18.2 Haymitch
"No necesito tu permiso [2]"
El nombre de Peeta sale de mis labios ni bien abro los ojos. Todo está a oscuras y lo único que alumbra el lugar es una pequeña vela a un lado de mi cama
No tardo demasiado en darme cuenta que mi mono cubierto de sangre, polvo y sudor ha sido cambiado por una pulcra y blanca bata de hospital; mis pies están desnudos y mi cabello ha sido lavado. Hay una leve molestia en mi brazo derecho, ahí donde Johanna me apuñaló horas antes de que Finnick me trajera al aerodeslizador, me pongo de pie y, alcanzando la vela a mi lado, logro alumbrar una parte de la recamara.
Hay una pequeña mesa en una esquina del cuarto en la que descansan distintos utensilios médicos, pinzas, vendas y jeringas que seguramente han sido usados en mi mientras estaba inconsciente. Escucho voces del otro lado de la habitación y decido que no puedo quedarme más tiempo en la oscuridad, necesito encontrar a Peeta y asegurarme personalmente de que está bien y que podrá regresar a casa con Haymitch, Katniss, conmigo y su bebé. No pienso salir indefensa, por lo que cojo una de las tantas jeringas escondiéndola en mi espalda para que no anticipen mi movimiento. Hay luz del otro lado por lo que camino lentamente hacia ahí, haciendo que una puerta corrediza se abra ni bien me acerco a ella.
Haymitch está de pie ahí, mirándome severamente. A su lado se encuentra Plutarch y un muy desmejorado Finnick Odair. Todos me observan detenidamente y mi corazón se inquieta al no ver ni a Peeta ni a Johanna cerca. Interrogo a Finnick con la mirada a lo que este se limita a mirar al piso.
— ¿Dónde está Peeta? — pregunto, dando un par de pasos hacia el frente. Plutarch cierra los ojos y suspira
—Elizabeth...
— ¿Dónde mierda está Peeta? — Mi corazón comienza a latir de prisa cuando ninguno de los presentes puede contestar a mi pregunta. Miro a Haymitch, sin embargo, él no dice nada, sólo me devuelve la mirada y sé que está furioso conmigo— ¿Está en otra habitación? ¿Qué ha pasado con él?
—Elizabeth, tienes que escucharme— Aun con todas las heridas que tiene, Finnick se las arregla para caminar hacia mí y tomarme por los hombros. Sus ojos claros están llorosos mandándome una sensación de miedo puro que me recorre todo el cuerpo. Él se detiene un momento y dice con lentitud: —Cuando te dejé en el aerodeslizador fui en busca de Johanna, si ella había encontrado a Peeta entonces podría haber traído a ambos conmigo, o al menos era la idea que tuvimos en un principio— Aprieta mis hombros, urgiéndome a escucharlo con atención—Juro que hice lo que pude, Elizabeth, pero cuando llegué, ellos...
— ¿Qué? — Mis ojos se abren por el susto— ¿Qué pasó con ellos, Finnick? ¡Habla!
Finnick titubea un momento antes de decir:
—Lo lamento, Elizabeth, Peeta y Johanna fueron llevados al capitolio.
Mi corazón se detiene por un momento en el que no logro procesar lo que acaba de decirme. Finnick espera a que diga algo, pero lo único que hago es levantar mi brazo y darle una fuerte bofetada que lo hace tambalear.
— ¡Eres un maldito! ¡Maldito traidor! — Le grito mientras golpeo una y otra vez su pecho. Levanto la mano en la que llevo la jeringa con intenciones de clavarla en su cuello y retorcerla hasta que no pueda más. Haymitch me lo impide cogiéndome por los brazos y pegándome a la pared evitando con su cuerpo que yo me lance hacia Finnick que ya de por sí está muy lastimado. Me hace soltar la jeringa y me obliga a abrir las piernas dejándome inmóvil— ¡Me mentiste! ¡Dijiste que irías por Peeta!
— ¡Lo intenté, pero la nave del capitolio había aterrizado antes de que pudiera llegar hasta ellos!
— ¡Mientes!
Me retuerzo contra Haymitch en un intento porque aflojase su agarre. Él no cede, sino que aprieta más mis muñecas y hace que lo mire directamente a los ojos.
—Tienes que calmarte, ahora
—Le prometí a Katniss que cuidaría de Peeta, que lo llevaría de vuelta a casa, Haymitch. Finnick me impidió ir a buscarlo, éste era su plan, dejar a Peeta en manos del capitolio. Es un maldito traidor al igual que tu
Mis palabras hacen rabiar a Haymitch al grado de tener que alejarlo con mi pecho porque su agarre sobre mis manos me lastima. Lo alejo lo suficiente como para alcanzar a ver la tensión en todo su cuerpo.
—Se hizo lo que se pudo, Elizabeth. Los planes no siempre salen a la perfección, ¿lo entiendes?
—Si ese plan existió, si es verdad que llegué a la arena con un propósito más allá del de salvar a Peeta, ¿Por qué no me lo dijiste?
Haymitch guarda silencio y esta vez se toma el tiempo de bajar una de sus manos a mis mejillas y acariciarlas con devoción. Aparta un mechón de cabello de mi cara colocándolo finamente detrás de mi oreja. Está tan cerca que casi puedo sentir su aliento chocar contra mis labios. Sus ojos marinos se fijan en los míos antes de decir:
—Sabía que no lo aprobarías
— ¡Por supuesto que no! — Le golpeo el pecho alejándolo de mí— ¡Esta es otra de tus tantas locuras a las que siempre nos arrastras sin importarte lo que opinemos, maldición! Siempre lo haces, vas y descompones las cosas y luego esperas que nosotros participemos en ello sin poner objeción alguna. ¿Ese era tu maldito plan, Haymitch? Tu única obligación era conseguir patrocinadores, mantenernos con vida hasta que pudiéramos encontrar la forma de salir de ahí, nada más
— ¿Y cómo pensabas salir de ahí con vida, eh? — Me pregunta, molesto— ¿Cómo pensabas sobrevivir a un maldito vasallaje cuando no eres capaz de manejar un jodido equipo de arquería? ¡Mis planes son siempre para salvarte el trasero! —Intenta calmarse, pero no puede, sino que mueve las manos como un loco—Y no, no necesito de tu aprobación para hacer una mierda. Esto ya no se trata de ninguno de nosotros, se trata de la revolución, de liberar a Panem.
Niego, dolida por sus palabras. Él suaviza su mirada y aferra sus manos a la jeringa que me ha quitado
—No puedo creer que no hayas rescatado a Peeta— digo, con la voz cortada. Haymitch bufa
—Y yo no puedo creer que lo hayas perdido de vista aquella noche
Un silencio se instala en la habitación, Plutarch y Finnick me miran mientras que Haymitch da vueltas frotándose la nuca y despeinándose el cabello
—Yo jamás haría algo para perjudicarte— Me dice en un tono de voz más suave— Todo lo que hago, todo lo que planeo es pensando en ti porque te amo. Sé que le prometiste a Katniss devolverle a Peeta, pero quiero que entiendas que yo jamás pondré a otra persona antes que a ti, así que aprende a vivir con ello— Me manda un último vistazo antes de ver al piso— Lamento haberte hablado mal
—Haymitch...
—Tu promesa ya no tiene importancia— me dice— Ya ni siquiera hay un distrito doce. Ayer por la noche fue bombardeado, ya no existe
No puedo contener las lágrimas que inmediatamente después bañan mis mejillas. Haymitch se acerca y me abraza entre suspiros. Me aferro a él al visualizar a mi hogar destruido, con las casas ardiendo y las personas siendo enterradas por los escombros. Un nudo me aprieta la garganta y suelto un sollozo desgarrador
—Pudimos evacuar a algunas personas— Me dice al oído—Por supuesto que Katniss y su familia están bien al igual que la de Gale y los padres de Peeta. No te preocupes, por favor
Sigo llorando porque las palabras de Haymitch no son lo suficientemente fuertes para consolarme. Me aferro a sus brazos para que luego él me tome por las mejillas y me obligue a verlo con detenimiento
—Todo estará bien, ¿de acuerdo? Yo estoy aquí, te protegeré. Por favor, confía en mi
Asiento, abrazándolo fuertemente
—Lamento haberte tratado como lo hice— le dijo— Es sólo que estoy muy confundida con todo esto
—Está bien, cariño, está bien
Él me besa la frente y, a pesar de que sé que él hará todo lo posible para arreglar la situación, no puedo confiar en que cumpla su nueva promesa
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