de Haymitch, hablar con él y arreglar las cosas, pero algo me lo impide. Exhalo casi dolorosamente, disponiéndome a comer ante la mirada insistente de la mujer de las tarjetas.



Parados frente a la puerta del tren, todos esperamos a que Haymitch salga para poder partir hacia la plaza y que esto termine más rápido de lo planeado, pero mi marido sigue sin aparecer. Estoy a punto de ir a buscarlo cuando unas fuertes pisadas se escuchan por el pasillo y vemos a Haymitch aparecer frente a nosotros vestido maravillosamente, pero con una cara de muerte que me asusta. Mi corazón salta al ver las prominentes bolsas debajo de sus ojos, sus labios resecos y el tono de su piel mas opaco. Parece que no ha dormido bien y que ha dejado de comer. Miro a Cinna y el asiente, haciéndome saber que ha estado así desde nuestra última discusión.

—Estoy listo—Está cansado, puedo notarlo en su voz apagada. Mi pecho comienza a doler—Vámonos

Él me mira por un segundo logrando que esboce una pequeña sonrisa antes de volver a su seriedad. No sé qué decir, no sé cómo reaccionar ante su pequeña acción

—Te... te ves muy bella, Flora—Me dice. Soy una tonta porque lo único que logro hacer es asentir y voltear la mirada avivando así la pesadez de Haymitch

Effie quiere acabar con la tensión del momento sonriendo y pidiéndonos bajar del tren para desfilar por todo el camino iluminado desde los rieles hasta la plaza, camino que es definido por cientos de fotógrafos esperando por captar a los chicos y por supuesto a todos los demás. Cinna abre la puerta siendo golpeados inmediatamente por los flashes de las cámaras y los gritos de las personas del capitolio. Katniss y Peeta sonríen de inmediato, se cogen de las manos y salen saludando a todos. Detrás de ellos sale Cinna seguido de Effie. Haymitch y yo nos quedamos estancados en el umbral sin saber que hacer

— ¿Me permites? —pregunta, tendiéndome su mano. Le doy la mía y la toma con fuerza antes de salir y que la puerta del tren se cierre detrás de nosotros

Mientras caminamos no puedo pensar en otra cosa más que en el temblor de la mano de Haymitch. De alguna manera me siento asustada porque en todo este tiempo de estar con él nunca lo he visto así de indefenso, titubeante y nervioso. Intenta sonreír ante las cámaras conforme avanzamos por el pasillo.

No hablamos en todo el trayecto y cuando subimos a la tarima nos vemos forzados a besarnos frente al centenar de personas que han asistido al evento. Quiero negarme, pero para esas alturas Haymitch ya me tiene tomada por la cintura y me ha plantado un enorme beso en los labios. La gente grita, aplaude y se vuelve loca sin saber qué es lo que sucede en realidad

—Lo lamento—me susurra al separarse. No sé si se disculpa por todo lo ocurrido en el viaje o porque me ha besado. Lo dejo pasar, tratando de poner atención a las palabras del presidente Snow y posteriormente a la de mis chicos. Prendida de la mano de Haymitch, el discurso pasa tan lento como si fueran años



Estando en la fiesta en casa del presidente, tengo que darme un respiro al estar todo el día dialogando con personas y fingir sonrisas que me hacen doler el rostro. He tomado un camino separado al de Haymitch ni bien he pisado este lugar para así dejar de fingir que las cosas entre nosotros van de maravilla. Lo he visto platicar con Cinna, con algunos vencedores de otros distritos e incluso con Plutarch Heavensbee, cada uno preguntándole el porqué de sus prominentes ojeras

Quiero hablar un momento con Katniss y pedirle el desaparecer un momento de la gran fiesta, pero mis intenciones mueren al ver como varios periodistas la han detenido junto a Peeta y parecen no querer irse pronto. Maldigo entre dientes, caminando de espaldas hasta chocar con un torso demasiado fuerte

—Perdón

—Descuida

—Finnick—digo con alivio

El chico del distrito cuatro me sonríe, abriendo sus brazos para abrazarnos con fuerza. No puedo evitar sentirme aliviada al verlo aquí porque eso quiere decir que puedo pasar un rato con alguien que no me hace sentir incómoda y que puede escucharme sin problemas.

Finnick va muy bien vestido llevándose los suspiros de muchas en este lugar. Sé de la fama que tiene entre las mujeres del capitolio y no puedo evitar el sentirme asqueada al pensar que lo ven sólo como un juguete que pueden pasarse entre ellas. Conozco sus razones para seguir con lo que hace y no lo juzgo por ello, sino que trato de comprenderlo y apoyarlo de cierta manera. Consigo hacer que ambos tomemos asiento en una mesa cercana y beber algo que los camareros están ofreciéndonos

—Es un alivio ver a alguien conocido entre tanta gente—le digo. Él sonríe—De verdad que estaba a punto de escapar de aquí

—Sí, tus intenciones estaban claras desde que pisaste este lugar

—No sé cómo lo aguantas

—Te acostumbras—dice simplemente—Después de un par de veces no es tan malo

—No creo ser capaz de soportar una segunda gira, Finnick

Mi voz suena casi desesperada por lo que justo ahora debo parecer patética. Finnick me observa y nota de inmediato que algo no anda bien. Tal vez haya sido la bebida, la ansiedad que me causa la multitud o la música tan alta los que me ha orillado a soltarle todos mis problemas a Finnick. Por un segundo se muestra sorprendido, no obstante se mantiene sereno sin hacer ningún comentario para no interrumpirme.

Frunce el ceño cuando le cuento lo que me ha gritado Haymitch hace algunos días, se lleva una mano al mentón y espera a que termine de hablar. Tomo aire al finalizar la historia, cogiendo el valor para saber la sincera opinión del chico Odair. Se queda callado, prolongando mi martirio

De pronto ríe, llamando la atención de muchas personas con sus carcajadas

—Ustedes dos son tan estúpidos—dice con dificultad sin dejar de reír. Veo una lagrima resbalarle por el rabillo del ojo— De verdad que si

—No estoy entendiéndote, Finnick

—Mira, sé que lo que dijo Haymitch ha sido malo, pero vamos, todos aquí sabemos lo pesado que puede ponerse Haymitch estando borracho

—Sí, pero...

—Además—me interrumpe—Supongo que parte del problema ha sido culpa mía. Te robé de su lado ese día, es normal que se haya sentido celoso luego de ver que llegábamos juntos al tren.

—Finnick...

—Y claro, no estoy defendiéndolo, pero de alguna manera lo entiendo. Digo, Effie es su amiga, ella le ha dicho que lo de la perdida de tu bebé fue un accidente porque así lo sintió ella. No tenía intenciones de hacer que perdieras al pequeño, eso está muy claro, Flora

—Joder, Finnick, no me confundas mas

—Estás lastimada, puedo comprenderlo—continua, tomándome de las manos—Pero no sé, ¿De verdad vale la pena el dejarlo todo sólo por una mala pasada?

—No lo sé, Finnick, no lo sé

—Pues yo creo que deberían hablar, es decir, hablar de verdad. Ambos tienen que relajarse. Haymitch ha hecho un esfuerzo por mantenerse sobrio, claro, fallando una que otra vez, pero al menos lo ha intentado, Flora y lo ha hecho por ti

Suspiro, sintiéndome sofocada

— ¿Qué debería hacer ahora entonces?

—Lucha por esto que tienen—Susurra en mi oído ante la música tan alta—Nunca los he visto tan felices como cuando están juntos. Separarse sería un error. Perdónalo y que él te perdone a ti porque también lo has lastimado

— ¿Qué yo lo lastimé?

— ¿Dudar de su amor por ti te parece poco? —Su mirada tan obvia me hace sentir como una tonta. Él sonríe—Oh y también dile que yo no busco nada contigo, porque justo ahora está parado frente a nosotros mirándome como si quisiera retorcerme el cuello con las manos

Miro hacia el frente corroborando las palabras de Finnick. Los puños de Haymitch están tan tensos que me aterra pensar que puede hacer una locura. Finnick y yo nos ponemos de pie con Finnick yéndose antes de que Haymitch pueda acercarse a nosotros. Mi mirada se encuentra con la suya haciendo que sus puños se suavicen y que su cuerpo se relaje notoriamente. Logro notar una capa cristalina en sus ojos y como un rayo se da la vuelta para subir a la tarima en la que los músicos se han tomado un pequeño descanso.

Haymitch se apodera del micrófono haciendo un horrible sonido que capta la atención de todos.

—Necesito decir algo—comienza, aferrado con fuerza al micrófono—Yo... yo quiero decir lo siento, Flora—Todas las miradas se posan en mí, haciendo que me sonroje—Sé que todos aquí piensan que mi matrimonio con Flora va viento en popa, pero no, no es así—La gente comienza a murmurar—Estamos al borde del colapso y todo ha sido mi culpa. La he lastimado de una manera tan horrible que me avergüenza el tan sólo recordarlo. Desearía nunca haber dicho lo que dije, Florecita—me dice desde el escenario en medio del llanto—Desde esa noche no he podido comer, no he podido dormir ni he dejado de llorar. Estoy muriéndome, Flora, porque te necesito a mi lado para no volverme loco—Un silencio acapara el lugar y todo mundo está a la espera de que yo diga algo. Aun así, Haymitch continúa: —Perdóname, mi amor, porque no soy capaz de seguir con este camino sin ti

La gente corea sonidos enternecidos y comienzan a animarme para que le perdone. Mi garganta se cierra y parece que mis pies se clavan en el suelo sin permitirme moverme. Haymitch se ha arrodillado en el escenario con toda la intención de seguir suplicando

Quiero perdonarlo

La multitud me sofoca

Mis pies se mueven por si solos y la gente murmura escandalizada cuando doy media vuelta para salir corriendo de ahí


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