[Mini Fic] ❀16
"La extraña relación de Peeta y Gaia que nadie entiende"
A la mañana del día siguiente me despierto con la amarga sensación de soledad por la ausencia de Peeta. Por un segundo me pregunto dónde puede estar hasta que recuerdo que antes de dormir mencionó que Brianna vendría temprano por él para ayudarle a conocer un poco mejor el distrito. A mí me ha parecido una tontería el separarle de mi lado, según nuestros terapeutas, porque necesitamos aprender a tratar nuestros problemas por separado y comenzar a recuperar nuestras vidas de antes, motivo por el que Brianna le ha dejado pasar más tiempo con Katniss del que debería.
No se lo digo, no obstante, me preocupa el que Peeta permanezca junto a ella horas enteras cuando antes no ha sido capaz de acercársele sin intentar matarla, básicamente lo mismo que me pasa a mí al verme cerca de Finnick, pensamiento que me hace tener escalofríos espantosos. Tyron me dice que es hora de que luche contra los falsos recuerdos que han implantado en mi mente, como si el sólo intento fuese más sencillo de lo que parece.
Lo pienso bastante durante la noche concluyendo que no estoy lista para abandonar la protección que los brazos de Peeta me ofrecen o para renunciar a nuestras largas conversaciones al no poder conciliar el sueño, momento que aprovechamos para contarnos lo que sentimos o los miedos que aún nos carcomen la mente. Él me sostiene y yo a él y no me siento preparada para dejarlo ir.
Aun con eso Katniss viene a verle varias veces al hospital y aunque no le conozco de nada más que por las experiencias que el mismo Peeta me cuenta, no soy lo suficientemente despiadada para no sentir lástima por ella. Se le ve tan desesperada por que mi compañero crea en sus palabras que en momentos siento que el que Peeta pase más tiempo con Katniss es lo mejor para que logren recuperar lo que sea que hayan tenido en el pasado.
La situación se vuelve irónica al pensar que eso es lo mismo que se me está pidiendo: el pasar un poco más de tiempo con Finnick a pesar de que mi voluntad no lo quiere así. Haymitch dice que es bueno el tomarme un respiro, el permitirme hacer cosas sin detenerme a pensar en si me traerán consecuencias o no, sin embargo la ansiedad de mi mente no lo permite, rebobinando una y otra vez escenarios que no deseo.
Tyron me deja con el álbum de fotos aun cuando no lo puedo tomar a causa de las esposas que me dejó la noche anterior y que prohibió a Peeta quitarme. Él no le hizo caso porque ni bien se fue soltó mis manos, hizo un pequeño masaje en ellas y me abrazó tan fuerte que mi respiración se cortó. Supongo que al despertar me las colocó de nuevo para que las enfermeras que entran en este momento por la puerta no sospechen que hemos infringido una orden directa de nuestros especialistas.
Las enfermeras me desatan un momento antes de colocar una dosis pequeñísima de morfina en mi bolsa arrebatándome un suspiro cansado. Los dolores de cabeza son frecuentes cuando no estoy medicada lo que representa un problema para mí porque las noches se vuelven más pesadas e insufribles. Aunque ahora que Peeta no está junto a mí me parece que se volverá una verdadera pesadilla.
Dejan una bandeja de comida en el taburete a mi lado alentándome a que coma esta vez sin ayuda de nadie; incluso me permiten quedarme sin las esposas hasta que termino de pasar el ultimo bocado, levantarme de la cama, ir al baño en tres minutos y volver a la cama donde una nueva dosis de medicamentos me espera. Me quejo al darme cuenta de que las benzodiacepinas han reducido también.
—Lo lamento, estoy siguiendo órdenes—me dice una de las enfermeras del trece con cierta pena en el tono de su voz mientras me suministra el medicamento. Yo asiento porque sé que ella no tiene la culpa—Es normal que empieces a sentirte irritada por la disminución de medicamentos, pero vele el lado bueno
—¿Cuál?
—Eso significa que estás lista para dejar el hospital
—No veo como eso puede ser el algo bueno para mí—gruño entendiendo que, de salir de esta habitación, tendré que compartir una nueva con Finnick Odair. El estómago se me contrae de pensarlo. Una vez más la enfermera me sonríe con un deje de lastima en sus labios resquebrajados, cubriendo mis brazos encadenados con la manta
—Será un gran cambio, así que te aconsejo mantenerte lo más apegada a las reglas como puedas si no quieres tener problemas. El distrito trece no es siquiera un poco parecido a los demás distritos, por lo que una falta al reglamento por pequeña que sea no será tolerada. Es por eso que seguirás recibiendo medicamentos durante un par de días más luego de salir de aquí únicamente para asegurarnos de que no eres un peligro potencial para todos
—Gracias
—Fue idea de Tyron. Realmente le debes una grande porque la presidenta Coin no es así de complaciente con nadie. Deberías sentirte especial
—Lo hago
—Bien—mira por última vez mi bolsa de suero antes de palmearme el brazo en un gesto de ánimo, encaminándose a la puerta con el resto de sus compañeras—Haymitch bajará en un momento a visitarte, retirará las esposas y podrás conversar con él tanto como desees. Después de la cena uno de los soldados vendrá por ti para asignarte la habitación donde te quedarás, ¿correcto?
Muevo la cabeza informándole que he entendido sus palabras. Ella no parece estar demasiado convencida, aun así asiente un par de veces haciendo que el pequeño gorro que lleva encima de la cabeza se ladee hacia la derecha. Las enfermeras salen de mi alcoba al mismo tiempo en que Haymitch entra por la puerta cargando un pequeño ramillete de flores.
—Recuerdo este día y honestamente no fue uno de mis favoritos
—¿Porqué? Pareces muy feliz ahí
—Eso es porque la tomaron antes de que un maldito cangrejo gigante me mordiera los dedos de los pies
—Huh, es curioso como los momentos pueden cambiar de un segundo a otro—dice Haymitch llevándose un bocado de la cena a los labios mientras observa las fotografías en el álbum. Él está encaramado sobre mis piernas que reposan por última vez sobre el mullido colchón de la camilla. La salsa de su plato mancha las cobijas pero eso no nos importa porque ambos estamos tan metidos en los recuerdos que ahora ya no podemos parar. Haymitch tiene la amabilidad de quedarse conmigo el resto del día y para cuando se vuelve de noche y la cena se nos es servida, lo dos estamos charlando de las experiencias del otro aunque con las mías más distorsionadas que las de él. Sus ojos pasan a la fotografía de abajo, señalándola con su dedo manchado de puré de papas—Oh, ¿te acuerdas de eso?
—Eh, si—respondo, observando la imagen donde aparezco al lado de una mujer tejiendo una red cerca de la orilla, ambas sonriendo mientras nuestros dedos juguetean con el telar. Me río, contagiando a Haymitch—Su nombre era Soula, a veces le ayudaba a tejer redes que pudiera vender para hacerse con un poco más de dinero. Sus redes eran las más resistentes del distrito por lo que se hizo con una reputación. Los pedidos le llegaban por montones así que necesitó ayuda para cubrirlos y yo no dudé en ofrecerme para hacerlo. Me gustaba estar con ella porque cargaba los telares hasta la orilla y nos sentábamos por horas tejiendo y conversando de cualquier cosa que se nos viniera a la cabeza, justo como ahora tu y yo
—Fueron buenos tiempos
—Por supuesto—le respondo, ensimismada en la silueta de la mujer que mostraba los dientes al soltar una carcajada. Mi garganta se seca dejándome un sabor amargo—Lo fueron
—¿Hace cuánto fue eso?
—Hace un año, tal vez dos
—¿Quién tomó la fotografía?
Mi mente se pierde en el espacio durante un par de minutos tratando de descifrar el rostro del otro lado de la cámara. Mis recuerdos estallan como una bomba enviándome la imagen distorsionada y brillante de Finnick. Mis manos se cierran en un puño sobre la página tratando de descifrar si su rostro cubierto de brillos horribles es real.
—Finnick
—Oh
—Si
Un fuerte dolor de cabeza me marea, maldiciendo por no tener los medicamentos cerca. Haymitch se percata por lo que se apresura a masajear mis sienes con cuidado, siendo eso lo único que está en sus manos para que yo no sienta tanto dolor. Le agradezco en un susurro y él retira sus dedos temblorosos de mi rostro buscando seguir con el baúl de los recuerdos. Pasa las paginas rápidamente ignorando aquellas donde Finnick y yo salimos juntos, abrazados o incluso besándonos; me siento asqueada y me siento mucho peor cuando la última página del libro llega mostrándonos un retrato opaco de lo que alguna vez fue una presencia en mi propio cuerpo.
Haymitch intenta hacer como si nada hubiese pasado para cerrar el álbum, no obstante lo detengo cogiendo la ecografía entre mis dedos. Recuerdo ese día, cuando mis sospechas me llevaron al doctor en la aldea de los vencedores en busca de una respuesta a mis malestares mañaneros. El resultado de eso fue aquella pequeñísima impresión donde se veía un puntito negro en el centro de mi vientre que el doctor me presentó como mi futuro hijo; un hijo que ya no estaba, que me había sido arrebatado.
Entonces el sentirme como un cascarón vacío vuelve después de mucho tiempo. Me llevo una mano a la barriga sabiendo que ahora no hay nada ahí, sabiendo que no hice lo suficiente para defenderle de cualquier mal como prometí cuando me enteré de su existencia. La mano de Haymitch aprieta la mía intentando consolarme pero eso ya no es posible, como no es posible detener las llamas en un incendio que arrasa con todo a su paso. Mis entrañas arden y de no ser porque mi vista no se ha nublado aún podría pensar que estoy por volver a tener las arritmias que tanto me costó dejar atrás. Aprieto la mano de Haymitch con fuerza arrebatándole un quejido, luego aviento el álbum de recuerdos al suelo padeciendo una ráfaga de memorias pasadas que me causan dolor de cabeza.
No soy capaz de sacarme la imagen de Finnick de la mente, tan brillante y sofocante que me perturba.
—No puedo hacerlo, Haymitch. No puedo estar a solas con él, no me obligues a hacerlo
—Entiendo que aún no tienes realmente claro lo que Finnick es en tu vida, pero es la única manera de que lo descubras. Ninguno de nosotros te puede ayudar más de lo que lo hemos hecho hasta ahora. Depende de ti el superar el miedo y desechar lo que queda del secuestro en tus recuerdos
—Es muy fácil para ti decirlo
—Claro que lo es. Jamás comprenderé por lo que estás pasando, lo que sí, es que logro ponerme en los zapatos de Finnick y déjame decirte que él no está llevando el asunto mejor que tú. Dale una oportunidad al tratamiento y veamos que pasa
—¿Y si no sirve? ¿Y si nunca soy capaz de deshacerme de lo que pienso que no es real? Ya ni siquiera estoy segura de lo que pasa por mis ojos, mucho menos de lo que creí vivir años atrás
—Es momento de descubrirlo, entonces
—Tengo miedo. No quiero...—cierro los ojos, sintiendo una opresión en el pecho—no quiero lastimarlo
—Esa es una buena señal—me dice, acomodándose de rodillas sobre la cama, aparentemente emocionado—Antes hubieses querido matarlo a la primera oportunidad y ahora no estás convencida de hacerlo, ¡eso es un paso muy grande! ¿Lo ves? Puedes hacerlo, Gaia
—Mis recuerdos están demasiado revueltos, no quiero hacerle daño mientras no esté segura de que él fue el verdadero culpable
—Como dije, un gran paso
—No estoy prometiendo nada, Haymitch
—No importa, me alegra que por fin estés accediendo a lo que estamos pidiéndote. Estás decidida a recordar y eso le ayudará también a Finnick
—Sólo espero que esto no me aleje de Peeta
Trato de no tocar el tema de Peeta porque aunque me encante la idea de que esté superando sus miedos como yo lo estoy intentando con los míos, mi estomago se revuelve al verlo tan cerca de Katniss como Brianna le ha recomendado. Les he visto pasar varias veces por enfrente de la habitación a lo largo del día y lo único que he obtenido de Peeta es una mirada discreta junto con una sonrisa ladeada antes de desaparecer de nuevo. Sé que estoy siendo egoísta pero le quiero aquí conmigo aunque sea un momento para decirle como me siento con el asunto de tener que convivir con Finnick Odair. No le veo para la cena y mucho menos cuando el reloj marca la hora de dormir.
Haymitch alza una de sus pobladas cejas con diversión.
—Pasas demasiado tiempo con ese muchacho, ¿no crees?
—¿Tiene algo de malo?
—No, no. Me parece algo extraño, eso es todo
—¿A qué te refieres?
—Bueno, desde que los rescatamos del centro de tributos su relación me ha dejado con bastantes dudas, como por qué duermen juntos y tan abrazados
—¿Nos...nos has visto?
—¿Qué? ¿No sabías que varios de nosotros hacíamos rondas para cuidarles durante la noche? —Mi corazón se detiene un segundo escuchando la risa de Haymitch—No te culpo si no te diste cuenta. La verdad es que siempre parecían estar inmersos el uno con el otro, por lo que incluso las veces que no dormían y se la pasaban toda la noche conversando no se enteraban de que los monitoreábamos
—¿Tú y quien más? —le pregunto viendo como empieza a comer una manzana. Haymitch traga antes de contestar
—Katniss, Magggs, algunos días nos ayudaba Johanna y también Gale; Tyron, yo y oh, Finnick. Él quedó destrozado de verte tan contenta con Peeta, pero jamás dejó de cuidarte hasta hace apenas unos días
—Yo...
—Descuida, él parece entenderlo—Haymitch palmea mi mano durante un segundo antes de hacer una mueca—O al menos eso creo. Después de lo que vivieron juntos supongo que no es descabellado el presumir que han estado sintiendo cosas el uno por el otro
Mi nariz se frunce por la insensatez que ha dicho. Haymitch eleva las cejas dándome a entender que mi afecto hacia Peeta va más allá de algo meramente amistoso. Le golpeo el brazo tan fuerte como puedo ganándome un quejido de su parte.
—Eres un imbécil
—¿Porqué?
—Yo jamás podría sentir algo como eso por Peeta. Quiero decir, luego de lo que pasó en el capitolio nos hicimos bastante cercanos dadas las circunstancias. Le quiero como a un hermano porque en eso fue en lo que nos convertimos en los ciento treinta días en que estuvimos encerrados en esa maldita celda como un par de animales rabiosos
—Ya va, te creo, tranquila—Haymitch levanta las manos para calmarme—Lo único que estoy diciendo es que de alguna forma no estamos acostumbrados a verles así
—Pues acostúmbrense, porque eso ya no va a cambiar
—De acuerdo, cielito, de acuerdo
—Es hora de irse—Una voz emerge desde la entrada revelando al soldado que la enfermera mencionó que vendría. Haymitch sacude la cabeza bajando de la camilla en un salto. El hombre se acerca a mi tomando las esposas del taburete para colocármelas en un movimiento limpio. Suelto el aire viéndome incomoda cuando me pide que me levante de la cama, me coloque los zapatos y me despida de Haymitch. El hombre me conduce hacia el pasillo tomándome por el brazo con gentileza—Soy el soldado Boggs, me han encargado el ocuparme de ti en lo que respecta a las actividades diarias. Todos aquí tenemos tareas específicas que se deben cumplir, no hay excepciones
—¿Seré un soldado? —pregunto con la esperanza que me concedan salir de este agujero al menos un par de minutos. Boggs niega
—Se te asignaran actividades de acuerdo con tus capacidades. Por ahora deberás seguir con las terapias del psiquiatra por las mañanas y por las tardes ayudarás a Johanna con los niños del distrito—lo observo de reojo sin detener mis pasos, ¿Johanna con niños? ¿Cómo es que Johanna Mason ha pasado de no soportar a uno sólo de ellos a convertirse en la niñera de todos aquí? Nos detenemos tres pisos abajo en un corredor repleto de habitaciones. Boggs se detiene en una al final del pasillo corriéndose a un lado para dejarme el libre acceso—Bienvenida a tu nuevo hogar
Se detiene unos segundos a revisar mis esposas para luego salir y cerrarme la puerta en la cara. Me quedo sola en la enorme habitación observando cada rincón de arriba hacia abajo. Hay una enorme cama en el centro junto a dos pequeños taburetes posicionados a los costados con un par de bonitas lámparas encima. Del lado contrario se encuentra un escritorio repleto de hojas de papel, lápices e incluso tizas para dibujar. Pegado a la pared está una repisa adornada con libros polvosos y en el centro se encuentran frascos diminutos de lo que reconozco como morfina, benzodiacepina y trazodona; mis manos pican por cogerlas y cuando estoy a punto de lograrlo la puerta se abre.
—No puedes acercarte a los medicamentos, a partir de ahora soy el único autorizado para suministrarte lo que necesites
Mi cuerpo se tensa porque incluso su olor me altera. Me giro hacia él encontrando su pecho demasiado cerca del mío.
—Finnick...—digo, separándome tanto como puedo
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