19.- Gale
Me dejo caer sobre la hierba apreciando el movimiento acompasado del sol saliendo del horizonte para tomar su lugar en el cielo y mandar a las estrellas a dormir.
Apenas son las primeras horas de la mañana pero eso no me detiene para llenar hasta el tope el costal de manta junto a mí. Ha sido una buena caza incluso si me he tenido que levantar más temprano de lo usual para aprovechar que los animalillos de los bosques se encuentran todavía atolondrados, atorándose con sus propias patas traseras queriendo escapar de una muerte segura.
Cazo a varios conejos de una sola, a decenas de gransos y me permito el buscar algunas setas cerca del cause del río antes de que los ciervos se las coman. Lleno otro pequeño costal de las setas, cojo algunas hiervas medicinales para mi madre e inclusive me paso por las copas de los árboles esperando encontrar nidos repletos de huevecillos. Cuando estoy satisfecha con el botín decido recolectar algunas botellas de agua que desinfecto ni bien el líquido comienza a derramarse por las boquillas; vierto la cantidad exacta de gotas de yodo para purificarla, espero treinta minutos y bebo tanto como puedo. Luego camino hasta la fina hilera de árboles lejos de la alambrada, tumbándome en el herbazal hasta que el sol naciente me irrita los párpados.
El sonido de pasos me alerta, sin embargo me calmo al comprobar que la entidad que se refleja frente a mí no es más que mi compañero de caza quien me sonríe antes de dejarse caer a mi lado tendiéndome una generosa hogaza de pan. El olor a masa fresca hace doler mis sienes, pero me niego a cerrar los ojos ante la maravilla que me causa pues no me quiero perder ni un solo vistazo del manjar que se me ofrece.
Recuerdo las provisiones que he metido esta mañana en mi mochila antes de salir, sacando de los bolsillos un trozo de queso fresco que Prim me ha dejado en la mesa una noche antes. Está tapizado de hojas de albahaca que en lugar de desperdiciar decidimos colocar sobre los diminutos trocillos de queso que embarramos en la mitad de la hogaza que a su vez cortamos en dos partes iguales; una para mí y otra para Gale.
Los panecillos se ven apetitosos, y lo son aún más luego de que Gale aplastara un par de moras entre sus dedos dejando caer el jugo dulzón sobre ambas piezas creando así un postre tan maravilloso que el primer mordisco me tiene sonriendo como una chiquilla emocionada.
Uno de los brazos del cazador descansa sobre mis hombros mientras que con su mano libre sostiene el pan al que le da grandes bocados haciéndome reír. Terminamos de comer más rápido de lo que nos costó empezar, admirando el despertar del sol en un cómodo silencio que nos envuelve en una burbuja de paz que ninguno quiere romper. No es hasta que abro el saco de caza que Gale me observa atentamente sosteniendo los conejos muertos que le ofrezco
—Ha sido un buen despertar—le digo, sonriendo hasta las orejas porque incluso si sólo he llenado un saco de provisiones, es casi seguro que será suficiente para ambas familias al menos durante una semana completa. Gale eleva una ceja mientras yo pongo animal tras animal en su saco junto a la mitad de las saetas y el resto de queso de Prim. Al final su costal termina atiborrado a la misma altura que el mío dejándonos con un buen sabor de boca a ambos—Pude haber cazado más pero quise detenerme un rato para ver la salida del sol
—Siempre tan romántica eh—bromea porque sabe que el ver nacer los primeros rayos del sol es mi cosa favorita en el mundo—Apuesto a que te has dado mucha prisa para recolectar las saetas antes del amanecer
—Me conoces bien
—Bueno, cuatro años juntos no se dicen en vano—sonrío al ver que la porción que ha quedado del pan la deja en mi costal envuelto en una gruesa capa de yute para que los sabores de la carne desollada no se combinasen con la frescura de la hogaza. Gale coge su cuchillo dispuesto a seguir con la cacería—Bien pues, será mejor que yo atrape algo por mi cuenta
—¿Porqué?
—No puedo dejar que raciones tus dotaciones de carne sólo porque a mi se me ha hecho tarde
—Sabes que no me importa hacerlo y de todas formas, ¿Qué es lo que te ha entretenido?
—Fui a la panadería muy temprano y le cambié al dueño una ardilla por la pieza de pan
—No fue un intercambio muy inteligente
—Pero nos ha quitado el antojo, ¿no es así? —me pregunta. Yo asiento con un rubor en las mejillas porque entiendo el sentido de las palabras. Los labios de Gale aterrizan en mi moflete acalorado, sonriendo divertido por mi bochorno—Feliz aniversario, por cierto
—¿Así que yo soy la romántica en esta relación?
Gale rueda los ojos aunque puedo notar que sus labios tratan de esconder una sonrisa
—Tenías que arruinar el momento
—Por supuesto que sí
Nuestras risas se mezclan en la tranquilidad del bosque por lo que soy capaz de apreciar el humor de Gale que va menguando conforme las risas se apagan. Suelto un suspiro largo, tomo sus manos y le obligo a mirarme cuando sus ojos se clavan en el pasto debajo de nosotros.
—Este es nuestro ultimo año, Daisy. Después de hoy todo será diferente para nosotros
—¿Realmente lo crees? —cuestiono, cortando una hoja que deshago entre mis dedos mientras pienso que, incluso si este es nuestro ultimo año para ser escogidos en la cosecha, eso no cambia el hecho de que nuestros hermanos pequeños siguen estando dentro de la urna—¿Aun si eso significa el tener que seguir preocupándonos porque nuestros hermanos no sean elegidos?
—Es diferente, a ellos no les hemos dejado anotarse para las teselas
—Y así seguirá—le digo. Tanto Gale como yo somos los hijos mayores de nuestras respectivas familias por lo que después de la muerte de su padre y mi padre en la explosión de las minas nos tuvimos que convertir en los pilares de ambas parentelas, Su madre se desvivía lavando a mano y la mía... bueno, la mía seguía intentando mantenerse cuerda.
Ya ha pasado algún tiempo desde la muerte de papá con lo que el luto de su perdida ya debería estar apagándose en la familia, no obstante mamá dejó de parecer un muerto viviente hasta hace poco tratando de cuidar de nosotras lo mejor que puede. Prim parece no darse cuenta de lo que eso significa o de lo que nos ha acarreado el comportamiento de mamá, sin embargo Katniss si que lo entiende, agarrándole manía desde un par de meses después del accidente en las minas de carbón. A partir de ese día me volví la cabeza de la familia, llevando la comida a la mesa y obligando a mamá a dejar la cama para que comiese al menos un poco.
Me da algo de angustia pensar que este año puedo salir elegida, pero mi consciencia trata de convencerme de lo improbable de eso a pesar de que veintiún papeletas con mi nombre están nadando en esa maldita urna en medio de miles de nombres. No evito pensar en Gale, pues gracias a las teselas que ha pedido desde los doce años ha logrado que cuarenta y dos papeletas se agrupen en un mismo lugar dándole la oportunidad de ir a los juegos este año. Mi cuerpo tiembla de tan sólo pensarlo, cosa que Gale nota porque chasquea los dientes antes de atraerme a su cuerpo.
—Podríamos hacerlo
—¿El que?
—Escapar de aquí—me susurra en el oído. Yo me aparto y miro hacia los lados porque sí, incluso estando en este lugar donde no hay nadie mas que nosotros, me preocupa que nos escuchen. Gale acomoda un mechón de cabello detrás de mi oreja mirándome a los ojos—Dejar atrás el distrito, vivir en el bosque, podríamos hacerlo
—Por supuesto que no
—Por supuesto que sí—contrataca con una mueca acariciando mi rostro—Si no tuviéramos tantos niños...
No son nuestros, claro, pero ambos sabemos que escapar lejos del distrito sin nuestros hermanos no es una opción. Irnos sería abandonarlos a su suerte y con ellos a nuestras madres que casi no pueden valerse por si mismas. Yo no soy capaz de abandonar a mis hermanas y sé que Gale no puede dejar atrás a los suyos, siendo la rabia contenida hablando por él.
Cada día de la cosecha es lo mismo, nos reunimos en el bosque, cazamos, racionamos la comida y festejamos nuestro nuevo año de relación juntos. Eso, hasta que la hora de la verdad se acerca, saltamos la verja y Gale me acompaña a por Katniss a la panadería de los Mellark. En todo el camino Gale me hablaría de fugarnos para dejar atrás la vida que el distrito doce nos ofrece y crear nuevos recuerdos juntos. Sus peticiones me parecen demasiado fantasiosas aunque no evite desear lo mismo de vez en cuando.
Damos un ultimo paseo por el bosque antes de encaminarnos a la verja para ir a casa. Hoy no habrá ningún tipo de trueque de mercancías porque ninguna familia se siente con los ánimos de permutar objetos cuando la vida de sus seres queridos está pendiendo de un hilo muy delgado. Así que Gale se echa ambos costales a los hombros ocultándolos debajo de una enorme tela de lana que lleva a cuestas para pasar desapercibidos, toma mi mano y me lleva hasta la calzada, cerca de la panadería de los Mellark donde veo a mi hermana menor conversando con el hijo del panadero.
Quizá Katniss sea lo bastante recatada para no contarme lo que pasa, pero incluso Prim que es un poco despistada puede darse cuenta de lo que existe entre esos dos. Una sonrisa me levanta los labios y en el mismo instante en que cruzamos la calle hacia la zona de comerciantes Peeta se acerca a Katniss besándole la frente con la suficiente dulzura para hacerme soltar una risilla. Mi hermana, que no es fanática de las muestras públicas de afecto, se separa del muchacho sonrojándose con fuerza. Peeta parece divertido con la situación repitiendo la acción varias veces hasta que el rostro de Katniss se convierte en un tomate fresco.
—Ay, Gale, ¿no crees que son hermosos?
—Jum—se queja, volteando hacia otro lado para no verles. Yo me rio de sus berrinches. Gale a veces puede ser demasiado pudorosa también—Demasiado incomodos de ver, diría yo
—No seas amargado, Hawthorne. Son jóvenes y están enamorados
—¿Quién lo dice?
—Yo. Katniss es mi hermana y le conozco como a la palma de mi mano, se que le gusta Peeta y le he escuchado hablar con Prim de eso en las noches, cuando piensa que mamá y yo ya nos hemos quedado dormidas
—Lo dices como si nosotros fuésemos un par de viejos seniles
—Lo somos. Dieciocho años de vida son más que suficientes
—Muy graciosa
—Vamos—le digo, estirándolo del brazo para que pueda enrollarlo en mi cintura conforme caminamos hacia la casa de Peeta—Quiero avergonzar a Katniss antes de irnos a casa
—Me apunto para eso—se ríe Gale. Siempre es muy divertido ver a Katniss enojarse. Nos acercamos hasta ellos con lo que mi hermanita abre los ojos sorprendida y a la espera de que digamos una tontería. No obstante no me atrevo pues su mirada me deja ver lo molesta que está conmigo porque hoy no le he dejado ir al bosque para cazar, prefiriendo que se quedase en casa y se preparara para la cosecha. A Gale no le importa, como quiera que sea—Hola Catnip, ¿lista para irnos o necesitas un poco más de tiempo para despedirte de tu galán?
—Gale, te lo advierto...
—Está bien, ya nos hemos despedido—interviene Peeta portando una amplia sonrisa. Luego, coloca sus manos sobre los hombros de Katniss dejando un pequeño apretón—Te veré en la cosecha, ¿vale?
—Vale—responde. Peeta parece no estar conforme con el bochorno de mi hermana así que le besa la comisura de los labios antes de decir: —Ponte algo bonito
—Ponte algo bonito—repito en voz chillona cuando Peeta ya ha desaparecido en el interior de su casa. El rostro de Katniss se tiñe de escarlata y me puedo apostar los calcetines a que la vergüenza está quemándole el estómago—Awww, que monos son
—Cállate, Daisy
—El chico tendrá suerte te verte bañada por una vez en su vida
—¡Basta! —se queja alejándose de mí de camino a casa. Gale se ríe bajito sin querer molestar a Katniss más de la cuenta. Yo corro el riesgo porque de no hacerlo, no estaría siendo una verdadera hermana
—Katniss y Peeta debajo de un árbol...
—¡Daisy!
—B-e-s-a-n-d-o-s-e
—Gale, hazla que pare
—...Katniss y Peeta debajo de un árbol tomándose de las manos...
—Ugh, ustedes son imposibles—Golpea la puerta entrando a casa dando tumbos mientras Gale y yo nos carcajeamos. Mamá sale para ver que sucede a lo que Gale le entrega mi costal con una sonrisita
—Yo ya tengo que irme, prepararme para la cosecha, ya saben
—Está bien, creo que debería hacer lo mismo
—Ya, claro
Mamá se aleja un momento con intenciones de darnos un espacio para despedirnos. Gale acerca su rostro al mío con todas las intenciones de besarme así que yo lo acepto tanto como puedo. Ninguno de nosotros sabe que pasará de este instante en delante decidiendo aprovechar cada segundo que nos queda juntos. Nuestras frentes se juntan y siento las manos de Gale subir por mis brazos hasta descansar en la cima de mi cuello fijando la vista en mis ojos cristalizados por el miedo que me causa el imaginar a alguno de nosotros en esa tarima frente a los ojos de todo Panem. Gale suelta el aire contenido susurrándome una promesa.
—Nos veremos después de la cosecha, ¿sí? Quiero...quiero hablar de algo muy importante contigo
—¿Sobre qué? —le pregunto, demasiado curiosa para su gusto. Él chasquea la lengua besando mis labios una ultima vez antes de separarse
—Lo sabrás esta noche. Mientras ponte guapa, si es que lo puedes estar más
—Tonto
Las puertas de la casa se cierran y yo me giro hacia mi madre quien me observa con una sonrisita plasmada en sus labios resquebrajados. No le devuelvo el gesto porque aun después de tanto tiempo me sigue persiguiendo el rencor que me provocó el verla tan vulnerable cuando mis hermanas y yo más la necesitábamos. Prácticamente tuve que convertirme en madre a mis catorce años, cuidar de ellas y procurar que no se murieran de hambre. Por suerte el señor Mellark me ayudaba a espaldas de su esposa, Gale traía algo de comida cuando nos escaseaba y Sae nos rebajaba la cuenta de lo que le debíamos al mes. Cada cosa que teníamos lo conseguí yo misma sin que mi madre metiera las manos para nada.
Katniss es la quién mas recuerda aquellos tiempos de las tres porque después de mí era ella quien se encargaba de la casa y de acompañarme a los bosques a conseguir comida. Papá tuvo a bien el enseñarnos a usar sus arcos, pescar en el río e incluso recolectar plantas cuando eso era nuestra única fuente de alimentos. Katniss siempre ha sido muy inteligente. Jamás me ha extrañado los comportamientos tan hostiles que a veces puede tener hacia nuestra madre.
Aun con eso no deseo hacerle pasar un mal rato pues ya es demasiado el soportar la cosecha para que además tenga que aguantar mis reproches. Le dejo conducirme hasta la bañera, lavar mi cabello y atarlo en una coleta alta. Me enfunda en uno de los vestidos que hace ya algunos años la abuela confeccionó para mi para luego regalarme un par de zapatos que le pertenecieron en su juventud.
Katniss está también vestida con ropa de mamá luciendo su hermoso cabello negro en su típica trenza ladeada; detrás de ella Prim se asoma con su vestido de tirabuzones azul haciéndola parecer un patito. Me le acerco dándole un beso en la nariz provocándole la risa, acomodo su vestido e intento hacer lo mismo con Katniss aunque esta ultima se aleja aun molesta por la mala punzada que le he hecho pasar con Peeta. De cualquier manera la atraigo a mí, haciéndole saber a Prim y a mi madre que necesito hablar a solas con ella.
—Katniss...
—Sé lo que me vas a decir—interrumpe con un gruñido aunque le dura poco porque en cosa de nada está más relajada, cogiéndome por las mejillas—Es lo mismo que me dices cada año antes de la cosecha
—Entonces sabes lo que tienes que hacer si no vuelvo
—Volverás, lo harás. Cada año has vuelto
—Esta vez es un tanto diferente—susurro sin querer que Prim escuche algo de esta conversación—Es mi último año y las probabilidades de resultar elegida son más altas. Recuerda seguir surtiendo al padre de Peeta de carne, vender los conejos a Sae y venderle la mejor leche de la cabra de Prim al hombre de los cereales. Gale se encargará de ayudarte a cazar y...
—Daisy, no irás a los juegos
—Eso espero, ven aquí
Le abrazo con fuerza acariciando su largo cabello tejido que tanto me gusta. Me aferro a su espalda pidiéndole entre murmullos el cuidar de Prim porque aun no confío lo suficiente en mamá para delegarla al puesto de cabecilla de la familia. Katniss promete hacer lo mejor que pueda. Nos reunimos con el resto de nuestra familia en el umbral de la puerta fundiéndonos en un abrazo trémulo. Los brazos de Prim se aferran a mis piernas siendo esta es su primera cosecha y obviamente está aterrada.
Ella ya no es una niña pequeña aunque eso no me importa pues la levanto fácilmente dejándola apoyada en mis caderas abrazándola, tratando de consolarla. Es tan menuda que su peso no me causa problema alguno cuando dejamos nuestra casa en la Veta caminando hacia el palacio de justicia donde la mayoría de los habitantes del doce ya están alineados en sus lugares. Debo soltar a Prim ya que mi lugar es en la parte de enfrente y el suyo en la otra punta de la multitud; Katniss debe estar en medio y los padres de familia a los lados dándose consuelo mutuo. Los censos terminan y la irritante voz de la vocera del distrito se escucha por los altos parlantes luego del discurso del alcalde
—¡Bienvenidos, bienvenidos! — gritonea haciéndome rechinar los dientes. Miro hacia los lados encontrándome a Gale a unos cuantos pasos de mí. Él me observa, guiñándome un ojo antes de volver su atención a la mujer que viste completamente de rosa— ¡Sean todos cordialmente bienvenidos a una nueva edición de Los Juegos del Hambre!
El entusiasmo de Effie se va cuando el estruendo de las puertas del palacio de justicia interrumpe su maravillosa presentación revelando al siempre briago y maloliente Haymitch Abernathy. Una carcajada se atora en mi garganta porque el aparecer de esa manera es tan típico del hombre que ya ni siquiera me sorprende el verle tambalearse en la tarima y caer de espaldas a unos metros de mí. Los agentes de la paz lo levantan sacándolo de ahí lo antes posible.
Haymitch el borrachín me agrada, he hablado un par de veces con él y es divertido cuando no bebe, aunque eso sea una vez al año. A Gale no le gusta verme cerca de él a pesar de que le aseguro ser inofensivo incluso para él mismo.
La vocera se aclara la garganta pidiendo disculpas por el altercado acomodando su prominente peluca al caminar hacia la primera urna designada para los nombres de las chicas. Mis manos sudan y debo cerrarlas en puños para que las personas que están a mis lados no las vean temblar. Busco la mirada de Gale y ahí está, dándome ánimos silenciosos que me ayudan a calmarme. Effie grita el nombre permitiéndome soltar un suspiro de alivio. Eso no dura mucho porque el apellido tan familiar me aprieta la garganta devolviéndome a la realidad. No es hasta ver a una pequeña silueta rubia subir a la tarima que me doy cuenta de la gravedad del asunto, luego una pelambrera negra le sigue haciéndome saltar en mi lugar
Las detengo a ambas en el momento justo en que Katniss intenta ofrecerse como tributo por Prim, alzando mi mano por encima de la suya para ofrecerme también. Katniss se niega pero mi mirada furiosa la detiene de hacer cualquier comentario.
—Soy voluntaria—repito por si no les ha quedado claro a las demás personas que me ven atónitas—Soy voluntaria como tributo
—¡Daisy no!
—Llévala con mamá—le digo a Katniss subiendo la tarima. Las manitas de Prim me detienen por la falda de mi vestido entre lloriqueos— ¡Llévatela!
Katniss no reacciona y Prim continúa rogándome para no subir. La aparto de mi con rabia pues no deseo que me vean frágil -eso y porque mi mente aun no asimila lo que está pasando-. Gale aparece de la nada echándose a Prim al hombro entre pataleos y jalando a Katniss por el brazo. Me mira un segundo, regalándome una sonrisa que demuestra de todo menos felicidad
—Arriba, cariño
Subo a trompicones con los lloriqueos de Prim de fondo. Me es difícil aguantar las lágrimas en medio de tantas emociones y lo que le sigue es aun peor. Effie camina hacia las urnas de los varones, extrae un papelito y lo lee en voz alta en medio de una carcajada que me ataranta.
Luego veo a Gale subir la tarima.
Era muy predecible, realmente lo era por la cantidad de papeletas con su nombre que hay en la urna, sin embargo ni siquiera ese pensamiento me ayuda para detener las arcadas que se agolpan en mi garganta.
Lo único en lo que puedo pensar es en nuestro futuro inexistente, la suerte que tendrán que enfrentar nuestras familias y la posibilidad de intentar matarnos el uno al otro.
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