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[ Mini Fic ] ❀3

"Tomando su lugar"

Todo cobra sentido cuando te sientas a analizar las cosas detalladamente.

Parece tonto el pensar que Snow ha hecho su acción caritativa al dejarnos volver a nuestros distritos; lo único que quiere es que volvamos para estar en la cosecha de los nuevos juegos.

Me siento sobre la cama y me rio de mi estupidez. Anoche, Finnick forzó la puerta del baño con una ganzúa después de que tardé más de dos horas sin salir del baño; me cargó hasta la cama y se quedó conmigo acariciándome el cabello y susurrándome que todo estará bien. No le creo ni un ápice.

Finnick entra a la habitación con una bandeja repleta de comida y dulces. Se sienta a mi lado en la cama y pone la bandeja frente a mí

— Te he traído algo

— Gracias, pero no tengo hambre

Hace una mueca pero no dice nada. A cambio deja la comida en un taburete y me toma las manos

— Debes alimentarte bien

Lo miro y percibo un toque rojizo en sus ojos claros y sé que los míos están igual. La pena me atraviesa el pecho como una daga al recordar que ya es un hecho que Finnick volverá al Capitolio. Lo abrazo y él esconde su rostro en mi cuello

— Te lo dije. Te dije que se vengaría

— ¿De qué hablas? —Cuestiona extrañado separándose de mí

— Usó los juegos para deshacerse de lo que le estorba, Finnick

— No, eso es imposible. Esas tarjetas han sido escritas desde hace mucho tiempo y...

— ¡Por favor! — Salto enfurecida. Camino hacia el otro lado de la habitación huyéndole la mirada — El tema del vasallaje ha sido muy oportuno, ¿No lo crees? El hecho de hacernos volver y decir que los mayores no pueden participar, ¿Te parece una casualidad? ¡Despierta! — Alzó las manos intentando despejar mi coraje — Lo único que está buscando es llegar hasta mí, ¿Comprendes? Y de paso quitar del camino a los novatos del Doce

— No hables así. Podría estar escuchándonos

— ¡¿Y que sí es así?! — Grito y doy vueltas por la habitación — Ya no me importa que lo haga. ¡¿Estás escuchando, Snow?! ¡¿Me escuchas, maldito hijo de perra?! ¡Espero y sepas cuanto me asqueas, rata inmunda!

Respiro hondo y me dejo caer sobre el colchón retirando el cabello que me ha caído en la cara después de ese pequeño arranque de locura. Miro a Finnick quién está parado sin verme ni decir nada

— Lo único que quiero es que la cosecha pase cuanto antes para subir a ese estúpido tren y que todo termine más rápido

— Estás muy segura de que saldrás elegida — dice serio

— Como se nota que no conoces a Snow

El silencio abrumador se instala en la alcoba hasta que Finnick se me acerca y se arrodilla ante mí. Pone una de sus manos sobre mi vientre y levanta la mirada

— ¿Que va a pasar con nuestro bebé?

Aprieto la mandíbula y cierro los ojos mientras niego. Finnick solloza

— No lo sé


Los atardeceres en el Cuatro son diferentes de los demás distritos. Me he dado cuenta de ello al estar tanto tiempo en el Capitolio y algo más en el tour de la Victoria que tuve a lo largo de todo Panem. Aquí los rayos del sol juegan a las atrapadas con el agua de los ríos formando figurillas danzarinas que se extienden hasta el fondeadero donde los pescadores han terminado ya su jornada del día. Cuando la luz se apaga y a cambio aparecen las estrellas, tomo mi espada y continuo con mi entrenamiento

Mañana es la cosecha y debo estar preparada para lo que se avecine. Finnick no está del todo de acuerdo conmigo y mi forma de pensar, pero no me importa. Si voy a hacer esto, voy a hacerlo bien. Hago algunos giros y muevo la espada como si tuviera a un contrincante delante de mi aunque lo único que corto con el filo es el aire que está comenzando a amenazar la costa. Para las personas que no trabajaban como marinos, acercarse a la orilla estaba estrictamente prohibido, pero, ¿Qué importa? No es como si pudieran desquitarse conmigo más de lo que ya lo han hecho.

Me gustan las espadas. Son ligeras y altamente mortales; puedes atacar a una cierta distancia y ser igual de mortífera. Podría decir que es mi punto fuerte, puedo manejar las ballestas, cuchillos, navajas y hasta el tridente de Finnick pero la espada sin duda es mi zona de confort.

Empleo mi arma un par de minutos más hasta que Finnick se acerca a mi cargando el tridente de madera que fabricó el mismo, no era como el que tenía en la Capital, este era más especial y para nada exótico. Le sonrío y vuelvo a lo mío

— Creí que esto de entrenar sería pasajero— dice colocándose el tridente entre los hombros y recargándose en él— Pero veo que va para largo

— Bueno, los del uno y dos no son los únicos profesionales, ¿Verdad?

Finnick rie y por un instante mis piernas flaquean. Ese es el efecto que tiene en mí. Me hace vulnerable ante su presencia y su bella forma de ser y actuar. Él lo sabe y se me acerca dejando su arma clavada en la arena

— Creo que deberías descansar un poco. En tu estado no es bueno que te esfuerces demasiado

— Estoy bien. Estamos bien— Aseguro mientras Finnick me toma de la cintura— Un poco de ejercicio no nos vendría nada mal

— En verdad espero que ustedes dos estén fuera de esto— Ladeo la cabeza y él sonríe tímidamente— No es que quiera que Annie venga conmigo, claro. Solo... no quiero que tengas que vivir ese infierno de nuevo

— Somos las únicas vencedoras menores de setenta años que quedan, Finnick. Alguna de las dos tendrá que ir. Y no me cabe duda de quién será

Finnick me abraza y esconde su rostro en mi cuello haciéndome cosquillas con el vello que ha comenzado a salirle en la barbilla. Él también ríe y me besa el cuello haciendo que mis sentidos se desequilibren

— Vamos Gaia, has entrenado durante toda la tarde. Tienes que descansar— Lo alejo a sabiendas de a dónde va a todo esto. Quiere enredarme para olvidar todo este asunto. Lo miro de mala gana y él me sonríe

— Muy inteligente Finnick

— Amor...— dice amagando el acercarse. Yo coloco la punta de mi espada sobre su pecho sin llegar a lastimarlo

— Aléjate si no quieres que te clave esto

— Soy yo quien quiere clavarte algo esta noche— Dice, logrando sonrojarme. Niego y me alejo

— Venga, toma tu tridente y practiquemos juntos

— ¿Pelear contra una mujer embarazada? No lo creo

— ¿A no? Pues esta mujer embarazada puede patearte el trasero

Finnick levanta una ceja esperando a que haga un movimiento, pero no lo hago. Sonríe y toma su tridente mientras se coloca en posición

— Bien, señora Odair. Hagámoslo. Seré cuidadoso para no lastimarte

Ruedo los ojos y me coloco en posición

— En la arena no será igual

El equipo de preparación nos ha llegado de sorpresa a la mañana siguiente. Finnick y yo estamos lo demasiado machacados como para abrir la puerta, pero eso no los detiene. De alguna manera se hicieron con una copia de la llave y entraron como si se tratara de su casa. Nos han levantado de los cabellos para prepararnos para la cosecha

— Lydia, no quiero hacer esto. Es muy temprano por la mañana y estoy cansada— Reniego cuando mi estilista de hace años me ordena tomar un baño

— No es mi culpa que hayan estado entrenando como un par de cavernícolas. Así que adentro ¡Vamos!

Lydia me da empujoncitos por la espalda animándome a entrar al baño. Ahí están ya Dorian y Ravena, los ayudantes de Lydia. Me sonríen y ayudan a desvestirme

— ¡¿Qué has estado haciendo?! — grita Lydia horrorizada mirando lo disparejas que están mis uñas. Yo me encojo de hombros y entro a la tina— Dios santo, me dará un infarto antes de que pueda siquiera colocarte laca en el cabello

— Exageras, como siempre

El equipo de preparación me ayuda a asearme lo que me parece algo muy bizarro e innecesario. Todos me toquetean y murmuran de lo descuidado que está mi cuerpo y mi cabello mientras cuchichean de las tristes noticias sobre el vasallaje

— Y ahora qué vas a ser madre, ¡Oh querida! — Lydia se echa a llorar sobre mi hombro mojado. Yo la aparto y le sonrío sin ganas

— Está bien, Lydia. Supongo que algo como esto tenía que pasar

— En el Capitolio todos están vueltos locos— argumenta Ravena cepillando mi cabello— Nadie quiere verte en los juegos. La gente tiene la esperanza de que sea Annie quien participe

Miro a Lydia quien ha asentido por las palabras de su compañera. Por un momento me asquea la manera en la que ha hablado y del comportarse de toda la gente de la Capital. Me levanto de la tina y Dorian me envuelve con una toalla gigante

— Será lo que tenga que ser

Los tres asienten y continúan con su ritual de belleza. Me maquillan ligeramente y arreglan mis uñas estampando unas pequeñas olas como si el fondo de ellas fuera un extenso mar; me visten con unos vaqueros, una blusa blanca, un par de botas marrones y un abrigo pues el frío ha comenzado en la región. Lydia me besa la mejilla y se despide

— Debo ir donde Finnick a ayudarlo un poco. Ya sabes, para que se vea mejor

— No entiendo, no tiene caso que nos arreglen para la cosecha

Lydia se encoge de brazos y acomoda mi cabello por última vez

— Es lo menos que podemos hacer por ustedes— Sus ojos se han enrojecido detrás de esa exagerada capa de maquillaje y sé que está pronta a llorar. La abrazo y ella retiene sus lagrimas

— Te lo agradezco mucho, en verdad. Por hacer esto y arriesgarte a que el presidente Snow...

— Lo único que me importa eres tú, cielo

Asiento conmovida por sus palabras. Dejo que se vaya y los otros dos estilistas me conducen hasta la puerta donde los agentes de la paz me esperan en la entrada. Me toman por los brazos y me conducen hasta el centro de la aldea de los vencedores, ahí donde Annie está esperándonos ya. Su pelirrojo cabello está peinado y sus ropas están limpias, aunque sé que ha tenido uno de esos ataques que la dejan con lagunas mentales. Intento abrazarla, pero uno de esos agentes de la paz me aleja a quince pasos de ella. Esperamos un par de minutos hasta que Finnick sale y lo llevan hacia nosotras alejado quince pasos de mí.

Caminamos hacia la explanada en el centro de una caravana de personas que se han aglomerado para presenciar el acto. La mayoría de la gente ahí reunida son amigos de años atrás o simples pueblerinos que llegan a darnos sus miradas de lastima. Llegamos hasta el edificio de justicia y veo que una ola de personas está ya preparada para oír a la vocera del Distrito anunciar a los tributos de este año. Avanzamos por el pasillo central y nos detenemos al pie de las escaleras. Noto a Mags al lado izquierdo de mí y evito verla porque sé que voy a derrumbarme en el instante. Subimos y Tonya, la vocera del distrito, nos coloca a Annie y a mí a su lado izquierdo y a Finnick al derecho; hay dos urnas, una de ellas solo tiene una papeleta y la otra dos. Trago saliva pensando que una de esas papeletas lleva mi nombre escrito

— Bienvenidos, bienvenidos— dice sin su habitual voz chillona. Está triste, como yo lo estoy — Hoy, conoceremos a los tributos que nos representarán en el tercer vasallaje de los veinticinco. Como siempre, primero las damas

Maldigo cuando Annie comienza a sollozar. Muevo mi muñeca y le tomo la mano haciéndole saber que todo estará bien. Ambas miramos hacia el frente y mi vista se pierde en un par de pajarillos que revolotean entre las pequeñas ramas del árbol más viejo del distrito; deseo ser esos pájaros. Poder desplegar las alas y volar muy lejos de aquí, junto a Finnick y perdernos en un lugar donde nuestras vidas no peligren a cada segundo. Por unos minutos me pierdo el discurso previo de Tonya y revivo hasta que anuncia a la elegida

— Annie Cresta

La gente no dice nada y parece que están aliviados por que sea Annie quien muera en esos juegos. La sangre me hierve mientras pienso lo feliz que debe de estar Snow por haber manipulado el resultado y despues cambiarlo a su beneficio controlado a las masas. Me giro y veo a Annie que está llorando y a Finnick con el rostro agachado. Entonces, levanto la mano

— Me presento voluntaria como tributo


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