[Mini historia] ➤1
[Haymitch Abernathy]
"Recuerdos compartidos"
Hay un calor abrumador en mi pecho mientras veo por la ventana del tren como éste se aleja cada vez más del distrito.
A mi lado y con una mueca espeluznante en el rostro, se encuentra la que será mi aliada dentro de los juegos del hambre para el que hemos sido seleccionadas.
No me importa demasiado, porque el salir elegida en la cosecha ha sido lo que le he pedido a los astros desde que era una niña, rogando por que mi nombre brotara de los labios de la vocera del distrito doce como un canto que me salvaría de una vida igualmente horrenda como la muerte que me espera del otro lado.
Para Katie, mi compañera, ha sido una completa pesadilla. No ha parado de llorar desde que la subieron a la tarima a regañadientes mientras lanzaba patadas certeras a los agentes de la paz que le cargaron para llevarle a un lado de mi y de Effie Thrinkett. Fue un total espectáculo que le quitó la monotonía a la siempre aburrida ceremonia, esperando ansiosa el momento de subir al tren con dirección al capitolio y dejar de una vez y para siempre al distrito doce en un espacio escondido dentro de mi mente.
Este año los juegos serán enteramente femeninos, lo cual, para ser sincera, me tiene un poco nerviosa. Las chicas somos fuertes, no porque sepamos manejar armas y sintamos esa sed de sangre que el capitolio quiere creer que nos ha enseñado en nuestras escuelas, la clave está en las tácticas: planes tan elaborados que harían temblar hasta al más fuertesde los seres e infundirle un severo temor a cualquiera que sea víctima de las contra jugadas. Un espasmo recorre mi espalda encrespando los vellos de mi nuca.
Katie no ha parado de llorar en lo que va de viaje causándome una irritación tan profunda que mis puños se cierran con fuerza sobre el reposabrazos del sofá. No es su culpa, de cualquier forma, porque entiendo que entre nosotras dos no existe la más mínima analogía del porque nos encontramos en esta situación. Sin embargo, aun cuando hago uso de toda mi paciencia para soportar sus llantos que aumentan de volumen paulatinamente, mis labios pronuncian un par de oraciones que no les he permitido soltar.
—Quizá esté un poco loca—le digo, mirando por la ventana—Pero hasta donde sé, llorar como una Magdalena no hará que tu destino cambie
Sus ojos perlados en lágrimas me miran con furia, encolerizada por haberme entrometido en su pequeño momento de duelo del que, sin saberlo, estaba haciéndome partícipe. Mi mirada se enfoca en ella y en el temblar de sus dedos posicionados sobre su regazo.
—Es fácil para ti decirlo—menciona en un hilo de voz que, aunque potente, su tono tan nasal apenas si me dio la oportunidad de escucharle—Tú no tienes nada que perder
Una sonrisa se forma en mi rostro recordándome el motivo por el que ahora estoy en este tren en camino al capitolio para figurar como un espectáculo para los ciudadanos de la ciudad capital; mi pecho se hincha de la emoción, aunque puedo sentir en mi cuello el fuerte agarre de un nudo que intenta asfixiarme. Pienso en Shasta y que todo lo que le daba sentido a mi vida ya lo he perdido.
—¿Sabes qué? Tienes razón—respondo, acomodando mi espalda en el mullido sofá mientras cruzo mi pierna derecha sobre la izquierda, mirándole con sorna—No me hagas mucho caso, pero creo que esa es una ventaja para mi en los juegos. No tengo nada que perder más que a mi misma y, ¿te soy sincera? Creo que me he perdido ya desde hace bastante tiempo.
Katie Batson me observa con detenimiento e incluso puedo jurar que sus ojos brillan del terror al comprender mis palabras. No pretendo asustarle, no obstante, he aprendido a ser muy aprensiva con los comentarios de las personas, siendo arisca cuando no es necesario y soltando verdades tan involuntarias que me sorprende lo autónoma que puede ser mi lengua a veces. Chasqueo la lengua, devolviendo mi vista al paisaje de afuera que se vuelve borroso a cada instante.
Luego una compuerta se abre, pero no me atrevo a mirar de quien se trata gracias a un inesperado sentimiento de vergüenza que me revuelve el estómago. Aun con eso, una risa se escucha en el vagón seguido de un par de aplausos que me hace querer hacer oídos sordos a lo que se viene.
—Bien, muy bien, creo que hemos empezado con el pie derecho, entonces
Su voz... su maldita voz...
Mi cuerpo se estremece al escucharle hablar después de tantos años, cuando su alcoholismo no era tan notorio y su reputación no estaba tan manchada como ahora. Katie calla sus sollozos -gracias a dios- supongo, por la presencia del hombre que le causa un temblor en el cuerpo.
Haymitch Abernathy se sienta a un lado de Katie, con una copa de vino rosado en la mano derecha y un pan de mantequilla en la otra. Intento mantener mi vista en la ventana, ignorando su presencia.
—Han estado creando un vínculo muy especial, por lo que puedo ver
—No deberías estar escuchando conversaciones ajenas detrás de las puertas—menciono, cerrando los ojos por mi jodida diarrea verbal. Haymitch se ríe
—Hay muchas cosas que no debería estar haciendo justo ahora, pero ya sabes lo que dicen, la vida no es justa, pero me ajusto a ella, así que... lástima
Hay un silencio en el vagón que, de no ser porque puedo escuchar las respiraciones de esos dos, creería que me han dejado sola. Me atrevo a despegar mi vista de la ventana y mirar a Haymitch después de tanto tiempo.
Él parece reconocerme por un segundo porque el semblante juguetón de su cara desaparece súbitamente y a cambio una mueca de desconcierto surca sus labios. Haymitch lo recuerda, me recuerda, aun después de todo lo que ha pasado, luego de mucho tiempo... él aun lo recuerda.
Mi vista flaquea ante su presencia, así que lo único que hago es virar los ojos hasta posarlos de nuevo en el cristal, esta vez sin prestar atención a las decenas de árboles que pasan como un borrón delante de mí. Haymitch carraspea la garganta, levantándose de su asiento para rellenar la copa que se ha bebido de golpe.
—Creo que, por ahora, no hay mucho que hacer. Si, bueno, eso—agrega, dando vueltas por el salón. Katie está demasiado callada, haciéndome sentir su mirada penétrate sobre mis hombros, notado que hay una fosa cavada entre nosotros dos—Uh... vayan... vayan a sus habitaciones. Quiero que cada una piense en las habilidades que tienen y que podamos explotar, luego yo les diré mañana a primera hora lo que haremos con ello—Katie acepta con un susurro antes de desaparecer por la puerta. Yo me levanto con el rostro agachado, intentando cubrir mi vergüenza con mi cabello. Haymitch me detiene por el brazo, obligándome a verlo—Claire, yo... no pensé que tú...
—¿Fuera uno de los tributos? No me extraña, la verdad es que es sorprendente que con todo lo que has bebido puedas articular una sola frase. Ni siquiera te presentaste a la cosecha
—No suelo hacerlo
—Lo sé—Ambos guardamos silencio mirándonos con intensidad. Su agarre manteniéndose firme sobre mi brazo. Intento zafarme a pesar de la fuerza que Haymitch aun posee; luego, sus ojos parecen volverse más brillantes conforme los recuerdos comienzan a aparecer en su mente. Me armo de valor y digo: —Ahoshta sigue vivo
El agarre de Haymitch desaparece, asombrado.
—Creí que tú...
—Jamás me conociste lo suficiente para darte cuenta—Le digo, con claras intenciones de abandonar el salón—No soy tan valiente como pensaste
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