[Epílogo] ❀1
"Deudas pendientes"
—Tienes treinta minutos
Entro a la ducha de un salto decidida a aprovechar cada momento del agua caliente y poder pensar en la comodidad del baño vaporoso del distrito. Solo hay una fila de duchas para el aprovechamiento de cada una de las personas en los respectivos niveles del distrito trece, bajo distintos horarios para poder usarlos pues el agua caliente en este lugar es un privilegio que no siempre nos podemos dar.
Me lavo el cuerpo lo mejor posible dejando el cabello para el final, masajeando lentamente mientras me quedo bajo el chorro de agua pensando en lo difícil de la guerra en los últimos días. No he tenido noticias de Finnick desde nuestra corta charla por el intercomunicador y eso me tiene con los pelos de punta.
Desde ese instante mi mente no ha dejado de darle vueltas a la situación dejándome en un constante cansancio que me noquea por las noches dejándome completamente dormida; la mayoría del tiempo me escapo para poder pensar, escondiéndome en los pasillos cerca del espacio de trabajo de Beetee o saliendo al bosque cuando parece nadie puede verme. Dejo tirado el trabajo en la estancia infantil ganándome un regaño de parte de Johanna quien se pone más y más remilgosa conforme el tiempo pasa.
Johanna está molesta conmigo y yo lo estoy con ella.
La mañana siguiente a la llamada de Finnick, Johanna procuró despertarse antes que yo, encerrándome en la habitación para evitar pedirle a Maggs dejarme ir con ellos hacia el capitolio y así encontrarme con Finnick. Johanna escuchó mi conversación tomando ventaja de ello y dejándome encerrada como solo una verdadera traidora podría hacerlo. Cuando por fin pude salir Maggs fue a mi encuentro informándome de su decisión de no dejarme partir hacia el capitolio bajo ninguna circunstancia.
Mi estómago explota en rabia por el recuerdo sintiéndome inútil de no poder hacer nada más. Sin el permiso de Maggs no puedo dejar el distrito -tal parece, porque Finnick me ha puesto bajo su custodia antes de partir- dejándome como un león enjaulado dando vueltas por los pasillos y tomando más duchas de las necesarias.
El agua me ayuda a pensar, pero sobre todo me ayuda a relajar mis músculos tensos y a borrar los pensamientos brillantes de mi mente aún dañada por el veneno de rastrevispulas. Mi autocontrol sobre los medicamentos se ha hecho fuerte, incluso si hace tan solo dos días me he zambado un frasco de benzodiacepinas a la mitad dejándome noqueada hasta ayer por la noche, cuando Haymitch llegó a mi recámara para gritarme sobre lo irresponsable de mis actos. Yo le juro no volver a hacerlo y lo hago por la misma razón de que Finnick no estaría muy contento con ello tampoco.
Pensar en Finnick me hace tener un dolor en el pecho difícil de explicar pero que me angustia demasiado. El agua sigue cayendo sobre mi piel desnuda confundiéndose con las lágrimas de mi rostro; no quiero llorar más, eso no va a ayudarme a salir de aquí ni me acercará a Finnick por arte de magia. Me quedó debajo del chorro de la regadera escuchando los golpes en la puerta.
—Un momento—pido, sintiendo el calor del agua menguar hasta volverse fría y luego caliente de nuevo, señal de que mi tiempo en la ducha está por terminarse. Cierro la llave casi por completo aprovechando la calidez en pequeñas gotas sin despegar la frente de la pared escuchando la presión del agua subir por los tubos de la regadera. La puerta vuelve a sonar—Un momento, por favor
No puedo creer que mi tiempo se haya acabado tan pronto, aunque mis dedos arrugados dicen lo contrario. El agua caliente en el distrito trece, como he dicho, es un privilegio y yo no quiero reservarlo únicamente para mí. Contra mis propios deseos me aparto de la regadera diciéndome que en realidad ya no hay nada que pueda hacer para ir hacia Finnick. Mi idea de escabullirme en uno de los aerodeslizadores rumbo al capitolio muere tan pronto como nace, ¿Cuál sería mi siguiente movimiento después de eso? Estaría por mi cuenta y sin el apoyo de Johanna no puedo hacer nada.
Cojo la toalla del gancho detrás de la cortina, seco mi cuerpo tan rápido como puedo y la ato a mi pecho; tomo mi ropa sucia, abro la puerta y me disculpo con la coordinadora antes de salir por pies hacia mi habitación. Voy dejando un rastro de agua detrás de mí hasta la cama donde me siento, lanzando el uniforme a la cesta de ropa sucia.
No me molesto en cerrar la puerta. No pienso vestirme pronto. Hoy, después del almuerzo, los refuerzos del escuadrón del sinsajo partirán al capitolio y yo no quiero rondar entre ellos cuando lo hagan.
Me siento patética, porque de hecho lo soy. Sentada en la orilla de la cama dejando un charco de agua sobre las sábanas, con el cabello goteando y las manos temblorosas sobre las rodillas. Es una imagen no muy grata de mí, pero es lo único que puedo ofrecerle al mundo por ahora.
Hay un par de golpes en la puerta dejando a la vista a Haymitch parado en el umbral esperando invitación para entrar. Yo asiento, observando el traje negro de soldado que lleva puesto y el cinturón repleto de balas colgando de sus caderas. Él avanza hacia mí, se sienta a mi lado y es en ese momento que noto la gran bolsa marrón colgando de su mano derecha.
—¿He vendido en un mal momento?
—No importa en qué momento vengas, siempre será malo—Trato de bromear sin mucho éxito. Haymitch finge una risa dejando la bolsa en el piso—¿No deberías estar preparándote para partir?
—Ayer por la noche me encargué de dejar todo en orden, por lo mismo ahora tengo algo de tiempo libre y he decidido venir a verte. Hace tiempo que no hablamos y quiero saber cómo te sientes
—Bien. Estoy... bien, ¿Qué hay de ti?
—Bueno, sigue siendo difícil esto de llevar una vida saludable con cero alcohol en las venas. Aún debo acostumbrarme aunque creo que mi hígado ya ha empezado a agradecerme por eso
—Hace mucho ganaste los juegos, ¿Alguna vez pensaste que volverías?—Le pregunto haciendo hincapié en las armas atadas a su cintura. Él suspira, estirándose sobre la cama para tomar una pequeña toalla cerca de mi almohada. Me toma el cabello húmedo empezando a secarlo
—Sinceramente no. Ni siquiera lo pensé en el vasallaje aún si le prometí a Katniss tomar el lugar de Peeta si su nombre salía de la urna. Por supuesto cumpliría con mi palabra, pero de alguna manera sabía que Peeta iría con Katniss aún si yo trataba de impedirlo—responde, atrapando mi cabello chorreante con la toalla—Eso me hace un egoísta, ¿Verdad? Haber tenido un momento de debilidad, dudar de mi promesa, ponerlos en riesgo. Estoy en deuda con ellos, son mis muchachos y lo estoy contigo también
Mis ojos enfocan su rostro buscando una señal de alarma. Hasta donde sé, la visita de Haymitch puede significar muchas cosas, como que puede estar distrayéndome de algo o impidiendo un posible movimiento de mi parte. Estudio su rostro por un rato hasta declarar la veracidad de su gesto. Luego, mi cara cambia a una de confusión sin entender a lo que se refiere.
—No entiendo
—Antes de que entraran a la arena, en el centro de tributos, yo le prometí a Finnick que intentaría protegerlos mientras estuvieran adentro a cambio de que ustedes hicieran lo mismo con Katniss y Peeta. Ustedes hicieron su parte, pero yo no hice la mía. De alguna manera debí evitar que les llevaran al capitolio a Peeta y a ti o al menos intentarlo, era parte de mi promesa y tampoco lo hice
—Ya va, no había forma de que lo supieras
—Quizá, pero pude haberlo intuido siquiera. Tengo una deuda contigo y pienso pagarla pronto
—No es necesario que...
—El hangar dos es mi favorito—me dice dejando la toalla mojada a un lado. Se levanta de la cama comenzando a pasearse por la habitación con las manos entrelazadas en la espalda—Es maravilloso, ¿Sabes? Resguarda los mejores aerodeslizadores. Tienen una puerta trasera cerca de los propulsores donde se guardan las cajas de grafito. Pero no puedes acceder a ella si no bajas la palanca que está del lado derecho del ala trasera—menciona, mirando un lápiz mordido sobre el escritorio como si fuese lo más interesante del mundo—Es curioso porque no todas las naves lo tienen y regularmente estas están selladas veinte minutos antes de cualquier despegue, ¡Oh! ¡Que linda planta!
La voz de Haymitch se alza con una naturalidad tan falsa como la planta que señala con uno de sus larguiruchos dedos. Las hojas de la plantita llevan muertas días e incluso el olor nauseabundo comienza a desprenderse del tallo. Suspiro, creyendo que Haymitch no puede estar más loco.
—Pero en fin, es un hangar muy lindo a pesar de estar rodeado de guardias. A menos que llegues a él por el hangar cuatro, ese está casi siempre sin vigilancia gracias a la flotilla de aerodeslizadores averiados. Ahora lo usan para guardar provisiones, creo.
Él continúa hablando y hablando deslizándose por la recámara paseando los ojos por todas partes. Se para junto a la puerta mirando su reloj antes de sonreírme.
—Perdona, debo irme ya. La nave en la que partiremos al capitolio sale en treinta y cinco minutos y debo estar dentro antes de que ésta se cierre. Ten un lindo día
—Haymitch—Le llamo— ¿Qué es lo que hay en la bolsa?
—Oh, eso. Es la ropa nueva cortesía de Coin. Seremos un país libre dentro de poco, ¿Recuerdas? Nadie necesita los uniformes ahora
Asiento, escuchando en mi cabeza el discurso de la presidenta respecto a la nueva política de los uniformes en el distrito. Me sorprende su actitud tan renovada aunque no tanto así su desmesurada emoción por pisar el capitolio. Parpadeo por un segundo y al abrir los ojos Haymitch ya no está. Coloco la bolsa sobre la cama corroborando la presencia de un par de vaqueros, una blusa de tirantes gris y una chaqueta de cuero marrón junto con unas botas del mismo color.
Dejo todo en la cama notando como detrás de la última prenda se esconde un uniforme de una sola pieza. Arrugó el ceño, reconociendo un modelo del mono de Haymitch a mi medida, de un color negro intenso y protegido como solo un uniforme de soldado podría estarlo. Debajo hay unas botas militares altas junto con lo que parece ser el mango de una espada rota y una nota de Haymitch.
—Deuda saldada—Una sonrisa se asoma en mis labios, entendiendo ahora las palabras de Haymitch. Quizá él me escuchó hablar con Maggs aquella noche mientras le suplicaba poder ir al capitolio junto a Finnick y ahora, igual que siempre, ha movido sus cartas. Haymitch, maldito bastardo—Estoy seguro de que Johanna va a patearme el trasero cuando se entere de esto, así que has que valga la pena—Una lágrima de felicidad baja por mi rostro—Me da gusto ver a la Gaia de antes. Nunca mentí. Finnick tiene mucha suerte de tenerte. Nos vemos en la nave
Me visto tan rápido como puedo caminado a paso apresurado a través de los pasillos hacia el hangar cuatro, donde el corredor se encuentra totalmente despejado.
La bolsa marrón cuelga de mi mano golpeando en mi cadera conforme voy avanzando. He decidido dejarme el mono debajo cubriéndolo con la ropa de civil y llevar las botas en la bolsa junto con el mango de la espada.
En mi habitación me visto de prisa cogiendo mis cosas al faltar veinticinco minutos para el despegue. Mientras camino por el pasillo de las habitaciones voy estudiando el mango de la espada encontrando un diminuto interruptor que al apretarlo desprende una enorme hoja afilada de un color dorado brillante. Sé que Beetee la ha diseñado especialmente para mi entregándosela a Haymitch como cómplice de esta locura, asegurándome tener algo con que defenderme en las calles del capitolio.
Guardo la espada dentro de la ropa continuando en el camino hacia el hangar cuatro desde donde se puede ver la entrada trasera del hangar dos. Corro hasta ahí escondiéndome entre las torres de provisiones hasta estar por completo segura de pasar desapercibida. Las compuertas traseras del hangar están sospechosamente abiertas creyendo ser otro acto de Haymitch para ayudarme a escapar.
Entro de puntillas apretando la bolsa contra mi pecho tratando de no hacer ruido. Hay varios soldados rodeando las naves y es hasta ese momento donde maldigo el que Haymitch no me hubiese dicho en cual de todas las aeronaves estaría. Bueno, no era una obligación, me digo, pues él ya ha hecho suficiente con marcarme el camino hasta acá.
Tomando en cuenta los minutos desperdiciados en mi habitación y los que me ha tomado el llegar hasta este punto imagino el poco tiempo restante para llegar al aerodeslizador. Camino despacio entre las cajas de grafito escondiéndome tras una columna al ver pasar los soldados demasiado cerca de mí. Giro el rostro hacia la derecha observando otra flota de naves en la punta del hangar; en uno de ellos la escotilla está abierta con la cabellera de Haymitch asomándose mientras sube la rampilla. Tengo el presentimiento de que todo es demasiado fácil, de que debo estar pasando algo por alto. Estoy a un par de metros de distancia de mi meta cuando las cosas comienzan a calentarse.
Una horda de soldados entra al hangar avanzando de par en par hacia las naves de mi izquierda, supongo, para sitiar lo que queda de la resistencia del capitolio. Vuelvo a ver el aerodeslizador donde ha subido Haymitch decidiendo actuar antes de que se haga más tarde. Corro detrás de él, encontrándome con la escotilla trasera mencionada por Haymitch. Recorro el ala derecha en busca de la palanca pero sin ver rastros de ella. Mi sangre se congela al sentir el rugir de las turbinas sobre el metal del propulsor y debo alejarme antes de ser incinerada bajo las aletas del avión. Levanto la mirada divisando una pequeñísima palanca sobresaliendo a mi costado sobre la altura de mi cabeza; levanto la mano para jalarla hacia abajo llevándome un par de quemaduras en el proceso, la palanca cede segundos después permitiendo a la escotilla bajarse del otro lado. Me escabullo dentro justo en el tiempo en que la puerta se levanta, sellándose para el despegue.
Tomo aire por el cansancio y porque la quemadura en mi mano arde como el infierno. Suelto la bolsa dejándome caer a su lado para calzarme las botas y guardar la ropa de civil para después. Me engancho la espada al cinturón e intento vendar mi brazo lastimado con un trozo de tela abandonado en una de las esquinas de la nave.
La piel irritada grita al ser tocada por la gasa teniendo que mantener los dientes apretados para no gemir del dolor. Analizo mi posición viéndome rodeada de grafito y un bidón de gasolina abandonado descuidadamente en el canal del desagüe.
Del otro lado está la compuerta principal donde se encuentran los demás preparándose para partir hacia el capitolio. Jalo aire a mis pulmones cansados sopesando la idea de encontrarme con Johanna luego de lo sucedido entre nosotras; después concibo la idea de esperar para salir hasta el despegue, sin dejarles oportunidad a los demás de siquiera pensar en abandonarme en el hangar.
Veinte minutos pasan entre el olor a gasolina y el combustible quemado colándose por la rendija de la escotilla. Mi cabeza empieza a dar vueltas y de no ser porque siento a la nave despegarse del suelo juraría haber perdido la consciencia desde hace un buen rato.
El aerodeslizador abandona el distrito, decidiendo quedarme entre las sombras al menos hasta haber pasado el distrito once como mínimo. Después de eso cuento hasta diez para tomar la bolsa con mis cosas, ponerme de pie y caminar hacia la puerta.
Una parte de mi sabe que esto es una locura pues entiende mejor que yo las consecuencias que esto podría traer a mi mente dañada. Aun así la otra parte decide tomar el riesgo, por mí, por Peeta, por Finnick... él ha hecho demasiado por nosotros y ahora es mi turno de hacerlo. No voy a dejarlo solo, se lo debo.
Abro la compuerta encontrándome con la mirada de todos a bordo. Abandono la bolsa a un lado de la compuerta, sonriendo
—No pensaban irse sin mí, ¿verdad?
Me rio. Rápido. Antes de que alguien tenga tiempo de registrar lo que se esconde detrás de las palabras que acabo de pronunciar. Antes de que se levanten las cejas, se pronuncien las objeciones, dos más dos sean puestos juntos, y la solución sea que yo me mantenga tan lejos como sea posible del Capitolio. Las cejas de Johanna se levantan y poco me sirven los años de conocerla para saber lo furiosa que está.
Porque tal vez una vencedora furiosa, con pensamientos independientes y una capa de cicatrices psicológicas demasiado curtida para penetrarla, es tal vez la última persona que desearías tener en tu escuadrón.
Annie está al lado de Johanna sin parecer molesta pero si muy asombrada. Un par de soldados desconocidos observan la escena con el ceño fruncido mientras que Haymitch y Prim esconden sonrisas cómplices. La hermana de Katniss me agrada. Es una buena persona y no me juzga por querer ayudar.
Poco me dura la buena punzada pues los brazos de Johanna me golpean contra una de las paredes mecánicas de la nave haciendo crujir los huesos de mi espalda. Haymitch intenta meterse pero es detenido por Prim quien, por más difícil que sea aceptarlo, parece la única persona razonable a bordo.
El hacha renovada por Beetee de Johanna me aprieta la garganta buscando alejarla de mi vena yugular. Su cólera está desatada previniendo un mal movimiento de su parte.
—¿Qué haces aquí? —entre pregunta y entre grita golpeándome contra el metal. Aferro mis manos a sus muñecas deteniendo el roce del hacha en mi cuello— ¡Estás loca, Gaia! ¡Realmente loca!
—No es una novedad para nadie
—¿Crees que esto es una maldita broma? —cuestiona. Yo realmente nunca había visto antes a Johanna enojada, tipo, realmente enojada. No cuando le había jugado tantas bromas en el pasado o vomitado encima de ella luego de nuestra primera noche de juerga en el capitolio, ni siquiera cuando una vez le quebré la nariz. Pero ella está enojada ahora. Tal vez como jamás lo ha estado—No debiste haber venido
—Y tu no debiste decidir por mi
—¡Estaba protegiéndote!
—No necesito que me protejan—la empujo, sacando el mango de la espada de mi cinturón. Acciono el interruptor dejando salir la fina hoja que se acerca peligrosamente al pecho de Johanna. No pretendo lastimarla, por supuesto, pero necesito hacer escuchar mi punto y porque ellos entienden lo peligroso de un arma modificada en las manos de una vencedora inestable. Johanna me observa, atónita—Estoy cansada de sentirme como una carga. Por una vez en todo este tiempo siento que puedo ser productiva en algo y he decidido aprovecharlo. Finnick está allá afuera, herido y luchando. Me necesita
Johanna me da una larga dura mirada antes de responder.
—Estoy convencida. Te falta un tornillo
—Ya va, cálmense—interviene Haymitch pidiéndome guardar la espada. Aprieto el interruptor de nuevo escondiendo la hoja brillante para poner el mango de vuelta en mi cinturón. Johanna se aparta despeinándose el cabello y dándonos la espalda a ambos—No te desquites con ella, Johanna, la pobre ya tiene suficiente con sus propios problemas como para agobiarle con más. Después de todo, si necesitas desquitarte con alguien hazlo conmigo, yo le he dicho como escabullirse al hangar y le he uniformado. No es su culpa
Johanna devuelve la vista al hombrecillo detrás de ella apretando el hacha con fuerza. Sus nudillos se vuelven blancos por la presión ejercida y debo meterme entre ellos antes de que Johanna atine a golpear el rostro de Haymitch con toda la fuerza de su puño izquierdo. Su rostro está cerca del mío logrando ver en sus ojos claros una fina capa cristalina. Parpadeo dos veces sin llegar a creer que lo que hay en sus ojos son lágrimas de impotencia. Ella se aferra a su hacha restregándose los ojos con el brazo contrario y hacer como si nada hubiese pasado.
—Cómo sea
En el silencio que sigue, trato de imaginarme no ser capaz de diferenciar la ilusión de la realidad apreciando el advenimiento de un nuevo bloqueo de recuerdos. Me aferro al brazo de Haymitch inhalando y exhalando repetidamente durante varios minutos hasta hacer desaparecer la sensación de choques eléctricos en mi cerebro. Le aseguro a Haymitch estar bien mientras Prim se me acerca examinando la quemadura en mi brazo; se sienta a mi lado, sacando de entre las provisiones un botiquín de primeros auxilios. La hermana de Katniss me sonríe, desatando el vendaje mal hecho de mi brazo, desinfectando la herida.
—Descuida, ya se le va a pasar—me dice refiriéndose a Johanna. Hago una mueca pues el agua sobre mi herida arde horrible. Prim seca la herida, colocando una pomada y posteriormente enredando un pulcro vendaje en mi brazo. Luego me da una píldora para el dolor, guardando sus materiales de vuelta a su lugar. Su sonrisa me reconforta porque es la más sincera que he visto desde hace mucho tiempo—Ella y Katniss son muy iguales. Sé que Katniss también enloquecerá cuando me vea
—¿Le haz dicho a tu madre...?
—He tenido que hacerlo—me dice, ayudando a levantarme—Ella jamás me dejaría hacer algo como esto, pero tomando en cuenta las circunstancias supongo que el pedir permiso sale sobrando
—Ya
—Es mejor que descanses. No llegaremos al distrito uno hasta mañana por la mañana
Agito la cabeza, agradeciendo su ayuda. Me enfilo hacia los asientos cerca de la ventana al lado derecho de donde Johanna yace con los ojos cerrados, sin embargo estoy casi segura de que me ha sentido llegar, apartándose hacia el asiento pegado a la pared.
Ignoro el silencio incómodo abrochando el cinturón fuertemente a mi cintura sintiendo la hebilla enterrarse en la parte baja de mi vientre. Haymitch se acomoda en la fila detrás de mi seguido por Prim, Annie y los dos soldados acompañantes. Veo por la ventana el pasar de los árboles junto a los animales correr despavoridos por el sonido del aerodeslizador sobre sus cabezas.
La noche nos cubre al cruzar la frontera del distrito seis en medio de una tormenta. El aerodeslizador debe volar más despacio y lento evitando un posible accidente. Todos los demás están dormidos o al menos eso me da a notar el compás de sus respiraciones junto a los ronquidos de Haymitch. Doy un vistazo hacia atrás corroborando el profundo sueño de los soldados, de Annie y el de la pequeña Prim.
A mi lado Johanna no hace ningún movimiento, asumiendo pues, que también se ha quedado dormida.
—Quizá él ya ni siquiera esté ahí—La voz de Johanna emerge ronca a mi lado. Le veo de reojo temiendo la llegada de esta conversación. Me acomodo en el asiento, mirándole la nuca al piloto sin intenciones de girarme hacia Johanna—Han pasado días desde su ultima conversación. Lo más probable es que Finnick...
—No, no—le detengo antes de que pronuncie algo que no deseo oír—Él está bien. Herido, pero bien. Iré a ayudarle y... y terminaremos con esto, si, después volveremos a casa en el distrito cuatro y... y haremos como si nada de esto hubiera pasado, ¡sí! Eso es exactamente lo que haremos
En la luz fluorescente, los círculos bajo sus ojos parecen magulladuras. Johanna suelta un suspiro provocándome el llanto pues ni yo misma creo en mis propias palabras. Retengo los sollozos tanto como puedo sin querer darle material a Johanna para decir que el haber venido ha sido un error. Carraspeo la garganta echando el llanto hacia atrás, concentrándome en ver la lluvia correr del otro lado de la ventana.
—Estás consciente... de que es un viaje sin retorno, ¿verdad? —susurra—Muchos de nosotros tomamos el riesgo de venir porque no tenemos nada que perder. Yo no tengo familia, Haymitch tampoco
—¿Y qué hay de Prim?
—Ella es un alma caritativa que aun tiene un poco de fe en la humanidad. Pero nosotros sabemos la verdad acerca de esto, no hay forma de salir bien librados de la guerra y aun sí lo hiciéramos nada sería como antes. Somos adultos, entendemos la porquería del mundo
—Debiste haberme dejado venir desde un principio
—Jamás me lo hubiera perdonado
—No era tu decisión para tomar
—No lo era, pero aun así lo hice. Finnick no estaría contento de saber...
—Finnick no está aquí—le corto, viendo correr el agua de lluvia por el cristal— Y sé que cuando nos encontremos estará furioso, pero no me importa. Él jamás se rindió conmigo aun sí tenía razones de sobra para hacerlo. No me abandonó ni siquiera cunado intenté... cuando creí que era un muto del capitolio. Él simplemente estuvo ahí y yo haré lo mismo por él. Se lo debo
Johanna suelta una carcajada, sacudiendo la cabeza.
—Así que es eso. Bueno, creo que todos estamos aquí por una cuenta que saldar
—No entiendo
Ella se calla de pronto jugando con el hacha descansando en su regazo. No me mira, estando avergonzada por algo. Luego alza la vista hacia mi extendiéndome el holo que hasta ese momento permanece en el suelo frente a ella.
—Con lo de la arena y lo que Snow te hizo después nunca tuve el tiempo de disculparme contigo
Despego la espalda del asiento girándome hacia Johanna desenganchando el cinturón. Elevo las cejas porque sus palabras me han dejado confundida y no sé qué debería responder a eso. Copia mis movimientos quedándonos frente a frente aprovechando el cansancio de los demás para hablar tendidamente. Sus ojos brillan debajo de las luces rojizas del aerodeslizador pero esta vez no es de rabia, sino de culpa. Me asusto en verdad, siendo una maravilla el sentirla tan vulnerable.
—La noche en que te encontramos yo juré llevarte de vuelta con Finnick y fallé. Eso no costó únicamente el haberte perdido cuando chocaste con el campo de fuerza, sino que cobró la vida de tu hijo. Es mi culpa, lo lamento
Estoy harta de escuchar disculpas. De Johanna, de Haymitch, de Finnick... sus palabras me ahogan pues cargan con culpas ajenas. Lo sucedido en los juegos no fue más que mi responsabilidad. Yo elegí ofrecerme como tributo por Annie. Yo elegí estar con Finnick e intentar protegerlo. Yo decidí estar en los juegos. Soy yo quien debe cargar con las culpas de mis decisiones y no los demás.
Ellos me victimizan y yo no estoy dispuesta a seguir restregándome en la miseria.
—No importa. Nada de eso fue tu culpa
—Lo fue, yo...
—Basta—le detengo—Yo me ofrecí como voluntaria. No pensé en las consecuencias y me dejé encandilar por las promesas de Plutarch sobre la rebelión. Debí saber que salir bien librada de algo como eso sería imposible. No era tu deber protegerme como tampoco lo era salvarme. Snow... él... hizo lo que hizo y ya no hay manera de cambiarlo
Aún recuerdo el día en que Johanna se enteró de lo sucedido en el capitolio luego de haber sido sacada de la arena. Más allá de su asombro por el secuestro de recuerdos, su enojo aumentó a números descabellados al enterarse del procedimiento que Snow hizo sobre mi arrebatándome a mi hijo de las entrañas cuando aún se movía. Ella desató su enfado en la habitación arrojando cada cosa encontrada a su paso. Me llevó semanas tranquilizarla, pero la idea de asesinar con sus propias manos al presidente por lo que me hizo no abandonó su cabeza, sino que se avivó todavía más al enterarse del apoyo pedido por el escuadrón de Katniss.
Johanna agita la cabeza sin estar cien por ciento convencida de mis palabras.
—No importa, estoy en deuda contigo, con Finnick. Ofreciéndome voluntaria para ayudarle en el capitolio y dejarte a salvo en el trece era mi forma de pagarlo, pero ahora tú estás aquí y...
—Has cumplido tu promesa—aseguro, cogiendo sus manos—Cuidaste de mi mientras Finnick no estaba, te quedaste conmigo en las noches, Johanna, ya no hay una deuda pendiente.
Sus ojos brillan esta vez por el reconocimiento de sus acciones pasadas. Hasta ese punto parece aliviada, devolviéndome el apretón de manos que se vuelve sudoroso al paso de los minutos. Ella por fin me sonríe, adoptando una postura más relajada.
—Perdón por haberte gritado y por... amenazarte con el hacha
—Oh, descuida, es algo normal siendo tu amiga. Sé que de esa manera demuestras tu amor. Yo lamento haberte asustado con mi espada
—No me asusté—refuta, volviendo a coger el Holo frente a mí. Lo enciende mostrándome una imagen a escala del capitolio tapizada por pequeños puntos rojos extendidos a lo largo de las calles. Aprieta un botón agregando otro puñado de puntos rojos ahora incluso sobre los techados de las casas—Son vainas—me explica—Hay una cada diez pasos
—¿Cómo se supone podremos cruzar la ciudad?
—Lo veremos sobre la marcha—extiende el holo hacia mí y lo cojo con manos temblorosas. El aparato pesa sobre mis manos. Actualizo el mapa haciendo aparecer puñado tras puñado de vainas conforme lo actualizo. Cuando mi cabeza comienza a girar lo dejo en el suelo y me recuesto contra el asiento. Miro a los soldados durmientes, al equipo y a mis amigos, y me pregunto cuántos de nosotros volveremos a ver la luz del sol.
***
El epílogo está dividido en dos partes. La segunda la subiré en un rato si es que mi internet todo feo me deja :(
Por cierto, como este mini fic ya está a nada de terminar trataré de enfocarme en el mini fic de Gale y la mini historia de Hyamitch que espero y les den el mismo amor que a esta ;u;. Los pedidos están cerrados, pero tengo ganas de hacer un mini fic más jajaj.
So, me gustaría que me dijeran con quien les gustaría que fuera. Las leo, princesas.
Cuídense mucho.
besitos♡
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