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Capítulo final ❀

"Las consecuencias de la espera"


—Entonces, ¿Cómo amaneciste el día de hoy, Gaia?

—Bien

—¿Bien? Sólo... ¿bien?

Miro a Tyron por primera vez en lo que va de la sesión haciendo un gesto con la cabeza para hacerle saber que le escucho. Él no deja de anotar cosas en su pequeña libreta mientras estamos sentados frente a frente; él con la mirada fija en mi rostro y yo con los ojos perdidos en la pared intentando no pensar demasiado en el hombre con el que he dormido anoche.

Una mueca altanera se dibuja en sus labios cerrando por fin su libreta dejándola reposar sobre sus piernas cruzadas, esperando el momento donde me atreva a contarle lo que seguramente ya sabe pasó entre Finnick y yo. Ruedo los ojos con molestia queriendo esconder el rubor caliente de mis mejillas resecas, moviéndome hacia el lado contrario esperando mi bochorno pase desapercibido por mi muy perspicaz terapeuta. Tyron carraspea la garganta exigiéndome explicaciones precisas sobre mi inesperado cambio de parecer.

—Estoy segura de que ya lo sabes

—Si, pero esperaba oírlo de tu propia voz

—Fue... un impulso

—Impulso

—Si—digo, molesta por la sonrisa burlona sobre sus labios—Él se iría al capitolio esta mañana y yo no quería que... que él se fuera sin... es complicado—finalizo sintiendo el palpitar de mi corazón en la garganta. Las expresiones de Tyron se suavizan, cogiendo mis manos por encima de su cuaderno—Desde hace algunas semanas me he sentido diferente respecto a Finnick, ya sabes—Tyron asiente, alentándome a continuar—Lo que sentía por él... lo que siento ahora... el hecho de que se hubiese enlistado en el equipo de Katniss...

—Te hizo despertar—termina por mí, observándome con una mezcla de alivio y pena. Agito la cabeza, ganándome un buen apretón de manos y un beso en la mejilla. Tyron ha sido parte de esta pesadilla tanto como yo, acompañándome en cada una de las sesiones con la paciencia infinita que tanto le envidio. El ver un progreso de esa magnitud en su primera paciente con secuestro de recuerdos debe ser igualmente conmovedor—Me refiero a que es muy posible haber recibido una carga excesiva de sensaciones pasadas al saber a una persona tan importante en tu vida en peligro. Eso es magnífico, Gaia

—Me asusta

—¿Porqué?

—No quiero... no quiero volver a lastimarlo—un calor abrumador me sube por la espalda sin dejarme pensar con claridad. Mis ojos escuecen de tanto retener las lágrimas y aún así estas salen al sentir el toque suave de las manos de Tyron en mis dorsos. La lejanía de Finnick, el avance de la guerra hacia el capitolio, la ansiedad que me causa la falta de medicamentos... todo me tiene tan vulnerable que me es inevitable echarme a llorar—Él confía en mí, sabe que puedo hacerlo, volver a ser lo que éramos pero no importa que tanto lo intente jamás voy a ser la misma de antes

—Ninguno de nosotros podrá serlo, Gaia, la guerra nos ha cambiado, a ti más que nadie. El propósito es aprender de ello y mirar hacia el futuro

—¿Qué futuro podría tener yo? —le pregunto sorbiendo la nariz tan patéticamente como lo son mis palabras. Tyron frunce el entrecejo dejando su libreta en el taburete a su lado—Un muto del capitolio entrenado para reprogramarse a la menor provocación

—Tú no eres un muto, Gaia

—Lo soy. Peeta y yo lo somos, nos han destruido desde los cimientos y nos han vuelto a armar. No soy la misma de antes, no lo seré jamás, y Finnick... él no merece vivir el resto de su vida al lado de un experimento del capitolio

He aprendido varias tácticas para evitar el bloqueo de recuerdos a lo largo de estos meses, tácticas que justo ahora no puedo recordar. Llevo ambas manos a la cabeza sintiendo un dolor punzante atravesándola. Las personas se mantienen hablando, hablando, hablando, hablando. Dentro de mi cabeza hay voces que no logro callar, imágenes revolviéndose unas con otras volviéndose ininteligibles. Mi cuerpo estalla en sudor pidiendo a gritos suministrarle una buena dosis de morfina que me deje noqueada una semana entera. Tyron aparta mis manos obligándome a verle a los ojos. Son tan puros y azules que casi me recuerdan al distrito cuatro. Mi hogar. Tan destruido como mis propios pensamientos

—Eres más fuerte que esto, Gaia

—Una vez que entras a los juegos ya no hay manera de volver—le digo, sintiendo de a poco la normalidad de mis recuerdos—Desde ese momento le perteneces a Snow, le pertenece todo lo que eres. Tus deseos se vuelven nada y lo único en tu mente es morir de la forma menos brutal posible

—Estar en los juegos te cuesta la vida

—Te cuesta más que eso. Mucho más valioso, mucho más necesario. Un precio demasiado alto para poder pagarlo

—Y ahora tenemos la oportunidad de remediarlo—dice en voz baja—Los rebeldes están avanzando, la toma del Capitolio es un hecho, Gaia

—Y Finnick estará ahí, arriesgando su vida

—Como lo hemos estado haciendo todos

—Es diferente, él estará en el frente

—Te preocupas por él

—Lo hago. Igual o mucho más que antes

—Esa es una buena señal, entonces—dice. Sus ojos brillando emocionados—Una muy buena señal de que vamos por el camino correcto

—Pero ahora él se ha ido. Se ha marchado y el sólo hecho de pensar que pueda salir lastimado me ahoga

—Porque lo amas—concluye Tyron sonriéndome. Me quedo estática rebobinando sus palabras dejándolas suspendidas en el aire. Parpadeo un par de veces poniéndome de pie caminando hacia el lado opuesto de la habitación evitando su mirada perspicaz—Te preocupas por él porque lo amas

—No creo que eso...

—¡Lo es! —Camina hacia mi levantando sus brazos en el aire para poder verlo. Mi corazón retumba en mi pecho viéndose descubierto—Lo es y ya no hay forma de negarlo. Tus recuerdos sobre Finnick han vuelto y así mismo lo han hecho tus sentimientos

—Es demasiado pronto para eso

—Es el momento perfecto—añade, cogiéndome por los brazos. Sus ojos centellan detrás de una capa cristalina que rápidamente se convierte en una fina lagrima resbaladiza. Me sorprende verle llorar pues en todo el tiempo conociéndonos jamás le he visto ponerse así de sensible. Dudo mucho sobre si la causa de sus lagrimas es mi tan anhelada recuperación aunque me abstengo de preguntar cuando él sorbe la nariz y se restriega los ojos con el brazo cubierto por su uniforme del hospital—Esta vez te lo digo como tu amigo y no como tu doctor. Nunca es bueno esperar demasiado, Gaia.

—Pareces muy familiarizado con ello—susurro no queriéndole hacer sentir mal, sin embargo las palabras salen más rápido de mi boca de lo que puedo pensar. Él sonríe entre lágrimas tomándome por los hombros—Perdón, yo no quise...

—Está bien, en realidad tienes razón. Yo soy la viva muestra de que esperar de más es la peor idea del mundo

Estoy confundida por el giro en la conversación. En este punto pareciera ser Tyron el paciente y no el doctor. Mis ojos escanean su rostro en busca de una respuesta pronta a sus palabras antes de que la curiosidad termine por volarme lo que me queda de cordura. Él se aparta, sentándose de nuevo en su lugar e invitándome a mi a hacer lo mismo.

Silencio mortal. Siento el cuerpo de Tyron tensarse sobre la silla y mi cuerpo de inmediato copia su acción.

—Nunca he sido fanático de hablar sobre mi vida, lo cual es un poco irónico pues siempre aliento a mis pacientes a hacer lo contrario con las suyas. Bueno, el caso es... hace mucho tiempo, demasiado, en realidad, hubo... alguien muy importante para mi

—¿Hubo? ¿Ya no?

—Lo sigue siendo, por supuesto, pero de una manera distinta

—¿De qué manera?

—Ahora ya es sólo un recuerdo—dice en medio de un suspiro—Uno muy bello. Del que no puedo escapar por más que lo intente

Tyron hace una pausa, perdiéndose en sus propios recuerdos. Luego me mira como si fuera lo más bello del mundo y por un momento pienso que no está viéndome a mí si no a alguien más.

—Distrito tres. Tecnología. Era un distrito muy bello hasta el bombardeo. He hablado mucho sobre eso con Beetee y ambos creemos que ha sido un verdadero desperdicio. La mayoría de los avances obtenidos en el tres se perdieron casi por completo, así como las fabricas que mantienen viva la industria tecnológica. En fin, ese no es el motivo de esta conversación—Tyron jala una gran bocanada de aire dejándome pensando en el ardor que debe estar sintiendo sus pulmones—El caso es... entiendo el sentimiento de pérdida ocasionado por los juegos. Un par de años antes de los tuyos... perdí a la persona que más amé en la vida

—¿Ella fue elegida?

Tyron sonríe, sacudiendo la cabeza

—Lo fue, si

—Debió ser difícil para ti

—Sí, creo que nunca antes sentí un dolor igual al que experimenté ese día cuando le vi subir a la tarima después de escuchar su nombre en los altavoces del distrito. Hasta ese día fuimos los mejores amigos, pero lo cierto es que yo sentí algo muy fuerte desde el primer momento en que escuché su voz ese día en los pasillos de la escuela.

—¿Jamás se lo dijiste?

—Tenía miedo—menciona, sonriéndole a la nada—Nunca fui el tipo de chico con amigos por montón. Era más selectivo y por defecto, antisocial. Pero al conocerle supe desde el primer instante que debía tenerle en mi vida de una manera u otra

Su voz pierde emoción conforme avanza en la historia provocándome un escalofrío. El brillo en sus ojos se apaga, aun mirando hacia la nada

—El día de la cosecha pensé en decírselo, confesar mis sentimientos, sin embargo algo dentro de mí me traicionó haciéndome ver los peores escenarios donde no era correspondido y perdía la amistad que tanto trabajo nos costó forjar, entonces decidí amarle desde las sombras hasta ese momento cuando le vi a un lado de la urna de los tributos devolviéndome la mirada

Sus ojos se cristalizan, no obstante las lágrimas no llegan.

—Era demasiado obvio para ambos. Nadie del distrito había ganado los juegos desde hacía años, por lo que era imposible que para ese tiempo lo lograran. Entonces pude despedirme en el edificio de justicia. Tuve la oportunidad de decírselo, Gaia, de cambiar las cosas para ambos, y adivina que hice

La resequedad de mi garganta me quiebra la voz, respondiéndole en un hilo.

—Te callaste

—Lo hice. Nos despedimos. Le dije que le quería, ya sabes, como un buen amigo y luego partió al capitolio. Murió durante el baño de sangre

—Lo lamento

—También lo lamenté durante bastante tiempo. Brianna me ayudó a superarlo, fue mi terapeuta en ese entones y pude superar la culpa aunque nunca logré quitarme su recuerdo de la mente y supongo nunca podré—El silencio se prolonga y estoy empezando a pensar que nunca acabará, cuando Tyron habla—No quiero verte de esa forma con Finnick. Perdiendo el tiempo que ya no tienen. Es un buen momento para decirle que lo amas, Gaia, no esperes más, por favor

—Ya no puedo hacerlo—susurro, cerrando mis manos sobre mi garganta—él se fue y...

—Quería mantener esto como una sorpresa hasta después de la merienda, pero supongo que es mejor si te lo doy ahora, aprovechando nuestra sensiblería—dice, sacando un pequeñísimo aparato de su bolsillo. Lo pone en mi palma abierta dejándome ver un auricular del tamaño de una pepita

—¿Qué es esto?

—Es un intercomunicador de sistema electrónico independiente. Finnick robó dos de estos hace un par de días de la oficina de Coin. Me pidió que lo modificara para ti y que te lo entregara cuando partiera, de esa forma podría comunicarse contigo mientras estuviera fuera, peleando por la libertad—bromea, colocándome el aparato en el oído—Es de una sola red, así que sus conversaciones serán privadas. Normalmente los intercomunicadores del trece están hechos para reportarse con todos los miembros de un escuadrón, pero de eso se trata la modificación que le hice. Si Finnick quiere hablar contigo tu dispositivo brillará en rojo y emitirá un pequeño sonido.

—¿Y si yo deseo hablar con él?

—No puedes hacerlo, debes esperar a que Finnick te llame

—¿Porqué?

—Porque los demás no deben saber que él lleva un aparato como este consigo. Le meterías en problemas, ¿vale?

—De acuerdo

—Bien. Ahora, vayamos al comedor antes de que Haymitch arrase con todo

—¿Tyron? —le llamo antes de verlo salir por la puerta. Se detiene en el umbral mirándome expectante. Me giro sobre la silla pensando en mis palabras exactas para no hacerle pasar un mal momento—¿Cuál era su nombre?

La sonrisa de mi terapeuta se ensancha y el brillo en sus luceros azules se enciende como un farol. Un suspiro enamorado se escapa de las fisuras de sus labios apretados antes de responderme:

—Michael. Su nombre era Michael

Dice antes de desaparecer por el pasillo.




Dos meses pasan sin que el dispositivo se encienda con señales de Finnick. Me lo llevo a la cama cada noche mirándolo en espera de la luz rojiza para hablar con Finnick sin muchos resultados.

Haymitch nos ayuda a Johanna y a mi en la estancia infantil del trece más por ordenes de Plutarch de mantenerlo alejado del alcohol que por iniciativa propia. Los días pasan lentamente cuidando de los niños sin dejar de pensar si Finnick se encuentra bien o si es que sus nulas llamadas son por haber perdido el intercomunicador o la vida. No, me aferro a pensar en él de la forma más vivaz posible, arrancándome las ideas tontas y absurdas de perderlo.

Continúo asistiendo a las sesiones de Tyron esta vez disfrutando de las anécdotas compartidas de su vida y la mía. Él me alienta a decirle a Finnick como me siento cuando su llamado por fin llegue y no es hasta después de varias sesiones que me armo de valor para darle un nombre a mis sentimientos.

Es amor. Puedo sentirlo en su más pura extensión.

Pienso en ello y me emociona decírselo. Después de tanto tiempo me emociona hablar con él, preguntarle si está bien y deshacerme de la soga que me aprieta el cuello cuando las dos palabras mágicas intentan salir.

Pero ese momento no llega porque Finnick no se comunica conmigo.

Pasan semanas, tras semanas, tras semanas. La llamada de Finnick nunca llega y las únicas noticias del escuadrón de Katniss llegan a través del subteniente Holmes quien es el único con comunicación directa con el escuadrón y éste a su vez le informa la situación a la presidenta Coin. Mi paranoia aumenta por la mañana, cuando la presidenta nos avisa de la baja de las hermanas Leeg.

—Voy a ofrecerme para ir—me dice Johanna esa noche mientras ambas nos preparamos para dormir. Ella se ha mudado a mi habitación hasta el regreso de Finnick lo cual le agradezco muchísimo. Estando con ella todo es más fácil, por no decir que a su lado me siento menos como una carga. Por la tarde, luego del aviso de las Leeg, Coin ha pedido voluntarios para ir al capitolio y ayudar al escuadrón de Katniss a seguir con la marcha hacia la mansión de Snow. Haymitch se ha enlistado y ahora Johanna piensa en hacerlo también—Lo hubiese hecho antes, pero quería informártelo primero

—Está bien—es lo único que digo, acomodando las almohadas sobre la cama. Johanna me mira con dureza pero no dice nada. Se acomoda en el lado derecho poniendo sus brazos debajo de su nuca elevando su cabeza para poder verme de pie al lado del taburete donde descansa el intercomunicador de Tyron. Sus cejas hacen una curva interrogándome en silencio. Me siento a la orilla de la cama dándole la espalda, acostándome de lado mirando la pepita que sigue sin brillar—Ten mucho cuidado

—Descuida, mala hierba nunca muere

—Lo digo en serio

Johanna guarda silencio acomodándose sobre las frazadas. Le escucho alejarse hasta la orilla contraria, aferrándose al borde de la cama.

—Yo también

Nos quedamos en silencio y luego de un par de minutos escucho a Johanna roncar. Me siento contra el respaldo mirando hacia el comunicador aun sin encender. Las horas pasan lentamente hasta que el sueño me vence en la misma posición en que me he quedado. Luego, algo interrumpe la quietud de la habitación y una tenue luz escarlata me calienta los párpados.

Despierto, escuchando un ligero zumbido acompañado del tintinear de la luz roja proyectándose en el techo.

Tomo el intercomunicador de un salto. Es él. Por fin es él.

Coloco la pepita en mi oreja escuchando el sonido inmediatamente después. Hay interferencia del otro lado. Una estática terrible chirria en el auricular un momento antes de poder escuchar su voz claramente. Está un poco cortada por la distancia pero aun así sigue siendo perfecta

—Gaia—dice, arrebatándome una sonrisa—Gaia, soy yo, Finnick, ¿me escuchas?

—Si—susurro sin querer perturbar el sueño de Johanna. Me levanto de la cama caminado hasta el escritorio y sentándome cerca de la ventana—Por fin llamas

—Quise hacerlo antes, pero las cosas se complicaron un poco, ya sabes—susurra—¿Cómo estás? ¿Has estado yendo a las terapias? ¿Te estás alimentando bien?

—Si—respondo, maldiciéndome por no poder decirle todo lo que tengo en mente. Él se calla, escuchando mi respiración—Johanna... Johanna se ha estado quedando conmigo. Se ha mudado a la habitación y justo ahora está dormida

—Así que los ruidos que oigo no son los de un oso, ¿huh?

—No, sólo es ella descansando

—Y lo hace muy bien, por lo que escucho

—Eso creo

Hay una sensación de algo incompleto. Y no porque él haya llevado el propósito de la conversación por otro lado, sino porque ambos nos encontramos nerviosos por razones distintas. La noche antes de que él se fuera hicimos un pacto lloroso y poco realista hecho en la oscuridad de la noche, pero un trato a final de cuentas. Yo sería una persona diferente cuando él volviera y él haría justamente eso. Y en el fondo de mi corazón, sé que ambos fallamos.

Su respiración se calma. La mía no lo hace. Johanna sigue roncando como si la tensión del cuarto no le afectara en lo absoluto. Finnick se queda en silencio durante varios segundos más hasta que el momento se hace tan incómodo que no le queda de otra que hablar.

—¿Escuchaste lo de las Leeg?

—Lo hice esta mañana. Fue algo horrible

—Peor de lo que te imaginas, en realidad—Él se queja, alarmándome de inmediato

—Finnick, ¿estás herido?

—No, me hice una pequeña cortada, es todo

—No me mientas. Dime, ¿te hirieron?

—Si—dice en voz queda. Mi estomago da un giro provocándome arcadas. Él se apresura a agregar: —Pero no es nada de gravedad. Me he vendado ya y sólo me arden los puntos

—¿Puntos? Dios mío, Finnick

—Hey, sigo aquí y eso es lo que cuenta—me irrita escucharlo reír en una situación así aunque el sonido de sus pequeñas carcajadas me calienta el pecho. Llevo una mano hacia mi oído encerrando su voz en mi cabeza, retumbando en las paredes de mi cuerpo—¿Me has extrañado?

—Si

—¿Qué tanto?

—Mucho

—¿Ah sí? Esto se pone interesante. Dime, ¿qué llevas puesto?

Me carcajeo

—Una bata de abuelita hecha por Annie

—Que sexy—Me rio provocándole la risa a él también. Su risa se apaga de a poco dejándonos de nuevo en un inmenso silencio incómodo—Escuché algo sobre Coin pidiendo voluntarios para ayudarnos

—Si, Haymitch se ha enlistado ya

—Supongo Johanna también lo hará

—Mañana a primera hora

—¿Y Annie?

—No lo he hablado con ella pero supongo que tratará de convencer a Maggs de dejarla ir

—¿Quién más?

—Prim, tal vez. Es una buena enfermera y ustedes la necesitan

El silencio vuelve, esta vez porque los dos sabemos lo que sigue. Yo ya me he decidido y él no podrá hacer nada para detenerme.

—No

—Si—acepto, cerrando los ojos—Hablaré con Maggs mañana y...

—Gaia, por favor, no lo hagas

—Tú estás allá con Peeta, heridos y cada vez con menos hombres. No puedo quedarme de brazos cruzados

—No tienes entrenamiento

—Soy una vencedora, no lo necesito, ¿recuerdas?

—Gia, por favor, por favor. Estoy suplicándote, no vengas

—Finnick, ¿Dónde estás? —pregunto, escuchando el eco que produce su voz. Él duda en contestar pero al final lo hace

—En una especie de... túnel. Una alcantarilla, no lo sé, estamos atrapados

—Dios, no voy a dejarte ahí

—Sé que no—otro silencio. Esta vez uno que no me gusta. Una despedida—Quizá para cuando ustedes lleguen...

—No—le detengo—No lo digas, no

—Gaia, si muero, que es lo más probable, quiero...

—Basta, no vamos a tener esta conversación. Iré y te encontraré sano y salvo, ¿me escuchaste?

—Debo irme—dice. Mi corazón se acelera por mi conversación con Tyron y sé que debo decírselo ahora antes de que algo más suceda. Me armo de valor y repaso las palabras una y otra vez en mi mente

Te amo

Te amo

Te amo

—Gaia

—¿Sí?

—Nunca olvides que te amo—susurra y corta la llamada

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