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[Mini Fic] ❀17

"Océano"

No pasan ni siquiera dos minutos para que logre darme cuenta de que la idea de Tyron ha resultado terriblemente mal.

La soledad de la habitación nos abraza haciéndome sentir ahogada, como si el cuarto se hubiese encogido de pronto dejándome atrapada en una jaula de acero de la que no puedo escapar. Finnick se me acerca con las manos extendidas pero se detiene cuando me ve alejarme hacia la cama gateando sobre ella hasta rezagarme en la esquina, ahí donde él no me pueda tocar.

Una cosa es ver la cara de Finnick por medio de fotografías y otra muy distinta el tenerlo frente a mí, con su semblante horriblemente brillante y su figura que se distorsiona por momentos. La idea de mirarle a través de un papel me causa una sensación de querer ahorcarlo, sin embargo verle tan de cerca me provoca traumas que no sé si algún día llegue a superar. Cierro los ojos apoyando mi frente contra la pared intentando no perder la cordura porque le dije a Haymitch que lo intentaría y porque no quiero defraudar la fe que Tyron tiene en mí.

Los minutos corren con los pasos de Finnick siendo lo único que se escucha en la habitación. Me niego a abrir los ojos al menos hasta que él decida apagar las luces para que yo no tenga oportunidad de verle la cara por el resto de la noche, no obstante un pensamiento me oprime el pecho, ¿Finnick dormiría conmigo esta noche? Espero que no, porque entonces no aguantaría más la adrenalina que corre por mis dedos para estrangularle con todas mis fuerzas.

Sus pasos se detienen pero las luces no se apagan sino que bajan de intensidad. Es ahí cuando decido entreabrir los ojos sólo para entender que es lo que está haciendo. Mi corazón late deprisa al mirar que de los cajones del pequeño escritorio ha sacado lo que parece ser una bolsa de dormir, una sábana y un par de almohadas. Mi ceño se frunce a pesar de que mi alma suspira de alivio. Lo veo sentarse en el suelo de espaldas a mí, coger la bolsa de dormir e instintivamente llevarla a su boca para inflarla.

—No te preocupes—me dice entre soplidos cansados; la bolsa llenándose de aire cada vez más—Puedes tomar toda la cama para ti, no me importa dormir en una de estas cosas

Mi garganta se cierra sin saber que contestar. Abrazo mis piernas atrayéndolas a mi pecho, aterrada de tener una crisis y hacer algo que en verdad no quiero. Es en ese momento en que puedo deslumbrar dos partes dentro de mi totalmente opuestas que me susurran como actuar; una de ellas me alienta a levantarme de la cama, aprovechar su estado de indefensión y ahogarlo con aquella misma sábana con la que está intentando preparar su lugar aun cuando sigo con las esposas puestas; la otra parte de mi se encuentra relajada, pidiéndome que me mantenga serena, le de las gracias por su gesto y trate de despejar mi mente al menos hasta mañana por la mañana que tenga oportunidad de escaparme de él. Me aferro a esa idea tanto como puedo, susurrándole un pequeño 'gracias' antes de correrme hacia el centro de la cama.

Él termina de inflar su colchón con una sonrisa y a pesar de que las comisuras de sus labios se deforman en un destello tenebroso, me provocan una avalancha de emociones que no sabía podía tener. Mi corazón se vuelve loco ante él por una extraña razón que no comprendo.

Se deshace de su camisa en un movimiento fino poniéndose de pie. Me exalto al darme cuenta de que sus ojos se han posado en mi mientras sus piernas lo dirigen hacia la cama. Me encorvo contra la cabecera por que yo en realidad no quiero hacerle daño.

—¿Qué haces? —le pregunto, comprimiéndome lo más posible en el pequeño espacio. Finnick gatea hacia mi deteniéndose donde las puntas de los dedos de mis pies pueden tocar sus rodillas

—No piensas que te dejaré dormir con eso puesto, ¿verdad? —responde observando las esposas con una ceja levantada. Mis ojos se abren con espanto al darme cuenta de lo que pretende hacer

—Déjame, estoy bien.

—Gaia, las has llevado puestas mucho tiempo, debes tener las muñecas lastimadas

—No importa, prefiero que se queden así

—Por favor...—susurra cogiendo mis manos en un movimiento tan rápido que yo no puedo oponerme. Mi cuerpo se tensa pero no me aparto sino que su toque cálido me produce una sensación de hormigueo que me recorre ambos brazos. Observa mis muñecas con total adoración, entendiendo que, como él ha dicho, están demasiado lastimadas. Hace un ademán por sacar la llave de las esposas de su pantalón pero yo no le dejo, sino que alcanzo a apretarle el brazo lo suficiente para hacerle entender que mi deseo es permanecer así. Él por fin desiste, dejándome descansar las manos sobre el regazo—De acuerdo, se hará como tú quieras, pero si en algún momento de la noche te sientes incómoda...

—Eso no va a pasar, gracias

Finnick asiente sin estar complacido por mis peticiones pero respetándolas de igual manera. Sale de la cama, apaga las luces y se deja caer sobre el colchón que recién ha inflado. Suelto un suspiro silencioso intentando acomodarme en la cama para evitar pensar más de la cuenta en el hombre que duerme prácticamente a mis pies; me giro sobre un costado apreciando lo silencioso de la noche sopesando lo difícil que serán las próximas ocho horas de convivencia.

Pasa media hora de silencio total cuando Finnick comienza a girarse sobre las cobijas aparentemente incómodo. Me quedo quieta un momento escuchando el chasquear de su lengua y de repente sus pasos apresurados hacia la cama. Me compongo, sentándome cara a cara con él.

—Lo lamento, pero no puedo dormir sabiendo que puedes estar sintiéndote incómoda

—Finnick...

—Sólo déjame hacerlo

—No—aparto mis manos antes de que las toque apreciando como un nuevo ataque de ansiedad está por desbordarse—No lo hagas. Estoy bien, no me importa dormir con las esposas, regresa a tu cama

—Gaia...

—Lo hago para protegerte—susurro dejandolo callado, sorprendido por mis palabras—Y para protegerme. No quiero que mi mente me traicione y termine matándote durante la madrugada

—Eso no va a pasar—murmura, cogiendo mis manos con gentileza para acariciarlas con sus pulgares. Escucho el tintinear de la llave contra el acero de las esposas antes de que mis manos se sientan libres de nuevo—Si quisieras matarme ya lo hubieras hecho, ¿no? Hemos logrado estar juntos por un par de horas sin ningún tipo de accidentes, así que creo que podemos continuar así lo que resta de la noche

—Confías demasiado en mi

—Lo hago—me dice y a través de la oscuridad puedo percibir la forma en que sonríe—porque hubo un día en que confiaste de la misma manera en mí. Es complicado de explicar, pero así es como el amor funciona

—No es una decisión muy inteligente—menciono con un nudo en la garganta—Voy a lastimarte, sé que lo haré y cuando eso pase no habrá vuelta atrás

—Ya no la hay—dice. Sus manos dejan las mías para subirlas a mis mejillas—Estamos en esto juntos, Gaia, a pesar de que aun necesitas tiempo para entender que las cosas no son como tú crees

—Finnick...

—Lo sé—Aleja su tacto de mi cara despeinándose el cabello—Yo... te daré tu espacio y respetaré tus tiempos. No quiero presionarte, ¿vale? Sólo estoy aquí para ayudar

—Bien—digo volviendo a mi posición anterior esta vez ocultando mi rostro entre las sábanas frotando mis muñecas la una con la otra. No quiero dormir de esta manera, no cuando sé que soy propensa a cometer una locura. Le escucho caminar hasta su cama tumbándose en ella una última vez—Descansa

Y yo no tengo el valor para desearle lo mismo.





La madrugada me alcanza dando vueltas por la cama bañada en un sudor espantoso. Mi cabeza arde como el infierno y lo único que quiero es salir corriendo a buscar a Peeta.

Finnick ronca en el piso irritándome la forma en que descansa mientras yo intento no írmele encima a cada segundo. Las palmas de mis manos están tan lastimadas por clavar mis uñas en ellas que en algún punto de la noche sangran manchando las cobijas.

Mi mente se llena de recuerdos borrosos tan brillantes que me aturden mirando una y otra vez la cara del muto que yace en la misma habitación que yo. Nuevamente la parte más racional de mi sale a la defensa de Finnick intentando hacerme entrar en razón de que esto no se trata más que de una prueba que debo pasar enfrentando mis miedos e intentando traer a flote los recuerdos que sí son reales.

Peeta es lo único que quiero ahora. Quiero sentir sus brazos protectores rodearme con fuerza por los hombros diciéndome que todo estará bien; quiero tener su olor cerca de mi por las noches, aferrarme a su pecho y sentir como su corazón palpita con completa calma. Lo necesito así como yo sé que él me necesita a mí.

Me levanto de la cama casi en un brinco sobresaltando a Finnick pero no sin despertarlo. Como él me ha dicho, confía en mi pues ni siquiera se ha tomado la molestia de asegurar la puerta como sé que Boggs le ha recomendado hacer. Me acerco a ella en silencio girando el pomo haciendo un pequeño ruido cuando el pestillo cede dejando entrar un diminuto haz de luz del pasillo.

Estando afuera me doy la libertad de contemplar el daño que les he hecho a mis manos enterrando las uñas en ellas evitando acercarlas demasiado a Finnick y dañarlo. Casi las tengo cubiertas de sangre, como si hubiese pasado un cristal afilado por ellas.

Camino por el pasillo lentamente esperando que nadie se de cuenta de mi presencia. No estoy cien por ciento segura de a que corredor se han llevado a Peeta, pero siguiendo el patrón de las habitaciones marcado al inicio del pasillo sé que no debe estar muy lejos. Miro por las ventanas de cada habitación buscando el rostro de Peeta sin encontrarlo por ningún lado. Recorro varios pasadizos llevándome un par de horas en el proceso hasta que al final del tercer complejo de habitaciones yace una lámpara encendida dentro de una habitación alumbrando tenuemente el rostro de Peeta durmiendo de cara sobre el escritorio. Mi corazón suspira de alivio al verle en una pieza, descansando tan tranquilo y angelical como sólo él podría hacerlo.

Ojeo la habitación un segundo notando la figura de Katniss Everdeen en una orilla de la cama durmiendo como un oso. Seguramente el espacio restante lo reservó para Peeta porque se aferra a los bordes de la cama para no caerse; por el contrario, Peeta decide separarse porque no lleva sus esposas, haciéndome suponer que tampoco desea lastimarla.

Limpio mi palma ensangrentada dirigiéndola a la manija de la puerta siendo detenida por una mano áspera que se interpone entre la aldaba y yo. Finnick está ahí mirándome con rabia echándole un vistazo a Peeta a través de la ventana

—Tú no puedes estar aquí

—Quiero ver a Peeta

—Él está con Katniss, no te necesita

—Cállate, tú no sabes nada

Finnick se frota el rostro enrojecido por la rabia

—Mira, ya toleré mucho de esto, ¿de acuerdo? No quiero que estés cerca de Peeta

—¿Porqué?

—Porque no es sano para ninguno de ustedes. No me hagas prohibírtelo

—No puedes hacer eso

—Puedo y lo haré—dice tajantemente. Mis manos vuelven a formar puños conteniendo la rabia que pica en mis dedos. No, no puedo lastimarlo—Tyron me dejó a tu cargo, así que tengo autoridad para permitirte o prohibirte lo que yo quiera y lo que quiero ahora es que vuelvas a nuestra maldita alcoba y te duermas de una vez

—¡No voy a volver contigo! —le grito y sé que he despertado a más de uno. Finnick se pone aun mas furioso—¡Quiero dormir con Peeta!

—¡Basta! —Me toma del brazo jalándome fuera del pasillo con dirección a la habitación. Me opongo tanto como me es posible, sin embargo Finnick es más fuerte que yo, logrando arrastrarme hasta la pieza cerrando la puerta detrás de él esta vez con llave—No puedes seguir así, Gaia. Esto tiene que parar, Tyron tiene fe en que esto pueda funcionar pero no estás esforzándote

—¡Lo hago!

—¡Pues no es suficiente! —grita acercándose a mí tan molesto que su cara se deforma en medio de una bruma brillante—No es suficiente y así no serás capaz de recordar jamás

—¡No quiero recordar nada que tenga que ver contigo, déjame en paz!

Lo golpeo una y otra vez en el pecho teniendo libre acceso pues él no me contiene dejando que desahogue la rabia que he llevado contenida durante toda la noche. Luego mi rabia se va hasta mis piernas pateándolo con fuerza. Una vez más no pone resistencia de por medio ni siquiera cuando me canso y le volteo la cara de una bofetada. Mi mente colapsa analizando el hecho de que lo he lastimado incluso si esa no fue mi intención.

Me alejo temblando, sintiendo a Finnick aproximarse en búsqueda de contacto. Lo alejo de inmediato cogiendo yo misma las esposas, tumbándome en la cama y esposando mi brazo derecho a la cabecera de la cama. Finnick me observa asombrado.

—Gaia...

—Vuelve a la cama, Finnick—le digo entre sollozos. Él obedece, apaga las luces y se tumba en el suelo escuchando mis gemidos lastimeros. Me calmo luego de un rato, yaciendo boca arriba pensando en lo tonta que he sido

—No te culpo de nada—dice desde su lugar. El sueño no vuelve para ninguno de los dos dejándonos en medio de una noche larga—Realmente eres la única victima aquí. Tú y Peeta han sufrido mucho desde que esta locura del vasallaje comenzó y con ello la guerra que nos puso aquí. Lamento haber reaccionado como lo hice, sé que Peeta es tu soporte y que lo extrañas, le necesitas como él te necesita, Gaia, lo entiendo es sólo que... para mí es muy difícil ver a mi... el verte—se corrige con una risita—con alguien más, es todo. Es algo tonto, pero quiero que lo nuestro sea como antes, aunque quizá eso ya no sea una posibilidad. No puedo cambiar lo ocurrido así como no pude evitar que te lastimaran. Lo que está pasándote es mi culpa y debo cargar con el precio de ello el tiempo que sea necesario

—Fergus—digo, sosteniendo la marea de recuerdos aleatorios que bajan por mi mente—Era el nombre de uno de tus amigos en el cuatro, ¿eso es real?

—Lo es—una risa se escapa de sus labios—A ti no te gustaba que saliera con él porque era un libertino de lo peor

—Aun así lo hacías

—Si, pero siempre te aseguré tener ojos solamente para ti

—Tienes... tienes un lunar en la espalda baja en forma de avión—Finnick me escucha con calma—Te avergüenza porque la punta de ese avión se dirige hacia abajo, ¿es real?

—Si, algo no muy bueno heredado de mi padre

—Y tu oreja... tu oreja derecha es más pequeña que la izquierda, ¿real?

—Real—suspira y casi puedo imaginarlo poniendo sus brazos debajo de su nunca—Cuando recién nos conocimos... te invité a una cita en el Capitolio. A ti te molestó mi fama de mujeriego pero después entendiste que era parte de lo que Snow obligaba a hacer a casi todos los vencedores. Al principio nuestra relación fue tensa porque el miedo de nuestros juegos se interponía, no obstante eso no fue suficiente para detener lo que ya sentíamos por el otro. Cuando nos casamos... estabas tan nerviosa porque todo saliera perfecto que al momento de caminar hacia al altar te tropezaste con la alfombra y casi te rompes la nariz de no ser por Johanna que te detuvo a tiempo. Descubrí hábitos que no sabía tenías, como que cuando te levantas por las mañanas pones el pie derecho antes que el izquierdo porque piensas que es de mala suerte, frunces la nariz al molestarte y muerdes tus uñas cuando te sientes nerviosa; tu color favorito es el azul ya que te recuerda al mar de nuestro distrito, tienes una marca de cinturón en la espalda porque tu padre te golpeó una vez por escaparte de casa y tiendes a suspirar mucho cuando algo te estresa—termina en un hilo de voz. Las lagrimas bajan por mi rostro al recordar cada una de esas cosas—Finnick carraspea—Todo eso es real

—Sabes mucho sobre mi—susurro. Finnick se queda callado un momento antes de añadir

—Eres lo más importante en mi vida, Gaia, jamás podría olvidar algo sobre ti por más pequeño que esto sea. No lo sé, simplemente... te amo

—Incluso si ahora no puedo expresar lo que siento—comienzo, sacando el recuerdo de mi cabeza—Sé que las palabras no son suficientes para hacerte saber lo mucho que te amo. La forma en que me miras, la manera en que me sonríes... me hace sentir que soy lo único que necesitas para sostenerte. La suerte es efímera para explicar lo que nos ha traído hasta este lugar y a este momento, porque sé que debió existir algo más fuerte que nos encontrara en el camino, un camino que llevaremos juntos de este día en adelante. Eres un océano hermoso y azul en medio de la bruma, porque has estado brillando como un faro entre la oscuridad por los dos, porque los miedos se divierten y no descansan nunca, así como nunca descansará-

—...Mi amor por ti—Finaliza. Ambos nos quedamos callados sopesando el recuerdo—Fueron nuestros votos matrimoniales. Tú los escribiste, ¿son reales?

Escondo mi cabeza entre las sábanas, llorando

—No lo sé, Finnick, no lo sé



***

¡Hola!

Les traigo esta notita sólo para agradecerles el que sigan aquí después de tanto tiempo apoyando este mini fic que pronto va a terminar.

Intentaré actualizar más seguido porque la cuarentena me tiene sin nada que hacer y espero que estas pequeñas historias les ayuden a pasar al menos por un momento el mal rato que se está viviendo en el mundo.

Recuerden lavar sus manitas seguido y no salir a la calle a menos que sea muy necesario. Cuídense. Les mando mucho amor.

¡Hasta pronto!

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